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domingo, 29 de mayo de 2011

Joshep Conrad - Una avanzada del progreso

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Józef Teodor Konrad Korzeniowski, más conocido por el nombre que adoptó al nacionalizarse británico, Joseph Conrad (Berdyczów, entonces Polonia, actual Ucrania, 3 de diciembre de 1857 – Bishopsbourne, Inglaterra, 3 de agosto de 1924), fue un novelista polaco que adoptó el inglés como lengua literaria.





Había dos hombres blancos encargados de la factoría. Kayerts, el jefe, era bajo y gordo; Carlier; el ayudante, era alto, de cabeza grande y ancho tronco posado sobre un par de piernas largas y delgadas. El tercer hombre del equipo era un negro de Sierra Leona que decía llamarse Henry Price. Sin embargo, por alguna razón, los nativos de río abajo le habían dado el nombre de Makola y nunca pudo desprenderse de él durante sus vagabundeos por el país. Hablaba inglés y francés con acento cantarino, tenía una hermosa caligrafía, entendía de contabilidad y en el fondo de su corazón seguía siendo fiel al culto a los malos espíritus. Su esposa era negra, de Luanda, muy grande y muy ruidosa. Sus tres hijos se revolcaban bajo la luz del sol ante la puerta de su casa, una construcción de una planta que parecía una cabaña. Makola, taciturno e impenetrable, despreciaba a los dos hombres blancos. Tenía a su cargo un pequeño almacén de barro con techo de hierba seca y pretendía que llevaba bien las cuentas de los abalorios, telas de algodón, pañuelos rojos, cables de cobre y otras mercancías que en él se amontonaban. Además del almacén y de la choza de Makola, había un gran edificio en el claro donde se alzaba la factoría. Estaba hábilmente construida de caña, con una galería por los cuatro lados. Tenía tres habitaciones. La del centro era la sala de estar, con dos toscas mesas y unas pocas banquetas. Las otras dos habitaciones eran los dormitorios de los hombres blancos. Por todo mobiliario tenían sendas armaduras de camas y mosquiteros. El suelo, formado de tablones, estaba cubierto por las pertenencias de los hombres blancos; cajas abiertas y medio vacías, ropa de ciudad, viejas botas; todas esas cosas sucias, todas esas cosas rotas, que se acumulan misteriosamente en torno a los hombres desaliñados. A cierta distancia de los edificios había otra residencia. En ella, bajo una cruz que había perdido su perpendicularidad, dormía el hombre que había contemplado los comienzos de todo aquello; el que había proyectado y supervisado la construcción de aquella avanzada del progreso. En su país había sido un pintor sin éxito que, cansado de perseguir a la fama con el estómago vacío, había llegado hasta allí gracias a altas protecciones. Había sido el primer jefe de la factoría. Makola había visto morir de fiebre al enérgico artista en la casa recién terminada, con su habitual actitud indiferente de «Ya lo decía yo». Luego, durante un tiempo, vivió solo con su familia, sus libros de contabilidad y el Espíritu Maligno que gobierna las tierras que se encuentran al sur del ecuador. Se llevaba muy bien con su dios. Tal vez se lo había propiciado con la promesa de más hombres blancos con quienes jugar más adelante. De todas maneras, el director de la Gran Compañía Comercial, que llegó en un vapor parecido a una enorme caja de sardinas cubierta por un tejadillo, encontró la estación en buen orden y a Makola tan tranquilamente activo como de costumbre. El Director hizo poner la cruz sobre la fosa del primer agente y nombró a Kayerts para ocupar su puesto. Carlier fue nombrado su segundo. El Director era un hombre despiadado y eficiente, que en ocasiones, aunque de manera muy imperceptible, hacía gala de un humor siniestro. Echó un discurso a Kayerts y a Carlier, señalándoles el prometedor aspecto de la factoría. El puesto comercial más cercano quedaba a unas trescientas millas de distancia. Era una excelente oportunidad la que ambos tenían de distinguirse y conseguir porcentajes sobre el comercio. Un nombramiento así era un favor para los dos principiantes. Kayerts estuvo a punto de llorar ante tanta bondad. Lo haría, dijo, lo mejor que pudiera, intentando merecer tan halagadora confianza, etcétera. Kayerts había trabajado en la Administración de Telégrafos y sabía expresarse con corrección. Carlier, que era un antiguo suboficial de caballería en un ejército protegido de cualquier amenaza por varias potencias europeas quedó menos impresionado. Si había comisiones, tanto mejor; y su mirada de malhumor recorrió el río, los bosques, la impenetrable maleza que parecía aislar la estación del resto del mundo, murmurando entre dientes: «Lo veremos muy pronto».
Al día siguiente, tras arrojar en la ribera algunas balas de artículos de algodón y unas cuantas cajas de provisiones, el vapor con aspecto de caja de sardinas se fue para no volver durante otros seis meses. En la cubierta, el Director saludó con la gorra a los dos agentes, quienes respondieron desde la orilla con sus sombreros y dirigiéndose a un viejo empleado de la Compañía mientras marchaba hacia el cuartel general, le dijo:
—Mira a esos dos imbéciles. Deben de estar locos en mi país para enviarme semejantes especímenes. Les he dicho que planten una huerta, que levanten nuevas cercas y almacenes y construyan un embarcadero flotante. ¡Apuesto a que no harán nada! No sabrán ni por dónde empezar. Siempre he pensado que la factoría de este río es inútil ¡y esos dos encajan perfectamente en ella!
—Aquí se formarán a sí mismos —dijo el veterano con tranquila sonrisa.
—Sea como fuere, no tengo que volver a verles en seis meses —respondió el Director.
Los dos hombres que estaban en tierra siguieron con la vista al vapor hasta que dio la vuelta al recodo; luego, subiendo cogidos del brazo la cuesta de la orilla, volvieron a la factoría. Llevaban muy poco tiempo en aquel vasto y oscuro país y hasta entonces siempre rodeados de hombres blancos, bajo la mirada y dirección de sus superiores. Y ahora, insensibles como eran a la sutil influencia de lo que les rodeaba, se vieron muy solos al encontrarse de pronto desamparados frente a la selva; una selva a la que hacían todavía más extraña, más incomprensible, los misteriosos vislumbres de la vigorosa vida que albergaba. Eran dos individuos perfectamente insignificantes e incapaces, cuya existencia era únicamente posible dentro de la compleja organización de las multitudes civilizadas. Pocos hombres son conscientes de que sus vidas, la propia esencia de su carácter, sus capacidades y sus audacias, son tan sólo expresión de su confianza en la seguridad de su ambiente. El valor, la compostura la confianza; las emociones y los principios; todos los pensamientos grandes y pequeños no son del individuo, sino de la multitud: de la multitud que cree ciegamente en la fuerza irresistible de sus instituciones y de su moral, en el poder de su policía y de su opinión. Pero el contacto con el salvajismo puro y sin mitigar, con la Naturaleza y el hombre primitivos provoca súbitas y profundas inquietudes en su corazón. A la sensación de estar aislado de la especie, a la clara percepción de la soledad de los propios pensamientos y sensaciones, a la negación de lo habitual, que es lo seguro, se añade la afirmación de lo inusual, que es lo peligroso; una intuición de cosas vagas, incontrolables y repulsivas, cuya perturbadora intrusión excita la imaginación y pone a prueba los civilizados nervios, tanto de los tontos como de los sabios.
Kayerts y Carlier caminaban del brazo, pegados el uno a otro, como hacen los niños en la oscuridad; los dos compartían la misma sensación de peligro, no del todo desagradable, que casi se sospecha es imaginario. Charlaban persistentemente en tono familiar.
—Nuestra factoría tiene un bonito emplazamiento —dijo uno. El otro asintió con entusiasmo, exagerando la belleza del lugar. Pasaron luego cerca de la fosa.
—¡Pobre diablo! —dijo Kayerts.
—Murió de fiebre, ¿no? —dijo Carlier deteniéndose.
—Sí —respondió Kayerts con irritación—, me han dicho que el tipo se exponía sin ningún cuidado a los rayos del sol. El clima aquí, según dice todo el mundo, no es peor que el de la patria, con tal de que no te expongas al sol. ¿Me has oído, Carlier? Aquí soy yo el jefe y mis órdenes son que no debes exponerte al sol.
Afirmó su superioridad jocosamente, pero su advertencia iba en serio. La idea de que tal vez tendría que enterrar a Carlier y quedarse solo le hizo estremecerse. Tuvo la repentina sensación de que aquel Carlier le era más preciso allí, en el centro de África, que un hermano en cualquier otro lugar. Carlier, entrando en el juego, le saludó militarmente y contestó con tono enérgico:
—¡Sus órdenes serán cumplidas, jefe!—. Luego lanzó una carcajada, dio una palmada a Kayerts en la espalda y gritó: —¡Dejaremos que la vida pase plácidamente! Nos sentaremos y recogeremos el marfil que nos traigan los salvajes. ¡Este país, después de todo, tiene su lado bueno!
Los dos rieron estruendosamente, mientras Carlier pensaba: «Este pobre Kayerts, tan gordo e insano. Sería espantoso que tuviera que enterrarle aquí. Es un hombre que respeto...». Antes de llegar a la galería de la casa se llamaban ya el uno al otro «mi querido amigo».
El primer día se afanaron mucho, perdiendo el tiempo con martillos, clavos y calicó rojo para colgar cortinas, hacer a la casa bonita y habitable: querían instalarse cómodamente en su nueva vida. Para ellos era una tarea imposible. Enfrentarse con eficacia, aunque sea con problemas únicamente materiales, exige una mayor serenidad de espíritu y un mayor coraje de lo que la gente, por lo general, se imagina. Ninguno de aquellos dos seres podía ser más incapaz de una lucha semejante. La sociedad, no por razones de ternura, sino debido a sus extrañas necesidades, había cuidado de los dos hombres, prohibiéndoles todo pensamiento independiente, toda iniciativa, toda desviación de la rutina; y se lo había prohibido bajo pena de muerte. Sólo podían seguir viviendo a condición de ser como máquinas. Y ahora, libres del cuidado alentador de los hombres con la pluma detrás de la oreja, de los hombres con galones dorados en los puños, eran como dos condenados a perpetuidad que, liberados después de muchos años, no saben qué hacer con su libertad. No sabían hacer funcionar sus facultades porque los dos, al no tener práctica, eran incapaces de pensar por sí mismos. Al cabo de dos meses, Kayerts decía con frecuencia: «Si no fuera por mi Melie, yo no estaría aquí.» Melie era su hija. Había renunciado a su puesto en la administración de telégrafos, aunque había permanecido en él muy contento durante diecisiete años con el fin de conseguir una dote para su hija. Su esposa había muerto y a la niña la educaban sus hermanas. Echaba de menos las calles, el pavimento, los cafés, sus amigos de siempre; todo lo que veía a diario; los pensamientos que las cosas familiares le evocaban: los pensamientos fáciles, monótonos y tranquilizadores de un empleado gubernamental; echaba de menos los chismorrees, las pequeñas enemistades, las benignas venenosidades y las bromas de los funcionarios gubernamentales. «Si hubiera tenido un cuñado decente», solía comentar Carlier, «un hombre de corazón, no estaría aquí». Había dejado el ejército y se había hecho tan odioso a su familia por su vagancia y descaro que un exasperado cuñado suyo hizo sobrehumanos esfuerzos para conseguirle un nombramiento en la Compañía como agente de segunda clase. Como no tenía ni un céntimo, se vio obligado a aceptar aquel medio de vida tan pronto como quedó claro que nada más podía sacar a sus parientes. Al igual que Kayerts echaba de menos su antigua vida. Echaba de menos el tintineo de los sables y de las espuelas en una hermosa tarde, las bromas de cuartel, las muchachas de las ciudades de guarnición; pero, además, era un resentido. Era evidentemente un hombre al que todo le había ido mal. De vez en cuando esto lo entristecía. Pero los dos hombres se llevaban bien juntos, unidos en el compañerismo de la estupidez y la vagancia. Juntos no hacían nada, absolutamente nada, y disfrutaban de la ociosidad por la que les pagaban. Y con el tiempo llegaron a sentir algo parecido a un afecto mutuo.
Vivían como ciegos en una gran habitación, tan sólo conscientes de lo que entraba en contacto con ellos (y eso únicamente de forma imperfecta), incapaces de ver el aspecto general de las cosas. El río, el bosque, la tierra toda bullente de vida, eran como un gran vacío. Ni siquiera la brillantez de la luz solar les descubría nada inteligible. Las cosas aparecían y desaparecía ante sus ojos como si no tuvieran conexión ni propósito. El río parecía salir de la nada y fluir hacia ninguna parte. Fluía a través de un vacío. Desde ese vacío llegaban en ocasiones canoas y hombres con lanzas en las manos que repentinamente se apiñaban en el patio de la factoría. Iban desnudos, eran de un negro lustroso, se adornaban con conchas blancas como la nieve y con brillantes collares de bronce y tenían miembros perfectos. Hacían un ruido tosco y balbuciente cuando hablaban, sé movían de modo majestuoso y lanzaban rápidas y salvajes miradas con sus ojos incansables y asombrados. Los guerreros se ponían en cuclillas en largas filas, de cuatro o más en fondo, ante la galería, mientras que sus jefes regateaban durante horas con Makola por un colmillo de elefante. Kayerts se sentaba en su sillón mirando aquellos tratos sin comprender nada. Los contemplaba con sus redondos ojos azules y llamaba a Carlier: «¡Fíjate, fíjate en aquel tipo!, y en aquel otro de la izquierda. ¿Has visto alguna vez un rostro como ése? ¡Qué salvaje más divertido!»
Carlier, que fumaba tabaco nativo en una corta pipa de madera, se contoneaba retorciéndose el mostacho y, vigilando a los guerreros con altanera indulgencia, le decía: «Hermosos animales. ¿Han traído huesos? ¿Sí? Ya era hora. Mira los músculos de ese tipo, el tercero empezando por el final. No me gustaría que me diera un puñetazo en la nariz. Bonitos brazos, pero las piernas por debajo de la rodilla no valen nada. No podría hacer de ellos buenos soldados de caballería.» Y luego, mirando complacido sus propias piernas, terminaba siempre diciendo: «¡Bah! ¡Apestan! ¡Tú, Makola! Lleva la manada hasta el fetiche (al almacén de todas las factorías se le llamaba fetiche, tal vez porque en él residía el espíritu de la civilización) y dales unos cuantos de esos cachivaches que guardas ahí. Prefiero verlos llenos de huesos y no de trapos.»
Kayerts asentía.
«¡Sí, sí! Váyanse y terminen el palique por ahí, señor Makola. Yo iré cuando acaben, para pesar el colmillo. Hay que tener cuidado.» Luego, volviéndose hacia su compañero: «Esta es la tribu que vive río abajo; son bastante aromáticos. Recuerdo que ya vinieron una vez por aquí. ¿Oyes todo ese barullo? ¡Lo que tiene que aguantar un hombre en este perro país! Me estalla la cabeza.»
Visitas tan rentables eran raras. Durante días los dos pioneros del comercio y del progreso verían el patio vacío, cubierto por la vibrante brillantez de la luz solar que caía verticalmente. Bajo la alta orilla, el río silencioso seguía fluyendo resplandeciente y sereno. Sobre las arenas, en medio de la corriente, los hipopótamos y los cocodrilos recibían la luz del sol al lado unos de otros. Y en todas las direcciones, rodeando el claro donde se alzaba el puesto comercial, los inmensos bosques, que escondían ominosas complicaciones de fantástica vida, yacían en el elocuente silencio de aquella muda grandeza. Los dos hombres no entendían nada, ni se interesaban por nada más que por el paso de los días que los separaban del regreso del vapor. Su predecesor había dejado unos cuantos libros rotos. Recogieron aquellos desechos de novelas, y como nunca habían leído antes nada semejante, se sintieron sorprendidos y divertidos. Luego, durante días, entablaron interminables y estúpidas discusiones sobre las tramas y los personajes. En el centro de África trabaron conocimiento con Richelieu y d'Artagnan, Ojo de Halcón y Papá Goriot, y muchos más. Todos esos personajes imaginarios se convirtieron en tema de sus charlas como si fueran amigos vivientes. Rebajaban sus virtudes, sospechaban de sus motivos, menospreciaban sus éxitos; se escandalizaban ante su duplicidad y dudaban de su coraje. Los relatos de crímenes les llenaban de indignación, mientras que los pasajes tiernos o patéticos les emocionaban profundamente. Carlier se aclaraba la garganta y decía con voz de soldado: «¡Qué absurdo!» Kayerts, con sus ojos redondos llenos de lágrimas y sus gruesas mejillas temblorosas, se frotaba su calva cabeza y afirmaba: «Es un libro espléndido. No tenía ni idea que hubiera tipos tan listos en el mundo.» También encontraron unos viejos números de un periódico de la metrópoli. Trataban de lo que se había dado en llamar «Nuestra expansión colonial» en un lenguaje altisonante. Hablaba abundantemente de los derechos y deberes de la civilización, de lo sagrado de la obra civilizadora, y ensalzaba los méritos de los hombres que iban por el mundo llevando la luz, la fe y el comercio hasta los más oscuros rincones de la tierra. Carlier y Kayerts lo leyeron, reflexionaron y comenzaron a pensar mejor de sí mismos. Carlier dijo una tarde, moviendo una mano:
—Dentro de cien años tal vez haya aquí una ciudad. Muelles, almacenes y barracas, y... y... quizá salones de billar. La civilización, muchacho, la virtud y todo eso. ¡Y luego la gente se enterará de que dos buenos tipos, Kayerts y Carlier, fueron los primeros hombres civilizados que vivieron en este lugar!
Kayerts asintió con la cabeza:
—Sí, y es consolador pensarlo.
Parecían haber olvidado a su difunto predecesor; pero un día Carlier salió temprano y colocó firmemente la cruz.
—Me hacía bizquear cada vez que tenía que pasar por ahí —explicó a Kayerts mientras tomaban el café de la mañana—. Me hacía bizquear por estar tan inclinada. Así que la puse recta. ¡Y firme, te lo aseguro! Me apoyé con las dos manos sobre el travesaño. No se movió. Lo hice estupendamente.
