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lunes, 27 de febrero de 2012

Los neandertales casi se extinguieron antes de llegar nuestra especie a Europa

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por Alicia Rivera




Los neandertales, que fueron una especie humana específicamente europea, desaparecieron hace unos 30.000 años, mientras que los Homo sapiens se extendieron no solo por el viejo continente sino por todo el planeta, convirtiéndose en la única especie humana actual. Ambas fueron coetáneas durante unos miles de años y debieron tener contacto (sin apenas cruzarse genéticamente). ¿Qué pasó para que una especie se hundiera y la otra proliferara con tanto éxito? Es una de las grandes preguntas de la paleontología que sigue sin respuesta definitiva. Un descubrimiento ahora puede arrojar algo de luz sobre ese misterioso período de la evolución humana europea: los neandertales llegaron casi a la extinción hace unos 50.000 años, desapareciendo de la mayor parte de Europa, antes de que llegara la especie humana actual. Es más, el pequeño núcleo que sobrevivió unos miles de años más y que logró extenderse por el centro y oeste del continente, tenía muy poca variabilidad genética, un indicador crucial de la fragilidad de una especie, de riesgo para su supervivencia. A esta conclusión llega un equipo de científicos de Suecia y España que ha analizado ADN de fósiles neandertales.

Hasta ahora se ha considerado que “la población neandertal en Europa había permanecido estable durante cientos de miles de años, hasta la llegada de los humanos modernos; y ahora ha de ser revisado este punto de vista”, explican los investigadores del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (Instituto de Salud Carlos III) dirigido por el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, que han realizado esta investigación junto con sus colegas del Museo Sueco de Historia Natural y de la Universidad de Uppsala. Ellos presentan su hallazgo en la revista Molecular Biology and Evolution.

“El hecho de que los neandertales de Europa casi se extinguieran para luego recuperarse, y que todo eso sucediera mucho antes de que tuvieran contacto con los humanos modernos fue una sorpresa completa para nosotros, ya que indica que los neandertales pudieron ser más sensibles a los dramáticos cambios climáticos que ocurrieron durante la última edad del hielo de lo que se pensó previamente”, señala el investigador sueco Love Dalén.

Los neandertales (Homo H. neanderthalensis) eran específicamente europeos, “una de las pocas especies de homínidos que evolucionaron fuera de África”, escriben los investigadores en su artículo. Se extendieron por el oeste hasta Siberia, donde se han encontrado restos. Tenían un cerebro grande, una cultura notable, dominaban el fuego y enterraban a sus muertos. Eran descendientes de los preneandertales, como los individuos de la Sima de los Huesos de Atapuerca, de hace casi 500.000 años, y existieron hasta hace unos 30.000. ¿Qué les pasó?

Dalén, Arsuaga, Anders Götherström y sus colegas han analizado el ADN antiguo de fósiles de 13 individuos neandertales, incluido uno descubierto en Valdegoba (Burgos) de hace 48.500 años y han descubierto que la variabilidad genética de los individuos anteriores a 50.000 años es muy superior (hasta seis veces mayor) a la de los posteriores a esa fecha. A modo de comparación, explican los investigadores, los neandertales antiguos tenían una diversidad comparable a los humanos modernos, mientras que la variedad de genes de los posteriores, los más recientes, era inferior incluso a la de los humanos modernos de Islandia.

¿Cómo se interpreta esto? Los análisis genéticos y los modelos de población indican que los neandertales prácticamente se extinguieron hace unos 50.000 años y la población residual muy mermada se difundió luego por parte de Europa. Los biólogos saben que, con rarísimas excepciones, una especie que tiene poca variabilidad genética está condenada sobre todo por dos motivos. Por una lado, acumulará defectos genéticos nocivos, por otro, tendrá menos variantes genéticas a las que la evolución puede recurrir para adaptarse a situaciones cambiantes.

Los científicos no tienen una respuesta definitiva acerca de la causa de la extinción de los neandertales, y las hipótesis se van sucediendo a medida que se cuenta con más datos. Una idea en boga es que los neandertales estarían especialmente adaptados a las condiciones de bosque y serían cazadores de proximidad a sus presas, a las que alcanzarían con armas cortas. Los humanos modernos, sin embargo, procedían de terrenos africanos más abiertos y cazarían a mayor distancia. Cuando cambió el entorno y el bosque se fue abriendo, los neandertales quedarían en condiciones cada vez peores para su supervivencia.

