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jueves, 29 de octubre de 2009

El misterio Sudoku

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por Adrián Paenza



Para los que lo conocen, y lo probaron, el sugestivo nombre es sinónimo de adicción. Los que todavía se mantienen al margen de la fiebre tienen en esta nota la posibilidad de conocer el “pasatiempo” que inmediatamente los hará prisioneros. Una aproximación matemática a la, más allá del Mundial, nueva pasión de Occidente.


¿Sudoku dijo? ¿Qué es Sudoku? Posiblemente hoy haya mucha gente que pueda contestar lo que es el Sudoku, pero seguro que hace dos años nadie tenía idea de lo que habría de transformarse en el “furor” en términos de pasatiempo y juegos de lógica. De hecho, en muchísimos diarios y revistas, no sólo en la Argentina sino también en todo el mundo, tienen sus páginas llenas de este juego, originado en Japón, que tiene “atrapada” a buena parte de la población que busca en crucigramas, rompecabezas y pasatiempos de diversa índole, una manera de darle “chicle” al cerebro para mascar.

Para aquellos que nunca escucharon hablar del Sudoku, las reglas son bien simples y fácilmente comprensibles.

Como suele suceder ahora, Internet está repleto de variaciones del juego. Su aparición rompió con los moldes de los viejos crucigramas o juegos de palabras tradicionales, pero lo interesante es que si bien aparecen números involucrados (los dígitos del uno al nueve repartidos múltiples veces en las casillas), pocos deben creer que están usando y haciendo matemática, cuando resuelven uno de los problemas.

Más aún. Como hay muchísimos maestros y profesores de matemática, en los distintos colegios y escuelas del país, que andan a la búsqueda de nuevos estímulos para sus estudiantes creo que el Sudoku permite hacer algunas preguntas, no todas de fácil respuesta, que pueden funcionar como “disparadores” de un trabajo “interactivo” entre docentes y alumnos.

Las que siguen son sólo algunas de ellas. Eso sí: uno puede jugar al Sudoku sin tener que contestar ninguna, y vivir feliz. Pero también es cierto que uno puede hacerse las preguntas y ser feliz aún sin encontrar las respuestas, y ni qué hablar si las encuentra.

Made in Japan

El nombre Sudoku (de acuerdo con datos extraídos de la Wikipedia, la enciclopedia gratuita que figura en Internet, corroborado también por otras fuentes), proviene del japonés “Suuji wa dokushin ni kagiru”, que significa: “los dígitos tienen que quedar solteros”. O “libres”. Sudoku es una marca registrada de la editorial japonesa Nikoli Co. Ltd.

¿Desde cuándo existe el Sudoku?

Hay distintas versiones, pero la más aceptada es que apareció por primera vez en una revista japonesa en 1984. Sin embargo, le debe toda su popularidad a Wayne Gould, un juez que se jubiló en Hong Kong y que luego de ver el juego en Tokio, escribió un programa de computadora que automáticamente generaba Sudoku para poder entretenerse él. Luego se dio cuenta de que, quizás, había descubierto una mina de oro y empezó a ofrecerlo a distintos diarios europeos. Poco tiempo después, en el 2004 (hace ¡menos de dos años!), uno de los periódicos más importantes de Inglaterra, el Times, aceptó la propuesta de Gould. Y el competidor del Times, el no menos famoso Daily Telegraph, lo siguió inmediatamente en enero del 2005. A partir de ahí, explotó en el resto del mundo, incluso en la Argentina. Hoy, el juego de Sudoku hace furor en múltiples diarios, revistas, libros especialmente publicados con variantes sorprendentes, versiones más fáciles, más complicadas, con diferentes grados de dificultad. Es común ver gente en los colectivos, trenes, estaciones de subte, ensimismados y pensativos, como “ausentes”, jugando con algún ejemplar del Sudoku. Y encima, es gratis, ¡lo que no es poco!

La matemática

Como decía antes, uno puede sentarse y jugar al Sudoku y entretenerse con él, y nada más. Y de hecho, esto es lo que hace la mayoría de la gente. Pero, al mismo tiempo, resulta desafiante pensar algunas preguntas que uno puede hacerse alrededor del Sudoku.

a) ¿Cuántos juegos de Sudoku posibles hay?

b) ¿Se terminarán en algún momento?

c) ¿Alcanzará para entretener a esta generación? O en todo caso... ¿cuándo empezarán a repetirse?

d) La solución a la que uno llega (cuando llega a alguna)... ¿es única?

e) ¿Cuántos numeritos tienen que venir “de fábrica” para que la respuesta sea única? O sea, cuántas casillas tienen que estar completas de entrada, para que uno pueda empezar a jugar con confianza de que el problema tenga una única solución?

f) ¿Hay un número mínimo de datos que tienen que darnos? ¿Y un número máximo?

g) ¿Hay algún método para resolverlos?

h) ¿Se pueden hacer Sudoku de otros tamaños? ¿Cuántos habrá de 4 x 4? ¿Y de 16 x 16?

i) ¿Se podrán inventar Sudoku de 7 x 7? ¿O de 13 x 13? ¿Por qué no? O, ¿por qué sí? Y en todo caso, ¿cuadrados de cuántas filas y columnas se pueden considerar?

En fin, hay muchísimas preguntas que uno puede hacer, y estoy seguro que usted, mientras las iba leyendo, pensó otras que le interesan más a usted. Y, en realidad, eso es lo único que importa.

Con todo, quiero aportar algunas respuestas, a las que se puede acceder en cualquier libro que se especialice en este pasatiempo japonés, o bien en Internet (ver aparte algunas de las páginas más destacadas) o incluso en la famosa revista Scientific American que le dedicó una nota de varias páginas en la edición que saldrá ahora, en junio del 2006.

Algunos datos sobre el Sudoku

Me interesa antes que nada hacer algunas reflexiones con quien está leyendo este texto. Suponga que usted tiene resuelto uno de los Sudoku y decide cambiar dos números de posición. Esto es: cada vez que aparece unnúmero uno, usted lo cambia por un ocho. Y al revés lo mismo, es decir, cada vez que aparece un ocho usted lo cambia por un uno. Obviamente, aunque parezcan dos juegos distintos, son el mismo. Es decir, como juegos, son diferentes, pero en esencia, uno sabe que uno proviene de otro intercambiando un par de números por lo que cualquier dificultad que tuviera el primero, lo tiene el segundo. Y viceversa. Ahora bien: cuando tengamos que contar todos los Sudoku que hay, a estos dos últimos ¿los contamos dos veces o reconocemos que es el mismo con dos “apariencias” diferentes?

