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domingo, 31 de octubre de 2010

El examen, desde un alumno

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por Adrián Paenza



Diciembre y marzo son dos meses muy particulares para los estudiantes: son meses de exámenes. Lo que sigue es una propuesta para pensar. No pretende ser un “tratado” sobre nada. Sólo son algunas reflexiones, dudas que tengo, después de más de cuarenta años de docencia.

Un maestro, un profesor, es quien asume –entre sus tareas– la de averiguar si los alumnos estudiaron, se prepararon, si comprendieron, si dedicaron tiempo y esfuerzo... En pocas palabras: si “saben”. Pero en general, nos debemos a nosotros mismos una pregunta: ¿los interesamos antes? ¿Quién tiene ganas de dedicar su tiempo, su energía y esfuerzo a algo que no le interesa? ¿Sabemos los docentes despertar curiosidades? ¿Quién nos preparó para eso? ¿Quién nos enseñó o enseña a generar apetito por aprender? ¿Quién se preocupa por bucear en los gustos o inclinaciones de los jóvenes para ayudarlos a desarrollarse por allí?

Haga una prueba: tome un niño de tres años y cuéntenle cómo se concibe una criatura. Es muy posible que si usted tiene buena sintonía con el niño, él lo escuche, pero después salga corriendo a jugar con otra cosa. En cambio, si usted hace las mismas reflexiones delante de un niño de seis o siete años, verá cómo el interés es diferente, la atención es distinta. ¿Por qué? Porque lo está ayudando a encontrar la respuesta a una pregunta que él ya se hizo. El mayor problema de la educación en los primeros niveles es que los docentes dan respuestas a preguntas que los niños no se hicieron; tener que tolerar eso es decididamente muy aburrido.

¿Por qué no probamos al revés? ¿Puede todo docente explicar por qué enseña lo que enseña? ¿Puede explicar para qué sirve lo que dice? ¿Es capaz de contar el origen del problema que llevó a la solución que quiere que aprendamos? ¿Quién dijo que la tarea del docente es sólo dar respuestas? La primera cosa que un buen docente debiera hacer es tratar de generar preguntas. ¿Usted se sentaría a escuchar respuestas a preguntas que no se hizo? ¿Lo haría con ganas? ¿Lo haría con interés? ¿Cuánto tiempo le dedicaría? ¿Por qué lo haría? Quizás, para cumplir, por elegancia, por respeto, porque no le queda más remedio, porque está obligado por las circunstancias, pero trataría de escapar de la situación lo más rápido posible. Los jóvenes o los niños no pueden.

En cambio, si uno logra despertar la curiosidad de alguien, si le pulsa la cuerda adecuada, el joven saldrá en búsqueda de la respuesta porque le interesa encontrarla. La encontrará solo, se la preguntará al compañero, a los padres, al maestro/a, la buscará en un libro... no sé. Algo va a hacer, porque está motorizado por su propio interés.

La situación, vista desde un alumno, podría resumirse así (con la exageración que necesito para poder dar énfasis a lo que pienso): “Por qué estoy obligado a venir en el momento que me dicen, a pensar en lo que me dicen, a no mirar lo que otros escribieron y publicaron al respecto, a no poder discutirlo con mis compañeros, a tener que hacerlo en un tiempo fijo, a no poder ir al baño si necesito hacerlo, a no poder comer si tengo hambre o beber si tengo sed, y encima puede que me sorprendan con preguntas sin darme tiempo para preparar las respuestas?”.

Puesto todo junto, ¿no luce patético? Es probable que varios alumnos no logren nunca resolver los problemas del examen que tienen delante, pero no porque desconozcan la solución, sino porque quizá no lleguen nunca a superar todas las vallas que vienen antes.

Desde el año 1993 estamos haciendo una experiencia en la Competencia de Matemática que lleva el nombre de mi padre. Los alumnos de todo el país que se presentan a rendir la prueba pueden optar por anotarse en pareja. Esto es: si quieren, pueden rendir individualmente, pero si no, pueden elegir un compañero o compañera para pensar los problemas en conjunto, buscarse alguien con quien discutir y polemizar los ejercicios. Este método, ¿no se parece más a la vida real? ¿No nos llenamos la boca diciendo que tratamos de fomentar el trabajo en grupo, las consultas bibliográficas, las interconsultas con otros especialistas, las discusiones, los foros, los debates... en el mundo de todos los días? ¿Por qué no tratamos de reproducir estas situaciones en la ficción de un aprendizaje circunstancial?

En el colegio primario o secundario, en donde los maestros o profesores tienen un contacto cotidiano con los alumnos –si la relación interactiva docente-alumno funcionara efectivamente como tal– no entiendo las pruebas por sorpresa. ¿No es suficiente esa relación que dura meses para detectar quién es el que entendió y quién no? ¿Hace falta como método didáctico tirarles la pelota como si estuvieran jugando al “distraído”? Estos sistemas de examinación tienen un fuerte componente de “desconfianza”. Pareciera que el docente sospecha que el alumno no estudió o que no sabe, o que se va a copiar, y entonces lo quiere descubrir. Y allí empieza la lucha. Una lucha estéril e incomprensible, que exhibe la disociación más curiosa: “nadie pelearía contra quien lo ayuda ni trataría de engañarlo”.

Quizás el problema ocurra porque el alumno no logra descubrir que la relación está dada en esos términos, y como la responsabilidad mayor pasa por los que estamos de este lado, no hay dudas de que los que tenemos que cambiar somos nosotros.

No propongo el “no examen”. Es obvio que para poder progresar en cualquier carrera, en cualquier estadio de la educación, uno tiene que demostrar –de alguna forma– que sabe lo que debería saber. Eso está fuera de discusión. Discrepo con la metodología, me resisto a este “tipo” de examen, sencillamente porque no tengo claro que mida lo que pretende medir.

De lo que sí estoy seguro es de que en este siglo habrá muchos cambios al respecto. Pero hace falta que empecemos. Y una buena manera de empezar es empezar por casa, discutiendo por qué enseñamos lo que enseñamos, por qué enseñamos “esto” en lugar de “esto otro”, para qué sirve lo que enseñamos, “qué preguntas contesta lo que enseñamos” y aún más importante: “¿quién hizo las preguntas: el alumno o el docente?”.

La formación de nuestros niños está –en parte– en manos de los docentes. El Estado tiene en sus manos que vulnerar la hipocresía histórica de decir que lo que más le interesa es la educación y después hace poco por ella. Crear centros de capacitación acordes con esta lógica es el primer paso. Pero proveer mejores condiciones de trabajo y pagar sueldos no sólo “dignos”, sino los mejores, es una obligación para el futuro inmediato. Cualquier otra cosa es “más de lo mismo”.



Diario Página12 14/12/2006.-


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sábado, 23 de octubre de 2010

"La ética mejora la práctica clínica y ayuda en la relación con el paciente"

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por Javier Granda



Mark Siegler, director del Centro MacLean de Ética Médica Clínica de la Universidad de Chicago, ha visitado Barcelona por invitación de la Fundación Víctor Grifols y Lucas para impartir dos conferencias dentro del ciclo Josep Egozcue.



Pionero en la investigación bioética, considera fundamental compatibilizarla con la práctica clínica y conseguir así mejorar la comunicación entre médico y paciente.Durante su estancia en la capital catalana se ha mostrado defensor apasionado de la ética como parte esencial de la práctica clínica. En su opinión, la ética ayuda en el cuidado del paciente porque el cuidado moderno requiere de médicos y enfermeras que estén al tanto de temas éticos en la práctica clínica diaria.

"Debe saberse cómo comunicar de manera honrada y veraz, cómo entregar a los pacientes el consentimiento informado y ser capaz de hablar con los pacientes o saber si quieren que su familia o seres queridos se involucren en sus decisiones o lo quieren hacer ellos solos. Y, en los asuntos relacionados con el fin de la vida, tanto médico como enfermera deben saber manejar el dolor, cuidados paliativos y los tipos de elecciones que los pacientes pueden tomar entre cuidados más o menos agresivos. Esta es una medicina rutinaria a día de hoy", ha explicado.

Para el experto, en un primer nivel, la ética ayuda a los médicos y a las enfermeras a entender este tipo de preguntas pero, en un segundo nivel, la ética "ayuda a la comunicación y a la interacción entre el médico y el paciente", que llevan a las buenas prácticas. En este sentido, cree que los comités éticos pueden asesorar a los hospitales para que desarrollen y difundan comportamientos éticos.

A un mayor nivel, opina que la ética puede ayudar a que los sistemas de salud se centren en los pacientes fuera del sistema, en los más vulnerables, "para asegurar que se reduzcan al máximo las inequidades, sobre todo pensando en el cuidado de pacientes con enfermedad mental, discapacitados físicos o psíquicos o población inmigrante".

Un término clave

Siegler acuñó el término ética clínica en 1973, junto al desaparecido Alvan Feinstein. Como ha recordado, "a principios de los años setenta, desarrollé una de las primeras UCIs de Chicago, con muchas limitaciones y problemas que pensaba que eran clínicos, pero que mis compañeros consideraban que eran éticos, como que apenas teníamos seis camas en toda la ciudad y debíamos decidir a quién dar el alta para dejar una libre".


Diario Médico 22/10/2010.-



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viernes, 22 de octubre de 2010

“La ciencia es un bien público, le pertenece a cualquiera”

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por Verónica Engler




Discípulo de Herbert Marcuse y doctor en Filosofía, el canadiense Andrew Feenberg viene desarrollando una teoría crítica de la tecnología y su relación con la ciencia y la democracia. Aquí esboza los conceptos centrales de sus postulados: quién debe decidir sobre ciencia y sobre tecnología, a quién le deben servir, cuál es el papel de los gobiernos.




–Los estudios históricos muestran que, hasta no hace mucho, pocas tecnologías surgieron como aplicaciones de la ciencia. Aunque es verdad que en el siglo XX se incrementaron de manera exponencial las aplicaciones prácticas del conocimiento científico. ¿Qué implicancias tiene el hecho de que la ciencia sea vista fundamentalmente en su carácter productivo, como viene sucediendo en las últimas décadas?