“Este tipo de estudios interdisciplinares es extremadamente valioso para el avance de la investigación en evolución humana”, señala Arsuaga. “El ADN de los humanos prehistóricos ha aportado hallazgos inesperados en los últimos años. Es muy emocionante imaginar qué nuevos descubrimientos se producirán en los próximos años en este campo”, añade.

En los últimos años se han hecho varias investigaciones de ADN en fósiles neandertales, pero sobre todo orientadas a averiguar si hubo mezcla de genes entre aquella especie y la nuestra, pero no se había utilizado esta poderosa herramienta para conocer los cambios demográficos que pudieron sufrir, recalcan los investigadores suecos y españoles.




Diario ElPaís 24/2/2012.-



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viernes, 24 de febrero de 2012

Principios y contingencias

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por Enrique Pinti




Los principios son una cosa y las contingencias son algo completamente distinto. Los principios de un ser humano son unas bases adquiridas desde la más tierna infancia y tienen que ver con la educación recibida, el medio familiar donde uno ha crecido y el afecto y la contención que uno ha tenido. El ejemplo de los mayores, la lucha por concretar alguna vocación, la inserción dentro de un campo laboral y los frutos que uno haya podido cosechar gracias al esfuerzo y el estudio.

Todo ese cúmulo de sucesos son los cimientos que sirven de base a una estructura de vida que incluye fundamentalmente una serie de principios rectores de nuestra existencia. Quien ha tenido todo eso va a ser respetuoso, disciplinado, tenaz, afectuoso y generoso. Quien haya carecido de ese sostén tendrá tendencias agresivas que pueden llevarlo a tomar caminos de tortuosos atajos y desembocar en la mentira, la trampa y la falta total y absoluta de respeto por el prójimo.

Claro que no todo es blanco o negro y que muchas personas criadas en un ambiente sano tienen conductas perversas y muchas otras crecidas en medios hostiles, sin recursos y en medio de grandes caos individuales y colectivos llegan a buen puerto y se convierten en personas respetables y positivas. Pero siempre será preferible la buena base y la fuerza del afecto circundante a la hostilidad y la falta de oportunidades. Y también es claro que el mundo es una calesita que no siempre gira ordenadamente y con una música de fondo agradable y juguetona. Por el contrario, muchas veces adquiere un vértigo y una sensación de confusión y borrachera que nos hace caer del caballito de madera o del botecito rococó. Y la desesperación por sacar la sortija que nos permita dar más vueltas gratis puede llevarnos a olvidar todo lo aprendido y tratar de pisar cabezas para lograr nuestro triunfo. Así los principios se van al infierno y lo peor de nuestra condición humana sale a la superficie con una ferocidad inusitada.

Esas son las contingencias, las pruebas a las que nuestro destino nos somete y que no siempre podemos sortear exitosamente: los períodos de crisis son más frecuentes de lo que nuestra percepción capta. En realidad el estado de crisis es permanente, sólo que muchos de nosotros, refugiados en nuestro individualismo algo enfermo, no solemos palpar hasta que las desgracias golpean nuestras puertas. Algunas sociedades son proclives a las crisis económicas derivadas de las corrupciones administrativas, los robos descarados y la instalación de métodos especulativos de dudosa ética que, al recibir la bendición de mercados y gobiernos, se aposentan con certificado de buena conducta en las bases de esas sociedades. Crean, con sus flujos y reflujos, beneficiados o perjudicados que son las dos caras de realidades falsas que no pintan fielmente lo que realmente pasa, porque con facilismos demagógicos le hacen creer a una mitad que vive en un paraíso y, a la otra, que habita un infierno.

En otras sociedades las guerras, la destrucción, los bombardeos y las ocupaciones por ejércitos extranjeros dan por tierra con todos los sueños e ilusiones construidos en los períodos de paz y arrasan con violencia todas las pautas culturales que se habían edificado con amor y paciencia. Ahí los principios se sustituyen por la lucha por la supervivencia a cualquier precio.

Es muy difícil mantener el equilibrio en momentos críticos. Es por eso que los seres humanos vagan de un lugar a otro buscando la paz, la tranquilidad, el trabajo digno, la remuneración adecuada, la salud garantizada y la educación para todos.

Muchos han encontrado su lugar en el mundo en su país, otros en lugares remotos con otras costumbres y otros idiomas, y nunca nada es definitivo. Vamos y volvemos. Esperamos y desesperamos. Pero cuando los principios están firmes, las contingencias resultan ser sólo eso, contingencias, momentos, etapas de las que se podrá salir con más sabiduría y con mayor madurez.

Resurgir de las cenizas no es imposible si los principios son sólidos y no se basan en la destrucción de los valores.



