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domingo, 18 de agosto de 2013

los Trotsky Vengaran cantan con nosotros

. Los secretos



Los secretos del dolor 
son como un juego sin manual 
intentando descifrar, que está bien y que esta mal 
buscas una señal 
Lo que no, lo que sí, lo que nunca va a cambiar 
la justicia nunca es ciega 
las ganadas las perdidas, lo que la gente no ve 
sangre negra como la droga del rencor 
Los secretos del dolor 
son como un juego sin manual 
intentando descifrar, que está bien y que esta mal 
buscas una señal. 
Los anhelos, las promesas, el precio de la verdad 
los complejos, las recetas que (recetas que) 
los puñales por la espalda, los pedazos de papel 
tinta negra como la droga del rencor. 
Los secretos del dolor 
son como un juego sin manual 
intentando descifrar, que está bien y que esta mal 
buscas una señal. 
Sin estrellas, sin misericordia 
noche negra, como la droga del rencor. 
Los secretos del dolor 
son como un juego sin manual 
intentando descifrar, que está bien y que esta mal 
buscas una señal.

jueves, 4 de julio de 2013

Usted... ¿es normal?”

.



Por Adrián Paenza



¿Cómo hacer para determinar si una persona es normal o no? Por supuesto, lo primero que habría que hacer es definir lo que quiere decir ser normal. Podríamos intentar esta definición: se puede considerar normal lo que hace la mayoría de las personas. Por supuesto que esta definición es arbitraria y no sé siquiera si yo mismo estoy de acuerdo. Pero quiero proponer alguna manera de poder empezar a cuestionarnos. Me refiero, claro está, a patrones de conducta. Si los encontráramos ¿podríamos decir que éstos marcan una tendencia a lo que definiríamos como normal? En todo caso, las respuestas a estas preguntas dicen más sobre nosotros, sobre nuestra naturaleza que los patrones más racionales, en donde uno elige (o debiera hacerlo) en forma más educada. Revise conmigo algunos tópicos que aparecen menores pero que tienen que ver con nuestra forma de ser cotidiana. Fíjese cómo se reconoce usted en esta lista de actividades.

-¿Cómo se lava los dientes? ¿Siguiendo algún patrón en particular o en forma anárquica? ¿Y cuántas veces por día?

-¿Cómo se peina?

-¿Hace su cama?

-¿Se maquilla?

-¿Se pinta los bigotes?

-¿De qué lado de la cama duerme?

-¿Escribe en la parte de atrás del papel que ya usó?

-¿Qué guarda en el botiquín?

-¿Qué papeles conserva?

-¿Le cuesta trabajo “tirar” algo?

-¿Permite que su pareja esté en el baño mientras usted está sentado en el inodoro?

Puede tragar una píldora sin agua?

-¿Cómo come el choclo? ¿En forma disciplinada?

-¿Mantiene las dos manos en el volante mientras maneja?

-¿Aprieta la pasta dentífrica desde abajo o le da en el medio?

-¿Usa el corte que tiene en el calzoncillo (si usa boxers) para orinar?

-¿Cómo pone el rollo de papel higiénico? Es decir, el papel, ¿tiene que salir de arriba o de abajo del rollo?

- En un supermercado...

-¿Busca en la parte de atrás para llevarse los alimentos más frescos que venzan más lejos en el tiempo?

-Si descubre, cuando está por llegar a la caja, que hay algo que tiene en el carrito que no quiere, ¿lo deja en cualquier lugar? ¿Lo lleva al lugar de donde lo sacó? ¿Se lo deja a la cajera? ¿Lo esconde detrás de otra mercadería?

- En su casa...

-¿Cómo abre los sobres que le llegan? ¿Con un abridor de cartas o de cualquier forma? ¿Rompe arriba o a un costado?

-¿Le agregaría agua a un licor o un whisky para que haya más cuando tiene una fiesta?

-¿Pondría un vino más barato dentro de una botella de vino de mejor marca?

-¿Les hace la tarea a los chicos?

-¿Usa píldoras para dormir?

-¿Le dice al médico que ponga más dinero en la factura para que la compañía de salud prepaga le tenga que devolver más dinero?

-¿Se lleva objetos de su trabajo para su casa para no tener que comprarlos?

-¿Se mete los dedos en la nariz cuando nadie lo mira? (No me diga que se los mete cuando alguien lo está mirando también...)

- Para mujeres solamente...

-¿En qué orden se viste?

-¿Bombacha, corpiño y luego medias?

-¿O corpiño, bombacha y medias?

-¿O alguna otra combinación?

-¿O directamente no tiene ni idea, ni le importa, ni sigue ningún patrón?

- Afuera de su casa...

-¿Se sienta en inodoros públicos?

-¿Abre la canilla cuando está por orinar en una casa ajena?

-¿Se bañó alguna vez desnudo en alguna playa?

-¿Tomó sol desnudo en alguna parte?

- Hábitos extraños...

Fíjese si se reconoce en alguno.

-Masticar hielo.

-Estirarse los dedos y hacer ruido.

-Tragarse su propia “mucosidad”.

-Comer la parte de arriba de un lápiz o birome.

-Hacer ruido con los dientes.

-Enredar el cable del teléfono.

-Arreglarse el pelo todo el tiempo.

-¿Adelanta el reloj adrede? Si contestó que sí... ¿cuánto tiempo? Si contestó que no... ¿es porque no usa reloj o porque nunca se le ocurrió o le parece estúpido que alguien lo haga?

- En un restaurante...

-¿Devuelve alguna vez la comida?

-¿Se lleva la comida que sobró?

-¿Se enoja con el mozo y no le deja propina?

La lista de preguntas podría continuar “casi” indefinidamente, pero la/lo invito a que usted agregue las que le parezcan más pertinentes o interesantes. Es un ejercicio mental interesante imaginar cómo agruparnos, cómo clasificarnos, buscar patrones que nos distingan.

Más abajo figuran los resultados que encontré dispersos. No puedo dar fe de que sean ciertos, pero quizá sean una buena aproximación.

- Sobre hábitos molestos

Menos del 20 por ciento contestó que no tiene ninguno. Los más populares son golpear los dedos o sacudir ligeramente las rodillas o las piernas. Por otro lado, casi un 45 muerde o mastica hielo, y uno de cada cuatro (27,1 por ciento) se come el lápiz o el capuchón de una lapicera. Y uno de cada cinco hace ruido con los dientes.

- Sobre las uñas

Uno de cada tres chicos se come las uñas en lugar de cortárselas. En los adultos disminuye un poco, pero todavía el porcentaje es alto: 20 por ciento (uno de cada cinco). Respecto de las uñas de los dedos de los pies, uno de cada cuatro, en algún punto de su vida, hizo alguna contorsión para llegar con la boca hasta allí, pero sólo uno por ciento de los adultos admite haberlo hecho.

- Sobre la nariz

Si la nariz pudiera hablar... Sólo una persona de cada diez confiesa meterse los dedos en la nariz y un poco menos del 5 por ciento admite haberlo hecho alguna vez en su vida... ¡vamos!

- Sobre la limpieza

65 por ciento de las mujeres y 62 por ciento de los hombres dicen limpiarse con consistencia aún las partes que no se ven. Pero estos números eran más altos una década atrás: 75 por ciento.

- Sobre la cama

El 21 por ciento de la gente confiesa que NO hace su cama diariamente e increíblemente el 5 de las mujeres dice NUNCA hacerla. Con todo, 71 por ciento de las mujeres sí la prepara con consistencia mientras que el 45 de los hombres reporta hacerlo. De los chicos, a pesar de los padres, sólo el 19 por ciento cumple.

- Sobre revistas

Menos del 10 por ciento dice que las tiene en la casa por alrededor de dos semanas o menos. La mitad de nosotros dice que quedan en la casa por seis meses y sólo el 20 por ciento admite coleccionarlas y el 15 dice que las tira cuando llega la primavera o el otoño.

¿Alguna vez usted dio vuelta una prenda para no tener que lavarla?

Aunque una buena parte de la gente se vio horrorizada ante la pregunta, el 12 por ciento admite haberlo hecho aun como una medida desesperada. El 4 acepta haber usado ropa que ya no estaba en buen estado (pero al derecho) y pospuso enviarlas a la tintorería o haberlas lavado. Hablando de tintorería y lavados, sólo el 29 por ciento de los hombres lava su ropa y sólo el 7 de las mujeres les confían a sus esposos esa tarea.