–Creo que la gente está en lo correcto cuando observa esa característica. Porque la ciencia puede ser útil para muchas cosas, pero no se puede saber cuáles de los resultados científicos pueden ser útiles en el futuro. Por eso es importante seguir diferentes tipos de investigaciones. Por supuesto que cuando hay muchas alternativas para aplicar la ciencia, se necesita hacer elecciones inteligentes acerca de qué hacer con el conocimiento científico. Por ejemplo, en lugar de utilizar la ingeniería genética para producir alimentos modificados genéticamente, se puede usar para fabricar medicinas. Y me parece que es importante decir esto, porque la gente muchas veces piensa que cualquier cosa que la ciencia haga posible es progreso. Pero no siempre es así. En todo esto hay dos cuestiones, una que tiene que ver con la investigación básica y la otra con la aplicada. La investigación básica no tiene ninguna conexión con aplicaciones prácticas, algo que se puede ver especialmente en campos como la física. Es maravilloso poder averiguar acerca de los diferentes tipos de hadrones y mesones y todo eso, pero nadie sabe qué hacer con esa información. Otra cuestión es la determinación de los patrones de investigación y la elección de los problemas que suelen darse en el centro del sistema científico mundial, en Norteamérica, Europa y Japón, y luego el de la investigación hecha en la periferia, en los países pobres, como Argentina. ¿Toda la ciencia hecha en Argentina debe estar determinada por las mejores ideas de Cambridge o Tokio? Probablemente no. Puede ser que haya problemas aquí que tal vez no interesen en Cambridge o Tokio. Tal vez los científicos deben tener diferentes agendas. Probablemente en países que tienen agencias de investigación pequeñas y necesidades grandes el énfasis debería estar más en la investigación aplicada. Hay que debatir todas estas cuestiones.

–Los teóricos posmodernos y muchos investigadores en Estudios de la Ciencia y la Tecnología no consideran que sea importante realizar una distinción entre ciencia y tecnología. Sin embargo, usted suele plantear la importancia de establecer esta diferencia. ¿Cuál es el límite entre uno y otro campo? ¿Por qué le parece importante distinguirlos?

–Es una pregunta difícil. Pero déjeme dar un ejemplo de Sudáfrica. (Peter) Duesberg, un biólogo (de la Universidad de California) de Berkeley, en sus trabajos plantea que el VIH no es el causante del sida. Pero casi ningún biólogo coincide con él. Prácticamente todo el mundo piensa que el VIH es la causa del sida. El presidente de Sudáfrica Jacob Zuma está de acuerdo con el trabajo de Duesberg y descarta el pensamiento de la comunidad de biólogos. Como resultado de esto, cerca de la cuarta parte de la población de Sudáfrica está ahora infectada con VIH. Los políticos no son quienes deben decidir qué es verdad. Pero esto no quiere decir que los científicos estén siempre en lo correcto, también se equivocan. Pero hay que escucharlos, porque ellos tienen habilidades que los políticos no poseen. Tal vez el señor Duesberg podría haberme convencido a mí y yo puedo llegar a estar de acuerdo con él en que el VIH no causa el sida. Pero no aconsejaría al gobierno que actúe en base a esas ideas, aunque yo piense que son correctas, porque la gran mayoría de la comunidad científica ha llegado a una conclusión diferente. Esto significa que en el caso del conocimiento científico son los científicos quienes toman la decisión final acerca de qué es verdad y qué es falso. Pero en el caso de la tecnología no es así, es normal que decidan los gobernantes, por ejemplo, qué tipo de químicos deben ir en los freezers más modernos, o qué tipo de drogas deben estar disponibles, de manera legal o ilegal. Los gobernantes tienen este poder y lo ejercitan, porque siempre hay varias alternativas para hacer algo con la tecnología. Entonces, ¿por qué es tan importante entender esta distinción (entre ciencia y tecnología)? Porque si se anuncia una estrategia en la cual la ciencia estaría hecha por políticos, esto sería rechazado, y no habría una alianza científica posible. Pero si se dice que se quiere controlar a las corporaciones y se les dice qué hacer, ellos pueden objetar, pero están acostumbrados a estar regulados por los gobiernos. Entonces, mi conclusión es que se necesitan dos estrategias diferentes para la ciencia y para la tecnología. Y creo que es muy importante entender esto para los movimientos que en los últimos años estuvieron interviniendo en las políticas de ciencia y tecnología. Así, pueden conseguir ellos mismos aliados en la comunidad científica para que los ayuden a entender los problemas que enfrentan, como los temas ambientales o los relacionados con medicamentos.

–¿Qué relación encuentra hoy entre el trabajo académico y los negocios, entre la verdad y la utilidad?

–Esta es una relación que se da bastante en el sistema universitario de los países desarrollados. Tal vez no esté tan avanzado en la Argentina como en los Estados Unidos o Europa. Creo que este tipo de relación no es buena, porque significa que, por ejemplo, existe mucho menos énfasis en ciencias sociales, y la ciencia nacional se ha convertido en buena medida en un agente de negocios. Los gobiernos gastan cada vez menos dinero de sus ingresos en dar soporte a las universidades, y eso fuerza a las universidades a buscar fondos de las empresas. De esta manera, siempre hay conflictos de interés potenciales que se ven cuando los escándalos salen a la luz, por ejemplo cuando las compañías que fabrican drogas dicen que son seguras cuando en realidad no lo son. Cuando Jonas Salk inventó la vacuna contra la poliomielitis, le preguntaron si iba a patentarla, y él respondió: “¿Usted patentaría el sol?” La ciencia es un bien público, como la luz del sol, le pertenece a cualquiera. La idea de que puede ser propiedad privada es algo que funciona en el sistema neoliberal. Pero creo que éste es un mal camino, porque el financiamiento para la investigación científica debe provenir del gobierno y los científicos no deben estar involucrados en actividades comerciales acerca de sus propios descubrimientos. Los empresarios tienen que hacer sus negocios, ellos no tienen que ser responsables por la verdad como lo deben ser las universidades. Creo que las universidades deben ser financiadas con impuestos que deben pagar las empresas y no forzadas a depender de la ayuda de los negocios. Con respecto a la otra parte de la pregunta, acerca de la relación entre verdad y utilidad, me parece que siempre hay una fuerte relación, porque una vez que se tiene una idea correcta acerca de algo, puede usársela para hacer cosas útiles. Pero tienen diferentes objetivos sociales. La verdad es algo que puede ser compartido, y cuando se comparte no se tiene menos para uno mismo. Pero la mayoría de las cosas útiles, por lo menos aquellas que son objetos materiales, tienen un costo y si se entrega, no se la tiene más para uno mismo. Por eso suele haber una competencia entre los propietarios de cosas materiales. La verdad debe estar disponible en forma libre para cualquiera. Entonces, como se dan lógicas diferentes, debe haber diferentes configuraciones institucionales y diferentes estrategias.

–¿Qué significa para usted la apertura que se dio en las últimas décadas por parte de la ciencia a varias formas de control político y económico y, en algunos casos, a lo que usted llama “intervención democrática” por miembros legos del público?

–Durante la Segunda Guerra Mundial, la ciencia produjo dos grandes inventos que marcaron un antes y un después: el radar y la bomba atómica. Después de esto, los gobiernos vieron que la ciencia era esencial para la defensa nacional y comenzaron a estar profundamente involucrados en el financiamiento de la investigación, tanto básica como aplicada, porque no se puede saber qué se podrá hacer en el futuro con la investigación básica. Luego emergió un sistema en el que la investigación se convirtió en algo muy costoso por el uso de tecnologías muy de avanzada, y éste es el sistema que existe hoy en día. Lo que es una novedad es que los gobiernos han comenzado a retirarse y los negocios a jugar un rol cada vez más importante. Entonces, hay una gran cantidad de investigación y descubrimientos, pero la totalidad de la cultura de la investigación ha cambiado para convertirse en una cultura de tipo empresarial. Yo no estoy seguro de que sea bueno que los investigadores vean a la investigación científica como una actividad comercial, porque el hecho de que el conocimiento sea abierto y de que las verdades se comparten son virtudes que no se pueden asociar con hacer dinero. Este es el sistema que existe actualmente y las intervenciones públicas son consecuencia del hecho de que las tecnologías se volvieron tan poderosas y tan invasivas, que pueden llegar a tener muy malos efectos. Por eso es esencial que las sociedades sean lo suficientemente libres como para que la gente pueda expresar sus experiencias con los productos de la ciencia y la tecnología, aunque a veces se cometan errores. Por ejemplo, actualmente bastantes personas tienen miedo de vacunar a sus hijos, pero la vacunación no presenta ningún riesgo. Sin embargo se da esta situación porque hay falsas ideas acerca de cuestiones científicas. Pero también hay muchas ideas verdaderas que surgen en las protestas públicas, por ejemplo acerca de la polución. Las compañías pueden decir que no están contaminando cuando en realidad sí lo están haciendo, para no hacerse cargo por las consecuencias de sus acciones. Por eso es importante que la gente pueda protestar por estos temas. La democracia es un componente esencial de la sociedad tecnológica, porque permite que la gente llame la atención de las autoridades sobre los problemas que la preocupa.

–¿De qué manera se puede democratizar la ciencia y la tecnología en el circuito de una cultura empresarial transnacional?

–En el hemisferio sur la gente fue colonizada, entonces no tenían control sobre sus vidas. Pero ahora, tienen el control, pero sus mentes están todavía colonizadas en gran medida. Todos parecen mirar a Estados Unidos para encontrar modelos. Bueno, no está todo mal allí, hay algunas cosas buenas. Tenemos el mejor rock and roll del mundo (se ríe)... Bueno, los británicos también... Pero el problema es que asumen que la verdad es válida para cualquiera en cualquier parte, pero lo hacen en determinado contexto socioeconómico y nacional. Por ejemplo, hay conocimiento acerca de cómo fabricar un automóvil en Detroit, pero las tecnologías aplicadas para hacer autos en Estados Unidos no son para hacer autos universales sino autos estadounidenses. Probablemente los autos en otra parte del mundo sean diferentes, aunque puede ser que usen bastante del mismo conocimiento, pero lo aplicarán en forma diferente y surgirá un diseño diferente también. Si se imita estrictamente lo que se hace en Norteamérica, entonces no se tiene la solución que se necesita a nivel local.

–Hace un par de meses se reunieron en Buenos Aires los ministros de ciencia y tecnología de la región y formularon un documento en el que resaltaban el valor que para la ciencia tienen los saberes ancestrales de los pueblos originarios de América. ¿Usted considera que la ciencia puede ser multicultural?

