Label Cloud

sábado, 29 de marzo de 2008

¿Qué es el Blu-ray Disc?

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Láser azul-violeta


El formato Blu-ray Disc utiliza un láser azul-violeta con una corta longitud de onda para permitir así mayores capacidades de almacenamiento. En comparación con el CD, con un láser infrarrojo y una longitud de onda de 720nm, así como con el DVD, con un láser rojo y una longitud de onda de todavía 650nm, el formato Blu-ray Disc trabaja con un láser azul-violeta con una longitud de onda de sólo 405nm. Un nm representa una millonésima parte de un milímetro.
Gracias a la menor longitud de onda del láser azul-violeta, es posible escribir puntos de datos menores y aumentar drásticamente la densidad de datos en el Blu-ray Disc, en comparación con los CDs y DVDs.

Estructura del disco
La estructura del Blu-ray Disc presenta diferencias esenciales respecto a los discos de CD y DVD. Así, la capa de registro del Blu-ray Disc está cubierta por una Cover Layer de sólo 0,1mm de grosor para crear una distancia óptima entre la pista de datos y el sistema óptico de la unidad de disco. En los CDs y DVDs la capa final es todavía de 1,2mm ó 0,6mm de grosor.
Esta estructura especial, junto con el láser azul-violeta permite una amplia densidad de datos. En comparación con el DVD, las pistas de datos en el Blu-ray Disc están muy próximas entre sí, con una distancia de 0.32µm, en comparación con 0.74µm (1µm = 1/1000mm). El punto de luz azulvioleta mide sólo una quinta parte aproximada del punto de luz láser del DVD y permite así una densidad de datos cinco veces mayor.

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miércoles, 26 de marzo de 2008

Variedades de uvas: Pinot Noir y Riesling

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Pinot Noir


Tan exasperante para los viticultores como fascinante para los catadores, la pinot noir es la variedad de la que nacen los grandes borgoñas tintos. Al contrario de su equivalente para los blancos, la chardonnay, se resiste a reproducir en otros lugares el gusto de los vinos de la C6te d’Or. Pero el encanto de los tintos de Borgoña es tal que los vinificadores continúan intentándolo con insistencia.

La pinot noir tiene una larga historia: los archivos borgoñones la hacen remontar al siglo XIV, pero la tradición folclórica la lleva incluso hasta la Galia romana. Esta antigüedad va acompañada de cierta inestabilidad genética, que ha estado en el origen de numerosas mutaciones y de una gran sensibilidad a las enfermedades.

Por tanto, es posible que algunos de los problemas con los que tropiezan los productores de pinot noir distribuidos por el mundo sean debidos al empleo de clones mediocres. Esta diversidad clonal se refleja en los estilos de los vinos producidos en la Cóte d’Qr~ donde esta variedad es la reina. Pero cualquiera que sea la variante clónica empleada, la pinot noir es una fuente de problemas para los viticultores. En primavera, temen las heladas; en verano, la lluvia y los grandes calores. El frescor otoñal dificulta su maduración y, además, produce poco vino: el rendimiento debe mantenerse bajo si se busca calidad.
Fuera de Borgoña, esta cepa da grandes vinos en Champagne, donde se mezcla con frecuencia con la pinot meunier (tinta) y la chardonnay (blanca).

El gusto de la pinot noir es difícil de definir porque, como ocurre con otras variedades tintas, depende mucho de los terrenos donde crece y de su vinificación. Las versiones ligeras son suaves y afrutadas; los vinos más robustos, criados en barricas de madera, son más complejos y más densos, pero conservan una textura relativamente pálida con detalles de frutos maduros.

Riesling

Alemania ha creado una variedad de blanco realmente clásica: la riesling, que se adapta perfectamente a los viñedos alemanes, ubicados en laderas frías y escarpadas o en las orillas de los ríos, hasta el punto de que los más bellos terrenos del país están enteramente dedicados a esta noble variedad.

La riesling da vinos de una acidez y un dulzor muy equilibrados. Madura tardíamente, pero puede proporcionar espléndidos vinos dulces si el otoño ha sido caluroso. Resiste los fríos del invierno y sobrevive a las heladas que arrasan otras cepas, pero sus rendimientos son relativamente bajos, sobre todo si se comparan con la media de los viñedos alemanes.

A partir de la riesling pueden obtenerse vinos secos o dulces, vinos para ser bebidos jóvenes o para añejar incluso durante decenios. Los mejores son los que aprovechan su acidez, imprescindible para el añejamiento y el equilibrio de los vinos licorosos.

Esta cepa se cultiva en Alemania en los más hermosos viñedos del Mosela y del valle del Rin; en Austria, a lo largo del Danubio, así como en el norte de Italia y el noreste español. En Francia, su explotación se limita a Alsacia, donde produce vinos más ricos en alcohol y más secos que en Alemania. Fuera de Europa, la riesling obtiene buenos resultados en California, en Nueva Zelanda y en Australia.


Fuente: LAROUSE de los Vinos



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lunes, 24 de marzo de 2008

Una cuestión de escala: sociedad, ambiente, tiempo y territorio

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por Carlos E. Reboratti
Instituto de Geografía, Fac. Filosofía y Letras, UBA

RESUMEN

A medida que los limites disciplinares se van haciendo cada vez más borrosos y se produce un acercamiento entre campos del saber antes tan alejados como la historia y la ecología (paradójicamente paralelo a una fuerte especialización dentro de cada una de ellas), se hacen evidentes las tensiones que se generan cuando se intenta compatibilizar las "miradas" de cada una de ellas sobre su objeto de estudio. Estas miradas podemos resumirlas alrededor del tema de las escalas, las aproximaciones técnico-conceptuales que cada disciplina utiliza para reducir su objeto de estudio a una dimensión manejable. Esta diferencia se puede encontrar bajo dos dimensiones no excluyentes: el tiempo y el espacio. Las escalas utilizadas para analizar cada una de estas dimensiones son variables y hasta ahora habían sido objeto de controversia en el seno de las humanidades. Pero si introducimos en la discusión la variable que en forma genérica podemos llamar "ambiental", la tensión se hace muy difícil de solucionar, ya que vamos a tener que tratar de compatibilizar por un lado disciplinas, como la geología, cuya unidad de trabajo es 1 millón de años o la geomorfología, que trabaja con decenas de miles de años, con la historia, cuyo sujeto de análisis no tiene mas de 12.000 años de haber aprendido a cultivar la tierra. Por no hablar de disciplinas del presente, como la geografía, o la sociología, cuyo rango temporario raramente va mas atrás de una generación de personas.

De toda esta controversia surgen algunas preguntas básicas, tales como: existe una escala espacial que compatibilice las disciplinas que coinciden en el ambiente? Que significa macro, micro y meso en cada disciplina? Es posible relacionar los ciclos temporales que determina cada disciplina? Como se construye conceptualmente un campo interdisciplinario como la historia ambiental o la geografía histórica?


Introducción

En toda disciplina social o natural se establece entre el objeto de estudio y el observador una relación dada por la forma en que este aprehende al primero. Esta relación parte de la base de que es imposible un conocimiento completo e íntegro de absolutamente todas las características del objeto y esto es verdad tanto por problemas técnicos, como conceptuales y metodológicos. Técnicos porque cada objeto esta compuesto por múltiples (infinitos?) sistemas de elementos y relaciones, conceptuales porque ninguna disciplina ha desarrollado la idea de que debe "apropiarse" de todos esos elementos y, en consecuencia metodológicos, porque cada cual se interesa por un determinado grupo de objetos o fenómenos.

Pero esa captación exige que se establezca una suerte de traducción entre objeto y observador, que puede tener varias vías metodológicas (abstracción, modelización, analogía, por ejemplo), pero que, cualquiera sea el camino adoptado, necesita el establecimiento de un parámetro de relación para acercarlos o, mejor dicho, para que el objeto sea abarcable y aprehensible por el observador, que este pueda "ponerlo en foco", para utilizar una metáfora fotográfica, y obtener de esa manera el nivel de resolución requerido por su particular óptica de análisis.

Por lo general esto se realiza mediante el uso de lo que en términos generales podríamos llamar la escala, el instrumento conceptual, metodológico y técnico necesario para alcanzar la necesaria interpelación entre objeto y observador. Para algunos, las escalas son categorías dimensionales (Rivas Casado, 1990), para otros espacios de conceptualización (Lacoste, 1976), pero para todos es un tema de importancia fundamental.

La escala siempre fue proclama por la geografía como uno de los elementos básicos para la disciplina, junto con espacio, tiempo, naturaleza y lugar (Harvey, 1996 y Howitt, 1998), aunque, comparado con los otros, el tema siempre ha sufrido un curioso retraso en las discusiones teóricas, casi como si fuera importante pero demasiado evidente. En eso la geografía se asimila a otras disciplinas sociales y naturales, donde el tema se toma como obvio y que no necesita demasiada discusión.

Tal vez el origen de esta diferente aproximación a un instrumento que pareciera demasiado importante como para no ser detalladamente analizado en su faz teórica o conceptual, estriba en la insistencia de la geografía en analizar lo que podríamos llamar el "espacio concreto", aquel cúmulo de objetos y relaciones que se desarrollan en un escenario real y, por lo tanto, medible y cartografiable. Este escenario es imposible de analizar en forma directa y debe ser necesariamente reducido a una dimensión manejable. De allí la insistencia que se encuentra en muchos trabajos de geografía en utilizar básicamente escalas de carácter técnico antes que conceptual, incluso, como veremos, determinando "peldaños" en la escala cartográfica que enmarcaba la aproximación conceptual. A decir de Lacoste respecto al uso poco cuidadoso de la escala el cambio de escala corresponde a un cambio del nivel de análisis y debería corresponder a un cambio en el nivel de la conceptualización (Lacoste, 1976, pag. 65).

A medida que los limites disciplinares se van haciendo cada vez más borrosos (proceso paradójicamente paralelo a una fuerte especialización dentro de cada disciplina), el campo de lo novedoso se acerca a los bordes de la disciplinas (Dogan y Pare, 1993) y los objetos y problemas que antes parecían exclusivos de una disciplina comienzan a perder esa condición. Coincidentemente con este proceso, otras disciplinas además de la geografía, tales como la historia o la ecología, han comenzado a preocuparse por el tema de la escala. Pero en este acercamiento conceptual se hacen evidentes las tensiones que se generan cuando se intenta compatibilizar las "miradas" de cada una de ellas sobre un mismo problema.

Como evidencia del problema del uso explícito o implícito de escalas, aparece la creación y uso generalizado de una serie de términos muy comunes y poco discutidos como macro, micro, global, local, entre otros. Esa falta de discusión hace que cada vez sea más difícil compatibilizar el uso de estos términos y los diálogos interdisciplinarios se hacen lentos y complejos.