- Sobre la ropa

Más del 22 por ciento de las mujeres dice que no tiene idea qué se pone primero: la bombacha, el corpiño o las medias... o les pareció muy perverso que se las consultara sobre eso, pero de las que sí contestaron, cerca del 49 por ciento dijo que se pone la bombacha primero y el 19 dice que el corpiño va antes que nada.

Más del 22 por ciento de la gente consultada se pone los zapatos sin desatarlos y 66 por ciento se pone ropa al comienzo del día y no se cambia más, pero hay gente (hombres y mujeres, ya que aquí no hay diferencia) que reconoce que se cambia para ponerse algo más confortable en algún momento del día.

El 54 por ciento de la gente cuelga la ropa no bien se la saca y después, en orden descendente, la apoya en una silla, la deja en el piso o la pone debajo de la cama...

- En las mochilas...

-qué pone la gente?

Más del 82 por ciento pone al menos algo para leer. Más de la mitad, 54 por ciento, tiene una aspirina, el 30 algo para comer, ropa o profilácticos. El 24 lleva un cepillo de dientes, el 6 un teléfono y un 3 por ciento una laptop o computadora portátil.

- Casamientos

El 66 por ciento de la gente usa algún emblema que le recuerda su matrimonio, un anillo preferentemente.

- Puntualidad

El 64 por ciento de la gente se define como puntual... el 35 dice que prefiere llegar un poquito tarde (alrededor de 10 minutos).

- Etica

El 13 por ciento admite hacer la tarea por sus hijos. La mitad de la gente, si golpeó el auto de otra persona y nadie lo vio, se escapa sin decir nada. Sin embargo, los hombres dicen en proporción de un 80 por ciento (cuatro de cada cinco) que ellos dejarían una nota en el parabrisas con sus datos, mientras que menos de dos de cada cinco mujeres lo haría. Un dato curioso es que más del 90 por ciento confiesa que miente regularmente y al menos uno de cada cinco confiesa no pasar un día sin mentir al menos una vez. Más aún: casi la mitad, el 45 por ciento, piensa que no es algo necesariamente malo mentir. El 17 dice que no es que no mienta porque es inmoral o está mal, sino porque les daría miedo o vergüenza ser descubiertos. Y otro dato curioso: cuanto más conocemos a una persona es más probable que le contemos una mentira más grande. El 27 por ciento admite haberse copiado al menos una vez en el colegio o en un examen... (¿nada más?) y casi el 30 dice haber salido al menos una vez (también) de un negocio llevándose algo sin pagar. Más del 6 admite haber agregado agua a alguna bebida para que dure más si tenían invitados y muy pocos más aceptan haber colocado otro whisky en una botella (digamos) de Chivas.

- Cuando nadie mira

El 47 por ciento toma de la botella o come helado directamente del contenedor, y los hombres lo hacen en un 54 por ciento. Casi el 22 por ciento de las mujeres toma leche directamente del cartón y 36,6, de la botella de algún jugo.

- Comida

Virtualmente ninguna persona deja comida en el plato en su casa, pero el 6 por ciento deja algo en el plato en casa ajena o comiendo afuera, porque es bien visto por las reglas de elegancia (que nunca nadie sabrá de dónde salieron). Si uno tuviera que tragar algo que no le gusta, sólo uno de cada cinco lo haría, mientras que la mayoría lo dejaría de alguna manera que representara no perder el tacto, en una servilleta, aunque uno de cada seis lo escupiría directamente. Más del 15 por ciento de la gente prefiere su pizza a temperatura normal o directamente de la heladera. Aquellos que tienen menos recursos económicos se inclinan más por esta variante que aquellos que tienen más posibilidades. Más del 80 come la pizza con las manos y apenas uno de cada cinco la come con cuchillo y tenedor. El 56 por ciento de los hombres reportan su amor por cocinar y el 78 de las mujeres aceptan lo mismo.

- Sobre los dientes

Contrariamente a lo que se piensa, la mayor parte del mundo no se lava los dientes de arriba hacia abajo: menos de la mitad lo hace y en general son personas mayores. Sólo uno de cada cuatro se los lava en un movimiento circular (tedioso) y menos del 13 por ciento lo hace de un lado hacia el otro. Un dato sorprendente es que casi la mitad de la gente (hombres y mujeres juntos acá) dicen que aprietan la pasta dentífrica de abajo... (¡vamos!)

- Duchas y baños

La mayoría de nosotros dice que se baña por 10 minutos. Las adolescentes dicen que le dedican 15 minutos, pero el análisis hecho por los encuestadores da que el promedio es de 4 minutos por ducha y que la temperatura promedio es alrededor de 38 grados.

- Para terminar

Obviamente, no hay nada malo en ser distinto y, de hecho, cada uno de nosotros es “diferente” en algún sentido, pero no deja de ser interesante revisarnos y reconocernos. Normales o no, es lo que somos.

* Hay múltiples tests enInternet que intentan buscar estos patrones. Yo elegí algunos que me resultaron más interesantes y los copié acá, pero no me quiero apropiar ni de la idea del artículo ni de las preguntas que aparecen.

  Diario Página12 6/4/2013.-     .

Shakespeare en Buenos Aires

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por Enrique Medina



Mientras gambeteamos gente bajo una noche espléndida, y a punto de cruzar la avenida 9 de Julio, Nora me pasa la botellita de agua mineral y larga su apasionado espiche sobre las obras del Cisne de Avon:

–Es dar vida, eso es Shakespeare. Y por supuesto muchísimo más, eso... Y si hay reglas de oro, esas reglas de oro deben cumplirse. No puede ser que ninguna de las puestas logre el entusiasmo, sólo hay un páramo, sin ideas ni concepción ni embarazo, sólo abortos...

–Cuidado, que se nos fue la luz verde...

–No puede ser que textos como los de Shakespeare se escapen, vuelen sin quedarte en los oídos. Es que no controlamos nuestro defecto de hablar muy rápido y sin vocalizar. Es obligación del actor ser escuchado, perfectamente, desde la última fila. Lo decía Lola Membrives. Y nos lo repetía Marcelo Lavalle cuando estudié teatro con él. El sí que fue un innovador, y hoy nadie sabe quién es...

–Tenemos olvidos mucho más graves...

–Sí, él mezclaba todo. La primera lección que nos dio, lo recuerdo y me emociona, fue que si se fuma dentro del teatro, el pucho debe deshacerse con la punta del zapato, asegurarse de que se lo apaga... ¿por qué?...

–...

– ...Te estoy preguntando...

–Ah... No sé...

–Porque el teatro para el actor debe ser un templo... ¿Te gustó?...

–Sí. Pero creo que ahora está prohibido fumar en todos lados, ¿no?...

– ...Y que el teatro es texto.

–Ya. Crucemos...

–Textos desaprovechados... Desperdiciar un texto de Shakespeare es imperdonable.

–¿Qué traducciones usaron, Astrana Marín, Menéndez Pelayo, MacPherson, Battistessa?...

–Estás fuera del mercado, vos. Hoy todo el mundo es cantautor... ¿Por qué pagarles derechos a otros cuando puede cobrarlos uno?... Ja, ja... Money-money-money...

–¿Nos sentamos bajo las estrellas?

–Dale... ¡Y los espacios!... Desaprovechados los espacios. Un pecado esos escenarios impecables, regalados para nada...

–Esperá que limpio un poco... Ya.

–Gracias. Creo que no deberían hacerse adaptaciones saltando las épocas y abusando del bombín. Shakespeare es su tiempo, si yo lo ubico en una villa miseria tergiverso todo su espíritu por más que cuide los equivalentes. Creo que nadie superó a Laurence Olivier. ¡Además respetar el original es todo un desafío artístico!, y pretextando adaptaciones y otros pirulines, uno justifica el no jugarse a lo serio...

–No sé, linda... El primero que cambió el escenario fue Richard Burton, en Hamlet. Lo hizo con ropas de calle. Pero obligado. A último momento falló la producción y decidió salir al toro. Creo que él ya había inventado el teatro leído. El afirmaba lo que vos: el teatro es texto. Lo había desafiado a Olivier, a que ambos representaran Hamlet y que el público señalara al mejor. Buscaba publicidad y lo logró. Ahí lo contrató Hollywood para hacer El Manto Sagrado, que fue la primera película en “cinemascope” y no paró más, salvo si veía una botella de whisky. Cuando Zeffirelli le da una vuelta de tuerca al Hamlet de Olivier lo hace en lo profundo y filosófico: El “To be or not to be” de Olivier es en lo alto, ante el cielo y el mar, y con un puñal que se le resbala y cobra significación; en cambio el parlamento de Mel Gibson es en otro tono y descendiendo a las catacumbas. Son diferentes visiones filosóficas de un mismo texto. Pero decir el texto entre dientes, sin modular ni darle matiz, sólo de memoria y rápido como para sacárselo de encima, y además sin que se oiga, no... eso no es Shakespeare, y tenés toda la razón del mundo. Ni tampoco estar como postes, ni tener en cuenta el escenario, todo muy chato, muy chato, nada de creatividad. Salvo, alguno que otro, escapado de la nada, chatura total...

