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viernes, 31 de julio de 2009

Mira esos hongos, pero no los comas

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DIALOGO CON SILVIA LOPEZ,
DOCTORA EN BIOLOGIA, INVESTIGADORA DEL CONICET


por Leonardo Moledo


Los hongos forman un reino aparte, junto al animal y al vegetal, y, además, están mezclados con la cultura: hongos sombrerito, hongos de la piel, hongos venenosos. El jinete se interna en ese raro mundo.

–Bueno, aquí todos se dedican a la micología, o sea, al estudio de los hongos.

–Sí. Integramos el ProplamePrhideb, que es un instituto del Conicet y estamos en el Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la FCEN.

–¿Por qué no me cuenta un poco qué hacen o qué hace usted?

–Yo trabajé siempre en hongos, y desde los hongos me fui yendo para el lado de las enfermedades que producen los hongos en las plantas, trabajando en relación con gente de la Facultad de Agronomía sobre la interrelación entre los hongos y las enfermedades.

–Los hongos son un reino aparte, ¿verdad?

–Sí. Originalmente se los estudiaba junto a las plantas. Se los consideraba plantas no verdes, sin clorofila, pero a medida que las técnicas de definición de los grupos fueron cambiando, se los empezó a separar hasta que formaron un reino independiente. Tienen algunas características que los asemejan a los animales, otras que los asemejan a los vegetales, pero están totalmente separados de ambos.

–¿Por qué?

–En el ciclo natural, las plantas ocupan el nivel de la producción: transforman la energía del sol junto a los elementos del aire y del suelo en los compuestos estructurales que las forman. Los animales no tienen esa capacidad, lo único que pueden hacer es transformar compuestos, degradarlos y formar otros. Es lo que hacemos nosotros: consumimos materias que ya están estructuralmente formadas (plantas, otros animales), las desarmamos (con la digestión) y las aprovechamos para lograr nuestros propios compuestos estructurales.

–¿Y los hongos?

–Los hongos no son productores, no tienen los pigmentos para captar la energía solar, pero lo que sí hacen es utilizar las estructuras de otros organismos. Y lo hacen de una manera particular: eliminan al medio una serie de enzimas que degradan los compuestos estructurales ya formados y los transforman en los compuestos que a ellos les interesan. En realidad, los hongos están haciendo lo mismo que hace nuestro sistema digestivo, pero externamente. Con lo cual tienen una función muy importante en la naturaleza, que es la de degradar estructuras ya formadas. Por ejemplo, los hongos degradan en los suelos de bosques ciertas estructuras biológicas que ya pueden ser consideradas organismos. Sin ellos, estos compuestos complejos se acumularían. Además, tienen la función de restituir a la atmósfera algo muy importante, que es el carbono. El carbono forma parte, en las plantas, de estructuras muy complejas: la celulosa (que forma las fibras vegetales) y la lignina (que es un compuesto mucho más complicado y que forma lo que serían las estructuras leñosas: los árboles, las raíces). Todos estos carbones que están atrapados en estas estructuras son recuperados hacia la atmósfera por los hongos.

–¿Y cómo son los hongos? Existe una imagen popular del hongo sombrerito, y la otra imagen es la del hongo de la piel.

–Son muy variados. Pueden ser de una sola célula, como es el caso de las levaduras...

–¿Son hongos?

–Sí. Y es el primer organismo que fue utilizado biotecnológicamente por el hombre: vino, cerveza, pan. Tenemos, entonces, desde este sistema sumamente simple hasta uno muy complejo como podrían ser los champignones. En ellos, tenemos estructuras diferenciadas, colores, texturas, tramas.

–Hay algo extraño, que es que crecen de una manera increíble. Hay veces que de noche, después de una lluvia, uno los ve surgir.

–Sí. Pero ojo: cuando uno ve crecer un hongo de sombrero después de una lluvia está viendo sólo una parte: si lo desprendemos del suelo, la mayoría de las veces se nota en la base una serie de filamentos como algodonosos, y si uno sigue cavando se va a encontrar con toda una trama de filamentos que son parte del hongo. El cuerpo del hongo es una red de filamentos que está por debajo del sustrato que tiene el sombrerito. El sombrerito, en realidad, es el equivalente de los frutos de una planta y se produce solamente en un determinado grupo de hongos. Nosotros lo llamamos “fructificación”, aunque el proceso no es el mismo que la fructificación de una planta. Los elementos que van a propagar a ese hongo se llaman esporas: son células que se forman en ese sombrero y que tienen como objetivo la propagación de la especie. Las esporas son llevadas por el viento, llegan a un lugar que les es adecuado, germinan (como si fuera una semilla), aparecen de nuevo los filamentos... Cuando se dan condiciones ambientales propicias, las células de los filamentos (que son muy sencillas) se empiezan a transformar y dan esas estructuras que nosotros vemos. En esta época, nosotros solemos tener muchas consultas por intoxicaciones.

–Esa es la otra cuestión con los hongos. Hay venenosos y hay no venenosos.

–Las especies tóxicas no se pueden distinguir salvo que uno conozca muy bien la especie o que sea una persona entrenada en la vida diaria para coleccionar y comer ese hongo. El problema es que la recolección debe ser sumamente cuidadosa y debe hacerse un análisis uno a uno de los hongos. El otro problema es que una cosa es coleccionar hongos en el Hemisferio Norte y otra cosa en el Hemisferio Sur. Una persona que cambia de hemisferio puede encontrar hongos que se parecen mucho a los que consumían en su lugar de origen y que acá son tóxicos.

–O sea que el bagaje cultural no es seguro.

–Exactamente. Hay que tener muchas precauciones.

–¿Y los hongos de la piel?

–Están usando como sustrato la piel y tienen algunas características un poco diferentes. Son filamentosos, aunque no producen tantos filamentos como los que se producen en el suelo. Además hay que tener en cuenta que nosotros tenemos defensas. En realidad, el ataque de los hongos hacia organismos complejos que tienen sistemas inmunológicos definidos es más bien la excepción, no la regla. Estos problemas se dan cuando la persona tiene algún inconveniente de inmunosupresión. Es muy común, por ejemplo, en el caso de pacientes con VIH.

–Eso explica también por qué los hongos enferman a las plantas... Si utilizan a las plantas como sustrato...

–Es lo que yo estudio. Sin embargo, las plantas tienen su sistema de defensa (si bien no exactamente iguales a los del hombre o los de otro animal). Cuando hay un ataque del hongo sobre el ser vivo es porque hay una falla en el sistema de defensa. Lo que pasa es que tanto en los hongos como en los animales, hay también una situación de selección natural: se van seleccionando aquellos que tienen una resistencia o una defensa. Esas situaciones son las que les van incorporando resistencia a los organismos.

–¿Y qué es lo que hace usted dentro de su ámbito de investigación?

–En este momento estoy trabajando en los problemas que los hongos les producen a los árboles de la ciudad de Buenos Aires. Yo le había dicho que los hongos tienen enzimas. Esas enzimas se encargan de degradar, y ese es un proceso biológico muy importante. Si yo tengo un hongo que está degradando restos de plantas en un bosque, eso es muy importante, porque está contribuyendo al ciclo. Pero si ese mismo hongo está creciendo en la pata de mi mesa, entonces deja de ser benéfico. La biodegradación, que es muy buena, se puede transformar en biodeterioro cuando está influyendo en algo que a mí me puede afectar económicamente. Entonces el problema que tenemos es que el arbolado es muy antiguo, y los árboles con la edad van perdiendo su resistencia, se tornan más sensibles. Eso va unido a que un árbol no es un organismo de la ciudad: acá tiene la agresión de la temperatura, de los cables, de las cañerías, de la gente que escribe sobre sus cortezas, de los empleados municipales que podan mal, de los gases de los automóviles. Sin embargo, el árbol es sumamente importante en la ciudad, porque trae una cantidad de aspectos benéficos: oxigena, elimina agua del suelo, purifica el ambiente, detiene los ruidos.

–Aparte es estético...

–Sin duda. Pero con el tiempo hay hongos que se instalan en la madera y en las hojas. La mayoría de las veces, cuando se hace patología, se estudian los de las hojas. Nosotros, en cambio, nos dedicamos a los que aparecen en el tronco. ¿Por qué? Porque así como yo le comenté que debajo de la tierra están los filamentos, en el caso de los árboles estos filamentos están dentro del tronco. Y lo que hacen allí es degradar la lignina, que es lo que le da la estructura al árbol y lo que permite que un árbol de treinta metros sostenga su copa sin caerse. Los hongos son los únicos organismos que tienen enzimas capaces de degradar la lignina; se alojan en las ramas y empiezan a degradar. Pero yo no me doy cuenta de que hay un hongo dentro de ese árbol hasta que el árbol está podrido. El problema está que en una ciudad voy a tener una cantidad de árboles que, si bien parecen estar en buenas condiciones, están muy lejos de eso. La enfermedad es crónica: cuando ingresó dentro de la planta no hay posibilidad de sacarlo. Lo único que se puede hacer es evaluar qué tanta resistencia perdió esa madera, si es que se va a caer en el primer temporal o con el primer viento. El tema es tratar de evaluar qué hongos hay en la madera. Nosotros tomamos muestras y hacemos aislamientos en el laboratorio para identificarlos. Después hacemos ensayos de degradación sobre maderas del mismo tipo.

–¿Cómo están los árboles en general?

–Bastante mal. Hay un porcentaje bastante importante de árboles con presencia de hongos.



Diario Página 12 15/4/209.-



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Mi abuela tenía razón

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por Enrique Pinti



Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar." Aquél era el machacón estribillo que usaban las abuelas de los que hoy pasamos los 60 para indicarnos básicamente el orden que debía imperar en nuestras habitaciones individuales y, con más razón, si eran compartidas con hermanos en la vida cotidiana o con primos y amigos en vacaciones. Mis pobres padres y abuelos encontraron en mí un hueso muy duro de roer: libros mezclados con historietas, revistas de cine, pantuflas y algunas migas de galletitas comidas furtivamente a despecho de las dietas para adelgazar que comenzaron a perseguirme desde muy temprana edad, formaban pilas heterogéneas que dificultaban el paso de mis mayores, que, al tropezar con cada cosa en cualquier lugar y cada lugar con cualquier cosa, pensaron más de una vez en discutir el tema del filicidio o al menos reflexionar bien antes de engendrar monstruos destructores.

Con el tiempo, este desordenado crónico aprendió a interpretar su propio caos y se encerró en su cuarto, territorio en el que todo podía y puede hallarse en alegre montón. Así, borradas las posibilidades de encontrar juguetes y triciclos, ahora, videos, DVD, casetes, compactos, televisor, equipos de música y demás reproductores electrónicos comparten la confusión con pantalones, pantuflas, zapatos, sobretodos y bufandas enredadas con libros de toda clase, diarios viejos y algún regalo de cumpleaños sin abrir. ¿A quién molesto? A mí mismo, que, con los problemas agregados por la edad y ciertas lagunas, a veces pierdo mucho tiempo buscando cosas que sé que "por ahí deberían andar".

Lo que sí aprendió este rey del desorden es que no puede ni debe trasladarlo a otras personas, imponerlo por prepotencia o pretender que, encima, lo aplaudan. Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. El orden no es sólo externo. Es principalmente interior, y cuando hay objetivos claros existen caminos para explicarlos y defenderlos.