Por otro lado, supongamos que uno tiene resuelto un Sudoku e intercambia (sólo por poner un ejemplo) las filas uno y tres. ¿Cambia el resultado final? ¿Agrega o quita alguna dificultad? ¿Y si uno intercambiara la cuarta y la quinta columnas? ¿Varía en algo el planteo inicial? ¿Se trata acaso, de dos juegos diferentes?

Uno puede decir que sí, que son dos juegos diferentes porque las columnas están cambiadas o los dígitos están intercambiados. Aceptemos esta respuesta entonces. En ese caso, si bien es difícil calcular el número de Sudoku sin usar algunas herramientas matemáticas y de lógica (y por supuesto, computadoras rápidas) el número de Sudoku que se pueden encontrar se estima que es:

6.670.903.752.021.072.936.960 o sea, más de 6.670 trillones de posibles juegos.

En cambio, si uno restringe los casos como los que planteé recién, y no considera distintos a los que surgen –por ejemplo– de intercambiar dos dígitos, o dos columnas o dos filas, entonces el número de juegos posibles se reduce muchísimo:

5.472.730.538

o sea, un poco menos de 5500 millones. Con todo, lo interesante de este número es que, como dice Jean-Paul Delahaye en el artículo a punto de aparecer en el Scientific American, es menor que el número de personas que habitamos la Tierra, calculado en más de 6300 millones.

Con estos datos, está claro que es difícil que uno pueda considerar que se van a acabar los juegos en esta generación. De hecho, creo que estamos en condiciones de jugar tranquilos sin que podamos llegar a descubrir alguna de las posibles repeticiones.

Otra de las preguntas pendientes, habla sobre la unicidad en la respuesta. ¿Qué quiere decir esto? Supongamos que a usted le dan un juego de Sudoku que tiene repartidos ciertos dígitos en algunas casillas. Por supuesto, no hay garantía de que la configuración que le dieron tenga solución. Es decir, usted podría encontrarse con algunos datos contradictorios. Pero suponiendo que están bien, y que no hay contradicciones, ¿cómo sabe que la solución que encontró es la única que hay?

En realidad, esa es una muy buena pregunta, porque al haber tantos juegos de Sudoku posibles, hay que recurrir a una computadora para poder testear –en general– si hay más de una solución. Podría haber más. De hecho, ustedes mismos pueden inventar uno de estos juegos que tenga más de una solución.

Sin embargo, la unicidad de la solución debería ser un requerimiento básico. Es decir: se supone que si el juego está bien planteado, tiene una solución única. Eso forma parte del atractivo del Sudoku. Si no, sería como jugar al “bingo” y, cuando uno cree que ganó y grita “¡Bingo!”, hay otro que “gana” junto con usted.

Ahora bien: ¿cuántos números tienen que venir ya impresos antes de empezar el juego? ¿Los contó alguna vez? ¿Siempre hay la misma cantidad?Lo interesante es que el número de datos con el que ya viene cada Sudoku, varía con el juego. No hay un número pre-determinado que sea “el” correcto. Pero, como usted mismo puede intuir, algunos números tienen que aparecer porque, en el caso extremo, si no hubiera ninguno habría muchísimos resultados posibles. Ni bien usted pone un dígito, ya eso hace disminuir la cantidad de posibles respuestas y, al ir agregando cada vez más, va restringiendo las soluciones posibles, hasta llegar a un número de datos que garantice una solución única.

Otro problema es el que se llama la minimalidad. Es decir, ¿cuál es el número mínimo de datos que hay que poner para que haya una sola solución? Hasta hoy, junio del 2006, el problema no tiene respuesta. La conjetura más aceptada, es que hacen falta 17 (diecisiete). Hay varios matemáticos en el mundo pensando y discutiendo el caso, y uno de ellos, el irlandés Gary McGuire de la Universidad Nacional de Irlanda, Maynooth, está liderando un proyecto que trata de probar que hay ejemplos de Sudoku que con 16 (dieciséis) datos garantizan una solución única. Hasta acá, según él mismo escribió, ha fallado en el intento, y es por eso que 17 es el número aceptado hasta hoy.

Hay muchas preguntas abiertas (sin respuesta) aún hoy, y hay varios casos más sencillos que se pueden atacar (4 x 4, por ejemplo). Lo que me resulta interesante es mostrar cómo un juego tan inocente y que sólo parece un pasatiempo, tiene detrás, también, tanta matemática.


Diario Página 12 18/6/2006.-


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domingo, 25 de octubre de 2009

Las leyes fundamentales de la estupidez humana

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por Carlo Cipolla (1922-2000)
Historiador italiano especializado en la historia de la economía. Nacido en Pavía, estudió en la Sorbona y en la London School of Economics



LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA


La Primera Ley Fundamental: " Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".
La Segunda Ley Fundamental: " La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
La Tercera Ley Fundamental: " Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
La Cuarta Ley Fundamental: " Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".
La Quinta Ley Fundamental: " La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DE PERSONAS

Todos los seres humanos están incluidos en una de estas cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos.

Los Incautos: Podemos recordar ocasiones en que un individuo realizó una acción (es decisivo que sea él quién la inicie), cuyo resultado fue una pérdida para él y una ganancia para nosotros: habíamos entrado en contacto con un incauto.

Los Inteligentes: Igualmente nos vienen a la memoria ocasiones en que un individuo realizó una acción de la que ambas partes obtuvimos provecho: se trataba de una persona inteligente.
Una persona inteligente puede alguna vez comportarse como una incauta, como puede también alguna vez adoptar una actitud malvada. Pero, puesto que la persona en cuestión es fundamentalmente inteligente, la mayor parte de sus acciones tendrán la característica de la inteligencia.
En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras circunstancias esta misma persona puede comportarse como una incauta. La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación.

Los Malvados: Todos nosotros recordamos ocasiones en que, desgraciadamente, estuvimos relacionados con un individuo que consiguió una ganancia causándonos perjuicio a nosotros: nos encontramos frente a un malvado.
Existen diversos tipos de malvados; el malvado perfecto es aquél que con sus acciones causa a otro pérdidas equivalentes a sus ganancias. Otro tipo de malvados son aquellos que obtienen para sí ganancias mayores que las pérdidas que ocasionan en los demás, esos son deshonestos y con un grado elevado de inteligencia, pero la mayoría de los malvados son individuos cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a las pérdidas ocasionadas a los demás. Este individuo se situará muy cerca del límite de la estupidez pura.

Los Estúpidos: Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones.
Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad no existe explicación -o mejor dicho- solo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.
La mayoría de las personas estúpidas son fundamentalmente y firmemente estúpidas, en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que con sus inverosímiles acciones, no solo causan daños a otras personas, sino también a sí mismos. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos.

EL PODER DE LA ESTUPIDEZ

Como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad.
Nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida; en otras palabras en qué consiste el poder de la estupidez.

Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.

Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: racionalidad perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado quiere añadir un "más" a su cuenta. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener un "más" para sí, procurando también al mismo tiempo un "más" para los demás, deberá obtener su "más" causando un "menos" a su prójimo.

Desde luego, esto no es justo, pero es racional, y si es racional uno puede preverlo.

Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo, y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.

Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que generalmente el ataque nos coge por sorpresa incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo carece de cualquier tipo de estructura racional.

El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora.

Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.

No hay que asombrarse de que las personas incautas, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez.

Generalmente, se tiende incluso a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto significa que se está confundiendo la estupidez con la candidez.

SOCIEDAD Y ESTUPIDEZ

Sería un grave error creer que el número de estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso. Ambas se ven aquejadas por el mismo porcentaje de estúpidos. La diferencia entre ambas sociedades reside en el hecho de que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los otros miembros.

Un pais en ascenso tiene también un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que procuran tener controlada a la fracción de los estúpidos, y que, al mismo tiempo, producen para ellos mismos y para los otros miembros de la comunidad ganancias suficientes como para que el progreso sea un hecho.

En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos.

-Resumen del libro -"ALLEGRO MA NON TROPPO" (1988) Bologna-
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sábado, 24 de octubre de 2009

Describen cómo el aceite de oliva reduce la hipertensión

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Tras una intervención de un año en la alimentación de los pacientes con dieta mediterránea, se observó un descenso en el contenido de colesterol de los glóbulos rojos. El aceite de oliva modifica la estructura y composición lipídica de la membrana de los eritrocitos o glóbulos rojos, alterada en los paciente hipertensos. Los resultados se publican en el último número de Hypertension.

Un equipo dirigido por la investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Valentina Ruiz-Gutiérrez ha descrito los mecanismos moleculares que explican por qué la dieta mediterránea y la enriquecida con aceite de oliva virgen es capaz de reducir la presión arterial en pacientes hipertensos. El estudio, en el que participan investigadores del Instituto de la Grasa (CSIC) y de la Universidad de las Islas Baleares, junto con grupos de Sevilla, Málaga y Barcelona, se publica en el último número de la revista Hypertension, que apareció ayer, miércoles, en su edición impresa.

El estudio fue realizado en 36 pacientes, después de un año de intervención en su alimentación con dieta mediterránea. Los pacientes fueron reclutados para el proyecto PREDIMED, una iniciativa que pretende demostrar el papel de la dieta mediterránea en la prevención primaria de la enfermedad cardiovascular en la que participan 7.300 pacientes. Este proyecto científico aportó en el año 2006 las primeras evidencias científicas de que la dieta mediterránea reduce los factores de riesgo cardiovascular. Ahora los investigadores explican cómo el aceite de oliva virgen tiene un efecto hipotensor a nivel molecular.

Los participantes fueron distribuidos en tres grupos de intervención. Dos de estos grupos consumieron una dieta mediterránea suplementada, bien con aceite de oliva virgen o con frutos secos. El tercer grupo del estudio siguió una dieta baja en grasas, de acuerdo con las recomendaciones habituales en la práctica clínica actual.

El trabajo ha demostrado que el aceite de oliva virgen es capaz de modificar la estructura y composición lipídica de la membrana de los eritrocitos o glóbulos rojos.
El consumo de aceite de oliva logra que la composición química y el comportamiento de la membrana vuelvan a parámetros normales. Tras la intervención dietética, se apreció un descenso en el contenido de colesterol en los eritrocitos de los pacientes estudiados, así como un incremento en algunos fosfolípidos de la membrana. Esta reestructuración de las propiedades físicas y químicas de la membrana de los eritrocitos se observó mediante difracción de rayos X, en el HASYLAB de Hamburgo, Alemania.

“Estos datos sugieren que la dieta de estilo mediterráneo modifica la estructura de las membranas y afecta al metabolismo lipídico, que está muy alterado en pacientes con hipertensión. La modulación que se da en los cambios de la membrana del eritrocito proporciona una nueva perspectiva molecular para establecer una buena base científica por la que la dieta mediterránea beneficie a sujetos con hipertensión”, resume la investigadora del CSIC.

Un equipo pionero

En 1995, el grupo de investigación de Ruiz-Gutiérrez señaló por primera vez en una población de alto riesgo cardiovascular, con hipertensión e hipercolesterolemia, los beneficios de una dieta enriquecida con aceite de oliva virgen sobre la hipertensión arterial. Este equipo pionero estableció la influencia de la alimentación sobre distintos parámetros relacionados con la estructura y la funcionalidad de la membrana del eritrocito.

El aceite usado en las investigaciones ha sido aportado por la Fundación Patrimonio Comunal Olivarero.


Fuente: Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)


Francisca Barceló, Javier S. Perona, Jesús Prades, Sergio S. Funari, Enrique Gómez-Gracia, Manuel Conde, Ramón Estruch y Valentina Ruiz-Gutiérrez. Mediterranean-Style Diet Effect on the Structural Properties of the Erythrocyte Cell Membrane of Hypertensive Patients. The Prevencion con Dieta Mediterranea Study. Hypertension, DOI: 10.1161/HYPERTENSIONAHA.109.137471.
http://hyper.ahajournals.org


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miércoles, 21 de octubre de 2009

Jorge Luis Borges en nuestro rincón poético

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Al triste



Ahí está lo que fue: la terca espada
del sajón y su métrica de hierro,
los mares y las islas del destierro
del hijo de Laertes, la dorada
luna del persa y los sin fin jardines
de la filosofía y de la historia,
el oro sepulcral de la memoria
y en la sombra el olor de los jazmines.
Y nada de eso importa. El resignado
ejercicio del verso no te salva
ni las aguas del sueño ni la estrella
que en la arrasada noche olvida el alba.
Una sola mujer es tu cuidado,
igual a las demás, pero que es ella.


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¿Una dosis de protección?*

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por Cynthia Washam



Los ácidos grasos poliinsaturados Omega-3 -de los cuales se cree que reducen el riesgo de muchos padecimientos crónicos, incluyendo artritis, cáncer, enfermedades del corazón y pérdida de la memoria- podrían también contribuir a proteger al corazón contra ciertos efectos nocivos de la contaminación atmosférica. En un nuevo estudio realizado por un equipo internacional de investigadores, se asoció la suplementación con Omega-3 a una considerable reducción del estrés cardiaco causado por partículas suspendidas de un diámetro menor de 2.5µm (PS2.5) en un grupo de individuos de edad avanzada en la Ciudad de México.1 Este estudio es el primero en examinar los efectos de los Omega-3 sobre los biomarcadores de respuesta celular al estrés oxidativo de la contaminación atmosférica.