–Actitud que obedece a una chatura general.

La luna se inclina junto al Obelisco haciendo una reverencia. La gente hace espacio sin saber por qué ni para qué. Los semáforos se clavan y los vehículos dejan de cruzar la avenida. Es Shakespeare que avanza con pasos alados y ojos de fuego. Salpicándonos con saliva por la bronca que trae, nos dice: “¡Me cago en el pretexto de la vigencia y me cago en lo obtuso y lo amorfo!..” Agarra mi botellita. Bebe. Está gordo y le pregunto qué carga debajo de la ropa. Me devuelve la botellita y muestra dos inmensas hachas. Pregunta por la calle de los teatros. Indico de dónde venimos. Yergue la testa y, rugiendo cual fiera desatada, apresura su camino.

  Diario Página12 7/4/2010.-     .

El ontólogo

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por Leonardo Moledo


las únicas vías de indagación a la verdad,
son éstas.
La primera, que lo que Es no es posible que
No Sea.
La otra, que lo que No Es es necesario que
No Sea,
un sendero, te digo, enteramente
impracticable.
Pues no conocerías lo que No Es
ni decirlo podrías en palabras.

Parménides, Poema Ontológico

En filosofía, la ontología es una parte de la metafísica que estudia lo que hay, es decir cuáles entidades existen y cuáles no.

Wikipedia


El hombre se sentó en una esquina del bar La Orquídea, puso sus codos sobre la mesa, se agarró la cabeza y pidió medio café: era obvio que se había quedado sin trabajo y escatimaba el gasto de sus ahorros. Una sana simpatía recorrió a la concurrencia y hasta la gorda que todos los días a las cinco se sentaba a llorar durante una hora lo miró con expresión indulgente. El hombre se vio obligado a contar sus desventuras.

–Yo soy ontólogo –dijo– y parece que los ontólogos ya no servimos para nada.

Primero hubo un silencio helado. Al rato... “Pero la gente sigue teniendo dientes que se le pudren –dijo la gorda sorprendida– y aunque ahora todo se soluciona con implantes, siempre va a haber gente necesitada (Nota: la concurrencia confundió el término ontólogo con oncólogo –de ahí la frialdad– y con odontólogo –y de ahí la sorpresa–).

–Ontólogo –repitió el hombre–, recibido con medalla de oro y un trabajo de tesis dificilísimo: determinar la existencia del unicornio.

Todos lo miraron, sin entender mucho

–Es tradicional decir que el unicornio no existe y es tradicional decir que sí –dijo el hombre– y en eso, precisamente, consistió mi trabajo de tesis. Como yo soy ontólogo de la escuela empirista, me trajeron un unicornio; lo examiné con espantoso cuidado y llegué a la conclusión de que no existía, como comúnmente se acepta en el siglo XXI.

–¿Y en qué trabaja un ontólogo? –pregunté.

–Hay muchos lugares donde su presencia es crucial: la policía debería contar con ontólogos profesionales para examinar las pistas y decir si en realidad existen o no. Se ganaría mucho tiempo. O en los hospitales, donde mucha gente acude con síntomas inexistentes; yo puedo en un santiamén decir si son reales o pura hipocondría. Más rápido que un médico, dada mi especialidad.

–¿Y por qué lo despidieron?

–En la repartición municipal donde trabajo, mi tarea era decidir si los problemas son reales, pero cayó un jefe rabiosamente posmoderno, que considera que la existencia es un detalle que no le importa a nadie, y menos al jefe de Gobierno, que sólo mira si un problema es un relato que le traiga votos o no. Además, a Macri fue imposible hacerle entender la palabra “ontología”.

Hubo un silencio lastimoso, que quise aprovechar para aclarar dudas y dudas muy profundas.

–¿Los números existen? ¿El número 2, por ejemplo, existe?

–Yo soy un ontólogo empirista –me contestó–. Muéstreme el número dos y podré contestarle.

Inmediatamente puse dos monedas sobre la mesa (Nota: presumiblemente una de esas monedas era el Zahir, pero el Zahir es una moneda de veinte centavos, que ahora no está en circulación).

–Ese no es el número dos, sino apenas dos monedas. Como objeto de estudio no me sirve: puedo decirle que esas dos monedas existen, claro, pero no puedo decirle nada sobre la existencia del número dos. Tráigame todos los pares de objetos posibles, pares de zapatos, pares de estrellas, pares de edificios, pares formados por un estrella y un zapato, y sin duda podría contestarle. Así, no le puedo decir nada.

–Pero son infinitos –protesté.

–No –me dijo él–. No necesariamente. Si el universo es infinito, obviamente lo son, pero si el universo es finito, es sólo cuestión de paciencia. ¿Pero por qué le preocupa tanto?

–Porque si los números existen, existe todo lo demás –dije.

–Menos el unicornio –sonrió él.

–¿Y dios existe?

–Tráigalo acá y se lo digo.

–Por lo menos esta mesa existe –dije, con mis dudas y recordando un párrafo de Russell. El ontólogo la examinó con cuidado.

Efectivamente existe. Puede usted apoyarse en ella sin miedo.

Le pregunté sobre las leyes de la Naturaleza, sobre los espejos, sobre los laberintos, muy argentinamente sobre los cuentos de Borges y el tango, sobre la calvicie del Rey de Francia (un tópico del Círculo de Viena), y meticulosamente el ontólogo iba separando lo que Era de lo que No Era.

Una sospecha me asaltó:

–¿Y usted existe?

El hombre suspiró: –Ayer, como les contaba, tuve un problema con mi jefe, un posmo de aquéllos, que considera equivalentes todos los relatos, pero como además es un autoritario, exigió que cada una de los empleados se hiciera un autoexamen ontológico. En el fondo él quería librarse de los ontólogos empíricos, en general izquierdistas, y sustituirlos por ontólogos de derecha...

–¿Y? ¿Qué pasó?

–Pasó que me analicé a fondo, hurgué en este conjunto de células y moléculas que es mi cuerpo, y en el conjunto de neuronas que es mi pensamiento, tomé en cuenta hasta el último neutrino y electrón...

–¿Y qué pasó?

–Que concluí que no.

–¿Qué no qué?

–Que yo no existo –dijo mientras empezaba a esfumarse– y lo que vale para mí se puede generalizar.

El hombre ya había desaparecido. Pero yo me miré las manos y vi que se estaban volviendo transparentes.

 
Diario Página12 8/4/2010.-
 
 
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viernes, 21 de junio de 2013

En búsqueda de una partícula elemental

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El Dr. Daniel De Florián, uno de los científicos argentinos que trabaja en la física de partículas, estuvo en el centro INTI-Física y Metrología para exponer sobre el proyecto del “Gran Colisionador de Hadrones”, el LHC, ubicado en la frontera franco-suiza



“Durante los últimos meses hubo interés en el LHC -recordó el Dr. Daniel De Florián, físico y profesor de la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), al hablar en el Centro Física y Metrología del INTI-. Y se hicieron preguntas sobre qué es, si vamos a conocer el origen de la ‘materia oscura’, si se va a reproducir el ‘Big Bang’, si van a producirse ‘agujeros negros’, etc.”.

De Florián aclaró que los científicos argentinos que colaboran en el proyecto pertenecen a la UBA y a la Universidad de La Plata, siendo ésta la primera vez que instituciones argentinas colaboran en un proyecto de tal importancia, junto con más de 2.000 físicos de 34 países y cientos de universidades y laboratorios. Además señaló que el “Gran Colisionador de Hadrones” (“Large Hadron Collider”), más conocido por sus siglas en inglés LHC, “hace colisionar partículas que son protones, pero a una energía muchísimo más alta de las que nunca se alcanzó antes en un laboratorio, que son 14.000 Giga electrón volt o 14 millones de electrón volt”. Los protones son acelerados al 99% de la velocidad de la luz y chocan entre sí produciendo altísimas energías (aunque a escalas subatómicas), que permitirían simular eventos ocurridos inmediatamente después del “Big Bang”.

