por Enrique Mezquita
Label Cloud
martes, 24 de marzo de 2009
Un corazón virtual permite conocer mejor las arritmias
por Enrique Mezquita
lunes, 23 de marzo de 2009
Sir Richard Doll
por Silvia Franceschi
Agencia Internacional para la Investigación sobre Cáncer, Lyon, Francia
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viernes, 20 de marzo de 2009
En la jungla
por Enrique Pinti
En medio de tanto maltrato, tanto canibalismo y tanta indiferencia por los problemas ajenos surgen a veces gestos, detalles, frases, guiños y códigos perdidos que nos recuerdan lo mejor de nuestra condición humana.
La jungla peligrosa en la que se han convertido las grandes urbes del mundo esconde entre sus ciénagas de asfalto y sus imponentes arboledas de cemento restos de bondad, solidaridad y respeto. Sólo hay que estar atentos, reconocerlas y agradecerlas con una sonrisa y, si hay ocasión, con un "gracias" que nunca estará demás y será por añadidura una especie de contraseña para autoidentificarnos como personas que todavía no han renunciado al intento de superar los egoísmos y las bajezas que habitan en nuestro interior y que tanta agresividad circundante hacen brotar cada día de nuestra existencia.
Ese taxista harto de un día agobiante con cortes, piquetes, actos, celebraciones, arreglos callejeros, imprudentes peatones que cruzan con luz roja y colectiveros agresivos, es capaz de avisar a una pasajera que ocupa un coche vecino que su abrigo quedó atrapado en la puerta dejando una parte afuera, con peligro de hacerla terminar como Isadora Duncan sin haber bailado nunca en un escenario. Un pequeño gran héroe de nuestros tiempos, en los que la vida de los otros nos importa sólo si es una flagrante y escandalosa invasión a su privacidad.
Esa mujer que ve entre una multitud que sale de un teatro céntrico cómo le arrebatan de las carteras dinero y documentos a un grupo distraído que sale comentando la obra y pega el grito, aun sabiendo que los "descuidistas" son peligrosos y vengativos, puede ser considerada en el argot carcelario una "buchona", "vigilante", "alcahueta" pero es en verdad una persona que no está de acuerdo con el despojo y el robo venga de donde venga.
Esa persona que es capaz de comprarle un sándwich a un chico que pide "algo para comer" sin justificar su negación con la eterna y consabida cantinela de "éstos roban para los grandes que los explotan aprovechando que como son menores no pueden ir presos y así roban sin problemas". Porque el hambre es inocultable y si el pibe pide para comer y no acepta la comida, sino que reclama el efectivo, ahí si se puede y se debe sospechar y no contribuir a la vagancia, pero cuando devora el sándwich, la porción de pizza o el chocolatín que le compró esa persona, ésta podrá escribir al lado de su nombre y profesión como señas particulares: "Ser humano sin prejuicios".
Todavía quedan, y en todas las generaciones pueden encontrarse, aparte de los que trabajan como voluntarios cuidando enfermos y otras actividades altamente solidarias, como los que ayudan a cruzar la calle a discapacitados, los que son capaces de pequeños gestos, como ceder su lugar en una cola de supermercado a gente que ha hecho una pequeña compra a pagar en efectivo si él tiene que abonar con tarjeta una compra enorme que demorará más de diez minutos, tiempo que puede ser precioso para el que espera con un paquete de galletitas o una tirita de aspirinas. Existe todavía esa gente, y están ahí como eslabones perdidos de una cadena de educación y respeto que se va perdiendo, pero que no desaparecerá del todo mientras quede alguien que enseñe a sus hijos (naturales o del alma) que la falta de consideración es un boomerang que siempre vuelve y con inusitada violencia nos golpea como justo castigo a nuestra indiferencia.
La solidaridad brota ante la desgracia y la hecatombe, pero no debería ser así; no deberíamos esperar terremotos, huracanes y cataclismos para recordar sólo ante lo horroroso de la catástrofe que nuestra vida pende de un hilo y que todo lo que no compartimos y todo por lo que odiamos, agredimos y hasta aniquilamos a nuestros semejantes queda reducido a polvo de vanidades y muy poco tiempo después de haber desaparecido de la faz de la tierra se desvanece luego de que nuestros herederos hayan gastado en tonterías lo que tanta lucha nos costó amontonar. No siempre estamos bien predispuestos para ser solidarios, pero sepamos reconocer por los pequeños gestos a los que hacen cosas grandes e imitémoslos.