La exposición a niveles elevados de partículas provenientes del escape de los vehículos y de las emisiones industriales incrementa el riesgo de hipertensión, arritmia cardiaca, infarto y derrame cerebral, a los cuales la población de edad avanzada es más vulnerable. Algunos de los autores habían demostrado ya anteriormente que las PS2.5 promueven las enfermedades del corazón al disminuir la variabilidad en el ritmo cardiaco y que la suplementación con Omega-3 incrementa la variabilidad del ritmo cardiaco. El propósito del estudio en curso era dilucidar de qué manera logran sus efectos los Omega-3.

La población de estudio de 52 residentes de un asilo para ancianos estaba expuesta de manera crónica a niveles elevados de PS2.5; entre los niveles de PS dentro del asilo, donde los residentes pasaban casi todo su tiempo, y el ambiente contaminado del exterior, existía una correlación. Durante cuatro meses a partir del año 2001, la mitad de los participantes en este estudio doble ciego recibieron suplementos de aceite de pescado en dosis típicas para los usuarios de suplementos que se venden sin receta médica; la otra mitad recibió suplementos de aceite de soya.

El equipo de investigación comparó muestras de sangre tomadas de los sujetos antes y durante la suplementación, y encontró que el uso de los Omega-3 estaba asociado a una disminución del daño oxidativo en las células sanguíneas. El efecto antioxidante de los Omega-3 observado fue mucho mayor en aquellos que tomaron el aceite de pescado que en los que tomaron el aceite de soya, diferencia que los investigadores atribuyen a la diversidad de las cantidades y tipos de Omega-3 entre ambas variedades de suplementos (ácido docosahexenoico y ácido eicosapentenoico en el aceite de pescado, y ácido α-linoleico en el aceite de soya).

Los autores señalan las limitaciones de su estudio, tales como el hecho de que la muestra es pequeña y que la evaluación de la exposición es limitada. Sin embargo, el hallazgo de que los Omega-3 parecen ser eficaces contra el estrés oxidativo relacionado con la exposición a PS2.5 y de que los suplementos de aceite de pescado ofrecen mayor protección que los de aceite de soya amerita la realización de más estudios sobre una población más amplia.


Referencias


1. Romieu I, Garcia-Esteban R, Sunyer J, Rios C, Alcaraz-Zubeldia M, Ruiz Velasco S, Holguin F. The effect of supplementation with Omega-3 polyunsaturated fatty acids on markers of oxidative stress in elderly exposed to PM2.5. Environ Health Perspect 116:1237-1242. [ Links ]



* Publicado originalmente en Environmental Health Perspectives, Volumen 116, Número 9, septiembre 2008, página A394.



WASHAM, Cynthia. ¿Una dosis de protección?. Salud pública Méx, Cuernavaca, v. 51, n. 2, abr. 2009 . Disponible en . accedido en 22 oct. 2009. doi: 10.1590/S0036-36342009000200016.


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lunes, 19 de octubre de 2009

Los pucareños cantan con nosotros

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Chacarera del olvidao
Duende Garnica




De tu palo soy
hijo de tu cuero
soy el olvidao
en la alcancía del tiempo
el que se quedó
de pie poniéndote el pecho.

Flor obrera soy
silvestre de espuma
cuando el tren se va
miro en las vías la luna
pensando tal vez,
mi pueblo encuentre fortuna.

Mi bofe se hinchó
cuando repartieron
de mi no se acuerdan
dicen que nunca me vieron
que no soy de aquí
que ya no tengo remedio.

Soy el olvidao
el mismo que un día
se puso de pie
tragando tierra y saliva
camino hacia el sol,
para curar las heridas.

Una herida soy
buscando el salario
maestros de pie
cuidando pichones blancos
que madurarán
iluminando este pago.

Soy el que quedó
en medio e'los ranchos
guacho del fiao
a un mate y guiso inventado
hambre y rebelión
fueron creciendo en mis manos.

No quiero de más
quiero lo que es mío
al maso trampeao
quiero torcerle un destino
levántate cagón
que aquí canta un argentino.


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domingo, 18 de octubre de 2009

¿Por qué los adolescentes de hoy obedecen menos?

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Por José Ramón Ubieto
Psicólogo clínico y psicoanalista

El inicio del nuevo curso nos trae viejas cuestiones relativas a la autoridad. Jóvenes que desafían a policías o amenazan a profesores suscitan reacciones diversas. Desde los nostálgicos de la disciplina victoriana hasta los bienintencionados creyentes en las promesas de las nuevas tecnologías como solución mágica a los problemas educativos.


Lo cierto es que algo insiste como sintomático y es que, efectivamente, nuestros adolescentes obedecen menos y lo hacen además de otras maneras. Obedecer, y sobre todo consentir a las propuestas del otro, exige la creencia previa en ese otro. Una creencia que ya no se genera a partir de los discursos y las buenas intenciones, sino de los hechos y prácticas de estos adultos. Ese otro hoy se presenta más que nunca desnudo y mostrando su inconsistencia, su falta como rasgo consustancial. ¿Acaso alguien conoció a un padre perfecto, un maestro ejemplar o un marido sin tacha?


El velo que proporcionaba el poder, asociado al cargo de la autoridad competente, nos despistaba sobre la verdadera naturaleza de ese otro. Los jóvenes de hoy se engañan menos, saben que la distancia real entre sus progenitores y los padres Simpsons, es mucho menor que la existente entre esos mismos padres y los ideales de perfección y buenas prácticas que nos autoproponemos como canon de la paternidad actual.


Los adolescentes, más que nadie, necesitan una orientación que los ayude a regular sus tensiones, entre ellas las que sus nuevos cuerpos sexuados les originan constantemente. Para ello quieren que los adultos de proximidad (padres, educadores) estén bien despiertos y por eso no dudan en hacer cualquier cosa para quitarles el sueño. A veces incluso equivocan el destinatario de sus mensajes, fenómeno que las madres conocen bien cuando reciben los reproches que no van dirigidos sino a ellos y ellas mismas por el odio que sienten por sus faltas y temores.


¿Cómo proporcionarles esa orientación, a modo de brújula, más que como protocolo fijo? Por el retorno al castigo clásico no parece muy viable, entre otras cosas porque el castigo se basaba en su función ejemplificadora y en la extracción de sus consecuencias. No parece que los propios adultos extraigamos demasiado de nuestros propios errores como para ser ejemplos creíbles de las nuevas generaciones de jóvenes.


¿Apabullándolos con las nuevas tecnologías? No hay que renunciar a ellas, pero nunca una máquina, ni siquiera los sofisticados GPS, nos llevó a allí donde nosotros no decidimos, previamente, ir.