En este trabajo nos proponemos analizar los supuestos básicos que existen, tanto en la geografía como en otras disciplinas que analizan el espacio concreto, con respecto a la adopción de escalas, con el objeto de tratar de definir un campo de acuerdo común a partir del cual se pueda avanzar conceptualmente.

La escala o como polemizar con lo obvio

La primer y muy extendida idea de lo que es una escala es su faz técnica, como sistema matemático de reducción o ampliación de las magnitudes de lo real para llevarlo al plano en una dimensión manejable. Mas allá de la muy común confusión entre escalas "chicas" y escalas "grandes", donde el sentido común choca con la gélida inmovilidad de los números (las escalas chicas corresponden a números grandes y viceversa) (De Castro, 1995), no hay campo de mayor desacuerdo sobre le uso de esta técnica e incluso en algún momento se pensaba que había limites en las escalas numéricas que podían reclamar como propias las diferentes disciplinas (hasta 1/100 la arquitectura, 1/10.000 el urbanismo y así siguiendo). De esta forma, la geografía reclamaba el "espacio escalar" entre 1:10.000 y 1:10.000.000 (Hagget, 1988).

Sin embargo, el paso entre diferentes peldaños conlleva, junto a la necesidad de la simplificación, una cierta idea de un proceso lento de cambio lo real a lo abstracto. Si comparamos, por ejemplo, un mapa en escala 1_1.000.000 con otro realizado en 1:1.000, en el primero la mayor parte de los objetos representados son abstracciones de la realidad y caminos, ciudades y ríos no aparecen en su real magnitud sino como representaciones simbólicas de un objeto que existe pero que, en esa escala, no es visible. El mapa es, en este caso, un modelo y una metáfora de lo concreto. Y allí es donde el concepto de escala técnica se une al de escala conceptual, siendo esta, en el fondo, una forma de ordenar las metáforas, las analogías y los modelos que utilizamos para captar la realidad.

Que medimos cuando utilizamos una escala?. Aunque la primer reacción es pensar en la escala técnica, que evidentemente mide una superficie o una distancia, a poco que analicemos el tema podemos ver que en realidad la escala tiene tres dimensiones (Howitt, 1998), una relacionada al tamaño, otra al nivel y otra a la relación de los objetos que analizamos. La del tamaño es la más común, y puede tener tanto una faz técnica como una conceptual. Pero también la escala se refiere al nivel en que ubicamos las cosas, al emplazamiento de un objeto o un grupo de objetos en una jerarquía dada. Por lo general esto se relaciona con el nivel de complejidad, en referencia a la antigua disputa entre número de elementos y complejidad del sistema. La idea de utilizar distintos niveles de resolución reside justamente que "cambiando el foco y la distancia" de la escala, vemos diferentes niveles de arreglos, que se corresponden a distintos niveles de tamaño. Una visión de "gran escala" (1:10.000??) permite una visión muy detallada de los elementos cercanos, pero otra de "pequeña escala" (1:1.000.000) pierde de vista a estos elementos, que se funden en una dimensión más contextual. Justamente en cada nivel las relaciones que se establecen entre elementos van a cambiar, de allí la necesidad de mirar a la escala también como una forma de analizar las relaciones, diferentes según que escala utilicemos.

La adopción rígida de criterios de separación entre peldaños escalares llevó a que algunos autores propusieran una serie de términos para definir diferentes escalas de aproximación. Este intento, tal vez excesivamente autoritario y basado más en el prestigio de los que lo proponían que en una discusión conceptual, no tuvo mayor aceptación. Por ejemplo, en un conocido libro, Dollfuss presenta una tabla realizada por Brunet, donde se propone la existencia de diversos "peldaños" con un nombre y una escala técnica correspondiente. Esta se puede comparar por la ofrecida por Hagget como ordenes de magnitud (Haggett, 1988) y con las que exponen Civit y Gutiérrez de Manchón (1997) y Howitt (1998). Está claro que no hay demasiada coincidencia entre estas propuestas, porque mas allá de la necesidad de establecer un mínimo acuerdo en la propia disciplina sobre el uso de algunos términos (lo que se ha demostrado como infructuoso), estos intentos por determinar peldaños mas o menos fijos chocan con un problema conceptual básico: una escala, ya sea tomada tanto como un simple artilugio técnico como una aproximación conceptual, es un continuum y no un esquema diseñado con "saltos" bruscos. Es, y vale la pena aclararlo, una escala y no una escalera, es decir, que trepa la pendiente conceptual en forma gradual.

Sin embargo, y dejando de lado los clásicos "conceptos barrera" como región, lugar o paisaje, que en la geografía han demostrado ser más un problema que un aporte para el desarrollo conceptual, todavía se utilizan términos como área o zona con absoluta libertad y sin que medie para su uso ni una discusión conceptual ni mucho menos un acuerdo básico.

Los nuevos términos

En buena medida el viejo artilugio de hablar de pequeña, media o gran escala ha quedado un poco desactualizado y, al ritmo de la llegada de nuevos términos provenientes de otras disciplinas, también en geografía hemos comenzando a hablar de macro y micro o de global y local. Pero cómo definimos uno y otro y como lo relacionamos con esos mismos términos usados en otros ámbitos disciplinares?

La diferenciación macro-micro es las más compleja de generalizar, porque depende del punto de vista del observador, combinado con la "mirada" de la disciplina de que se trata. Y ambos parámetros pueden cambiar. El del observador porque, según lo que busque y necesite en cierto momento, su interés puede variar a lo largo del continuum escalar e incluso (y eso es relativamente común en geografía) puede utilizar dos escalas al mismo tiempo. Por ejemplo, muchos estudios locales o regionales necesitan adoptar una visión más general para explicar una serie de procesos que se originan fuera de la escala original elegida. Esta necesidad, casi obligatoria se queremos adquirir una mínima capacidad explicativa, si no se tiene en cuenta puede llevar al investigador al clásico trabajo localista (no me atrevo a usar el termino "provinciano", aunque es más adecuado), donde las explicaciones se buscan siempre puertas adentro de la escala adoptada y, cuando son muy obvias como provenientes desde afuera de ella, se toman como un hecho "geológico" o, en otras circunstancias, como el producto de una especie de complot urdido por oscuras fuerzas extrañas.

Pero además de los problemas que conlleva el definir lo micro y lo macro desde el punto de vista del investigador, también cada disciplina tiene puntos de vista diferentes y además va cambiando o ampliando su rango escalar. En algunas, tales como la economía, la idea de micro está siempre atada al individuo que es objeto del análisis (en este caso, una empresa), mientras que el término macro se refiere a un agregado muy amplio de esos individuos, quedando entremedio un campo muy amplio sin delimitación nominal (hay una "meso-economía?). Pero en las disciplinas cuyo objeto de estudio no es necesariamente un individuo, sino un recorte territorial, cual es la definición de "micro"? La historia, por ejemplo, adopta como idea de micro por lo general un pequeño territorio o también un suceso relativamente aislado (Grendi, 1996). Aquí, como sucede también en Geografía, lo micro se acerca a lo "local".

Pero esas miradas también son dinámicas y el foco escalar de las disciplinas se va ampliando. En casos como la sociología o la demografía, ha habido una tendencia hacia la reducción de la óptica hacia problemas más "micro", mientras que en la antropología social ha sucedido lo contrario. En la historia ha habido mucha polémica al respecto de la llamada "microhistoria", que se usa como aproximación metodológica para ampliarla a otras realidades mayores, utilizando el mecanismo de la analogía (Lepetit, 1996).

En la geografía, la aparición hacia la década de los 70 de la llamada geografía humanista también significó un descenso en la escala, hacia dimensiones que antes no se consideraban incluidas dentro de la mirada geográfica (Tuan, 1980), repetidas más cercanamente por Harvey y su preocupación por lo que llama política del cuerpo (Harvey, 2000). En la dirección contraria, son numerosos los trabajos que enfocan su análisis en la dimensión macro o global (no necesariamente similar a lo que su momento se llamaba "mundial") (Santos, 1996).

Por su parte, la diferenciación local-global es menos compleja, aunque no deja de tener algunas complicaciones. En eso se asemeja de alguna manera a la vieja discusión sobre lo urbano-rural, porque se habla de una escala donde están claros los extremos pero difusos los términos medios. De esta manera, si hablamos de un pequeño pueblo de 300 habitantes, esta claro que nos referimos a "lo local" y si lo hacemos con una compañía petrolera internacional nos estamos acercando a lo global. Pero que pasa entre uno y otro extremo? Lo que podríamos llamar el "sentido común geográfico" nos habla de un proceso que va ascendiendo de lo local a lo regional, de allí a lo nacional, multinacional, continental y mundial. Esta es una escala en todo caso discutible, aunque muy utilizada. Por una parte utiliza algunos términos que, no por muy usados son mas claros. Por ejemplo, que significa lo local en una megaciudad de América Latina, de 10 o 12 millones de habitantes? (Reboratti, 1999 y 2000; Duncan y Savage, 1989). Es factible todavía utilizar el viejo termino "continente", cuyo origen nuca fuera claro y que intuitivamente pareciera corresponder a una vaga idea de grandes masas de territorio mas o menos aisladas (subrayo el mas o menos). Al mismo tiempo deberíamos sacudirle el polvo acumulado al término de región, cuando éste es muy utilizado por todas las disciplinas para referirse a grandes agrupaciones como el Mercosur o el NAFTA . Los geógrafos seguiremos encerrados en un ofendido silencio por ese uso "indebido"del término?

Escala, tiempo y espacio

Si bien, y por lo que Gregory llama la ansiedad cartográfica (Gregory, 1994), la escala referida al territorio concreto es la que siempre se ha considerado propiamente geográfica, esto no significa que no sea necesario adentrarse un poco en la aplicabilidad de este visión. A nadie se le escapa que un territorio (o un espacio concreto, si lo queremos llamar así) no es una formación ahistórica, esto es, no es el fruto de un proceso espontáneo e instantáneo. El territorio, para muchos, es un "archivo" de sucesos ocurridos a lo largo del tiempo, que van dejando rastros que se superponen en una especie de palimpsesto. Estos rastros se han desarrollado a lo largo del tiempo, lo que nos obligaría a incluir en nuestra preocupación por las escalas no solo la territorial, sino también la temporal.

Allí vamos a encontrar dos tipos de problemas. Uno es similar al de la escala territorial, y consiste en cómo solucionar el tema de las diferentes necesidades, que se corresponden a las diferentes unidades conceptuales de medición temporal que se utilizan, tanto dentro de la propia geografía como fuera de ella.