A veces iba a visitarles Gobila. Gobila era el jefe de una de las aldeas de la vecindad. Era un salvaje de cabellos canosos, delgado y negro, con un taparrabos blanco y una sucia piel de pantera colgada a la espalda. Llegaba dando grandes zancadas con sus piernas esqueléticas y blandiendo un bastón tan alto como él, entraba en la sala de estar de la estación y se ponía en cuclillas a la izquierda de la puerta. Se quedaba allí, mirando a Kayerts, y de vez en cuando echaba un discurso que el otro no entendía en absoluto. Kayerts, sin abandonar sus ocupaciones, le decía de vez en cuando amistosamente: «¿Qué tal te va, ilustre?», y se sonreían mutuamente. A los dos blancos les caía bien aquella vieja e incompresible criatura y le llamaban Padre Gobila. El estilo de Gobila era paternal y parecía realmente querer a todos los blancos. Le parecían todos jóvenes e imposibles de distinguir (excepto en estatura) y sabía que todos eran hermanos y además inmortales. La muerte del artista, que fue al primer hombre blanco que conoció íntimamente, no alteró en absoluto su creencia, porque estaba firmemente convencido que el extranjero había fingido morir para que le enterraran con algún propósito misterioso, sobre el cual era inútil inquirir. ¿Sería tal vez su forma de volver a casa, a su país? De todos modos, aquellos eran sus hermanos y les transfirió su absurdo afecto. Ellos le correspondían a su manera. Carlier le daba palmadas y encendía cerillas sin descanso para entretenerle. Kayerts le dejaba siempre olfatear la botella de amoníaco. En resumen, se comportaban igual que aquella otra criatura blanca que se había escondido en el agujero de la tierra. Gobila les contemplaba atentamente. Tal vez fueran el mismo ser que el otro, o lo era uno de los dos. No podía decidir, resolver el misterio; pero continuó mostrándose siempre muy amistoso. Como consecuencia de esa amistad las mujeres de la aldea de Gobila marchaban en fila india entre las cañas, llevando todas las mañanas a la factoría aves, boniatos, vino de palma y a veces una cabra. La Compañía nunca abastecía suficientemente a las factorías y los agentes necesitaban esas provisiones locales para vivir. Las conseguían gracias a la buena voluntad de Gobila y vivían bien. De vez en cuando uno tenía un ataque de fiebre y el otro le cuidaba con devoción. No se preocupaban mucho. Las fiebres les debilitaban y su aspecto era cada vez peor. Carlier tenía los ojos hundidos y estaba irritable. Kayerts tenía un rostro fofo y ojeroso sobre la rotundidad de su estómago, lo cual le daba un aspecto sumamente extraño. Pero como estaban siempre juntos, no se daban cuenta del cambio que empezó a producirse en su aspecto y en su comportamiento.
Pasaron cinco meses de esa manera.
Luego, una mañana, cuando Kayerts y Carlier estaban repantigados en sus sillones en la galería, hablando de la próxima visita del vapor, un grupo de hombres armados salió del bosque y avanzó hacia la factoría. No eran de aquella parte del país. Eran altos, delgados e iban vestidos de modo clásico con telas azules con flecos, que les llegaban hasta los talones, y llevaban mosquetes de percusión sobre sus espaldas desnudas y rectas. Makola dio muestras de excitación y salió corriendo del almacén (donde pasaba todo el día) para saludar a los visitantes. Entraron en el patio y miraron en torno suyo con miradas serenas y despectivas. Su jefe, un negro fuerte y decidido de ojos inyectados en sangre, se puso frente a la galería y echó un largo discurso. Gesticuló mucho y luego cesó de pronto.
Había algo en su entonación, en el sonido de las largas frases que empleó, que asombró a los dos blancos. Era como la reminiscencia de algo no exactamente familiar y, sin embargo, en cierto modo parecido al habla de las gentes civilizadas. Sonaba como uno de esos imposibles idiomas que a veces escuchamos en nuestros sueños.
—¿Qué lengua es ésa? —preguntó estupefacto Carlier—. Al principio creí que el tipo iba a hablar en francés. De todos modos, es una especie de guirigay distinto al que oímos por aquí.
—Sí —replicó Kayerts—. Oye, Makola, ¿qué dice? ¿De dónde vienen? ¿Quiénes son?
Pero Makola, que parecía estar sobre ascuas, contestó apresuradamente:
—No lo sé. Vienen de muy lejos. Tal vez los entienda la señora Price, tal vez sean hombres malos.
El jefe, después de esperar un rato, dijo algo a Makola, que sacudió la cabeza. Luego el hombre miró en torno suyo, vio la choza de Makola y se fue hacia ella. Poco después se escuchaba a la señora Makola hablando con gran volubilidad. Los otros forasteros —eran seis en total— se pusieron a pasear tan tranquilos, asomaron sus cabezas por las puertas del almacén, se congregaron en torno a la fosa señalando con comprensión la cruz y en general se portaron como si estuvieran en su casa.
—No me gustan esos tipos y te digo, Kayerts, que deben de venir de la costa: llevan armas de fuego —observó el sagaz Carlier.
A Kayerts tampoco le gustaban. Los dos se dieron cuenta por primera vez de que vivían en unas condiciones en las que lo inusual podía ser peligroso, y no había poder alguno en la tierra, excepto ellos mismos, que se interpusiera entre los dos y lo inusitado. Se sintieron incómodos, entraron en casa y cargaron sus revólveres. Kayerts dijo:
—Debemos ordenar a Makola que les diga que se marchen antes de que oscurezca.
Los forasteros se marcharon por la tarde, después de comer una comida preparada para ellos por la señora Makola. La inmensa mujer estaba excitada y hablaba mucho con los visitantes. Charlaba hasta por los codos con voz muy aguda, señalando aquí y allá hacia el bosque y el río. Makola estaba sentado aparte y miraba. De vez en cuando se levantaba y susurraba algo a su esposa. Acompañó a los forasteros por la hondonada de la parte de atrás de la factoría y volvió lentamente y con aspecto pensativo. Cuando le preguntaron los blancos, estuvo muy raro; parecía no entender nada, haber olvidado el francés y hasta no saber hablar en absoluto. Carlier y Kayerts coincidieron en que el negro había bebido demasiado vino de palma.
Hablaron de mantener un turno de guardia, pero por la noche todo parecía tan tranquilo y pacífico que se retiraron como de costumbre. Toda la noche les molestó el ruido de los tambores en las aldeas. A un profundo y rápido redoble cercano seguía otro más lejano; luego todo cesó. Pronto sonaron aquí y allá breves llamadas, después se mezclaron todas, aumentaron, se hicieron más fuertes y sostenidas, se extendieron sobre el bosque, rodaron por la noche, ininterrumpidas e incesantes; lejos y cerca, como si la tierra entera se hubiera convertido en un inmenso tambor que sonaba sin parar haciendo un llamamiento al cielo. Y a través de aquel profundo y tremendo ruido se escuchaban gritos repentinos que semejaban trozos de canciones de un manicomio, altos y agudos en discordantes chorros de sonidos que parecían elevarse muy por encima de la tierra, y acabar con la paz que reinaba bajo las estrellas.
Carlier y Kayerts durmieron mal. A los dos les pareció oír disparos durante la noche, pero no pudieron ponerse de acuerdo acerca de la dirección. Por la mañana Makola se había ido a algún sitio.
Volvió alrededor del mediodía con uno de los forasteros del día anterior, y evitó todos los intentos de acercamiento de Kayerts; al parecer se había quedado sordo. Kayerts trataba de entender lo que pasaba. Carlier, que había estado pescando en la orilla, volvió y comentó mientras le enseñaba su pesca:
—Los negros parecen muy agitados; me gustaría saber qué ocurre. Vi unas quince canoas cruzando el río durante las dos horas en que estuve pescando.
Kayerts, preocupado, dijo:
—¿No te parece que Makola está muy raro hoy?
Carlier aconsejó:
—Mantén a los hombres reunidos por si hay problemas.
El Director había dejado a diez hombres en la factoría. Aquella gente se había enrolado en la Compañía por seis meses (sin tener ni la menor idea de lo que era un mes y sólo una vaga noción del tiempo general), pero llevaban sirviendo a la causa del progreso más de dos años. Como pertenecían a una tribu de una zona muy distante de la tierra del dolor y la oscuridad, no se escapaban, dando por supuesto que serían asesinados por los habitantes del país por ser vagabundos extranjeros; y tenían razón. Vivían en chozas de paja en la ladera de un barranco cubierto de malezas, justo detrás de los edificios de la factoría. No eran felices; echaban de menos los conjuros festivos, las brujerías, los sacrificios humanos de su tierra: en ella tenían a sus padres, a sus hermanos, a sus hermanas, a los jefes admirados, a los magos respetados, a los amigos queridos y otros vínculos que se suponen humanos. Además, las raciones de arroz que les servía la Compañía no les sentaban bien, porque era un alimento desconocido en su tierra, al que no podían acostumbrarse. En consecuencia, se sentían enfermos y tristes. Si hubieran pertenecido a otra tribu, habrían decidido morir —porque nada hay más fácil para ciertos salvajes que el suicidio— y de esa forma se habrían evadido de las incomprensibles dificultades de la existencia. Pero como pertenecían a una tribu guerrera, de dientes afilados, tenían más resistencia y seguían viviendo estúpidamente a pesar de las dificultades. Trabajaban muy poco y habían perdido su espléndido aspecto físico. Carlier y Kayerts los cuidaban asiduamente sin conseguir que se recuperaran. Todas las mañanas se les reunía y se les señalaban diversas tareas —corte de hierba, construcción de cercas, talas de árboles, etc.—, pero nadie en este mundo podía convencerles de que lo hicieran bien. En la práctica, los dos blancos tenían muy poco poder sobre ellos.
Por la tarde, Makola fue a la casa grande y se encontró a Kayerts mirando tres espesas columnas de humo que ascendían sobre los bosques.
—¿Qué es eso? —preguntó Kayerts.
—Unas aldeas ardiendo —respondió Makola, que parecía haber recuperado el juicio.
Luego dijo bruscamente:
—Tenemos muy poco marfil; seis meses de comercio malos, ¿Quiere usted más marfil?
—Sí —dijo Kayerts con impaciencia. Pensaba en lo bajos que serán los porcentajes.
—Los hombres que estuvieron aquí ayer son comerciantes de Luanda que tienen más marfil del que pueden llevar hasta sus aldeas. ¿Lo compro? Conozco su campamento.
—Por supuesto —dijo Kayerts—. ¿Qué son esos comerciantes?
—Malos tipos —dijo Makola con indiferencia—. Pelean con la gente y se llevan a las mujeres y a los niños. Son malos y tienen armas de fuego. Hay muchos desórdenes en todo el país. ¿Quiere usted marfil?
—Sí —dijo Kayerts.
Makola permaneció callado durante un rato. Luego:
—Nuestros trabajadores no valen para nada — murmuró mirando en torno suyo—. En la factoría hay mucho desorden, señor. El Director se quejará. Más vale encontrar mucho marfil, entonces no dirá nada.
—No puede hacer nada; los hombres no trabajan —dijo Kayerts—. ¿Cuándo podrás conseguir el marfil?
—Muy pronto —dijo Makola—. Tal vez esta noche. Déjelo en mis manos y quédese en la casa, señor. Me parece que debería dar vino de palma a nuestros hombres para que bailen esta noche. Que se alegren. Trabajarán mejor mañana. Tenemos mucho vino de palma un poco agriado.
Kayerts dijo que sí y Makola llevó con sus propias manos las grandes calabazas a la puerta de su cabaña. Estuvieron allí hasta la noche y la señora Makola miró dentro de ellas una por una. Los hombres las encontraron a la puesta de sol. Cuando Kayerts y Carlier se retiraron, una gran hoguera comenzó a arder delante de las chozas de los hombres. Oyeron sus gritos y el ruido de sus tambores. Algunos de la aldea de Gobila se habían unido a los de la estación y la fiesta fue todo un éxito.
A medianoche, Carlier se despertó repentinamente al oír gritar a un hombre; luego sonó un disparo. Sólo uno. Carlier salió corriendo y se encontró con Kayerts en la galería. Los dos estaban sobrecogidos. Al cruzar el patio para ir a llamar a Makola, vieron sombras moviéndose en la noche. Una de ellas gritó:
—¡No disparen. Soy yo, Price!
Luego Makola apareció ante ellos.
—Vuelvan, vuelvan, por favor —les urgió—, van a estropearlo todo.
—Hay gente extraña aquí —dijo Carlier.
—No importa; lo sé —dijo Makola.
Luego susurró:
—Todo va bien. Traen el marfil. ¡No digan nada! Sé lo que hago.
Los dos hombres blancos volvieron de mala gana a la casa, pero no pudieron dormir. Oyeron pisadas, susurros y algunos gemidos. Parecía como si muchos hombres hubieran descargado objetos pesados en el suelo, se pelearan durante un rato y finalmente marchado. Los dos blancos estaban tumbados en sus camas y pensaban: «Este Makola no tiene precio.» Por la mañana Carlier salió con mucho sueño y tiró de la cuerda de la campana grande. Los trabajadores se reunían todas las mañanas al oír las campanadas. Aquella mañana no apareció nadie. Kayerts salió también, bostezando. Al otro lado del patio vieron a Makola salir de su choza con una palangana de estaño llena de agua jabonosa en las manos. Makola era un negro civilizado, muy cuidadoso de su persona. Le tiró el agua jabonosa encima a un desgraciado perro de color amarillento que tenía y volviéndose hacia la casa del agente gritó desde lejos:
—¡Todos los hombres se fueron anoche!
Lo entendieron perfectamente, pero en su sorpresa ambos gritaron a la vez: «¿Qué?» Luego se miraron el uno al otro.
—Nos hemos metido en un buen lío —gruñó Carlier.
—¡Es increíble! —murmuró Kayerts.
—Iré a las chozas para ver —dijo Carlier alejándose a zancadas. Cuando llegó Makola encontró a Kayerts solo.
—Casi no lo puedo creer —dijo Kayerts, lloroso—. Les cuidábamos como si hubieran sido nuestros hijos.
—Se marcharon con la gente de la costa —dijo Makola después de un momento de vacilación.
—¡Qué me importa con quién se hayan ido esos brutos desagradecidos! —exclamó el otro. Luego, mirando con una repentina sospecha y mirando duramente a Makola, añadió—: ¿Y tú qué sabes de todo eso?
Makola movió los hombros, mirando al suelo.
—¿Qué voy a saber? Yo sólo pienso. ¿Quiere venir a ver el marfil que tengo ahí? Es muy bueno. Nunca he visto nada mejor.
Se fue hacia el almacén. Kayerts le siguió de modo mecánico, pensando en la increíble deserción de los hombres. En el suelo, ante la puerta del fetiche, había seis espléndidos colmillos.
—¿Que les diste a cambio? —preguntó Kayerts después de mirar con satisfacción el marfil.
—No fue un trato corriente —dijo Makola—. Trajeron el marfil y me lo dieron. Les dije que se llevaran lo que más les apeteciera de la factoría. Es un marfil estupendo. Ninguna estación tendrá colmillos como éstos. Los comerciantes necesitaban portadores y nuestros hombres no servían para nada. Ningún trato, ninguna entrada en los libros; todo correcto.
Kayerts casi estalló de indignación:
—¡Qué! —gritó—. Estoy seguro de que has vendido a nuestros hombres a cambio de colmillos.
Makola permaneció impasible y silencioso.
—Yo..., yo —tartamudeó Kayerts—. ¡Eres una fiera! —exclamó.
—Hice lo que más convenía a ustedes y a la Compañía —dijo Makola, imperturbable—. ¿Por qué grita tanto? Mire ese colmillo.
—¡Estás despedido! Te denunciaré, no miraré los colmillos. Y te prohíbo que los toques. Te ordeno que los tires al río. ¡Eres un..., un...!
—Está usted congestionado, señor Kayerts. Si se irrita tanto bajo el sol, cogerá la fiebre y morirá igual que el primer jefe —dijo Makola solemnemente.
Los dos permanecieron callados, contemplándose mutuamente con intensidad, como si estuvieran oteando con dificultad a través de una inmensa distancia. Kayerts se estremeció. Makola no quería decir más de lo que había dicho, ¡pero sus palabras le parecieron a Kayerts llenas de una ominosa amenaza! Se volvió bruscamente y se fue para casa. Makola se retiró a su choza; y los colmillos, desparramados ante la tienda, parecían muy grandes y valiosos bajo la luz del sol.
Carlier volvió a la galería.
—Se han ido todos, ¿no? —preguntó Kayerts desde el fondo de la habitación principal con voz apagada—. ¿No encontraste a nadie?
—Ah, si —dijo Carlier—. Encontré a uno de los hombres de Gobüa muerto ante las chozas, con un tiro en el cuerpo. Fue el disparo que oímos anoche.
Kayerts salió rápidamente. Encontró a su compañero mirando sombríamente a través del patio a los colmillos, a la tienda. Se sentaron un rato en silencio. Luego Kayerts contó la conversación con Makola. Carlier no dijo nada. A la hora del almuerzo, comieron muy poco. Aquel día apenas intercambiaron palabra. Un gran silencio parecía pesar sobre la factoría y mantenía sus labios cerrados. Makola no abrió la tienda; se pasó el día jugando con sus hijos. Se tiró cuan largo era sobre una esterilla ante su puerta mientras sus hijos se sentaban sobre su pecho y gateaban sobre él. Era un cuadro conmovedor. La señora Makola estaba ocupada, cocinando todo el día, como siempre. Los blancos comieron un poco mejor por la tarde. Después Carlier, fumando su pipa, caminó lentamente hacia la tienda; permaneció largo tiempo al lado de los colmillos, tocó uno o dos con el pie, incluso intentó levantar el mayor por su extremo más fino. Volvió hacia adonde estaba su jefe, que no se había movido de la galería, se dejó caer en una silla y dijo:
—¡Ya entiendo! Fueron asaltados mientras dormían pesadamente tras beber aquel vino de pahua que dejaste que les diera Makola. ¡Lo planearon de antemano! ¿Ves? Lo peor es que algunos hombres de Gobila estaban allí y se los llevaron también, no hay duda. El menos borracho se despertó y le pegaron un tiro por estar sobrio. ¡Qué extraño país! ¿Qué vas a hacer ahora?
—No podemos meternos, por supuesto —dijo Kayerts.
—Por supuesto que no —asintió Carlier.
—La esclavitud es una cosa horrible —balbuceó Kayerts con voz quebrada.
—Terrible, toda clase de sufrimientos —gruñó Carlier con convicción.
Creían en lo que decían. Todos muestran una respetuosa deferencia hacia ciertos sonidos que cada cual y sus iguales pueden emitir. Pero con respecto a los sentimientos nadie sabe nada. Hablamos con indignación o entusiasmo; hablamos de opresión, de crueldad, de crimen, de devoción, de sacrificio, de virtud y nada sabemos de lo que hay realmente tras estas palabras. Nadie sabe lo que significa el sufrimiento o el sacrificio, excepto quizá las víctimas de la misteriosa intención de esas ilusiones.
A la mañana siguiente siguieron viendo a Makola muy ocupado montando en el patio las grandes básculas que se empleaban para pesar el marfil. Poco después dijo Carlier:
—¿Qué va a hacer ese sucio canalla? —y salió lentamente hacia el patio.
Kayerts le siguió. Se quedaron mirando. Makola no les hizo caso. Cuando la báscula estuvo equilibrada, intentó colocar un colmillo sobre ella. Era demasiado pesado. Levantó la vista desamparadamente, sin decir ni una palabra, y durante un minuto permanecieron en torno a la báscula, mudos y quietos como tres estatuas. De repente Carlier dijo:
—Cógelo por el otro lado, Makola, ¡pedazo de bestia! —y entre los dos lo levantaron. Kayerts temblaba de pies a cabeza.
—¡Dios mío, Dios mío! —murmuró, y metiendo una mano en el bolsillo encontró un sucio pedazo de papel y un trozo de lápiz. Dio la espalda a los otros como si fuera a hacer alguna trampa y anotó furtivamente los precios que Carlier le gritó con voz demasiado alta. Cuando todo terminó, Makola susurró para sí: «Hay demasiado sol aquí para los colmillos.» Carlier le dijo a Kayerts en tono descuidado:
—Oye, jefe, sería mejor que le ayudara a llevar todo esto a la tienda.
Mientras volvían a la casa, Kayerts comentó suspirando:
—Había que hacerlo.
Y Carlier dijo:
—Es deplorable, pero como los hombres eran de la Compañía, el marfil es de la Compañía. Tenemos que cuidar de él.
—Por supuesto, informaré al Director —dijo Kayerts.
—Por supuesto; es él quien debe decidir —aprobó Carlier.