Revista LaNación 22/2/2012


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La hormiga

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por Marco Denevi





Un día las hormigas, pueblo progresista, inventan el vegetal artificial. Es una papilla fría y con sabor a hojalata. Pero al menos las releva de la necesidad de salir fuera de los hormigueros en procura de vegetales naturales. Así se salvan del fuego, del veneno, de las nubes insecticidas. Como el número de las hormigas es una cifra que tiende constantemente a crecer, al cabo de un tiempo hay tantas hormigas bajo tierra que es preciso ampliar los hormigueros. Las galerías se expanden, se entrecruzan, terminan por confundirse en un solo Gran Hormiguero bajo la dirección de una sola Gran Hormiga. Por las dudas, las salidas al exterior son tapiadas a cal y canto. Se suceden las generaciones. Como nunca han franqueado los límites del Gran Hormiguero, incurren en el error de lógica de indentificarlo con el Gran Universo. Pero cierta vez una hormiga se extravía por unos corredores en ruinas, distingue una luz lejana, unos destellos, se aproxima y descubre una boca de salida cuya clausura se ha desmoronado. Con el corazón palpitante, la hormiga sale a la superficie de la tierra. Ve una mañana. Ve un jardín. Ve tallos, hojas, yemas, brotes, pétalos, estambres, rocío. Ve una rosa amarilla. Todos sus instintos despiertan bruscamente. Se abalanza sobre las plantas y empieza a talar, a cortar y a comer. Se da un atracón. Después, relamiéndose, decide volver al Gran Hormiguero con la noticia. Busca a sus hermanas, trata de explicarles lo que ha visto, grita: "Arriba...luz...jardín...hojas...verde...flores..." Las demás hormigas no comprenden una sola palabra de aquel lenguaje delirante, creen que la hormiga ha enloquecido y la matan.

(Escrito por Pavel Vodnik un día antes de suicidarse. El texto de la fábula apareció en el número 12 de la revista Szpilki y le valió a su director, Jerzy Kott, una multa de cien znacks.)



del libro "Falsificaciones", de Marco Denevi. 1969 CATALAYUD DEA





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Entrevista al filósofo Antonio Fornés

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por Lorena Ferro



Antonio Fornés: "En general somos banales porque no sabemos qué otra cosa ser"
¿Es el nuevo año un buen momento para replantearnos la vida? El autor de 'Reiníciate' cree que sí y nos invita a hacerlo para dejar de ser 'esclavos' | Kant o Dostoievski lo hicieron




Aislarse del mundanal ruido, parar, escucharnos y tomar verdaderamente nuestras propias decisiones para dejar de ser "esclavos". Esto es lo que propone Antonio Fornés (Barcelona, 1968) en Reiníciate (Editorial Diéresis). El filósofo nos invita a no conformarnos con la insatisfacción y a hacer un reset mental para conseguir liderar nuestras vidas hacia la libertad. Y lo hace explicando las historias reales de grandes pensadores como Dostoievski, Tolstoi o Kant que un día decidieron parar, reflexionar y volver a iniciar sus vidas. ¿El nuevo año puede ser una buena ocasión para intentarlo?

¿Tan mal ve el panorama actual que propone un reset?
A nivel tecnológico estamos en una época magnífica. Pero eso ha afectado a nuestro equilibrio con la parte espiritual o humana que tenemos descuidada por el exceso de trabajo, de consumismo… Eso, en general, nos ha convertido en personas mucho más superficiales, más preocupadas de cosas que no tienen tanta importancia como nos parece. Y dentro de esa locura, tendemos a conformarnos. Dentro de esa situación de insatisfacción y de angustia lo fácil o lo seguro es permanecer en esa situación de gris en lugar de reequilibrarnos, reiniciarnos y tirar adelante.

Y ¿Cómo nos reiniciamos?
De vez en cuando necesitamos parar, silenciar el ruido de todo lo cotidiano y escucharnos a nosotros mismos. Hay que dejar de hacer cosas. Ese es el primer paso: romper ese bloqueo que todos tenemos de nuestros sentimientos profundos, de esas ansias… Esta sociedad te obliga a hacer cosas y el caso más evidente son las vacaciones: no puedes volver al trabajo y decir que no has hecho nada, hay que: subir en globo, tirarse en paracaídas, andar 5.000 kilómetros… Y ¡¿para qué?! Hay que disfrutar de la vida, no sumar acontecimientos.

En el libro cita a Sócrates para ilustrar que hay que vivir reflexionando ¿Quiere que nos volvamos monjes?
No. Justo lo contrario. Es una llamada a vivir y a hacerlo plenamente. Hay que volver a calibrar el sentido de la vida, masticarla y no dejarla pasar. Muchas veces somos como el péndulo de un reloj viejo de pared que está todo el día moviéndose de aquí a allá pero en realidad está siempre en el mismo sitio.