El mundo no es nuestra habitación. Todo está bien si se hace donde y cuando se debe. Y no es conformismo ni domesticación. Hay circunstancias históricas en las que, si los pueblos no reaccionan rápido y vigorosamente, las consecuencias pueden ser fatales. Pero esto no implica el estado de "conflicto permanente", que no ayuda a resolver los problemas. Una "medida de emergencia", si se toma todos los días, deja de serlo para convertirse en rutina, y ya se sabe que a la rutina se la comenta como una calamidad más del diario vivir y se la archiva. Es urgente buscar espacios de protesta, polémica y discusión de ideas y soluciones con este mismo criterio: un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar.

¿Qué tiene de malo una hermosa mujer en biquini acompañada por un atractivo joven en boxer paseando a un perro labrador blanco? Nada… pero si ese encantador grupo elige el Teatro Colón en función de gala seguramente se convertirá en un insensato y absurdo atentado al buen gusto. La misma escena en una playa (con bolsita de residuos para el can, por supuesto) será, en cambio, un agradable momento al aire libre. Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. Desde la justa protesta pasando por la exhibición anatómica y la expansión fisiológica del mejor amigo del hombre. Mi abuela tenía razón.


La Nación Revista 5/8/2007.-


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jueves, 30 de julio de 2009

Vivir sin hamburguesarse

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Por Carlos D. Pérez
Psicoanalista


Para el autor, “en paralelo con las tecnociencias, las palabras entran en trituradoras donde previamente a su descomposición son compactadas”.
Reunión de aniversario en un hotel. En un momento, uno de los asistentes dice “83” y todos ríen, otro retruca: “122”; la risa aumenta, un tercero intercede: “24” y las carcajadas se extienden por todo el salón. Sin entender, un mozo recién incorporado al servicio le pregunta a otro: “¿Qué le pasa a esta gente? ¿Están todos locos que los números les hacen reír?”. El otro responde: “No te preocupes, es la reunión anual de los humoristas, tienen los chistes numerados y no necesitan contarlos”. El efecto chistoso consiste en que tenga gracia lo que en circunstancias habituales no podría tenerla, la circulación de palabras y su juego de equívocos es capaz de producir lo que nos distingue del resto de la escala zoológica: la risa.

¿Qué sucedería en un mundo carente de los hallazgos de la palabra, de sus equívocos, de metáforas o malentendidos? O sin el condicional: ¿qué sucede en un mundo donde por afán de certeza abandonamos este preciado don? Hace tiempo viene expandiéndose una supresión que impone lo que resulta difícil calificar de “palabras”, porque se trata de expresiones contraídas, muñones de palabras y siglas. Hoy estamos habituados, o casi, dado el arrollo tecnológico –sí, arrollo antes que desarrollo–. Hasta no hace mucho –aunque con la aceleración que sufre el tiempo posmoderno parezca enormidad–, escribíamos cartas; algunos epistolarios son verdaderos ejemplos de logros en el empleo de la palabra, no tenemos más que abrir un libro de correspondencias de Freud para admirar su impecable estilo, el modo en que la inmediatez de la escritura puede palparse, asistida con hallazgos de enorme frescura. Poco de esto sucede actualmente; en paralelo con las tecnociencias, las palabras entran en trituradoras donde previamente a su descomposición son compactadas y pierden el aire de las vocales pronunciadas con la boca abierta; como barrios cerrados, las bocas se cierran sin distinción de clases en el acto de guarecerse ante cualquier apertura coloquial. Un “escuchame, boludo” podría ser admitido si el calificativo lo justifica, como alguna vez le escuché a un amigo decir de otro: “Ese es tan pelotudo que se pisa las bolas y le echa la culpa a los zapatos”. No, no se trata de este tipo de ocurrencias ingeniosas, sino del “boludo” usado como muletilla a cada momento, devenido en “bolú”, y éste en una especie de “blú” donde la “u” no es una vocal abierta, sino la jaculatoria de un vómito que expele palabras trituradas.

Al respecto tengo una hipótesis que de tan descabellada puede resultar cierta: la compactadora de palabras, ampliamente difundida, escupe siglas que son moneda corriente, dvd, cd, mp3, rápidamente sustituido por el mp4, porque los números ganan el lugar de las vocales, como el infausto 11-S y luego el 11-M. Los bancos dejan de ser “el Nación”, “el Provincia”, éste ya convertido en bp, sus competidores obligan a considerarlos serialmente siglados: el BBVA, el HSBC, la BNL, que se fue del país sin mucha seriedad. A nuestra presidente suelen escribirla CFK, quizá remedando a JFK, ella y su marido son del PJ –no justicialista sino pejotista para los acólitos– o del FPV, aún no lo sabemos, pero esto es harina de otro costal. Rápidamente, la contra apeló a las redondeces –propias de su líder– del CC –o CCC, no me acuerdo– y está el PRO, que mantiene el resabio de esa “O” para la “gente como uno”, que una cosa es ser pro y otra progresista, ya llegarán al PR, aunque tal vez no lo hagan para no confundirse con el PRT, PTS, MST, porque la tendencia se cultiva a derecha e izquierda del arco político... y al otro lado el G-7, el BM, el FMI. PFA está inscripto, con grandes caracteres, en las pecheras de la federal, remedando la versión yanqui de los SWAT o cosa por el estilo. En una salida a la calle anoté al pasar: MBA, UP, elf, YSL, KR, hp, JVC, RPLM, CTI, ADT, STK, ch, AND1, W80, DHD, NS, un a+BA que desafía al desciframiento, el t/quma/el/bcho de la campaña contra las drogas y tantos otros; a veces, las menos, las letras coronan, magnificadas, la denominación de origen, otras son sólo siglas esparciendo información codificada. Cuando llegué a mi casa me enteré de que un vecino había sufrido un acv, y, ya que estamos en el plano médico, ni qué decir del DSM-IV abarrotado de psiquiátricas subespecies, entre las que me causa gracia el TOC para los trastornos obsesivo-compulsivos, imagino a estos sujetos dándose con la cabeza contra la pared, produciendo esa onomatopeya en un globo que sale de sus cabezas. Si uno ve televisión, quizá tenga CV, podrá ver al desaforado cqc, TVR, las películas de HBO, las noticias en C5N, CNN, TN; ESPN, TyC para el fútbol y tantos otros que escapan a este somero recuento. ¿Alguien recordará, me pregunto, que Boris, Garfunkel e hijos son lo referido por BGH? Hace años, los locutores de radio no dejaban de mencionarlo, ahora nos quedaron, como de tantos otros, las siglas que hurtando nombres y apellidos dejaron, como el guante de Fantomas, una cifra.

Encuentro una confluencia en la que se mezclan regueros de siglas con el decir compactado, triturado, en muñonada forma de trasmitir información. ¿Qué esto no es de ahora, que empezó hace años? No lo dudo, se inició de manera solapada, sin que advirtiéramos hacia dónde íbamos o, mejor dicho, adónde estábamos llegando; hace años que los yanquis anudan de este modo su lengua. Recuerdo cuando hace unos quince años estaba por viajar a USA y decidí tomar clases para adecentar mi torpe inglés. Luego de enterarse de mi interés por cultivar la lengua de Shakespeare, la profesora me preguntó para qué quería hacerlo y al enterarse me advirtió que una cosa es hablar inglés y otra comunicarse en NY, el de I?NY. Así fue, a pesar del entrenamiento donde en dura batalla yo quería leer a escritores estadounidenses y ella iniciarme en giros idiomáticos que, sospecho, también a la buena señora se le escapaban, que viajé. Todavía recuerdo mi asombro cuando mi hijo, que nos acompañaba, mantenía una fluida comunicación con el taxista que nos llevaba desde el aeropuerto JFK a Manhattan, dado que su inglés era tan precario como el que se aprendía en una escuela estatal. Preguntado por mí al bajar en la puerta del hotel, me dijo que habían hablado de la NBA, los unía la televisión. En los días siguientes mi hijo nos orientó, a mi mujer y a mí, acerca de lo que esa gente pronunciaba mascando chicle con la boca semicerrada. Tengo la fuerte sospecha de que en el caldo de cultivo neoyorquino crecieron los organismos que no sólo contaminaron la comida convirtiéndola en chatarra, sino que también potenciaron un hablar hamburguesado, que para un sociólogo puede resultar digno de estudio y para mí es motivo de consternación.

A su vez, lo escrito en el teclado de la computadora llega instantáneamente al destinatario durante un “chateo” o en los mensajes electrónicos incitando, nuevamente la cuestión, a una escritura compactada; no sé qué le pasará al lector si acostumbra a hacerlo, pero más de una vez un interlocutor se ha reído de mí porque en mis mensajes, sin descuidar la sintaxis o la puntuación, sorteo la picadora de palabras que escupe hamburguesas. Ni qué decir de los difundidos “mensajes de texto” con los teléfonos celulares, a tal punto difundidos que no nos sorprende la gente entregada a esta práctica en viajes en subte, en los colectivos o en la calle. Pensemos en la absurda diferencia entre teclear “lnche spso ntma compq plza” y el lorquiano “la noche se puso íntima como una pequeña plaza”. Obviamente, es más que difícil que alguien se atreva a la poesía con muñones de palabras.

A este cuadro de situación debemos agregar el uso de auriculares que difunden música tecno programada maquinalmente, que por carecer del pulso que produce la ejecución de un músico no son más que sonidos machacones; el oído no tiene párpados ni labios, pero puede ser cancelado por las reverberantes prensadoras de sonido. Así como se tiende a compactar las palabras quitándoles el aire vocalizado, se tiende a impedirle al oído espacios de silencio, y si la música es arte de escuchar el silencio gracias a cadencias, ritmo, swing, puede inferirse que hay una tendencia en pos de anular la música. Fui columnista de “música negra” en un programa radial dedicado a la actualidad. En el transcurso de una emisión pasé el clásico “Basin Street Blues”, grabado por Miles Davis en 1963; después de la versión de Louis Armstrong con los Hot Five del 28 donde una vez más, como con todo en esa época, rompió los moldes, parecía inútil atreverse al tema pero no, Miles lo hizo puliéndolo con su sordina Harmon, a veces demorándose en una nota iterativa que colgaba el ritmo del espacio, dando permanentemente la sensación de saludar, esquivo, desde otra orilla, apretando, acariciando, los dedos en los pistones del instrumento, la carne dura del viejo blues. ¿Cómo podía ser? Dejo que responda Arnold Schönberg, que de esto sabía: “Nunca un arte nuevo tuvo por intención y efecto desposeer o destruir lo viejo, su antecedente. Al contrario: nadie ama a sus antepasados más profunda, más entrañable y más respetuosamente que el artista que realmente trae algo nuevo, porque veneración es reconocimiento de su rango, y el amor, solidaridad”. Es preciso subrayarlo porque se confunde respeto con obsecuencia y lo nuevo con tirar la herencia por la ventana. Al rato de pasado el “Basin Street Bues”, un oyente envió un mensaje donde decía, sorprendido, que esta música no se escucha en radio. “Sí, en ésta”, respondió el conductor para mi orgullo. Nada como la trompeta de Miles para sumergirnos en elocuentes silencios al contar una historia. De este desafío se trata, en la radio, en la vida, de una herencia que hundida en sus raíces produzca lo inédito en tiempo de despertar.

