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jueves, 31 de enero de 2013

“La aventura de seguir los rastros del Bosón de Higgs”

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por Juan Monzón Gramajo



Pocas veces un proyecto científico tuvo la repercusión mediática mundial como ocurrió con el hallazgo de la “partícula de Dios” o el “Bosón de Higgs”. No era para menos, se estaba frente a la llave que permitiría conocer el origen de la naturaleza y todo lo que esto significa.

Transcurrido el impacto del anuncio, son más las preguntas que las certezas en este proyecto multinacional que demandó una inversión de 10 mil millones de dólares, y en el que participan más de 3000 científicos de 38 países, entre los que está Argentina.

El doctor Gustavo Otero y Garzón es uno de los dieciséis investigadores argentinos que participan del proyecto y visitó la Universidad Nacional del Nordeste para explicar detalles del megaproyecto.

En esta entrevista explica la técnica empleada para hallar el bosón, pero y si fundamentalmente encontraron lo que estaban buscando. Para entender los conceptos del doctor Otero y Garzón es necesario saber que:

-Los resultados se obtuvieron a partir de los trabajos en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el acelerador de partículas más grande del mundo, emplazado en Ginebra a 100 metros de profundidad y con un diámetro de 27 kilómetros. Funciona haciendo colisionar dos chorros de partículas subatómicas (protones) a una velocidad cercana a la de la luz. Eso genera una enorme lluvia de partículas que solo pueden crearse con altas energías.

-La búsqueda del Bosón de Higgs se realizó en el marco de una teoría que predice el “modelo estándar” que es un conjunto de reglas matemáticas que describe cómo todas las partículas conocidas en el universo interactúan entre sí.



-¿Se descubrió el Bosón de Higgs o tan solo evidencias de que existe?.

Es una muy buena pregunta. La respuesta rápida que puedo ofrecer es que se descubrió una partícula que es compatible con el Higgs del modelo estándar. Entonces dentro de esa teoría hay una posible explicación de cómo las partículas adquieren masa a partir de su interacción con el Campo de Higgs. La partícula que observamos en el LHC es compatible con las características que tiene el Bosón de Higgs. Pero falta aún realizar análisis más exhaustivos para determinar efectivamente si la partícula hallada es la que predice el modelo estándar o no.

-¿Oficialmente no se puede decir aún entonces que estamos en presencia del Bosón buscado?.

No hay una confirmación oficial en realidad…

-¿Habrá una?, ¿tendría que ser confirmada de manera oficial?.

Es muy difícil, pero debo aclarar que los experimentos fueron muy cautelosos a tal punto que el paper escrito llevaba como título “Observación de una partícula compatible con el Higgs del modelo estándar”. Esa es una manera muy cuidadosa de decir “observamos una partícula nueva, se parece mucho al Higgs, pero todavía no podemos decir efectivamente si es el Higgs o no”.

-Su masa es uno de los parámetros para determinar si es el Bosón buscado. ¿De qué valor estamos hablando o dentro de que rango se lo buscaba?.

Dentro de la teoría uno no puede predecir cuál es la masa de esta partícula. Pero la teoría dice, que si uno conoce la masa, se pueden obtener un montón de propiedades. Hubo experimentos que buscaron desde la década de los `90 en un rango de masas (que ahora nosotros llamamos baja) de 114 gigaelectrónvoltio (GeV). Se llegaba a ese límite superior por cuestiones tecnológicas. La teoría predice que por arriba de 1000 GeV, empieza a ser inconsistente. En consecuencia, con el LHC se buscó a la partícula en un rango entre los 114 y 1000 GeV, y se cumplieron las predicciones ya que la hallada tiene 126 GeV.

-¿Cómo se determina la masa de una partícula que prácticamente tiene vida efímera?.

Justamente su corta vida está en relación con la masa. Se trata de un proceso complicado en el que uno trata de ver evidencias concretas sobre la masa de una partícula que vive poco tiempo, que decaen… y mueren, antes de poder ser captadas por un detector. No hay un detector que lea un Higgs. Lo que se hace es “inferir lo que ocurrió” y analizar los estados en los que decayó. El Higgs decae en productos que son más estables, que viven más tiempo y esas sí llegan al detector, por lo que se puede inferir que es lo que ocurre en los “hijos” de esta partícula.

-Siendo tan importante la presencia del bosón para el modelo estándar de la física, ¿qué hubiera pasado si no se lo encontraba?.

Esa es la pregunta más importante. Yo creo que hay cuatro grandes problemas en esta teoría: uno de ellos es el origen de la masa, no hay manera de explicar qué es la masa. Una posible solución es ésta, el Bosón de Higgs. El segundo problema: no entendemos cómo el universo se expande como lo hace. “El universo se expande aceleradamente” fue una observación que implicó el Nobel del año pasado. Con la cantidad de materia y energía que hay en el universo no lo podemos explicar. El tercer problema es que no entendemos por qué todo lo que se conoce es materia y no antimateria. Todo está constituido por protones y electrones y no hay anti electrones y anti protones. Esa simetría entre materia y antimateria tampoco la podemos explicar. Tampoco podemos explicar ciertos resultados cosmológicos de la última década, como por ej: porqué las galaxias rotan como lo hacen; pareciera que debería haber más materia que las que nosotros vemos. Es una teoría (la estándar) que tiene que ser extendida, y la teoría que la extienda tiene que contenerla, y además poder dar respuestas a estas preguntas.

-¿Que aplicabilidad tiene el descubrimiento de esta partícula para la gente común?.

Es un descubrimiento crucial pero dentro de la física básica. El Higgs para la vida cotidiana no significará nada en principio. Pero todo lo que se tuvo que hacer y construir y crear para llegar a él, si será de mucho provecho. Por ejemplo se tuvo que trabajar en el desarrollo de materiales superconductores que es básicamente de lo que está hecho el acelerador. Dentro de 40 años posiblemente tengamos luz por la que no debamos pagar porque tendremos un cable superconductor (no tiene resistencia eléctrica). También el desarrollo de la informática ha sido enorme. En la década del 90 la generación previa a este experimento, puso a los científicos en la necesidad de conectarse entre sí con grandes cantidades de datos en distintos puntos del mundo. La solución de eso fue el desarrollo de Internet, es decir Internet es una consecuencia paralela de experimentos grandes como éstos.

-¿Qué seguirán indagando en los próximos meses?