¿Se puede cambiar teniendo en cuenta el ritmo de vida actual?
Se puede y se debe. No hay nada más importante que vivir y hacerlo como seres humanos. Cuando trabajamos y nos dejamos llevar por la rutina nos convertimos en un engranaje perfectamente sustituible. Solo hay un momento en el que no somos sustituibles que es cuando dejamos de hacer cosas, cuando pensamos, cuando miramos hacia nuestro interior.

¿Cree que no pensamos en lo realmente importante?
Cada vez menos. Incluso en las humanidades todo el pensamiento reflexivo se elimina: hemos de estudiar una cosa que sirva para algo porque la obsesión de la sociedad es convertirnos en herramientas, en máquinas.

¿Por eso dice que hemos convertido la vida en algo vulgar?
Vulgar, superficial… En general somos banales porque no sabemos muy bien qué otra cosa ser. Basta con ver la tele o escuchar la radio para ver hasta qué punto hemos superficializado nuestra vida y reducido nuestras diversiones a cosas absolutamente ridículas.

¿El miedo nos frena?
Sí. Cuando en el libro hablo de personajes famosos no lo hago tanto para explicar la literatura de Dostoievski o el pensamiento de Pascal sino para ver como todo el mundo tiene ese momento de choque, que puede ser leyendo un libro, en el cual miramos hacia nuestro interior y nos escuchamos. A ellos les pasó.

Pero ¿Sabemos lo que queremos?
Creo que en el fondo sí. Nuestros deseos están ahí escondidos, pero nos da miedo sacarlos porque el día a día es muy fácil, muy cálido…

¡¿Qué hacemos entonces?!
Hay que atreverse a tomar decisiones individuales, que es otro gran problema de la sociedad actual. Hoy prácticamente toman por nosotros todas las decisiones: desde lo que vamos a comer, si podemos fumar, etc. Romper los miedos cuesta, pero a la larga es mucho más beneficioso. La mayoría de nosotros por miedo nos quedamos al otro lado de la orilla y nos conformamos con una vida gris, lamentable…

Critica la actitud de “seguir la manada”
El “seguir” es muy fácil y muy seguro, pero no nos satisface. Si rascas un poco puedes ver que la gente no es feliz. La persona del siglo XXI es un ser un poco torturado a medio camino entre lo que debería hacer y lo que quisiera ¿¡Cuánta gente toma una pastilla por las mañanas para alegrarse el día y otra por la noche para dormir!? Aquí hay algo que no funciona.

Pero salirnos del camino nos puede convertir en seres asociales …
Tampoco significa romper del todo. Simplemente se trata de liderar nuestra propia vida. Creo que las consecuencias de estos actos serán buenos… Y aunque sean malos, tendremos la satisfacción de haberlo intentado y mejoraremos a quien nos rodea.

¿Somos esclavos?
Dostoievski decía que la obsesión de todo hombre es buscar a alguien que le esclavice. Nos hemos convertido en esclavos y a pesar de que la libertad está en boca de todos, somos muy poco libres. Un ejemplo: Henry Ford en mitad de la depresión impuso el salario de los cinco dólares y la gente le decía “¡¿Cómo le subes el salario a tus trabajadores?!” y el se reía y decía “¿Qué creéis que van a hacer cuando les suba el salario?... ¡Comprar un coche!” (risas). “¡Son mis esclavos! Creen que les doy más libertad pagando más pero me lo van a devolver todos”. Ahora somos esclavos de una hipoteca…

Hay que hacer esfuerzos para tener casa…
¿Cuanta gente ha cambiado de piso para tener uno más grande o para estar en un barrio presuntamente mejor? Y a cambio ha accedido a esclavizarse toda su vida… ¡está sufriendo como un animal por tener un piso 30 metros más grande! Todos podemos vivir con mucho menos. No se trata de renunciar al capitalismo, pero hay que tomar la vida desde la perspectiva del valor que tienen las cosas.

¿Todo el mundo sabe escucharse?
Creo que sí. No hacen falta terapias ni técnicas. En el fondo todos nos conocemos, otra cosa es que estemos dispuestos a escucharnos y a soportar las posibles consecuencias…

¿Si nos escucháramos más quizás evitaríamos el psicólogo?
No tengo ninguna duda. Se habla de que entre el 50 y el 60% de las visitas en la atención médica primaria son por razones puramente de angustia: la gente va a hablar con el médico. Tenemos móviles de todo tipo pero esta sociedad más comunicada es al mismo tiempo la más solitaria en conversaciones de verdad.