En síntesis: llevados por el afán de “estar al día”, informados –no en vano un término de moda es “informática”–, los tiempos del reloj se han ido acelerando, desechando lo inútil como un lastre (una trompeta que se demora en ritmos de una nota, una plaza que se pone íntima son modos del goce, por lo tanto inútiles). Si la aceleración sugiere que llegaremos con rapidez a un destino, ya estamos en el tiempo de la llegada automática; ante la pantalla de la computadora nos sentimos de inmediato donde sea, gracias a Internet, el chateo o los mensajes electrónicos, con información al instante (decir “instante” ya es un viejazo) de listas de supermercado y la posibilidad de compra automática, con lugares del mundo donde habitan quienes con sólo apretar enter estarán comunicados, monitores mediante, etc., etc. Hemos alcanzado el no tener que desplazarnos para llegar a todas partes. Admirada, la mayoría lo festeja, pero también estamos quienes sabemos que todas es ninguna.

Tu palabra

“Di tu palabra y rómpete”, escribió Nietzsche. A cambio de ello, las trituradoras rompen las palabras con necia entereza. Se me ocurren aplicables a este momento las siguientes palabras de Juan Gelman: “Hay que aprender a resistir. Ni a irse ni a quedarse, a resistir, aunque es seguro que habrá más penas y olvido”. Una forma de resistencia es permanecer marginal contra la expansión de la información actualizada, porque el informarnos se disfraza de acto, y cerrándonos la boca nos incita a mascar palabras como chicles. ¿En qué consiste “estar informados” más allá de la obviedad de alimentarse con datos como quien devora un Big Burger? Daré un ejemplo: en el transcurso de una conversación entre colegas, en un momento se discute acerca del modo en que Freud emplea el concepto “represión”. Con la intención de aclarar las cosas, alguien del grupo enciende su computadora portátil, consulta un “buscador” de Internet y poco después nos informa de las veces que el inventor del psicoanálisis menciona la palabra. El dato resulta inobjetable, salvo que la tarea de buscar quedó a cargo de la cibernética, cuando se trata de comprender el modo en que la pregunta de Freud por lo inconsciente modeló ese concepto; si alguien pretende estar al tanto del tema debe emprender su propio itinerario, ubicando el contexto y no sólo las páginas de los textos donde la mentada palabra aparece; también está comprometido a revisar su modo de ser psicoanalista para saber qué dice cuando dice “represión”. La difundida “información” saltea estas cuestiones fundamentales, de modo aparentemente acorde a la aseveración de Pica- sso: “Yo no busco, encuentro”, pero no se advierte que para que Picasso encuentre debieron mediar innumerables búsquedas, las más de las veces ignoradas, a tal punto que reformulo la frase, entendiendo que pudo haberla dicho del siguiente modo: “Sin ser consciente de qué busco, me es dado encontrar”. Porque a la manera de un sueño, nadie está originalmente al tanto de su busca y, sin embargo, no bien dormimos se enciende un hallazgo; el trabajo del sueño, ajeno a la conciencia, ha tejido sus redes desde tiempos remotos para posibilitar el encuentro de la escena onírica.

La información dispuesta al alcance del teclado de la computadora, en su engañoso modo de entregar respuestas, trabaja a favor de la represión que bloquea las incógnitas, el enorme despliegue del que son capaces las preguntas en libertad de acción. En 1911, Karl Kraus publicó en su periódico Die Fackel –La Antorcha– un artículo burlándose del “pequeño Brockhaus”, famoso diccionario enciclopédico alemán que aún hoy es obra de consulta, al que promocionaban de este modo: “Su puesto está junto a cada hombre laborioso que quiere estar al tanto de los desarrollos de su profesión y no conoce expresión más vergonzosa que la confesión ‘Eso no lo sé’”. A propósito de esto, Kraus preguntaba: “Entre oficina y periódico, ¿no se mezclan todos en un tipo singular, que trata de dar con información porque no quiere dejarse engañar, y engaña porque puede darte con ella?”. Para luego agregar: “Me avergüenza soñar desde que he leído esa frase. Pues ahora ellos ya empiezan a saber cómo hay que soñar. Y se acabaron las brumas y las noches, los velos y las sombras. Y me avergüenza morir desde que he leído esa frase. Pues algún viajero que no quiera dejarse engañar se inclinará sobre mí y me abrirá a la fuerza los ojos”.

En la década del cincuenta, Claude Lévi-Strauss escribió en Tristes trópicos: “Ya no hay nada que hacer: la civilización no es más esa flor frágil que preservábamos, que hacíamos crecer con gran cuidado en algunos rincones abigarrados de un terruño rico en especies rústicas, sin duda amenazadoras por su lozanía, pero que permitían variar y vigorizar el plantel. La humanidad se instala en el monocultivo; se dispone a producir la civilización en masa, como la remolacha. Su comida diaria sólo se compondrá de este plato”. No sospechaba que en vez de remolacha serían hamburguesas. Si hace un tiempo la cuestión era resistir, combatir el aburguesamiento, hoy se trata de no hamburguesarse. Como cierta vez dijo un poeta: “La metáfora, bien vale luchar por ella”. Contra la picadora de espacios, de elocuencias, de silencios, de palabras, de largas búsquedas e infrecuentes encuentros, que a cambio nos sirve posmodernas hamburguesas. No en vano una cadena de comida chatarra lleva por nombre “Burger King”, que puede leerse no sólo como alusión al rey de la hamburguesa, sino que Burger es King.


Fragmento del libro Tiempo de despertar (ed. Planeta).


Diario Página 12 12/2/2009.-


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Toni Braxton canta con nosotros

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Un-Break My Heart




Dont leave me in all this pain
Dont leave me out in the rain
Come back and bring back my smile
Come and take these tears away
I need your arms to hold me now
The nights are so unkind
Bring back those nights when I held you beside me

Un-break my heart
Say youll love me again
Undo this hurt you caused
When you walked out the door
And walked outta my life
Un-cry these tears
I cried so many nights
Un-break my heart
My heart

Take back that sad word good-bye
Bring back the joy to my life
Dont leave me here with these tears
Come and kiss this pain away
I cant forget the day you left
Time is so unkind
And life is so cruel without you here beside me

Un-break my heart
Say youll love me again
Undo this hurt you caused
When you walked out the door
And walked outta my life
Un-cry these tears
I cried so many nights
Un-break my heart
My heart

Dont leave me in all this pain
Dont leave me out in the rain
Bring back the nights when I held you beside me
Un-break my heart
Say youll love me again
Undo this hurt you caused
When you walked out the door
And walked outta my life
Un-cry these tears
I cried so many, many nights
Un-break my

Un-break my heart
Come back and say you love me
Un-break my heart
Sweet darlin
Without you I just cant go on
Cant go on


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lunes, 27 de julio de 2009

El espesor de la comunicación

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por Sandra Massoni
Doctora en Ciencias Sociales. Posgrado en Comunicación Ambiental.
UNR - Universidad Nacional de Rosario



¿Por qué leemos o dejamos de leer un diario? ¿Por qué miramos o dejamos de mirar un noticiero de televisión? Años atrás los autores de las teorías clásicas de la comunicación responderían a estas preguntas en términos de confiabilidad, información objetiva, mayor cobertura de la noticia, etc., y relacionarían la posibilidad de que alguien otorgue veracidad a un mensaje a ciertas características específicas de esos destinatarios y a formatos más o menos adecuados a su perfil.

En el transcurso, ¡cuánto! Pero pretendo aquí concentrar la mirada en un aspecto básicamente habilitador y es que nos dimos cuenta de la fluidez del mundo. Desde que los físicos nos demostraron que la partícula es aporética (a la vez onda y corpúsculo), sabemos que toda sustancia es fluctuante. Es decir que el elemento constitutivo de cualquier sistema puede también ser visto como evento. Intento hacer un aporte en esta dirección con mis desarrollos en comunicación estratégica. Se trata de repensar las formas de pensamiento y de acción comunicacional tradicionales desde una perspectiva abierta a la complejidad. Me gusta hacerla crecer a partir de algunas coordenadas mínimas para abordar a la comunicación: que no la piense con un único centro; que no la piense estática, que no la piense descartando la riqueza de su espesor como proceso sociocultural cognitivo. Definido que el conocimiento no se puede separar del hombre, necesitaríamos repensar también el lugar de los medios masivos, en tanto y en cuanto está claro que no se trata ya de una tarea centrada principalmente en lo que se dice, como una narración objetiva acerca de la realidad. ¿Será que deberemos asumir que el lugar del medio en nuestra época no es sólo –ni es principalmente– el de informar, hacer agenda, persuadir, alienar y otras perversidades aledañas? No es fácil el planteo en tanto es cierto que el estilo dominante –especialmente en televisión– se asemeja a un parte de guerra macabramente engolosinado en informar muertos y destruidos del bando contrario cada jornada. Pero señalo que a la par también cada vez hay más gente que sintoniza radios FM “porque sólo hay música”. Para empeorar este aflictivo panorama cada vez más seguido escucho: “Ya no soporto ver noticieros de televisión, inmediatamente cambio de canal”. Pregunto: ¿cuál es el gesto que nos repugna al punto de hacer mover nuestro pulgar en busca de otra sintonía? Cuando alguien apaga el aparato porque “no puede ver” a quien habla hay una conexión especial que le habilita a ese movimiento. Es una sensación que al menos reconoce/recupera su contacto con otras sensaciones que cada quien ha ido acumulando a lo largo de su vida y que genera en cada uno de nosotros una habilitación básica. No suele ser una representación, como un algo que se desprenda de “lo que se dice”, sino un registro del lenguaje que se ubica en otra dimensión. Mi vecino lo expresa con frases del tipo: “Se me pone la piel de gallina cuando lo oigo”. Y es que hay algo en un orador sincero que lo conecta inmediatamente con su público. Hay, entonces, un componente de emoción que deberemos comenzar a reconocer y a no dejar fuera de la cuestión. Un registro distinto de este asunto que no hemos explorado suficientemente. Estamos acostumbrados a operar una sola dimensión de este fenómeno que es la informativa, pero hay muchas otras. Por ejemplo, la ideológica, la interaccional, la sociocultural. Es posible abordarlas desde las perspectivas de comunicación estratégica a partir del análisis y prescripción de marcas de racionalidad comunicacional. Implica ante todo un gran esfuerzo por salirnos del corset de los mensajes para abordar el espesor de la comunicación. Operar con estas herramientas nos permite trabajar desde lo fluido: ese especial tipo de orden de lo que está siempre cambiando. Colijo que de este y de otros desafíos necesitamos hacernos cargo para pensar la complejidad del fenómeno comunicacional. Creo que es al menos parte de lo que nos falta consolidar, desplegar, echar a andar para repensar a los medios en el contexto actual.
Diario Pagina12 3/2/2009.-
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sábado, 25 de julio de 2009

Para resguardar el escondite

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Por Luis Vicente Miguelez *


“Las señales que envían los adolescentes advierten que no hay que descifrarlo todo, que hay que preservar lo oculto, resguardar el escondite. El adolescente necesita defenderse contra el ser descubierto antes de estar verdaderamente allí"


Dios sabe que siempre he querido ser un hombre.
Pero a mi progenitor le importaba más que fuera ingeniero y,
más aún, que lo fuera con título.
Recibido. Sé un ingeniero y serás hombre por añadidura.