El segundo problema es que, al contrario de lo que sucede con la escala territorial, donde como vimos no existen "saltos" sino un continuum, en el desarrollo temporal, después de dividir su recorrido en unidades homogéneas (que varían en magnitud según las diferentes aproximaciones) existen variaciones en el campo de los hechos, que dan como resultado la aparición de ciclos, esto es, el agrupamiento de sucesos característicos en la escala temporal. Combinando la idea de ciclos con la de escala, podemos ver que los ciclos también se pueden analizar a diferentes escalas. Imaginemos que comparamos a dos geógrafos, uno que trabaja en la evolución de la geomorfología de un río y el otro que se interesa en las variaciones del clima en los últimos 50 años. El primero va a determinar ciclos largos, de cientos o miles de años, mientras que el segundo encontrará ciclos que duran tal vez cinco o diez años. Como compatibilizar "macro ciclos" con "microciclos"? Que es un evento "importante" en uno y otro caso?

Desde la historia, también el análisis de la escala temporal ha sido objeto (si bien no necesariamente con estas palabras) de la preocupación de los investigadores. Braudel (1968) hablaba explícitamente de tres formas de ver el proceso histórico: el tiempo corto (episódico o "de los acontecimientos"), la larga duración y la de muy larga duración, estos dos últimos mas relacionados a la lenta transformación de las estructuras sociales y económicas. En paralelo, se habría desarrollado un historia de los ciclos repetitivos, en los cuales los acontecimientos devienen coyunturas. Uno de los aspectos más interesantes de la noción de la larga duración y su paralelo en las estructuras, es que Braudel relaciona esta lentitud del cambio con lo que el llama la "coacción geográfica", las limitantes y condiciones que el medio y el territorio ponen a la sociedad.

La superposición de uso de dos escalas diferentes (la temporal y la espacial), podría en teoría ser solucionada mediante la adopción del moderno criterio de no separar tiempo y espacio, sino tomarlos como una sola dimensión, dos escalas, por así decirlo, que se influencian mutuamente. Esta idea nos aparta de la antigua noción de la inmutabilidad de las dimensiones territoriales o de las unidades temporales. Claro que para eso hay que aceptar que nuestra noción del espacio debe necesariamente ser flexibilizada cuando hablamos que el éste se fue achicado por la globalización, o que los tiempos se acortan (y por ende el espacio) con las nuevas técnicas de comunicación. Esta dimensión del problema es tal vez demasiado nueva como para hacerla operativa, pero debería ser tomada en cuenta en el futuro, porque hacia allí parecen converger muchas miradas. (Massey, 1999; Dogdshon, 1999).

Natural y social: dos escalas o una mirada?

Un tema que ha complicado mucho la proclamada necesidad de reunir bajo un mismo manto los aspectos naturales y sociales que estudia la geografía, ha sido el hecho de que, en el espacio geográfico concreto, actúan dos diferentes sistemas, que por lo general se miran mediante dos escalas distintas. Hablamos, para decirlo simplemente, de los elementos naturales y los creados por el hombre. Ambos tienen, evidentemente, dimensiones y tiempos diferentes, que se cruzan en lo que provisoriamente podríamos llamar "la cuestión ambiental". En paralelo a lo que vimos sucede con la historia, el tiempo social en geografía (o, mas concretamente, los resultados de la acción de la sociedad sobre el territorio) se analizan utilizando la corta duración y se retrocede hacia atrás en el tiempo por un corto periodo. Por ejemplo, si analizamos la población, posiblemente nos contentemos con los últimos cincuenta años o, si estudiamos los cambios en un territorio relacionados con los procesos socioeconómicos, difícilmente retrocedamos más de cien o ciento cincuenta años.

Pero al analizar ese lapso, veremos que durante varios momentos ha habido diferentes "choques" con los elementos naturales, algunos constantes (por ejemplo, el proceso de deforestación), otros eventuales (una catástrofe de origen natural, por ejemplo).

Pero estos choques son también colisiones escalares, porque este ambiente responde en sus características naturales a otra escala temporal y territorial. Por una parte, los procesos biológicos, los más cercanos escalarmente a la sociedad, responden lentamente a una alteración externa y, por ejemplo, la selva subtropical puede tardar entre 70 y 120 años en reponerse ante la deforestación. Por otra parte, los procesos gemorfológicos se miden en una escala temporal de miles de años y en una escala territorial que es variable. Es muy interesante el hecho que la geomorfología es una disciplina que ha intentado reunir en una misma mirada las escalas territoriales y temporales. Así por ejemplo, se habla de una escala continental, relacionada a un área de 105 km. y una escala temporal de 108 años, otra nacional (respectivamente 102 km. y 107 años) y así por el estilo hasta llegar a una microescala, por debajo de 10-3 km. y 10 años de tiempo.(Walker, 1997).

Y podemos seguir ascendiendo en la escala natural hacia la geología, por ejemplo, que utiliza unidades temporales y territoriales inimaginables para el tiempo social o la climatología, cuya noción de ciclos de largo plazo choca con el problema de la vulnerabilidad de la instalación humana a los eventos climáticos puntuales. Como podemos ver, todo un universo de escalas diferentes, que tienden a juntarse puntualmente en los "momentos" críticos.

Conclusiones preliminares

La geografía, o el estudio del territorio si no queremos ser tan corporativos, tiene al mismo tiempo la suerte y la desgracia de ubicarse en lo que podríamos llamar una encrucijada de escalas. En la formación y dinámica del espacio concreto actúan elementos cuya racionalidad solo se encuentra en diferentes dimensiones escalares y a través del análisis de diferentes duraciones temporales. La explicación de un cierto arreglo territorial sólo se encuentra a través del lento desciframiento de estas escalas cruzadas.

Las escalas son construcciones sociales, no creo que de eso quepan dudas, pero basadas en la existencia concreta de sistemas interrelacionados que tienen dimensiones distintas y dinámicas diferentes. Tal vez no exista un lugar de encuentro de estas diferencias que no sea nuestra propia capacidad para hallar los puntos de contacto y las explicaciones cruzadas, un proceso circular que debería ir, poco a poco, permitiéndonos eliminar el "ruido" de los fenómenos y acontecimientos con menos significado para centrarnos en los que sí lo tienen. Posiblemente no existe una receta metodológica para hacerlo, sino una construcción progresiva que sólo se puede realizar si tenemos en cuenta a la escala como una herramienta antes conceptual que técnica, una dimensión a la que es necesario aproximarse críticamente.


Referências bibliográficas
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REBORATTI, Carlos E.. Una cuestión de escala: sociedad, ambiente, tiempo y territorio. Sociologias , Porto Alegre, n. 5, 2001 . Disponível em: . Acesso em: 25 Mar 2008. doi: 10.1590/S1517-45222001000100005


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domingo, 23 de marzo de 2008

Jorge Fandermole canta con nosotros

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Oración del remanso





Soy de la orilla brava del agua turbia y la correntada
que baja hermosa por su barrosa profundidad;
soy un paisano serio, soy gente del remanso Valerio
que es donde el cielo remonta vuelo en el Paraná.

Tengo el color del río y su misma voz en mi canto sigo,
el agua mansa y su suave danza en el corazón;
pero a veces oscura va turbulenta en la ciega hondura
y se hace brillo en este cuchillo de pescador.

Cristo de las redes, no nos abandones
y en los espineles déjanos tus dones.

No pienses que nos perdiste, es que la pobreza nos pone tristes,
la sangre tensa y uno no piensa más que en morir;
agua del río viejo llevate pronto este canto lejos
que está aclarando y vamos pescando para vivir.

Llevo mi sombra alerta sobre la escama del agua abierta
y en el reposo vertiginoso del espinel
sueño que alzo la proa y subo a la luna en la canoa
y allí descanso hecha un remanso mi propia piel.

Calma de mis dolores, ay, Cristo de los pescadores,
dile a mi amada que está apenada esperándome
que ando pensando en ella mientras voy vadeando las estrellas,
que el río está bravo y estoy cansado para volver.

Cristo de las redes, no nos abandones
y en los espineles déjanos tus dones.

No pienses que nos perdiste, es que la pobreza nos pone tristes,
la sangre tensa y uno no piensa más que en morir;
agua del río viejo llevate pronto este canto lejos
que está aclarando y vamos pescando para vivir.


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¿Qué es electroneurobiología?

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El estado de los campos eléctricos cerebrales es la vía común adonde desemboca la neuroquímica.

Toda la complejidad neuroquímica del cerebro se vierte sobre el estado de sus campos eléctricos. Sus doscientas mil especies químicas, sus casi doscientos neurotransmisores y neuromoduladores, se hallan al servicio de esculpir un estado dinámico en esos campos eléctricos. (No es necesario explicar todo esto aquí; pero, para connoisseurs, cabe consignar que lo hacen por vía de las fluctuaciones integradas de los orbitales electrónicos en reacción a la movilización fisiológica de portadores de carga). Las variaciones de estos campos eléctricos, acoplados con otro campo cuyo estado aporta la resolución temporal, determinan las diferentes caracterizaciones subjetivas (emotivas, o "movientes", como placeres y dolores; o sólo señalantes, como muchas perceptualidades al estilo de tonos y colores; o bien combinadas) que el alma lee.

La electroneurobiología no es ninguna ciencia del alma, de cuyos arcanos todo lo ignora excepto que no lee química: las producciones del cerebro que directamente generan caracterizaciones subjetivas no son moléculas ni sus reacciones, sino los estados del segundo campo acoplados con el colectivo electrónico a cuyo estado contribuye la presencia de aquellas moléculas y reacciones. Átomos y moléculas suelen reaccionar entre sí y la selección natural selecciona sus organizaciones, pero éstas y aquéllas son sólo excusas instrumentadas para modular, en los organismos controlados por psiquismo, los contenidos sensoperceptuales (noémata, plural de nóema). Independientemente de su "lectura" o aprehensión (nóesis).

La electroneurobiología busca describir en qué difieren los estados físicos que generan la aprehensión-de-un-rojo, de los que generan la aprehensión-de-un-miedo, o de un verde, o de un placer, o de cierto olor, cuando estas sensaciones son imaginadas, recordadas o percibidas. También busca describir en qué difieren todos ellos de la “carencia” de contenidos de consciencia, cuando fármacos que producen anestesia general (por sí mismos, o "gatillando" receptores) tornan más flúida la membrana que compartimenta al tejido gris. ¿Cómo afecta este cambio a aquellos estados físicos que generan las diferentes caracterizaciones subjetivas, impidiéndoles obrar? ¿Les impone un estado similar al dormir sin soñar, a ese sueño profundo que el electroencefalograma de mamíferos reconoce por sus típicas ondas lentas sin que por ello deje de afirmarse la mentación? ¡En reptiles ese mismo registro encefalográfico denota que el animal está de lo más despierto! Todos los psicolépticos que empleamos, todos los agentes de anestesia general que utilizamos, son eficaces, pero no sabremos de qué manera logran su acción hasta no describir, allende su química, esos procesos electroneurobiológicos. Y no sólo hasta no describirlos tal como son en la actualidad, sino además tal como han sido en su desarrollo evolutivo: es cuestión de describir, por ejemplo, la selección natural del dormir llamado profundo (impelida con el desarrollo immunitario de la defensa febril, en el Jurásico); o de la producción de procesos sobre nuevos ejes variativos (en distintas formas animales) donde nuevas especies de emociones hayan podido intensificarse y luego remitir, de modo de permitir a su vez la selección natural de la oportuna producción de estas variaciones afectantes en las diferentes situaciones típicas de las biografías.