A mediodía comieron con abundancia. Kayerts suspiraba de vez en cuando. Cuando mencionaban el nombre de Makola siempre añadían un epíteto de oprobio. Así tranquilizaban sus conciencias. Makola se tomó medio día de vacaciones y bañó a sus hijos en el río. Nadie perteneciente a las aldeas de Gobila se acercó aquella jornada a la factoría. Nadie apareció al día siguiente, ni al otro, ni durante una semana entera. Las gentes de Gobila podían estar muertas y enterradas, a juzgar por las señales de vida que daban. Pero únicamente estaban de luto por los hombres que habían perdido debido a la brujería de los blancos, que habían traído mala gente al país. La mala gente se había ido, pero el miedo continuaba. El miedo siempre permanece. Un hombre puede destruir todo lo que hay en su interior, el amor, el odio, las creencias e incluso la duda; pero mientras se aferra a la vida no puede destruir el miedo; el miedo, sutil, indestructible y terrible, que invade todo su ser; que impregna sus pensamientos; que ronda en su corazón; que observa en sus labios la lucha del último aliento. El miedo movió al manso anciano Gobila a ofrecer más sacrificios humanos a los espíritus malignos que se habían apoderado de sus amigos blancos. Su corazón estaba lleno de angustia. Algunos guerreros hablaban de matar y quemar, pero el precavido anciano salvaje los disuadió. ¿Quién podía prever las calamidades que esas misteriosas criaturas podían provocar si se irritaban? Debían dejarlas en paz. Tal vez con el tiempo desaparecerían bajo la tierra como había pasado con el primero. Sus gentes tenían que permanecer lejos de los blancos y esperar mejores tiempos.
Kayerts y Carlier no desaparecieron, sino que siguieron sobre la tierra que empezaron a imaginar más grande y más vacía. No era tanto la absoluta y muda soledad del puesto lo que les impresionaba como un inexpresado sentimiento de que algo en ellos se había esfumado, algo que les había dado seguridad y había impedido que la selva se apoderara de sus corazones. Las imágenes de la patria, el recuerdo de hombres como ellos, de hombres que pensaban y sentían de su misma manera, retrocedieron a distancias que el brillo de un sol sin nubes hacía imposible de distinguir. Y desde el gran silencio de la selva que les rodeaba, su desesperanza y salvajismo parecía que se acercaba, los arrastraba suavemente, los contemplaba, los envolvía con una solicitud irresistible, familiar y repulsiva.
Los días se prolongaron en semanas; luego, en meses. Los de la aldea de Gobila tocaban tambores y gritaban a la luna nueva como antes, pero seguían sin acercarse a la factoría. Makola y Carlier intentaron una vez, en canoa, volver a establecer la comunicación; pero fueron recibidos por una lluvia de flechas y tuvieron que volver al puesto volando para salvar sus vidas. Aquel intento provocó en el territorio de arriba y abajo del río un alboroto que se pudo oír durante días. El vapor se retrasaba. Al principio hablaron despreocupadamente del retraso, luego con ansiedad, después sombríamente. El asunto se había vuelto muy serio. Los víveres escaseaban. Carlier lanzaba el sedal en la orilla, pero el río estaba bajo y no había peces en la corriente. No se atrevían a alejarse mucho de la factoría para cazar. Además tampoco había caza en el bosque impenetrable. Una vez Carlier mató a un hipopótamo en el río. No tenían ningún bote para recogerlo y se hundió. Cuando volvió a la superficie, fue lejos y las gentes de Gobila se apoderaron del cadáver. Fue ocasión para una fiesta nacional, pero Carlier tuvo un ataque de rabia y dijo que era necesario exterminar a todos los negros para que el país fuera habitable. Kayerts vagaba silenciosamente, sin rumbo; se pasaba horas mirando el retrato de su Melie. Era una chiquilla de largas trenzas descoloridas y rostro ligeramente agrio. Kayerts tenía las piernas hinchadas y apenas podía caminar. Carlier, debilitado por la fiebre, ya no podía andar contoneándose, sino que se tambaleaba con aire de no importarle nada, como convenía a un hombre que se acordaba de su maravilloso regimiento. Estaba ronco y se había vuelto sarcástico y proclive a decir cosas desagradables. Según él, «hablaba con franqueza».
Hacía mucho tiempo que había calculado sus porcentajes en el comercio, incluyendo el último trato de «ese infame de Makola». Había decidido también no hablar del asunto. Kayerts dudó al principio, tenía miedo del director.
—Ha visto cosas peores a las calladas —sostenía Carlier riéndose con ronca carcajada—. ¡Confía en él! No te lo va a agradecer si le dices la verdad. No es mejor persona que tú o que yo. ¿Y quién va a hablar si nosotros cerramos la boca? Aquí no hay nadie.
¡En eso radicaba el problema! No había nadie, y como estaban a solas con su debilidad se fueron convirtiendo cada vez más en un par de cómplices en vez de un par de amigos íntimos. Todas las noches decían: «Mañana aparecerá de vapor». Pero uno de los vapores de la Compañía había naufragado y el Director estaba ocupado, visitando factorías muy distantes e importantes en el río principal. Creía que aquélla era inútil y que los inútiles que en ella estaban podían esperar. Entre tanto, Kayerts y Carlier se mantenían comiendo arroz hervido sin sal y maldecían a la Compañía, a toda África y el día en que nacieron. Hay que haber vivido con semejante dieta para conocer el espantoso problema en que se convierte la necesidad de tragar comida. Literalmente no había en la estación más que arroz y café; bebían café sin azúcar. Los quince últimos terrones los había guardado Kayerts bajo llave, encerrado solemnemente, en una caja junto con media botella de coñac «para caso de enfermedad», según explicó. Carlier se mostró de acuerdo.
—Cuando se está enfermo —dijo—, cualquier extra viene bien.
Esperaban. La maleza empezó a crecer en el patio. Ya no sonaba la campana. Los días pasaban silenciosos, exasperantes y lentos. Cuando los dos hombres se hablaban, regañaban; y sus silencios eran amargos, como si estuvieran teñidos por la amargura de sus pensamientos. Un día, tras una comida de arroz hervido, Carlier tomó su café y lo dejó sin probarlo, diciendo:
—¡Maldita sea, vamos a tomar un café decente por una vez! ¡Saca el azúcar, Kayerts!
—Es para los enfermos —murmuró Kayerts sin levantar la vista.
—¡Para los enfermos! —se burló Carlier—. ¡Tonterías!... ¡Muy bien, yo estoy enfermo!
—Estás tan enfermo como yo y no lo voy a tocar —dijo Kayerts en tono pacífico.
—¡Venga, saca el azúcar, avaro, viejo traficante de esclavos!
Kayerts levantó la vista con rapidez. Carlier le sonreía con marcada insolencia. Y de pronto a Kayerts le pareció que nunca hasta entonces había visto a aquel hombre. ¿Quién era? No sabía nada de él. ¿De qué era capaz? Sintió en su interior un súbito estallido de violenta emoción, como si se encontrara en presencia de algo inimaginable, peligroso y definitivo.
Sin perder la compostura, consiguió decir:
—La broma es de muy mal gusto. No la repitas.
—¡La broma! —dijo Carlier inclinándose hacia adelante en su asiento—. Tengo hambre, estoy enfermo y no estoy bromeando. Odio a los hipócritas. Eres un hipócrita. Eres un traficante de esclavos. Yo soy un traficante de esclavos. No hay más que traficantes de esclavos en este maldito país. ¡Y, por supuesto, hoy pienso tomar azúcar con el café!
—Te prohíbo hablarme de ese modo —dijo Kayerts con cierta decisión.
—¿Tú? ¿Qué dices? —gritó Carlier y se puso en pie de un salto.
Kayerts se puso en pié también.
—Soy tu jefe... —comenzó a decir, intentando dominar el temblor de su voz.
—¿Qué dices? —chilló el otro—. ¿Jefe de quién? Aquí no hay jefes. No hay nada. Nada salvo tú y yo. Saca el azúcar, asno barrigudo.
—¡Cállate la boca y sal de esta habitación! — gritó Kayerts—. ¡Quedas despedido, miserable!
Carlier blandió un taburete. De repente se puso peligosamente serio.
—¡Fofo, civil inútil, toma! —aulló.
Kayerts se escondió bajo la mesa y el taburete pegó contra el tabique de hierba de la habitación. Luego, mientras Carlier intentaba dar la vuelta a la mesa, Kayerts, desesperado, le embistió a ciegas, con la cabeza baja, como un jabalí acosado, y derribando a su amigo corrió enloquecido a lo largo de la galería y se metió en su habitación. Cerró la puerta con llave, tomó su revólver y se quedó allí, jadeante. No había pasado ni un minuto cuando Carlier ya pegaba furiosas patadas en la puerta mientras aullaba:
—Si no sacas el azúcar te voy a pegar un tiro como a un perro. Ahora, uno, dos, tres. ¿No lo vas a hacer? Te voy a enseñar quién es el amo aquí.
Kayerts, creyendo que la puerta se venía abajo, escapó por un agujero cuadrado que hacía las veces de ventana. Les separaba la anchura de la casa. Pero al parecer el otro no tenía fuerzas suficientes para derribar la puerta y Kayerts le oyó correr. Luego comenzó a correr él también penosamente con sus piernas hinchadas. Corrió todo lo rápido que pudo con el revólver en la mano e incapaz de comprender lo que estaba ocurriendo. Vio sucesivamente la casa de Makola, la tienda, el río, el barranco y el monte bajo; y volvió a verlos cuando dio una segunda vuelta corriendo a la casa. Y corriendo con toda rapidez los vio una vez más. Esa misma mañana no habría podido caminar ni una yarda sin resoplar.
Y ahora corrió. Corrió con la suficiente rapidez como para apartarse de la vista del otro hombre.
Luego, cuando débil y desesperado pensaba: «Antes de que termine la próxima vuelta moriré», escuchó al otro hombre tropezar pesadamente y luego detenerse. También él se detuvo. Estaba en la parte trasera de la casa y Carlier ante la fachada, como antes. Le escuchó dejarse caer en un sillón maldiciendo y de pronto sus piernas cedieron y se deslizó, sentándose contra la pared. Su boca estaba seca como la ceniza y su rostro, húmedo de sudor y de lágrimas. ¿Qué pasaba? Pensó que todo era una horrible ilusión; creyó estar soñando, que iba a volverse loco. Después de un rato volvió en sí. ¿Por qué habían reñido? ¡Por el azúcar! ¡Qué absurdo! Se lo daría, no lo quería para nada. Y empezó a incorporarse con un repentino sentimiento de seguridad. Pero antes de incorporarse del todo tuvo un destello de sentido común, que le llenó de nuevo de desesperación. Pensó: «Si cedo ahora ante ese animal de soldado, el horror recomenzará mañana y al día siguiente y todos los días, cada vez tendrá más pretensiones, me pisará, me torturará, me convertiré en su esclavo, ¡estaré perdido! ¡Perdido! El vapor puede tardar días, tal vez no llegue nunca». Tuvo un temblor tan fuerte que se vio obligado a sentarse de nuevo. Se estremeció, desesperado. Sintió que no podía moverse y que tampoco se movería ya más. Estaba completamente obsesionado por la súbita percepción de que nada tenía sentido, de que en aquellos momentos tanto la vida como la muerte se habían convertido en algo igualmente difícil y terrible.
En seguida oyó que el otro tiraba su sillón; se levantó de un salto con extrema facilidad. Escuchó y se sintió confuso. ¡Tengo que correr otra vez! ¿Hacia la derecha o hacia la izquierda? Oyó pasos. Echó a correr hacia la izquierda, empuñando el revólver, y en ese mismo instante, o así le pareció, chocaron violentamente. Los dos gritaron sorprendidos. Se produjo una ruidosa explosión entre ambos, una llamarada de fuego rojo y humo espeso; y Kayerts, ensordecido y cegado, se volvió apresuradamente pensando: «Me ha dado, todo ha terminado». Esperaba que el otro se le acercara para gozar de su agonía. Se agarró a un montante del tejado: «¡Todo ha terminado!» Luego escuchó una estrepitosa caída en el otro lado de la casa, como si alguien hubiera caído de cabeza sobre una silla; luego, silencio. No pasó nada más. No murió. Sólo sentía como si su hombro se hubiera dislocado. Había perdido el revólver. ¡Estaba desarmado y desesperado! Esperó su fin. El otro hombre no hacía ruido alguno. Era una estratagema. ¡Estaba acechando! Pero ¿por qué lado? ¡Quizá estuviera apuntándole en ese mismo instante!
Después de unos momentos de horrible y absurda agonía decidió ir al encuentro de su destino. Estaba dispuesto a rendirse. Dio la vuelta a la esquina, apoyando la mano en la pared para tranquilizarse, dio unos pasos y casi cayó desmayado. Había visto en el suelo, sobresaliendo de la otra esquina, un par de pies vueltos hacia arriba. Un par de pies blancos, desnudos, calzados con zapatillas rojas. Se sintió mortalmente enfermo y durante un momento permaneció en una profunda oscuridad. Luego, Makola apareció ante él diciendo tranquilamente:
—¡Venga, señor Kayerts! ¡Está muerto!
Estalló en lágrimas de gratitud; un ruidoso ataque de llanto. Al cabo de un rato se encontró sentado en una silla mirando a Carlier, que yacía de espaldas. Makola estaba de rodillas al lado del cuerpo.
—¿Es éste su revólver? —preguntó Makola levantándose.
—Sí —dijo Kayerts. Luego, con rapidez—: ¡Corría detrás de mí para dispararme, tú lo viste!
—Sí, lo vi —dijo Makola—. Solamente hay un revólver; ¿dónde está el de él?
—No lo sé —susurró Kayerts, con una voz que de pronto se tornó muy débil.
—Iré a buscarlo —dijo el otro suavemente.
Dio la vuelta a la galería mientras Kayerts permanecía sentado mirando el cuerpo. Makola volvió con las manos vacías, quedó sumido en sus pensamientos, luego entró tranquilamente en la habitación del muerto y salió con un revólver que enseñó a Kayerts. Kayerts cerró los ojos. Todo empezó a girar en torno suyo. La vida era ahora más difícil y más terrible que la muerte. Había matado a un hombre desarmado.
Después de meditar un rato, Makola dijo suavemente, señalando al muerto que yacía con el ojo derecho reventado:
—Murió de fiebre.
Kayerts le miró sin expresión.
—Sí —repitió Makola pensativamente, pasando por encima del cuerpo—. Creo que murió de fiebre. Lo enterraremos mañana.
Y se fue lentamente hacia su esposa, que lo estaba esperando, dejando a solas a los dos hombres blancos en la galería.
Llegó la noche y Kayerts se sentó inmóvil en su sillón. Se sentía tranquilo, como si hubiera tomado una dosis de opio. La violencia de las emociones que había experimentado le producía una sensación de agotada serenidad. Había vivido en una corta tarde todas las profundidades del horror y de la desesperación y ahora había encontrado el reposo en la convicción de que la vida ya no tenía secretos para él: ¡ni tampoco la muerte! Se sentó junto al cadáver, pensando; pensaba intensamente, le sobrevenían nuevos pensamientos. Le parecía que se había desprendido de sí mismo por completo. Sus antiguos pensamientos, convicciones, gustos y antipatías, las cosas que respetaba y las que aborrecía se le presentaban ahora bajo su verdadera luz. Parecían despreciables e infantiles, falsas y ridículas. Se sentía a gusto con su nueva sabiduría, sentado junto al hombre que había matado. Discutía consigo mismo sobre todas las cosas que había bajo el cielo, con esa especie de extraviada lucidez propia de algunos lunáticos. De paso reflexionó que, de todos modos, el muerto era una bestia dañina; que diariamente se morían miles de personas, tal vez centenares de miles —¿quién podía saberlo?—, y que en esa cantidad una muerte más no importaba; no tenía importancia, al menos para una criatura capaz de pensar. El, Kayerts, era una criatura capaz de pensar. Hasta aquel momento de su vida había creído muchos absurdos, como el resto de la Humanidad, formada por tontos; ¡pero ahora podía pensar! Se sentía en paz; conocía bien la filosofía más elevada. Luego intentó imaginarse muerto y a Carlier sentado en su sillón, contemplándole; y lo consiguió de tal forma que en pocos instantes ya no supo quién estaba muerto y quién estaba vivo. Esa extraordinaria conquista de su imaginación, sin embargo, le dejó estupefacto y tuvo que hacer un complicado y oportuno esfuerzo mental para salvarse a tiempo de convertirse en Carlier. Su corazón palpitó y sintió calor en todo su cuerpo pensando en el peligro pasado. ¡Carlier! ¡Qué cosa más bruta! Para tranquilizar sus excitados nervios —¡no era sorprendente que estuvieran así!— intentó silbar un poco. De pronto se quedó dormido o, al menos, creyó dormir; pero había niebla y alguien había silbado en aquella niebla.
Se incorporó. Era de día y una pesada bruma había descendido sobre la tierra; una bruma penetrante, envolvente y silenciosa; la bruma matinal de las tierras tropicales; la bruma que se pega y que mata; la bruma blanca y mortífera, inmaculada y venenosa. Se puso en pie, miró el cadáver y alzó los brazos dando un grito como el de un hombre que, al despertarse de un trance, se encuentra para siempre en una tumba.
—¡Socorro, Dios mío!
Un alarido inhumano, vibrante y repentino, atravesó como un afilado dardo la blanca mortaja de aquel país de tristeza. Le siguieron tres chillidos cortos e impacientes, y luego, durante un rato, las coronas de niebla siguieron rodando tranquilas en el formidable silencio. Siguieron luego muchos más chillidos rápidos y penetrantes, como los gritos de alguna exasperada y despiadada criatura, que desgarraron el aire. El progreso llamaba a Kayerts desde el río. El progreso, la civilización y todas las virtudes. La sociedad llamaba a su hijo ya formado para que fuera, para que lo atendieran, lo instruyeran, lo juzgaran, lo condenaran; le llamaba para que volviera a aquel montón de basura que había dejado atrás, para que se hiciera justicia.
Kayerts escuchó y entendió. Bajó tambaleándose de la galería, dejando al otro hombre completamente solo por primera vez desde que les habían arrojado allí a los dos juntos. Marchó a tientas en la niebla, clamando en su ignorancia al cielo invisible para que deshiciera su obra. Makola pasó rápidamente entre la bruma, gritándole mientras corría:
—¡El vapor! ¡El vapor! No pueden ver. Están llamando a la factoría. Voy a tocar la campana. Baje al embarcadero, señor. Yo tocaré.
Desapareció. Kayerts permaneció quieto. Miró hacia arriba; la niebla rodaba baja, por encima de su cabeza. Miró en torno suyo como un hombre perdido; vio una mancha oscura, una mancha en forma de cruz emergiendo entre la cambiante pureza de la bruma. Empezó a caminar tambaleándose hacia ella, mientras la campana de la estación, con sus tumultuosos repiques, respondía al impaciente clamor del vapor.
El Director Gerente de la Gran Compañía Civilizadora (ya sabemos que la civilización sigue al comercio) desembarcó el primero y sin detenerse dejó atrás al vapor. La niebla río abajo era cada vez más densa; arriba de la estación la campana sonaba incesante y bronca.
El Director gritó en voz alta al vapor:
—No ha bajado nadie a recibirnos; tal vez haya pasado algo, aunque suena la campana. ¡Es mejor que vengan también!
Y empezó a subir trabajosamente por la empinada orilla. El capitán y el maquinista del vapor subieron tras él. Mientras subían, la niebla comenzó a disiparse y pudieron ver al Director a buena distancia. De pronto le vieron caminar más aprisa, llamándolos por encima del hombro:
—¡Corran! ¡Hacia la casa! He encontrado a uno de ellos. ¡Corran y busquen al otro!
¡Había encontrado a uno de ellos! Y hasta un hombre como él, de variadas y desagradables experiencias, se sintió un tanto descompuesto por el encuentro. Se quedó en pie y buscó afanosamente en sus bolsillos una navaja mientras miraba a Kayerts, que estaba colgado por una cuerda de cuero de la cruz. Evidentemente, había subido a la tumba, que era alta y estrecha, y después de atar el extremo de la correa al travesaño, se había dejado caer. Los dedos de sus pies estaban a sólo unas pulgadas de la tierra; sus brazos colgaban, tiesos; parecía estar rígidamente cuadrado en posición de firmes, pero con una mejilla de color púrpura juguetonamente posada sobre su hombro. Y, con indolencia, mostraba su hinchada lengua al Director Gerente.