“El sueño de la física de partículas elementales sería tener una única teoría, a partir de la cual generar todas las demás, con una interacción fundamental -explicó De Florián-. Esto se conoce como la ‘Teoría del Todo’ unificada, que tiene nombre pero no sustancia. Hace doscientos años se pensaba que la fuerza eléctrica y la magnética eran cosas diferentes, sin embargo luego entendimos que eran dos fenómenos de la misma fuerza, relacionados con las cargas eléctricas”. Hoy se interpreta que “las fuerzas y las partículas se generan a partir de las simetrías de la naturaleza”, agregó.

Con el LHC podrían probarse otros modelos teóricos, cuyo candidato principal se conoce como “supersimetría”, combinando cosas como el espacio-tiempo y las dimensiones internas. Entre las causas por las cuales la supersimetría es tan popular en la Física, la fundamental es que podría explicar algo que no se comprende en la naturaleza, conocido con el nombre de “materia oscura”, que representa algo así como el 25% de la materia del universo.

“Siempre decimos -puntualizó el invitado del INTI-Física y Metrología- que la materia está compuesta por quarks y electrones y en verdad lo único que conocemos es alrededor del 4% ó 5% del universo, formado por planetas, estrellas, lo que podemos observar. Sabemos, sí, que hay una gran cantidad de materia extra, que no la podemos ver: sectores externos de galaxias que se mueven a velocidades mucho mayores de las que uno esperaría”.

Podría ser que esas partículas supersimétricas sean reliquias del “Big Bang” que quedaron en el universo y bañan a todas las galaxias, responsables de alguna manera del comportamiento gravitatorio. Descubrirlas sería muy importante para entender cuestiones cosmológicas. Respecto de algo que se llama “energía oscura”, no se conoce nada, y es el restante 70% del universo. Otra cuestión interesante, es la idea de que pueden existir dimensiones espaciales extremas.

El LHC es el acelerador que alcanza la energía más grande desde el punto de vista controlado, pero en la naturaleza todo el tiempo existen colisiones de energía mucho más grandes. En el último año, con los detectores del Proyecto Auger se encontró una partícula con una energía que es 10 millones de veces la del LHC. De estas hay un montón: uno puede calcular 10 millones de LHC por segundo, sin que pase nada.

El acelerador más grande está sobre un túnel que existió para otro proyecto: el LEP, entre Francia y Suiza, alrededor de cien metros bajo tierra. Allí, en una circunferencia de 27 kilómetros se aceleran las partículas por determinados lugares y chocan, como se verifica con los detectores principales Atlas y CMS. Alrededor hay objetos más pequeños, que son aceleradores más viejos usados como preinyectores. El 10 de septiembre pasado se pasó desde el anteúltimo de los aceleradores al principal, inyectándose las partículas y manteniéndose en una dirección durante una hora; luego se hizo en la dirección opuesta, en un único haz, consiguiéndose que se mantuvieran dentro del acelerador, sin colisiones, porque simplemente lo que se hacía era tener un haz por vez. La idea era mantener un haz de protones en una dirección y otro en la opuesta, y que chocaran. De hecho hubo colisiones, o sea que los detectores funcionaron, pudieron ver algo de lo que pasaba.

Esos 27 kilómetros de circunferencia están rodeados por bobinados superconductores que funcionan a una temperatura de 1,8 Kelvin (aproximadamente -271 ºC) que son los que logran curvar y acelerar el haz de protones. Cuando comenzaron a funcionar los imanes surgió un desperfecto y el exceso de temperatura en una unión pudo fundir alguna parte externa de estos dipolos y escaparse el helio que los enfría. De Florián dijo que la reparación no lleva demasiado tiempo, pero enfriar tales objetos demorará semanas y cuando eso ocurra arribará el invierno a Europa y el acelerador consumirá una energía macroscópica equivalente a la de la ciudad de Ginebra (Suiza). Esto hace que el acelerador no pueda ser encendido ni en los picos de invierno ni en los de verano, ya que la ciudad se quedaría sin electricidad. Por eso recién en marzo o abril de 2009 se reencendería.


Revista SAber Cómo N°70 Noviembre 2008
INTI - Instituto Nacional de Tecnología Industrial


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viernes, 14 de junio de 2013

Aca seca trio canta con nosotros

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Adolorido de Juan Quintero


Ya está, no hay mas

de andar hurgándome

con qué derecho

te has venido hasta acá

a hacerme tanto mal

con qué derecho has podido.



Con tanto llanto que te ha dado

te hei malcriado

y siempre querés de más.

Dolor andate ya

no quiero verte conmigo.



Ya está, no hay mas,

deje, ya ha revalsao

la gota el vaso



Ya está, no hay mas

basta de andar hurgándome

en el pecho

con qué derecho

te has venido hasta acá

a hacerme tanto mal

con qué derecho has podido.



Con tanto llanto que te ha dado

te hei malcriado

y siempre querés de más.



Dolor andate ya

no quiero verte conmigo.



Ya está, no hay mas,

deje, ya ha revalsao

la gota el vaso

y he torcío el brazo,

no puedo darte mas,

acá ya has terminao

buscá otro suelo mi amigo.



Hasta el recuerdo

está borroso

y al tiempo hermoso

a hacerme tanto mal

con qué derecho has podido.



Con tanto llanto que te ha dado

te hei malcriado

y siempre querés de más.



Dolor andate ya

no quiero verte conmigo.



Ya está, no hay mas,

deje, ya ha revalsao

la gota el vaso

y he torcío el brazo,

no puedo darte mas,

acá ya has terminao

buscá otro suelo mi amigo.



Hasta el recuerdo

está borroso

y al tiempo hermoso

Con tanto llanto que te ha dado

te hei malcriado

y siempre querés de más.



Dolor andate ya

no quiero verte conmigo.



Ya está, no hay mas,

deje, ya ha revalsao

la gota el vaso

y he torcío el brazo,

no puedo darte mas,

acá ya has terminao

buscá otro suelo mi amigo.



Hasta el recuerdo

está borroso

y al tiempo hermoso

triste me lo has dejao.



Ya está, no vuelvas mas

y siempre querés de más.



Dolor andate ya

no quiero verte conmigo.



Ya está, no hay mas,

deje, ya ha revalsao

la gota el vaso

y he torcío el brazo,

no puedo darte mas,

acá ya has terminao

buscá otro suelo mi amigo.



Hasta el recuerdo

está borroso

y al tiempo hermoso

triste me lo has dejao.



Ya está, no vuelvas mas

ite por donde has venido.

no quiero verte conmigo.



Ya está, no hay mas,

deje, ya ha revalsao

la gota el vaso

y he torcío el brazo,

no puedo darte mas,

acá ya has terminao

buscá otro suelo mi amigo.



Hasta el recuerdo

está borroso

y al tiempo hermoso

triste me lo has dejao.



Ya está, no vuelvas mas

ite por donde has venido.



California renovable

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por Gustavo Daniel Gil




Las políticas públicas para promover las energías sustentables en el Estado del oeste norteamericano son un ejemplo de planificación inteligente. Sus 33.000 instalaciones de todos los tamaños generan casi 280 MW con energía solar, el equivalente al 40% de los 700 MW de la central atómica Atucha II.


California suele asociarse con la maquinaria de Hollywood y con un nivel de consumo todavía más salvaje que en el resto de Estados Unidos. Sin embargo, el soleado distrito gobernado por el actor Arnold Schwarzenegger, viene demostrando también un sostenido esfuerzo en promover la generación distribuida de energías renovables que va más allá de las declaraciones; California produce 279,5 MW con energía solar, generados por unos 33.000 sistemas grandes y pequeños en todo el Estado. Estas cifras pueden adjudicarse a una continuada política implementada desde finales de 2001 y a las modificaciones introducidas desde el 1º de enero de 2007 con el programa estatal denominado Iniciativa Solar de California (CSI por sus siglas en inglés), que ha impulsado el crecimiento de instalaciones de generación distribuida, recibiendo más de 10.000 solicitudes desde su puesta en marcha, lo que representa la generación de 249,3 MW más con este sistema.

En 2008 se sancionó además con fuerza de ley el llamado Proyecto 811, que autoriza a los gobiernos municipales a ofrecer a los vecinos financiación a largo plazo para instalar sistemas de energías renovables y mejorar la eficiencia energética de sus casas. Para mencionar un caso tipo, un propietario que quisiera pedir un crédito para actualizar el sistema de aire acondicionado de su vivienda y aumentar su eficiencia (para que pase de 6 a 14 puntos en la escala SEER (Seasonal Energy Efficiency Ratio)), necesitaría invertir US$ 7.500. Así, el ahorro generado para el usuario sería de US$ 170 mensuales, justamente el doble de los US$ 85 por mes que le demandaría el pago del préstamo.