Leónidas Lamborghini
La experiencia de la vida


¿Habría una suerte de necesidad de identidad en cada sujeto que intenta responder a la pregunta sobre quién soy yo y quién mi semejante? Este interrogante, si bien no deja de incomodarnos durante toda la vida, se vuelve insistente en lo que llamamos adolescencia. ¿Hay algo esencial que perdurará siempre en mí más allá de los cambios? ¿Soy este que veo en el espejo o más bien aquel que ven mis amigos? ¿Soy el que mis padres conocen o el que yo imagino ser? Estas tribulaciones del devenir adolescente ponen a cielo abierto lo paradójico de la identidad humana.

¿Es que es el mismo aquel cuchillo al que primero le cambié el mango y luego la hoja?

En el juego del niño, todo se metamorfosea: la silla, la persona del analista, un carretel. Esta dimensión metamorfoseante del juego, convalidada por el lenguaje, por la solicitud a un “dale que” dirigido a un otro real o imaginario, tiene fuerza de acontecimiento, transforma en común acuerdo con el otro, con el otro que comparte el juego o con el otro beneplácito que hay en uno, la identidad de las cosas. El juego, para decirlo de una manera plástica, ablanda la identidad de las cosas a la manera de los relojes de Dalí que penden de una rama.

En este juego metamorfoseante, el cuerpo mismo se configura como cuerpo lúdico, el yo corporal se constituye primordialmente a través del juego, al contacto con las palabras y con el cuerpo del otro que erogeniza. Esta experiencia perdura en nosotros como sí mismo, donde paradójicamente lo propio se conjuga con lo que viene del otro. Perdura en uno como “yo” pero en vínculo permanente con los otros, de quienes necesita para que ese cuerpo real se torne erógeno y sea fuente de satisfacción compartida.

Ahora bien, esto que se verifica en el niño sano, este acuerdo que vienen a sostener no solamente los otros niños, sino el colectivo social, que festeja, en ese “dale que” infantil, una suerte de regeneración de la dignidad de la existencia, no encuentra fácilmente su correlato en el devenir adolescente.

Me pregunto si este “dale que” de la infancia, aprobado, convalidado socialmente, podría jugarse de alguna manera en la adolescencia. El “dale que” soy un hombre, “dale que” soy una mujer, ¿pueden encontrar alguna manera de ponerse en juego sin tener que establecerse como identidad consumada? Por el contrario, se observa que los adolescentes se encuentran con una demanda perentoria a que esto suceda en la realidad, situación que determina el dolor de un parecer y su angustia por lo que ellos denominan lo inauténtico. Esta escasez de moratoria existencial obliga a la actuación precipitada.

La práctica analítica, en lo que se refiere a los encuentros con adolescentes, debería generar, así como con el chico posibilita un espacio lúdico, un tiempo lúdico, una temporalidad de demora, una temporalidad que lo aloje en una zona de ensayo, un “dale que” de un tiempo-entre. Me gustaría formularlo como una brecha en el tiempo lineal, como un tiempo transicional, porque intuyo que tiene su correlato con el objeto transicional, tal como lo caracterizó el psicoanalista Donald Winnicott. Es decir, la experiencia de hacer del tiempo de la adolescencia una primera posesión temporal, habilitando un campo de ilusión compartido. Una estructura temporal paradójica, ni interior ni exterior al sujeto. Tiempo potencial de un devenir que podrá conjugar al “soy esto” o “seré aquello”, de ahí en más, como un “estaré siendo”. Forma gramatical de tiempo imperfecto que expresa que la cuestión identitaria no plantea solamente una no coincidencia del ser consigo mismo, sino una insuficiencia temporal.

Un adolescente puede recrear una suerte de postergación meditada a la reclamación perentoria de ser uno, es decir, no tener que eliminar de un golpe su disociación estratégica. Los objetos de identificación pueden así ir entrando en una secuencia temporal en la que hay lugar para el “dale que”, poniéndose a resguardo de tener que ser ya alguno de ellos.

En el libro Tratado de la eficacia, Francois Jullien se ocupa de plantear una nueva concepción del concepto de acción, para lo cual se apoya en el pensamiento chino. Lo que formula es la idea paradójica de un actuar sin actuar. El bien actuar –dice– sería ayudar a que algo se desenvuelva naturalmente a partir de un estar sin manifestarse.

Esta formulación podría muy bien ilustrar la posición que el analista encarna cuando alienta el “dale que” en la consulta de un adolescente. Ese actuar-sin-actuar no implica no hacer nada, menos una posición pasiva, se trata más bien de hacer de manera que eso pueda hacerse solo.

Tenemos que estar preparados para percibir las señales que nos dirigen los adolescentes que nos advierten de no descifrarlo todo, de preservar lo oculto, de resguardar el escondite. Debemos consentir la necesidad del adolescente de defenderse contra el ser descubierto abiertamente antes de estar verdaderamente allí.

Esta disposición animará en el adolescente una mayor tolerancia a lo no consumado de su posición, sin tener que responder a demandas internas y externas de unidad yoica que lo conduzcan por el camino de la inautenticidad o del acting.

La aptitud de permanecer por un tiempo en un estado no integrado es un logro fundamental del psiquismo, siendo en la adolescencia donde se juega de manera decisiva su oportunidad. Esta aptitud tiene como correlato futuro la capacidad de estar solo sin caer en angustias traumatizantes de derrumbe yoico.


* Psicoanalista. Extractado del trabajo Adolescentes. La identidad diferida.

Pagina 12 29/1/2009.-

martes, 21 de julio de 2009

Erase una vez... la Bioética

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por Nuria Siles



¿Quién no se ha emocionado alguna vez con una película o con el relato de una experiencia vital con los que cree identificarse? El cine, la literatura, la ficción en general, contienen una carga emocional que calan más en el público que otras formas de comunicación. Por eso son unas herramientas de gran utilidad para acercar al médico a la Bioética y hacerle reflexionar sobre su quehacer cotidiano. Conscientes de ello la Gerencia del Area 5 de Atención Primaria de Madrid ha organizado unas jornadas sobre la ética profesional con cuentacuentos y proyecciones de películas.



Les voy a contar un cuento: Erase una vez un médico que trataba a un hombre gravemente enfermo. El facultativo era una eminencia, el mejor profesional que nadie pudiera tener, pero lo suyo no eran las habilidades sociales. Le habían enseñado a curar, a salvar vidas, no a cuidar a los enfermos, ni a escucharlos o acompañarlos en el dolor. Escudado en sus amplios conocimientos científicos, era incapaz de ver que más allá de la patología había una persona que sufría, que tenía miedo, que se sentía solo...

No escatimaba esfuerzos hasta dar con el diagnóstico correcto y ofrecer el tratamiento más adecuado, pero cuando la enfermedad no tenía curación se retiraba, se sentía impotente, se frustraba al comprobar que ya no podía hacer nada más, pero ¿realmente no había nada más que pudiera hacer?

Las narraciones -como señala Beatriz Ogando, médico de familia y máster en Bioética por la Universidad Complutense de Madrid"nos hacen sensibles a aspectos de la realidad desconocidos o que han pasado desapercibidos y nos muestran la pluralidad de posibilidades de la realidad vivida por los otros en la que, a pesar de las diferencias, somos capaces de reconocernos". Ogando sabe bien de lo que habla. Está haciendo una tesis que lleva por título El Cine como Herramienta Docente en Etica y Tanatología y conoce a la perfección el potencial de la ética narrativa.

Empatía y respeto

A su juicio, las narraciones ayudan a desarrollar la capacidad de empatía y pueden servir "para encontrar nuevas formas de interaccionar con los pacientes, aprender a respetar su autonomía, pensar críticamente y romper algunos estereotipos".

La última vez que pudo comprobar el efecto que un relato o un cuento tiene sobre los médicos y enfermeros fue en la jornada sobre ética profesional organizada por la Gerencia del Area 5 de la Dirección General de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid. En ella proyectó fragmentos de la película francesa Las confesiones del Dr. Sachs que cuenta la historia de un médico rural y le sirvió para analizar detalles sobre todo de comunicación no verbal (gestos, sonrisas, miradas...) que influyen en la percepción que el enfermo tiene del facultativo y en su relación con él. Además, analizó la ética normativa aportando varios textos con una importante carga emocional.

"Hubo gente que me dijo que se lo había hecho pasar mal. Incluso alguno soltó una lágrima. El poder de la ética narrativa es remover, despertar o actualizar emociones y eso es un tema que los profesionales no estamos muy acostumbrados a tratar. Si yo leo un trozo de un libro de texto, por ejemplo, el Harrison, no encontraré ninguna emoción; sin embargo, en la literatura y en el cine de lo que se trata es de emocionar. La ética narrativa no aporta conocimientos científico-técnicos sino el plano humano, de sufrimiento, de vulnerabilidad. Si lees un fragmento de alguien que está contando en primera persona su vivencia del dolor, de la enfermedad o del miedo ante la muerte, te emociona. Uno de los textos que usé hablaba de la muerte de un padre y a muchos asistentes les recordó al fallecimiento del suyo".

Silvia Rodríguez, enfermera del centro de Salud de Algete, que acudió como asistente a la jornada, reconoce que hubo momentos en los que se emocionó. Su experiencia, tras participar en los talleres de cuentacuentos, películas y representación de escenas reales de la actividad asistencial, "ha sido muy positiva. He aprendido y me ha hecho reflexionar". Una opinión que comparte Olga Monedo, médico de familia del mismo centro, que considera que le servirá para llevar mejor su consulta.

Antonio Moya, médico de familia del Centro de Salud de Tres Cantos y presidente del Comité de Etica Asistencial de la Gerencia del Area 5, destaca la importancia de recuperar la narrativa "para que nos ayude a pensar. Uno de los talleres que se realizó fue un cuentacuentos basado en el texto Pacto de Sangre, de Mario Benedetti, que nos permitió reflexionar sobre el cuidado. En nuestra sociedad cada vez va a haber más personas mayores y tenemos que introducir el cuidado en el día a día. Es algo que la Enfermería ha tenido claro desde siempre, pero a los médicos se nos ha educado en el curar, no en el cuidar". Según el facultativo, llega un momento, sobre todo con personas mayores o con terminales, en el que la curación no existe y hay que utilizar otros recursos que tienen más que ver con las emociones, con la escucha y la empatía.
Moya hace una llamada de atención para recuperar valores que con la rutina diaria han ido perdiendo fuerza. "Se nos olvida que las pers0nas son mucho más importantes que las enfermedades.

En este sentido lo que intenta la Bioética es humanizar la asistencia sanitaria". Además, destaca la importancia de la confidencialidad y recuerda que en un role play que se hizo en la jornada quedó claro que hay momentos, como por ejemplo, los descansos para tomar café, en los que "los médicos nos relajamos y somos poco discretos".

Como verse en un espejo

Monedo confiesa que se vio reflejada en muchas de las situaciones que se contaron, representaron o se proyectaron. "Es como si te pusieran un espejo. Se reproduce el día a día de la consulta y te das cuenta de que te puede pasar a ti. Me ha gustado bastante porque queda mucho espacio para pensar sobre cosas pequeñas en las que no te paras a reflexionar. Lo que se me quedó grabado es la importancia de no juzgar nunca al paciente, sus opciones son válidas y hay que respetarlas".