Nos queda lo que siempre estuvo en el corazón del ser humano, la única garantía posible de esa auctorictas (de autor): la invención, guiada por el deseo, de encontrar respuestas a nuestras preguntas acerca de lo fundamental: el saber, las relaciones personales, la satisfacción, el cuerpo, la muerte... ¿Cómo podría un profesor de historia transmitir un deseo por las civilizaciones si no estuviera él mismo apasionado por todas esas cuestiones?


Los cuerpos adolescentes, frente a frente, en el aula o en la familia, nos angustian porque nos recuerdan lo inacabado de cada uno de nosotros, aquello que en cada uno desborda la palabra y la comprensión, la culpa de existir como seres en falta. No busquemos el alivio demasiado rápido, soportemos en conversación con los otros ese malestar, y es posible que ese ejemplo sirva a nuestros adolescentes como signo de autoridad, como índice de lo que cada uno debe tolerar de su falta de completitud.





La consulta - La Vanguardia 18/9/2009.-


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El problema de la barra de chocolate

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por Adrián Paenza




Desafío: supongamos que yo le diera una barra de chocolate que tiene forma de un rectángulo. Pero esta barra tiene divisiones: 10 a lo largo y 20 a lo ancho. Es decir, en total, si uno partiera la barra, tendría 200 (doscientos) trozos de chocolate iguales.

La pregunta es: ¿cuál es el número mínimo de divisiones que hay que hacer para obtener los 200 bloquecitos?

Detalle: no importa el orden ni el tamaño. Sólo se pregunta cuál es la forma más eficiente de cortar el chocolate.

Antes de leer la solución, que es lo que yo inxtuyo que usted tiene ganas de hacer, lo invito a pensar dos cosas:

a) Si lee la solución, se pierde la oportunidad de pensarlo sola/o. ¿Qué otra cosa más importante tiene que hacer? Si la respuesta es “tengo muchísimas”, entonces posponga la lectura de lo que sigue hasta que haya tenido tiempo para dedicarle. No hay manera de no encontrar una respuesta. Usted a alguna solución va a llegar. Lo que necesitará confrontar después es si su camino es el más efectivo o no. Si lo resuelve, bárbaro. Y si no, será suficiente haber podido disfrutar del recorrido, y no quiero que suene a una suerte de “premio consuelo”: ¡es así! La idea es poder valorar el camino.

b) El problema en sí mismo parece irrelevante. De hecho, lo parece porque lo es. Pero lo que no es irrelevante es advertir que en la búsqueda de la solución uno tuvo que imaginar diferentes situaciones. Quizá no le sirvieron para este ejemplo en particular. Pero son caminos por los que uno o bien ya anduvo o bien acaba de generar en su propio cerebro. ¿Cómo sabemos o, mejor dicho, cómo sabe usted que no va a utilizar en algún momento algo de lo que acaba de pensar? Más aún: ¿cómo sabe usted cuándo le va a servir haber descartado algo ya que le servirá en un futuro que usted no imagina? Tener este tipo de problemas permite entrenar el cerebro y estimular la imaginación. Nada más. Nada menos.

Solución

Lo más típico es empezar dividiendo la barra por la mitad. Luego, hacer lo mismo con ambas mitades: es decir, en cada paso, partir cada bloque por la mitad. En realidad, lo que es interesante notar, es que ¡no importa en qué orden usted haga los quiebres! La idea es mirar el problema desde otro lugar. Después de cada corte, uno tiene dos bloques de chocolate. Cuando corte cualquiera de estos dos (independientemente de dónde o cómo corte), usted va a tener tres bloques. O sea, cada vez que corta, agrega un bloque más a los que tenía antes. Luego, después de 199 (ciento noventa y nueve) divisiones, uno tiene las 200 piezas de chocolate que buscaba. O sea, 199 es la cantidad mínima de cortes que hay que hacer. Menos no alcanzarían. Más, no le harían falta tampoco.

Lo que esto enseña es que cualquier camino conduce a la solución ideal. Y eso es lo que vale la pena destacar más allá del problema en sí mismo: haga lo que haga, o haya hecho lo que haya hecho, su solución fue perfecta. Sólo que el argumento que figura en el párrafo anterior es lo que justifica que no hay ninguna otra forma más efectiva.


Diario Página12 5/10/2006.-



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sábado, 10 de octubre de 2009