¿Cómo funciona este proyecto? En primer lugar, el municipio que adopta la ley es el encargado de establecer en su ciudad un Distrito de Financiación. Los costes de capital de los sistemas de energía solar son financiados con la venta de bonos municipales. El dueño de la propiedad utiliza los fondos proporcionados al distrito de financiación para contratar a una empresa e instalar el sistema solar o de mejoras de energía limpia. En el distrito de financiamiento se hace a continuación una evaluación de los impuestos de la propiedad que se utilizan para pagar el préstamo, más los intereses y gastos administrativos, durante un plazo fijo (normalmente alrededor de 20 años). Si la propiedad es vendida durante el período de amortización, los siguientes dueños están obligados a seguir pagando. El programa es completamente voluntario, por lo que el impuesto a la propiedad no cambia para aquellos propietarios que optan por no participar.

Al proporcionar la financiación y la fijación de estos sistemas a la propiedad, los programas de financiamiento permiten superar una de las principales barreras para la instalación de paneles solares y modernizaciones en eficiencia energética como son los altos costos de instalación. A su vez resuelve que los bienes pueden ser vendidos antes de que el sistema y las inversiones sean amortizados a través del ahorro en la factura de servicios públicos. Hasta la fecha, se han adjudicado US$ 2,3 millones en préstamos y 5 millones en compromisos.

Incentivos reales

Los clientes de los servicios eléctricos de California reciben incentivos por adelantado al instalar sistemas de energía solar fotovoltaica en viviendas, empresas y edificios comunitarios. En ese marco, la Iniciativa Solar de California se articula con los distintos programas estatales disponibles, como el de vivienda asequible, el de investigación y desarrollo, y el programa piloto de colectores solares térmicos. Cada uno de ellos cuenta con un presupuesto determinado.

La CSI consiste en 10 años de apoyo estatal para la energía solar e incluye varios programas de incentivos, como el Programa de Nuevas Fuentes de Energías Renovables (ERP) y el Programa de Incentivos para Autogeneración conocido como SGIP.

El Programa de Incentivos para Autogeneración subsidia la instalación de aerogeneradores, celdas de combustible y sus sistemas de almacenamiento relacionados. A su vez, actúa en coordinación con el Programa de Energías Renovables Emergentes, que también otorga incentivos para instalar pequeños generadores eólicos y sistemas de pilas de combustible de menos 30 MW de potencia.

Por otro lado, los clientes de la empresa generadora San Diego Gas & Electric pueden aprovechar un proyecto piloto, el Programa Solar de Agua Caliente, para acceder a incentivos para adquirir colectores solares térmicos. Los californianos también cuentan con lo que su gobierno denominó Nuevo Programa de Casas Solares, que promueve la construcción de las viviendas eficientes. Todas estas iniciativas estatales tendientes a difundir la generación y uso sustentable de la energía están disponibles en las zonas en la que operan las generadoras Pacific Gas & Electric, San Diego Gas & Electric y Southern California Edison para las plantas de energía, incluidos los generadores instalados en las viviendas de los clientes. En algunos casos, los incentivos también abarcan a empresas de servicios públicos más pequeñas, como Pacificorp, que también intervienen en la administración del sistema. En este momento la Comisión de Servicios Públicos de California está evaluando una propuesta para armar un programa de incentivos personales para la generación solar de agua caliente en todo el Estado.

Hoy por hoy

El Estado de California se encuentra en la denominada Fase 3 de la Iniciativa Solar de California para fomentar por parte de la población el uso de sistemas de generación de energías renovables. En esa dirección decidieron hacer 3 ajustes en sus líneas directrices: los préstamos de más de US$ 30.000 para equipamiento ahora requieren la aprobación del prestamista hipotecario a través de un "acuerdo de consentimiento", refrendada por escribano; el crédito máximo se fijó en US$ 100.000 por propiedad, mientras que la mitad de los fondos disponibles se reserva para medidas que tiendan a la eficiencia energética; y para los préstamos destinados a energía solar, el descuento CSI se asignará al contratista.

Según el análisis a cargo del Área de Energías Renovables del INTI sobre las medidas estatales tomadas en el California, las modificaciones introducidas en octubre de 2009 le aportan a la Comisión de Servicios Públicos del Estado una mayor flexibilidad para tomar decisiones en función de un gran programa en marcha. En esa línea, el concepto de apoyo a los productores de energía a baja escala fue ampliado de 1.5 MW a 3 MW. Así, los clientes-generadores tienen ahora la posibilidad de elegir qué tipo de compensación quieren recibir (dinero o créditos por kWh) y agiliza, en algún aspecto, los requisitos para la puesta en marcha de un proyecto. Los logros obtenidos en California en cuanto a generación distribuida de energías renovables son consecuencia de una clara política de planeamiento realizada desde comienzos de 2001 hasta la fecha. Estos antecedentes serán objeto de una exhaustiva mirada del Observatorio de Generación Distribuida del INTI.


Revista Saber Cómo N° 84 - INTI
Instituto Nacional de Tecnología Industrial

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Padres e hijos

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por Enrique Pinti



El esquema educativo en cuanto a la instrucción, siendo difícil, no es tan crítico y peligroso como la enseñanza de pautas de vida que debemos transmitir con el ejemplo más que con las órdenes estrictas. Y no son sólo los padres biológicos los que educan; el grupo familiar entero, los amigos adultos y sus hijos, los maestros, los medios de comunicación y los gobernantes también forman parte de una corporación que les muestra el camino a seguir.

Es muy claro que cada niño es un mundo y que aún naciendo en la misma familia, la diferencia entre hermanos es tan notoria que muchas veces hemos visto reproducirse el drama de Caín y Abel. Por eso hay que estar atentos a no hacer diferencias, a no declamar con vehemencia que "todo lo que le gusta estudiar a Tito es lo que no le gusta aprender a Pepito, que es un tarambana" (perdón por la antigüedad de este vocablo). Los chicos oyen, no dicen nada, pero por dentro Tito se infla como un pavo real y Pepito va juntando un odio y una envidia que pueden hacer desarrollar un sentimiento negativo. Otro detalle nefasto es comparar físicos y rasgos con desafortunados comentarios como "yo no sé a quien salió tan negrito si somos todos blancos" o "éste come como una bestia, lo que le des lo traga, es una ciénaga para el morfi; en cambio la nena es un problema, no come nada, nada le gusta y está en los huesos". Sin quererlo, estamos dando mandatos para que uno se convierta en un obeso y la otra en una anoréxica. Parece demasiado tremendista la afirmación, pero ocurre tantas veces que se ha convertido en un cliché de mal comportamiento.

Estimular al que tiene predisposición para el estudio es una cosa, pero presionar al sabiondo hasta el punto de retarlo porque no está en el cuadro de honor de la clase o no es el abanderado en los actos es ponerlo en la obligación de ser el mejor siempre y en todo, y eso, ya se sabe, no es posible.

Perseguir y acosar al perezoso en lugar de ayudarlo a buscar un interés particular por algo que también puede tener que ver con el estudio pero que a lo mejor está mas conectado con habilidades manuales, deportivas o artísticas puede ser la peor manera de educar.

No hay que perder tiempo en los primeros años de vida, ahí se forman las personalidades y hay que hacer todo lo posible para que ni la envidia, la soberbia, la pereza, la gula o la ira hagan nido en esas personitas en formación.

Los golpes de la vida les enseñarán el resto, y ellos mismos se verán en la situación de ser padres, maestros y educadores, y como los hayan criado así criarán.

Lo que hay que saber primero que nada es si uno tiene ese instinto paternal para guiar y cuidar a los niños, no hace falta ser padres biológicos para hacerlo, ya que son infinitos los casos en los que el nacimiento se produce mas por casualidad que por deseo y amor verdaderos y luego la carga de la educación se hace pesada y desagradable y sobrevienen las separaciones amargas y violentas tomando a los hijos como rehenes de situaciones en las que se habla sólo de dinero, cuernos, engaños y descalificaciones. Esa puede ser la peor escuela, la que deja huellas nefastas de las que muchos hijos pueden zafar, pero que a otros tantos los marcan y preparan para una cadena de abusos y malos tratos que ellos practicarán como un espejo siniestro de lo que no debe ser.