–Es obvio que los pueblos indígenas poseen conocimiento, cualquier persona que experimenta con la naturaleza y la tecnología tiene conocimientos. Algunos de esos conocimientos son bastante útiles y de gran valor. Muchas medicinas que tomamos, por ejemplo la aspirina, fueron inventados por pueblos antiguos, como los egipcios, hace miles de años y todavía funcionan. Hemos incorporado en el sistema médico este tipo de conocimiento, y es probable que los pueblos indígenas posean otros secretos de la naturaleza que podrían ser útiles. Pero creo que puede ser confuso hablar de ciencia multicultural. El conocimiento es multicultural, el conocimiento tiene diferentes formas en diferentes lugares, por su carácter cultural específico. Por ejemplo, los indígenas que saben algo acerca de alguna hierba, pueden contar acerca de esa planta, pero el significado cultural dado a esa hierba es lo que los indígenas usan para describirlo. Los científicos explicarán en términos científicos y modernos por qué una determinada hierba es útil, por ejemplo, para detener los ataques de asma. Los indígenas saben sobre lo que hace, tienen un conocimiento muy bueno sobre eso, pero yo no lo llamaría conocimiento científico. Reservo el término ciencia para el tipo de cosas hechas por los científicos, y cuando hablo de conocimientos no sólo me refiero a los científicos, porque muchos conocimientos no son científicos.

–La historiadora de la ciencia Donna Haraway plantea que las figuraciones cristianas modelan gran parte del sentido tecnocientífico del progreso y la historia. Para esta autora, la promesa de la salvación y del remedio al problema termina justificando el estatus sagrado de los científicos. ¿Coincide con esta visión?

–No estoy seguro de coincidir con ella. Alguien escribió un libro acerca del sacerdocio científico y planteaba la idea de que los científicos no serían tratados con el mismo tipo de respeto con el que eran tratados los sacerdotes. Lo que es verdad es que la Iglesia Católica quiere definir la realidad para millones de personas, pero ahora no lo hace más. Los científicos, de alguna manera, definen la realidad en lugar de la Iglesia. Es la institución de la ciencia la que dice qué es real. Entonces, tal vez se podría decir que la ciencia está tomando el lugar de la religión en cuanto a definir la realidad. Pero la ciencia no tiene una autoridad divina. Es mucho más flexible, cuestionable y adaptable. En la ciencia, como en la religión, también hay tradiciones, algunas que son buenas para su funcionamiento y otras que no. Los científicos pueden cuestionarse a sí mismos, mientras que los sacerdotes se supone que no pueden cuestionar al Papa. Creo que hay muchas similitudes entre la ciencia y la religión, y tal vez en la mente popular hay un respeto exagerado por la ciencia. Pero aun así, no es lo mismo, son diferentes instituciones con diferentes potencialidades. Los científicos tienen que saber que no son infalibles, y eso es lo que sucede cada vez más como consecuencia de su propio trabajo. Por eso hay cada vez más interacción entre la ciencia y la opinión pública.



Diario Página12 4/1/2010.-



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martes, 19 de octubre de 2010

El nuevo orden simbólico: la diversidad cultural en la era de la globalización

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por Edgar Montiel
Doctor en Economía del Desarrollo y en Filosofía por la Universidad de París




Al tiempo que se generaliza la libre circulación de las
ideas mediante la palabra y la imagen, hay que procurar
que todas las culturas puedan expresarse y darse a conocer

Art. 6, de la Declaración Universal de la UNESCO sobre la
Diversidad Cultural (París nov. 2001)



1. Cuando la Cultura se divorcia de la Historia y la Geografía


La cultura es una elaboración comunitaria mediante la cual los indi-viduos se reconocen, se autorrepresentan y asignan significaciones comunes al mundo que les rodea. Tradicionalmente, la producción social de la cultura tiene sus fuentes en ámbitos históricos o espaciales precisos, donde se asienta una "nación", o áreas geográficas específicas, marcadas por la presencia de pueblos o etnias, una historia política o creencias religiosas compartidas. Desde el siglo XVIII, con los grandes movimientos de conformación del Estado-Nación que se expandieron por el mundo, la cultura adquirió un papel de "cemento constitutivo" tendiente a homogeneizar los rasgos de cada población, constituyendo así un recurso fundamental del Estado para lograr la cohesión de la nación. Se pretendía compartir un mismo patrón cultural e implantar "una lengua nacional".

En las últimas décadas del siglo XX, esta forma secular de producción de la cultura fue perdiendo vigencia, generándose la necesidad de encontrar nuevas categorías de análisis e interpretación de los fenómenos emergentes. Las dimensiones Espacio / Tiempo de la cultura están ahora siendo impugnadas por la cultura virtual, es decir por las manifestaciones culturales y modos de vida surgidos del ciberespacio.


Las nuevas tecnologías de la información han conectado, como nunca, comunidades y organizaciones más allá de las fronteras nacionales, y han hecho posible que millones de personas anónimas en todo el mundo puedan interactuar entre ellas. Estos procesos contradicen de algún modo el sentido de pertenencia a una determinada sociedad, localizada y vinculada por un idioma, una historia y un destino común, y han provocado "nuevas combinaciones del Espacio - Tiempo, haciendo el mundo en realidad y en experiencia más interconectado" 1 . La ausencia de las nociones de Tiempo y de Espacio van asociadas con "el aislamiento de las relaciones sociales de los contextos locales de interacción y con sus reestructuraciones a través de lapsos indefinidos de tiempo y espacio." 2 Como consecuencia de este fenómeno de desterritorialización y descentramiento 3, se ha abierto un complejo proceso de reconfiguración de las identidades culturales y nacionales, que por ahora se manifiestan como identidades híbridas, fragmentadas y transitorias, que favorecen el encuentro y la fusión de las identidades culturales tradicionales con las manifestaciones emanadas del proceso de la globalización.


En este momento nos encontramos en este intenso "proceso de hibridaciones, desterritorializaciones, descentramientos y reorganizaciones."4 A partir de la masiva irrupción de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, el individuo comienza a ejercer cada vez más su capacidad de moverse entre diferentes mundos culturales, experimentando transformaciones hasta ahora inéditas en sus vidas. Los productos de la revolución digital, con su potencial para transmitir información desde una multiplicidad de centros en tiempo real, hacen que cualquier individuo que tenga a mano el control remoto de un televisor o el ratón de un ordenador pueda incursionar en un mundo de costumbres, valores, mentalidades, creencias, gustos, comidas, canciones, narraciones o modas de las regiones más distantes del mundo. En virtud de esta exposición constante a nuevos símbolos se establecen nuevos vínculos identificatorios, los perfiles culturales mutan, mudando sus referentes tradicionales, costumbres y visiones originarias, para ir organizándose en función de códigos simbólicos que provienen de repertorios culturales muy diversos, que tienen su origen en los diferentes formatos electrónicos. De modo que las identidades tienden a diluirse y surgen nuevas formas de identificación, políglotas, multiétnicas, migrantes, con elementos de diversas culturas.


Estos fenómenos divorcian al individuo del contexto inmediato, de interacciones cara a cara, produciéndose un proceso mediante el cual los individuos y la colectividad pierden sus referentes culturales vinculados a su espacio geográfico específico para adoptar referentes "abstractos", provenientes de una pluralidad de universos simbólicos. Este proceso conlleva algunos riesgos. Al desaparecer los referentes tangibles que creaban un vínculo entre los individuos, éstos pierden su conexión social con el lugar propio, con su memoria y con los significados profundos. Ya no son los espacios comunitarios o la historia compartida los que conforman su identidad, sino una pluralidad de símbolos desarraigados que se incorporan y circulan en el ciberespacio sin un orden de continuidad.


Este acontecimiento ocurre en un contexto de fragmentación de la ciudad y de virtualización creciente de la cultura. Por un lado, las grandes migraciones hacia los centros urbanos, impulsadas por necesidades económicas, han generado la confluencia de una diversidad variopinta de culturas en barrios populosos. Las ciudades contemporáneas se pueblan de una variedad de modos de vida que se diferencian por las lenguas, las estéticas, los vestidos, las tradiciones y los hábitos que se mezclan, dando lugar a novedosos procesos de transculturación. Los modelos antropológicos hasta entonces legitimados se quiebran ante la presencia de nuevos modos de vida y de relación con el entorno.


Por otro lado, el crecimiento vertiginoso de los centros urbanos, paradójicamente, ha traído como consecuencia un cambio en el uso de la ciudad por parte de sus habitantes. Vivimos en ciudades fragmentadas, que van perdiendo sus espacios verdaderamente comunitarios, esos lugares de encuentro donde las personas interactúan objetiva y subjetivamente, como la calle, la plaza, los jardines o los mercados populares. El aumento de las distancias físicas, las oleadas de inseguridad en las calles, las crisis económicas que viven grandes franjas de la población y el incremento de las horas dedicadas al trabajo (incluido el tiempo de transporte), hacen que los individuos se alejen cada vez más de los espacios comunitarios para refugiarse en las nuevas catedrales del consumo. Centros comerciales que concentran en sí todas las ofertas posibles, incluyendo espectáculos y salas de cine, sumados a clubes de todo tipo, discotecas para todas las edades o faraónicos estadios de fútbol, son algunos de los lugares paradigmáticos donde la gente se reúne, no siempre para comunicarse. Ir al estadio, en este sentido, es un nuevo ritual colectivo, donde la feligresía asiste religiosamente cada semana para participar en una catarsis colectiva con aquellos con quienes comparte vínculos identificatorios, como es hinchar por un mismo club.


Este fenómeno se ve potenciado por la presencia de las nuevas tecnologías en los hogares. Si no vas al estadio, te "pones en situación" y miras el partido por televisión. Una familia tipo encuentra más fácil y cómodo quedarse en su casa frente a la pantalla del televisor que asistir a un espectáculo en vivo en el centro de la ciudad. La relación del individuo con su entorno, cada vez más no se da a través de la experiencia personal sino de modo virtual, a través de mediaciones a cargo de los medios masivos de comunicación. Por eso ocurre en muchos casos que una persona pueda estar mejor informada sobre las aventuras amorosas de Carolina de Mónaco que del asalto ocurrido anoche a dos cuadras de su casa.