Hoy todavía apenas conocemos por qué se duerme con pérdida de conocimiento (o de retención) y desconocemos por qué se sueña, de dónde viene el relato de un sueño, el guión de un delirio, el contenido de una alucinación, el efecto de los psicofármacos, la fulmínea acción de la anestesia general o de un leve enfriamiento cerebral, el que ciertas moléculas producidas por un cerebro en cierto estado produzcan depresión y otras moléculas euforia, y aun otras una extraña ternura. Curamos, y seguiremos curando, sin ese conocimiento; identificaremos genes, los que producen ciertas moléculas, y otras fuentes que asimismo allegan disrupción química al órgano cerebral, y podremos hasta contrarrestar sus efectos cuando los juzguemos deletéreos. Pero un avance realmente magno exige establecer qué estados físicos producen qué caracterizaciones subjetivas. Electroneurobiología es aquella rama de la neurobiología centrada en esta crucial pregunta.


Revista Еlectroneurobiología
Hospital Neuropsiquiátrico "Dr. José Tiburcio Borda"
Laboratorio de Investigaciones Electroneurobiológicas

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sábado, 22 de marzo de 2008

La semiótica de la cultura y el concepto de texto

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por Iuri M. Lotman





El texto se presenta ante nosotros no como la realización de un mensaje en un
solo lenguaje cualquiera, sino como un complejo dispositivo que guarda
variados códigos, capaz de transformar los mensajes recibidos y de generar
nuevos mensajes, un generador informacional que posee rasgos de una
persona con un intelecto altamente desarrollado.






En la dinámica del desarrollo de la semiótica durante los últimos quince años se pueden
captar dos tendencias. Una está orientada a precisar los conceptos de partida y a determinar los
procedimientos de generación. La aspiración a una modelizadón exacta conduce a la creación de
la metasemiótica: devienen objeto de investigación no los textos como tales, sino los modelos
de los textos, los modelos de los modelos, y así sucesivamente. La segunda tendencia concentra
su atención en el funcionamiento semiótico del texto real. Mientras que, desde la primera
posición, la contradicción, la inconsecuencia estructural, la conjunción de textos diversamente
estructurados de maneras diversas dentro de los límites de una sola formación textual y la
indefinición del sentido son rasgos casuales y "no funcionantes", suprimibles en el metanivel de
la modelización del texto, desde la segunda posición son objeto de especial atención.
Aprovechando la terminología saussureana, podríamos decir que en el primer caso el habla le
interesa al investigador como materialización de las leyes estructurales de la lengua, y en el
segundo, pasan a ser objeto de la atención precisamente aquellos aspectos semióticos que
divergen de la estructura de la lengua.

Así como la primera tendencia obtiene su realización en la metasemiótica, la segunda genera de
manera natural la semiótica de la cultura.

La conformación de la semiótica de la cultura -disciplina que examina la interacción de
sistemas semióticos diversamente estructurados, la no uniformidad interna del espacio semiótico, la necesidad del poliglotismo cultural y semiótico- cambió en considerable medida las ideas semióticas tradicionales. El concepto de texto fue objeto de una transformación sustancial. Los conceptos iniciales de texto, que subrayaban su naturaleza unitaria de señal, o la unidad
indivisible de sus funciones en cierto contexto cultural, o cualesquiera otras cualidades,
suponían implícita o explícitamente que el texto es un enunciado en un lenguaje cualquiera. La
primera brecha en esta idea que parecía obvia, fue abierta precisamente cuando se examinó el
concepto de texto en el plano de la semiótica de la cultura. Se descubrió que, para que un
mensaje dado pueda ser definido como "texto", debe estar codificado, como mínimo, dos veces.
Así, por ejemplo, el mensaje definible como "ley" se distingue de la descripción de cierto caso
criminal por el hecho de que pertenece a la vez al lenguaje natural y al jurídico, constituyendo
en el primer caso una cadena de signos con diversos significados, y en el segundo, cierto signo
complejo con un único significado. Lo mismo se puede decir sobre los textos del tipo de la
"plegaria" y otros (1).

El curso del desarrollo del pensamiento científico, en este caso, al igual que en muchos otros,
repetía la lógica del desarrollo histórico del propio objeto. Como se puede suponer,
históricamente el enunciado en el lenguaje natural fue primario, después siguió la conversión
del mismo en una fórmula ritualizada, codificada también mediante algún lenguaje secundario,
o sea, en un texto. La siguiente etapa fue la unión de tales o cuales fórmulas de modo que
formaran un texto de segundo orden. Adquirieron un especial sentido estructural aquellos casos
en que se unían textos en lenguajes esencialmente diferentes; por ejemplo, una fórmula verbal y
un gesto ritual. El texto de segundo orden que se obtenía como resultado encerraba, dispuestos
en un solo nivel jerárquico, subtextos en lenguajes diversos y no deducibles uno del otro. El
surgimiento de textos del tipo del "ritual", la "ceremonia", la "representación dramática"
[deistvo], conducía a la combinación de tipos esencialmente diferentes de semiosis y —como
resultado— al surgimiento de complejos problemas de recodificación, equivalencia, cambios en
los puntos de vista y combinación de diferentes "voces" en un único todo textual. El paso
siguiente desde el punto de vista heurístico es la aparición de los textos artísticos. Al ser
reexpuesto en el lenguaje de un arte dado, el material multivocal adquiere una unidad
complementaria. Así, la conversión del ritual en un ballet se acompaña de la traducción de todos
los subtextos diversamente estructurados al lenguaje de la danza. Mediante el lenguaje de la
danza se transmiten gestos, actos, palabras y gritos, y las propias danzas, que, cuando esto
ocurre, se "duplican" semióticamente. La multiestructuralidad se conserva, pero está como
empaquetada en la envoltura multiestructural del mensaje en el lenguaje del arte dado. Esto es
particularmente visible en la especificidad genérica de la novela, cuya envoltura — un mensaje
en un lenguaje natural— oculta una controversia extraordinariamente compleja y contradictoria
de diferentes mundos semióticos.

La ulterior dinámica de los textos artísticos, por una parte, está orientada a aumentar la unidad
interna y la clausura inmanente de los mismos, a subrayar la importancia de las fronteras del
texto, y, por otra, a incrementar la heterogeneidad, la contradictoriedad semiótica interna de la
obra, el desarrollo dentro de ésta de subtextos estructuralmente contrastantes que tienden a una autonomía cada vez mayor. La vacilación en el campo "homogeneidad semiótica ‹—›
heterogeneidad semiótica" constituye uno de los factores formadores de la evolución histórico-
literaria. De los otros factores importantes de esta última debemos subrayar la tensión entre la
tendencia a la integración —la conversión del contexto en texto (se forman textos como el
"ciclo lírico", la "creación de toda la vida como una sola obra", etc.) — y la tendencia a la
desintegración —la conversión del texto en contexto (la novela se desintegra en novelle, las
partes devienen unidades estéticas independientes). En este proceso las posiciones del lector y
del autor pueden no coincidir: allí donde el autor ve un texto único que posee unidad interna, el
lector puede ver una colección de novelle y novelas (cf. la obra de Faulkner), y viceversa (así,
Nadezhdin interpretaba en gran medida "El conde Nulin" como una obra ultrarromántica porque el poema había aparecido en un mismo libro junto con "El baile" de Baratynski y ambos poemas
fueron percibidos por el crítico como un solo texto). En la historia de la literatura se conocen
casos en que la percepción de tal o cual obra por los lectores fue determinada por la reputación
de la edición en que fue publicada, y casos en que esta circunstancia no tuvo ninguna
importancia para el lector.

Las complejas colisiones histórico-culturales activan una u otra tendencia. Sin embargo,
potencialmente en cada texto artístico ambas están presentes en compleja tensión entre sí.

La creación de la obra artística indica una etapa cualitativamente nueva en la complicación de la
estructura del texto. El texto de muchos estratos y semióticamente heterogéneo, capaz de entrar en complejas relaciones tanto con el contexto cultural circundante como con el público lector,
deja de ser un mensaje elemental dirigido del remitente al destinatario. Mostrando la capacidad
de condensar información, adquiere memoria. Al mismo tiempo muestra la cualidad que
Heráclito definió como "logos que crece por sí mismo" (2). En tal estadio de complicación
estructural el texto muestra propiedades de un dispositivo intelectual: no sólo transmite la
información depositada en él desde afuera, sino que también transforma mensajes y produce
nuevos mensajes.

En estas condiciones la función socio-comunicativa del texto se complica considerablemente.
La podemos reducir a los siguientes procesos:

1. El trato [obshohenie] entre el remitente y el destinatario. El texto cumple la función de un
mensaje dirigido del portador de la información al auditorio.

2. El trato entre el auditorio y la tradición cultural. El texto cumple la función de memoria
cultural colectiva. Como tal, muestra, por una parte, la capacidad de enriquecerse
ininterrumpidamente, y, por otra, la capacidad de actualizar unos aspectos de la información
depositada en él y de olvidar otros temporalmente o por completo.

3. El trato del lector consigo mismo. El texto —esto es particularmente esencial en lo que
respecta a los textos tradicionales, antiguos, que se distinguen por un alto grado de
canonicidad— actualiza determinados aspectos de la personalidad del propio destinatario. En el
curso de ese trato del receptor de la información consigo mismo, el texto interviene en el papel
de mediador que ayuda a la reestructuración de la personalidad del lector, al cambio de la
autoorientación estructural de la misma y del grado de su vínculo con las construcciones
metaculturales.

4. El trato del lector con el texto. Al manifestar propiedades intelectuales, el texto altamente
organizado deja de ser un mero mediador en el acto de la comunicación. Deviene un interlocutor
de iguales derechos que posee un alto grado de autonomía. Tanto para el autor (el remitente)
como para el lector (el destinatario), puede actuar como una formación intelectual independiente
que desempeña un papel activo e independiente en el diálogo. Resulta que en este respecto la
antigua metáfora "platicar con el libro" está llena de profundo sentido.

5. El trato entre el texto y el contexto cultural. En este caso el texto no interviene como un
agente del acto comunicativo, sino en calidad de un participante en éste con plenos derechos,
como una fuente o un receptor de información. Las relaciones del texto con el contexto cultural
pueden tener un carácter metafórico, cuando el texto es percibido como sustituto de todo el
contexto, al cual él en determinado respecto es equivalente, o también un carácter metonímico,
cuando el texto representa el contexto como cierta parte el todo (3). Además, puesto que el
contexto cultural es un fenómeno complejo y heterogéneo, un mismo texto puede entrar en
diversas relaciones con las diversas estructuras de los distintos niveles del mismo. Por último,
los textos, como formaciones más estables y delimitadas, tienden a pasar de un contexto a otro,
como ocurre por lo común con las obras de arte relativamente longevas: al trasladarse a otro
contexto cultural, se comportan como un informante trasladado a una nueva situación
comunicativa: actualizan aspectos antes ocultos de su sistema codificante. Tal "recodificación
de sí mismo" en correspondencia con la situación pone al descubierto la analogía entre la
conducta sígnica de la persona y el texto. Así pues, el texto, por una parte, al volverse semejante
a un macrocosmos cultural, deviene más importante que sí mismo y adquiere rasgos de un
modelo de la cultura, y, por otra, tiende a realizar una conducta independiente, al volverse
semejante a una persona autónoma.