  Revista LaNación 9/6/2013.-     .

lunes, 10 de junio de 2013

Variaciones sobre un tema de Renzi

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por Juan Sasturain



Emilio Solari solía ir regularmente a Mar del Plata, a visitar –es un modo de decir– a su padre y a su hermano mayor y soltero. Eran su familia o lo que quedaba de ella. Iba más o menos cada tres o cuatro meses y solía hacer coincidir el viaje con los cumpleaños ajenos y la escasez de fondos propios. No se daba mucha cuenta de eso. Aunque reflexivo y cavilador, sabía menos de sí mismo de lo que creía. Y creía poco. Se había acostumbrado o acomodado a pensar que las desgracias o las pérdidas –incluso las módicas malas noticias, como la repentina enfermedad de su padre– enseñaban algo, y últimamente confundía su desapego con algún tipo de precoz madurez, cierta callada sabiduría. Hacía lo que podía. Y podía poco también. Era un pibe.

Bastante petiso para la media de los varones de su casa, de tímidos anteojos de miope y cabello crespo y castaño, Emilio –a falta de algún otro atributo más aparatoso– se sabía o creía inteligente, aunque desconfiaba cada vez más de los antiguos, mediocres indicadores provistos por el cabotaje familiar: boletines de calificaciones, algunas palmadas profesorales, augurios sobre su porvenir. A los veinte años, no había leído todavía a Paul Nizan, pero intuía que algo empezaba a andar mal y que los años no lo arreglarían. Esa noche de junio en particular, tras tomar un café rasposo en la desangelada terminal de ómnibus de El Cóndor, en Constitución, no estaba demasiado cómodo consigo, con su asiento comprado de apuro –el último, 36 al fondo, pegado al baño– y menos aún con su vida en general. Además, novedosamente, tenía miedo. No de viajar. Miedo de lo que se iba a encontrar, del final del viaje.

Había un silencio total en el micro y apenas un par de luces individuales encendidas lejos, en los asientos de adelante, precisamente donde se había sentado la mina de la peluca platinada portadora consciente de un culo alto y movedizo que había subido delante de él. Emilio sentía cómo el ómnibus avanzaba ahora regularmente en la noche, siempre al sur, cada vez más al sur. Había hecho muchas veces ese viaje nocturno y podía reconstruir de memoria gran parte del recorrido. Este tramo era particularmente triste o indefinido, o una cosa por la otra. Durante unos minutos miró por la ventanilla más sucia que empañada y sólo vio lo que ya sabía: calles y más calles apenas iluminadas, casitas de uno o dos pisos, talleres cerrados, fábricas, carteles apagados, persianas bajas, algún baldío, un caballo, algún policía en cierta esquina, un par de hombres en una parada de colectivo. La sensación, por lo menos hasta llegar a la rotonda de Alpargatas, era que nunca se terminaba de salir de la ciudad.

Suspiró. En el asiento doble ubicado delante del suyo dormía un tipo solo, apoyado en la ventanilla, así que intentó levantar los pies para apoyarlos en el respaldo del asiento vacío. Difícil. El ángulo era apenas superior a los noventa grados –incluso en diagonal– y la posición le resultaba más incómoda que placentera. Al volcarse de costado sintió que el libro que llevaba en el bolsillo externo del saco se le clavaba en las costillas. Lo sacó: Los adioses.

Desde hacía seis meses trabajaba como auxiliar en la sala de lectura de la Biblioteca de la Caja de Ahorro. Iba y venía de los estantes al mostrador. Al principio, sólo entregaba y recibía libros para leer en los largos escritorios iluminados día y noche con lámparas de tulipa verde, contra entrega del documento personal. Después la señorita Nancy le enseñó los rudimentos del préstamo domiciliario. Cuando eran socios con derecho a extracción, verificaba que los carnets amarillos estuvieran al día y anotaba entradas y salidas con birome en la tarjetita calzada en el sobre pegado en la retiración de contratapa: fecha de retiro y fecha de entrega. Pero también había quienes venían a estudiar con sus propios libros, viejos que leían el diario y otros simplemente que se tiraban a dormir en los sillones.

Una vez se asomó a la oficina de dirección a pedir instrucciones:

–¿Qué hago, señor? Dice Nancy que...

–Dejalos –dijo el director levantando apenas la mirada de sus papeles–. Los echan de la plaza. Mientras no ronquen...

Se llamaba Edgar, y tenía un apellido inglés, pero todos en la Biblioteca le decían Poeta. Y era el mejor. Había llegado a director por méritos burocráticos acumulados seguramente en otra época. Ahora lo único que acumulaba era whisky. Tenía la botella acostada en el segundo cajón a la derecha del escritorio con una vasito culón de vidrio grueso. Cada tanto se apartaba de los papeles en los que escribía con tinta y letra chica e inextricable, y se inclinaba hacia el cajón. Emilio nunca vio que desenfundara la Olivetti confinada a una mesita auxiliar, con rueditas, a un costado del escritorio de madera.

–La poesía se hace a mano, fluye así –y escribía con la mano pálida con manchitas rojas, marrones. Las mismas que le decoraban la hermosa y noble cara de nariz colorada, venitas cortadas, ojitos grises casi licuados.

El Poeta sólo se ponía de pie para alcanzar algún libro de la biblioteca personal que tenía a sus espaldas. Entonces se podía ver lo largo que era, el traje gris formal y abotonado un poco chico y corto para la pancita que empujaba entre el segundo y tercer botón, los pantalones altos sobre los tobillos.

–A vos te voy a sacar bueno –le había dicho una vez–. ¿Leíste a Lautréamont? Isidore Ducasse, un uruguayo... –Emilio agitó la cabeza–. Son raros, los uruguayos: ¿leíste a Morosoli, a Felisberto? –Lo miró por encima de los anteojos y Emilio repitió el gesto, más cortito–. Tenés suerte.

–¿Por qué?

–Porque los vas a leer, gil.

Y otra vez fue contundente:

–Empezá con Onetti –dijo–. Este te vacuna. –Y le dio Los adioses, la edición de Sur de tapa amarilla.

Pero Emilio ya había rebotado dos veces. No entendía, se perdía, se aburría; no pasaba de la página quince. Ahora sacó el libro del bolsillo y se acomodó. Intentaría leer para no desvelarse. O desvelarse leyendo, si la historia finalmente lo capturaba. Encendió su chorrito de luz individual, una especie de regadera de pálida claridad amarillenta. Tenía ganas de que esta vez le gustara el ambiguo relato del tipo desahuciado que recibía cartas, unas con sobre manuscrito y otras escritas a máquina, iba y venía de ese sanatorio en la sierra. No sin cierto morboso escepticismo empezó una vez más desde el principio.

Y esta vez pudo: casi sin darse cuenta siguió la historia con esfuerzo de vista y cierto desinterés de espíritu durante una media hora larga. La sorda disputa entre su dispersa atención y la prosa morosa que tejía sin apuro ni sentido aparente una trama mínima, de algún modo lo entretenía, lo sacaba de sí mismo al requerirle toda la concentración, como si estuviera desanudando un piolín alevosamente enredado.

–Tiene mejor luz que yo.

No la había visto llegar. La mujer de la peluca platinada apoyaba la cadera en el filo del asiento y lo miraba sonriente, le apuntaba con su librito minúsculo.

–No... –dijo Emilio–. Bah, digo, sí. Supongo.

Parpadeó y cerró su libro como si Onetti fuera cómplice de algo que lo avergonzara.

–¿Qué lee?

Le mostró la tapa de Los adioses.

–No lo leí. ¿Es triste?

–No lo terminé pero viene bastante... –la cara de Emilio trató de expresar sus dudas.

–Yo leo sólo cosas que sé que van a terminar bien.

En ese momento se abrió la puertita del baño y el tipo que forcejeó para salir desplazó a la mujer, que se corrió sólo lo justo para que el otro pasara. Ella no entró en seguida.

–Estas cosas tiene que leer –dijo.

Le apoyó en el muslo el librito que tenían en la mano y se metió en el baño.

Era una novela de Corín Tellado, colección Romance, número 342, de Editorial Bruguera: No me dejes sola. La chica rubia de vestido a lunares de la tapa lagrimeaba de frente tocándose el anillo, mientras a sus espaldas él, con valija y sombrero en la mano, se despedía sonriente. El librito estaba muy leído, las puntas dobladas, el lomo deformado.