La desterritorialización de la cultura refuerza el proceso de virtualización; lo que es tangible para unos se convierte en virtual para la mayoría televidente. Gran parte de la "cultura" de hoy tiene su origen y se difunde a través de los medios masivos de comunicación. Habitualmente, las prácticas culturales estaban relacionadas con hechos concretos. Una comida se podía oler y saborear; una calidad de tejido se podía tocar o una estatua se podía mirar desde las perspectivas que uno eligiera. Claro, todavía uno puede optar por un contacto físico con la cultura, pero ésta tiende cada vez más a ser reemplazada por un conjunto de imágenes virtuales que se instalan en el imaginario colectivo como las formas legítimas de lo real. Con la veloz incorporación de las nuevas tecnologías a la vida cotidiana, hemos mediatizado nuestra relación con el mundo.


Humboldt afirmaba que "el mundo en que vivimos es el lenguaje que hablamos. Ciertamente, el lenguaje es un sistema social" 5. Producimos significados ubicándonos en relación a las reglas del lenguaje y los sistemas de significados de nuestra cultura. Las reglas de un lenguaje son inherentes a su uso colectivo, pero estas reglas pueden cambiar y ser adaptables a la nueva situación social. Al mismo tiempo, una fragmentación (en el sentido de un profundo malentendido) puede ocurrir si las palabras se utilizan disociadas del «juego de lenguaje» o de los límites del convenio social.


Las nuevas formas de diálogo generan diferentes estructuras de uso y significación; las palabras pueden adquirir significados y modos de empleo completamente distintos. Esto también puede abrir nuevas formas de expresión y comprensión de la vida y las experiencias del mundo. En la avalancha de símbolos, recogemos significados desconectados de su contexto, facilitados por ese gran artificio de las sociedades contemporáneas que es el zapping. El control remoto se erige como símbolo (aparente) de libertad. Esto ha aumentado la sensación de libertad y elección individual.


Al igual que los bienes de consumo, las relaciones sociales están sujetas a la elección individual, y pueden ser rechazadas si no convienen a los intereses y las necesidades personales. Esto significa que las relaciones humanas ya no están naturalmente dadas y basadas sobre lazos primordiales, sean familiares o de relación marital. Este énfasis sobre la libertad de elección requiere mucha responsabilidad por parte del individuo, y ha conducido al aumento de una relación intrínsecamente vacía entre la sociedad y el individuo. Se ha descorporizado la relación entre el individuo y su entorno. "Crece el aislamiento, sólo roto para intentar una aventura sentimental vía Internet… Autoexiladas, las personas están mucho menos dispuestas a ejercer sus responsabilidades sociales, a adherir a un ideal moral o participar en acciones políticas." 6 Como consecuencia, las relaciones humanas se vuelven esencialmente superficiales y sin sentido, y no están más basadas en profundos vínculos emocionales y de responsabilidad hacia el Otro7.



2. La configuración de nuevos imaginarios


¿Cómo es posible construir las identidades en sociedades donde desaparecen los escenarios tangibles y vinculantes para dar paso a experiencias de socialización virtuales? Es pertinente recordar que ninguna identidad es monolítica y estática, fijada de una vez y para siempre en el tiempo y el espacio. La identidad de un grupo social es una creación colectiva que se configura en el tiempo, en la historia, y por tanto, está en permanente devenir.

La identidad de un grupo social está constantemente construida y reconstruida, "negociada" en el proceso de interacción social. La noción propuesta por Pierre Bourdieu, "del habitus, que estructura la construcción de la identidad a través de la interacción cotidiana" 8, refleja bien este proceso. Dentro de un cuadro sociocultural específico, la construcción de identidad provee a los individuos y a la colectividad cierta autopercepción, un sentido de pertenencia, valores, códigos de comportamientos, significaciones, un sentido de seguridad existencial y, muy importante, ciertas referencias para ser reconocidas por los otros.


Por otro lado, la identidad no se desarrolla por rupturas, y está en general profundamente arraigada en el pasado, en costumbres culturales, tradiciones, creencias, etc. . Hasta hace muy poco tiempo, la identidad de un grupo social tenía tendencia a estar profundamente anclada en un territorio y en un tiempo dados.

El proceso de desterritorialización de la cultura ha desencadenado la rápida disolución de algunos signos de identidad que hasta el momento se consideraban permanentes. Pero no se piense que, en general, las culturas locales o las identidades colectivas son frágiles o muy vulnerables. Los nuevos símbolos impactan en hombres de carne y hueso, con una historia, una mentalidad, un sentido de pertenencia a una colectividad, de modo que no incorporan en sus mentes mecánicamente los mensajes provenientes de otros horizontes simbólicos. Estos mensajes se relativizan, se adaptan, se modulan según el receptor. Recordemos que la construcción social de la identidad es un proceso creativo, complejo e interactivo, adaptable para que los individuos y grupos puedan hacer frente a la ola homogeneizadora, en lo simbólico, y aislacionista, en lo social.


Ocurre también que el uso de las nuevas tecnologías de comunicación ayudan a difundir expresiones culturales locales, logrando niveles masivos de difusión nacional e internacional. Ocurre con la música popular de origen tradicional, como la cumbia, el son, el merengue, la saya, el vallenato, el bolero o la bailanta. Los efectos de la globalización generan también reacciones de afirmación de identidades culturales, y desencadenan procesos de resistencia contra los aspectos perjudiciales de la globalización. Prueba de ello es el florecimiento de las nuevas culturas "locales". La uniformización simbólica ha generado reacciones de valorización de la música, de los bailes, las comidas, las lenguas y religiones tradicionales. Así, asistimos a cierto renacimiento del pluralismo. Cultural, por ejemplo nunca se han hablado tanto las lenguas autóctonas en Latinoamérica como hoy.


A pesar de la preeminencia rotunda de los códigos culturales de los países hegemónicos, también tienen lugar movimientos inversos. Las culturas de las regiones periféricas se introducen en los países del norte modificando sus imaginarios. Estos movimientos culturales surgen como reacción ante el avance de la homogeneización, que atenta contra la diversidad de la demanda. Las grandes masas de inmigrantes latinoamericanos que han ingresado en los Estados Unidos han provocado cambios significativos en su cultura. Se calcula en 40 mil millones de dólares el movimiento de consumo anual de la "órbita latina" en Estados Unidos. Son 30 millones de habitantes, más sus amistades, que comen, bailan, van al cine, viajan y visten al estilo latino. Así, por ejemplo, en el campo de la música vemos como los hijos de las familias anglosajonas adoptan ritmos, bailes y sones de otras latitudes. Del mismo modo, desde hace varias décadas, la literatura latinoamericana ya tiene carta de ciudadanía en el mundo, al igual que la pintura. Sin embargo, las irrupciones esporádicas de las culturas periféricas en el seno de las industrias de producción simbólica más fuertes aún no alcanzan la significación necesaria para decir que se trata de intercambios recíprocos equilibrados.


3. La nueva era imagológica: ¿Una nueva Edad Media?


El hecho de ocupar una posición poderosa en la sociedad permite a los individuos y los grupos manipular símbolos y establecer un consenso respecto al significado, a las identidades y al sentido de realidad. Los menos poderosos participan en las relaciones del poder simbólico y material, que permiten a los miembros de la fracción dominante de la sociedad explotar sus propios intereses materiales y simbólicos. El proceso de construcción de la identidad es una lucha constante entre "las relaciones objetivas de poder material y simbólico, y los esquemas prácticos a través de los cuales ciertos agentes clasifican otros agentes y evalúan sus posiciones tanto en estas relaciones objetivas como en las estrategias simbólicas de presentación y auto-representación." 9

Esto encuentra sus antecedentes en la edad media, cuando las imágenes contenidas en pinturas y vitrales en la iglesia tuvieron un fin pedagógico preciso: revelar a quienes no sabían leer; es decir, a la mayoría, las complejas cuestiones del verbo divino mediante un lenguaje simple y digerible. Este acto aparentemente piadoso reunía en sí un paternalismo que negaba la capacidad autónoma de interpretar la realidad y una carga ideológica severa. Hoy en día, las nuevas catedrales son más pequeñas y vienen en formato de varias pulgadas. La omnipresencia de la televisión en la vida cotidiana y de Internet, en grupos más reducidos, pero en acelerado crecimiento, hace que asistamos a un renacimiento de la cultura de la imagen. La imagología es la nueva religión de estos tiempos, sus oficiantes son las estrellas de televisión, periodistas y animadores, futbolistas y figurines de todo tipo que las masas admiran. Surgen nuevos océanos de información y nuevos continentes de imágenes: una nueva imagología creada por la tecnología, que incluye las "figuras" inventadas por los laboratorios de efectos especiales.


El lenguaje audiovisual propio de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones tiene una sintaxis propia, caracterizada por ritmos veloces, fragmentaciones abruptas que llevan de un discurso a otro sin continuidad y con estéticas sincréticas. El "hombre - espectador" se relaciona con el mundo pasando de un canal a otro, del noticiero, a un programa de cocina italiana, de una película a un partido de fútbol. Lo mismo sucede en Internet, donde sus jóvenes usuarios navegan de enlace en enlace maravillados por una furiosa estética posmoderna, sin ningún rumbo fijo. Dentro de este juego de representaciones hechas de fragmentos dispersos, el imaginario se configura con la impronta de una visión videoclipsiana de la realidad. "La fascinación subliminal que produce el audiovisual, el prodigioso espectáculo logrado por los video clips y la imaginería virtual terminan muchas veces anclados en el fondo de nuestras conciencias" 10. Con estos elementos se conforma una mentalidad, una manera de ver el mundo, un modo de estar en el mundo. La vida es un videoclip. Es aparente, rápida, emotiva, very light. Esta concepción video clipsiana también se ha extendido a la novela de hoy, la cual no aspira a lo trascendente. Algo similar ocurre con el cine-taquilla, que repite argumentos y diálogos pobres para evitar pensar y sólo entretener a la platea; la mística no es una excepción, los sintetizaban electrónicos carecen de matices emocionales. Y así un largo etcétera. La vida se torna aburrida, ligera y sin densidad. El mercado alienta sólo esas películas hollywoodenses, pobladas de efectos especiales, que producen un largo bostezo.