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domingo, 8 de mayo de 2011

Educación científica de calidad basada en una tecnología oportunamente estratégica

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por Aurora Martínez-Romero1 y José Luis Ortega-Sánchez2
1 Universidad Juárez del Estado de Durango - México
2 Universidad Autónoma Chapingo - México



Opinión: Educación científica

El concepto de educación se refiere a la transmisión de conocimientos, valores, costumbres, está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes. Educación escolarizada es principalmente la educación básica, es la presencial. La educación abierta y a distancia se diferencia de la educación presencial, se valora el conocimiento, la superación personal y la realización como individuo. Hay un facilitador, un acompañante, el aprendizaje es en forma independiente, se puede tomar en cualquier lugar y en cualquier momento, en diferentes ritmos, adaptable a los tiempos en disponibilidad de cada individuo, en este tipo de educación se aprovecha el uso de métodos y técnicas innovadoras. La educación en línea utiliza la red internet para realizar el proceso enseñanza-aprendizaje, es un tipo de educación a distancia porque el estudiante no se encuentra en algún sitio específico, sino que aprende en su oficina o en su hogar, no cuenta con maestro en forma presencial.

La educación superior para adultos con experiencia docente es una propuesta curricular para ofrecer educación superior de calidad a los adultos. Cuyo objetivo principal es ofrecer a los individuos con experiencia profesional en cualquier ámbito profesional, en situación de rezago educativo una educación superior, vinculada con temas y opciones de aprendizaje basados en sus necesidades e intereses según la actividad en que se desempeñen, tratando de enriquecer en todo lo posible el desempeño realizado hasta el momento.

El presente plantea el tratamiento de contenidos y temas educativos basados en sus experiencias, saberes y conocimientos de los educandos en edad adulta que, a lo largo de la vida, las personas han desarrollado una gran capacidad para aprender.

Dar la oportunidad de otorgar educación superior a individuos que por alguna causa no pudieron concluir estudios de licenciatura, dará la posibilidad de aspirar al mejoramiento del nivel de vida, mejor bienestar en los ámbitos personal, familiar, profesional y social, y brinda una ventaja evidente frente al entorno que avanza rápidamente hacia una nueva sociedad del conocimiento con una buena área de oportunidad como son las Tecnologías de la información y comunicación y darle a la educación presencial un valor añadido, la educación virtual, este es el factor clave para la innovación y la mejora de la calidad educativa en las instituciones. No se pretende que la educación convencional desaparezca, solo se pretende transformarla, optimizando recursos, es necesaria una fase de adaptación y que alcance los objetivos formativos.

El mundo cambiante en que vivimos exige al docente ser un mediador racional, modificar el proceso Enseñanza-Aprendizaje y tenemos que adecuarnos a la revolución tecnológica. Las nuevas generaciones tienen la habilidad adecuada en el manejo de los actuales medios de comunicación y nosotros los adultos dedicados a la impartición de la educación no podemos quedarnos atrás, porque provocaríamos un retroceso no solo en nosotros mismos, sino en las nuevas generaciones que vienen con mucho ímpetu.

Ahora, hay nuevas tecnologías de la información y comunicación, hay que adecuarse a los nuevos sistemas educativos, no debemos resistirnos a continuar con una educación tradicional centrada en el transmisión del saber, debemos de centrarnos en los nuevos roles y en las competencias profesionales que proporcionan al alumno un nuevo conocimiento adecuado y a enfrentar la demanda creciente de nuestro país. Si no cambiamos nuestra forma de trabajar no podemos orientar a los alumnos a ir a la vanguardia de la nueva tecnología y formaríamos alumnos no competitivos. Adentrarnos a la revolución tecnológica nos permitirá estar ante una sociedad del conocimiento competitiva, ante una sociedad de la información actualizada y bien documentada, ahora la educación se debe centrar a fortalecer el trabajo del individuo en formación. No perder de vista que la educación es la base del conocimiento, el conocimiento es la base de la información y la información como la base del desarrollo. Por todo esto debemos integrar la nueva tecnología de información y comunicación a nuestro proceso enseñanza-aprendizaje, se va a favorecer el autoaprendizaje y se logrará un aprendizaje significativo, adentrándose al mundo de la búsqueda, selección y acopio de información de calidad.

Por lo tanto, esta oferta educativa va orientada a actualizar a los individuos dedicados a la docencia que debemos de ir acorde a las demandas laborales y sociales de nuestro país, económicas, culturales, educativas, industriales, etc., se debe abrir paso a la educación en la modalidad de enseñanza a distancia y enseñanza virtual, dando la oportunidad de este nuevo tipo de enseñanza-aprendizaje a toda la población que tenga la limitante de no poder acceder a una institución educativa.

El aprender a incursionar a la sociedad de la información potencializará el aprendizaje significativo a lo largo de la vida de todo individuo. El educando y el facilitador con el dominio de las nuevas tecnologías serán capaces de tener acceso a la información de calidad, podremos buscar, seleccionar, organizar, evaluar, usar y recuperar información pertinente y actualizada para aprovechar las habilidades en la interpretación y análisis de la información, para dirigir acertadamente la solución de problemas que aquejan nuestra sociedad, esto hará flexible y oportuno el proceso educativo, transformado en una interacción, en retroalimentación alumno-mediador.

Surge la necesidad de implementar una reforma curricular que debe estar fundamentada sobre el sustento de una evaluación continua, diagnósticos profundos en cada área del plan de estudios, este seguimiento es necesario para mejorar la calidad académica y así lograr en todo lo posible articular la teoría con la práctica para así adquirir un aprendizaje significativo basado en la actualización y en la pertinencia, también es importante, no perder de vista la articulación de la docencia con la investigación. A través de la implementación de academias se podrá someter el plan de estudios, los programas y a los docentes, hacia una reforma curricular, para evaluar si se están logrando los objetivos planteados, el rediseño de un plan de estudios mejorará la calidad académica, con profesores debidamente preparados e identificados con la misión y visión de la institución que albergue la educación de calidad.