¿Un buen momento para reiniciarse puede ser el cambio de año?
Cualquier momento, pero el fin de un año o el inicio de otro puede ser un momento bueno porque se tiende a hacer balance y propósitos para el nuevo año.

En momentos de crisis quizá es más sencillo…
Sí, pero al mismo tiempo es más peligroso porque se multiplican muchísimo los mensajes del tipo “hay que trabajar más” y estamos dispuestos a renunciar a más cosas para continuar siendo infelices.

¿Hay que reiniciarse más de una vez en la vida?
Depende de cada uno pero creo que necesitamos reiniciarnos más de una vez. Lo ideal sería hacerlo cada noche: reflexionar sobre el día y encarar el siguiente.

Dígame algún personaje actual al que le recomienda un reinicio…
Hombre… la clase política debería reiniciarse en bloque sin falta (risas), porque citar a un político sería injusto para los demás. Ellos siempre nos dan las mismas recetas y los mismos discursos sin ofrecer nada nuevo… Se quedan siempre en la superficie.

Dice que todos deberíamos llevar palabras de Kant anotadas en nuestra agenda ¿Qué la filosofía rija nuestras vidas?
No tengo ninguna duda (risas). Platón en la República dice que es el filósofo el que debe gobernar porque conoce el bien. Yo, aunque sea ingenuamente, lo creo.

¿El filósofo es el que conoce el bien?
Es el que debería gobernar porque como mínimo intenta conocer el bien. El filósofo es el hombre que hace preguntas, no el que obedece. Y cito a Kant porque ¿Qué es la ilustración? es uno de los textos gloriosos de la historia de la humanidad porque dice “toma tus propias decisiones”. Piensa por ti mismo porque eres un ser humano y, por tanto, valiosísimo.

 

Diario LaVanguardia 2/1/2012



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jueves, 23 de febrero de 2012

Aves que explotan a otras aves

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Diálogo con Vanina Fiorini Doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del Conicet.



por Leonardo Moledo




Algunas especies dejan sus huevos en nidos ajenos para que otro ejemplar los empolle y los críe. Trepando árboles, el Jinete Hipotético va en busca del tordo renegrido, un especialista que parasita a 250 especies.



–Bueno, estamos acá en el laboratorio de ecología y comportamiento animal del departamento de ecología, genética y evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Un poquito larga esta introducción.

–Sí.

–Y usted trabaja en parasitismo de aves.

–Sí. El parasitismo de cría obligatorio es una estrategia que tienen algunas especies que se reproducen sin construir su propio nido. La mayoría de las especies, como se sabe, se reproduce, arma su nido, pone su huevo ahí e incuba a los pichones. Las especies que a mí me interesan lo que hacen es usar los nidos de otras especies para depositar sus huevos, de modo que son los otros quienes cuidan los huevos y alimentan a los pichones hasta que se independizan.

–¿Y cómo se produjo eso evolutivamente? Es medio raro...

–Hay distintas hipótesis. Una lo que supone es que algunas especies empezaban a parasitar nidos. No construían el suyo, sino que ponían sus huevos en otros y cuidaban a sus pichones. Eso después fue evolucionando y las especies empezaron directamente a parasitar a otras. Eso evidentemente fue una estrategia exitosa, y las especies perdieron la capacidad de hacer su nido y cuidar a sus pichones y pasaron directamente a parasitar los nidos de otras especies. Se supone que al principio lo hacían con algunas pocas. Lo que es interesante es que hay algunas aves parasitarias que son especialistas (es decir, que sólo parasitan a una especie determinada) y otras que son generalistas (como el tordo renegrido, que es el que estudio yo, que parasita aproximadamente 250 especies).

–¿Y dónde vive? Porque si no tiene nido para reproducirse...

–En realidad las aves, salvo algunas pocas, no usan el nido para vivir. No es una casita a la que vuelven todos los días. Lo construyen durante la etapa reproductiva, están ahí mientras tienen que incubar, pero después están en los árboles. Viven en las ramas.

–¿Y duermen ahí?

–En general sí. Hay algunas que no, que por ejemplo si tienen su nido en cavidades de árboles, van a esos sitios a dormir durante la noche. Pero en el campo la mayoría de las especies vive entre la vegetación.

–Todo esto de parasitar especies, o construir los nidos para la época reproductiva, o incluso migrar, son estrategias complejas...

–Sí.

–¿Cómo se codifica genéticamente una estrategia tan elaborada?