Este culto de la imagen puede tener un impacto alienante sobre el proceso emotivo; de igual forma, la construcción de la identidad y las relaciones sociales. Este culto también tiene consecuencias en los procesos cognoscitivos de los seres humanos. Hasta hace unas décadas, el libro constituía el principal soporte del conocimiento. Para acceder a los saberes acumulados por la humanidad, los hombres debían recorrer sus páginas estableciendo una relación cercana con el pensamiento conceptual. Con el auge de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, esta relación se ha deteriorado sustancialmente. Giovanni Sartori, en su libro Homo videns. La sociedad teledirigida, observa que la cultura de la imagen nos aleja del pensamiento conceptual sobre el cual se han fundamentado nuestros conocimientos acerca de realidades complejas como la política, la economía o los comportamientos sociales, que no pueden ser representadas más que por conceptos abstractos. Las imágenes, que remiten a lo concreto, no son capaces de hacer inteligibles los datos que están más allá de lo meramente sensorial. "El lenguaje conceptual (abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que es infinitamente más pobre: más pobre no sólo en cuanto a palabras (al número de palabras), sino sobre todo en cuanto a la riqueza de significado; es decir, de capacidad connotativa" 11.


El apogeo de la cultura de la imagen también está relacionado con una preocupante merma de la cultura crítica. Como apunta Beatriz Sarlo, "El mundo audiovisual ha reemplazado eficazmente a otras autoridades más tradicionales." Las personas hoy están predispuestas a asumir como ver daderos los mensajes que aparecen en televisión. El líder de opinión ya no es un artista, intelectual o académico, sino un "animador de televisión" 12.


¿ Qué es lo que hace que el pensamiento abstracto sea mucho más específico, complejo y polisémico? ¿ Por qué la gente suele preferir el animador de tele al intelectual? El pensamiento abstracto implica pensamiento crítico y reflexión. La construcción de conceptos necesita que el sujeto se interese activamente en la información y reflexione creativa y críticamente sobre ella.


Las actitudes consumidoras también se aplican en este campo. Se necesita más trabajo para crear conceptos polisémicos abstractos, leer e imaginar, en vez de simplemente mirar, hacer fotografías, colectar números e información tal como están presentados. Además, el exceso de información requiere por nuestra parte tomar los datos "tal y como nos vienen presentados", ya que es absolutamente imposible saber y verificarlo todo13. Por eso resulta fácil transformar los contenidos mediáticos en fetiches, en artículos de fe incuestionados. Toda realidad enfocada por la TV se vuelve un espectáculo (como las guerras o los sucesos del 11 de septiembre). Esto se debe a que existe una tendencia generalizada a considerar que la realidad adquiere legitimidad al ser exhibida en los medios masivos de comunicación. En consecuencia, lo que no aparece en los medios no existe. Así, mientras que el sangriento asalto a una institución financiera tiene una amplia cobertura mediática, la manipulación genética de los alimentos de una importante empresa anunciante apenas consigue algún destaque. Esta lógica conduce a encubrir o silenciar hechos significativos de la realidad que no están comprendidos en los intereses y enfoques que manejan los imponentes trusts mediáticos. El resultado de ello es que el imaginario social se construye a partir de visiones parciales, fragmentarias e impactantes, que no describen la realidad tal cual es.


A base de sustituir el pensamiento crítico por el imagológico terminamos por confundir el conocimiento con la información. Esto lleva a una falta de conciencia sobre la esencialidad del conocimiento y de la necesidad de interpretar cualquier información. Por lo tanto, es importante distinguir entre datos, información, comunicación y conocimiento. Los datos pueden ser considerados como información neutra, tal como números, imágenes, textos que están almacenados de cualquier manera. La información puede entenderse como datos contextualizados y dirigidos a un receptor, tal como artículos de periódicos, imágenes en una publicidad etc. Por lo tanto, la información no es neutra y está sujeta a interpretación.


El conocimiento es una noción compleja que está basada tanto en la reflexión y el procesamiento de información, datos, experiencias individuales como en las representaciones, creencias y prácticas compartidas en una sociedad. El conocimiento oscila entre pensamiento conceptual y pensamiento creativo, siendo cualitativamente o cuantitativamente apreciable. El conocimiento puede ser implícito, explícito, activo, pasivo, práctico, abstracto, etc.


El conocimiento está individualmente guardado y almacenado en la mente de cada persona y, al mismo tiempo, es compartido con otros, constantemente creado y recreado a través de la interacción social. Por lo tanto, el conocimiento es el resultado de un proceso activo de interpretaciones de los significados dentro de un contexto cultural, social e histórico específico que permite a los individuos hacer frente a los desafíos de la vida cotidiana.


En el contexto de las nuevas tecnologías de la información, la interconexión de redes cibernéticas ha posibilitado la circulación de una cantidad inédita de información entre los lugares más distantes del mundo. Con sólo algunas destrezas rudimentarias de informática, cualquier ser humano puede acceder rápidamente a una cantidad enorme de información acumulada. La puesta en escena de millones de datos almacenados en soportes electrónicos y ofrecidos a través de las nuevas tecnologías producen lo que se llama eufemísticamente "sociedad de la información".


En este contexto, la información está frecuentemente considerada como neutra. El origen de la información, las circunstancias en las cuales estuvo acumulada y para qué objetivo se destina, es a menudo desconocido. Además, se ignora el hecho de que para almacenar y tratar esta información, el destinatario debe integrarla e interpretarla dentro de su ámbito sociocultural específico.


Como vemos, la accesibilidad por sí misma no genera conocimiento. La información no es más que un instrumento para el desarrollo del conocimiento. El acceso a ella no es sinónimo de conocimiento, es tan solo un primer paso. Por lo tanto, es la manera en que la información se genera y se integra en el individuo lo que es decisivo para la formación del conocimiento. En el contexto de lo que podríamos llamar "información-destrucción" es importante adquirir las bases para seleccionar y procesar la información, que es lo que permite a los individuos hacer frente a una inundación informativa.


Con este propósito, la transición de una "sociedad de la información" a una "sociedad del conocimiento" es necesaria. Es imperativo contar con una habilidad hermenéutica que permita distinguir en esa maraña de datos lo que es información significativa de lo que es "información-basura".


"Necesitamos elaborar una hermenéutica que nos permita una utilización constructiva de la tecnología moderna y nos ayude a interpretar de forma productiva la información diseminada a través de ella" 14. Para que sea adaptada al carácter global de la tecnología de la información, esta hermenéutica tiene que estar basada en una serie de valores compartidos, que tenga en cuenta las diferencias culturales y permita, especialmente a los menos poderosos, articular sus identidades y expresar sus preocupaciones. Para llevar a cabo este objetivo, hay que reconocer y comprender las especificidades socioculturales, y al mismo tiempo estar de acuerdo sobre objetivos y valores comunes. El encuentro con el Otro ha de ser tomado como una oportunidad para un diálogo intercultural y una fuente de creatividad y autoreflexión constructiva. "La capacidad para reconocer la diferencia sin hacerla corresponder con un valor jerárquico, necesita que los sujetos globalizados sean muy autocríticos y conscientes de sus propias limitaciones socioculturales e históricas" 15.


La interpretación y la asimilación de la información no puede nunca llevar al descubrimiento de una verdad inmutable, sino tan sólo alterar y perfeccionar de forma constante y constructiva los horizontes del uno y del Otro. Por lo tanto, el conocimiento, al ser un proceso dinámico, no es ni fijo ni absoluto. No obstante, un diálogo necesita una adherencia consciente a ciertos estándares morales que permitan la autocrítica y la reflexión sobre nuestro lugar con respecto del Otro. Por lo tanto, la comprensión y el conocimiento práctico, podrían favorecer y facilitar la búsqueda de soluciones pacíficas a los conflictos generados por la globalización, así como por el impacto de la tecnología de la información sobre las identidades locales.


Conocimiento de sí mismo y autocrítica, apertura hacia el Otro y respeto del Otro, y la adhesión a una base de valores universales son aspectos fundamentales de esta hermenéutica fundamental para la transición de una sociedad de información a una sociedad del conocimiento. Para eso es necesario enseñar desde temprana edad a los niños los métodos que les permitan construir sus propios saberes con una actitud crítica, que sepan distinguir entre lo esencial y lo accesorio, y sepan situar los datos dentro de un horizonte de sentido. En ello se fundamenta la "sociedad del conocimiento" a la que debemos apuntar.



4. La cultura en el mercado


La irrupción de las nuevas tecnologías en la economía mundial está transformando radicalmente la manera de crear, producir, distribuir y consumir los productos culturales. Las telecomunicaciones y su aplicación comercial en las empresas están originando el nacimiento de nuevos sectores industriales que obligan a revisar la definición clásica del producto cultural.


Así, la globalización de las comunicaciones, facilitada por el desarrollo espectacular de las tecnologías de la información y la creación de redes mundiales, ha potenciado enormemente los intercambios de bienes culturales:

"Prueba de ello es que las importaciones de bienes culturales a nivel mundial han pasado de 47.8 billones de dólares en 1980 a 213.7 billones de dólares en 1998. Las exportaciones, por su parte, han pasado en el mismo período de 47.5 billones de dólares a 174 billones de dólares. No obstante, este flujo de bienes culturales se concentra en un número limitado de países. En 1998 tan solo trece países han sido responsables de más del 80% des las importaciones y exportaciones. Pese a una caída en su parte de mercado, los Estados Unidos siguen siendo el mercado de bienes culturales más importante" 16.

Por otro lado, la información se ha convertido en un importante motor para la economía mundial y esto ha sido aprovechado por las industrias culturales, que han encontrado una actividad muy rentable en la difusión de películas, discos compactos, video cassettes, CD roms, páginas de Internet, y toda la imaginería simbólica contemporánea. Con la incorporación de la tecnología, que al ser cada vez más accesible llega a amplios estratos socio-económicos, las sociedades se han visto rebasadas por una oferta cultural sin precedentes. Se puede hablar de la cultura de lo virtual o de «cibercultura». Los nuevos productos de la comunicación (Internet, los CD roms o DVD roms) constituyen los nuevos soportes de difusión de la cultura. Estos están siendo especialmente utilizados por los grandes museos, que están participando activamente en el nacimiento de una nueva industria cultural. Pero estas nuevas formas de transmisión y asimilación del conocimiento no están todavía al alcance de la economía popular.