Sobre la historia de la penicilina. La segunda línea

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por Juan Antonio Barcat



Los Premios Nobel son el máximo reconocimiento que un científico, un literato, un pacifista, o un economista puede pretender. Premian logros alcanzados en la física, la química, la medicina o la fisiología, la literatura, la paz y las ciencias económicas. Se otorgan cada año desde 1901, excepto el de Economía creado en 1968. El de la Paz comenzó dividido, el de Física se dividió en 1902, el de Literatura en 1904 y el de Química en 1912. El de Medicina o Fisiología se otorgó sólo a una persona hasta 1906. En 1906 se otorgó a dos, Camilo Golgi y Santiago Ramón y Cajal1.
Se reparten los honores y el dinero del premio Nobel, pero nunca son más de tres personas (o instituciones en el premio de la Paz) los premiados. ¿Es que con sólo tres personas se representa el máximo reconocimiento a los méritos en la ciencia o la literatura? La analogía con los tres actores de las tragedias griegas, pero con tres protagonistas, o con las tres medallas de las olimpíadas modernas, éstas sí con protagonista, deuteragonista y tritagonista, tal vez brote de la cultura clásica de los miembros del Comité Nobel, se deba a creencias en los números mágicos, o a una razón prosaica: si se menudean y distribuyen las coronas suecas a más de tres personas la suma no cambiaría para nada la vida del premiado y perderían valor el premio y los honores. Lo cierto es que siempre quedan sin el premio un cuarto, un quinto o más pretendientes, tal vez tan meritorios. Sus colaboradores, amigos y más a menudo sus compatriotas -el patriotismo es esencial- proceden a considerarlos héroes relegados, ganadores morales.
Si se piensa un poco, ambos bandos tienen razón. Por un lado, todo tiene un límite. Por el otro, es improbable que sólo una persona, o tres, hayan sido determinantes totales del éxito de los trabajos premiados. Más de una vez fue decisiva la participación de algún colaborador, sea este profesional, técnico, o aun algún familiar.
Patricia Fara, en su libro Pandora's Breeches socava el concepto heroico en la ciencia y resalta que los logros de grandes científicos y pensadores no dependen sólo de ellos, son una obra de conjunto, de muchas habilidades, de muchas personas, de muchas mujeres, de un medio adecuado2. Los protagonistas no son héroes, pero tienen singulares cualidades. Detrás de los famosos y premiados, detrás de los actores conocidos de cualquier drama histórico, quedan actores olvidados, personas de la segunda línea, para nada menores, porque sin ellas los protagonistas tal vez no hubieran alcanzado ni la fama ni la gloria ni las coronas suecas. En otras palabras, de Tony Rothman esta vez: "Pero si la historia de la ciencia tiene alguna relevancia, seguramente es recordarnos que la ciencia es una empresa colectiva y engendrar en nosotros la humilde conciencia que el panorama de la ciencia sería muy diferente si la mayoría no reconocida nunca hubiera existido"3.
Esta nota se limitará a un ejemplo: tres personas premiadas con el Nobel y una olvidada. Esta última recordada por Eric Lax en The mold in Dr. Florey's coat. The story of the penicillin miracle4. Lax enfoca su relato en cuatro personajes. Uno muy conocido: Alexander Fleming, escocés, (1881-1955); dos pocos conocidos: Ernst Boris Chain, alemán refugiado en Inglaterra (1906-1979) y Howard Walter Florey, australiano afincado en Inglaterra (1898-1968), los tres galardonados con el Premio Nobel de Medicina o Fisiología del año 1945. El premio, en partes iguales, lo obtuvieron "for the discovery of penicillin and its curative effect in various infectious diseases"5. La penicilina comenzó el mayor cambio de la medicina en el siglo XX. El cuarto personaje es un desconocido, Norman George Heatley (1911-2004), y, lo que ahora nos interesa, Lax destaca su participación en el logro.El libro de Lax, publicado en el 2004, refiere de nuevo y con ecuanimidad la historia, agrega noticias íntimas, impublicables en vida de los actores, y el testimonio de Heatley, resultado de sus conversaciones y el acceso a sus diarios. Lax caracteriza a Fleming como "el escocés callado"(o taciturno), a Florey como el "áspero genio colonial" y a Chain como el "temperamental continental" (europeo), y al tercer miembro del equipo inicial de Florey, Heatley, el que no recibió el premio, como el "maestro de los micro-métodos" (The micro master).
De Alexander Fleming poco diremos; es casi el único conocido y endiosado de los tres premiados. En nuestro país, como en otros, calles, avenidas, clínicas, institutos, hospitales, colegios, y hasta una imprenta, llevan su nombre. A su personalidad, suficientemente excepcional, el periodismo y la propaganda le han fabricado mitos que periódicamente se repiten y adornan6. Para muestras algunos botones, por ejemplo: un mito repetido en un éxito editorial local7. O atolondradas contribuciones vernáculas al mito, por ejemplo: "Alexander Fleming, que trabajaba en un hospital público y gratuito en Londres, descubrió la penicilina"8. O este otro: "A diferencia del médico escocés que llevó adelante sus investigaciones en un modesto laboratorio, Florey contaba con un laboratorio bien equipado y con un aceitado equipo de investigadores"9. Por supuesto que son o medias verdades o fantasías. El lector interesado puede recurrir, para clarificarse, a la documentada biografía de Fleming escrita por Gwyn MacFarlane10 (traducida al castellano), a la biografía de Florey escrita por el mismo MacFarlane11, a la de Chain escrita por Ronald W. Clark12, o, para empezar, al libro de Lax.
Pero, quien desee conocer cómo la penicilina llegó a la terapéutica, nada mejor que el capítulo Penicillin: Historical introduction en Antibiotics, obra escrita por Florey y sus colaboradores13. El trabajo de Fleming sobre el descubrimiento de la penicilina se publicó en 1929. Desde entonces hasta 1940 sólo se utilizó el caldo de cultivo del Penicillium notatum como antiséptico local con buenos pero no resonantes resultados. Los intentos de extraer la sustancia activa se abandonaron por ser ésta muy lábil. No se hicieron experimentos en animales para determinar su eficacia en infecciones sistémicas, "esto es, su poder quimioterapéutico no se había revelado"13a.
Aquí interviene, a fines de 1939, el "aceitado equipo" de la Sir William Dunn School of Pathology de Oxford, y el trabajo sobre la penicilina "es tomado vigorosamente por Chain, Florey y Heatley"13b. Chain, se ocuparía de las propiedades químicas y bioquímicas, Heatley, al comienzo asistente de Chain, de la producción, de cómo cultivar la mayor cantidad posible de P. notatum que produzca la mayor cantidad del principio activo y, finalmente, de separarlo del caldo de cultivo y purificarlo, Florey se ocuparía de los aspectos biológicos y farmacológicos y de la ardua tarea de conseguir fondos. Entre septiembre de 1939 y mayo de 1940 trabajaron para obtener esa cantidad de penicilina. Finalmente Heatley consigue un "extracto de penicilina" suficiente para estudiar su toxicidad y realizar la prueba terapéutica. El 25 de mayo de 1940 llega la prueba terapéutica: inyectan dos ratones con una cepa de estreptococo hemolítico y les administran cinco dosis del extracto de penicilina a distintos tiempos después de la infección; otros dos ratones se infectan y reciben sólo una dosis de penicilina una hora después de infectados. Cuatro ratones sirven de controles, se infectan y no reciben penicilina. De los ratones que reciben cinco dosis de penicilina uno muere 16 días después, el otro vive indefinidamente; los que reciben sólo una dosis de penicilina mueren dos y seis días después. Todos los controles mueren dentro de las 16 ½ horas después de la inyección de estreptococos. Total de ratones: ocho. Cuando, después del experimento, Florey, Chain y Heatley se reunieron, se dice que Florey dijo: It looks quite promising. Con otra persona mostró más entusiasmo, le dijo: It looks like a miracle11a.

The experiment, imperfect as it was, sufficed to give grounds for the hope that penicillin would have some systemic chemotherapeutic properties so that is was clear that further investigation should be carried out with as great speed as possible. N.G. Heatley devoted his attention to the production of penicillin while the collaboration of others workers secured a wider examination of the other problems involved. […]13c.