El objetivo de este proyecto no es encontrar el Higgs solamente, sino responder esas preguntas que señalé, y otras que son fundamentales para la física. Para eso necesitamos el acelerador, y de ahí que esté planeado que funcione por 20 años más. Desde la ciencia básica, también se busca saber qué tipo de Higgs es (porque hay varios). Hay dos teorías para la comunidad científica candidatas a englobar el modelo estándar: el de supersimetría y la teoría de las dimensiones extras. Son muy interesantes y sus predicciones pueden ser testeadas en este acelerador. A corto plazo el trabajo es medir las propiedades de estas partículas para ver si es del modelo estándar o de otra teoría.

Sabemos que podemos encontrarnos con situaciones que el modelo estándar no explica muy bien. Mientras tanto, hay un programa paralelo para buscar nueva física. Eso demandará una década como mínimo. Es más, si uno piensa que se puede encontrar física nueva, supongamos que existe una partícula supersimétrica, hay intenciones de construir un acelerador lineal (algo que se viene desarrollando desde hace unos 15 a 20 años).


Revista de Divulgación Científica y Tecnológica
UNNE - Universidad Nacional del Nordeste


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La maldición de Malthus

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por María Antonia Sánchez-Vallejo




¿Son los humanos “una plaga”, como sostiene Attenborough?


No hay exceso de población, sino una distribución desigual de habitantes y recursos

     
Puede que la crisis tenga algo que ver, o que la coincidencia sea solo fortuita, pero últimamente se suceden los pronósticos agoreros sobre el porvenir de la humanidad. Con apenas un día de diferencia, los titulares de dos noticias publicadas la semana pasada en este diario interpelaban directamente a nuestra especie y su capacidad de pervivencia en el planeta: “Los humanos son una plaga sobre la Tierra”, sentencia del naturalista británico David Attenborough sobre el exceso de población, y “que se den prisa y se mueran”, recomendación del ministro japonés de Finanzas, Taro Aso, a los ancianos de su país para aliviar los gastos en atención sanitaria del Estado.

Dejando a un lado la pertinencia de la segunda frase, neutralizada luego con la habitual disculpa de haber sido sacada de contexto, ambos mensajes abundan en una idea fuerza: el control de la población —incluso mediante métodos tan expeditivos como la eutanasia implícita en las declaraciones de Aso— para una adecuada satisfacción de las necesidades básicas mediante los recursos disponibles. O, dicho de otra manera, para el precario equilibrio entre bocas y alimentos, agua y tierra suficientes.

Ninguno de los dos mensajes suena a nuevo; al contrario, ambos se amparan en la alargada sombra del malthusianismo, esa alarma lanzada durante la revolución industrial por el pastor Thomas Malthus que preveía la pauperización de la especie humana por falta de recursos, e incluso su desaparición, si no mediaban mecanismos de regulación periódicos como guerras o epidemias.

Así pues, Attenborough, premio Príncipe de Asturias en 2009, recoge casi dos siglos después el guante de Malthus y los ecos de la teoría neomalthusiana de la bomba demográfica de los años sesenta para urgir a controlar el crecimiento de la población antes de que lo haga la naturaleza, como ya ocurre en algunas zonas de África golpeadas por la hambruna. Taro Aso, más tradicional, apela a la cultura del haraquiri igual que, en los albores de la historia, la población de algunas sociedades tradicionales esperaba que los mayores, cuando devenían una carga para el resto, se autoeliminaran. Un escenario inquietante, pero demográficamente revelador, que podría sustanciarse en una de las representaciones más dramáticas de la crisis, los suicidios de mayores: “Esas muertes de matrimonios ancianos que se etiquetan como violencia de género pero que resultan ser suicidios, quitarse del medio al sentirse una carga, son claras señales de alerta” de uno de los principales problemas de las sociedades desarrolladas, el envejecimiento de la población, apunta la demógrafa Margarita Delgado, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “Pero al procedimiento expeditivo de Taro Aso yo no lo llamaría neomalthusianismo, le pondría una etiqueta más fuerte”, añade.

Para Honorio Manuel Velasco, catedrático de Antropología Social de la UNED, no cabe lugar a dudas sobre el calificativo: “Estos mensajes suenan a Malthus redivivo. Confiar en que uno de los factores es posible de controlar: la supervivencia en un medio ambiente limitado”. Ese control pertenecería a la especie humana, apunta el antropólogo —igual lo hace Attenborough en su advertencia—, “en un estado de cosas que presenta a la naturaleza como si fuera un sistema regulado cuyo control recae en manos humanas”.

“Lo cierto es que todo está en manos de la especie humana; también la distribución de los recursos”, añade el catedrático de la UNED, lo que trasciende el planteamiento puramente demográfico e introduce en el debate cuestiones tales como el modelo de crecimiento económico y hasta los derechos humanos, el primero de ellos, a la alimentación. “Pero no estamos ante una crisis planetaria, sino que afecta más a unos que a otros. Las hambrunas, las guerras, son mecanismos de regulación demográfica tradicionales, pero no los únicos; también la frecuencia de las catástrofes”.

Pero ni el de Aso ni el de Attenborough son mensajes reduccionistas, “a menos que algunos poderes los aprovechen para erigirse en reguladores únicos; entonces estaríamos hablando de totalitarismo”, explica Velasco. Como la política del hijo único en China, o las campañas de esterilizaciones forzosas en India a mediados de los setenta del pasado siglo, bajo el Gobierno de Indira Gandhi, o en el Perú de Fujimori. Para el antropólogo no cabe llegar tan lejos: “Creo más bien que Attenborough está enviando un mensaje de sensibilización”.

Con más de 7.000 millones de habitantes, la Tierra parecería estar a punto de agotarse, pero, según los expertos consultados, no se trata tanto de una cuestión de concepto como de estructura: el reparto desigual de la población y, sobre todo, la distribución inequitativa —vale decir también desproporcionada, injusta— de los recursos. Porque, por ejemplo, con la fortuna de 2012 de los 100 hombres más ricos del mundo se podría eliminar cuatro veces la pobreza global, según la ONG Oxfam International. “Somos muchos si comparamos el número con décadas pasadas, pero lo más importante es la distribución”, sostiene Margarita Delgado. “Han cambiado los equilibrios tradicionales. Europa tenía 728 millones de habitantes en 1995, y África, poco más de 700. En 2000, África superaba los 970 millones, mientras que Europa tenía unos 730. Ser muchos o pocos en un país, depende: en Japón hay más de 120 millones de habitantes, pero nadie lo asocia a la sobrepoblación. Es decir, más que un problema de volumen, estamos ante un problema de estructura: ha descendido la fecundidad en los países más desarrollados y a la vez ha aumentado la esperanza de vida por la reducción de la mortalidad, por lo que la pirámide se ensancha por arriba con el progresivo envejecimiento de la población. El volumen sí condiciona el desarrollo de muchos países —en África, algunos de Asia—, pero en otros casos, como el de España o el entorno europeo, el problema es el desequilibrio entre grupos de edad”.