Hay que señalar que el intercambio de símbolos, en muchos casos, no es equitativo. Existen, grandes asimetrías en los intercambios de bienes culturales entre los países desarrollados y los en vías de desarrollo. Según el Informe del Instituto de Estadística de la UNESCO, el volumen de bienes culturales exportados por los países desarrollados, que sólo representan el 23 % de la población mundial, correspondió a 122.5 billones de dólares en 1998 contra 51.8 billones de dólares para los países en vías de desarrollo que representan el 77% de la población mundial. "Por otro lado, la oferta de películas en los videoclubes latinoamericanos está compuesta en un 70 a 90% por cine norteamericano17, y el 70% de las páginas de Internet son igualmente de origen estadounidense."18. ¿Qué sucede entonces cuando la creación y difusión de productos simbólicos está monopolizada por un grupo de grandes megaconsorcios ?


El fin del siglo XX ha sido testigo de una marcada tendencia hacia las concentraciones industriales, que es uno de los efectos de la globalización. En el sector de las comunicaciones, este fenómeno ha producido la emergencia de nuevos grupos mediáticos que monopolizan todo lo que está relacionado con el universo simbólico en el más amplio sentido de la palabra: ocio, recreación, educación, literatura, o información. Hay siete megaconsorcios que dominan el mercado de las comunicaciones, entre los cuales AOL-Time Warner, Vivendi Universal y News Corporation. En su publicación del 28 de diciembre de 2001, el periódico Le Monde de París, califica estos grupos como «los nuevos señores del mundo»:

"Las adquisiciones recientes de Vivendi en los Estados Unidos y del alemán Bertelsman en el audiovisual atestiguan del frenesí que rodea el sector de la comunicación. Siete grupos mundiales realizan, cada uno, unos beneficios de más de 10 mil millones de dólares. De la edición al cine pasando por la prensa, la televisión e Internet, estos gigantes dominan el planeta de la imagen. Estas fusiones contribuyen a americanizar la cultura. Esto es uno de los aspectos más espectaculares de la mundialización"19.

A través de una multitud de fusiones y adquisiciones realizadas para desarrollar sus actividades, estos gigantes de la comunicación son reflejo del frenesí que caracteriza este sector. Se destacan esencialmente por haber logrado dominar el planeta de la imagen con sus presencias en campos tan diversos como la televisión, el cine, la edición o Internet. El uso generalizado de Internet, la difusión de música o de películas de pago a través de la red o las grandes producciones cinematográficas Hollywoodenses son ejemplos muy significativos de esta « cultura » del mercado. Películas como Harry Potter, Titanic o Jurassic Park han sido producidas y distribuidas por todo el planeta por estos nuevos reyes del mundo.


Este interés por el cine traduce el deseo de estos grupos de imponer en el mundo sus modelos culturales. Se puede verificar el éxito logrado por sus filiales con el ejemplo de la película El Señor de los Anillos que ha generado en los diez días que siguieron su estreno unos 94 millones de dólares en los Estados Unidos.


Esta apropiación del poder simbólico por unos pocos grupos que controlan prácticamente todos los sectores de la comunicación en el mundo, desde la producción a la distribución, evidencia uno de los riesgos mayores de la globalización, que se manifiesta sobre todo en la tendencia generalizada a la uniformización de la cultura. Esta clase de cultura de masas (el plactic people) acaba generando un modo de vida o de pensamiento estandarizado que se advierte en el comportamiento de gran parte de la población mundial.


El peligro de esta megaestructura radica en su tendencia a expresar sólo ciertos símbolos y actitudes en función de la orientación ideológica práctica de estas grandes empresas. Esto es uno de los aspectos más preocupantes de la globalización. El modelo de cine comercial norteamericano que ha logrado exportar e implantar su estilo en el mundo es prueba de ello. La cultura aparece así despojada de su carácter creativo, único y espiritual para convertirse en un producto, una mercancía destinada al consumo masivo.


Los indicadores culturales pueden servirnos para mostrar que el desarrollo cultural depende ante todo del contexto económico y social de los países. Hoy en día, no todos tienen la posibilidad de acceder a los productos culturales ofrecidos por los grandes grupos mediáticos. Dicho de otro modo, no todo el mundo tiene igual acceso a la cultura de masas. Así, en cuanto al cine, los Estados Unidos que son el primer exportador de películas en el mundo, son también el país que posee el número más importante de salas de cine; en 1998 habían 123 salas por millón de habitantes contra 39 en Europa. La presencia de televisores en hogares confirma que los países ricos son los que aprovechan más los bienes culturales: en 1997 habían 496 televisores por mil habitantes en los países industrializados contra 153 en los países en vía de desarrollo. También es interesante observar que en 1965 el ingreso por habitante en los siete países más industrializados era 20 veces superior al ingreso por habitante de los siete países más pobres y en 1997 era 40 veces superior.


Desde este punto de vista, la globalización favorece el aumento de las desigualdades entre países ricos y pobres siendo al mismo tiempo una amenaza para la superviviencia de la diversidad cultural. La marcha hacia la modernidad y el progreso alcanzado por las nuevas tecnologías no han logrado todavía ofrecer a todas las sociedades el acceso a esa revolución tecnológica. Muchos individuos quedan marginados en la era del liberalismo del mercado, que sólo beneficia a parte de la población y prueba de ello es que un 80% de la población mundial sigue privada de toda conexión a Internet20.


En un contexto como este resulta difícil hablar de diversidad cultural. Preservar la tesorería cultural se ha convertido en un verdadero desafío. Frente a este fenómeno de industrialización y de comercialización de la producción cultural, la diversidad cultural se ha visto reducida por cuestiones de costo y rentabilidad. Para que todos los artistas del mundo puedan seguir expresando su talento, tendría que verificarse lo que dice uno de los directores de los nuevos grupos de comunicación, quien afirma que: "las culturas del mundo quieren permanecer vivas, no quedar diluidas en una papilla global o verse reducidas a folclor. Hoy más que nunca, la literatura, la música, el cine deben seguir siendo reflejo de las diferencias de punto de vista y sensibilidades." 21 Las grandes empresas de comunicación tienen un papel esencial que desempeñar para mantener el equilibrio entre la diversidad cultural y la homogeneización a la que tiende la globalización.


Por razones de rentabilidad y masividad, las industrias culturales hegemónicas tienden a imponer un universo simbólico estandarizado. La producción cultural industrializada destina a la masa de consumidores mensajes desterritorializados, con ciertos rasgos de identidad denominados "folclore internacional-popular" por el antropólogo Renato Ortiz. Los consumidores de diferentes regiones del mundo son capaces de descifrar los mensajes de una imaginería sin fronteras compuesto por un repertorio de símbolos modulables. La homogeneización de gustos, lenguajes y valoraciones permite a las industrias culturales crear mercados de consumo más amplios para sus productos. "La creación cultural se convierte en producción mercantil o cultura mercantilizada, una actividad empresarial; consecuentemente, el consumo cultural se hace consumo mercantil." 22 La industria hollywoodense, para tomar un caso canónico, se ve beneficiada cuando la mayor cantidad de individuos en el mundo asume como válidos y deseables sus estéticas y modelos narrativos. Para lograr este objetivo, las industrias culturales de los países desarrollados se surten de una alucinante parafernalia de recursos de seducción, desde los más explícitos hasta los más sutiles, extraídos de estrategias de promoción y marketing que tienden a producir una masificación simbólica.


En este ámbito, la publicidad se ha convertido en el sector que mejor sabe promocionar un producto e imponerlo a una escala casi mundial, a pesar de las diferencias culturales, sociales y económicas. Los símbolos propuestos por la publicidad son conocidos en casi todo el mundo. Siguiendo el modelo de las grandes empresas de comunicación, la publicidad ha conseguido extender su influencia en el terreno cultural. Gracias a sus estrategias de marketing, ha logrado imponer en todos los sectores de la vida social los mismos códigos y referencias culturales en todo el planeta. La publicidad, que posee el poder de orientar el gusto y la sensibilidad de la gente en cualquier sector de la vida, ha aumentado su capacidad de penetración de manera significativa en los últimos años y eso se confirma sobre todo por el estrecho vínculo que existe entre los medios de comunicación y la publicidad. Esto confirma la interdependencia entre ambos sectores. Así, los gastos publicitarios mundiales se multiplicaron por siete entre 1950 y 1996. El beneficio realizado por el sector de la publicidad ha sido de 429 mil millones de dólares en 1999, y se prevé un aumento del beneficio en los próximos años.


La actividad creciente de este sector se ha manifestado por una tendencia a la concentración. Del mismo modo que los grupos de comunicaciones, existen ahora cinco grupos en el sector de la publicidad que dominan el mercado mundial. Resulta de este gigantismo publicitario la difusión de los mismos símbolos a través todo el planeta. Y la dimensión de la publicidad es tal que ningún campo de experimentación le escapa; ahora casi todo puede ser utilizado de manera simbólica.


Así, el mercado industrial tradicional ha sido reemplazado por un mercado cultural e intelectual en el cual los símbolos juegan un papel influyente en la parte cognoscitiva del individuo, limitando sus posibilidades de escoger según sus propios gustos o sensibilidades. Nos damos cuenta hoy en día que millones de jóvenes de cualquier ciudad del planeta saben quién es Bruce Willis, miden la calidad del cine por la cantidad de efectos especiales e introducen en su vocabulario palabras del argot de los barrios bajos de Nueva York, pero desconocen profundamente los referentes culturales de su propio medio.


Ninguna cultura puede escapar a la influencia de la globalización, y como ya se ha dicho, la cultura está en sí misma en mutación constante. Además, es necesario reconocer que este proceso de transculturación no se manifiesta unidireccionalmente.


Como ya se ha mencionado, la globalización no sólo tiene efectos alienantes y consecuencias de merma de la identidad, tal como la fragmentación y la homogeneización de identidades locales. También la globalización ha llevado a la reafirmación de identidades tradicionales y a la emergencia de movimientos contra-hegemónicos y de nuevas identidades transculturales, las cuales en vez de ser alienantes son experimentadas como un medio de lograr autodeterminación y libertad. Estas nuevas formas de identidades globalizadas frecuentemente utilizan las nuevas tecnologías de la información por las posibilidades que ofrece para transmitir sus reivindicaciones.


Por ejemplo, pueden servir para dar a conocer el patrimonio cultural de las poblaciones autóctonas. Es significativo mencionar el caso de los indios del Amazonas o de la sociedad inuita, que han decidido utilizar Internet como medio de lucha para la conservación de sus tierras y para transmitir a las generaciones futuras sus respectivas culturas. Para las culturas en peligro, la difusión a través de la red debe permitir un mejor conocimiento de la diversidad cultural que existe en el mundo. Frente al desarrollo de las nuevas tecnologías, hay que encontrar un equilibrio entre la globalización y la riqueza de la diversidad cultural.