–Es muy difícil determinar a qué gen se corresponden esas conductas, porque es un comportamiento que muchas veces es aprendido y no puramente genético. Se hacen algunos estudios al respecto, no con aves pero sí con moscas, donde se modifica algún gen y se ve si varían los comportamientos. Pero en aves es realmente muy difícil determinar cómo está determinado genéticamente el comportamiento.

–Resulta bastante asombroso. Todos los animales tienen conductas muy complejas, y resulta muy difícil imaginarse de qué manera se puede codificar una conducta. Por ejemplo: ¿cuando el tordo nace ve a los padres?

–Eso es algo muy interesante: ¿cómo evolucionó para que el tordo en vez de construir su nido vaya y busque un hospedador? En el tordo renegrido recién ahora se está empezando a investigar, no hay mucha información. Pero en otras aves parásitas de Europa se sabe que hay un imprinting con el hospedador que los cría. O sea: el parásito nace en ese nido y observa a sus padres adoptivos. Los pichones, luego, cuando tengan que reproducirse, van a ir a buscar los nidos de esa especie. No van a parasitar a cualquier otra: reconocen en función de su experiencia personal. En el tordo renegrido lo que se cree es que no hay un imprinting tan fuerte con la especie hospedadora, pero podría haber algo relacionado con el tipo de nido donde ese tordo nació. Si nació, por ejemplo, en el nido de la calandria (que tiene la forma de una canastita) va a buscar especies que construyan nidos parecidos a ése; si nació en el nido de una ratona, que hace el nido adentro de una cavidad, buscará especies que tengan ese tipo de nido. De todos modos, esto no es tan claro como lo que se ve en otras especies en Europa.

–Entonces no es sólo su lugar de nacimiento sino donde se crían.

–Tienen aproximadamente 13 días de incubación, y después como pichones pasan unos 14 días en el nido. Y después, como hace la mayoría de los pichones, pasan un período bastante largo en el territorio del hospedador, que los sigue alimentando ya fuera del nido. El tordo lo va persiguiendo a su padre adoptivo como si fuese un pichón propio. Luego, en algún momento, ocurre algo (que todavía no está estudiado) que hace que el tordo abandone a sus padres y se una a una bandada de tordos renegridos. A los tres meses, el tordo ya no está más en el territorio. Pero no se sabe bien qué es lo que cambia en el cerebro del tordo para decidir irse. No se sabe si lo vienen a buscar otros tordos, o si él va y busca individuos parecidos a él (aunque nunca los haya visto).

–Hablemos un poquito del hospedador. Está haciendo algo que es antievolutivo para su propia especie, porque está cuidando los genes de otra especie. ¿No se da cuenta de eso? ¿No trata de expulsar el huevo?

–Bueno, hay distintos mecanismos de defensa. Por un lado, lo que se ve muchas veces es que los hospedadores tratan de evitar que los tordos entren al nido. En filmaciones que nosotros realizamos, podemos ver que cuando llega la hembra de tordo, el hospedador la ataca muy agresivamente. Sin embargo la hembra de tordo logra poner su huevo en el nido, a pesar de que recibe picotazos. Lo que le quedaría hacer al hospedador, entonces, es rechazar ese huevo: picarlo o removerlo. Hay hospedadores que tienen ese comportamiento: reconocen el huevo y lo pueden sacar. Pero hay otros que no, que una vez que el huevo está en su nido, no lo pueden diferenciar de los propios.

–Cuando lo reconocen, se corta la cadena...

–Sí, lo que pasa es que en un parásito generalista, como es el tordo, es más difícil.

–Yo me pregunto qué pasa por la cabeza de los bichos cuando eligen una cosa u otra. No creo en la teoría cartesiana de los animales máquina. Me parece que tiene que haber algún rastro de conciencia, o algún mecanismo que le haga decidir de manera más o menos racional. ¿Usted qué piensa? ¿Hay algún embrión de pensamiento? ¿O son todas conductas automáticas?

–No sé si yo las llamaría automáticas. Pienso que el comportamiento, así como otros caracteres de los animales y las plantas, está modelado por la selección natural a través de la evolución. En el caso de que un comportamiento no sea adaptativo, va a ser eliminado.

–Pero como no sabemos cómo se codifica un comportamiento, estamos con el problema de que no sabemos qué es lo que se selecciona.

–Pero sabemos que el resultado es el proceso de selección natural. Y en particular el tordo renegrido, con este comportamiento, es una especie muy exitosa. Son muchos, se expanden, colonizan especies nuevas.