España crece al ritmo de 1,36 hijos por mujer, según los últimos datos de INE (2011). Muchos países del África subsahariana, y algunos en América Latina, tienen una tasa de fecundidad de 4,5 nacimientos por mujer; alrededor de 40 países en el mundo, según la ONU, rondan los cinco hijos por mujer. Aparte de la dirección de los flujos migratorios —una salida natural para un excedente de población sin acceso a recursos básicos—, el crecimiento determina también la viabilidad o la impotencia de numerosas políticas. “Somos muchos en algunos países y en otros se puede considerar que somos pocos”, prosigue Delgado. “El envejecimiento pone en riesgo los pilares del Estado de bienestar. Según el INE, los mayores de 65 años somos ahora el 20% de la población, pero en 2049 serán en torno al 37%-38%. Y la ecuación entre dependientes y activos será cada día más difícil de resolver, ya estamos viendo los recortes en el presupuesto de la dependencia”, concluye la demógrafa, que incide en los casos de mayores que se suicidan —algunos matando antes a sus parejas dependientes o enfermas— como una clara señal de alarma.

“Los reguladores históricos de la población han sido las guerras y las pandemias. En el siglo XX, por primera vez en la historia de la humanidad, la población se ha cuadriplicado: de 1.500 millones pasamos a 6.000 [la ONU elevó la cifra a 7.000 en octubre de 2011]; en todos los siglos anteriores ni siquiera se había doblado. Pero la clave demográfica no es una amenaza: un país tan estable como Japón tiene 120 millones de habitantes”, sostiene Jesús A. Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). “Es el contexto sociopolítico y económico el que nos acerca o aleja de la amenaza. Es decir, que estén satisfechas las necesidades básicas, porque, a mayor población, mayor lucha por los recursos. Hoy hay alimentos suficientes para alimentar a la población mundial; el factor belígero es la desigualdad de acceso de la población a los mismos”.

Aunque en los últimos años se ha acelerado la convergencia entre países desarrollados y los que están en vías de desarrollo —con desafíos tan claros al predominio de los primeros como la pujanza de los emergentes BRICS—, la desigualdad horizontal entre grupos que conviven en un mismo territorio —es decir, la desigual asignación de recursos— resulta una clave insoslayable para plantear el debate de la sobrepoblación. La competencia por el acceso a bienes escasos —tierra, agua, materias primas— marca la pauta de la supervivencia. “Lo que caracteriza al modelo económico actual es la sobreexplotación de los recursos como si fueran infinitos: tierras de cultivo, agua, fuentes de energía. Pero no lo son. En el mundo, por ejemplo, hay 260 ríos compartidos por dos o más países. Si no hallamos fórmulas de gestión común del agua, el agua será un factor belígero”. La tantas veces anunciada guerra del agua en Oriente Próximo, las construcciones faraónicas en China o la lucha por el control de los acuíferos del este de África son ejemplos de ello.

La hipotética sobrepoblación, pues, funcionaría como el sistema de las matrioskas rusas: el factor demográfico encierra dimensiones como la ecología —el ecosistema humano—, la economía o incluso los derechos humanos, cuando no la amenaza del cambio climático, un fenómeno que no solo hay que leer en clave ambiental. Con la compra masiva de tierras en África, China está introduciendo un desequilibrio fatal en las sociedades nativas. “De Madagascar a Sudán, en connivencia con los Estados locales, la compra de tierra por los chinos provoca el desplazamiento de poblaciones que se quedan sin tierras que cultivar. Son poblaciones que antes se alimentaban de una forma más o menos modesta, pero que al menos podían abastecerse”.

La provisión de seguridad alimentaria para evitar conflictos es otra de las patas de este polifacético asunto, igual que la amenaza el cambio climático, “que debemos leer en clave de competencia por los recursos, como una cuestión de desarrollo humano más que ecológica”, sentencia Núñez Villaverde, autor del blog Extramundi en EL PAÍS.

Olivier Longué, director general de la ONG Acción contra el Hambre, niega la mayor: la relación directa entre exceso de población y hambre. “El Sahel tiene una densidad de población bajísima, y sin embargo periódicas y graves hambrunas. En un país donde hay democracia no hay hambre; Japón tiene 120 millones de habitantes y no pasan hambre”. En el precario equilibrio entre factores tan volátiles como los que componen la ecuación hambre por falta de cosecha por falta de lluvia, hay factores incidentales que dan un vuelco al escenario, “como la guerra o un desastre natural, que son elementos de ruptura” de la balanza.

“El viejo argumento de la demografía como explicación del hambre empezó con Malthus, pero lo cierto es que un europeo o un americano consumen 150 y 200 veces más recursos, respectivamente, que un africano”, añade Longué en referencia a la desigualdad distributiva. “En las declaraciones de Attenborough resuena esa visión religiosa, mística del mundo: hay gente que dijo lo mismo cuando apareció el sida: no solo que era una plaga que castigaba a pecadores, sino también un mecanismo de regulación poblacional”.

De hecho, el propio Attenborough nació cuando en el mundo solo había 2.000 millones de habitantes; “cuando la pervivencia del planeta se cifraba en un tope de 900 millones; ahora, los modelos demográficos más pesimistas prevén que en 2050 la humanidad empezará a declinar”, apunta Longué, que plantea una solución para neutralizar la inoperancia de muchos Gobiernos: “Que la gestión de los recursos recaiga en manos de las mujeres; solo la educación de las madres puede revertir la curva demográfica”. Para que sociedades como las africanas, donde los hijos son la seguridad social —la mano de obra para las cosechas y el báculo en la vejez—, puedan desarrollarse y avanzar hacia la convergencia con las sociedades desarrolladas, donde, sin embargo, los viejos son cada vez más un estorbo. A juzgar por las referencias geográficas más repetidas a lo largo de este reportaje, el mapa de la sobrepoblación traza una línea de África a Japón, como casilla de salida y de llegada; como el recorrido de la especie humana desde los albores al ocaso



Diario El País 29/1/2013.-


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domingo, 27 de enero de 2013

Jorge Fandermole canta con nosotros

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Canto versos


Si pienso en algo para decir,

si pienso en alguien por quien vivir,

si casi nada se tiene en pie

y este segundo ya se nos fue;

si en la mirada dura un fulgor

atravesando tanto dolor

yo canto versos de mi sentir

y los condeno a sobrevivir.