5. Las Políticas Culturales en la era del ciberespacio


Los cambios generados por la globalización invitan a una redefinición constante de las políticas culturales. La globalización tecnológica necesita estar acompañada por una evolución política y cultural, capaz de facilitar una mejor comprensión entre los ciudadanos del mundo. El objetivo es concebir políticas culturales que faciliten y aseguren la construcción de una identidad y una cultura positivas para evitar la alienación y la destrucción.


En un mundo donde la información se traslada de una antípoda a otra en fracción de segundos, donde la influencia de los medios masivos de comunicación sobre la vida cotidiana es cada vez más intensa, los países no pueden sustraerse a la ola de cambios globales. Pero esto no debe interpretarse como un sometimiento a un determinismo paralizante que imposibilite llegar a ubicarse en una mejor posición dentro del orden mundial.


Nuestra realidad es multicultural lo que hace necesario una voluntad para vivir juntos con otros individuos y comunidades con identidades que son a la vez plurales, variadas y dinámicas. Claramente, no resulta convincente la tesis de un conflicto de civilizaciones. Tanto más desde el 11 de septiembre, ya que desde esta fecha es hacia la cultura que la gente se ha dirigido para buscar explicaciones sobre los acontecimientos trágicos. Así, la cultura se encuentra de pronto en el centro de atención como una fuente para resolver interrogantes y conflictos.


Las instituciones públicas tienen un papel importante que desempeñar, tomando iniciativas que permitan redefinir las relaciones entre el Estado y el Mercado. Frente a los efectos perversos de la globalización que pueden llevar a la incomprensión entre las diferentes naciones o a la desaparición de algunas culturas, se hace necesario establecer políticas nacionales con el fin de conservar el patrimonio y promover la diversidad con fines educativos y culturales. El Estado debe orientar y regular las políticas culturales para que la cultura no esté sólo entre las manos de instituciones privadas. Es necesario fomentar la legislación a nivel nacional e internacional para garantizar la diversidad y el pluralismo cultural. El desafío fundamental es lograr que se tome conciencia de la inmensa riqueza colectiva que constituye el patrimonio cultural a nivel mundial, en el contexto de una tendencia generalizada de debilitamiento de los valores culturales ancestrales.


El diálogo intercultural abre nuestros horizontes a lo nuevo y nos predispone a escuchar a los otros, modificando nuestros puntos de vista, constituyendo una condición imprescindible para la convivencia pacífica. El diálogo entre culturas no nos impide necesariamente mantener nuestras raíces y no implica romper con nuestra propia cultura y la de nuestros antepasados. Nadie tiene la obligación de sentirse ligado con sus antepasados, sus tradiciones y sus valores, pero hay que entender que del mismo modo que ellos se adaptaron a las circunstancias del mundo que les rodeaba, nosotros también debemos abrirnos a las culturas de hoy. Sólo a través de un intercambio fluido tendremos la posibilidad de encontrar nuevas soluciones a nuestras diferencias culturales.


A esto debemos agregar una tarea importante de nuestra época: humanizar el proceso de globalización. Debemos trabajar juntos para construir un proyecto futuro, de manera que ningún grupo sea excluido de la dinámica contemporánea. Este proyecto debería formar parte de las políticas nacionales. La cuestión clave para la Política es la siguiente: ¿Cómo aunar cultura tradicional con tecnología moderna, de modo a movilizar ambas en provecho de la nación? Para hacer frente a estos desafíos y convertir la diversidad cultural en un campo positivo que permita a grupos identitarios vivir pacíficamente en comunidad, es requisito fomentar una ética y una política adaptadas a las circunstancias. Con este fin, la actividad cultural ha de jugar un papel fundamental a la hora de concebir y aplicar políticas que contrarresten el impacto negativo de la globalización y moderen las ambiciones lucrativas del mercado.


La Política y la Ética necesitan estar basadas en la convicción de que existe una humanidad con objetivos y valores comunes, sólo apreciables a través de un diálogo intercultural. La Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, adoptada por la 31 sesión de la Conferencia General de la UNESCO en Noviembre de 2001, puede ser considerada como una etapa importante en la construcción de esta convicción. Esta Declaración reconoce el papel fructífero y necesario del diálogo intercultural y rechaza la noción de un conflicto de civilizaciones. Insiste en el hecho de que a pesar de la diversidad cultural, compartimos una humanidad común y por lo tanto no sólo una responsabilidad y un respeto hacia el Otro, sino también la creencia en la capacidad de comprender y amar al Otro.


Lo más importante está aún por hacer. Todos debemos trabajar juntos para que los principios incluidos en esta Declaración se puedan ver concretados en nuestras vidas cotidianas. Los malentendidos y conflictos que tienen su origen en el multiculturalismo surgen en la vida cotidiana y es allí donde residen las soluciones. Cada país debería crear no sólo normas sino también espacios de encuentro, que permitan participar de este diálogo intercultural. La humanidad es una, y sus culturas numerosas. Hay que tener presente que cada vez que una cultura desaparece, la comunidad se empobrece, la humanidad se empobrece.


Como ya se ha dicho, hay que estimular la apertura hacia el Otro, respetar las diferencias sin darles un valor jerárquico, fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de crítica desde la adolescencia, buscando estos valores vivos toda la vida.


Sin embargo, esta meta no es fácil. La educación formal e informal a través de la vida debe jugar un papel esencial en la concepción de las políticas educativas y culturales. Esta educación favorecida por la UNESCO a través de su programa "Educación para Todos", debe ser transmitida de tal forma que favorezca el respeto de la diversidad cultural.


El acceso desigual de los países a las nuevas tecnologías de la comunicación dan lugar a nuevas injusticias. Grandes sectores de población ven limitada su incorporación a estas redes mundiales. Si las nuevas tecnologías son accesibles a todos, los países periféricos podrían desarrollar políticas culturales que les permita garantizar el acceso generalizado a la información pública, en tanto que derecho fundamental del hombre. La libertad de expresión supone el libre acceso a la información y debe ser un elemento clave en la lucha contra la pobreza, la ignorancia y la exclusión social.


Las políticas que favorecen la inclusión y participación de todos los ciudadanos también favorecen la cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz. Así definido, el pluralismo cultural puede representar una respuesta política y social a la diversidad cultural. Inseparable de un contexto democrático, el pluralismo cultural favorece una interacción cultural y el desarrollo de capacidades creativas que estimulan la vida pública. El establecimiento y reanimación de la sociedad civil pueden ser desarrollados como medios para hacer frente a las fuerzas fragmentadoras de la globalización. En vista de que los megaconsorcios multinacionales están tomando el control de los medios de comunicación, se hace necesario establecer normas jurídicas locales e internacionales para equilibrar esta nueva hegemonía de los sistemas simbólicos.


En este sentido, es crucial que el Estado siga siendo el "vector activo en la relación entre las construcciones culturales hacia el interior de las naciones, y la cultura globalizada emergente. Esto sólo es posible si este Estado es democrático, y construye su hegemonía a partir de un amplio marco participativo" 23.


Por otro lado es importante recurrir a la cultura para apoyar el desarrollo humano. No es la cultura la responsable del fracaso del desarrollo económico. Para que la sociedad del siglo XXI asuma nuevas formas de solidaridad humana en un mundo cada vez más interdependiente, hay que establecer políticas culturales capaces de humanizar la globalización. Solo así, la sociedad mundial del conocimiento podrá apreciar toda la riqueza de las formas de vida humana, sociales y culturales del mundo.


6. La experiencia latinoamericana


La globalización no ha llevado a una total uniformización de los comportamientos y de las mentalidades. Por una parte se ha traducido en unas tendencias a la homogeneización, y por otra parte ha despertado una resistencia cultural en ciertas comunidades, que se observa en el resurgimiento de los particularismos culturales y las reivindicaciones identitarias.


En el caso de América Latina, es especialmente importante evitar la desesperación de los más pobres. Como señala Guillermo Gutiérrez:

"Es en este plano que se hace imprescindible generar un programa que revitalice los instrumentos culturales que puedan ser utilizados por los pueblos para revertir la actual crisis de desesperanza" 24.


¿Cómo se inserta nuestro continente en el contexto de la globalización? ¿Cuáles son sus alternativas frente a la avalancha de símbolos que llegan desde los principales centros de producción de cultura de masas? ¿Qué orientación deben tomar sus políticas culturales?


En primer lugar, es necesario recordar que América Latina tiene a su favor una vasta experiencia en procesos pluriculturales. Su historia está marcada por el encuentro de culturas: las culturas originarias con la española, la cultura criolla con la de los inmigrantes europeos, la influencia de la cultura de los africanos, árabes y chinos. El mestizaje, la fusión de costumbres, tradiciones y valores, que en muchos casos se ha dado con violencia, constituyen un acervo de conocimientos que sirvieron y sirven para resolver los conflictos que nacen a partir de una realidad marcada por la impronta de los intercambios culturales. América Latina necesita hacer uso de toda su creatividad para insertarse en condiciones favorables. Este proceso de reacomodamiento y autoafirmación comienza por valorar los elementos esenciales de nuestra cultura. América Latina posee un tesoro cultural único, producto de su diversidad y su plasticidad para moldear nuevas formas simbólicas. Por sólo mencionar algunas experiencias, ¿acaso no son expresión de ello la chispa melódica de la música popular del Caribe, la mirada reveladora de la narrativa o el poder innovador de la pintura y la escultura? Vemos con esperanza que, ante el avance globalizador, América Latina ha desarrollado estrategias de resistencia, movimientos que han sabido conciliar modernismo con tradición.


Por eso es necesario pensar en políticas serias de incorporación de nuevas tecnologías, que afirmen la creatividad del continente en el mundo.

En América existen numerosos ejemplos de cómo la informática y las comunicaciones facilitan la difusión de las ideas en el plano internacional. Los zapatistas en México han recurrido a la red de Internet para presentar al mundo sus demandas. En el Amazonas existen comunidades indígenas que también emplean la cibernética para darse a conocer y buscar soluciones a sus problemas. El Brasil ha emprendido un plan oficial de gran envergadura en este sentido, contenido en el Libro verde, que desarrolla un programa para incorporar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación como estrategias de desarrollo. Por último, hay que reconocer que la construcción de los imaginarios colectivos es un acto creativo de la sociedad, pero que no puede estar desprendido de una conciencia crítica y del valor de la memoria. El diálogo con otras culturas y el enriquecimiento mutuo mediante la incorporación de nuevos elementos a sus horizontes posibilita el crecimiento de las sociedades.