Un caso particular será la cuestión del trato entre el texto y el metatexto. Por una parte, tal o
cual texto particular puede desempeñar con respecto al contexto cultural el papel de mecanismo
descriptor y, por otra, puede, a su vez, entrar en relaciones de desciframiento y estructuración
con alguna formación metalingüística. Por último, tal o cual texto puede encerrar en calidad de
subestructuras parciales tanto elementos textuales como elementos metatextuales, como es
característico de Sterne, de Evgueni Oneguin, de los textos marcados por la ironía romántica, o
de una serie de obras del siglo XX. En este caso las corrientes comunicativas se mueven
siguiendo la vertical.

A la luz de lo dicho, el texto se presenta ante nosotros no como la realización de un mensaje
en un solo lenguaje cualquiera, sino como un complejo dispositivo que guarda variados códigos,
capaz de transformar los mensajes recibidos y de generar nuevos mensajes, un generador
informacional que posee rasgos de una persona con un intelecto altamente desarrollado. En
relación con esto cambia la idea que se tenía sobre la relación entre el consumidor y el texto. En
vez de la fórmula "el consumidor descifra el texto", es posible una más exacta: "el consumidor
trata con el texto". Entra en contactos con él. El proceso de desciframiento del texto se complica
extraordinariamente, pierde su carácter de acontecimiento finito que ocurre una sola vez,
tomándose más parecido a los actos, que ya conocemos, de trato semiótico de un ser humano
con otra persona autónoma.


Revista Entretextos 2, Noviembre de 2003, Granada España

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El déspota ideal...

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Por Luis Erneta



A partir de la antigua utilización del calificativo despótico como correcto atributo del padre en Aristóteles, el autor recorre la conjunción originaria entre despotismo y padre, para verificar ya en la enseñanza freudiana esa misma conjunción conceptual, cuyo alcance es tanto político como clínico, concluyendo que ese despotismo aplicado al fenómeno de grupo, puede calificarse de político, pero que es impropia su atribución a una política que aspire a una orientación única.


1. Una paradoja singular

La práctica psicoanalítica se soporta, entre otras cosas, en esta paradoja: al mismo tiempo que se admite que la institución del ideal es necesaria para que el sujeto se constituya, se afirma que el fin de un análisis conlleva como premisa necesaria la destitución del ideal. Si bien puede admitirse esta aparente aporía lógica como verdadera, esto no nos impide saber que la acción analítica no se agota en la monotonía de un empeño destinado solamente a una sistemática trituración del ideal. El mundo contemporáneo, por otra parte, es mucho más eficaz en ese ejercicio, que se acompaña de un vertiginoso movimiento que intenta suplir de modo profuso los ideales que su propia dinámica derriba. Es así que nuestra artesanía estaría irremediablemente perdida si creyéramos que de ese modo estaríamos a la altura de la subjetividad de la época. Antes que artesanía, sería arte-insanía. En verdad, no es infrecuente que parte de nuestro esfuerzo se destine a reconstituir ciertos ideales más o menos machucados con que algunos sujetos se presentan, a fin de mitigar en algo cierta dimensión de la angustia incompatible con la instalación de la transferencia. No vemos en eso nada reprobable, pero se trata de estar advertidos del alcance más bien corto de esa operación. Convengamos que hay acá cierta ironía: ayudar a que ciertos ideales se recompongan un poco, lograr que el sujeto se instale, y luego...a hacerlos caer, uno por uno; o si la ocasión se presenta favorable, de a dos, como se dice, dos pájaros de un tiro. Sísifo no hubiera imaginado semejante homenaje.

El sesgo de humor no nos hace olvidar que el resultado de un análisis, o lo que puede esperarse, es que el sujeto pueda encontrar su sostén, e incluso cierto fervor en una causa un poco más confiable que la ofrecida por un ideal o una esperanza, cuyo partenaire más fiel es siempre la decepción.

2. Un despotismo freudiano

Un libro de Alain Grosrichard publicado en 1979, La estructura del harén, permite informarnos del curioso desplazamiento semántico que se ha operado en el término despótico, como concepto o como atributo, desde su origen en Aristóteles hasta su difusión a finales del siglo XVII y XVIII, para caracterizar ciertas formas de gobierno. Grosrichard nos dice que este alcance político toma su peso alrededor del poder de Luis XIV; pero, que en verdad lo que se interroga es la esencia de la monarquía, y junto con ella los resortes del poder, las razones que hacen que un pueblo acepte doblegarse ante la autoridad absoluta de un hombre [1].

El llamado despotismo asiático sirve de modelo en el que se visualiza el instrumento de una uniformización fatal, que para algunos es una nivelación y para otros servidumbre. La obra que consagra el término a nivel teórico es El espíritu de las leyes, de Montesquieu. Una doctrina aceptada por los teóricos de la monarquía absoluta es que el origen y la legitimidad del poder real son la autoridad natural, instaurada por Dios, que ejerce el padre sobre los hijos y que se acompaña de deberes mutuos. De ahí que llamar al rey Padre es definirlo en su esencia misma. Lo que sucede es que si ese abuso de poder político se puede calificar de despótico, es justamente porque el poder real se arraiga en lo doméstico, puesto que es Aristóteles quien define al padre de familia como déspota, y en tanto su poder se ejerce no sobre la mujer o sobre sus hijos, sino sobre los esclavos.

Aristóteles decía que era impropio hablar de despotismo en el campo de lo político; sin embargo, esta especie de quiasma semántico hace que aún hoy se emplee para calificar, por ejemplo, a un padre como despótico, asimilándolo al abuso de poder político, cuando en verdad ese es el sentido exacto del término en su origen, no sólo filosófico, sino lingüístico, que encuentra su etimología en el término oikos, que designaba todo lo referido a la casa y al jefe de familia, lo que se llama dueño de casa. Corominas recoge este sentido, pero el diccionario de la Real Academia y el de María Moliner sólo le confieren el sentido político, como si la lengua académica también hubiese incurrido en el olvido que Voltaire le reprocha a Montesquieu.

Esta conjunción originaria entre despotismo y padre, nos da la ocasión de verificar en Freud esa misma conjunción conceptual y cierto alcance clínico y político a que puede dar lugar.

En "Duelo y melancolía" [2] se define al duelo como "la reacción (la respuesta) frente a la pérdida de una persona amada". Sabemos que en Freud la ambivalencia amor-odio se plantea desde el comienzo, y que en la constitución del sujeto el rechazo o repudio a lo displacentero se constituye como ajeno, extraño, potencialmente dañino. J. Lacan lo ciñe con el neologismo hainamoration. De modo que el duelo puede ser respuesta a la pérdida de una persona odiada, aunque ese odio sea ignorado por el sujeto; el duelo puede desnudar la dimensión del odio "olvidado". Pero agrega que puede ser la reacción a la pérdida de "una abstracción que haga sus veces (de la persona), como la patria, la libertad, un ideal, etc.". Observación fundamental, creemos, puesto que ese etcétera indica una metáfora inicial, y vuelve hasta cierto punto indiferente esas abstracciones sustitutas, que toman así el carácter de una serie abierta.

Puede reconocerse ahí el lugar estructural del objeto perdido, con ese rasgo indiferente del objeto que satisface a la pulsión marcada por el vacío en que consiste el objeto a y que abre la vía a la sustitución; y, por otro lado la sustitución que afecta al padre, puesto que queda reducido a una abstracción, esto es, a un rasgo más o menos indiferente.

Una diferencia esencial del duelo con la melancolía es que en el duelo, afecto normal, no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida; mientras que en la melancolía se trata de una pérdida sustraída de la conciencia. "El enfermo sabe a quién perdió pero no lo que perdió con él" [3]. El otro rasgo fundamental que Freud destaca es la gran perturbación del sentimiento de sí. Esta perturbación del "sentimiento de sí" no se agota en el circuito imaginario de la relación especular, sino que parece ser una conmoción a nivel de esa identificación primera con el padre, que J. Lacan escribió como rasgo unario o I(A), en el que culmina el circuito del grafo.

En la clase del 11/3/87 [4] J.-A. Miller escribe la cara significante de la insignia de tres modos: S1, I, y 1 (rasgo unario). Se trata no sólo de la insignia, sino "de lo que hace insignia", es decir, en el vocabulario de Freud, "lo que hace las veces de". Una lógica muy precisa ordena esa lectura: si la escritura del sujeto como $ indica el vacío de representación significante, una necesidad lógica hace que a ese lugar vacío sea llamado, para colmarlo, por ejemplo, un S1.

J. Lacan afirma una identificación primera que forma el ideal del yo; en Freud, la identificación primera con el padre, que en el mecanismo melancólico no es cualquiera sino el padre muerto [5]. El capítulo VII de “Psicología de las masas” confirmará esta orientación, pero con dos precisiones importantes: la primera, que la identificación es ambivalente desde el principio y puede darse vuelta hacia la expresión de ternura o hacia el deseo de eliminación; de modo que es imposible predecir cuál de esas dos caras prevalecerá en la identificación. La segunda es que "más tarde es fácil perder de vista el destino de esta identificación" [6]. Queda claro también que Freud sitúa esta identificación en el orden del ser: "el padre es lo que uno querría ser", a diferencia del padre como elección de objeto posterior: "el padre es lo que uno querría tener" [7]. Adelantemos que en este movimiento se indica ya la conjunción de S1, o I(A), o 1, con el objeto a, que dará lugar a ese destino al que el ser parlante parece tan proclive, como es el fenómeno del grupo, congruente con ese llamado al S1 con que el sujeto responde al vacío de representación. El otro destino posible es el retorno mortífero del goce en la melancolía, como respuesta a una inscripción identificatoria que la forclusión del significante Nombre del Padre torna imposible.

En la clase mencionada antes, la misma lógica ordena el llamado al goce en el caso del sujeto, llamado ahora sujeto del goce, como lo hace J. Lacan en el prólogo a la traducción francesa de las memorias de Schreber [8]. Esta orientación de J. Lacan en lo que toca a la psicosis melancólica postula el rechazo del inconsciente y el retorno de lo que es rechazado del lenguaje. Su paradigma es el acto suicida. Este ordenamiento que deja del mismo lado a la paranoia y a la melancolía revelan el fracaso de la identificación con el padre, consecuencia a su vez de la fallida operación de la metáfora paternal; en ambas se desnuda un goce no ordenado por la instauración del ideal del yo.