Revista Viva - 17/08/2008.-
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Jorge Fandermole canta con nosotros
La torcida
Me salió torcida,
a ver quién va a bailarla,
y en un giro de amor la sienta latir
y le endulce la piel amarga.
Marca por la noche
su fatigosa huella,
ciega de soledad, un paso aquí abajo
y otro paso en las estrellas.
Lleva un corazón
desacompasado y duro
y el acento del lado más débil del aire
por donde cae lo maduro.
La torcida no es
tan difícil de cantar
bajo esta luz; más difícil es vivir
de pie en esta tierra y andar.
En tanto no aclare
sobre esta tierra oscura
esta copla andará sangrando en el tiempo
con su torcida andadura.
Agua de la sombra
velada de mis días,
flor que endulza el salar, cruzando el desierto
va tu luna que me guía.
Canto y al robarla
del apagado espejo,
salta como una fiera mi vida astillada
con su quebrado reflejo.
La torcida es esta
voz que no tiene calma,
una canción que me va empujando el sol
en la oscuridad del alma.
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jueves, 19 de marzo de 2009
El sorprendente cerebro del bebé
por Dr. Julio Castaño
Director de la Carrera de médicos especialistas en Neurología Infantil (Universidad de Buenos Aires). Neuropediatra
Consultor del Hospital Italiano de Buenos Aires.
INTRODUCCIÓN
El recién nacido humano es un ser desvalido que requiere el cuidado del adulto para sobrevivir. Esta situación de extrema dependencia contrasta con la de otras especies capaces de movilizarse y obtener alimentos a poco de nacer.Sabemos que el humano alcanza la deambulación alrededor del año, el lenguaje entre el año y los 3 años, la lectoescritura entre los 5 y 7 años y el pensamiento formal (capacidad de abstracción) en la pubertad-adolescencia. Sin embargo, el primer año de vida ha quedado en una especie de penumbra en lo que respecta al desarrollo neurocognitivo. Gran parte de la literatura clásica sobre la maduración del niño en esta etapa se refiere a los aspectos motores y adaptativos. Parecería un período de latencia tras el cual comienzan a manifestarse expresiones de un desarrollo mental que florece con el lenguaje y la capacidad de comunicarse y expresar sus pensamientos. Esa falta de capacidad para expresarse ha impedido conocer aspectos de su desarrollo mental y comprensión en esa etapa por parte del adulto.La investigación moderna y, especialmente, la de la última década demuestra que en ese primer año y ya desde el período neonatal hay evidencia de un procesamiento cerebral de las percepciones y una activa construcción de esquemas mentales y de precursores de las funciones cognitivas. Tengamos en cuenta que el recién nacido a término ha completado previamente su proliferación y la mayor parte de la migración neuronal, gran parte de las conexiones dendríticas, receptores de membrana y neurotransmisores.1-3 Si bien la mielinización está incompleta,4 sabemos que esto no impide la transmisión axonal, sino que la facilita y la hace más selectiva, pero es en los aspectos motores donde se ha podido establecer su correlación con la maduración, no así en otros aspectos como el desarrollo cognitivo. Éste parece corresponderse mejor con la proliferación sináptica y la "poda" (pruning)(a) que alcanzan sus picos en etapas tempranas de la vida, como ha sido demostrado por Rakic5 en primates y por Huttenlocker en cerebros humanos6 entre los 2 y 5 meses y entre los 8 y 10 meses, respectivamente. Estos picos generan, asimismo, un incremento metabólico cortical detectado por tomografía con emisión de positrones (TEP) (Chugani et al).7 Desde lo conductual, sin embargo, no se hace evidente a un observador común todo lo que el cerebro del niño es capaz de realizar en este primer año de vida. Es sólo a través de ingeniosos métodos de investigación clínica que ha sido posible develar estas capacidades de los bebés. Se trata de métodos que emplean técnicas de habituación- deshabituación, preferencia por el estímulo novel, chupeteo de gran amplitud, generalización operante, monitoreo de movimientos oculares, etc.8-13(b) Estos trabajos de investigación clínica, algunos de ellos con el aporte de nuevas tecnologías como las imágenes funcionales (TEP, RMNF, topografía óptica), mapeo de potenciales evocados, magnetoencefalografía, etc., han servido para modificar conceptos que teníamos incorporados sobre las capacidades neurocognitivas del lactante.A los fines de organizar mejor esta revisión vamos a analizar los siguientes aspectos del neurodesarrollo infantil:
1. Visión-Percepción.
2. Lenguaje.
3. Atención-Conexión.
4. Memoria.
5. Precursores de funciones ejecutivas.
Visión-Percepción
El recién nacido puede discriminar caras de otros estímulos visuales, incluidos patrones de caras invertidas.14 A los 3 días de vida pueden discriminar la cara de la madre de otra información visual aislada.15 Esta discriminación, que en ese período temprano se basa en el contorno de la cara y de la línea del pelo, no en los rasgos faciales en sí, se pierde entre el mes y los 2 meses para dar lugar a una discriminación más sofisticada, basada en los rasgos propios de la cara, lo que implica una reorganización en los sistemas de procesamiento de la información visual, probablemente basada inicialmente en estructuras subcorticales y posteriormente, en la corteza fusiforme, tal como lo sugieren estudios con neuroimágenes funcionales.16 A los 2 meses, el lactante puede distinguir diferencias entre el color rojo y el verde y un tiempo más tarde, entre el azul y el amarillo.17 En los primeros 6 meses de vida ocurren cambios notables en las capacidades visuales del niño, con incremento de su agudeza visual, su campo visual, la sensibilidad a los contrastes cromáticos, a los cambios de orientación y a la captación del movimiento en velocidad y dirección.En la actualidad sabemos que antes de los 6 meses los niños son mucho más competentes que lo que creíamos y son capaces de discriminar con precisión los límites entre objetos y el espacio tridimensional.18 Haith ha demostrado cómo niños de entre 2 y 5 meses adquieren la capacidad de anticipar cambios en una presentación móvil19 y entre los 3 y 9 meses, para sintetizar un patrón total a partir de detalles locales separados.20 Entre los 6 y 10 meses logran reconocer objetos como miembros de una categoría.21
Lenguaje
La emisión de las primeras palabras con significado ha sido precedida bastante tiempo antes por la percepción, procesamiento, memorización y reconocimiento de las palabras de la lengua a la que ha tenido acceso el bebé. Existen evidencias -a través de estudios de topografía óptica(c)- que sugieren que a poco de nacer, se activa el lóbulo temporal izquierdo cuando se le hace escuchar habla normal, no así cuando se le presenta una inversión grabada de ella o sonidos no lingüísticos.22 Mas aún, un controvertido trabajo de investigación sugiere que ya en el antro materno el futuro bebé muestra preferencia por la lengua materna antes que por otras lenguas.23 El neonato tiene la capacidad de discriminar fonemas diferentes en una sucesión de sílabas iguales que se le presentan en forma repetida, en las que al cabo de un número de repeticiones se le cambia la consonante (por ejemplo, ta-ta-ta... pa). Esto se demuestra por la modificación registrada en potenciales evocados auditivos que reflejan el fenómeno de habituación-deshabituación). 24 Con la misma técnica se ha podido demostrar que el neonato posee la capacidad de identificar una misma sílaba pronunciada por diferentes voces, sea de varón o de mujer. Puede también reconocer la prosodia o ritmo de las lenguas y discriminar diferencias con estructuras prosódicas distintas (por ejemplo, japonés e inglés). Esta capacidad de análisis prosódico se va afinando y a los 5 meses puede discriminar entre la lengua materna y otras con ritmo similar (por ejemplo, español e italiano).25Antes de los 6 meses, los bebés pueden discriminar gran cantidad de fonemas, incluidos los que no pertenecen a la lengua materna.26Antes del año alcanzan lo que se conoce como "constancia perceptiva", es decir, reconocen una vocal emitida con características acústicas diferentes (por ejemplo, pronunciada por un hombre o una mujer) o sea, que saben que la "a" es una "a" aunque la emitan personas con distinta voz.Después de los 10 meses se produce una reorganización psicoacústica del espacio fonético, con anulación de contrastes consonánticos de lenguas extranjeras y refuerzo de los de la lengua materna.27,28 Sin embargo, pueden conservar la capacidad de discriminar fonemas de lenguas extranjeras si a esa edad se exponen a una serie de sesiones de escucha de esos idiomas.29 Antes del año, los niños son sensibles al orden de las palabras dentro de las oraciones que escuchan y muestran preferencia por frases en las que las palabras con contenido (sustantivos, verbos) y las de función (artículos, conjunciones) siguen el orden normal de la lengua, en comparación con la misma frase con un ordenamiento anómalo. Por ejemplo "el niño pateó al perro" contra "el niño al pateó perro". 