Donde parece el sol no alumbrar,

donde se muere de soledad,

en lo más hondo de esta quietud,

donde ocultó la sangre la luz;

donde agoniza un ángel guardián

y se nos pudre el agua y el pan

yo canto versos del corazón

y los enciendo en una canción.

Canto, canto;

tan débil soy que cantar es mi mano alzada.

Y fuerte canto, canto;

no sé más qué hacer en esta tierra incendiada

sino cantar.

En lo invisible de la ciudad,

donde se ocultan odio y verdad,

donde las bocas de un niño gris

corren sonámbulas tras de mí;

la infortunada noche que un Dios

arrepentido nos olvidó

yo canto versos de furia y fe

pa' que me ayuden a estar de pie.

Canto, canto;

tan débil soy que cantar es mi mano alzada.

Y fuerte canto, canto;

no sé más qué hacer en esta tierra incendiada

sino cantar.

Canto, canto;

tan débil soy que cantar es mi mano alzada.

Y fuerte canto, canto;

qué más hacer con palabras deshabitadas

sino cantar.

Entrevistas - hoy a Juan Ignacio Cirac "Los ordenadores cuánticos permitirán realizar operaciones hoy imposibles”

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por Pascual Vera



A pesar de su juventud, el catalán Juan Ignacio Chirac es uno de los investigadores españoles con mayor proyección internacional. La concesión del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en la última entrega de estos galardones, no hacía más que corroborar la importancia de sus hallazgos en uno de los campos más novedosos.



La distinción, respaldada por seis premios Nobel de Física, remarcaba que sus investigaciones le colocaban en el “liderazgo mundial en la propuesta y desarrollo de la información cuántica, una nueva ciencia del siglo XXI que surge de dos de la combinaciones más notables de la ciencia del XX”, esto es, la Física Cuántica, que explica el comportamiento de la materia a nivel atómico, y de la Teoría de la Información, en todo lo referente al procesado, almacenamiento y transmisión de datos.

Las ideas del profesor Cirac se cuentan entre las más reputadas y brillantes en el campo de la Información Cuántica, la Teoría Cuántica de la luz y la Física Atómica.

A decir de los especialistas, sus investigaciones marcarán un antes y un después en el desarrollo de unas comunicaciones absolutamente seguras y conducirán a la construcción de ordenadores capaces de realizar en segundos cálculos hoy imposibles con la capacidad de los actuales equipos.

Desde hace dos años responsable del Instituto Max Planck de Óptica Cuándica en Garching, Alemania, referencia mundial en el campo de la Física Cuántica, Cirac se formó en laboratorios y universidades de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Austria entre otros países. El pasado día 9 de enero, disertó sobre su tema en la Universidad de Murcia.

 
-Pregunta: ¿En qué consiste la Física Cuántica?

-Respuesta: Se trata de una parte de la Física que estudia el mundo microscópico: los fotones, los átomos, las moléculas… Cuando nos sumergimos en ese mundo microscópico, los átomos y las moléculas comienzan a comportarse de una manera extraordinaria: parece que un átomo se desdobla en dos, pasa por dos sitios a la vez, aparece en un sitio, desaparece en otro… Actualmente estamos intentando utilizar esos fenómenos extraordinarios para construir ordenadores, que nos permitan comunicarnos de una manera más eficiente, rápida y segura.

-P: ¿Cuál es la principal aplicación de sus investigaciones?

-R: Está relacionada con la transmisión de información de una manera segura y eficiente. La mecánica cuántica nos permite realizar operaciones –por ejemplo bancarias- de una manera totalmente segura, sin temor a los hackers . Por otro lado, podremos construir un ordenador que podría hacer cálculos que de otra forma sería imposible realizar. Pero para poder construirlo tenemos que sumergirnos en el mundo de los átomos y las moléculas.

-P: ¿Estamos muy lejos de ese ordenador?

-R: Todavía estamos lejos. Se han construido pequeños prototipos que aún no pueden hacer las operaciones complejas que nos permite la física cuántica. Todavía faltan muchos años, aun tenemos que desarrollar una tecnología nueva.

Las prestaciones aun no son muchas, pues está en fase de desarrollo. Se puede enviar información a diez kilómetros, pero se envía de manera aún muy lenta. El precio está en torno a los mil dólares. Ofrece una seguridad completa, pero aún no puede competir con otras tecnologías.

-P: ¿Por qué será el final de los hacker?

-R: La criptografía cuántica permite desarrollar métodos totalmente seguros contra los hacker . Otra cosa es que el hacker se introduzca en tu casa y acceda directamente a la información sin tener que atacar al sistema de comunicación. Pero en lo referente a la transmisión de la comunicación, cuando ésta va de un sitio a otro, los hackers no tienen ninguna posibilidad.

-P: ¿Cómo funciona un ordenador cuántico?

-R: Las fibras ópticas permiten enviar información a través de luz. Ésta está formada de pequeñas partículas llamadas fotones. Cuando mandamos información a través de fibras ópticas enviamos millones de fotones para almacenar un uno o un cero. Los sistemas criptográficos cuánticos envían un solo fotón por la fibra y con estas propiedades cuánticas, el emisor lo envía, el receptor lo recibe y, si hay alguien enmedio que quiere leer esa comunicación, cambia la configuración de ese fotón y se puede enterar las personas que están comunicando de que alguien pretende acceder al mismo.

-P: Le ha cambiado la vida el premio Príncipe de Asturias?

-R: Me ha cambiado en el sentido de que ahora hablo mucho más que antes con los periodistas.

Me gustaría que este premio sirviese a la gente de la calle para abrirle una puerta para que comprobaran que los investigadores son gente normal que intenta trabajar en cosas que pueden ser útiles para la sociedad.

-P: Dónde se encuentra lo más puntero en investigación en este terreno?

-R: En estos momentos el campo hay mucha gente en todo el mundo apostando pode la física cuántica. Existen institutos que se dedican a este campo por todo el mundo: Estados Unidos, Canadá, Japón, China, Australia, y también en muchos sitios de Europa.

-P: ¿Como se encuentra España en el ámbito de la Física Cuántica?

-R: Si se me hubiese hecho esta pregunta hace cinco años hubiera dicho que bastante atrasada. Por suerte, en los últimos dos-tres años se han creado nuevos equipos en España que han comenzado a funcionar. El nivel ha mejorado mucho, y creo que lo hará más en los próximos años.