La prueba clínica, en el caso Schreber, es que el sujeto se estabiliza con la construcción de un ideal que viene a suplir el vacío dejado por el significante paterno ausente en la estructura. La melancolía freudiana parece diferir de la fulgurancia del pasaje al acto que J. Lacan privilegia; se puede decir que hay en ella cierto exceso de conversación, que le permite a Freud aislar sutilmente, en el fenómeno del autorreproche, la identificación del sujeto con el objeto perdido que "cae sobre el yo". Pero ofrece una interesante ilustración de una modalidad de la conjunción de S1 y a, erigido como superyó, reunidos en lo que se llama jouis-sens. No es la modalidad del sinthome tal como la escribe J.-A. Miller, pero tal vez deja ver su condición estructural común. La descripción de Freud parece congruente con ello: "Ese automartirio de la melancolía, inequívocamente gozoso, importa en un todo, como el fenómeno de la neurosis obsesiva, la satisfacción de tendencias sádicas y de tendencias al odio que recaen sobre un objeto y por la vía indicada han experimentado una vuelta hacia la propia persona". En este movimiento Freud encuentra también el resorte del acto suicida, pero curiosamente lo extiende al neurótico, al menos como acto en potencia: "Desde hace mucho tiempo sabíamos que ningún neurótico registra propósitos de suicidio que no vuelva sobre sí mismo a partir del impulso de matar a otro" [9].

3. Lo despótico en clínica y política

Jacques Lacan decía que como el sujeto tiende hacia la irrealidad, las vías que lo orientan hacia ella debían ser tiránicas. Si la cara significante del ideal puede alcanzar la dimensión despótica que vimos, habrá que admitir que sin ella el sujeto queda librado a un despotismo más feroz. El efecto mortificante del S1 no es ajeno a la pacificación que obtiene; a la vez ese efecto mortificante conlleva su cara vivificante, con la producción del plus-de-goce [10]. De modo que clínicamente, no nos parece impropia la idea de un despotismo letrado, que tiene sus beneficios.

El alcance de esa acción despótica del ideal en el fenómeno de grupo puede calificarse de político y no es ajena a efectos no tan benéficos, o aun nocivos, para una política de escuela. Podemos convenir con Aristóteles en que no sólo es impropio conceptualmente el empleo de esa palabra en política, sino que es impropia la atribución de despótica a una política que aspire a una orientación única. Cuando Aristóteles afirmaba que ciertos hombres poseían atributos que los diferenciaban de los otros ciudadanos, y virtudes que los hacían más aptos para gobernar, afirmaba que esos ciudadanos excepcionales debían gobernar sin esperar a que les llegase el turno. Postulaba la aristocracia como la forma que convenía al gobierno de la república.

Sin pretender aplicar estos principios a la actualidad, lo que sería abrir la vía a todos los excesos y una exposición al ridículo, se puede destacar que una escuela se enfrenta también al manejo de la res publica, forma posible de nombrar a ese real que nos concierne. Un tratamiento posible de ese real, privado, es lo que se puede esperar de un psicoanálisis. Sus resultados se inscriben en el orden de lo múltiple y ninguno de ellos podría subsumir la orientación única para los otros; ningún resultado privado puede ser la ratio a la que los otros deberían ajustarse. La orientación única puede concebirse, tal vez, como un S1 de nuevo cuño, tal como J. Lacan confiaba que pudiera ser producido por el discurso psicoanalítico. El fantasma del amo despótico no debería atormentar, si recordamos con J.-A. Miller el elogio que hizo de Lacan, al situarlo como amo, ya que "no es tanto su goce lo que lo ocupa, como su deseo que no descuida" [11].

Aristóteles decía que ley es la razón liberada del deseo. Como psicoanalistas esa vía nos queda impedida, puesto que se trata de una razón que responda a la ley del deseo. Ser siervo del objeto que lo causa nos da la chance de ser amos de nuestros destinos..., sin olvidar la necesaria contingencia.


* Trabajo presentado por su autor en las VII Jornadas Nacionales de la EOL.

[1] Grosrichard, Alain: La estructura del harén, Petrel, pág. 8/9.

[2] Freud, S.: “Duelo y melancolía” en Obras completas, Vol. XIV, Amorrortu, Buenos Aires, pág. 241.

[3] Freud, S.: Ibíd., pág. 243.

[4] Miller, J.-A.: La cause freudienne, Nº 39, pág. 7 y sig.

5] Freud, S.: “Sinopsis de las neurosis de transferencia”, Ed. Ariel, pág. 83.

[6] Freud, S.: “Psicología de las masa y análisis del yo”, op. cit., Vol. XVIII, pág. 99.

[7] Freud, S.: Ibíd., pág. 100.

[8] Lacan, J.: “Prólogo a la traducción francesa de las Memorias de Schreber”, en Ornicar?, Nº 38, Navarin, pág. 7.

[9] Freud, S.: “Duelo y melancolía”, en op. cit., pág. 249.

[10] Miller, J.-A.: El hueso de un análisis, Tres Haches, Buenos Aires, 1998, pág. 68/69.

[11] Lacan, J.: Ecrits, Seuil, París, pág. 757.


Virtualia Julio 2001 • Año I • Número 2


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Los Oscar de la nueva era digital

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Aqui estan, estos son los ganadores de la segunda edicion de los premios youtube

Setenta y dos competidores buscaron conquistar miradas durante una semana, hasta que la opinión de la mayoría se quedó con doce, uno por cada terna. Hay de todo, como en botica, pero en algunas muestras ya se puede intuir cómo será la tele del futuro.

Los que quieran pueden decir the winner is y hacer doble click: ayer se dieron a conocer los ganadores de la segunda edición de los premios YouTube. El certamen se resolvió mediante una modalidad diferente al voto calificado que regula los Oscar, es decir que aunque la postulación de los ternados corrió por cuenta de la empresa, los ganadores fueron elegidos por el voto libre y espontáneo de cientos de miles de internautas. El escrutinio final se conoció pocos días después de que la consultora ComStore asegurara que la famosa comunidad on line ya acapara un tercio de los más de 9 mil millones de videos visualizados mensualmente por la web. Y si bien es justo reclamar por la poca atención que se prestó durante el concurso al público hispanohablante –que a pesar de su activa participación no tuvo siquiera un link en castellano para expresar sus preferencias–, hay que reconocer que la firma adquirida por Google ha sabido encender la suficiente cantidad de neuronas como para convertirse en una formidable galería de creatividad.
Así que llegó el día. Setenta y dos competidores buscaron conquistar miradas durante una semana, hasta que la opinión de la mayoría se quedó con doce, uno por cada terna. La lista completa puede consultarse en www.youtube.com/ytawards07. Hay bodrios y también muestras excelentes de lo que puede ser la tele del futuro. No apareció, en cambio, ni un peso para repartir. Los que consiguieron los primeros puestos no recibirán dinero, pero sí un trofeo, la invitación a un evento especial y una difusión todavía mayor que la que obtuvieron durante el año pasado. Estos fueron los destacados:

http://www.youtube.com/ytawards07winners


por Facundo Garcia


Pagina 12 22/3/2008


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Mirar el cielo desde una computadora

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por Ariel Torres


Cuando llegamos a grandes perdemos el hábito de mirar el cielo. Para un niño o una niña, en cambio, un telescopio es un regalo invaluable que cambia su perspectiva, le enseña a volar más allá de esos límites terrenales que lo atarán en su adultez y le ofrece una lección de humildad frente a la inmensidad del cosmos. Por suerte, hoy el telescopio tiene una compañera y aliada perfecta: la computadora. No es casual que Google se haya asociado con el centro de operaciones del telescopio espacial Hubble para añadir un observatorio a su Google Earth, y que Microsoft esté a punto de lanzar su WorldWide Telescope para competir con Google Sky. En los siguientes párrafos, una colección de programas gratuitos que ayudan a identificar estrellas, imprimir mapas del cielo e informar a los chicos (y adultos) sobre las maravillas que esconde una aparentemente simple noche despejada.

Google Earth ( http://earth.%20google.com/ ). Desde la versión 4.2 el bien conocido globo terráqueo virtual añade el Modo Cielo , con uno de los más completos observatorios digitales disponibles en la PC. La asociación de Google con el Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial, en Baltimore, Estados Unidos, le da acceso a todas las imágenes tomadas por el Hubble. Aunque carece del modo de video para observaciones de noche (la pantalla vira al rojo, para no afectar nuestra visión nocturna), el Modo Cielo del Google Earth es de una riqueza visual nunca antes vista en esta clase de programas. Está en español.

Stellarium ( http://www.stellarium.org/ ). Visualmente, el más atractivo, este software libre es ideal para los más chicos, no sólo porque está en español sino porque ofrece paisajes muy realistas para el horizonte y vistas fotográficas de los planetas y la Luna. Con visión nocturna y una interfaz limpia y clara con estrellas que realmente titilan, parece un sencillo programa de entretenimiento, aunque provee un catálogo de 600.000 estrellas que puede expandirse a más 210 millones.

Cartes du Ciel ( www.stargazing.net/astropc/ ). Es un clásico de la astronomía para PC, con 16 catálogos adicionales disponibles sin cargo en su sitio, es uno de los más completos de su tipo. Está en 20 idiomas, entre ellos el español. Ofrece modo de visión nocturna.

Celestia ( http://www.shatters.net/celestia/ ) Ahora, si realmente queremos impacto visual, Celestia es el título indicado. Este software libre no es un observatorio anclado a la Tierra, sino que nos lleva en un viaje por el espacio en cualquier dirección y a cualquier velocidad, incluso más allá de la velocidad de la luz. Aunque astronómicamente menos completo (su catálogo tiene 120.000 estrellas) y preciso que los programas mencionados, la posibilidad de movernos por la inmensa galaxia conduce a viajes fantásticos para la imaginación y visualmente muy atractivos. En torno del Celestia se ha conformado una comunidad que ya ha producido 15 GB de expansiones, desde naves espaciales de películas de ciencia ficción (como 2001 Odisea en el espacio ) hasta sistemas solares imaginarios.

C2A ( http://astrosurf.com/c2a/ ). Un observatorio francés con la función más específica de crear mapas impresos de regiones del cielo para ayudar a la observación. Además, puede bajar de Internet las imágenes digitalizadas de la bóveda celeste, con lo que no sólo podemos ver la simulación de estrellas y planetas en pantalla, sino también contar con fotos de telescopios reales.
Skymaps ( http://skymaps.com/ ). De yapa, el clásico sitio de la astronomía que cada mes ofrece un excelente mapa para observaciones sin cargo. La carta se obtiene en formato PDF y se imprime en casa cuantas veces se necesite. Para avistamientos rápidos y sin complicaciones, es indispensable.