30,31 ¿De qué medios se vale el bebé para captar estas diferencias? Es probable que lo logre por la percepción de las propiedades acusticofonéticas del discurso, detectando la asimetría acústica entre las palabras con contenido y las de función32,33 o la transición entre unidades prosódicas.34 Hay autores que sostienen que los niños tienen la capacidad computacional que les permite reconocer las propiedades distributivas de las diferentes unidades del habla y registran cuáles palabras se acompañan habitualmente con otras en las frases escuchadas.35Existe consenso y es de conocimiento general, que el niño comienza a emitir sus primeras palabras con significado alrededor del primer año. En cambio, se conoce menos cuántas palabras comprende el niño antes de alcanzar la elocución y con cuánta antelación. De acuerdo con un estudio realizado en tres ciudades de EE.UU. a través de un cuestionario completado por los padres, éstos informaron que sus hijos de 10 meses comprendían un vocabulario de 67 palabras (media de 2 a 280 palabras), los de 12 meses, 86 palabras (con un rango entre 7 y 242), los de 14 meses, 156 (rango entre 11 y 343) y a los 16 meses, 191 (rango 40-396).36 Si bien las variaciones estándar elevadas, como las que resultan de rangos tan amplios, generan dudas acerca de su confiabilidad, estos resultados fueron convalidados en un estudio de laboratorio realizado en la Universidad de California.37
Atención-Conexión
El recién nacido es sensible y receptivo al contacto físico y a la voz y cara humanas; muestra preferencia por estos patrones, que son específicos de la especie, por sobre otros estímulos visuales y auditivos. Ya a las pocas horas de nacer establece relación cara a cara con su madre y a los 3 meses aparece el "tenis vocal" entre madre e hijo que ya comienza a respetar los turnos en ese parloteo de ida y vuelta. Hacia el quinto mes aprende a seguir la dirección de la mirada del adulto hacia objetos o eventos del entorno, en lo que conforma la capacidad conocida como "referencia conjunta", la que finalmente se consolida alrededor de los 8-9 meses, cuando el niño adopta un rol activo señalando, mostrando o pidiendo un determinado objeto como una forma de interacción social.38 Tomasello y Call señalan que en esta capacidad de referencia conjunta, el niño supera al resto de los primates de cualquier edad y que esta cualidad es la base para alcanzar un año más tarde lo que llaman "razonamiento secundario", es decir, poder entender las intenciones de los otros y razonar acerca de los contenidos mentales de sus interlocutores para poder actuar de acuerdo con ello.39 Esto constituye nada menos que la base de la Teoría de la Mente.40
Memoria
Tenemos en la actualidad suficiente evidencia de la existencia de ciertas formas de memoria de reconocimiento visual desde etapas muy tempranas en la vida del niño.41 A los 2 meses, un lactante puede aprender a reconocer una secuencia de luces en movimiento lo suficiente como para anticipar el paso siguiente.42 Entre los 7 y 10 meses pueden recordar la ubicación de un objeto escondido después de un corto lapso.43 Lactantes de 9 meses pueden reproducir una acción novedosa después de 24 horas44 y al cabo de un mes.45Piaget hablaba de 6 estadios en el desarrollo de la imitación dentro del desarrollo sensoriomotor del niño.46,47 Según este autor, en el estadio 1, correspondiente a los 2 primeros meses de vida, no habría imitación y entre los 2 y los 8 meses, habría seudoimitación -es decir, repetición de modelos del adulto que ya están presentes en el repertorio motor del niño. La verdadera imitación -es decir, reproducción de patrones motores novedosos- tiene lugar, para Piaget, en el estadio 5, que abarca desde los 9 a los 18 meses, mientras que la imitación diferida -repetición de patrones motores novedosos a partir de la memoria- aparece en el estadio 6, que comenzaría para este autor entre los 12 y 18 meses. Sin embargo, Meltzoff demostró que recién nacidos a los que un adulto le mostraba protrusión de la lengua en forma repetida realizaban el mismo movimiento como forma de seudoimitación.48 El mismo autor logró documentar imitación diferida en niños de 9 meses.49 Por otra parte, es nuestra experiencia que muchos niños de 8 a 10 meses pueden reproducir patrones gestuales, como los conocidos juegos de "tortitas de manteca" "antón pirulero" o decir "adiós" con la mano al pedido del adulto o inducidos con la entonación y vocalización de la estrofa que los acompaña.