Lo que hay en España son muy buenos teóricos, gente que hace predicciones, pero hay pocos experimentos, y hace falta que se realicen muchos experimentos, que es donde quedamos por detrás de muchos países de nuestros entorno.

-P: ¿Qué piensa del hecho de que en España sigan existiendo muchos investigadores que se tiene que marchar fuera?

-R: Hay dos tipos de investigadores que se marchan fuera de España: quienes se van a realizar el doctorado y pasar dos o tres años fuera de España. Yo creo que eso es casi una obligación. Deberían de hacerlo todos los investigadores que pudiesen, porque en el extranjero se abren otros horizontes, se conocen nuevas técnicas, conoces a gente nueva…, aprendes mucho más que si te quedas en un sitio.

Otra cosa distinta es que los españoles tengan que quedarse en el extranjero porque no existan plazas en España. Eso ocurre aquí, pero también ocurre en otros países. Se trata de un problema de casi todos los países. Una de las razones por las cuales existe eso, es que no en todos los países se hace investigación puntera en todos los campos. Si un investigador realiza investigaciones punteras en un campo que no existe en su país, tiene que irse fuera. Eso es casi inevitable.

-P: Por que se marchó a Alemania?

-R: Porque en el tema en el que trabajo no existía ningún centro en Europa, y casi en el mundo, como el que hay en Alemania. Si hubiese trabajado en Inglaterra posiblemente también me hubiera marchado. De hecho antes de ir a Alemania estuve trabajando en una universidad austriaca.

-P: ¿Existen muchos medios allí?

-R: Muchos. Si comparo con los que suele haber en España, con muchos. Para todo: para viajes, para personal, para proyectos, para equipos, para ordenadores… Esa fue también una de las razones que me impulsó a irme allí.

-P: ¿Cuál es el futuro más inmediato de la física cuántica?

-R: Lo más inmediato es dentro del campo de la criptografía. Ya se puede comprar un sistema de comunicación cuántico. Dentro de poco supongo que se empezará a implantar. En el campo de la comunicación y la criptografía estamos ya muy avanzados, pero en el terreno de la comunicación de la Física Cuántica aun estamos lejos de tener algo útil.

-P: Una de sus áreas de trabajo son los sistemas óptico cuánticos. ¿Puede explicar eso?

-R: La Física Cuántica explica cómo se comportan los objetos microscópicos como los átomos y los fotones. Un sistema óptico cuántico es un sistema en el que cogemos uno, dos o tres átomos y uno, dos o tres fotones y los hacemos jugar los unos con los otros, observando esos fenómenos extraordinarios que se producen a partir de ahí y los manejamos para que hagan lo que nosotros queramos.

-P: ¿Qué aplicaciones se vislumbran a corto plazo en el campo de la Física Cuántica?

-R: Resulta difícil predecir qué es lo que va a tener impacto en la sociedad. Si se pudiese construir un ordenador cuántico estoy seguro de que tendría un impacto grandísimo en la sociedad, pues se podrían realizar con ellos cálculos que permitirían, por ejemplo, diseñar mejores materiales que luego se podrían utilizar en coches, aviones, etc. Ese impacto es predecible.

También en los sistemas de comunicación. Si se logra abaratar costes y hacerlos competitivos, seguro que desplazarán a los sistemas que hay hoy en día en la comunicación.

-P: ¿En qué otros temas se trabaja en el instituto Max Planck que usted dirige?

-R: Yo soy teórico, pero en mi laboratorio hay gente trabajando en muchos campos experimentales. Por ejemplo, en obtener las temperaturas más bajas del universo. Ahora estamos muy cerca del cero absoluto, una temperatura a la que no se puede llegar. Con estas temperaturas aparecen fenómenos extraordinarios que queremos entender para poder utilizarlos en diversos fines, por ejemplo, para construir por ejemplo relojes extraordinariamente precisos.

  Campus Digital 10/1/2007 Universidad de Murcia, 2005
Servicio de Comunicación y Proyección Universtitaria
Vicerrectorado de Relaciones Internacionales y Comunicación
Avda. Teniente Flomesta nº5 30003 -Murcia.

Regularidades del pensamiento

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por Leonardo Moledo



El Jinete Hipotético se maravilla una y otra vez frente a los misterios del cerebro. Y ciertamente le gustaría que alguien descubriera, y le explicara, la compleja y aún desconocida estructura del pensamiento. Aquí se tratan algunas hipótesis. Diálogo con Mariano Sigman, físico.



–Usted dirige el laboratorio de neurociencia integrativa en el Departamento de Física.

–Sí.

–Y aparte tiene una línea de investigación.

–Claro. Lo que hacemos es estudiar el pensamiento humano, desde un punto de vista mecanicista, algorítmico y un poco arquitectónico. Trato de entender cuál es la estructura, las reglas y el lenguaje del pensamiento humano. Para eso combinamos muchas herramientas, algunas puramente psicológicas y comportamentales. Dejamos que el pensamiento se exprese, buscamos reglas como cuando un biólogo lee un gen y trata de buscar estructuras o cuando un lingüista trata de encontrar regularidades en el lenguaje..

–¿Soñar es pensar?

–Sí, es una forma de pensamiento con reglas distintas. Yo creo que el sueño es a la vigilia lo que la poesía a la narrativa.

–Más desestructurado todavía...

–Bueno, hay poesías muy desestructuradas. Pero además, ni siquiera es tan desestructurado; si no, no habría tantas recurrencias ni tanta repetición de temas.

–Eso tiene una derivación interesante. Si el sueño es pensamiento y los animales sueñan... los animales piensan.

–Yo creo que sí. De modo diferente, pero piensan. No es la misma estructura del pensamiento la de un animal que la de un humano, así como no es la misma estructura de pensamiento la de la vigilia y la del sueño, la de la infancia y la de la adultez.

–¿Cómo es la estructura del pensamiento humano?

–La idea más vigente de todas es la postulada por Noam Chomsky, que supone que lo más distintivo de nuestra arquitectura es que tenemos un “operador de recursión”, que es algo que permite aplicar algo sobre sí mismo. El ejemplo clásico es el lenguaje: es la capacidad de generar frases tan finas y precisas como uno quiera, y eso se puede hacer gracias a la presencia de un mecanismo generativo que puede producir elementos combinativamente enriquecidos por el operador de recursión.

–Todo esto es muy abstracto. ¿Cómo trabaja en esto?

–Hacemos dos clases de trabajo. Experimentamos y postulamos modelos a partir de las observaciones. Pero también hacemos teoría, planteamos artilugios computacionales que nos sirven como ilustraciones para poder consolidar las ideas que vamos forjando.