La Nación 22/3/2008

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viernes, 21 de marzo de 2008

Pollo a la cebolla y canela

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Hay días que no sabemos que preparar y todas las recetas resultan complicadas, para colmo vienen visitas...

Ingredientes:

Muslos de pollo (todo el cuarto entero): 4 unidades
Aceite de oliva: 1 cucharada
Cebollas: 4 grandes
Ajo: 3 dientes
Salsa de soja: 1 cucharadita
Canela: 1 ramita ó 1/2 en polvo
Cilantro (ó perejil) picado: 2 cucharadas grandes
Sal: al guato
Especies según gusto: 1/4 de cucharadita


Preparación:

Tiempo estimado: 45 minutos

Se lava y pela el pollo y se separa el muslo del contra muslo dejando cada cuarto en dos piezas
Por otro lado caliento una sartén con aceite de oliva
Una vez que el aceite está caliente se le agregan los ajos previamente laminados y se dejan dorar para que suelten su sabor
Vigilando que los ajos no se quemen se agrega el pollo a la sartén y se deja freír hasta que tome color
Un vez que el pollo va quedando dorado se baja el fuego y se le agregan las cebollas previamente cortadas en finas rodajas
Se deja cocer todo hasta que la cebolla empiece a quedar caramelizada y entonces se añade la cucharadita de salsa de soja
Por otro lado se prepara una infusión con la canela (en 1/2 vaso de agua alcanza) y cuando ya está lista se va agregando, poco a poco, al pollo procurando que quede todo bien ligado
Se añade la sal y las especies y finalmente, cuando el pollo esté bien cocido se agrega el cilantro y se deja cocer todo a fuego lento durante 4-5 minutos más
Pasado este tiempo se retira del fuego y se sirve bien caliente

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jueves, 20 de marzo de 2008

Antonio Machado en nuestro rincón poético

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Parábolas


Antonio Machado



Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía... ¡
Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!

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GPS: Sistema de localización por satélite

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Los objetivos iniciales del desarrollo del Sistema de Posicionamiento Mundial, más conocido por su sigla en inglés GPS (Global Positioning System), fueron militares. El surgimiento de este sistema de gran utilidad mundial fue similar al de la actual Internet, creado e instalado a comienzos de los años 60 por el Departamento de Defensa, Transporte y la Agencia Espacial Norteamericana. Sin embargo, sus utilidades están hoy relacionadas con servicios que permiten mejorar la calidad de vida de las personas.





El GPS funciona a través de un Sistema Global de Navegación por Satélite (GNSS) que permite establecer la posición de una persona, un vehículo o una nave en todo el mundo a través de la longitud, altitud y latitud. Los elementos que lo componen son: - Sistema de satélites: formado por 24 unidades con trayectorias sincronizadas para cubrir toda la superficie del globo. Más concretamente, repartidos en 6 planos orbitales de 4 satélites cada uno. - Estaciones terrestres: envían información de registro a los satélites para controlar las órbitas.- Terminales receptores: indican la posición en la que se encuentran las personas, vehículos u objetos. A estas terminales se las conoce como Unidades GPS y pueden adquirirse en los comercios.


¿Cómo funciona el GPS?


Cuando hace falta establecer la posición de un determinado objeto o persona que llevan una unidad GPS, el terminal receptor utiliza un sistema de localización automática a través de, como mínimo, cuatro satélites de la red. De ellos recibe una señal indicando la posición y el reloj que marca cada uno. En base a estas señales, el receptor sincroniza el reloj del GPS y calcula el retraso de las señales y la distancia a los satélites. Por triangulación, computando cada una de las cuatro señales respecto al punto de medición, se determina la posición relativa respecto a los cuatro satélites. Conociendo además las coordenadas o posición de cada uno de ellos a través de la señal que emiten se obtiene la posición absoluta o coordenadas reales del punto de medición. A su vez, se consigue una exactitud extrema en el reloj del GPS, similar a la de los relojes atómicos que desde la tierra sincronizan a los satélites. De esta manera, conocidas las distancias, se determina fácilmente la propia posición relativa respecto a los cuatro satélites.


Hasta el momento se utilizan mundialmente dos sistemas para lograr el posicionamiento de objetos y personas: el GPS, creado en Estados Unidos, y el GLONASS, desarrollado en Rusia. Con el objeto de evitar la dependencia a dichos sistemas, la Unión Europea está trabajando en el lanzamiento de su propio sistema de posicionamiento por satélite llamado “Galileo”.


¿Para qué sirven los sistemas de posicionamiento?


Las utilidades que brinda este desarrollo en las comunicaciones satelitales, particularmente en la Argentina, son variadas. Algunos ejemplos son: -Topografía y geodesia: permite la localización agrícola -también llamada agricultura de precisión- a partir de la cual se pueden recorrer campos en tiempo real con un mapa cargado de la zona para poder identificar y calcular áreas, zonas de bajo rendimiento y establecer tierras inundadas, por ejemplo. Los datos obtenidos permiten realizar cálculos de nivel y hectáreas poco aprovechables y lograr una administración óptima de recursos según la zona del campo y conocer cómo va evolucionando la siembra en tiempo real, entre otras funciones.



- Navegación terrestre, marítima y aérea: gran cantidad de automóviles lo incorporan en la actualidad, siendo de especial utilidad para encontrar direcciones, indicar la situación respecto de una grúa o ubicar la posición de un vehículo en caso de que éste haya sido robado.

- Salvamento: si una persona lleva consigo un receptor GPS puede ser localizada en forma rápida.

- Deporte, camping y ocio: en este tipo de actividades, el GPS es de gran utilidad ya que permite rastrear los caminos y reducir los riesgos a perderse.

- Para enfermos y discapacitados.

- Aplicaciones científicas en trabajos de campo: es muy útil para aquellas personas que deben realizar mediciones en campo dado que el GPS les permite obtener la coordenada exacta donde se debe medir, registrando posición correcta, hora y medidas.

- Se lo utiliza para el rastreo y recuperación de vehículos.

- Navegación deportiva.

- Interpretación de fotografías aéreas.

- Telefonía celular: este sistema es utilizado para el sincronismo en su funcionamiento.
Todas estas funciones del Sistema de Posicionamiento Mundial (GPS) señalan que la tecnología puede ser pensada y desarrollada para aumentar la calidad de vida.


Por César Bottazzini y Marcelo Tenorio
Revista Saber Como Nro. 49 - Febrero 2007
INTI - Instituto Nacional de Tecnologia Industrial


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martes, 18 de marzo de 2008

Semiologia y cine*

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Roland Barthes


El cine parece ofrecer una cierta resistencia al análisis semiológico. ¿Cuáles son según usted las razones de ese fenómeno?

Tal vez tengamos que partir del proyecto semiológico. El término y el proyecto vienen de Saussure: él preveía una ciencia general de los signos de la que la lingüística sólo sería un departamento, departamento evidentemente muy avanzado puesto que está ya constituido. Partiendo de ese proyecto, podemos imaginar que exploramos poco a poco un cierto número de sistemas de signos diferentes de la lengua; diferentes esencialmente en el hecho de que la sustancia de los signos ya no es el sonido articulado; podemos relacionarlos por ejemplo con sistemas elementales cuyos significantes están constituidos por objetos; la etnología ha estudiado bien ese campo (sistemas de comunicación por medio de cordeles, piedras, ramas rotas, etc.). Pero cuando venimos a una sociedad compleja como la nuestra, sobre todo a una sociedad de masas, esta noción de "objeto", de "materia significante" se vuelve bastante resistente, por una razón muy simple: que esos objetos sirven para intercambiar informaciones marginales sobre todo; así uno se da cuenta de que la comunicación por medio de los objetos presenta una cierta riqueza solamente si es sustituida por el lenguaje; los objetos deben ser asumidos por un cierto discurso. Por ejemplo, si estudiamos sistemas de objetos tales como los del vestido o de los alimentos, nos damos cuenta de inmediato que son significantes sólo porque hay gente o diarios que hablan del vestido o de los alimentos; a tal punto incluso que aunque la semiología no se haya todavía constituido, podemos preguntarnos si no está condenada, en el sentido de que tal vez no tiene objeto propio en la sociedad actual, puesto que cada vez que un sistema de comunicación está fundado en una sustancia que no es el lenguaje, hay a pesar de todo un momento en que esas sustancias son sustituidas por el lenguaje. Es aquí donde se encuentra una característica esencial de nuestra civilización, que es una civilización de la palabra, y esto a pesar de la invasión de las imágenes. Es aquí también donde uno puede preguntarse si el proyecto semiológico no será rápidamente amenazado por paralingüísticas que se ocuparán de todos los discursos de los hombres que hablan de los objetos, que los hacen significar a través de un habla articulada. Y si volvemos a la imagen, es evidente que es un objeto misterioso. ¿Es que la imagen significa? Es una cuestión en la que estamos trabajando, aunque por el momento sólo podemos situar las dificultades, las imposibilidades, las resistencias. La gran resistencia de la imagen a ofrecerse como un sistema de significación, está en lo que se llama su carácter analógico a diferencia del lenguaje articulado. Ese carácter analógico de la imagen está ligado a su carácter continuo, continuo que en el caso del cine implica no sólo un aspecto espacial, sino que está reforzado por un continuo temporal, la sucesión de las imágenes. Ahora bien, cuando los lingüistas se ocupan de los sistemas marginales a la lengua, como por ejemplo el lenguaje animal o el lenguaje por gestos, comprueban que los sistemas simbólicos, es decir los sistemas analógicos, son sistemas pobres porque no suponen casi ninguna combinatoria. La analogía hace casi imposible combinar de manera rica y sutil un número restringido de unidades. Por eso los lingüistas han rechazado hasta el momento la posibilidad de consagrar como lenguaje a los conjuntos simbólicos tales como el lenguaje de las abejas, el de los cuervos o el lenguaje de los gestos. El símbolo –que es para mí una relación analógica entre el significante y el significado- escaparía así a la lingüística y por eso mismo a una semiología rigurosa. Pero no hay que abandonar la partida por ello. Porque en una película, y ésta es una hipótesis de trabajo que adelanto, hay por supuesto una representación analógica de la realidad pero, en la medida en que ese discurso es tratado por la colectividad, implica elementos que no son directamente simbólicos sino ya interpretados, culturalizados incluso, convencionalizados; y esos elementos pueden constituir sistemas de significación segunda impuestos al discurso analógico y que se pueden llamar "elementos retóricos" o "elementos de connotación". Constituirían pues un objeto del que se podría hacer la semiología.

La dificultad surge entonces en la delimitación de esos dos planos de denotación y de significación.