Precursores de funciones ejecutivas
La corteza prefrontal está constituida por neuronas con capacidad de procesamiento multimodal y es asiento de las funciones ejecutivas. Su maduración sigue un proceso más lento que el resto del cerebro y se completa recién al final de la adolescencia.50 Funciones como la anticipación, planificación, memoria de trabajo, control emocional con inhibición de impulsos y de respuestas incorrectas, flexibilidad cognitiva y capacidad de abstracción, son componentes de las funciones ejecutivas en el cerebro maduro, que alcanzan su mayor expresión en la adultez. Sin embargo, la observación de la conducta de los niños en determinadas circunstancias revela la puesta en juego de algunas de estas funciones o de sus precursores en edades tempranas. Por ejemplo, en el experimento de Haith que mencionamos más arriba en las secciones "Visión-Percepción" y "Memoria", el lactante está haciendo una "anticipación" del último paso en la secuencia de luces que se encienden siguiendo un orden que ha "aprendido" a través de su reiteración.En la prueba A no B de Piaget, el niño de 1 año demuestra "la permanencia del objeto" que fue escondido.51 Esta prueba tiene similitud con la prueba de "respuesta diferida" que Goldman-Rakic ensayó en monos.52 En ella se le muestra a un mono Rhesus dos bacinillas simétricamente ubicadas y a igual distancia de él; en una de las cuales se coloca un alimento recompensa, tapándose luego ambos sitios con sendas coberturas idénticas. Después de ocultarlos a la vista del mono con una cortina durante varios segundos, se levanta la cortina dejando que el mono busque el alimento, lo que logra con éxito porque recuerda lo que vio anteriormente, a menos que se haya lesionado previamente su corteza frontal dorsolateral. Inferimos de estas experiencias que, para lograr su objetivo, tanto el mono como el niño requieren memoria de trabajo y que esta función depende de una corteza prefrontal dorsolateral sana y activa.53Hay una experiencia aún más impactante referida por Meltzoff y Borton: lactantes pequeños a los que se les presentan a la vista dos muestras, una con una textura rugosa y otra lisa y de contornos suaves mientras se le colocan en la boca por separado un chupete rugoso y otro liso. Cuando están con el chupete rugoso tienden a mirar más tiempo a la muestra rugosa, mientras que con el chupete liso dirigen su atención a la muestra de contornos suaves.54 Esta experiencia sugiere la puesta en juego de una asociación intermodal 55 entre una percepción visual y una sensación cenestésica, tal vez precursora del procesamiento multimodal que sólo las cortezas terciarias-de maduración mucho más tardía- son capaces de producir.De todos modos, es probable que en estos ejemplos los niños estén empleando estructuras neurales más simples y de menor evolución ontogénica, que les resultan suficientes para el nivel funcional de esta etapa, las que serán gradualmente reemplazadas por otras más sofisticadas a medida que avanza su maduración y la complejidad de las tareas que las requieren. Así, en la prueba de respuesta diferida y A no B en el niño pequeño,éste puede estar empleando estructuras subcorticales como el núcleo dorsomedial del tálamo que, sabemos, cumple funciones mnésicas de aprendizaje nuevo y que a lo largo de la maduración activará sus conexiones con la corteza prefrontal.56,57
CONCLUSIONES
La revisión de los trabajos analizados precedentemente revela que el cerebro del lactante es sumamente activo ya desde el período neonatal y con capacidades previamente ignoradas en funciones como la visuoperceptiva, el lenguaje, la atención-conexión, memoria e incluso en aquellas que podríamos considerar precursoras de las ejecutivas como son la anticipación y asociación intermodal.Es probable -como sostienen algunos investigadores58- que el lactante emplee estrategias diferentes a las del adulto para realizar la misma tarea, poniendo en juego circuitos y estructuras subcorticales que más tarde se integrarán con otros circuitos, incluyendoáreas corticales superiores. Los cambios en el funcionamiento y en su rendimiento dependen no sólo de la maduración de regiones específicas del cerebro sino también de una mayor integración de circuitos neurales incorporados a lo largo del tiempo en creciente complejidad. Existen ejemplos de situaciones equiparables referidos en la literatura y de observación en la práctica en otras etapas del desarrollo. Así por ejemplo, cuando un niño de 6 años responde acertadamente en la prueba de analogías del WISC, lo hace a través de un pensamiento