Es significativo notar la influencia que ejerce América Latina en los otros países (las culturas latinas están muy presentes en los mercados internacionales), especialmente sobre su vecino norteamericano. La proximidad geográfica y las constantes migraciones masivas de mexicanos, puertorriqueños y cubanos, entre otros, a Estados Unidos y el acercamiento actual entre México y Estados Unidos en el plano económico, han facilitado un intercambio cultural que se ha traducido, en estos últimos años, en un desarrollo de las diversas manifestaciones culturales hispanoamericana en los Estados Unidos.


Existe en Estados Unidos un importante mercado de literatura latinoamericana, que ha dado lugar a un reconocimiento de los autores de lengua española. En Estados Unidos, las novelas de Gabriel García-Márquez o Carlos Fuentes se venden en español y los títulos de autores de lengua española más vendidos comparten lugares preferentes con los best sellers en inglés. Los escritores chicanos contribuyen a este reconocimiento de "lo latino", que merece frecuentes reseñas en el diario Time o en el New York Book Review. El éxito de esta literatura, que fluctúa entre una literatura del exilio que narra con nostalgia un país perdido y una literatura más étnica, ha sido desarrollada por escritores como Rudolfo Anaya, Gloria Anzaldua, Cristina García, Sandra Cisneros o Richard Rodríguez. Estos escritores que fueron educados en los Estados Unidos, representan un nuevo espacio literario que relata la transformación cultural y el biculturalismo experimentados por ellos. El interés creciente de los americanos por todo lo que esta relacionado a la cultura latina muestra un nuevo contexto cultural en el cual la cultura hispanoamericana puede ser reconocida no sólo a causa de la presencia numerosa de los hispanos en los Estados Unidos, sino a causa de los valores culturales intrínsecos. Esta literatura puede contribuir a enriquecer la cultura anglosajona tradicional y favorecer un diálogo intercultural auténtico entre dos comunidades de un mismo país y dos partes de un mismo continente.


La música, el cine o la pintura también han sido tocados en los últimos años por este entusiasmo confirmado por un crecimiento de la presencia de la música latina en las tiendas de discos, en las pinturas murales en el oeste de los Estados Unidos, o en las películas dedicadas al mundo latino. Otro punto significativo se presenta respecto de lo que cada sociedad valora en el arte de la otra. Mientras los latinoamericanos ven a Estados Unidos como sede de las posiciones artísticas, también gran parte de la sociedad americana se esfuerza en valorar la producción artística de América Latina, aunque las representaciones artísticas están a menudo reducidas a la impronta de la cultura folclórica.


América Latina tiene una antigua experiencia en los procesos de aculturación y sincretización, que pertenecen ahora a su patrimonio cultural. En medio de las tentativas de uniformización, América Latina parece dotada de una vitalidad cultural excepcional que es capaz de rebasar las fronteras para marcar su presencia en el mundo.


Sin embargo, debemos estar preparados para saber discriminar los aportes que son significativos de la información ideologizada que aliena. Además es importante no renunciar a la memoria, que actúa como fundamento para comprender nuestra situación actual y como punto de partida para toda la mirada prospectiva.


Los gobiernos de nuestros países deberán considerar estos puntos básicos en el momento de elaborar sus políticas culturales. Hay que reconocer la multiculturalidad y el surgimiento de nuevas identidades para asegurar, en un marco democrático y tolerante, la libre participación de todas las voces de la sociedad. Frente a las nuevas tecnologías, es necesario desarrollar desde temprano las competencias necesarias para poder dominarlas con un pensamiento crítico, que traduzca la información que ellas proporcionan en conocimiento significativo. En ambos casos, la educación es un factor imprescindible. Esta vía será la que nos lleve a establecer una unión proteica entre cultura y desarrollo como términos indisociables para el mejoramiento de las condiciones de vida del ser humano.



7. Conclusión


La realidad mundial se torna cada día más compleja; vale la pena preguntarse si el futuro puede ser siempre predecible. Vivimos en sociedades que se transforman rápidamente, que son cada vez mas pluriculturales en un proceso que no cesa de acentuarse. Consciente de estos signos de cambio, resulta de flagrante pertinencia que la Secretaría de Cooperación Iberoamericana promueva activamente el estudio y la reflexión sobre la diversidad cultural y la mundialización, en un esfuerzo por tratar de hacer inteligibles y gobernables los tiempos que se avecinan.


Ante los lamentables sucesos de septiembre, que tanta indignación e interrogantes han levantado, de pronto es en las culturas donde se buscan las respuestas, las claves para entender lo ocurrido. Los estudios culturales y la geopolítica de las culturas súbitamente muestran su pertinencia, poniendo en evidencia el empeño de la UNESCO por promover el diálogo intercultural, el fomento del pluralismo y la tolerancia. Habría que indagar si se trata, como se dice con insistencia, de un choque de civilizaciones, o mas bien como nos parece, de un conflicto de indiferencias, de culturas que no han dialogado nunca o no lo suficiente para entenderse, y que ahora, visibles gracias a las tecnologías de la comunicación, cohabitan en un mismo tiempo y espacio.


Muchas de las definiciones comúnmente aceptadas de Cultura y de Políticas Culturales se encuentran hoy en día en plena revisión, debido al impacto creciente de las nuevas tecnologías de la información en la producción social de la cultura. Es un fenómeno de época. La Conferencia Mundial de Políticas Culturales (México, 1982), consideraba la cultura como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Esta definición incluía los "modos de vida" y los "sistemas de valores, las tradiciones y las creencias". En los tiempos que corren, el imaginario y la cultura colectivos son altamente tributarios del nuevo universo simbólico que emanan masivamente de las nuevas tecnologías de la información. El mundo del ciberespacio se constituyó en fuente de buena parte de las nuevas manifestaciones culturales.


¿Adónde va a parar ese universo simbólico plagado de efectos especiales que, con frecuencia, exalta la violencia, hace de las catástrofes un espectáculo, fomenta el consumismo y la xenofobia, y que tiene un culto por lo efímero y lo espectacular? De todo esto se compone la dosis de consumo diario de imágenes de millones de hombres y mujeres en el mundo, especialmente de la juventud. Lo menos que se puede decir es que esta clase de cultura de masas no ayuda a los grandes objetivos de paz, diálogo intercultural y desarrollo que se propusieron los países en la Conferencia de Estocolmo sobre Políticas Culturales para el Desarrollo (1998).


Tratar de atenuar y orientar esta avalancha de imágenes desde la educación y la cultura no resulta una tarea sencilla. La uniformización cultural se hace sentir cada vez más en los modos de vida, en las lenguas, los hábitos de consumo, las comidas, los modos de pensar y actuar. La rapidez de las mutaciones sociales, económicas y tecnológicas constituyen un desafío y una oportunidad excepcional para las instituciones del ámbito cultural, pues se trata de decantar, en el marco de políticas culturales, el tratamiento de los efectos benéficos o maléficos que producen las nuevas tecnologías de la información.


Atentos a estos cambios, buscando caminos para humanizar la mundialización mediante normas y principios de alcance jurídico, los 181 Estados miembros de la UNESCO adoptaron por unanimidad, en su reciente Conferencia General (París, noviembre 2001), la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural, que en su artículo primero declara "la diversidad cultural, patrimonio común de la humanidad". (ver anexo)


Este es el primer acuerdo político de envergadura universal que busca encauzar de modo constructivo los efectos de la mundialización en el ámbito de la cultura. Se trata de un primer esfuerzo por moderar la lógica uniformizante que subyace en los procesos económicos y tecnológicos mundiales. Queda en manos de los gobiernos, de la sociedad civil, y de la comunidad internacional, servirse de este instrumento jurídico para crear en sus países y en el mundo un clima estable de confianza, cooperación y desarrollo.


Notas


1 Hall, S.: "The cuestions of cultural Identidy" in Hall (ed.) Modernitiy and ist futures, Open university, Polity Press, 1992, pg. 299. [ Links ]
2 Giddens, A.:The consequences of modernity, Stanford University Press, 1990:21 [ Links ]
3 : The consequences of modernity, Stanford University Press, 1990 [ Links ]
4 Martin Barbero, J.: Dinámicas urbanas de la cultura. Ciudad antropológica. Ciudad Virtual de Antropología y Arqueología. 1998 [ Links ]
5 Grayling, A.C.: Wittgenstein, Oxford University Press, 1998 [ Links ]
6 Bauman, Z.: "From Pilgrim to tourist - or a short History of Identity", in Hall, S. & Du Gay: Questions of Cultural Identity, SAGE, 1996 [ Links ]
7 Bauman, Z.: ob. cit.
8 Bourdieu, P.: The logic of practice, Polity Press, 1990 [ Links ]
9 Thampson (ed.): Lenguage and simbolic power, Polity Press, 1997:227 [ Links ]
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13 Giddens, A.: Modernity and Self - identity: Self and society in the late modernity. Stanford: California University Press, 1991. [ Links ]
The consequences of modernity, Stanford: California University Press, 1990 [ Links ]
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21 Meisser, Jean Marie: "Construir los puentes del post - 11 de septiembre", El País, jueves 20 de diciembre de 2001. [ Links ]
22 Carranza Valdés, Julio: Cultura y desarrollo. Algunas consideraciones para el debate. America Latina 2020. 23 Gutiérrez, G.: "Identidades locales/ Redes de cultura globalizada, Conflictos y diálogo posible, in Cujeticanin", B. (ed.), Culture Link: Dinamics of Communication and Cultural Change the role of Networks, Institute for International Relations, Zagreb, 1996:100 [ Links ]


24 "Identidades locales/ Redes de cultura globalizada, Conflictos y diólogos posibles", in Cujeticanin, B (ed.), Culture Link: Dinamics of Communication and Cultural Change the role of Networks, Institute for International Relations, Zagreb, 1996:99.



El nuevo orden simbólico: la diversidad cultural en la era de la globalización. Lit. lingüíst., Santiago, n. 14, 2003 . Disponible en . accedido en 19 oct. 2010. doi: 10.4067/S0716-58112003001400005.



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