Diario Página12 22/2/2012.-



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Sin palabras

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por Adrián Paenza



Los números componen el lenguaje universal. Independientemente del idioma que se hable, en cualquiera de los países occidentales hay símbolos que permanecen invariantes: los números. El número 9 se escribe igual en España que en Inglaterra y lo mismo sucede en Italia, Alemania, Francia, Croacia u Holanda, aunque en todos esos países el idioma oficial sea diferente. Hasta los chinos están produciendo su adaptación.

Por otro lado, hay otros símbolos que no se modifican con el idioma, y son aquellos que sirven para notar las operaciones aritméticas (que indican suma, resta, multiplicación y división, (+, -, ., /). Son los mismos en Brasil que en Bélgica pero también en Noruega, Grecia, Colombia, Irlanda, Panamá y Luxemburgo. Sin embargo, este grado de universalidad lo tenemos tan incorporado que parece totalmente natural. Y quizás lo sea.

También hay algunas palabras o expresiones que son invariantes ante el cambio de idioma: taxi, banana, OK, mamá y papá (ambas con o sin acento), sauna, enigma, TV, radio, whisky, radar, por poner algunos ejemplos, se usan indistintamente en muchísimos países de Occidente.

Pero, además de los números, símbolos aritméticos y algunas palabras que cruzan culturas e historias hay otro grupo de “comunicadores” que no distinguen barreras culturales ni idiomáticas y mucho menos históricas. Me refiero a un lenguaje sin palabras, pero que todo el mundo entiende.

En cualquier país del mundo, la disposición de las luces en los semáforos permanece invariante: rojo, amarillo y verde. Y la disposición geométrica es la misma: rojo arriba, amarillo en el medio y verde abajo. Es curioso que el mundo se hubiera puesto de acuerdo en algo que uno toma como una obviedad, pero en realidad no lo es.

Vayamos por otro lado y le sugiero que piense conmigo: debe haber habido un momento en el que apareció el primer teléfono. Alexander Graham debe haberse preguntado: “¿Cómo hago para que cuando haya una llamada entrante, la persona dueña del teléfono lo pueda advertir?”. Y la respuesta fue la conocida: ¡hacer sonar un timbre! Lo notable de esto es que ese timbre, ese sonido inconfundible, nos acompañó hasta hace muy poco tiempo. Los teléfonos sonaban todos igual, en las películas, en la radio y en cualquier parte del mundo y se transformaron entonces en un sonido reconocible que no necesita de la palabra hablada para comunicar. No hace falta que alguien diga: “El teléfono está sonando, atendé”. El sonido típico es el mensajero. Sin embargo, desde hace una década las formas de comunicar comenzaron a variar: ahora el tañido de una campana o de un timbre fue reemplazado por breves segmentos musicales. Más aún: es posible asignar un sonido diferente a cada persona que llama y, eventualmente, una foto o incluso un video. El lenguaje sin palabras en todo su esplendor.

Pero el teléfono provee otros ejemplos: históricamente, al levantar el tubo para “discar” (¿por qué seguimos hablando de discar una llamada cuando los teléfonos no tienen más discos rotativos y todo se hace a través de un teclado?) aparecía un tono. Ese era el indicador de que el teléfono estaba operativo. Esa era otra señal: el teléfono tenía línea, andaba. Hoy, los celulares no tienen tono de discado. Uno aprieta los números que quiere, pulsa otra tecla y listo.

¿Y los contestadores telefónicos? También fueron un avance, pero la luz titilante indicó siempre que había mensajes en espera. Hoy, con los sistemas más modernos, uno puede saber antes de atender quién es el que llama porque el número y/o el nombre aparece en el display. Pero eso requiere de palabras, en cambio el sonido distinto indica quién marcó del otro lado sin la necesidad de usar el lenguaje clásico. Y además está el llamado en espera que uno advierte por un sonido que se produce en la línea interrumpiendo brevemente su conversación. Otro mensaje que no necesita de palabras.

Otro ejemplo de la vida cotidiana: cuando usted se prepara para tomar un ascensor, se para frente a la puerta y aprieta un botón. Ese botón se ilumina, se enciende. Ese es también otro indicador. El ascensor le está diciendo: “Ya sé que me llamaste. Ahora esperá, ya voy”. Y encima, uno observa lucecitas en un tablero superior que indican el piso en el que está el ascensor y, además, si está subiendo o bajando o si está quieto. Lo mismo sucede cuando uno ya está dentro del ascensor y presiona el número al que quiere ir: se enciende una luz que indica que el mensaje fue tomado y comprendido. Más aún: cuando eso no sucede, si la luz no se enciende, eso podría sugerir que el ascensor no entendió. Uno está más preparado a pensar eso, que a suponer que la luz no funciona.