Emilio lo abrió al azar, en cualquier parte: “En el camino al aeropuerto Marcel se mostró comunicativo y cariñoso como siempre, incluso un poco más que de costumbre. Le elogió el peinado, la besó detrás de la oreja, donde a ella le gustaba tanto, trató de hacerla reír como sólo él sabía. Pero Silvie no pudo evitar distraerse de lo que le decía su marido. Luchaba consigo misma. Por un lado sentía el impulso de interpelarlo sin rodeos: ¿Quién es esa mujer que te espera en Rennes? ¿Por qué nunca me hablaste de ella? Por otro, temía tanto las derivaciones de la conversación, cualquiera fuera la respuesta, que la esperanza de acabar con su angustia no alcanzaba para hacer que se atreviese a hablar”. Emilio releyó un par de veces la larga construcción verbal de la última frase y cerró el libro. En la contratapa había una foto de Natalie Wood (Artistas Unidos) sacada probablemente de West Side Story.

En ese momento la mujer salió del baño, cerró la puerta con el codo y agitó las manos mojadas:

–¿Tenés un pañuelo?

Emilio abrió las palmas, negó con la cabeza.

–Permiso –dijo ella. Y le metió los dedos en el pelo crespo, le revolvió los rulos un ratito–. Gracias, pichón. Qué lindo pelo.

Y después, sin transición:

–Te la presto, si querés. Yo ya la leí. Y tengo más: soy adicta a Corín Tellado.

–Bueno, gracias –dijo Emilio.

–Chau.

Y se volvió moviendo el culo por el pasillo.

Emilio miró cómo se perdía en la oscuridad, se sentaba y apagaba su lucecita casi inmediatamente. Trató de volver a Onetti. Lo dejó después de leer un par de veces el mismo párrafo y entonces probó con Corín Tellado. No llegó mucho más lejos. Entonces él también apagó la luz. Tal vez porque sintió que se le hacía inútil controlar sus propios pensamientos después de eso tan raro que había pasado. O porque con la luz apagada podía pensar mejor, descontrolar mejor. La cuestión es que apoyó la cabeza en el vidrio frío de la ventanilla y dejó encendida la película personal, incomprensible, que lo entretuvo hasta que el sueño lo venció.

    Diario Página12 3/6/2013.-     .

Gauguin, el deslumbrado

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por Rodolfo Alonso
Poeta, traductor y ensayista argentino


Hace poco se cumplieron, inadvertidamente, ciento diez años de su muerte, ocurrida en Atuona, islas Marquesas, en 1903. Era el final de una prolongada travesía, de un destino que acaso nadie podía prever cuando nació en París, como Eugène Henri Paul Gauguin, un 7 de junio del fatídico 1848. Porque algunas décadas después, el que eligió llamarse, simplemente, nada menos que Paul Gauguin descubrió que quería volver a la inocencia del salvaje, limpiarse de las llagas de la civilización, quería recuperar sus facultades, sus sentidos adormilados lejos de la naturaleza, quería evadirse del cinismo y de la mojigatería, quería ver, volver a ver, hacernos ver.

“¿Qué puedo decir a todos estos cocoteros?”, afirma claramente en su veraz Diario íntimo. Y más adelante: “Debemos tenerlo todo. No puedo conquistarlo todo, pero quiero hacerlo. Permitidme recobrar aliento y gritar una vez más, ¡Gástate, gástate nuevamente! ¡Corre hasta quedar sin aliento y morir locamente! Prudencia..., ¡cómo me aburres con tus interminables bostezos!”

El, francés de París, honesto corredor de Bolsa, estimado por sus superiores, casado con una austera luterana, padre de varios hijos, iba a dejarlo todo. Todo, por completo. (“Quiero ir con los salvajes”, dijo a su amigo, el pintor Georges Daniel de Monfreid, con cuyo respaldo siempre contó.) ¿Qué influencia no habrán tenido en ello su admirada abuela anarquista, Flora Tristán, o su infancia asombrada en la para él exótica Lima, “ese delicioso país donde nunca llueve”, o la muerte de su padre, Clovis Gauguin, que sufrió un colapso cuando desembarcó en Puerto Hambre, sobre el Estrecho de Magallanes, según denunció su hijo Paul, a consecuencia de la afrenta de un capitán?

Imagino, a la vez, lo difícil que habrá sido ser hijo de Paul Gauguin. Quizá por eso, uno de ellos, Émile, llegó a afirmar, refiriéndose al aire de leyenda con que se rodeó a su padre: “Es un lindo cuento. Es una pena contradecirlo. Pero, ¡ay!, no es verdad”.

Lo cierto es que Paul Gauguin, que por algo se diría descendiente, por línea materna, “de un Borgia de Aragón, virrey del Perú”, dejó Francia un día hacia Tahití para convertirse en un mito: el pintor de las islas y de las gentes maoríes, el visionario del color en vivo, ese rebelde irreparable que percibió en forma tan clara el genial dramaturgo sueco August Strindberg, al contestar negativamente la carta donde el pintor le pedía un prólogo: “¿Qué es él, pues? Es Gauguin, el salvaje, que odia a una civilización sollozante, una especie de titán que, celoso del Creador, hace en sus horas de ocio su propia pequeña creación; la criatura que despedaza sus juguetes para hacer otros con ellos, que abjura y desafía, prefiriendo ver los cielos rojos antes que verlos azules con la multitud”.

Pero “las islas pierden al hombre”, como bien lo cantó el poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade. Ni Tahití (donde vive tras su primer y segundo viajes), ni las Marquesas (adonde se establece definitivamente, por tercera vez, en su Casa de Placer) eran ya el Paraíso Perdido. Ahí habían llegado también los gendarmes, los funcionarios, la prepotencia, la desidia, la injusticia, el prejuicio, la torpeza, la ignorancia, para cebarse en los restos de la maravillosa raza vencida (“Una excelsa moralidad, como se ve”, protesta Gauguin, en un largo escrito, ante inspectores de paso). Además, no es fácil dejar atrás años y años, siglos y siglos, de familia y de historia, de costumbres y manías, que pesan sobre los hombros y en el corazón. Todo eso trae angustia, dolor, desazón. Pero horas de segura, precisa exaltación, y de fecunda labor creadora llegarían, también.

“Como veis, mi vida ha estado llena de altibajos y agitaciones. En mí hay muchas mezclas extrañas. Un rudo marino: ¡así sea! Pero también hay raza allí, o más bien dos razas.” Quizá por eso, su arte es también el canto final por una raza pura, noble, fuerte, generosa e infeliz, que fue sentenciada a perecer: la maorí. Pero, ¿por qué no también un símbolo de nuestra propia civilización? ¿Y aun de las que la precedieron y de las que vendrán?

Como lo prueban sus cuadros, su diario, sus libros (especialmente el bellísimo, inefable Noa noa, donde se refleja el deslumbramiento experimentado al descubrir Tahití), todos esos mensajes dirigidos al mundo que había rechazado, abandonándolo, Paul Gauguin quizá no haya logrado desgajarse nunca del todo. (Por otra parte, y como suele ocurrir, ¿no estarían muchos de los males que maldecía dentro de sí mismo, como esos “sutiles y finísimos venenos” de que nos habla Juan L. Ortiz?) De alguna manera, Gauguin seguía recordando a sus semejantes “civilizados”, de alguna manera pintaba y escribía para ellos, quejándose y hasta despreciándolos, sí, pero también pensando en volver.

Monfreid, el amigo fiel, disuadió al parecer a Gauguin de regresar de las Marquesas en sus últimos días, cuando la enfermedad y el atropello (acababan de condenarlo por defender a un maorí contra un gendarme inicuo) culminaban su tarea. “Ya no pintaré más...”, llegó a afirmar entonces, “la pintura ya no puede hacerme vivir”. “¡Padre mío!”, exclamó, “aleja de mí este cáliz”.

Y Victor Segalen, que pudo asistir al miserable remate de los pocos bienes y las muchas obras de arte dejadas por Gauguin después de su muerte, al descubrir el insólito tema del último cuadro, sin firmar aún, casi inconcluso, que pudo adquirir en la irrisoria suma de siete francos, expresaba su asombro con estas palabras: “¿Era esto lo que el pintor moribundo recreaba con nostalgia? Bajo los soles de todos los días, el animador de los dioses cálidos veía un pueblito bretón bajo la nieve...”

Porque algo había ido cambiando en él, definitivamente. Y algo había hecho cambiar también, él, en sus semejantes. Sus cuadros contenían la gracia subyugante y candorosa que deseara, sus colores hablaban hondo, en alta voz. Y hasta sus escritos, sus palabras de pintor, iban derecho al corazón. Allí, en toda esa belleza, estaba infusa la magia, la pasión, el encanto, la vida palpitante que había querido aferrar y poseer.