–Veamos los experimentos...

– Por ejemplo, traemos gente al laboratorio, le mostramos algo en la pantalla y analizamos qué es lo que ven. Lo que tratamos allí es de descubrir las reglas de la asimilación de la imagen visual. Podemos decirle a la gente, también, que elija entre dos cosas (por ejemplo, la más brillante) y ver cómo lo hacen. A partir de los errores que cometen podemos ver qué es lo que ven y lo que no ven.

–¿A qué se refiere cuando habla de algoritmia?

–Qué tipo de cómputos está resolviendo y de qué manera. Por ejemplo, para tomar una decisión. Yo parto de la premisa de que nuestro comportamiento y nuestras acciones son el resultado de una especie de maquinaria que computa cosas, que procesa información, la articula y obra en consecuencia. Lo que tratamos de hacer, entonces, es descubrir las piezas de esa maquinaria. Al principio, no observamos directamente la maquinaria sino el producto. En una segunda etapa, nos metemos directamente en la máquina. Hay muchas maneras de hacerlo. Como trabajamos con humanos, sólo podemos usar herramientas que sean no invasivas, que no hagan daño. Las típicas son la resonancia magnética funcional, que se basa en que cuando hay actividad neuronal, esa actividad consume oxígeno y entonces la proteína que transporta el oxígeno, la hemoglobulina, cambia sus propiedades magnéticas y eso puede verse en imágenes. Otras herramientas son las encefalográficas. La moneda de cambio del cerebro son las corrientes eléctricas, es la manera que tienen las neuronas de comunicarse entre sí. Esas corrientes eléctricas forman grandes avenidas eléctricas, y eso tiene que ver con cómo están arregladas las neuronas: forman una especie de surcos eléctricos que son observables desde el exterior, sin necesidad de plantar un electrodo. Con el electroencefalograma nosotros detectamos grandes eventos conectivos.

–¿Cuál es la unidad de esa moneda de cambio que es la electricidad?

–Cada neurona es un objeto bastante discreto. Sin que una neurona dispare, no se puede entrar en el juego. La neurona podría ser la moneda mínima. Pero así como no es lo mismo la moneda en Francia que en la Argentina, no es lo mismo una neurona en el hipocampo que una neurona en la corteza prefrontal. Pero las neuronas tienen también una actividad subumbral: se puede cambiar el estado de una neurona sin hacerla disparar. Del mismo modo que yo podría deberle a alguien medio centavo, aunque nunca pudiera pagárselo.

–¿Qué significa “distinto estado” para una neurona?

–Es el estado funcional. Va a responder distinto después si le pasa otra cosa. Es interesante la analogía computacional, porque justamente quienes crearon la inteligencia artificial no se propusieron replicar cualquier inteligencia sino la nuestra. Von Neumann –junto con Turing, uno de los grandes fundadores de la computación tal como la conocemos hoy– entendió muy rápido que las computadoras tienen que ser discretas. Las computadoras tienen una unidad mínima, el bit: no computan cantidades analógicas sino unos y ceros. Ese proceso de discretización es como si congelara las cosas, y al congelar las cosas evita que el ruido se propague demasiado. Von Neumann entendió que las máquinas que computan discreto tenían una ventaja, que es que acotaban el error que propagaban. Las máquinas, entonces, se volvían muy precisas. Esa es una idea que sigue flotando mucho en neurociencias: ¿dónde una corriente continua se vuelve una unidad discreta? Y eso en el cerebro sucede en muchas instancias. Por un lado, cada neurona hace eso: recibe un input analógico y lo convierte en un disparo o un no-disparo (que podría pensarse como los ceros y unos de la computadora). O transmite algo o no lo transmite. Los ensambles de neuronas pueden hacer lo mismo: se agrupan en objetos y también responden o no responden al input. Entonces a distintas escalas se repiten los mismos temas: la conversión de cantidades analógicas a cantidades discretas. Y eso es lo que hacemos nosotros con la matemática. Nosotros convertimos el “mucho”, el “poco”, el “un montón”, en la docena, la centena, en unidades discretas. Hay otras culturas que tienen números solamente para el uno y el dos, y el resto es “mucho”. Y eso persiste ontogénicamente. Un recién nacido también tiene nociones de numerosidad, puede separar el mucho y el poco (lo cual es sorprendente, porque es algo muy abstracto: no importa mucho de qué sea, el recién nacido distingue que es mucho).

–¿Y cómo sabemos eso?

–Los chicos recién nacidos miran aquello que les llama la atención. Y eso puede usarse para decodificar qué tipo de cosas distinguen y cuáles no. Por ejemplo, si usted a un nene le pone algo azul adelante durante mucho tiempo y después le pone algo rojo, se queda mirando lo rojo. Quiere decir que las dos cosas ésas las distingue. Si usted le pone sustantivos durante mucho tiempo y luego un verbo, no va a pasar nada, porque no distingue lo que es un sustantivo y lo que es un verbo. Si usted le pone mucho lenguaje japonés y luego alemán, va a mirar más el alemán, porque si bien no sabe lo que son, entiende que hay un cambio en la textura del sonido y en la prosodia. Usted le pone tres patos, tres conejos, tres cosas chiquitas, tres cosas brillantes, tres cosas oscuras, tres jugadores de fútbol y luego le pone ocho de alguna de esas cosas, le llama la atención. El bebé se acostumbró a que la regularidad de esos objetos no venía dada por ninguna cualidad de los objetos sino por el número, de modo que cuando aparece un número distinto le prestan más atención. Esos experimentos están hechos para bebés de un día de vida.

–La verdad es que si terminamos aquí, el diálogo queda incompleto. Creo que deberíamos retomarlo en otra oportunidad.

–Cuando usted quiera.


Diario Página12  11/1/2012.-


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Las ciudades invisibles

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por Mario Goloboff



Durante toda su vida, Julio Cortázar estuvo sintiendo y pensando otra ciudad, que era y no era la que entonces habitaba, y esas dos ciudades, entre las muchas que recorrió, no dejaron de ser, casi siempre, las mismas. Como para Horacio Oliveira, “en París todo le era Buenos Aires y viceversa; en lo más ahincado del amor padecía y acataba la pérdida y el olvido” (Rayuela, Cap. 3).


