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domingo, 10 de marzo de 2013

Profesiones

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por Enrique Pinti




Hay profesiones que no admiten ser ejercidas por personas que no tengan la capacitación necesaria y los títulos otorgados sobre la base de conocimientos teóricos y prácticos debidamente cursados con exámenes rigurosos y altas calificaciones puestas por profesionales de alto nivel.

A nadie se le ocurriría que alguien que no sea doctor en medicina pueda ejercer esa profesión, y mucho menos dirigir un hospital, una clínica o (ni hablar) un ministerio de salud. Tampoco sería bien visto que alguien que no se haya recibido de abogado en una facultad de derecho pueda defender o acusar a nadie en ningún tribunal; sería suicida que un puente fuera diseñado por alguien que no sea ingeniero, o que una casa fuera proyectada por un decorador en lugar de un arquitecto.

Hay otras profesiones que, por el contrario, parecen estar abiertas a cualquiera que se le ocurra que las puede ejercer sobre la base del voluntarismo, la ambición personal o las ganas de ser popular a cualquier precio. Así parecería, entonces, que el arte y la política pueden ser abordados sin estudios previos, sin exámenes y sin garantía de excelencia. Nadie duda, y mucho menos niega, el valor de la vocación, la importancia de la intuición y las condiciones naturales, esas que parecen innatas y que asombran a grupos familiares que descubren las precocidades de alguno de sus miembros que demuestran desde muy temprana edad una facilidad para el canto, el baile, el dibujo o la ejecución de algún instrumento musical. No obstante, eso no implica que a esas condiciones no se le agreguen el estudio, el perfeccionamiento y la disciplina necesarios para llegar a los mejores niveles que sea posible alcanzar. Cualquiera que sea la especialidad elegida, el creador artístico, desde la novela más profunda hasta las acrobacias circenses, pasando por las sinfonías, la música popular, el drama, la comedia, la sátira, el musical, la ópera, el ballet y la revista, puede y debe brindar calidad, agregando a sus cualidades innatas un plus de excelencia que lo harán digno del agradecimiento y la valoración de sus pares y del público. Muchos olvidan estos requisitos, basados en el impacto que muchas veces se consigue con el golpe bajo y la mistificación de un mediatismo rimbombante y engañoso. Esos son los que hacen que la profesión parezca fácil de abordar, revistiéndola de frivolidad, mentiras y arribismo oportunista.

La política, arte de gobernar y disciplina a la que debe llegarse con estudio, sabiduría, honestidad, coherencia ideológica e impecable currículo, se ha convertido -no sólo en nuestro país, sino en muchos otros territorios- en un circo de apariencias, favoritismos y corruptos pases de un extremo al otro del espectro ideológico existente. Se llega por el "punterismo", la obsecuencia y los "servicios prestados" en operaciones de dudosa honestidad, y luego se recorre la escala de puestos, asesorías y misiones imposibles hasta llegar a los más altos honores. Por supuesto que no son todos, que hubo, hay y habrá honestos, estudiosos y cultísimos políticos que honren su profesión con una trayectoria impecable. Pero lo que la ciudadanía percibe a través de las graves falencias que aquejan nuestra vida cotidiana es que no estamos en las mejores manos, y es lógico que uno sospeche que no son los más aptos y capacitados los que ocupan los lugares de decisión para intentar solucionar nuestros problemas. Y cuando el río suena, agua trae.

Al ver la danza de nombres, entre los que se incluyen extrapartidarios, extrapolíticos y extraterrestres que parecen provenir de galaxias desconocidas con candidaturas testimoniales, discursos de apoyo desorbitados y de rechazo y crítica apocalíptica según la conveniencia del momento, uno tiene derecho a pensar que la idoneidad y el currículo importan cada vez menos.

No cualquiera puede ser artista, no cualquiera puede ser político, no cualquier político puede ser artista y no cualquier artista puede ser político. Y en tiempos de tempestad con posibilidades de naufragio, es bueno saber que los que tienen que pilotear el barco son marineros y no excéntricos astros del musical, contorsionistas, grandes empresarios o vedettes.


Revista LaNación 24/05/2009.-


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