Paul Gauguin iba a llegar por fin a ser él mismo, indeleble en su pintura indeleble, a costa de sí mismo, saliendo de la leyenda y haciéndose arte activo, imperecedero y para todos. Porque, como él fue capaz de expresar con lúcida certeza: “...Hay muchas cosas que decir, y deben ser dichas”.


Diario Página12 4/6/2013.-

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miércoles, 8 de mayo de 2013

Jesús J. Barquet en nuestro rincón poético

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Destierro sin ángel




Ay, ángel, ¿dónde estás, cómo poder verte?

¿En qué arista del mundo tu recuerdo despidiéndome?

¿Qué largo adiós esta suerte de tierra desconocida?

¿Qué he hecho de mí o qué me han hecho?

¿Qué aún busco

que ya más nunca encontraré?

¿Quién como tú que en un recóndito

recodo del tiempo me aguarde todavía?

Si ya no puedo amar,

si ya no son mis brazos para abrazar sino

para ponerme el disfraz de cada día.

Si ya no sé quién soy ni dónde

se quedó detenida para siempre la vida.

Ay, ángel, ¿dónde estás, cómo poder verte?



Aquel sabor natal, aquellas gentes

que me enseñaron a amar:

las plantas, las calles, los amigos, la casa.

Ay de la patria, raro ventrículo de la razón

de vivir,

suerte de orgullo inmaterial,

de árbol enraizado en su paisaje,

de gaviota volando sobre su propio lar.

Pero, ¿cuál patria?

¿Aquel montón de tierra sobre el mar?

¿El azaroso lugar donde nací?

¿O un hambre del espíritu: una imperiosa

necesidad terrenal

de ese Ser único que todos anidamos?



Nada sé.



No sé ahora ni quién soy

tras este haberme vaciado tanto:

Adiós a las playas de infinitas holguras,

Adiós a las costumbres de familiares texturas,

Adiós a nuestras huellas inocentes y amantes

sobre la arena.

Para ahora de nuevo comenzar, de nuevo

cargarme de extrañas criaturas sin perseguir

ni siquiera una Forma.

Ay, ángel, ¿dónde estás, cómo poder verte?



Quizás también tú me hayas abandonado.







lunes, 6 de mayo de 2013

Amor y espanto

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por Enrique Pinti




Cuando no nos une el amor, sino el espanto, nada termina por salir bien. Tarde o temprano, las semillas del espanto se vuelven contra nosotros y, aunque hayamos logrado aniquilar, suprimir o perjudicar seriamente a nuestros más odiados enemigos, las cosas que queríamos conseguir nos dejarán un sabor amargo.

A veces odiamos tanto a personas o grupos de personas que nos han hecho daño a cualquier nivel que simpatizamos irreflexivamente con gente a la que no conocemos profundamente y que en muchas oportunidades ni siquiera comparten nuestra ideología de vida y nuestras pautas morales, pero que tienen con nosotros un común denominador: el odio a esas personas o grupos de personas que también han dañado las vidas e intereses de nuestros supuestos "nuevos amigos". A partir de esa situación generamos un clima de "alianza contra el mal" que, al no estar fundada en coincidencias profundas ni en causas de fondo, sino en sucesos fortuitos y en casualidades superficiales -o, peor aún, en intereses puramente económicos-, trae como consecuencia la ruptura de pactos creados sólo por el deseo de venganza.

Pasa en la vida cotidiana, cuando hacemos causa común con personas que han sido estafadas por el mismo chanta que se burló de nosotros y luego descubrimos que los "estafados" eran tan chantas como el estafador y nos quemamos las manos que pusimos en el fuego por defenderlos. Pasa en la política, cuando, con tal de voltear a gobernantes corruptos y/o autoritarios, las oposiciones se mezclan en un revoltijo que une izquierdas con derechas, progresistas con retrógrados y religiosos con ateos en alegre montón que, una vez derrocado el "enemigo común", comienzan a pelearse entre sí al florecer las profundas diferencias que se ignoraron con tal de lograr el objetivo, y traen virulentos choques que desequilibran la paz social por muchos años.

Citemos a nivel mundial "la vista gorda" que Europa y Estados Unidos tuvieron con el nazismo y el fascismo con tal de frenar el comunismo y luego, al ver el peligroso avance de Hitler, Mussolini y el imperio japonés con "soluciones finales" de exterminio y genocidio incluidas, las potencias olvidaron momentáneamente su terror al marxismo y se aliaron con los soviéticos para luego volver a distanciarse, crear la Guerra Fría, el Muro de Berlín, la división, el espionaje y la condena a pueblos que quedan de un lado o del otro sin ser consultados y por obra y gracia de un "reparto de territorios" firmado en reuniones de "ex aliados".

Recordemos en la Argentina las idas y vueltas de conservadores contra radicales; militares contra radicales, con el visto bueno de conservadores; radicales y conservadores unidos contra el peronismo, sostenido por una parte de los militares y denostado por otra parte de las fuerzas armadas; peronistas contra comunistas y, luego, desprendimientos de las izquierdas, convertidos en peronistas luchando contra peronistas de ultraderecha, que eran contrarios a una parte de las fuerzas armadas de la derecha y, luego, peronistas adoptando planes económicos y sociales del conservadurismo neoliberal, que habían estado en las antípodas por cincuenta años; el radicalismo socialista y el radicalismo gorila unidos o desunidos según el peronismo imperante, y el peronismo "auténtico" (que nunca terminaremos de saber a ciencia cierta si es el estatismo del primer período, 1946-1955, o la catarata de privatizaciones del menemismo) cacareado cada tanto por dirigentes que han elogiado y/o participado en cada etapa del movimiento y han denostado al perdedor con la misma fuerza con la que los apoyaron en su apogeo.

Es mejor estar unidos por el amor a las propias convicciones y no hacerse amigos por conveniencias temporarias que duran lo que un suspiro y terminan en llantos y lamentaciones, y, lo que es peor, en el infortunio de millones de seres humanos ahogados en el mar de la discordia


Revista LANación 9/8/2009.-


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sábado, 20 de abril de 2013

Miradas de sal

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por Nora Patricia Coria
Profesora de Castellano y Literatura en la Pcia. de Buenos Aires. Estudió cultura y lengua Quechua,
recorrió el país compenetrándose profundamente con lo autóctono, en particular con la cultura de los pueblos andinos, en el Noroeste argentino. Miradas de sal fue la obra destacada por el jurado del Certamen artístico desde la ong noalamina.org. 



Toma la ruta 52. Deja Purmamarca con la ilusión de que las Salinas Grandes, que lo convocaron desde una revista, lo deslumbren cuando las conozca verdaderamente, en todo su esplendor. Algo leyó sobre el trabajo en las minas de sal y no estaría de más ver qué hace allí esa gente.
Va como siempre, en plan de turista independiente. Auto alquilado, cámara fotográfica, mapa rutero, y unos llamativos pero inútiles folletos. Un paisaje surrealista espera a quien allí se encamina, y unos ojos mucho más profundos que los pozos en la sal confían en encontrarse con los suyos.
Transita la Cuesta de Lipán superando con entusiasmo cada repecho, ignorante del intenso e inmenso paso que acaba de dar. Atrás queda la Quebrada de Humahuaca y en ella custodiados los colores. Ha perdido el abrigo de los cerros y el cielo lo abarca todo. Observa con fascinación las sutiles ondulaciones aceitunadas y se admira por el dibujo que las infinitas curvas de asfalto van diseñando. A pesar de la felicidad que le produce creer que está más cerca del sol, le falta el aire. Cuando alcanza el Abra del Potrerillo advierte, a poco más de cuatro mil metros, que esas alturas no son para cualquiera. Próximo a destino, avanza por la ruta que como un tajo parte la salina. Se apresura buscando infructuosamente lo que espera encontrar. Quería alucinarse con la rareza de un desierto de sal y caminar por una llanura blanca, seca, agrietada; sabía que podría apreciar a lo lejos el nevado de Chañi y pensaba tomar las mejores instantáneas. Con eso y con un cielo sin nubes, sencillamente
con eso, pretendía volver satisfecho de la aventura. Es imposible. Las salinas y su gente son parte de la Puna y en esa inmensidad no hay espacio para la trivialidad; allí lo intrascendente se desvanece. Tampoco ve un socavón como suponía, sino muchos pozos rectangulares, cavados a cielo abierto.


El Monitor N° 23
Ministerio de Educación


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