Desde temprano extrañó la vida europea, probablemente por haber nacido en Bruselas y por haber sentido de modo vital ese contexto, sobre todo lingüístico: “Abuelita y mamá –contaba su hermana Memé– hablaban francés con nosotros, mientras estuvimos en Europa, cuando éramos chiquitos”. Y al volver: “Cuando llegamos de Europa, no sabíamos castellano. Eramos dos franceses que causábamos gracia a todo el mundo”. Por eso, porque “toda su vida arrastró las erres” y por estar culturalmente adherido desde las lecturas maternas de Julio Verne, las adolescentes “de un tal Jean Cocteau” y las juveniles de los poetas simbolistas y del Parnaso, que enseñaría luego en Mendoza, deseó vivir en París y, a medida que el tiempo de su primera juventud pasaba, se le fue haciendo más urgente esta necesidad. Quizá en todo ello haya incidido cierta tristeza del lugar de infancia y de la primera juventud, para sentir que “Buenos Aires era una especie de castigo. Vivir allí era estar encarcelado”.

Pero el sitio de la infancia y de la adolescencia es algo que está demasiado pegado a nuestro origen y a nuestra sangre como para creer que, cuando partimos, lo abandonamos. De ahí la permanente nostalgia: “Argentina (Buenos Aires) era simplemente los rostros de las estampillas: San Martín, Rivadavia, pero esos nombres eran también imágenes de calles y de cosas, Rivadavia al seis mil quinientos, el caserón de Flores, mamá, el café de San Martín y Corrientes donde los esperaban a veces los amigos, donde el mazagrán tenía un leve gusto a aceite de ricino” (“Cartas de mamá”).

Y, fuera ya de la ficción, la extrañeza del hecho de volver, lo que el transterramiento produce en uno cuando vuelve a estar frente a la gente. Y ante el idioma, tratándose nada menos que el de un escritor: “Prefiero caminar solo por los barrios de Buenos Aires, donde nadie me conoce; detenerme en los barcitos para tomar un café y oír hablar a la gente, recomponer mi idioma, respirarlo de nuevo” (Tomás Eloy Martínez: “La Argentina que despierta lejos”, Primera Plana, 27/10/1964). Y años después, confesará: “... me siento como si mañana tuviera que ir a dar examen en el Mariano Acosta, igual que cuando era estudiante. Es exactamente igual, no han pasado treinta años. A lo mejor es porque mi sentimiento de tiempo es un tanto anormal; yo vivo en un tiempo que es evidentemente distinto” (Francisco Urondo: “Julio Cortázar: las armas políticas”, Panorama, 24/11/1970).

Es lo que le hace poner en la cabeza de Oliveira, al volver: “Se dio cuenta de que la vuelta era realmente la ida en más de un sentido” (Rayuela, Cap. 40). Esta confusión o superposición o fusión de espacios y de tiempos, hasta hacerlos intercambiables e indistintos, eran muy frecuentes en él, y hacían probablemente a la esencia más íntima de su personalidad, hasta para su propia historia, como lo revela en uno de los poemas de Salvo el crepúsculo: “¿Un antes, un después? Sí, en los calendarios, no en esa misma lapicera que seguía escribiendo desde la misma mano”.

Pero también durante toda su vida fue muy fuerte el deseo del descubrimiento y el conocimiento de París, al punto de estar tan relacionado con sus primeros cuentos y con sus textos mayores, lo que se ve palpablemente en “El perseguidor”, el relato en el que reconoce haberse acercado y descubierto al prójimo: “París fue un poco mi camino de Damasco, la gran sacudida existencial. (Creo que aquí se puede utilizar muy bien esa palabra.) Eso puede explicar por qué, de golpe me intereso en mi prójimo del que había estado bastante separado en la Argentina, un poco por razones de defensa propia, de protección de una soledad que cultivaba con fines culturales, para tener más tiempo para leer, para mis proyectos de escritor. Aquí todo esto queda barrido por una especie de presencia física del hombre como prójimo” (Ernesto González Bermejo, Conversaciones con Cortázar).

Y es en su libro más famoso donde intenta plasmar la siempre querida simbiosis, hasta la fusión. Cuando uno observa la curiosa génesis de Rayuela, en el Cuaderno de bitácora que lleva a medida que va elaborando la novela, descubre que en el origen de la misma hay un sueño, y que en ese sueño, realmente soñado por Julio Cortázar, hay una reunión de dos espacios: el de la Argentina, en la casa de Banfield, y el de París, en el departamento que ocupaba entonces. Dicho sueño, que luego aparece reescrito en el capítulo 123, tuvo lugar, como se asienta, el 7 de noviembre de 1958, y es llamativo ver hasta qué punto influye en la concepción de la novela toda. Como para hacer de este tema lo esencial de la misma, con los “lados” (“Del lado de allá”, “Del lado de acá”, “De otros lados”, con la particularidad de que, escribiéndola sin duda completamente en Francia y en París, “el lado de acá” es Buenos Aires...) y los saltos, los traslados, los viajes, las recorridas por los dos espacios primordiales. Y como para haber incidido al extremo de que una de las ideas proyectadas (y desechada después por considerarla demasiado fantástica) fuese la construcción de un puente, real, entre París y Buenos Aires.

También se advierten los continuos titubeos y dudas sobre si comenzar en Buenos Aires o en París y, en general, cómo el binomio de ciudades es esencial para la construcción del texto. Por otra parte, el Cuaderno... es receptáculo de las “imaginaciones topológicas”: “El puente”, “Siempre la idea del pasaje”, “El hombre en la esquina”, “La esquina que es también una esquina de París” (sic, títulos y anotaciones de puño y letra de Cortázar).

Esta idea de la fusión de ciudades obedece a cierta estética o, mejor, “metafísica” sobre simultaneidad de tiempos y de espacios. En lo que respecta a los primeros, algo que podría llamarse “formas tempo-espaciales”: acciones concentradas en un instante que, si bien pueden percibirse simultáneamente, no pueden contarse simultáneamente. Y, en lo que respecta a la idea de los espacios superpuestos, ésta aparece en relatos diversos: “Continuidad de los parques”, “El río”, “La noche boca arriba”, “La isla a mediodía”, “Todos los fuegos el fuego”, “El otro cielo”...

Algo parecido le pasaba, es probable, en la vida cotidiana con París, a la que descubrió en los cincuenta. Recorría físicamente y con la memoria sus callejuelas, sus plazas y sus puentes, y en muchos cuentos, y especialmente en Rayuela, están el Quartier Latin y el Sena, el Pont Neuf y el Carrefour de l’Odéon, y seguramente en su interior el barrio menos céntrico y más humilde que no en el mismo tiempo compartimos, el Xème Arrondissement, donde tuvo el departamento de la rue Martel, en el que vivió con Carol, y donde están también los hospitales del final, el St. Louis en que ella falleció, y el St. Lazare donde falleció Julio, y el hermoso Canal Saint Martin, ese canal de evocación tan argentina, uno de los que vinculan el Sena con el canal del río Ourc, donde habríamos podido cruzarnos alguna vez, sin que quedara registrado en ningún relato, en ningún cuento, en ningún verso. O como hombres invisibles para ciudades invisibles.