DiarioMédico.com 4/5/2009.-


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domingo, 19 de julio de 2009

Entrevista a Manuel Froufe

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por Susana Olcese




El Ps. Prof. Manuel Froufe dictó un Seminario en nuestra Facultad acerca de las nuevas investigaciones que en España, en la Universidad Autónoma de Madrid, el cognitivismo realiza en torno a la existencia de pensamientos inconscientes en el procesamiento de la información a cargo del sistema mental. Las disertaciones introdujeron explicaciones conceptuales, evidencias de laboratorio, referencias científicas provenientes de distintas regiones del cognitivismo y aplicaciones prácticas.
La entrevista se desarrolló en el bar en un hotel céntrico, allí estábamos rodeados de extranjeros. Precisamente, una de las circunstancias que el Prof. Froufe había mencionado en su Seminario, el temor que produce en la Comunidad Europea el problema de los inmigrantes. En torno de esa problemática comenzamos a dialogar.




- ¿Qué pensás que va a ocurrir con las nuevas corrientes de inmigrantes que están llegando a Europa?
- Yo personalmente lo vivo de forma muy positiva, pero claro, depende mucho de prejuicios, si estás mínimamente acomodado o si tienes problemas para encontrar trabajo. Mucha gente poco preparada tiene problemas para hallar trabajo. Y es más duro para la gente poco preparada, si pierde un trabajo en un sector, encontrar trabajo en otro sector. Y entre ambas cosas, si no hay más, hace que mucha gente tenga más prejuicios que los que podamos tener otros, porque os ven como rivales, como competencia y además abaratan los sueldos debido a su escasa cultura, representan la competencia que viene desde afuera, ven al de afuera como invasor, como inculto.
- Vos hiciste en la Facultad una presentación respecto de cómo es vivido el inmigrante...
- Claro, mucha gente vivencia cualquier costumbre que no sea como la propia como amenazante, en general es gente inculta por el hecho de no haber viajado, por el hecho de no haberse mezclado con otros, gente que vive encerrada en sus costumbres. La presencia de inmigrantes hace que se encuentren con cosas que son distintas: hábitos distintos, religiones diferentes, aspectos distintos en términos de raza, y esta gente tiene bastante prejuicio a lo que no es su grupo. Les suena extraño e incomprensible que la gente practique otras religiones, otras costumbres... Hay prejuicios con frecuencia...
- Si bien es cierto que se trata de una cuestión presente por donde se mire, sobran ejemplos en Rosario, te planteo una experiencia que tuve a una hora de vuelo desde Madrid. Roma tiene un barrio chino que está enfrente de la Terminal. Equivocadamente tomé por una calle que me llevó a cruzarlo por dentro caminando y cuando llegué a destino quienes me esperaban me advirtieron que por ahí no podía caminar, que se trataba del barrio chino, que no era recomendable... puedo asegurarte que había un montón de gente trabajando, hablando con celulares, un lugar repleto de comercios. En relación a sentir miedo, referiste en clase, que se trata de la percepción inconsciente de pequeños estímulos, datos, pistas...
- Los sistemas mentales de mucha gente los inducen a anticipar, a sentir peligro...
- Podrías darme algunas explicaciones acerca del funcionamiento cerebral, mental, respecto del comportamiento, que expliquen el prejuicio social más allá del aspecto sociológico, este temor a la gente considerada diferente?
- Bueno, desde el cerebro, no sé... pero en alguna medida mencionamos un fenómeno que es el parámetro de la familiaridad. El cerebro procesa y trabaja mejor con la información que resulta familiar, y además emocionalmente parece que las personas se encuentran más cómodas, sobre todo en el ámbito social, con los congéneres y en general con las cosas que le resultan familiares. El cerebro las codifica mejor, las categoriza mejor, más rápidamente. El sistema límbico percibe menos peligro y menos riesgo en lo familiar, porque si una cosa es peligrosa se buscan mecanismos para evitarla, para alejarse, de manera que lo familiar suele técnicamente resultar más fácil de manejar, de ubicar y de categorizar, y emocionalmente resulta menos intimidante y menos impredecible. Por lo tanto, la gente se siente más a gusto cognitivamente, opera mejor y se sabe manejar mejor con lo familiar, y emocionalmente siente que cobra menos peligro ante lo cotidiano, lo familiar, lo ya probado, lo ya testeado. Si lo nuevo, además de ser nuevo, es muy extraño y muy diferente, pues no sabes muy bien cómo es...por ejemplo los chinos... tienen otro idioma...
- Y muy distinto...
A veces ocurre que no sabes muy bien si ellos están discutiendo o están hablando amigablemente y tú piensas: estará enfadado o ¿será peligroso?, ¿es su forma de hablar? Los chinos tienen cierta tendencia a hablar en voz alta, pese a que son orientales y los orientales suelen tener modales muy delicados. Pero bueno, hablan como...
- Como si estuvieran enojados...
Enojados, y tú no entiendes lo que están diciendo, eso contribuye a que produzcas ciertas prevenciones, pero en general implica que por el hecho de no ser familiar, cognitivamente, te complica la vida y emocionalmente también.
- ¿Viste la película "Perdidos en Tokio"?
- No...
- Te la recomiendo, la vas a disfrutar mucho...
- ¿Es una película reciente?
- Tiene un par de años, está dirigida por Sofía Coppola... hay un momento en donde están hablando dos japoneses y le traducen a un yanqui lo que esos dos personajes están diciendo y las caras que pone el norteamericano... es maravilloso. No me puedo acordar el nombre del actor, ¡explícame por qué no recuerdo el nombre!
- Yo no puedo explicarlo y sufro del mismo asunto, tengo mucho problema con los nombres, no con otra información respecto a la persona...
- Hagamos un esfuerzo de explicación desde la teoría cognitiva, te lo planteo de esta manera: si me dieras la lista de cien nombres de actores podría decirte "es este"...recuerdo su cara, las particularidades del rostro, el porte del actor, la actuación, pero...no puedo abrir ese cajón de la memoria, dicho en tus términos.
- Esa es la memoria de reconocimiento, frente a que se te olvide el nombre cuando tú lo quieres reproducir, lo cual sería el recuerdo libre. La diferencia entre decir el nombre del actor y reconocerlo es que decirlo exige recuperarlo sin prácticamente ninguna clave o con muchos menos claves que en el reconocimiento. En el reconocimiento tu lees los nombres, y ya fonéticamente lo puedes pronunciar y detectas si te suena igual que el nombre que quieres recordar. Imagínate con los actores que a veces no te acuerdas los nombres completos sino sólo los apellidos, eso es una clave muy fuerte, si te enseñan el nombre y el apellido allí la clave es tremenda.
- El nombre lo conozco por haberlo leído... el ingreso del dato es por vía de la lectura.
- Claro eso ayuda mucho, en todo caso ir recuperando información apoyándose en pistas, en claves, es mucho más fácil que recuperar la información sin disponer de ninguna pista.
- Se llama Bill, aún me falta el apellido...
- El recuerdo puede conllevar algunas pistas: la película, lo que recuerdas de la imagen, es un actor que aparece en muchas otras, es norteamericano, por ejemplo... estas son pistas que nos ayudan a poder recordar el nombre. Pero imagínate frente a estas pistas qué pista maravillosa lo es el hecho de que si al nombre lo has visto escrito en algún título de la película, en una prueba de reconocimiento de nombres tú dices "es este" porque lo estás viendo escrito completo, esa es una clave bastante potente, ver escrito el nombre constituye una clave muy poderosa. Por eso el reconocimiento normalmente, en igualdad de condiciones, produce un rendimiento mayor que el recuerdo libre, donde tu no tienes muchas pistas al frente y tu puedes manejar: "yo me acuerdo que era bajito o alto como tal... etc..."
- Permíteme que interrumpa esta explicación para intentar plantearte otra...no sé si quiero que te enojes, tal vez sí, te lo voy a decir brevemente: "yo no recuerdo el nombre de ese actor porque no me enamoré de él", podría ser que para poder retener la información en algunos casos se requiera energía libidinal?
- Bueno, yo no digo que se requiera, pero sí que eso potencia muchísimo el recuerdo y lo potencia por razones emocionales, pero también por razones puramente superficiales. De una persona de la que estás enamorada, seguramente te acuerdas muchas veces más de ella, la repasas muchas veces mentalmente, imagínate que has visto una película de un actor del cual estás enamorada, le das vuelta en la cabeza. Se produce un procesamiento en mayor profundidad y selectivo que si el actor no te dice tanto. Porque si lo ves en un cartel o en la portada de una revista, enseguida vas a decir: es mi actor favorito, "lo amo". Es decir, se procesa mucho más información y con un nivel más profundo de cualquier persona de la que estás enamorada, igualmente que si la odias. Y eso implica que la recuerdes mucho mejor, que no la olvides, la has repasado cognitivamente más veces, aparte la codificación emocional es un código más, que ayuda a interiorizar una información. Esa persona de quien estás enamorada es integrada en el sistema propio, cognitivo emocional, de manera más profunda, con más vínculos, con más ligaduras a la información que manejas. Si has visto una buena película y dices: trabaja bien, se llama así, pero no incluye evaluaciones emocionales, que implique que proceses información sin contenido emocional, te puede llevar a olvidar. Decir "habla mi lengua" eso ayuda a acotar mejor la representación del elemento que caracteriza a esa persona, y luego puede derivarse a "Ah! yo me acuerdo que era uno que habla español... y luego te preguntas ¿Qué actores norteamericanos de Hollywood hablan español?"...
Si tú te hubieras enamorado de algún actor, la probabilidad de que te acordaras de él en cualquier momento, incluido cuando le quieres hablar de él a cualquiera, es mayor que en iguales circunstancias si no te enamoras...eso sin lugar a dudas, no en vano el enamoramiento es un elemento emocional de un peso muy apreciable, eso es indiscutible.
- La ciencia cognitiva: ¿Cómo da cuenta de las patologías? ¿De qué patologías se puede ocupar?
- La ciencia cognitiva hace su aporte a los sistemas psíquicos, a las personas que tienen alguna alteración. No sólo intenta aportar un punto de vista que contribuye a conocer al ser humano en general sino también en ciertas circunstancias peculiares o particulares, seres humanos no prototípicos sino que sufren disfunciones. Hay disfunciones en las que la ciencia cognitiva no puede decir nada, en otras sí, por ejemplo, algunas neurosis o algunos problemas de ansiedad, algunas fobias o incluso demencias como las esquizofrenias, etc., la psicología cognitiva sí siente que puede decir alguna cosa.
- Veamos un ejemplo, la ansiedad...
- Para la ansiedad, una cosa que se dice en Psicología Cognitiva es que las personas pueden verse afectadas por la interpretación que hacen de situaciones a partir de los esquemas que han desarrollado respecto de ese encuentro, en consecuencia esos sistemas lo llevan a interpretar como inquietantes o peligrosas situaciones que en su experiencia lo han podido ser en algún momento, y entonces automatizan, desarrollan esos sistemas interpretativos que a veces pueden estar deformando la realidad, o cuando menos muestran una sensibilidad selectiva hacia aquello que pueda ser potencialmente inquietante. De manera que dedican más recursos y tienen más consolidados los sistemas de reconocimiento de esas situaciones, y a poca atención que le presten, a poco recursos que le dediquen o a poca justificación que aporte la realidad, el entorno, en lo que oye, en lo que ve, para activar esos esquemas que están sobreaprendidos, muy disponibles y que han rebajado el umbral para dispararse, se disparan porque están... cómo decirlo...
- Sensibilizados...
- Ya, sensibilizados. Se dispara entonces la respuesta de inquietud, de zozobra, sienten ansiedad. Y otra persona que por su experiencia o por su biología no tiene sus sistemas de detección de interferencias inquietantes tan sensibilizados procede de otro modo.
- Esos sistemas interpretativos están construidos desde la propia experiencia, ¿habría posibilidad de modificar esa interpretación?
- Claro, lo mismo le pasa a la gente que, por ejemplo, sufre fobias. En general detectan señales de peligro con respecto al problema que tienen, hay gente que sufre miedos muy diversos, su sistema límbico tal vez tenga hiperactividad y no se remite a una fobia puntual sino que es muy propenso a sufrir miedos casi en cualquier circunstancia. Si hablamos de una fobia concreta, pues, digamos que esa persona va a sesgar la asignación de recursos y va a estar muy pendiente de cosas relevantes para ellos y que les genera inquietud. Ese tipo de esquemas los pone en juego muchas veces, los automatiza, son muy eficaces, por desgracia para él, para detectar cualquier cosa relevante para ese esquema, que está siempre ahí muy disponible y muy entrenado, e incluso deforman la realidad, no sólo aprovecha lo que haya de objetivo para activar el esquema fóbico, sino que tienden a que en situaciones en la que la realidad es ambigua y hay que interpretarla para determinar de qué se trata, qué es, y en qué medida es de una naturaleza u otra...