El proceso de reforma curricular deberá adaptarse al cambio cultural y social, para satisfacer la demanda de nuestra sociedad, de nuestro país, adaptándonos a las exigencias de los nuevos tiempos. El nacimiento de la nueva teoría educativa nos orienta hacia la necesidad de adoptar una teoría curricular al rediseñar los planes y programas de estudio, esto nos llevará a una cultura de competencia laboral, hacia una mejora continua, hacia la excelencia, aparte de aplicar el racionalismo, se debe aplicar el constructivismo para maximizar el uso de nuestros recursos materiales, las nuevas tecnologías, nos permitirán ir a la vanguardia de la educación, considerando el mundo cambiante, que permite el uso de medios de enseñanza como las computadoras, además las prácticas en los laboratorios y talleres harán que nuestros estudiantes tengan la capacidad de integración a la sociedad como ciudadanos y como trabajadores competitivos.

La educación virtual es un nuevo proceso de aprendizaje y la transmisión del conocimiento a través de redes modernas de comunicación para personas que no pueden acceder a la escuela tradicional o llevar cursos de manera tradicional, se basa en el aprendizaje significativo, el alumno produce su propio conocimiento, el profesor solo le proporciona herramientas para que lo construya, el estudiante establece y organiza sus tiempos de aprendizaje.

La educación escolarizada es una forma de la educación inicial, es la educación medular en todo individuo, necesita personal capacitado para otorgar el mejor servicio posible brindado a niños y adolescentes. Este tipo de educación es presencial donde debe existir "un mensaje", en donde hay un emisor y un receptor, y el escenario es un aula con cuatro paredes.

La educación inicial tiene un programa conocido como “escuela de padres”, en donde se les orienta y brinda la asesoría necesaria y oportuna para dar a los individuos una mejor educación. Se pretende favorecer la comunicación entre padres e hijos, entre docentes y padres, y entre docentes e hijos. Hay lujares donde se brinda apoyo a la comunidad, como desayunos y/o comidas con solo aportar una cantidad simbólica para que los niños se alimenten bien y tengan mayor capacidad de retención del nuevo conocimiento. Se brinda asesoría y seguimiento a los alumnos y a padres de familia y más aún si se detecta algún problema de conducta en el educando.

Actualmente, hay una modalidad de la educación inicial no escolarizada. La educación inicial y preescolar fortalece el desarrollo físico, mental, emocional, afectivo, cognoscitivo y social de los individuos, con la finalidad de formar hábitos, actitudes y valores que van a ser determinantes en su formación. La educación escolarizada en su etapa inicial promueve el desarrollo personal a través de la identificación de situaciones y oportunidades que le permitan ampliar y consolidar su estructura mental, lenguaje, psicomotricidad y afectividad, contribuye al conocimiento y al manejo de la interacción social, estimulándolo para participar en acciones de integración y mejoramiento de la familia, la comunidad y la escuela. Estimula, incrementa y orienta la curiosidad para iniciarlo en el conocimiento y comprensión de la naturaleza, así como el desarrollo de habilidades y actitudes para conservarla y corregirla enriquece las prácticas de cuidados y atención por los padres de familia y los grupos sociales donde conviven los educandos. Ampliar los espacios de reconocimiento en la sociedad en que viven, propiciando un clima de respeto y estimulación para su desarrollo.

Actualmente, existen las tecnologías de la información y comunicación y hay que adecuarse a los nuevos sistemas educativos, para lograr un verdadero progreso educativo, nos resistirnos a continuar con una educación tradicional, debemos de centrarnos en los nuevos roles y en las competencias profesionales que proporcionan al alumno un nuevo conocimiento adecuado y a enfrentar la demanda creciente de nuestro país.

Para poder adentrarse al mundo de las competencias laborales en el proceso de formación profesional se debe proporcionar a los docentes y educandos conocimientos, habilidades, hábitos, destrezas, procedimientos, valores, actitudes, conductas, cualidades de la personalidad donde el individuo alcance su individualidad y un desarrollo del pensamiento y formaciones psicológicas más amplias y profundas que traen como resultado un desempeño efectivo de su labor.

Tener la oportunidad de adentrarnos a la nueva información y planearlo como una educación necesaria para el mejor desempeño docente nos dará la oportunidad de actualizarnos e ir a la vanguardia de la educación. Esto llevará al alumno y al docente a descubrir un ente que no conocía y que descubrirá poco a poco, y sabrá de lo que es capaz de realizar, sin miedo a emprender, a innovar, a descubrir, no solo darse cuenta de lo que es capaz de realizar sino a aprender a aprehender, adueñarse del conocimiento para lograr sus metas y su realización plena.

La gestión de recursos humanos incluye los procesos necesarios para emplear con la mayor eficacia posible a la gente que participa en un proyecto, individuos capaces de producir conocimiento, que realicen un seguimiento y evaluación del impacto de las acciones implementadas para estimular el autoempleo.

La gestión de las comunicaciones comprende los procesos necesarios para asegurar que la generación, recopilación, difusión, almacenamiento y aplicación final de la información del proyecto se lleven a cabo apropiada y puntualmente, con propósitos de control y seguimiento.

La gestión de riesgos abarca los procesos relativos a la identificación, el análisis y el control de los riesgos en la generación de proyectos. Comprende la maximización de los resultados de los acontecimientos positivos y la minimización de las consecuencias de los acontecimientos adversos. Utilizar herramientas estadísticas para llevar un seguimiento del estado de avance de un proyecto e informar sobre éste, para establecer medidas de diagnóstico costo-beneficio para una sociedad cambiante y competitiva.

En el caso de que no se cumplieran los requisitos mínimos establecidos, se elaborará un plan de mejoras que solucione o prevenga en un futuro los problemas detectados.

Al implementar un nuevo modelo educativo dirigido a un grupo social de individuos que comparten intereses comunes como la edad, se debe considerar que una reestructuración por edades depende de un contexto histórico y nacional concreto.

Los adultos dedicados a la docencia para definir sus derechos, responsabilidades, metas y desafíos, se enfrentan a problemas relacionados a diversas situaciones, como a cambios demográficos, contaminación, carencia de recursos naturales, desintegración familiar, carencia de valores, de paz mundial, pérdida de recursos naturales no renovables, entre otros, esta carencia de condiciones limitan su desarrollo integral.

Por lo que, es necesaria su plena participación en la sociedad para contribuir a preservar la salud, contar con buena educación, vivir con valores, no ser discriminados, salvaguardar la paz, proteger el medio ambiente, mejorar la calidad de vida, entre otros.

El objetivo de la existencia de un plan de estudios utilizando las tecnologías actuales es formar una ciudadanía aún más activa, que venga a enriquecer el conocimiento fundamentado en un conocimiento empírico y reforzado por la adquisición de nuevos conocimientos basado en la tecnología moderna, por lo que, se debe reestructurar un plan de trabajo continuamente para ampliar, reconocer y explorar nuevos campos de experimentación, suscitar la autonomía de los adultos dedicados a impartir la educación en nuestro país, de esta manera se promoverá el autoaprendizaje tanto en alumnos como en los docentes basado en la tecnología de vanguardia, la autogestión, defender sus valores, hacerles saber que constituyen la parte medular de una sociedad cambiante.

Se debe seguir implementando en ellos, a los individuos autoempleadores, emprendedores, diseñadores y constructores de su propio destino, que sean dirigentes, creativos, con iniciativa y habilidad para convencer con fundamentos sobre la necesidad de cambiar, de eliminar vicios observados a lo largo de su trayectoria profesional tanto personales como profesionales, siempre en beneficio de una organización, de una comunidad, de un país.

Se debe pensar en un nuevo plan de estudios que maximice la potencialidad de un grupo de individuos en edad adulta, mejorar la calidad de las actividades a realizar que orienten a mejorar el conocimiento de la edad madura para enfrentar nuevos retos y tener las habilidades necesarias para satisfacer necesidades emergentes con democracia participativa y cooperativa, reforzando así, una ciudadanía activa a través de trabajos coordinados y con integración óptima.

Al final, se conseguirá que los jóvenes adultos o adultos tengan acceso a mayores y mejores oportunidades dentro del ámbito laboral, dándoles la oportunidad de consolidar estudios de educación superior, seguirse integrando a la sociedad conscientes de su gran potencialidad productiva, con conciencia histórica y valores profesados, conseguirán un nivel de educación más digno con una formación integral, con mayor apertura para la movilidad, una vida personal, familiar y profesional plena.

El plan de estudios debe estar sujeto a mecanismos de evaluación que dictaminen su pertinencia, eficiencia y eficacia. El acceso a la Internet, da la oportunidad de conocer no solo el objeto de estudio que nos ocupe, sino a tener acceso a un conocimiento amplio, a una información científica acerca de temas de interés, temas que aquejan a la sociedad de que formamos parte, optimizar el acceso a poder realizar investigación básica e implementar la investigación-acción, implementar programas de cultura general, de intervención certera y oportuna, apostándole a la socialización del conocimiento que nos redituará un esfuerzo compartido siempre en beneficio de la sociedad.

El uso de las tecnologías de la información y comunicación es un modelo de capacitación oportuno y pertinente que da la oportunidad de identificar nuevas estrategias e implementar acciones para disminuir alguna problemática identificada en nuestro entorno, proporcionar medidas preventivas, de mejora para la salud, economía y sociedad. Debe llevarse a cabo una autoevaluación, valorar si se está trabajando con ética profesional, identificar nuestras debilidades para convertirlas en fortalezas y así poder identificar las oportunidades de mejora, para otorgar un servicio de calidad.

Actualmente, el desempeño del personal académico se ha desvirtuado, se ha dejado a un lado el verdadero objetivo que tiene la docencia, se quiere ganar mucho por nada, los educandos merecen un servicio de calidad, urge hacer conciencia de la necesidad de satisfacer la demanda de una población vulnerable y desvalida, que confía plenamente en un personal docente que ha perdido la noción de la importancia en la aplicación de los valores que tanto se pregonan.

Se sabe que, los empleos son escasos pero, si se tiene la firme misión de formar personal competitivo, las pocas oportunidades que se presenten, serán para los más preparados y más actualizados, estudiantes que se hayan formado con la visión de que los individuos egresados están listos para enfrentarse a cualquier área del ámbito laboral con un futuro prometedor.



Revista QuímicaViva
Número 1, año 8, Abril de 2009
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - UBA



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Whitney Houston canta con nostros

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It's Not Right But It's Okay



Friday night you and your boys went out to eat
Then they hung out, but you came home around three, yes, you did
If six of y'all went out, ah
Then four of you were really cheap, yeah
'Cause only two of you had dinner, I found your credit card receipt

1-It's not right, but it's ok
I'm gonna make it anyway
Pack your bags, up and leave
Don't you dare come running back to me
It's not right, but it's ok
I'm gonna make it anyway
Close the door behind you, leave your key
I'd rather be alone than unhappy

I'm packin' bags so you can leave town for a week, yes I am
The phone rings and then you look at me
(Why'd you turn and looked at me?)
You said it was one of your friends down on 54th street, boy
So why did 213 show up on your caller ID

(I've been through all of this before)
I've been through all of this before
(So how could you think)
Don't think about it, don't think about it
(That I would stand around and take some more)
Ain't gon' get yours (Things are gonna change)
Things are gonna change, baby (Cuz I won't be your fool anymore)
You don't stand a chance, boy (That's why you'll have to leave)
Say yeah, yeah, yeah, yeah (So don't turn around to see my face)
Don't you turn around
There's no more tears left here for you to see

Was it really worth you going out like that
Tell me boy, see I'm moving on, and I refuse to turn back, yeah
See all of this time I thought I had somebody down for me
It turns out you were making a fool of me, yeah


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La genoeconomía, interacción entre genética y ambiente

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por Inma Salazar Burgos



La Genoeconomía estudia la interacción genética con el ambiente social para explicar comportamientos económicos, la percepción del riesgo y, en última instancia, para identificar la base genética de la diversidad humana, según Arcadi Navarro, del Instituto de Biología Evolutiva.



La Genoeconomía, palabra acuñada hace unos años por investigadores islandeses, consiste en el estudio de la interacción de la variación genética individual con nuestro ambiente social para explicar caracteres de tipo económico, todos específicamente humanos, como nuestra percepción sobre la justicia de un intercambio o nuestra capacidad de pensamiento estratégico.

Éstas han sido algunas de las conclusiones de Arcadi Navarro i Cuartiellas, del Instituto de Biología Evolutiva y del Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados, que ha impartido la conferencia Genes, Dinero y Darwin: una nueva aproximación al estudio de la evolución humana, dentro del II Ciclo de Conferencias Visiones del Ser Humano, organizado por la Cátedra Tomás Pascual Sanz-Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana.

La Genoeconomía está llamada a proporcionar respuestas a algunas de las preguntas que Darwin se hizo. Para el investigador "se trata de un campo multidisciplinar muy emocionante que responderá preguntas que nos acercarán a la historia evolutiva. Será una fuente de nuevas preguntas que ahora mismo no podemos concebir". Puede ofrecer una nueva visión a cuestiones como por qué los humanos pasamos de estructuras económicas basadas en tribus o agrupaciones pequeñas de decenas de personas con intercambios muy sencillos a tener estructuras económicas complejísimas.

Navarro ha explicado a DM que las investigaciones en neuroeconomía "han servido para poner a prueba y acabar rechazando algunas de las preconcepciones más básicas de la economía. Por ejemplo, estos experimentos mostraron en los ochenta que los humanos no somos individuos egoístas ni maximizadores racionales del propio beneficio. Resulta sorprendente también que haya genes que parecen estar relacionados con nuestro comportamiento económico". Precisamente, una de las tendencias humanas demostradas por los economistas experimentales, "y cuya base genética no comprendemos, es que los humanos tenemos una percepción errónea del riesgo, no somos capaces de entender riesgos a largo plazo que impliquen probabilidades extremas, eventos improbables o casi seguros; no estamos programados para eso porque en el Pleistoceno no se daban".

Comportamientos
Por tanto, los humanos "tenemos preferencias respecto a nuestros semejantes, al riesgo, al tiempo, más o menos paciencia, más o menos cariño hacia el prójimo, y esta diversidad de comportamientos nos diferencia de otras especies, al igual que algunos comportamientos sorprendentes". En esta línea, los maximizadores racionales del beneficio propio, los que son el Homo Economicus de los que hablaban John Stuart Mill o Adam Smith, son los chimpancés. "Es sorprendente que nuestros parientes evolutivos más cercanos se comporten como el Homo Economicus y nosotros no".

La novedad que aporta la Genoeconomía al estudio de la evolución humana es doble. En primer lugar, "aspira a entender la estructura genética de algunos comportamientos humanos básicos relacionados con el comportamiento económico, que está en la base de nuestro comportamiento social" y, en segundo lugar, una vez entendida esta arquitectura genética, "podemos empezar a hacer genómica comparada. Si identificamos cuál es la base genética de la diversidad humana en distintos comportamientos podremos ver cómo son estas variantes genéticas en otros organismos vivos, como los chimpancés, pero también extintos, como los Neandertales".



Diario Médico 28/4/2011


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Mundialización informativa, informacional y cultural

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por Marcio Iorio Aranha
Profesor de la Universidad de Brasilia




INTRODUCCIÓN

Constituye el principal objeto de preocupación de este artículo el enfrentamiento del siguiente asunto: ¿Hay algún concepto ó conjunto compartido de conceptos sobre el término mundialización, que no se pierda en imágenes mas o menos obscuras, capaz de, al fin, orientar una visión crítica sobre el asunto de la cultura en una sociedad mundial? ¿Hay un significado ó, conjunto de significados, de matriz semejante capaz de fijar la lectura en una idea socialmente compartida? ¿Qué significados del término mundialización pueden reclamar el reconocimiento de nuevos enfoques en el discurso de las ciencias sociales? En fin, ¿la comprensión del bien económico del análisis de los sistemas mundiales es suficiente para la investigación científica social?

Este artículo enfocará estos significados no en la tentativa de uniformizar el concepto en cuestión, sino en la de detectar la novedad y la antigüedad de sentidos que el término mundialización resucita y a los cuales da una nueva visión; retirándose de ahí su importancia no necesariamente en evidenciar fenómenos nuevos, sino en revelar nuevas formas de viejos fenómenos y enriquecer, con eso, el arsenal discursivo que un nuevo término proporciona en su incesante proceso de modelación social. Recuérdese que el hecho de ser "plurívoco" –que sirva de testimonio los 21 conceptos de paradigma encontrados en la Estructura de las Revoluciones Científicas de Thomas Kuhn1– no lo desautoriza en su pretensión de innovar enfoques, que por si solo representa un momento creativo del vivir científico.



