por Enrique Pinti
El esquema educativo en cuanto a la instrucción, siendo difícil, no es tan crítico y peligroso como la enseñanza de pautas de vida que debemos transmitir con el ejemplo más que con las órdenes estrictas. Y no son sólo los padres biológicos los que educan; el grupo familiar entero, los amigos adultos y sus hijos, los maestros, los medios de comunicación y los gobernantes también forman parte de una corporación que les muestra el camino a seguir.
Es muy claro que cada niño es un mundo y que aún naciendo en la misma familia, la diferencia entre hermanos es tan notoria que muchas veces hemos visto reproducirse el drama de Caín y Abel. Por eso hay que estar atentos a no hacer diferencias, a no declamar con vehemencia que "todo lo que le gusta estudiar a Tito es lo que no le gusta aprender a Pepito, que es un tarambana" (perdón por la antigüedad de este vocablo). Los chicos oyen, no dicen nada, pero por dentro Tito se infla como un pavo real y Pepito va juntando un odio y una envidia que pueden hacer desarrollar un sentimiento negativo. Otro detalle nefasto es comparar físicos y rasgos con desafortunados comentarios como "yo no sé a quien salió tan negrito si somos todos blancos" o "éste come como una bestia, lo que le des lo traga, es una ciénaga para el morfi; en cambio la nena es un problema, no come nada, nada le gusta y está en los huesos". Sin quererlo, estamos dando mandatos para que uno se convierta en un obeso y la otra en una anoréxica. Parece demasiado tremendista la afirmación, pero ocurre tantas veces que se ha convertido en un cliché de mal comportamiento.
Estimular al que tiene predisposición para el estudio es una cosa, pero presionar al sabiondo hasta el punto de retarlo porque no está en el cuadro de honor de la clase o no es el abanderado en los actos es ponerlo en la obligación de ser el mejor siempre y en todo, y eso, ya se sabe, no es posible.
Perseguir y acosar al perezoso en lugar de ayudarlo a buscar un interés particular por algo que también puede tener que ver con el estudio pero que a lo mejor está mas conectado con habilidades manuales, deportivas o artísticas puede ser la peor manera de educar.
No hay que perder tiempo en los primeros años de vida, ahí se forman las personalidades y hay que hacer todo lo posible para que ni la envidia, la soberbia, la pereza, la gula o la ira hagan nido en esas personitas en formación.
Los golpes de la vida les enseñarán el resto, y ellos mismos se verán en la situación de ser padres, maestros y educadores, y como los hayan criado así criarán.
Lo que hay que saber primero que nada es si uno tiene ese instinto paternal para guiar y cuidar a los niños, no hace falta ser padres biológicos para hacerlo, ya que son infinitos los casos en los que el nacimiento se produce mas por casualidad que por deseo y amor verdaderos y luego la carga de la educación se hace pesada y desagradable y sobrevienen las separaciones amargas y violentas tomando a los hijos como rehenes de situaciones en las que se habla sólo de dinero, cuernos, engaños y descalificaciones. Esa puede ser la peor escuela, la que deja huellas nefastas de las que muchos hijos pueden zafar, pero que a otros tantos los marcan y preparan para una cadena de abusos y malos tratos que ellos practicarán como un espejo siniestro de lo que no debe ser.
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