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miércoles, 4 de enero de 2012

Leonardo: los papeles de un genio.

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Por José Andrés Carrazzoni
Extraído de una nota publicada en
Revista "Ciencia Hoy". Volumen 5 N°25



En los años en los que la imprenta se perfeccionaba y Colón llegaba a Latinoamérica, vivía un artista y sabio de condiciones excepcionales, continuador de la pleyade de artistas-técnicos que se iniciara con Brunelleschi en el Quattrocento. El personaje en cuestión, que encarnaba toda la fuerza y el espíritu del Renacimiento, era Leonardo da Vinci. En esta figura universal, el arte, la ciencia y la técnica estaban indisolublemente unidos, como lo prueban las libretas de apuntes que Leonardo llevaba siempre consigo y en las que anotaba, entremezclados, esbozos de figuras para sus cuadros, indicaciones de gastos, pasajes de los autores que leía y dibujos de máquinas que pensaba construir. Sin embargo, hasta fines del siglo XVIII su fama de artista predominó netamente por sobre la del hombre de ciencia, sin duda debido a que los testimonios que dejara de su labor científica quedaron confundidos en un fárrago de papeles difíciles de interpretar; a eso se agregó el deplorable destino que sufrieron tales documentos después de la muerte de su autor, acaecida en 1519. Hace sólo dos siglos que los manuscritos del artista-científico han comenzado a estudiarse seriamente. Leonardo legó todos sus papeles a Francisco Melzi, el fiel discípulo que lo acompañara hasta su lecho de muerte. Cómo aconteció, entonces, su actual dispersión? Melzi, conservó la preciosa herencia hasta su fallecimiento, ocurrido en 1570; luego, Lelio Gavardi, un conocido de la familia, intentó vender 13 de los manuscritos a Francisco de Médici, a quien un asesor, demostrando notable clarividencia, señaló: "Nada de esto puede ser del interés de vuestra Excelencia". Gavardi, desilusionado, entregó los papeles a un amigo llamado Mazzenta, para que los devolviese al hijo de Melzi, Orazio, pero éste no los aceptó y los regaló al segundo de los nombrados. En ese momento entra en escena un escultor de la corte de Felipe II de España, Pompeo Leoni, quien evidenciando gran interés por los manuscritos de Leonardo, consigue que Orazio y Mazzenta le cedan la mayoría de ellos. Entre 1582 y 1590, gran parte de los documentos quedó en manos de Leoni, quien no vaciló en desmembrarlos y reagrupar sus páginas. Esto modificó la disposición original de los escritos de Leonardo, ya que alteró el orden de composición, la cronología y el número inicial de cuadernos. Leoni cedió algunos de ellos a Felipe II y vendió otros, pero entregó la mayor parte a su yerno, quien, hacia 1622, vendió al conde Arconati lo que se conoce como el Codex Atlanticus, que actualmente se encuentra en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Otra parte de los documentos que poseía Leoni fue adquirida por el conde de Arundel y se denomina Colección Windsor. Con el episodio anterior, las aventuras de los manuscritos leonardinos parecían haber terminado; sin embargo, en 1967, la Biblioteca Nacional de Madrid anunció el hallazgo de dos códices que se creían perdidos. Según parece, entre 1620 y 1630, Leoni vendió a Juan de Espina, acaudalado colleccionista español, una parte del corpus leonardino. Espina murió en 1642 y legó sus bienes al rey de España, entre ellos, los libros de Leonardo, que integraron la biblioteca del palacio real hasta 1830, fecha en que pasaron a la Biblioteca Nacional, donde permanecieron ignorados por un siglo y medio.




Revista ConCiencia Año 2 N°3
Revista de divulgación científica de la Secretaría de Ciencia y Técnica
UNL - Universidad Nacional del Litoral



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