SENTIDOS Y ORÍGENES DE LA MUNDIALIZACIÓN

Categorizar los sentidos de mundialización y sus orígenes es un buen punto de partida para el reconocimiento de nuevos enfoques. En este esfuerzo, se puede identificar básicamente dos tipos conceptuales claramente distintos por sus orígenes y formas de presentación en autores representativos.

El primero privilegia una dimensión específica de la mundialización centrada en enfoques políticos y económicos; privilegia el enfoque de la mundialización como reflejo de un significado predominante y orientador de los demás. Ya el otro tipo conceptual se centra en enfoques eminentemente socio–culturales, revelando exposiciones sobre la mundialización como categoría multi–causal, presentándose como noción, resultado de contribuciones más imprecisas, en fin, de síntesis aún indeterminada de una realidad compleja de transformación de las relaciones políticas, económicas y sociales.



Mundialización sobre parámetros determinantes políticos y económicos

Encarado como término que abriga enfoques unilaterales predominantes sobre los puntos de vista políticos y económicos, la mundialización, en este sentido, representa orientaciones polarizadas por los conceptos de Estado nacional y de sistema–mundo y, por tanto, pautada en cogitaciones tan antiguas cuanto estos conceptos.

Wallerstein identifica el sistema–mundo (world–system) como unidad de análisis para comprensión de los cambios de la sociedad. Al definir el sistema–mundo como su herramienta conceptual, busca huir a la crítica de que, al estudiarse la modernidad a partir de los conceptos de Estado soberano ó de sociedad nacional, se estaría estudiando "evoluciones dentro de evoluciones"2, o sea, se estaría estudiando unidades de análisis que delimitarían artificialmente un sistema social. El único sistema social capaz de reflejar la modernidad seria, el sistema–mundo. El sistema–mundo moderno de Wallerstein se presenta como una entidad económica y no política, que se define a partir de la economía–mundo capitalista europea de final del siglo XV e inicio del siglo XVI.3 El significado del sistema–mundo no se da, por tanto, por la remisión a un sistema que englobe todo el planeta, mas porque "él es mayor que cualquier unidad jurídica ó políticamente definida"4.

Dentro de los significados abarcados por esta topología, existen cuatro significados más evidentes: el primero de ellos utiliza la mundialización como la forma especial de aceleración de la movilidad mundial atingida con el declino del modelo de Estado del Bien Estar Social del siglo XX. Designaría tanto la causa como la consecuencia de este estado de cosas característico del debilitamiento del Estado del Bien Estar Social. En este sentido, la mundialización reflejaría el abandono del individuo a su suerte por el debilitamiento del poder y de la voluntad normalizadora estatal. Aquí, la mundialización se destaca del interés específico de un grupo ó de un agregado económico y se reviste de vivencia propia plasmada en el respaldo estatal, cuya convivencia con las fuerzas generadas de sus debilidades, solo depende de su voluntad.

Así, la mundialización se institucionalizaría en este movimiento de decadencia estatal mediante las caídas de las reglamentaciones ecológicas, sindicales, asistenciales y fiscales, estas últimas principalmente en relación al comercio internacional, y este movimiento ya pasa a ser atribuido a una orientación de política estatal de sumisión a determinaciones cuyo poder no es mas posible de oposición por los Estados nacionales.

En este sentido, ya se está adoptando otro enfoque de mundialización. Se trata de la política de la mundialización. En términos más precisos, se quiere con esto decir que el discurso de la mundialización es apropiado para designar una postura diseminada por los Estados nacionales de sumisión a los designios de un mercado transnacional: es la reacción estatal frente a la amenaza, como también la acción estatal en dirección al deseo de acompañar el movimiento de su fragilización. En este último sentido estarían incluidas las propaladas políticas de desreglamentación de sectores económicos y de subsistemas jurídicos –ecológico, laboral, asistencial, sindical, fiscal, sanitario, educacional, energético, telecomunicacional, de consumo–. Este segundo sentido del tipo conceptual firmado en parámetros determinantes políticos y económicos es también designado de forma más ácida y menos limitada como la mundialización de la política, en que la economía subordinaría la política, bloqueando la tentativa de esta última de determinación de espacios jurídicos, sociales y ecológicos de la economía.

Una visión más profunda, entretanto, del fenómeno que sale del binomio simplificador Estado–mercado, es expresa en Fredric Jameson al analizar el fin del arte en Hegel en su comparación entre modernismo y pos–modernismo. Sobre este enfoque, por el bien de la verdad ya destacado de una predominancia de la economía por sus presuposiciones teóricos, pero aun preso a la idea de mercantilización de la realidad en escala mundial, por intermedio de la des diferenciación de la pos–modernidad, habrían sido borradas las fronteras entre cultura, política y economía.5

El otro lado de la moneda del enflaquecimiento del Estado refleja el tercer sentido del presente tipo conceptual. Se habla de la autogestión de la actividad económica con la subsiguiente posibilidad de imposición por el mercado de rumbos a la actividad política y del establecimiento de limites, inclusive puniciones, a los Estados que no se aliñaren al padrón de demandas económicas. Este concepto es sensible internamente en Estados federados desde su creación, por intermedio del que se convenció llamar de guerra fiscal, pero la novedad de lo que se intenta calificar como mundialización está en la posición y grandeza de los factores del mercado, que, por intermedio de pactos globales, serian capaces de generar enfrentamientos entre Estados nacionales ó aun entre locales de producción en busca de menores tributos y facilidades de infra–estructura. A esta capacidad de negociación más allá del poder político tradicional intra–estatal, se acostumbra designar, en las lecturas de mundialización, de sub–política.6

Un cuarto sentido del presente tipo conceptual es resultado de la unión entre la mundialización como la política de la mundialización, o sea, como sumisión de la política estatal a los designios del mercado mundial, y la mundialización como sub–política, o sea, como autogestión de la actividad económica por un poder de mercado supranacional. Hay, inclusive, una propuesta para la terminología propia en este caso, que reflejaría un estado ideológico encubridor de las ventajas del concepto de mundialización.

Se tiene por globalismo7 la expresión para la mundialización económica entendida como institucionalización del mercado mundial. Se refiere, por tanto, a la mundialización como ideología de fortalecimiento del mercado en detrimento del control estatal y comúnmente referida como neoliberal; de predominio del aspecto económico aislado de su contexto, y que voces discordantes acusan de no tener ninguna relación con el Consenso de Washington.8

El globalismo se basa en el hecho de que la mundialización económica eliminaría la distinción fundamental y cara a los Estados nacionales entre economía y política. Aquí, el globalismo es subordinador de las políticas públicas estatales en la medida en que estas representan la delimitación de fronteras jurídicas, sociales y tecnológicas, de las cuales la actuación económica depende para ser socializada y se torna legítima. Es en este sentido que la mundialización adquiere en los discursos de sus opositores su presentación como imperialismo de la economía sobre los Estados nacionales. Este sentido linear y extremo tuvo el don de despertar polaridades. Ciertos grupos proteccionistas son identificables por polarización a dicha expresión del movimiento globalizador:

Proteccionistas negros lamentan la decadencia de los valores y a pérdida de significado de lo nacional (...) Proteccionistas verdes identifican el Estado nacional como un biotipo político amenazado de extinción, protegen el standard ambiental contra la opresión del mercado mundial (...) Proteccionistas rojos sacan el polvo de las vestimentas de la lucha de clases para todas las ocasiones; la mundialización es para ellos una variante de la expresión 'teníamos razón'. Festejan un renacimiento del marxismo"9 y lo hacen con base en el argumento rescatado de Marx ligado ala obtención de los limites espaciales de un capitalismo tardío.10

El cuarto sentido del presente tipo conceptual puede ser resumido como la división mundial del trabajo entre clases o entre sociedades. Él es el más palpable en discursos inflamados nacionalistas, pero carece de cualquier originalidad. Su descripción remonta a Marx11 sobre el tema del capitalismo moderno y se desarrolla en Wallerstein en el enfoque del sistema capitalista mundial iniciado en el colonialismo del siglo XVI. La referencia a impedimentos al comercio mundial causados por diferencias culturales y políticas entre los estados nacionales, no obstante puntual, aun es más antigua.12 Son justamente estos sentidos del presente tipo conceptual que dejan un sabor amargo en la boca al parecer simplemente reavivar con una nueva figura los mismos fenómenos ha mucho tiempo estudiados: una "nueva versión de la vieja orden mundial".13



Mundialización sobre parámetros socio–culturales

La mundialización también puede representar el reconocimiento de sociedades de conocimiento y de información, para cuya defensa se alega que, a partir de la evolución de las telecomunicaciones, restaría eliminado el monopolio de comunicación interestatal, minando con eso la ortodoxia nacional–estatal por intermedio de una distinción entre dos fases de la política internacional: la era de la política internacional caracterizada por el monopolio del escenario internacional por parte de los Estados nacionales; y la era de la pos–política internacional, en que los Estados nacionales estarían obligados a dividir el escenario del poder global –y no a salir de escena– con organizaciones internacionales, compañías transnacionales y movimientos políticos y sociales transnacionales. Esta segunda fase da política internacional caracterizase por una necesaria autorización silenciosa del Estado nacional para la mundialización en un nuevo medievalismo centrado en la figura de Estados transnacionales y direccionado por una sub–política transnacional, que abrigaría diversos actores diferentes, como organizaciones transnacionales y comunidades transnacionales en una arena en que disputan por una agenda política inmersa en cuestiones transnacionales y de eventos transnacionales, en fin, una política mundial poli–céntrica, en que habría un juego sin cartas marcadas –una tensión permanente–, oponiéndose a la teoría de que la última palabra estaría siempre con el mercado.

La visión de los sentidos de este tipo conceptual aproximase de los sentidos atribuidos antes al primer tipo conceptual analizado en este estudio por partir de un factor norteador de los demás, no obstante se tengan apartado de los últimos por atribuir a dicho factor una relación polarizada de tensión y de inestabilidad permanente: riqueza global –pobreza local; movilidad del capital– inmovilidad de los trabajadores14; capitalismo–disminución de puestos de trabajo; evolución tecnológica–foso tecnológico; seguridad de inversiones–enflaquecimiento del Estado nacional; conciencia ecológica–desventajas económicas nacionales; industria cultural mundial–exposición de culturas locales. Tiene sus argumentos fundados en la escuela inglesa de la cultural theory, contra–argumentando la idea común de una McDonaldización del mundo, refutando, por tanto, el significado de homogeneización mundial. Seria el entendimiento de mundialización como un proceso antiguo, mas con efectos distintivos recientes oriundos de la preponderancia de causas que se sobresalen.

Se habla, en este sentido, en una sociedad mundial multi–causal en la línea weberiana de pluralismo teórico que abrigue aspectos variados en el mismo punto de vista de estudio. La mundialización significaría un movimiento contingente y dialéctico entre global y local en una contraposición receptiva entre estos aspectos perteneciente al campo temático de una sociología de la mundialización, defendiéndose que la idea de espacios aislados seria ficticia, asegurando, con esto, la trascendencia de las fronteras ahora no sobre el enfoque económico, mas de convivencia cultural en sus diversos sentidos –económico, político, social–. Sobre este enfoque, adquiere sentido hablar en sociedad mundial representada por el conjunto de las relaciones sociales que no están integradas a la política del Estado nacional ó que no son determinadas por ella, mas sino por otros factores, notadamente, a la media mundial expresa como telas de comunicación interactivas y interdependientes bien al gusto de la imagen de capa preferida de los libros sobre mundialización. A los Estados nacionales no son reservados espacios de actuación reglamentar de control económico de las empresas en si de información, cuya discusión descansa en el primer tipo conceptual de mundialización descrito, pero en espacios de interferencia en el contenido de la información en si. La noción de sociedad mundial incorporada a la noción de medios de identificación entre las esferas locales suscita un efecto social de compartimiento de destinos, que permite la manifestación de fenómenos que ultrapasan las fronteras nacionales para presentarse como externos a las políticas nacionales:

formas de producción transnacionales y concurrencia en el mercado de trabajo, diarios televisivos globales, boicotees transnacionales de compradores, modos transnacionales de vida, crisis y guerras al menos percibidas como 'globales', utilización pacífica y militar de poder atómico, destrucción ambiental etc.15

La mundialización, en este sentido, significa un proceso en que los Estados nacionales sufren interferencias cruzadas de factores transnacionales en su soberanía, identidad, redes de comunicaciones, en fin, sus oportunidades de poder como un proceso irreversible iniciado en el propio surgimiento de los Estados nacionales. Este sentido es apuntado como el sentido viable a la interferencia política, por desplazar del centro de la discusión política la lógica del globalismo –el centro de la cuestión económica–. Tratase de la pluri–dimensionalidad de la globalidad entendida la globalidad como un momento que se niega a ceder para un periodo de estabilidad; que se niega a ceder para un Estado mundial.

Para esta corriente, la mundialización es un proceso contradictorio. Toda mundialización seria, más allá de un movimiento de des–localización, debe ser una re–localización.16 Adoptase, inclusive una nueva terminología de hecho poco sonora: la 'glocalización', significando una nueva consideración del elemento local, pues no se concibe en esta teoría la idea de sociedades individuales aisladas dentro de sus respectivos espacios culturales. Es de su naturaleza un proceso inminentemente dialéctico de mundialización –una mundialidad–. La estrategia de las multinacionales de la no construcción de fábricas en todas las partes del mundo, mas de tornarse parte de cada una de las culturas, está expresa en el término localización global y resalta el carácter de aproximación cultural local demandado en el ámbito de la mundialización.17

En fin, a partir de los enfoques de este segundo tipo conceptual, la mundialización potencializaría la diversidad, mas necesariamente calificada por conexiones. La dinámica de centralización –de capital, de poder, de conocimiento, de riqueza, de tecnología– generaría descentralización; generaría lo que Beck propone llamarse diferenciaciones inclusivas. Con base en esto, todo pasa a interesar. Por lo tanto, lo que se encuentra fuera del espacio territorial nacional deja de ser entendido como el otro y pasa a tener el sentido de nosotros mismos, fenómeno visible en la detección tardía de los llamados derechos difusos, cuya característica proviene de la imposibilidad de su apropiación exclusiva por el particular, ó mismo de su protección por un solo Estado; por un solo espacio territorial. Hay, a partir de esta visión, el necesario re–direccionamiento de los ciudadanos para el eje global–local, cuya novedad viene de tres puntos de vista: espacial, de ultrapasar las fronteras; temporal, de su aceleración; y de densidad social de las redes de comunicación, que se tornan más reales a cada manifestación informativa y que coloca en posición de interés diversos acontecimientos del globo.

Este tipo conceptual se origina en una pléyade de justificativas, que parten de la ampliación geográfica y de la creciente interacción del comercio internacional, de la conexión global de los mercados financieros y del crecimiento del poder de las compañías transnacionales y están inmersos en temas como los de la continua revolución de los medios tecnológicos de información y comunicación, de la exigencia universal por derechos humanos, de la pluralidad de factores de la política mundial, de la pobreza mundial, de la destrucción ambiental y de conflictos transculturales localizados.

La sociedad mundial de que se trata en los sentidos de este tipo conceptual, sociedad sin Estado mundial y sin gobierno mundial, evidencia una convivencia global desorganizada en su culto a la diversidad y a la indeterminación en la ausencia de un poder hegemónico ó régimen internacional económico ó político y, al mismo tiempo, de ausencia de identificación del sujeto con un lugar determinado de la modernidad hasta hoy visto como nacional. Se habla, entonces, de una sociedad topo–plural no territorial, no integrada, no exclusiva, algo bien distinto de las concepciones del primer tipo conceptual y destinado a la descripción de un movimiento uniformizador. Estas últimas tienen su punto débil en ignorar las contra tendencias, como la influencia de culturas no occidentales en el Occidente. Como resultado de los sentidos del segundo tipo conceptual de pluri–dimensionalidad, hay una tensión constante entre las manifestaciones de la mundialización (sociales, económicas, ecológicas, políticas, culturales) que se contraponen unas a otras. Este sentido sirve al análisis del propio punto de vista sociológico, revelando una relativa fragilidad de la concepción de sociedades modernas como sociedades apartadas unas de las otras por intermedio de su clausura en los espacios de los Estados nacionales, de donde nutren su homogeneidad interna asentadas que están en la padronización normativa y en se encarar en su identidad nacional en los estrictos límites de un container social estatal. Así, hay una sociología de la mundialización como aquella no remolcada a la identificación territorial nacional.