- Y tienden a sesgar la realidad...
- Sí, y entonces la Psicología Cognitiva lo que dice es que una de las cosas que tenemos que lograr es cambiar los esquemas mentales para hacer que la persona no viva tan pendiente, ni le preste tanta atención y convencerle o entrenarle para que interprete de otra manera ese tipo de situaciones. De manera que si tú cambias el modo general de tu sistema cognitivo, seguramente lograrás, mejorarás, en buena medida, tu tendencia a reaccionar de manera ansiosa o fóbica...lo mismo que en el caso de los prejuicios.
- Los psicólogos en España medican?
- No
- La psicología cognitiva qué posición adopta respecto del diseño de drogas para poder aliviar, por ejemplo, la fobia...
- De eso no nos ocupamos
- Algunos autores, entre ellos Emiliano Galende, plantean que las neurociencias y la farmacología están vinculadas por intereses de mercado... ¿existen capitales dispuestos para la investigación. Ustedes disponen de capitales para la investigación?
- La psicología está en una situación distinta, no es el caso de la neurología. Nuestra disciplina tiene acceso a cierto capital por la inversión pública, en el caso de las instituciones diseñadas para la investigación, que en nuestro caso concreto, el de la Psicología, se limita a la Universidad. Lo equivalente al Conicet en España es el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y es un Consejo importante, con mucha gente, con un presupuesto que puede ser interesante. Pero la Psicología en este organismo de investigación, que es público estatal, tiene realmente poco peso, hay pocos investigadores, pocos becarios dentro del capítulo de la ciencia psicológica y afines. En España la gran masa de investigadores son generalmente profesores universitarios, por otro lado hay subsidios, hay dinero, hay más que aquí... que en el Conicet.
En nuestro caso se considera que nuestra tarea está integrada por dos labores, oficialmente por eso cobramos, docencia e investigación, por ello cobramos al 50 %, por lo tanto tenemos obligaciones, todos los profesores universitarios deben investigar. Hay una tercera labor que absorbe recursos, atención, energía y tiempo, que es la política Universitaria... digamos, los cargos de política universitaria, normalmente los llevan a cabo profesores universitarios, los cargos administrativos, más burocráticos, lo llevan adelante personal especializado dedicado exclusivamente a eso y que cobra por eso, los temas de secretaria, de papeleo y de cómputo.
- ¿Los docentes universitarios son elegidos por concurso?
- Los profesores que tienen la plaza estable sí.
- Y tienen obligación de investigar y comunicar la investigación... ¿cada cuánto tienen la obligación de comunicar?
- Antes era anualmente, ahora esas evaluaciones anuales se han rebajado mucho, porque ahora se da cuenta de los procesos de valoración para subir en el escalafón, están modificando los criterios de evaluación, nosotros tenemos que mantenernos en 24 créditos como mínimo y son anuales, cada crédito supone 10 horas, serían 240 horas de actividad académica y docencia. Ahora esa evaluación de las 240 horas se va contemplando con herramientas más eficaces, así como el tiempo que dedicamos a la investigación también...
- ¿De qué manera?
- Por las publicaciones, por las tesis dirigidas...
- Hay un control del Estado de la producción académica de los universitarios...
Sí, sí... salimos retratados, los órganos responsables tienen información de qué actividad y cuánta actividad tenemos la plantilla de profesores.
- ¿Cómo definirías hoy psicología?
- Psicología, la podría definir como la ciencia del comportamiento y la actividad mental humana, incluso la reduciría a la ciencia de la mente humana, la psique, por el peso que ese aspecto tiene en la conducta. Al definirla de esa manera se puede contemplar todo lo que afecta a la psicología, pero también desde una visión menos cognitivista y más de la línea conductual o conductista, podría decirse que la psicología es la ciencia del comportamiento humano, y la actividad mental es parte del comportamiento humano. Entendiendo que lo comportamental no es sólo lo que haces con el cuerpo a nivel físico, sino que la actividad conductual es cómo piensas, cómo reaccionas, por qué reaccionas como reaccionas, cómo percibes el mundo...
- Lo psíquico no es la mente...
- Sí, lo psíquico es la mente
- Te pido que me lo repitas...
- Lo psíquico es la mente..., yo decía que no puedes igualar mente a conciencia, yo creo que sí es aceptable o es ineludible igualar psiquis a mente. Lo psíquico es en el fondo la expresión griega para referirse a lo que antes se pensaba o identificaba con la etiqueta alma...pero alma tiene una connotación religiosa que carece de sentido en la ciencia.
- Pero Freud define lo psíquico y "tú" no lo nombraste nunca a Freud, él teorizó acerca de lo psíquico, habló de pensamientos inconscientes muy eficaces. Decís que recién ahora están investigando el pensamiento inconsciente y yo te digo que eso tiene 100 años...
- Bueno, para matizar lo anterior yo podría haber dicho en lugar de lo que dije "Ciencia de la conducta y la psique humana", la psiquis es un sinónimo, con raíz griega, de la mente, psíquico es el adjetivo, es la misma realidad, por eso creo que se puede considerar que yo he hablado de psiquis. Y luego con respecto al pensamiento inconciente en psicoanálisis, yo ya dije que no soy experto en psicoanálisis y tampoco en los elementos de psicología inconsciente que se puedan haber aportado y se manejen desde el psicoanálisis. Cuando Freud habla de pensamiento inconciente me temo que más bien se refiere a representaciones de la realidad, a ideas y no a procesos de toma de decisiones, de razonamiento, de resolución de problemas y cosas por el estilo.
- El pensamiento inconsciente es eficaz desde el punto de vista freudiano...
- Sí, sí , pero...
- Es notorio que entre la psicología y el psicoanálisis hay puntos de rechazo muto,.. el psicoanálisis plantea que la ciencia positiva forcluye el sujeto del inconciente. Un cognitivista cubano, el Ps. Miguel Angel Alvarez Gonzalez, comentó en su visita a nuestra Facultad que Erik Candel plantea que la ciencia cognitiva tiene información para drenarle al psicoanálisis y yo diría que a la inversa también, entonces, existe una especie de rechazo, de divorcio...
- Sí, hay un divorcio claro...
- Freud era neurólogo, positivista y desde allí produce una ruptura epistemológica y plantea el inconciente...
- Lo que pasa es que esa noción de pensamiento inconciente es demasiado vaga o difícil de operativizar para someterla a una investigación del orden de la metodología y de los diseños que estamos acostumbrados a realizar en la psicología cognitiva...
- Porque el modelo científico es positivista...
- Naturalmente, pero no sólo es positivista en el sentido de tratar de limitarse a buscar conceptos que tengan detrás una observación empírica, sino que también dentro del positivismo se puede recurrir a distintos métodos para recabar y manejar información científica. Y en el caso de nuestra disciplina positivista, se ha abonado a la metodología experimental, que tiene pautas y un protocolo de uso que obliga, por ejemplo, a limitarse a trabajar con conceptos que se puedan operativizar en diseños experimentales. Y lo otro, aunque pueda ser muy interesante y muy rico, no entra en el campo de trabajo de la psicología cognitiva experimental. Un pensador, un novelista, un filósofo, podrá utilizar otros datos, conceptos, otros marcos de descripción de la realidad pero, desde el punto de vista de la investigación científica, eso tienes que poder operativizarlo de manera consensuada, que pueda llevar a una situación o diseño experimental que aplicándolo según los datos que tengas, puedas pronunciarte respecto a cómo funciona esa parte de la realidad que es la que intentas investigar.
Si algún concepto parece muy verosímil, muy interesante e intuitivamente acertado, si no encuentras forma de someterlo a prueba, ni operativizarlo y poder verificar si es correcto o incorrecto y en qué condiciones puede no ser correcto, porque no tiene por qué funcionar siempre, la psicología cognitiva de eso no se ocupa.
Si el pensamiento inconciente, tal como lo plantea Freud, se puede someter a pruebas empíricas, y se pueden registrar datos, como ha sido comprobado ahora... la psicología cognitiva experimental es capaz de generar el fenómeno con la investigación en general. De manera que, según el tratamiento que esté observando dentro del diseño en un caso, se verá aparecer el fenómeno y en otro no, de manera que si es capaz de operativizar eso, para hacer malabarismos con los fenómenos... te lo voy a demostrar: el fenómeno depende de tres factores, entonces ahora pongo este factor, aplico este tratamiento a un grupo de individuos y muestran el fenómeno. Si hago lo mismo y no incluyo este componente, y este grupo no muestra este fenómeno, el fenómeno depende de este componente. Si se puede operativizar de esa manera, la psicología cognitiva, y yo sería el primer interesado, en investigar y demostrar el pensamiento inconsciente, de la naturaleza que lo plantea el psicoanálisis.
Yo, lo poco que conozco del psicoanálisis, pues no lo veo claro. Como tampoco leo literatura psicoanalítica, igual lo hubiera visto claro si le dedicara más tiempo, pero también sé que los psicoanalistas que hablan de pensamiento inconsciente, a mi no me presentan datos que vayan más allá de esa descripción, de esa idea, y de esa herencia del pensamiento de Freud... y que me digan: vamos a hacer entre tú y yo un experimento, operativizamos la situación de esta manera para que en este caso se de el pensamiento inconsciente y en este no se de, o se de con niveles distintos, porque depende de este factor, y yo a este factor lo puedo manipular, hacer que tenga un valor más alto o más bajo o valor cero y aquí no debería ocurrir y aquí sí, y estoy proporcionando las herramientas para que validemos...
- Es un problema de método...
- Es un problema de método, y es un problema conceptual, hay muchos conceptos que pueden ser intuitivamente muy interesantes , culturalmente...
- Pero metodológicamente imposible...
- Exacto, metodológicamente imposible de reducir a un proceso de investigación del tipo que requiere la psicología.
- En este estado de la ciencia.
- En este estado de la ciencia, claro, ahora mismo. Eso pasa como con el que cree en Dios, el que cree en Dios está convencido. Es una idea que social y culturalmente está muy difundida y es muy convincente, incluso hay poblaciones que creen que la gente que cree en Dios es más feliz que la que no cree. Culturalmente es una idea de peso, es una idea que afecta mucho a la humanidad. Pero desde el punto de vista científico a mi eso no me da a ver que existe Dios, en todo caso me demuestran las estadísticas que quien cree en Dios se suicida menos.
- Por miedo a Dios...
- Puede ser...
- Y por el infierno... porque a la idea de ese Dios la suele acompañar la del infierno...
- Eso también puede ocurrir. Yo creo que en ese sentido hay un desfasaje notable entre el discurso psicoanalítico y el discurso reduccionista, simplificador y operacionalista que hay que sumarle a la psicología cognitiva.
- Se reconoce como reduccionismo biologicista.
- Claro, somos reduccionistas, pero reduccionista es cualquier enfoque psicológico que intente moverse con elementos tangibles, que de momento no hay ningún método ni ningún marco teórico que sea capaz de hacer ciencia del individuo como un sistema global e integrado. De manera que como no hay, hay expertos en estudiar cómo funcionan los ojos en el proceso visual, otros estudian cómo funcionan las representaciones de imágenes a través de los conos, otros cómo influyen nuestros juicios a la hora de determinar que imágenes vemos o cómo configuramos imágenes.
- Ayer hablaste del esquema estímulo-respuesta, si tomamos la definición de ser humano de la OMS que dice que el hombre es un ser bio-psico-social, entonces tenemos que poder descifrar cuáles son las relaciones, porque los guiones representan lo que no puede ser dicho tan fácilmente... las relaciones entre un término y el otro...
- Claro, claro, pero esa concepción de la OMS es mucho más convincente que la que puse yo en el encerado, no en vano este "estímulo-respuesta" era el esquema reduccionista que planteó el conductismo radical y hoy no convence y rápidamente ellos mismos lo tuvieron que abandonar, corregir, lo ampliaron y lo modificaron.
- Te agradezco muchísimo haber podido contrastar estas cuestiones y haber tenido la posibilidad de contar con tu locuacidad que nos ha enriquecido.
- El agradecido soy yo por este espacio y el que me ha dado la Facultad.