El párrafo enumera una lista de colaboradores y termina con esta frase: The work was much accelerated by the most intimate collaboration of all concerned and the success attained was undoubtly due to the combined efforts of the members of the group.Heatley se concentró en la producción de penicilina y consiguió: 1) Cultivar una gran cantidad de hongos que produjeran más rápido mayor cantidad de penicilina, suficiente para que Chain estudiara sus características químicas y Florey probara sus propiedades biológicas. Primero en Oxford, en escala reducida (y el recipiente más eficiente para el cultivo resultó el orinal chato de los hospitales). Luego se trasladó a EE.UU. para colaborar en la producción en escala industrial. 2) Un método para medir la actividad de esa penicilina, el método del cilindro y la placa, usado luego millones de veces. 3) Un ingenioso método de contracorriente para extraer la inestable penicilina del caldo del cultivo sin perderla en los pasos intermedios. El procedimiento estaba basado en hechos conocidos desde 1932: si una solución acidificada con penicilina se mezcla y sacude con éter, la penicilina pasa al éter, pero no si la solución tiene pH neutro. La contribución de Heatley, a su juicio risible, aunque admitía que le había costado un duro esfuerzo mental, fue sacudir el extracto etéreo con agua mantenida en pH neutro con un buffer o álcali, de esa manera la penicilina pasaba a la fase acuosa14. 4)Demostrar su estabilidad en los tejidos y líquidos del organismo: el hígado y la sangre de rata no la destruían.
Florey pensó que si Alemania invadía Gran Bretaña y se producía el desastre, debían destruir registros y aparatos; a Heatley se le ocurrió preservar la cepa de Penicilliun notatun productor de la penicilina, frotando esporas del hongo, indetectables y durmientes, en el forro de sus ropas. De allí el título de The mold in Dr. Florey's coat. Las esporas se frotaron en las ropas de Florey, Chain, Heatley y otras dos personas, si alguno escapaba podía reanudar el trabajo11b, 4a.Chain, hijo de un químico industrial, quería patentar los descubrimientos. Florey, indeciso, y ante la insistencia de Chain, recurrió al consejo de E. Mellamby, Secretario, y de Sir Henry Dale, Presidente, del Medical Research Council, quienes lo persuadieron de que no era ético patentar un descubrimiento médico. Florey, probablemente de acuerdo con ellos, no insistió, no lo hizo11c. Y el Reino Unido debió pagar regalías por muchos años para fabricar una droga descubierta, aislada, investigada y desarrollada allí.
Heatley, hijo de un veterinario, desde niño mostró una habilidad manual fuera de lo común, como la de su padre. Estudió en Cambridge, fue ayudante de Frederick Gowland Hopkins y se convirtió en un experto en cualquier micro-método: químico, bioquímico, físico, etc. Recomendado por Chain fue reclutado por Florey cuando estaba a punto de instalar un laboratorio comercial; Heatley comenzó como asistente de Chain, pero no pueden concebirse dos personalidades más distintas y opuestas. Ocurrió lo que era de esperar, pasó a depender directamente de Florey. Heatley era: "El más versátil ingenioso y habilidoso mecánico en cualquier escala, grande o minúscula. A su formación en biología y bioquímica podía añadirles sus habilidades técnicas en óptica, trabajo con vidrio o metal, plomería, carpintería y toda labor en electricidad necesaria en esos días pre-electrónicos. Sobre todo podía improvisar, usar los más improbables pedazos de equipos de laboratorio o domésticos para hacer un trabajo con la mínima pérdida posible de tiempo" 11d. "Modesto en exceso, cortés, bueno, considerado, constante en buscar la manera de ayudar a colegas y amigos [y a becarios inexpertos, desorientados, y cortos de genio]. Era un jugador de equipo más que un líder"15.
La publicidad y la fama atraparon a Fleming. A los tres premiados se les concedió el rango de caballeros. Florey quiso compartir las coronas suecas con sus colaboradores, E. P. Abraham le aconsejó no hacerlo, divididas no serían muchas para nadie. En agradecimiento Florey compró, a cada uno, un juego de copas de vino de cristal sueco de color azul. Heatley nunca las usó; en ellas no se puede apreciar el color del vino, dijo, y cuando se rompió una copa, no le importó4b.Florey fue luego Presidente de la Royal Society, Provost del Queen's College de Oxford, se convirtió en Lord Florey, Baron of Adelaide and Marston, y recibió la Orden del Mérito, la más alta distinción civil del Reino Unido.
Después de la penicilina, Heatley colaboró en el comienzo del estudio que condujo a las cefalosporinas. El trabajo lo continuaron E. P. Abraham y Guy Newton quienes descubrieron, purificaron y establecieron la estructura de la cefalosporina C, la primera de la familia. Esta vez el compuesto y la estructura del anillo básico se patentaron y los cuantiosos beneficios se dedicaron a la investigación en la universidad y el Lincoln College16. E.P. Abraham le ofreció a Heatley participar en los beneficios, Heatley le respondió que el sueldo de la Universidad bastaba para su familia4c.A Heatley no lo alcanzó la publicidad ni la fama ni la fortuna. La Royal Society no lo incorporó cuando fue propuesto. Su apocamiento y el rumor que sólo era un par de manos de Florey no lo favorecieron. Los honores llegaron tarde; finalmente llegaron. En 1978, cuando se retiró, Heatley recibió la Orden del Imperio Británico (OBE) y, en 1990, la Universidad de Oxford le confirió el grado honorario de Doctor en Medicina, el primero conferido en los 800 años de historia de la universidad4d. La interpretación más breve y acertada de esta historia es la de Henry Harris, sucesor de Florey en la Sir William Dunn School of Pathology: To sum it all up: without Fleming, no Chain or Florey; without Chain, no Florey; without Florey, no Heatley; without Heatley, no penicillin. 17.


1. Nobel Foundation. En: http://nobelprize.org/; consultado 27-1-06.
2. Fara P. Pandora's Breeches. Women, Science and Power in the Enlightment. London: Pimlico, 2004. Epi-logue, p 232-6. Comentario en Medicina (Buenos Aires) 2005; 65: 89-90.
3. Rothman T. Lost in Einstein's Shadow. Einstein gets the glory, but others were paving the way. Am Sci 2006; 94: 112.
4. Lax E. The mold in Dr. Florey's coat. The story of the penicillin miracle. New York: Henry Holt, 2004. a)p126; b)260-1; c)p 260; d)p 261.
5. Nobel Foundation. En: http://nobelprize.org/medicine/laureates/1945/index.html; consultado el 18-2-06.
6. Barcat JA. Churchill, Fleming y la penicilina. Medicina (Buenos Aires) 1994; 54: 175-6.
7. Paenza A. Matemática... ¿Estás ahí? Sexta Edición. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006. p 96-7). 8. Capanna P. El precio del saber. Página/12. 3-05-2003.
9. Marconi A. Informe penicilina. Página/12. 13-5-2003.
10. MacFarlane G. Alexander Fleming. The man and the Myth. Cambridge (MA): Harvard UP, 1984. Versión en español: Fleming. Barcelona: Salvat, 1988.
11. MacFarlane G. Howard Florey. The making of a great scientist. Oxford: Oxford UP, 1979. a) p 315; b) p 321-2; c) p 336; d) p 302-3.
12. Clark RW. The life of Ernst Chain. Penicillin and Beyond. New York: St. Martin's Press, 1985.
13. Florey HW. Chain E, Heatley NG, Jennings MA, Sanders AG, Abraham EP, Florey ME. Antibiotics, II. Chapter 15: Penicillin: Historical Introduction. p 632-71. a) p 637; b) p 635; b) p 638-9.
14. Anón. Making Penicillin Possible: Norman Heatley Remembers. (An interview with Norman Heatley). En: Science Watch, Nov/Dec. 1995. http://www.sciencewatch. com/interviews/norman_heatly.htm; consultado el 18-4-06.
15. Anón. Norman Heatley - A remarkable man. Fusion. A newsletter of the Sir William Dunn School of Pathology. 2004; 1: 6-9 (Issue 3. Trinity 2004). En: http://www.path. ox.ac.uk/news.htm; consultado el 16-4-06.
16. University of Oxford. Annual Review 2000/2001. En: http:// www.ox.ac.uk/publicaffairs/pubs/annualreview/ar01/11.shtml; consultado el 16-4-06.
17. Harris H. Howard Florey and the development of penicillin. Notes Rec R Soc Lond. 1999; 53: 243-52.