Este sentimiento de sociedad mundial puede ser disecado en varias dimensiones que lo generan: mundialización informativa; mundialización de la información; mundialización ecológica; mundialización económica del segundo tipo conceptual; mundialización de la cooperación ó de la producción en el trabajo; mundialización cultural; mundialización política; mundialización de las biografías.

El aspecto tecnológico de la mundialización como sociedad mundial es traducido por el término mundialización informativa como red global de información, representando la pérdida de la soberanía de información por parte de los Estados nacionales. Las ganancias tecnológicas del siglo XX derribaran a la posibilidad de monopolio estatal de flujo informativo más allá de las fronteras. El ejemplo del discurso del presidente soviético Boris Yeltsin en Moscú, del alto de un tanque, contra los comunistas sublevados, que no fue transmitido por las estaciones de radio soviéticas, aun en las manos de los antiguos comunistas, pero si por la CNN vía satélite, es revelador.

La mundialización económica del segundo tipo conceptual tiene sentido distinto del globalismo expuesto anteriormente. Aquí, ella no está denotando la ideología norteadora de la subpolítica transnacional de predominio de mercado, pero exactamente algo lógicamente anterior a esto: la conciencia social paulatinamente concretizada de interdependencia entre los agentes económicos, la interdependencia de estos frente a las políticas de gobierno, como también la interdependencia entre las políticas económicas estatales, resultando en la visualización de una sociedad mundial por intermedio de la interdependencia de su dimensión económica.

Otro aspecto de la sociedad mundial, ahora menos ligado a las ideas y más ligado a la estructura, está en la mundialización de la cooperación ó de la producción en el trabajo. Subsiguiente de las facilidades de tráfico de datos, paulatinamente el trabajo se va desvinculando del aspecto presencial y la transferencia de mano de obra tornase mucho menos importante para la cadena de servicios. Plasmase la conciencia de que condiciones diferenciadas de costos sociales en otro país pueden interferir en la decisión empresarial de encerramiento/abertura de unidades en determinados espacios estatales y consecuente aumento/disminución del índice de empleos nacionales.

Un quinto sentido a la mundialización encarada sobre parámetros socio–culturales está en la mundialización cultural, que viene asociada a la transformación de las culturas y representada, de un lado, por una hipótesis de convergencia de la cultura global, de símbolos culturales y de formas de convivencia, como una McDonaldización de un mundo de mercancias, mediante unificación de estilos de vida, de símbolos culturales y de formas transnacionales de convivencia. Por otro lado, dicha mundialización viene definida por la progresiva presentación de las culturas locales en ámbito mundial, revelando una dupla vía de la mundialización, que reconocería la diversidad y la abertura recíproca y permitiría ver el mundo como una imagen plural y cosmopolita18 del otro y de si mismo. Es en este sentido que se enfatiza una sociedad mundial sin Estado mundial19 mediante la construcción de una red societaria desterritorializada.20 La presencia de culturas transnacionales en lugares no compartidos por sus tradiciones21 es clara evidencia de los nuevos temas traídos por una sociedad culturalmente mundial.

En el mismo contexto de orientación del discurso por intermedio de la idea de sociedad mundial, se puede hablar en mundialización política como la afirmación de que las decisiones de determinado Estado nacional tienen: a) que buscar su sociedad fuera del territorio22 b) que contemporizar ó reaccionar a la subpolítica descrita en primer tipo conceptual c) que reconocer que el macro regionalismo convive con micro regionalismos necesarios al mantenimiento de la identidad cultural y a la defensa de intereses locales en las instituciones centrales macro regionales, pues el movimiento de superación de fronteras nacionales se uniría a movimientos de regionalización y de sub–regionalización, como ocurre en la Unión Europea.

Finalmente, la mundialización de las biografías trae la visión de la mundialización en sus efectos individuales, en la topo poligamia transnacional, que hace con que las contradicciones expresas en la convivencia global–local sean evidenciadas no solamente del lado de fuera de la vida de las personas en aspectos económicos, políticos, o de conciencia social, mas también en el centro de la vida de cada uno, que deja de ser localizada simplemente en el ámbito geográfico territorial nacional y se presenta como asentada en distintas localidades transnacionales. Este sentido es íntimamente dependiente de los discursos de novedad de la media, de superación del tiempo y del espacio a partir de una programación de vinculación de espacios y tiempos elegidos y reproducidos en escala, haciendo con que residir en un lugar no signifique más convivir en el y convivir en un lugar no signifique tener en él domicilio. La mundialización de las biografías se utiliza de una vida como momento de síntesis entre mundos antes separados por el nacionalismo metodológico de la primera modernidad, en que "sociedad y Estado cubren un mismo espacio y son pensados, organizados y vivenciados como siendo un mismo límite"23.



MUNDIALIZACIÓN: CONCEPTOS IMPRECISOS

La variedad de significados para los dos tipos conceptuales del término mundialización resulta cierto exagerado cuando de él se proyectan conexiones causales. El ambiente propicio a esto está localizado en los sentidos de mundialización destinados a la crítica de orientaciones políticas nacionales e internacionales. En el afán de posicionarse ideológicamente contra este ó aquel programa de gobierno, se tiene la pretensión de contaminar este discurso político con una confusión entre históricos de temas económicos con históricos de conformación de derechos humanos en la protección de esferas individuales. Una demostración de imprecisión que obscurece los sentidos de mundialización está en la afirmación del concepto de mundialización como forma especial de aceleración de la movilidad mundial, de que la mundialización seria la ruptura de la "histórica alianza entre economía de mercado, Estado de Bien–Estar Social y democracia, que legitimó e integró, hasta el presente momento, el modelo occidental y el proyecto del Estado nacional para la modernidad"24. La predominancia del sentido económico atribuido a la mundialización acaba por transformarla en un desorden aglutinador de cualquier argumento mismo que no ligados entre si. En términos jurídicos, por ejemplo, es el Estado del Bien–Estar Social que rompe con la lógica de derechos absolutos supranacionales, cambiándolos por expresiones normativas intra–nacionales dependientes del Estado nacional, transformando la lectura de los enunciados normativos en expresiones de atributos siempre relativos, objetivos y caracterizados por la exigencia de prestaciones positivas estatales de índole concreta y de índole normativa para definición de sus extensiones. Sobre el punto de vista de las transformaciones normativas y de concepción de los derechos, hay una nítida separación, a partir de la adopción de modelos constitucionales analíticos referidos a núcleos esenciales de derechos25, entre la categorización de los derechos y la postura estatal de intervención ó abstención frente al mercado, mismo que no se esté queriendo con esto apartar la íntima relación de estas opciones con los modelos normativos de distribución de competencias estatales, estos sí, pertinentes a la discusión de fondo sobre la transformación de la política de bien–estar. Esta separación entre aspectos jurídicos y económicos de la mundialización por si solo hace aflorar el error de la tendencia discursiva uniformizadora de perspectivas traídas sobre el primer tipo conceptual unido a aspectos puramente económicos de predominio mundial del mercado.

En fin, el término mundialización sirve para facilitar afirmaciones por remeter a una pluralidad de factores en un único enunciado y justamente por eso acaba generando imprecisión de lo que se está atacando. Las preguntas que el lector es obligado a hacer a cada frase referida a la mundialización es: ¿Qué origen histórico pauta la idea de mundialización emanada del autor? ¿Qué sentido de mundialización, de entre tantos, está siendo utilizado? ¿Qué efecto? ¿De qué concepto? ¿De que origen se trata? Esto, por si solo, no invalida la utilización del término, pero con seguridad deposita en el autor el peso de esclarecer anticipadamente con cuál, ó, normalmente, con cuáles conceptos estará mencionado su discurso.



MUNDIALIZACIÓN: PUNTOS EN COMÚN

Al respecto de los excesos en la utilización del término mundialización, este tiene ciertos índices comunes capaces de situar al lector en presuposiciones discursivos. La ruptura de las fronteras de los Estados nacionales, bien como la negativa de que se vive e interactúa dentro de los espacios cerrados y mutuamente delimitados de estos Estados es una constante verificable en los diversos significados de los tipos conceptuales sintetizados anteriormente. La conjetura común es el de la desnacionalización del Estado con el tema de la uniformización societaria que lo envuelve. En sentido amplio, mundialización seria la experiencia cotidiana de la acción sin fronteras en el espectro de espacios vivénciales –economía, información, ecología, técnica, cultura, sociedad civil–, que transcienden las distancias en formas de vida transnacionales. Tratase del desencaje hablado por Giddens entre la actividad social y los contextos localizados.26

Cuando se habla en neutralización de la distancia como causa de la caída de las fronteras, esta no está localizada en el colonialismo, mas en el siglo XX, por intermedio del dominio tecnológico de transporte de bienes y de información –mundialización informativa–, generando el reconocimiento de una historia artificialmente temporizada27; generando la radicalización de la reflexividad28, que surte efecto en la historia de las ideas, pues la conciencia reciente de esta transnacionalidad en la media, en el consumo, en el turismo, en el trabajo, en el capital, en la comunidad, en los riesgos ecológicos, que, por obvio son todos fenómenos antiguos, abren espacio para la percepción del otro trans–cultural en la propia vida de las personas, que se transforman en terrenos fértiles a la circulación de una industria cultural global.

Por tanto, hay puntos relevantes subsiguientes de la sistematización de los sentidos atribuidos al término mundialización para la discusión de las ciencias sociales, que ultrapasan las reacciones multifacetadas a sus innumeros significados y van mas allá de los aspectos pertinentes a la configuración de la política y de la economía –primer tipo conceptual con sus innumeras discusiones sobre temas como politización del mercado, desnacionalización de la economía, exacerbación del foso de distribución de renta, posibilidad de exportación, por empresas transnacionales, de puestos de trabajo, entre otros– y a las reacciones variadas de repudio y prenuncio de cataclismos, de renacionalización ó mismo de optimismo en la compostura de los maleficios causados por el modelo nacional de Estado, todas explicadas por un nuevo estado de polarización antes centrado en bases territoriales e ideológicas relativamente bien definidas –izquierda x derecha– y ahora fijado en los movimientos pro y contra–mundialización en todos sus sentidos. Aunque plurifacético y muchas veces redundante, el término mundialización viene plasmando sentidos capaces de estimular el esfuerzo de distinción entre los fenómenos.

Si no es posible identificar un único sentido para mundialización, como pocos términos lo definen, se podría argumentar que seria al menos posible identificar el crecimiento científico en focalizar sus significados, aunque mezclados asistemáticamente en un mismo término, desde que sean capaces de funcionar como paño de fondo a una comunicación. Entretanto, es precisamente esta postura que lleva a la utilización sin pudor de la mundialización para todo tipo de crítica, eligiéndola como culpada del estado de cosas y de todas las cosas no deseadas en el presente; es la personificación del mal no más en naciones, pero en ideas, a pesar de siempre estar por detrás de las naciones que albergan los avatares de la mundialización. Esa postura de atingidos por una maquinación internacional –ó hasta supranacional–, hace con que tales discursos se desinteresen de encontrar los problemas nacionales en el interior de la propia nación y de sus valores históricamente construidos. El globalismo no puede servir de disculpa al marasmo político y a la procura por los otros lados de la discusión dicha global. La idea por tras de tasarse la mundialización como causa difusa de todos los problemas es que lleva a la descreencia de su utilidad científica muy en virtud de los malabarismos mentales que el empleo desordenado de varios sentidos dispares hace trasparecer.



MUNDIALIZACIÓN CULTURAL, INFORMACIONAL E INFORMATIVA: SOCIEDAD MUNDIAL COMO HERRAMIENTA CONCEPTUAL PARA LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA SOCIAL

La perspectiva que se abre es la de encarar seriamente lo que hay de nuevo en el término mundialización para iluminar de una nueva forma los objetos de la investigación social. Es en esta dirección que se puede, por ejemplo, detectar la importancia del concepto de mundialización cultural asociado al de mundialización de la información y al de simultaneidad informativa ó mundialización informativa29 para la comprensión del diálogo inter– e intra–cultural iniciado con la descubierta del Nuevo Mundo. La sociedad mundial expuesta puede servir de parámetro en la definición del otro no como un enemigo, ó amigo, ó inferior, ó superior, mas como oportunidad de crecimiento por medio del auto–conocimiento; por medio de la aproximación de opiniones interculturales. Seria el término que permitiría la persistencia de esta temática antigua del diálogo intercultural; permitiría su contextualización en la visión presente de la repartición de destinos.

Una caricatura muestra los conquistadores españoles adentrando al Nuevo Mundo con sus armas relucientes. 'Vinimos hasta aquí', dice el conquistador, 'para conversar con ustedes sobre Dios, verdad y civilización'. Y un grupo de nativos perplejos responde: 'Pues bien, ¿que usted desea saber?' (...) La acidez de este humor se debe al hecho de que el observador sabe más de que aquello que la situación revela, pero el caricaturista juega con esta conciencia. El observador sabe cual es el futuro real de esta imagen. El sabe de las destrucciones y del derramamiento de sangre que victimó el mundo gracias al despotismo de la conciencia que cerró los ojos para el extranjero.30

El concepto de sociedad mundial solamente puede ser expuesto cuando sus integrantes se perciben a si mismos, aunque diferentes y en medio a relaciones específicas, partícipes de un mismo mundo de forma reflexiva. La sociedad mundial seria, por tanto, un horizonte mundial que se abre cuando la comunicación comprueba su realidad – concepto de mundialización informativa. "Por esta medida, el descubrimiento de América, las Cruzadas ó la política cosmopolita del siglo XIX aun no habrían sido acontecimientos socio–mundiales"31 y es aquí un parámetro para encarar dichos fenómenos. Por eso, la introducción de este nuevo punto de vista reflexivo pelo bies de uno de los únicos sentidos realmente innovadores de la mundialización puede ayudar a revelar significados obscurecidos por la ausencia de transparencia mundial de aquel diálogo intercultural del cual somos todos productos y que efectivamente imposibilita la sobre vivencia de un separatismo fundado en la idea utópica de enclave – Eldorado de Cândido32– ó isla paradisíaca –la isla de Utopía de Hitlodeu33–, que flotaría "muy alto, en el medio del mar violento de crueldades, miserias y opresiones"34, capaz de llevar al ser humano la virtud por su aislamiento, como si pudiésemos, en figura de estas conquistas de ruptura de la artificialidad de las fronteras no por una economía mundial, mas por una conciencia compartida en el tiempo y en el espacio de una sociedad mundial reflexiva, ver al otro sin mirarnos a nosotros mismos.

La importancia del concepto de mundialización cultural asociado al de mundialización de la información y al de simultaneidad informativa ó mundialización informativa es que, cuando se habla en neutralización de la distancia como causa de la caída de las fronteras por intermedio del dominio tecnológico de transporte de bienes y de información y, por lo tanto, cuando se habla en el reconocimiento de una historia artificialmente temporizada en la radicalización de la reflexividad, la unidad de análisis de Wallerstein para comprensión de lo cambio social –el sistema–mundo como su herramienta conceptual– no puede más transparentar solamente el aspecto económico, sino una concepción de des–localización cultural; una concepción de sistema–mundo informativo–comunicacional.