Extensión Digital Nº 1 -2009-
Sec. de Extensión Universitaria
Facultad de Psicología - Universidad Nacional de Rosario


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viernes, 17 de julio de 2009

Reflexividades

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por Cecilia Hidalgo
Profesora Titular, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Trabajo realizado en el marco de los proyectos UBACyT F202 “Antropología del mundo contemporáneo” y NSF “Comprensión y modelización de agrosistemas pampeanos. Investigación interdisciplinaria”.



El presente artículo repasa distintas posiciones acerca de la noción de reflexividad que desde la década de 1960 han ido articulando argumentos críticos y renovadores en el campo de las ciencias sociales en general y con singular intensidad en el de la antropología y el de los estudios de la ciencia y la tecnología. En un contexto en el que se ha difundido con tanto éxito la aplicación de métodos etnográficos en campos hasta hace poco distantes de la investigación antropológica, nos detendremos en el análisis del caso de un equipo interdisciplinario internacional que ha incluido entre sus objetivos la autorreflexión acerca de los factores que promueven o impiden la extensión y la investigación científica integrada, y en la que participan de manera esencial y en calidad de pares, agentes externos a la academia altamente involucrados en la problemática bajo estudio.
Según Mark P. Whitaker (1996) la reflexividad comenzó a transformarse en tema para los antropólogos culturales norteamericanos a fines de la década del '60, a partir de las controversias suscitadas por la guerra de Vietnam. Emblemática de este contexto es la aparición de un conjunto de libros que impulsaron desde ese momento una “reconfiguración”, “relectura”, “recaptura” o “reinvención” de la antropología (Hymes, 1969; Geertz, 1973; Manganaro, 1990; Fox, 1991; Marcus, 1992) instando a sus practicantes —incluso desde el título de las obras— a enfocar el mundo contemporáneo, las sociedades complejas y a trabajar en el presente. Así por ejemplo, la temprana compilación de Dell Hymes (1969), incluye el artículo de Bob Scholte “Toward a Reflexive and Critical Anthropology” y el de Laura Nader “Up the anthropologist. Perspectives gained from studying up”. El primero insta a los antropólogos a tomar conciencia de cómo se conectan las asimetrías políticas que sus actividades etnográficas presuponen con la “objetividad” y la “neutralidad” que pretenden. El segundo vuelve la mirada antropológica hacia agentes e instituciones “de arriba” de la escala social. Sensaciones de malestar, de desilusión, de confusión son comunes en la época, y la invocación a la reflexividad, aún manejada de manera variada y confusa, terminará enmarcando un conjunto de debates acerca de cómo se produce el conocimiento y en particular de cuál es el papel de los científicos, agentes cruciales de esa producción.
En los países europeos se dio poco tiempo más tarde un movimiento paralelo. En Francia especialmente, la temática de la descolonización y el contexto político en torno de la revolución de Argelia desencadenaron la definición de una nueva perspectiva entre pensadores como Gérard Althabe (1969, 1998, 1999a y 1999b), Pierre Bourdieu y L. Wacquant (1992) y Marc Augé (1994), que reorientaron la perspectiva antropológica al estudio de la propia sociedad y, en el caso de Bourdieu, hacia las propias instituciones académicas en las que se había formado.
Paradójicamente, el momento más agudo de la crisis de la representación en el campo de la antropología coincidió con el período de mayor éxito y expansión fuera de la disciplina de la valoración de los métodos etnográficos. En efecto, en un momento en el que se criticaba con especial énfasis la meta de organizar las disciplinas a través de marcos generalizadores y abstractos, la antropología parecía proveer un ejemplo de investigación en el que la experiencia vivida y concreta de los agentes bajo estudio, sus categorizaciones y perspectivas vitales se imponían por encima de los marcos interpretativos de los estudiosos, que se entendían autoritarios y sesgados. Así, mientras los antropólogos replanteaban sus preceptos fundadores y cuestionaban sus dispositivos cognoscitivos más básicos, otras disciplinas sociales —por ejemplo en el campo de los estudios sociales de la ciencia— tomaban sus métodos de trabajo, sosteniendo en ellos la voluntad de asegurar la producción de descripciones a un tiempo ricas y desvinculadas de compromisos conceptuales y nomológicos con teorías explicativas generales.
Las distintas maneras de entender la reflexividad que se han ido delineando desde entonces corresponden, por cierto, a ideas divergentes acerca de la naturaleza de la investigación científica, tanto en el campo social como en el natural y matemático. En grandes líneas podemos distinguir dos orientaciones extremas: a) quienes la concibieron como una herramienta para mejorar la precisión observacional, y por ende la capacidad representativa e interpretativa de la ciencia, y b) quienes la tomaron como un impulso hacia la exploración de diferentes maneras de hacer preguntas acerca de las prácticas cognoscitivas (Woolgar 1988). Estos dos extremos atraen a su turno las posiciones variadas que se caracterizarán a continuación, apuntando muchas de ellas (sean “objetivistas” como la de Pierre Bourdieu, “confesionales” o “subjetivistas” como las de algunas pensadoras feministas) al perfeccionamiento de las capacidades representativas de la ciencia. En el extremo opuesto, se sostendrá que la propuesta “comunicacional” que surge de la obra de un Gérard Althabe, inspirado en la obra de Gadamer, impulsa un cambio de fondo, por su manera de erradicar definitivamente el exotismo y reubicar al investigador en un campo social donde se reconoce plena agencia a los actores, quienes son los que lo incluyen o excluyen alternativamente de un juego social en el que nunca es un extranjero.
Mapa de las nociones de reflexividad
En un primer sentido, la reflexividad alude a lo que Woolgar (1988) denomina introspección benigna del científico, que “piensa en lo que hace”, y Marcus (1994a, 1994b) considera la línea de base , a partir de la cual se han desarrollado modos más sofisticados de análisis. Esta forma básica de reflexividad está asociada con la autocrítica, la búsqueda personal, lo experiencial y suele trascender como relato de los entretelones de la investigación o a manera de develamiento de dificultades y fracasos. A pesar de sus matices de corte confesional ha jugado, empero, un papel de gran importancia en el cuestionamiento de la validez y la legitimidad de la producción antropológica y científica en general.
En efecto, esta primera noción de reflexividad ha abierto en las últimas décadas una discusión generalizada acerca de los desafíos que enfrentan los científicos, con centro en temas tan básicos y cruciales como la posibilidad misma no ya de explicar sino de describir e interpretar lo social. Las críticas más frecuentes a la concepción tradicional de la observación y la descripción etnográficas, llegaron a plantear el problema de si en efecto las disciplinas sociales podían pretender siquiera “representar” creencias y prácticas humanas. Tales dudas con respecto a la capacidad de representación se sumaron a las concernientes a la legitimidad política de la investigación etnográfica, llegando a poner en tela de juicio nociones evaluativas básicas de la actividad científica tales como las de validez , generalizabilidad y confiabilidad .
En conjunto, las objeciones conllevaron autocríticas muy intensas y dieron lugar a formas de escritura que dieron en llamarse “reflexivas”, en las que los investigadores intentaban analizar críticamente su propio trabajo, ocupando en sus propios escritos un lugar preponderante, lo que les valiera el apelativo irónico de narcisistas, al que en breve nos referiremos. Es la época en que se señalan las omisiones del tratamiento de la cuestión de género, clase, raza, poder y se acusa por eso de descontextualizadas a las afirmaciones de los científicos. Es el momento en que se tematiza la gran diferencia que existe entre la escritura de los textos destinados a un público académico, donde los autores asumen una posición de autoridad moral y científica, y los registros de campo donde tal autoridad se desdibuja. Ante la mirada autocrítica comienzan a resultar sorprendentes preceptos profesionales muy internalizados tales como el de “captar el punto de vista del agente (o del nativo)”, o de “no ser directivo en los encuentros y las entrevistas”, a los que se concibe de ahora en más como expresión de una ilusoria búsqueda de transparencia, mediante la cual quienes hacen etnografía aspiran a mimetizarse entre los sujetos que estudian o a diluirse hasta neutralizar su presencia perturbadora, llegando incluso al autoengaño. El romanticismo acerca de la posición neutral del investigador se desvanece ante la idea de que se “produce” o “inventa” más que se “describe” o “representa” la realidad social, poniendo a la luz la injerencia de cuestiones relativas al poder en distintos momentos críticos de la investigación antropológica. Así, nociones como las de informante , rapport , colaboración son puestas en paralelo con las de inquisidor , espía o cómplice
Un segundo sentido lo provee la concepción objetivista propuesta por Bourdieu (2001) —denominada por él “reformista”—, que entiende la reflexividad como el trabajo mediante el cual la ciencia, al tomarse a sí misma como objeto, se sirve de sus propias armas para entenderse y controlarse. Como forma específica de vigilancia epistemológica, esta reflexividad permitiría al científico ampliar sus posibilidades de acercamiento a la verdad, ofreciendo los principios de una crítica técnica cuyo fin es controlar con mayor efectividad los factores que intervienen en la investigación, en particular los determinantes sociales e históricos. Bourdieu insta a los científicos a convertir la reflexividad en una disposición constitutiva de su práctica, siempre en acción y no posterior a realizado el trabajo interpretativo o explicativo, y les advierte que “tienen que escapar previamente de la tentación de plegarse a la reflexividad que cabría denominar narcisista , no sólo porque se limita muchas veces a un regreso complaciente del investigador a sus propias experiencias, sino porque es en sí misma su final y no desemboca en ningún efecto práctico” (2001:154). Este efecto práctico sobre el campo disciplinario todo y no sobre la conciencia individual es crucial para alguien como Bourdieu quien, como bien señala Jenkins (1992), unía inextricablemente teoría, reflexión epistemológica e investigación empírica. La existencia de una capacidad reformista, “una especie de prudencia epistemológica que permita adelantar las probables oportunidades de error” (Bourdieu 2001:155) es lo fundamental, y ello no para el científico individual sino para todos quienes integran un campo científico dado, convirtiéndose en garantía del avance en el conocimiento.
Un tercer sentido concibe a la reflexividad como intertextualidad . De acuerdo con la caracterización de Marcus (1994a), en este enfoque la discusión se orienta hacia un terreno centrado en representaciones alternativas de los acontecimientos y en la toma de conciencia de las relaciones de poder, el conflicto y los juicios implícitos que llevan consigo. Para resolver técnicamente la expresión de esa toma de conciencia, autores como Myers (1988) han alegado en pro de un tratamiento experimental de la escritura que descarte las teorías reduccionistas y las formas de autoridad construidas como mero efecto retórico de los “géneros” narrativos peculiares a la ciencia, por lo común de corte realista. Una reflexividad de este tercer tipo redunda en revelar la pluralidad de posibilidades de representar el mundo y en mostrar cómo cada representación, narrativa o discurso lo constituye de una manera diferencial. En este sentido, los temas que concentran la atención de esta perspectiva son precisamente los que están más cargados de representaciones alternativas, producidas por distintos agentes (por ejemplo, misioneros, periodistas, viajantes, gente común, científicos, funcionarios, entre otros).
Un cuarto sentido de reflexividad, que en la teoría feminista se ha presentado como posicionamiento , destaca la parcialidad y el carácter situado de todas las pretensiones de conocimiento. Fue Donna Haraway en su artículo de 1988 “Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial” quien enfatizó que las prácticas de producción de conocimiento están localizadas en el mundo y no en un lugar trascendente —o inespecífico— como muchos científicos y filósofos de la ciencia pretenden. Haraway instaba a profundizar en las especificidades de la subjetividad para lograr eventualmente la objetividad como un espacio de yuxtaposiciones y asociaciones inesperadas de perspectivas parciales (Marcus 1994a).
Finalmente, un quinto sentido, comunicacional , fue propuesto por Gérard Althabe (1999a y 1999b). Aquí no nos encontramos con un investigador que quiere corregir errores de interpretación, ni con introspecciones y análisis centrados en el investigador como sujeto en alguna medida abstraído del proceso de investigación en el que participa. Tampoco importan los textos y los discursos en tanto tales sino solo en la medida en que integran un modo de comunicación, que a su turno permitirá captar el sentido que los agentes atribuyen a la vida social. Característica de este enfoque es la implicación en la situación de campo que los agentes bajo estudio imponen al investigador: son ellos los que establecen el eje de la interacción comunicativa con él, y es lo dicho y actuado en el contexto de campo lo que el investigador deberá analizar.
La concepción de Althabe guarda un alto paralelismo con las tesis de Gadamer (1960), quien sostuvo que los actos de interpretación de los fenómenos exigen siempre: a) superar la extrañeza del fenómeno a ser comprendido y b) transformarlo en un objeto de familiaridad en el que el horizonte del fenómeno y el del intérprete se unan. Para Gadamer, las comprensión solo es posible porque el objeto a ser comprendido y la persona involucrada en el acto de comprender no son dos entidades ajenas que están aisladas una de otra por un abismo histórico —social o cultural—, sino que se encuentran relacionadas entre sí y logran “la fusión de sus horizontes” a través del lenguaje con el que se comunican. En tal sentido, la reflexividad comunicacional no renuncia al encuentro con los otros, ni fuerza la construcción de una distancia ficticia entre el investigador y los agentes, extrañamiento que muestra de manera flagrante su artificialidad cuando se estudian las prácticas y creencias de agentes como los científicos, que no pueden ser explicadas en términos de una cultura ajena o exótica.