Medicina (B. Aires). [online]. July/Aug. 2006, vol.66, no.4 [cited 10 October 2009], p.363-366. Available from World Wide Web: . ISSN 0025-7680.



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lunes, 5 de octubre de 2009

Canuto I, el gran tenedor

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por Juan Sasturain




Es sabido que los exagerados galochas, pobladores intermitentes de las fuentes del Orinoco, fueron siempre una tribu –si cabe la calificación–- abierta a las innovaciones. En su opúsculo Acumulación y despilfarro entre los galochas: las reformas de Canuto I, el gran tenedor, el profesor Augusto Mercapide, máxima y única autoridad reconocida en la cultura de este pueblo singular, desarrolla la idea de que puede describirse la evolución socioeconómica de los galochas a partir de la aparición sucesiva y la combinación en uso y abuso de tres utensilios básicos –cuchillo, cuchara y tenedor– cuyo significado va mucho más allá de la mera función instrumental en el acto de comer.

Saltándose limpiamente a Levi-Strauss y Melanie Klein con la garrocha de una brillante intuición jamás corroborada por certeza alguna, el profesor Mercapide describe tres períodos o momentos en la cultura galocha: el tiempo del cuchillo o de los cazadores, el de la cuchara o de las liquidadoras y –finalmente– el del tenedor o de los acumuladores.

Es lógico que cuando los galochas aún constituían una tribu de simples cazadores, el que poseía un mejor cuchillo cazaba mejor, cortaba primero, se quedaba con el pedazo más grande e intimidaba en consecuencia al resto. Durante esa época hubo jefes legendarios como Filoso el Expeditivo, que hicieron del uso y abuso del utensilio la clave de su supremacía. En esa época estaban los que tenían cuchillo y los que no lo tenían; así de simple. Fueron tiempos bárbaros.
Las necesarias migraciones, aunque más no fuera estacionales, obligaron a desarrollar tecnologías de traslado, con lo que los inventores y poseedores de vasijas –para el agua, sobre todo– alcanzaron un status si no equivalente al menos competidor respecto de los munidos de cuchillo. De ahí surgen clases diferenciadas y complementarias, sobre todo desde que del concepto de vasija se deriva, a partir del desarrollo en escala menor de la función colectora, el segundo utensilio: la cuchara.

Con la aparición de la cuchara, los roles y funciones se estabilizan. La asimilación de los utensilios a símbolos de género –hombres con cuchillo, mujeres con cuchara– se hizo evidente a partir de allí. Cazadores/proveedores de caza y liquidadoras (sic)/proveedoras de líquido, ambos necesarios y recíprocos consumidores también, como sostiene Mercapide, se alternaron en el gobierno tribal.

Así, la irrupción de las formas más primitivas de la agricultura y los ocasionales períodos de sequía otorgaron supremacía a las liquidadoras. En ese sentido, es célebre el riguroso reinado de Gárgara II, conocida como “La Gotera” por su inflexibilidad en la administración de los líquidos. A la inversa, la bonanza del clima, con lluvias y mucha caza, coincide con la hegemonía de los cazadores. Como dos polos alternantes y equilibrados –-una cupla, en términos físicos–, cuchillo y cuchara convivieron y se alternaron armónicamente de mano en mano durante prolongados períodos. Hasta que apareció el tenedor.

Cuenta una leyenda que el profesor Mercapide recoge en el voluminoso tercer tomo de Las mil y una siestas. Cuentos, tradiciones y mentiras galochas que el invento o descubrimiento del tercer utensilio fue mérito o casualidad que favoreció a un oscuro galocha, Canuto, un haragán históricamente conocido él mismo como “el tenedor”.

Hay dos teorías sobre el origen: el tenedor como suma de (puntas de) cuchillos o el tenedor como rotura de cuchara, resultado no deseado de un utensilio astillado. En un caso por exceso; en el otro, por defecto, es tradición galocha que el tenedor apareció por primera vez en manos del astuto Canuto y nada fue igual desde entonces.

Primero, porque el nuevo utensilio generó una nueva función: retener, fijar, sujetar, y segundo porque el tenedor del tenedor –poseedor al cuadrado– adquirió una celebridad y popularidad crecientes que llevaron a sobredimensionar su importancia. Así, aunque en apariencia el novísimo útil sólo cumplía una tarea complementaria respecto de la del cuchillo, la paulatina e irrefrenable vocación acopiadora del proverbial Canuto hizo del tenedor (un momento, una función transitoria vinculada al consumo inmediato) un estado semipermanente. “De tenedor a retenedor sólo hay una sílaba y un paso –dice un casi indignado Mercapide– que Canuto I, una vez devenido jefe, no vaciló en dar.”

No es necesario ser demasiado perspicaz para advertir que el gobierno de los tenedores convertidos rápidamente en acumuladores (de la caza, de los cultivos, de los líquidos) produjo una poderosa clase no productiva de culo pesado y costumbres soberbias. Encastrados como intermediarios necesarios entre cazadores/liquidadores y consumidores, los tenedores se convirtieron, con Canuto I, en árbitros y beneficiarios privilegiados del sistema. Una auténtica pesadilla de agobio para el resto. No podía perdurar.

Así, el reinado del Gran Tenedor terminó bruscamente: hartos de que los intermediarios encanutaran –de ahí viene el verbo– los bienes de todos como si fueran suyos, los saludables galochas amenazaron a Canuto I con pasarlo a cuchillo, hervirlo y tomarse el caldo (con cuchara, claro).

No fue necesario. El Gran Tenedor también había acumulado, durante su reinado, ingentes dosis de casi cínico buen sentido. Se tomó el buque Orinoco arriba y –según la leyenda que recoge Mercapide– puso una fábrica de tenedores de la que los felices galochas nunca tuvieron noticias.


Diario Página12 4/9/2006.-


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