Referencias


1 Margaret Masterman, "A natureza do paradigma", en: I. Lakatos y A. Musgrave (coord.), A crítica e o desenvolvimento do conhecimento, São Paulo, Editora Cultrix/Editora de la Universidad de São Paulo, 1979, pp. 72–108. [ Links ]
2 Immanuel Wallerstein, The modern world–system I: capitalist agriculture and the origins of the european world–economy in the sixteenth century, San Diego, Academic Press, 1974, p. 7. [ Links ]
3 El sistema–mundo "siempre fue una economía–mundo" (Immanuel Wallerstein, World–systems analysis, Durham, Duke University Press, 2004, p. 23). [ Links ]
4 Immanuel Wallerstein, The modern world–system I: capitalist agriculture and the origins of the european world–economy in the sixteenth century, San Diego, Academic Press, 1974, p. 15.
5 La novedad pos–moderna es exaltada como "una des–diferenciación de campos, de modo que la economía acabó por coincidir con la cultura, haciendo con que todo, inclusive la producción de mercaderías y la alta especulación financiera, se tornase cultural, mientras que la cultura se torno profundamente económica, igualmente orientada para la producción de mercaderías. (...) Debemos, por tanto, adicionar una calificación significativa a esa identificación del pos–modernismo con la concepción del velo de Kant y Hegel, que tiene que ver con la educación, con la esfera pública y con la era de la informática y de la cibernética. Esto nos lleva a enfatizar un desarrollo histórico marcante de nuestro tiempo, o sea, la inmensa expansión de la cultura y de la mercantilización en todos aquellos campos –la política y la economía, por ejemplo– de los cuales ellas eran correctamente diferenciadas en la vida cotidiana del período moderno. El grande movimiento de des–diferenciación de la pos–modernidad borró tales fronteras (...) mezcla la cultura y la economía al mismo tiempo en que transforma la economía envarias formas de cultura. Es por esto que parece apropiado enfatizar la inmensa culturización general de la vida cotidiana y social en nuestro momento pos–moderno, que justifica descripciones proféticas de nuestra sociedad como la sociedad del espectáculo ó de la imagen. (...) El retorno del velo en el posmoderno [es descrito como] la colonización de la realidad por formas visuales y espaciales, que es también la mercantilización de esa misma realidad intensamente colonizada en una escala mundial" (Fredric Jameson, La cultura del dinero: ensayos sobre la mundialización, Petrópolis, Voces, 2001, pp. 73, 87–88). [ Links ]
6 Ulrich Beck (trad. André Carone), O que é globalização? Equívocos do globalismo, respostas da globalização, São Paulo, Paz e Terra, 1999, pp. 17–18. [ Links ]
7 "Globalismo designa la concepción de que el mercado mundial substituye, él mismo, la acción política; se trata por tanto de la ideología del imperio del mercado mundial, de la ideología del neoliberalismo. El procedimiento es mono causal, restricto al aspecto económico, y reduce la pluridimensionalidad de la mundialización a una única dimensión –la económica–, que, por su vez, aun es pensada de forma linear y deja todas las otras dimensiones –relativas a la ecología, a la cultura, a la política y a la sociedad civil– sobre el dominio subordinador del mercado mundial". (Ibidem, p. 18.)
8 En debate conmemorativo de los 50 años del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), el entonces Ministro de Economía del Gobierno Fernando Henrique Cardoso, en Brasil, Pedro Malan, discordando de los presentes, defendió la distinción entre orientaciones neoliberales y los principios imaginados por John Williamson, que tendrían servido de base al Consenso de Washington. (Pedro Malan, Malan faz a defesa dos princípios do 'Consenso', en: Gazeta Mercantil, 16 de septiembre del 2002, p. A–5). [ Links ]
9 Ulrich Beck, op. cit., pp. 28–29.
10 Algunas palabras de un seguidor del materialismo histórico son ilustrativas: "El concepto del 'fin de la historia' [a que] Fukuyama da voz es el resultado de limites espaciales nuevos y más fundamentales, no es el resultado del fin de la Guerra Fría ó del fracaso del socialismo, mas de la entrada del capitalismo en un tercer periodo nuevo y su penetración en partes del mundo no colonizadas por la mercadería, lo que torna difícil imaginar cualquier tipo de ensanchamiento del sistema. Un Marx diferente (el de los Grundrisse más de que el del Capital) siempre insistió que el socialismo no seria posible asta que el mercado mundial tuviese alcanzado sus limites y que todo, inclusive la fuerza de trabajo, tuviese sido mercantilizado del universalmente. Hoy nos encontramos mucho más próximos de esa situación del que en los tiempos de Marx ó de Lênin." (Fredric Jameson, op. cit., pp. 91–92).
11 El traspasar de las fronteras nacionales por la burguesía fue analizada por Marx y Engels y el antídoto propuesto en la frase final del Manifiesto Comunista (Working men of all countries, UNITE!) no es, en último análisis, su negación, mas precisamente su sello ahora por la unión del proletariado. Se transcribe trechos reveladores del discurso de la época cuanto a la crisis del localismo estamental feudal, cuanto a la atribución de un cierto determinismo originario de las necesidades del nuevo mercado y hasta mismo cuanto al proceso de uniformización normativa aun sobre el manto de los Estados nacionales: "The discovery of America, the rounding for the Cape, opened up fresh ground for the rising bourgeoisie. The East Indian and Chinese markets, the colonization of America, trade with the colonies, the increase in the means of exchange and in conmodities generally, gave to conmerce, to navigation, to industry, an impulse never before known, and thereby, to the revolutionary elenent in the tottering feudal society, a rapid development. [aquí se visualiza la perplejidad con un mercado mundial y con la rapidez de los cambios tan constantes en los discursos actuales de la mundialización] The feudal systen of industry, under which industrial production was monopolized by closed guilds, now no longer sufficed for the growing wants of the new markets.(...) Modern industry has established the world market, for which the discovery of America paved the way. This market has given an immense development to conmerce, to navigation, to conmunication by land. (...) The need of a constantly expanding market for its products chases the bourgeoisie over the whole surface of the globe. It must nestle everywhere, settle everywhere, establish connections everywhere. The bourgeoisie has through its exploitation of the world market given a cosmopolitan character to production and consunption in every country. To the great chagrin of reactionists, it has drawn from under the feet of industry the national ground on which it stood. All old–established national industries have been destroyed or are daily being destroyed. They are dislodged by new industries, whose introduction becones a life and death question for all civilized nations, by industries that no longer work up indigenous raw material, but raw material drawn from the renotest zones; industries whose products are consuned, not only at home, but in every quarter of the globe. In place of the old wants, satisfied by the productions of the country, we find new wants, requiring for their satisfaction the products of distant lands and climes. In place of the old local and national seclusion and self–sufficiency, we have intercourse in every direction, universal interdependence of nations. (...) The bourgeoisie, by the rapid improvenent of all instrunents of production, by the immensely facilitated means of conmunication, draws all, even the most barbarian, nations into civilization [el termino podría ser hoy fácilmente sustituido por 'mundialización'] (...) The bourgeoisie has subjected the country to the rule of the towns. It has created enormous cities, has greatly increased the urban population as conpared with the rural. (...) [de aquí se podría enfatizar la tentativa de identificación de una sociología de la mundialización como fundada, de entre otras cosas, en la sociología de las grandes metrópolis] Just as it has made the country dependent on the towns, so it has made barbarian and seni–barbarian countries dependent on the civilized ones (...) [The bourgeoisie] has agglomerated populations, centralized means of production, and has concentrated property in a few hands. The necessary consequence of this was political centralization. Independent, or but loosely connected provinces, with separate interests, laws, governments and systens of taxation, became lunped together into one nation, with one government, one code of laws, one national class interest, one frontier and one customs tariff [este discurso de uniformización es perfectamente aplicable a la vista de mundialización económica, substituyéndose las provincias por naciones y 'one nation' por 'one market']." (Karl Marx; Friedrich Engels, "Manifesto of the conmunist party", en: David Fernbach (coord.). Karl Marx: the revolutions of 1848. Political writings, vol. 1, New York, Vintage Books, pp. 69–72) [ Links ]
12 Refiriéndose al constreñimiento impuesto a los negociantes holandeses de pisar el crucifijo cuando viajaban al Japón para probar que no se amenazaba la religión imperial japonesa. (Ver: François Marie Arouet (Voltaire), Cândido, 2aed., trad. Maria Ermantina Galvão, São Paulo, Martins Fontes, 1998, p. 21. [ Links ]
13 Maria Elisa Cevasco, "Prefácio", en: Fredric Jameson, A cultura do dinheiro: ensaios sobre a globalização, Petrópolis, Voces, 2001, p. 7–16 [ Links ]
14 Sobre la relación entre los propietarios ausentes ó elites extraterritoriales y el restante de la población local, ver: Zygmunt Barman (trad. Marcus Penchel), Mundialização: as conseqüências humanas, Rio de Janeiro, Jorge Zahar Editor, 1999. [ Links ]
15 Ulrich Beck (trad. André Carone), op. cit. p. 30.
16 "Global quiere decir –en una traducción menos abstracta– 'en varios lugares al mismo tiempo', o sea, translocal [translocal entendido no como sin localización, mas como aquel que comprende el local. (Ulrich Beck, op. cit., p. 125).
17 Obligación de re–localizar las tradiciones des–tradicionalizadas dentro del contexto global, del diálogo, del intercambio y del conflicto trans–locales (Ulrich Beck, op.cit., p. 91–92).
18 Este "cosmopolita" no está a la procura de nichos culturales para polarización mundial como defiende Huntington.
19 Por sociedad mundial sin Estado mundial se entiende "una sociedad que no está políticamente organizada y en la cual nuevas oportunidades de poder y de intervención surgieren para los factores transnacionales, que no poseen legitimidad democrática. Esto significa la abertura de un nuevo espacio transnacional de la moralidad y de la subpolítica, tal como ella se manifiesta, por ejemplo, en los boicotees de compradores, mas también en temas de comunicación y crítica transcultural." (Ulrich Beck, op. cit., p. 58).
20 Entendiéndose la mundialización como un proceso de edificación de una red societaria desterritorializada a partir de la antigua comprensión de universalidad de derechos humanos, se llega a otra causa de la ruptura de las fronteras por la equivalencia de preceptos encarnadores de derechos humanos. A partir de este enfoque, la red societaria desterritorializada (mundialización) tendría que haber sido impulsada por el factor de justicia y legalidad asociado a factores de seguridad internacional y de orden económica internacional, algo bien distinto de lo que se abordará como real novedad de una sociedad transnacional. Siguiendo el raciocinio, la existencia de una red societaria desterritorializada demandaría la substitución, y no la extinción, de instituciones de control. En el estudio de las relaciones internacionales, serian testigos de esta tendencia el surgimiento de las organizaciones internacionales destinadas a la manutención del equilibrio geopolítico entre naciones (sistema westfaliano, representado más recientemente por la Ligas de las Naciones y por su sucesora, la ONU) y, principalmente, de las instituciones que surgieron en el ámbito de esta corriente nacional, mas capaces de transcenderla: los tribunales internacionales, inicialmente militares, que aunque apoyados por Estados, adquieren legitimidad por referirse a derechos obtenidos cada vez más como supranacionales; y las instituciones financieras internacionales volcadas a la estabilización económica mundial expresas por el conocido Sistema Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial). Puede verse claramente que esta forma de encarar la mundialización no se confunde con el que viene siendo expuesto como tipo conceptual B, por privilegiar la tendencia de instituciones globales uniformizadoras. (Para una exposición que comprende la mundialización en este último sentido, ver:, Eugenio José Guilherme de Apagao, Mundialização: um processo histórico de remotas origens e novos impactos. p. 43, 47, 51; [ Links ] y: Ser Social, Brasilia, Departamento de Serviço Social/UnB, n. 8, 1° semestre de 2001, p. 43–58. [ Links ]
21 El ejemplo a seguir pertinente a una cultura africana transnacional es esclarecedor: "Del punto de vista de aquellos que elaboran las danzas y las máscaras del 'carnaval africano' en Nottingham África ya no posee un lugar geográfico. Para ellos, la África designa una visión, una idea que pode ser derivada a partir de una estética negra. Y esto no sirve, en último análisis, al objetivo de fundar, sustentar y renovar una identidad nacional africana para los negros en la Gran–Bretaña. Esta (anti–) África es, en el sentido estrito de la palabra, una 'comunidad imaginada' (imagined conmunity). Ella sirve para romper y anular la sensación de extrañamiento de los grupos afro–caribeños en la Inglaterra. Por tanto, 'existe' una África en Nottingham." (Ulrich Beck, op. cit., p. 60).
22 Esta característica de manifestación política nacional para fuera del Estado, que no implique convencimiento en relaciones tradicionalmente internacionales –e.g. política externa norte–americana–, es visible en la propaganda política mexicana en territorio norte–americano en el aspecto del peso político de las asociaciones de inmigrantes que forman redes de apoyo mediante ofrecimiento de servicios especializados, grupos de solidariedad, asistencia advocatícia etc, grupos responsables por el desarrollo de espacios sociales transnacionales. (Ulrich Beck, op. cit., p. 62–64). Es sintomática la inexistencia siquiera de estudios que indiquen algo semejante en la relación turcos alemanes.
23 Ulrich Beck, op. cit., p. 121.
24 Ulrich Beck, op. cit., p. 25–26.
25 Ver: Antonio Lopez Pina (coord.), La garantia constitucional de los derechos fundamentales: Alemania, España, Francia e Italia, Madrid, Editorial Civitas, 1991; [ Links ] además: Antonio–Luis Martínez–Pujalte, La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1997. [ Links ] Magdalena Lorenzo Rodríguez–Armas, Análisis del contenido esencial de los derechos fundamentales enunciados en el art. 53.1 de la Constitución española, Granada, Editorial Comares, 1996; [ Links ] y: Márcio Iorio Aranha, Interpretação constitucional e as garantias institucionais dos direitos fundamentais, São Paulo, Editora Atlas, 2000 [ Links ]
26 Las tres fuentes, que, según Giddens, son dominantes del proceso de radicalización de la modernidad, están expresas: en la separación entre tiempo y espacio; en el desarrollo de mecanismos de desencaje; en la apropiación reflexiva del conocimiento. Entiéndase por desencaje de los sistemas sociales el "desplazamiento de las relaciones sociales de contextos locales de interacción y su reestructuración a través de extensiones indefinidas de tiempo–espacio" (Anthony Giddens (trad. Raul Fiker), As conseqüências da Modernidade, São Paulo, Editora Universidade Estadual Paulista, 1991, p. 29). [ Links ] La mundialización es, entonces, definida como "la intensificación de las relaciones sociales en escala mundial, que unen localidades distantes de tal manera que acontecimientos locales son modelados por eventos ocurriendo a muchas millas de distancia y viceversa." (Idem, p. 69).
27 "Los diferentes tiempos en las diversas regiones del mundo son compactados en un único tiempo mundial normatizado y normativo, lo que no se da apenas porque la simultaneidad de eventos no simultáneos puede ser producida por la media, tornando así todo evento no simultaneo y talvez local ó regional una parte de la Historia Mundial. Esto se da también porque la simultaneidad sincrónica se transforma en no simultaneidad diacrónica, pudiendo de esta manera producir una cadena artificial de causas y efectos" (Ulrich Beck, op. cit., p. 48).
28 "La reflexividad de la vida social moderna consiste en el hecho de que las prácticas sociales son constantemente examinadas y reformadas a la luz de información renovada sobre estas propias prácticas, alterando así constitutivamente su carácter" (Anthony Giddens. op. cit., p. 45).
29 Sobre las conexiones entre industrialismo, transformación de las tecnologías de comunicación, reflexividad, desencaje de sistemas sociales y mundialización cultural, vide: Anthony Giddens. op. cit. p. 81
30 Ulrich Beck, op. cit., p. 142–143
31 Ulrich Beck, op. cit., p. 159.
32 François Marie Arouet (Voltaire), op. cit., p. 73–86.
33 Thomas Morus (trad. Ana Pereira de Melo Franco), Utopia, 3aed., Brasília, Editora Universidade de Brasília, 1992. [ Links ] La defensa que Morus hace de una filosofia más sociábel y prática de reconhecimento del teatro del mundo, puede ser interpretada, en el diálogo con Rafael Hitlodeu, como la propuesta de un equilibrio a ser alcanzado en Europa a partir da visualización de un nuevo mundo capaz de sensibilizar, por la perfección, el movimiento de transformación europea, pudiéndose describir Utopía como "un de los más terribles libelos revolucionarios del siglo XVI" (Afonso Arinos de Melo Franco, O índio brasileiro e a Revolução Francesa: as origens brasileiras da teoria da bondade natural, 3aed., Rio de Janeiro, Topbooks, s/a, p. 135). [ Links ] La Utopía, aquí, es el ideal inalcanzable, que permite revelar los defectos de convivencia social impregnados en la práctica europea. Aunque este representado en la cultura occidental como ideal aislado en un espacio y garantizado por su hermetismo, el foco de Morus parece mucho más enfocado al mejoramiento moral del pueblo auxiliado por instituciones pensadas y asimiladas en aquello que ellas revelan de factible en una dada realidad social bien presente.
34 Afonso Arinos de Melo Franco, op. cit., p. 139.


ARANHA, Márcio Iorio. Mundialización informativa, informacional y cultural. Polít. cult., México, n. 26, 2006 . Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-77422006000200004&lng=es&nrm=iso. accedido en 08 mayo 2011.



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