Ahora imagínese frente a su computadora, dispuesto a bajar un archivo que llega a través de Internet. En la pantalla y dependiendo del sistema operativo, aparece un “relojito” cuyas manecillas dan vuelta, o un pequeño “globo” que parece estar girando, o alguna otra variedad. Pero lo interesante es que es un mensaje de la máquina hacia usted, indicándole “no te preocupes, tardo un poco, pero estoy trabajando en lo que me pediste”.

Y, por supuesto, está el caso de los autos. El tablero que el conductor tiene delante de sí encierra un cúmulo de mensajes constantes que no requieren de palabras: una luz amarilla puede marcar que el tanque tiene poca nafta, una luz roja indica que la temperatura está por encima de lo normal, o incluso una luz azul (sí, azul) en el tablero que marca que usted tiene las luces “altas” encendidas. Y ni hablar de velocímetros o tacómetros (medidores de velocidad y revoluciones por minuto que da el motor).

Estos ejemplos parecen triviales (quizá porque lo sean) pero ya forman parte de nuestro paisaje cotidiano: uno solamente los advierte cuando alguno no funciona.

Pero ahora la tecnología está empezando a empujar las fronteras y es bueno empezar a tomar nota. Ha llegado la hora de los sensores. Desde hace varios años los aviones vuelan con piloto automático. Esto indica que sin la necesidad de la participación del hombre segundo por segundo, pueden despegar, volar, hacer modificaciones a la ruta si las condiciones anticipadas cambian e incluso aterrizar sin que el piloto tenga que intervenir, sólo monitorear. Pero la diferencia reside en que la mayoría de los mortales no estamos manejando aviones sino, en todo caso, computadoras, autos, teléfonos, televisores, etc. Y, por lo tanto, hasta que esa tecnología no llegara hasta nosotros, los ciudadanos comunes, sólo estaba reservada para un grupo muy particular y reducido de personas: los pilotos.

Hoy, los sistemas de GPS (Global Position System) están instalados en virtualmente todos los autos nuevos. Y si no, uno puede adquirir los navegadores por separado. Los sensores de nuestra posición permiten –sin palabras– hacer viajes en piloto automático también. Pero hay más: Ford, Lexus, Lincoln, Mercury y Toyota, ofrecen ahora la alternativa de que algunos de sus automóviles se estacionen solos, sin la necesidad de la participación de quien lo maneja. Los sensores van monitoreando la zona que usted elige hasta detectar un lugar que cumpla con las condiciones de proximidad necesaria entre los dos potenciales obstáculos (autos) que quedarán adelante y detrás del suyo. El auto se pone paralelo al lugar (como haría usted o yo). Lo único que se espera de usted es que apriete el acelerador y el freno, decidiendo la velocidad de la maniobra, pero usted ya no tiene el control del volante: eso lo hace la computadora. Es decir: el automóvil se “autoestaciona”.

La fábrica Mercedes Benz ya ofrece en el mercado automóviles (como los modelos CLS 63 y CLS 550 entre otros) que tienen el equivalente de una versión precaria de piloto automático. Usted fija la velocidad a la que quiere ir y se pone en un cierto andarivel (digamos en una autopista). El auto tiene sensores que detectan la velocidad de los autos que usted tiene adelante. Si no los hay, o si el espacio que media entre usted y los otros permite mantener la velocidad que usted eligió, el auto llega a esa velocidad crucero y la mantiene, pero lo increíble es que si un auto apareciera en el mismo andarivel que el suyo, entonces los sensores detectan inmediatamente el cambio en las condiciones externas y no solo reducen la velocidad (replicando lo que haría usted si estuviera “al volante”) sino que frenan el auto totalmente si la circunstancia lo requiere. Para todos aquellos que envían mensajes de texto mientras están conduciendo, este dispositivo resulta esencial, porque si uno quita la vista de la ruta, y quien va adelante suyo o bien frena o bien reduce la velocidad inesperadamente, su auto lo detecta y obra en consecuencia.

Sea a través de luces de diferentes colores, fijas o titilantes, fragmentos musicales, vibraciones, fotos, colores, timbres, tonos o números expresados en forma digital, el mundo que nos rodea se comunica con nosotros usando lenguajes que no requieren de palabras. Las máquinas usan sus idiomas particulares para establecer conexiones con los humanos, que de tan rutinarias se hacen transparentes, y entre todos componen una manifestación más de lo que se llama globalización.



Diario Página12 22/2/2012



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