El caso de la reflexividad impulsada por un proyecto interdisciplinario
Si bien las caracterizaciones que acabamos de presentar constituyen un buen punto de partida para la aclaración de la noción, buscaremos rastrearlas en situaciones específicas. Afortunadamente, como Steve Woolgar y Malcom Ashomore (1988) indican en su “Introducción a un proyecto reflexivo”, las actividades cognoscitivas pasibles de análisis social se han expandido hasta incluir análisis detallados de la producción científica y matemática, incluyendo muchos de ellos trabajo de campo participativo y prolongado de tipo antropológico. En este marco, intentaremos ver en las páginas que siguen cómo se expresan los distintos sentidos de reflexividad en la actuación de un equipo de investigación internacional reunido para la conceptualización de un problema bioclimático complejo, que decidió incluir explícitamente entre sus objetivos la reflexión sistemática sobre su propio proceso de producción de conocimiento. Es de notar que tal conocimiento debía surgir de la integración interdisciplinaria, y al propio tiempo debía ser relevante no solo para los miembros de la academia, sino para los agentes directamente implicados en la representación y/o solución del problema. Se trata de una investigación biosocioclimática y tales agentes extraacadémicos son productores y asesores agropecuarios, considerados pares en el proyecto, en igual condición de participación que los científicos.
Que ese tipo de análisis resulte hoy promovido por los propios investigadores, que se haya incluido la reflexividad entre los objetivos del proyecto, sumado al interés del prestigioso organismo financiador por la obtención de resultados en este dominio, no resulta en absoluto menor si se tiene en cuenta que, en principio, no son pocas las objeciones con respecto a ejercicios de este tipo. Bruno Latour (1988) afirma, por ejemplo, que una fuente de antipatía posible con respecto a los proyectos reflexivos es la suposición de que obligan a los científicos a un trabajo incompatible con prácticas investigativas buenas y serias, pues deberían descentrarse de sus metas para satisfacer la cualidad (narcisista) de mirarse a sí mismas, o porque tienden a conducir a un regreso hacia los metaestudios. Objeciones o reservas similares son esgrimidas muchas veces por los propios científicos cuando temen que la reflexión, ahora colectiva, adopte una forma confesional e individualista y desencadene por ello conflictos, rumores, chismes o aliente la autoindulgencia, sin redundar en beneficio, sea para las investigaciones en curso, sea por su repercusión ulterior en los debates acerca de la producción de conocimiento en general.
Para evitar estos males y en consonancia con las ideas expresadas por Woolgar (1982) y Bourdieu (2001), los investigadores de este equipo interdisciplinario, liderados por un director muy consciente de la importancia del éxito de la reflexividad, generaron dispositivos de participación y observación tales que el monitoreo de la interacción interdisciplinaria procediera de manera simultánea con el desarrollo de las actividades generales y constituyeran parte integral de la investigación colectiva. Se la c onvirtió así en una tarea sistemática a la par de las demás del proyecto, llevada a cabo a través del análisis de documentos varios, entrevistas, pero fundamentalmente de observación participante. El involucramiento del conjunto en la obtención de resultados científicos de relevancia para los productores agropecuarios, pero también con la reflexión acerca de la marcha y evolución de la interacción inter disciplinaria, fueron logrando en el equipo una aceptación gradualmente creciente, no sin altos y bajos. Sin duda fue crucial en este proceso la constatación en los hechos de que tal reflexividad no tenía por qué tomar la forma, por una parte, de un análisis de subjetividades ni, por otra, de una auditoría científica que por monitoreo indicara “errores” y prescribiera correctivos.
En tal sentido, resulta relevante la idea de Bourdieu expuesta con anterioridad, según la cual el proceso reflexivo, para ser efectivo, debe ser asumido por el conjunto de los científicos y no concebirse como una empresa introspectiva individual y, menos aún, una que se lleva a cabo luego de concluida la investigación. Sin embargo, su mirada parece estrecha cuando advertimos que el avance en la reflexividad no habría sido el mismo en este caso sin la participación de agentes extracientíficos. El espacio comunicacional que se abre con ellos como pares en la producción de conocimiento deja ver a las claras que si la reflexión se da a solas entre científicos, sea a título individual o en tanto miembros de comunidades profesionales, resulta incompleta.
Pero, lo que consideramos un aspecto clave en este caso es que la meta reflexiva se introdujo acompañando un haz de objetivos que por su complejidad exigía una interacción exitosa. En efecto, ningún integrante podía cumplir cabalmente su labor sin la cooperación de, como mínimo, algunos de los demás y hasta debía por ello alterar, al menos parcialmente, los modos ordinarios de trabajo en su disciplina, generar una nueva actitud frente a la fragmentación del conocimiento y apreciar la diversidad no sólo de marcos conceptuales y teóricos —de sistemas de representaciones operando simultáneamente—, sino valorativos en un sentido amplio, pues los enfoques y resultados rozan tanto posiciones acerca de la ciencia como ideológico-políticos generales.
Quizá, tal situación puede asemejarse a la planteada a la antropología de los '60 conmovida por los procesos de descolonización y expansión del capitalismo, en la que la escala y complejidad de sus nuevos objetos y emplazamientos de campo condujeron a un replanteo de la antropología. Y en verdad no son pocos los autores que asocian directamente la reflexividad al interés creciente de los científicos por nuevos tipos de problemas, fundamentalmente los ligados al ambiente, al clima y al riesgo tecnológico. Problemas que por su complejidad no pueden ser abarcados desde una perspectiva en la que una única disciplina haga prevalecer su enfoque cognoscitivo y se reduzcan los puntos de vista valorativos.
De acuerdo con Silvio Funtowiz y Jerome Ravetz (1990, 1997) podemos, pues, afirmar que en un mundo donde la simplicidad no es más que el recuerdo de una época pasada y en el que la reflexividad caracteriza a su turno a todos los sistemas naturales y sociales que queremos comprender y manejar, se torna imperioso un nuevo tipo de práctica científica. Es este imperativo de la ciencia de nuestros días la que empuja a científicos y organismos financiadores de investigación científica y tecnológica a asumir nuevos desafíos. De este modo, la reflexividad sería un componente inherente a estos nuevos tipos de práctica científica y en ellos el descentramiento de las comunidades científicas, aun las interdisciplinarias, hasta abarcar pares no científicos, otro rasgo diferencial. Pues un contexto tal no admite fácilmente la hegemonía de una única forma de conocimiento, dado que ninguna concepción parcial o particular puede pretender abarcar la totalidad del campo cognoscible, de allí el formato interdisciplinario. Pero además, cuando se tiene alta conciencia del carácter de actividad social de la ciencia, los agentes interesados en la conceptualización y resolución de los problemas de investigación resultan integrados al proceso de investigación no como base empírica desde donde se extrae información o como terreno de puesta a prueba de hipótesis, sino como miembros plenos de una comunidad de pares extendida.
Así, vemos que en situaciones realistas de ejemplos de la actividad científica contemporánea se entrecruzan los diversos sentidos de reflexividad que se han ido definiendo y ensayando en las últimas décadas, en el contexto de una ciencia orientada por problemas complejos, donde los expertos certificados actúan en paridad con agentes que tienen mucho puesto en juego en la conceptualización y en tales problemas. En este marco, quizá la propuesta de Althabe capta mejor cómo el científico deja de ser el eje de la reflexividad (asumida individual o grupalmente) para transformarse en un agente más en un juego social que a la vez lo abarca y lo excede.

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HIDALGO, Cecilia. Reflexividades. Cuad. Antropol. Soc. [online]. ene./jul. 2006, no.23 [citado 17 Julio 2009], p.45-56. Disponible en la World Wide Web: . ISSN 1850-275X.


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