Evidentemente, la película presenta esos dos elementos de manera inextricable. Por ejemplo, últimamente he visto una película comercial, El hombre de Río. Y bien, ese género de películas está repleto de signos culturales: cuando se ve al arquitecto brasileño, percibimos que de cierta manera está cubierto de signos que nos dicen que es un constructor fantasioso, caballero de la industria, etc. Su cabellera, su mismo acento, su traje, su casa, etc., funcionan como signos. Pero esos signos los vivimos como un continuo anecdótico que ha sido captado por la cámara. Sin embargo, desde el momento en que mi lenguaje de analista puede conceptualizar un cierto número de apariencias o de fenómenos proporcionados por la película, hay presunción de que se trata de signos.

¿Cree que el relevo lingüístico sea absolutamente necesario para hacerlos significar?

Esto es otra dificultad porque supone que el que analiza, y que sólo hace existir esta separación de los signos a través de su propio lenguaje, debe tener una teoría completa del análisis semiológico, y debe ver en todo instante cuál es el lugar del analista en los sistemas que describe, puesto que está obligado a nombrarlos. Utiliza un metalenguaje, aunque más no sea para nombrar a los significados. Si quiero nombrar lo que significan la cabellera, el traje y los gestos del arquitecto brasileño, que representa más o menos un concepto de aventura constructora latinoamericana, me veo obligado a emplear un lenguaje muy cultural, muy "intelectual". Es una gran dificultad para el análisis semiológico, pero es al mismo tiempo una prueba de validez de la investigación. Porque se puede pensar que en las ciencias humanas sólo son fecundas las ciencias que piensan, al mismo tiempo que su objeto, su propio lenguaje. El primer ejemplo histórico ha sido dado por el marxismo, que es una visión de lo real que piensa el que la habla. El segundo ejemplo sería el psicoanálisis, puesto que no se puede hacer psicoanálisis sin pensar el lugar del psicoanalista en el sistema psicoanalítico... No se puede tratar semánticamente a un objeto como el cine únicamente con una simple nomenclatura puramente denotada, una nomenclatura inocente.

¿No habría otro problema que se plantea en la medida en que el cine utiliza varias sustancias significantes, la sustancia lingüística y la sustancia ¡cónica para mencionar sólo dos? ¿No habría un problema en la relación estructural entre esos diferentes mensajes? ¿Acaso la unidad no se haría únicamente en el nivel de la connotación?

Es un problema que actualmente no tiene respuesta, y al mismo tiempo nos damos cuenta de que la decisión en cuanto al procedimiento tendrá muy graves consecuencias. ¿Hay que tratar de reconstituir el sistema de un diálogo por un lado y el sistema de las imágenes por el otro, y luego establecer un sistema que se extienda a esos sistemas subsidiarios, o habría que penetrar con una visión gestaltista en el conjunto de los mensajes para definir allí unidades originales? No se ha decidido muy claramente aún. Algunos norteamericanos, Pike sobre todo, han abordado el problema; Pike1 encaró situaciones de la vida corriente en las que hay una mezcla de gestos y de palabras; es un caso de sistemas complementarios cuya sustancia es diferente.

¿No piensa usted que el método analítico pueda ser más indicado puesto que existen sistemas que sólo utilizan una de esas sustancias K (la radio por ejemplo)? Y hay películas que prácticamente no utilizan el relevo lingüístico.

Justamente vi muy recientemente en proyección privada un cortometraje de Baratier, Eves futures. Se trata de la fabricación de maniquíes para almacenes y carece de comentario. Pero por una parte hay una música que tiene evidentemente mucha importancia y por la otra la ausencia misma de comentario funciona corno el significante de algo más; eso agrega una cierta ambigüedad, una cierta inhumanidad a la película... Creo que sería necesario primero trabajar sobre la imagen sola y tomar los casos más gruesos de significación, es decir los estereotipos. Se podrían tomar algunos films comerciales y se revelarían allí los "connotadores", esos signos simbólico-culturales, se podrían hacer sus inventarios y tal vez veríamos más claro después. Y se podría entonces establecer una especie de retórica del film, retórica en el sentido casi peyorativo, es decir esa hinchazón estereotipada de los mensajes, y luego solamente se podrían abordar los films que se desvían con relación a ese código retórico. He visto una después de la otra El hombre de Río y El silencio de Bergman; es evidente que es mucho más difícil analizar de manera retórica El silencio que la otra película. Porque, en Bergman, la retórica en tanto conjunto de signos estereotipados es constantemente combatida, desviada, destruida, por lo demás a menudo en provecho de otra retórica mucho más individual y sutil. Se puede por lo tanto pensar desde ahora que el análisis semiológico desembocará algún día en una estética...

Usted propone partir de la "imagen sola". ¿Sería necesario utilizar films concebidos para un puro consumo visual, es decir el cine mudo, y eso plantea el problema de un estudio diacrónico, o bien sería necesario utilizar películas contemporáneas y dejar de lado su elemento sonoro?

Creo que al comienzo del estudio hay que hacer abstracción del aspecto diacrónico. Podríamos tomar como objeto a una decena de películas comerciales, proyectadas a lo largo de dos o tres años. Se podrían tomar por ejemplo las películas donde aparece Belmondo: el recurrir a Belmondo, desde hace tres o cuatro años, implica una cierta homogeneidad de público, de lectores del código. Lo mismo ocurre con Gabin... No se piensa jamás en la unificación por los actores y sin embargo es un buen factor sociológico de homogeneización del público y por eso mismo de la lectura. Hay por supuesto otras unidades que se imponen al espíritu, pero son mucho más complejas: el western por ejemplo, o las comedias "muy francesas" aquellas en las que Gabin trabaja a menudo, del tipo de Monsieur, donde se ve ciertos medios sociales franceses tipo...

¿No cree que, para definir los diferentes campos semánticos en el interior del cine, se pueda emprender un análisis funcional del tipo del de Propp, análisis que tal vez nos permitiría descubrir que, a través de películas de categorías diferentes, existe una sucesión de funciones equivalentes, en los westerns, en los policiales, etcétera?

Esto provoca otra cuestión. Se puede, por una parte, buscar establecer la retórica del film, es decir un inventario de signos discontinuos, los connotadores. Esto es lo que los lingüistas llaman el plano paradigmático: se busca la reconstrucción de léxicos. Pero por otra parte, hay una dirección de trabajo que consiste en reconstruir la estructura de los relatos, lo que Souriau llamaba la "diégesis". Para este problema tenemos los trabajos sobre los cuentos populares rusos de Propp 2, los trabajos de Lévi-Strauss sobre el mito. Y esos dos tipos de análisis, aunque forman parte del mismo complejo, no se confunden. Este análisis funcional es quizás más importante, más rico, más urgente que el análisis retórico. Con esta óptica, se adivina más o menos cómo está hecho un film desde el punto de vista operatorio: es una especie de "dispatching", de red distribucional de situaciones y de acciones, situación que engendra tal alternativa de la que no se escoge más que una de las posibilidades, y así constantemente. Esto es lo que Propp ha estudiado para el cuento ruso. Hay por lo tanto una amplia red estructural de las situaciones y de las acciones del relato; pero como esa red está sostenida por personajes, lo que Propp llama dramatis personnae, cada personaje se define atributivamente por un cierto número de signos que, ellos sí, dependen de la semiología. En el caso del Hombre de Río por ejemplo, la situación llega en un cierto momento a movilizar un individuo "x" que posee tal estatus (sin juego de palabras...), y estamos todavía en el plano de la estructura; pero, a partir del momento en que usted define a ese individuo como un arquitecto brasileño, capitán de industria, aventurero, lleno de brillo, etc., usted hace intervenir elementos semiológicos. Los atributos del individuo no constituyen una esencia, el individuo se define primero por su lugar en la red del relato. Sólo más tarde -más tarde, idealmente por supuesto- se "declina" el personaje, se puede hacer su paradigma. En el caso de los personajes secundarios es tal vez un poco complicado, pero en el caso de los personajes principales percibimos fácilmente una tipología posible. En el caso de los personajes interpretados por Belmondo, el paradigma varía poco, y es al nivel de la red que los cambios aparecen.

Siempre en la línea de Propp, se puede sin duda imaginar que las películas sean clasificadas en categorías que a su vez no son únicamente cinematográficas, y en las que encontraríamos cuentos, caricaturas, emisiones de televisión, etcétera.

Totalmente. Y es por eso que todas las investigaciones tienen un gran porvenir ante sí. Hay mucho para trabajar en esas direcciones. Y sobre todo en el dominio del análisis estructural de las formas de relatos; porque analizando películas, radionovelas, novelas populares, caricaturas, e incluso la sección policial de los diarios o los gestos de los reyes o de las princesas, etc., se encontrarán quizá estructuras comunes. Desembocaríamos así en una categoría de lo imaginario humano...

Queda todavía el problema de que un producto sociológico como el cine es sin embargo muy diferente de un cuento popular. En el sentido de que muchos films están realizados conscientemente, en el nivel de la producción y de la realización, para responder a las necesidades reales o supuestas del público. En consecuencia, ¿no hay un cierto número de precauciones operatorias que debemos tomar antes incluso de abordar este estudio?

La cuestión que usted plantea es fundamental y en este momento no se la puede responder. De hecho, la cuestión que se presenta es la de saber si una antropología de lo imaginario es posible. Si llegáramos a encontrar las mismas estructuras en una película y en cuentos arcaicos, desembocaríamos en una gran probabilidad del plano antropológico; si no es así, se debe remitir todo a la sociología. La apuesta es por lo tanto muy importante, y es verdaderamente una apuesta, porque no podemos adelantar nada por el momento. De allí viene esa especie de tensión entre la antropología y la sociología. Sería necesario saber si ciertas formas de relato son propias de ciertas civilizaciones.

Todas las direcciones de investigación que usted indica descansan en una suerte de postulado...

Por supuesto. Pero eso no se puede evitar. Es una hipótesis de partida que le debe, si se puede decir, lo esencial de su fuerza a la distinción saussureana entre la lengua y el habla. Separamos el código y los mensajes, y esta distinción es muy liberadora. La empresa semiológica o la empresa estructuralista no niegan para nada la necesidad del análisis sociológico. Sólo precisan su lugar en el conjunto del análisis: la sociología se convierte entonces en la ciencia que aproxima las "hab!as", los "mensajes" a su situación, sus textos sociales, los elementos individuales, culturales, etc. Que a nivel de los grupos sociales haya hábitos de "habla", mas o menos estereotipados, más o menos codificados, es algo evidente. Es por eso por lo que actualmente se le acuerda tanta importancia a las nociones de "¡dio lecto", de "escritura" en literatura, que de alguna manera son "subcódigos", estados intermediarios entre la lengua y el habla. En el cine también hay subcódigos: existen películas para sectores cuya estructura depende mucho de tal o cual medio social. Pero existe quizá más allá una gran "lengua" de lo imaginario humano. Eso es lo que está en discusión…


* Image et Son, julio de 1964. Opiniones recogidas por Philippe Pilard y Michel Tardy.


Texto extraído de "El grano de la voz", Roland Barthes, págs. 19/32, editorial Siglo XXI, México, 1983.
Edición original: Editions du Seuil, París, 1981.