* Escritor, docente universitario. Autor de Julio Cortázar, la biografía.



Diario Página12 3/1/2012.-



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Hacerse humo

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por Juan Sasturain



Eran las siete de la mañana y estaban en el bar de la estación, en una mesa del fondo, debajo del ventilador que empujaba sin fe ni resultado aparente el aire cálido del primer lunes del año. El veterano de traje oscuro y camisa blanca, un poco echado hacia atrás, hablaba pausado y continuo, como quien riega a distancia, con el mentón algo más adelantado que la nariz en la que se apoyaban los anteojos estrechos y de la que pendía una gotita de sudor. El otro, un grandote de remera celeste y gorra mucho más joven, recibía sin pestañear la lluvia prolija de palabras con la frente levemente inclinada, los ojos chiquitos y oscuros fijos en la corbata rayada del otro y las manos grandes bajo la mesa.

–¿Cómo podés ser tan pelotudo, Pachequito? –terminó preguntando retóricamente el veterano–. ¿Pensaste que nadie se iba a dar cuenta? ¿Que lo ibas arreglar con una docena de cañitas, un par de bengalas y una caja de cuetes compradas en el kiosco de la esquina?

El otro tardó en argumentar, sin moverse demasiado:

–Fue para zafar: me di cuenta a las diez de la noche de que no estaban y no tenía cómo ubicarlo a usté, don Miranda. Me gasté toda la guita que tenía.

–¿De dónde decís que te las afanaron?

–Del baúl de auto.

–¿De la puerta de tu casa?

El otro asintió pero corrigió enseguida, apenas:

–De la esquina, bah. Enfrente de la pizzería.

El veterano, en el fondo, no podía aceptar lo que había pasado y acaso suponía que indagando en los pormenores algo de lo irreparable dejaría de serlo.

–¿Y por qué mierda andabas con todo eso encima?

–Usté me dijo que no convenía dejarlo en la muni. El viernes retiré las cajas truchas vacías, ¿se acuerda? Era peligroso que quedaran ahí, me dijo.

Era cierto. Toda la operación de adquisición de pirotecnia y de fuegos artificiales para los festejos de la llegada del Año Nuevo en la plaza principal se había hecho por izquierda. La supuesta compra oficial, con su partida adjudicada y toda la papelería correspondiente, nunca se había realizado y en cambio Oscar Miranda, jefe de la Dirección de Eventos y Ceremonial del municipio, había conseguido la mercadería a menos de la mitad de precio en una fábrica clandestina de Soldati. Angel Pacheco, precarizado supernumerario contratado a repetición, había estado en todas las instancias del negocio.

Hasta que a último momento, todo se había ido al carajo. A la hora señalada, con la última campanada de las doce y ya desatada la sirena de los bomberos, con la gente reunida y abriboca mirando para arriba, en lugar del esperado cuarto de hora de estruendo y luces de progresiva complejidad y colorido reventando el cielo municipal, de los oscuros jardines de la intendencia sólo emergieron, tímidos y opacos, algunos refucilos rojizos y breves, estallidos menores, algún chorrito pobre de una fuente de luz sin porvenir. En tres o cuatro minutos todo había acabado.

–Te cagaron, Oscar –había dicho la mujer de Miranda desde el balcón del quinto piso, inaugurando el año y el habitual hostigamiento a su consorte. –Te dije que lo que habías comprado era una basura.

Y Miranda, apenas asomado, con la copa de champán en la mano y de pronto sin nada que festejar, había corroborado el cielo de la desgracia por encima del hombro de su mujer.

Ahora había que encontrar la manera de remontar el desastre.

–Pachequito... –dijo el doctor Miranda tras un momento de meditación con suspiro incluido–. Date cuenta de que no me dejás opciones...

–Ya le dije... Si me afanaron, ¿qué quiere que...?

Sonó el celular. El doctor Miranda hizo un gesto. Atendió. Una voz femenina preguntó por él.

–Sí, soy yo –dijo y carraspeó.

–Un momento. El intendente le va a hablar.

El veterano se levantó y caminó hacia el mostrador, pidió otro café con un gesto, se fue a hablar lejos de la mesa y del otro.

Angel Pacheco, solo, recién entonces apartó la mirada del frente. Suspiró, observó un momento al doctor que prometía algo en voz alta y con ademanes y también se levantó haciendo sonar la silla. Fue al baño.

Se lavó la cara. Estaba meando cuando entró el mozo.

–Te van a rajar, Pachequito –dijo sin mirarlo, como si hablara con el espejo manchado–. Eso le está diciendo ahora al otro ladri.

–Si me rajan yo sé muchas cosas –dijo el otro lentamente.

El mozo meneó la cabeza.

–Muchas cosas...

–Sí, muchas. ¿Y qué pasa si hablo?

–¿Quién te va a escuchar? –el mozo lo conocía bien del barrio: buen pibe pero un poco lenteja–. ¿En serio te afanaron algo?

Pachequito se volvió mientras se abrochaba. Le guiñó un ojo.

–En serio –y sonrió.

El mozo lo vio salir. Iba a seguirlo pero se quedó un momento más. Ahora meó él. Bostezó, estaba cansado porque las dos últimas noches había dormido poco y mal. En la villa, a dos cuadras de su casa, habían estado toda la noche haciendo quilombo con la música al mango. Y sobre todo los petardos, las bengalas, esos fuegos artificiales que costaban un huevo.

–Esos negros revientan la guita en cualquier cosa –dijo, pensó para sí.

Cuando volvió, el doctor todavía hablaba por teléfono, vuelto hacia la puerta, acodado al mostrador.

El mozo atendió a una pareja en la vereda y al regresar escuchó el diálogo.

–¿Y el muchacho que estaba conmigo, no lo vio? –decía Miranda.

–No. Recién estaba ahí –dijo el patrón.

El doctor se metió la mano en el bolsillo, se palpó inquieto. Reprimió una puteada.

–¿Le falta algo?

–No, nada. ¿Cuánto le debo?

–Se hizo humo –dijo el mozo y le dio el ticket.



Diario Página12 2/1/2012.- .