concreto, mientras que el adolescente de 15 años alcanza el mismo resultado empleando un razonamiento más elevado que hace uso de abstracciones.Lo cierto es que el lactante posee capacidades que superan lo que la generalidad de los adultos creen o son capaces de detectar. En este sentido, es importante que el pediatra conozca estos aspectos del desarrollo infantil, ya que ello le permitirá tener una concepción más acabada del niño en ese primer año y a su vez, podrá ilustrar y aconsejar a los padres en situaciones en las que corresponda y sea útil aplicar este conocimiento.Si bien los métodos utilizados en los trabajos que constituyen el material de esta revisión fueron diseñados con fines de investigación, pueden servir de base para confeccionar pruebas que sirvan para evaluar más a fondo las capacidades del lactante y establecer una valoración y un pronóstico más ajustado de su neurodesarrollo. De hecho, la prueba de Fagan59 es un ejemplo de una prueba de determinación de inteligencia en infantes que surgió a partir de las investigaciones originales de Fagan60 sobre el tema. Esto puede tener su aplicación en medicina legal y especialmente en casos de adopción.Por otra parte, estas pruebas pueden servir para detectar alteraciones más sutiles o menos aparentes que las que muestran los exámenes convencionales después de la acción de noxas con eventual afectación del sistema nervioso central en lactantes.61
Notas
a) Se denomina "pruning" o poda al proceso de eliminación de dendritas y sinapsis que sucede a una excesiva proliferación y que es necesario para la organización cortical.
b) Las técnicas de habituación-deshabituación se basan en la tendencia de los bebés a reorientar su atención cuando perciben un cambio interesante en su entorno auditivo o visual.Preferencia por el estímulo novel: cuando se le presentan dos estímulos de los cuales uno es conocido para él y el otro es nuevo, el bebé presta inicialmente atención al conocido y a continuación al novedoso, dedicándole mayor tiempo a este último.Chupeteo de gran amplitud: se basa en la tendencia del bebé a succionar con mayor vigor cuando percibe un estímulo novedoso o interesante.Generalización operante: se entrena al bebé a lateralizar la cabeza dirigiendo su atención hacia un tipo o categoría de sonidos lingüísticos con exclusión de otros. Esto permite establecer los límites entre categorías fonéticofonémicas desde el punto de vista del bebé.
c) La topografia óptica es un método de neuroimágenes que emplea luz cercana al infrarrojo para detectar cambios en la oxigenación cerebral, ya que al absorberla la oxihemoglobina permite medir su concentración, que variará en función de la actividad funcional regional. Es ideal para utilizarla en neonatos por su inocuidad.
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miércoles, 18 de marzo de 2009
Cómo aprender ciencia cocinando: CIENCIA EN PAELLA
por María Ángeles Sánchez Guadix
Profesora de Educación Secundaria en el IES “Isabel la Católica”
Guadahortuna - Granada, España
Introducción
Después de consultar las reflexiones de Porro (2007) sobre los motivos por los que estudiantes de secundaria no eligen química como carrera universitaria, comprendo que este problema es universal. Quizás una forma de despertar vocaciones químicas sea presentando de forma diferente esta materia que de por sí es suficientemente atractiva, y por qué no a través de la cocina.
Comer es una necesidad, pero a la vez un gran placer. También existe placer en el acto de cocinar, especialmente si lo aderezamos con un poco de ciencia para interpretar lo que estamos creando. La cocina debe ser divertida y relajante, además de creativa. Si estimulamos al alumnado para que aprendan ciencia cocinando y le permitimos experimentar y divertirse, irán descubriendo los placeres de la cocina, y por qué no, los de la ciencia, mientras que aprenden una lección para toda la vida (Sánchez Guadix 2007, Ortalli y Ricati, 2007).
Aprender ciencia preparando una paella
Uno de los platos por los que se conoce internacionalmente la gastronomía española es la paella. Recetas de paella existen tantas como personas que se pongan manos a la obra para prepararla. Hemos de elegir una, así que nos quedamos con la publicada en “El libro de las técnicas de cocina” de “El País-Aguilar”, 1997, para preparar una paella valenciana.
Ingredientes:
750 g de pollo
500 g de conejo
4 tacitas de café de arroz de grano medio
250 g de judías verdes (ferraúra)
125 g de judías de grano tierno
200 g de garrafón fresco (100 g si es seco)
2 tomates
8 cucharadas de aceite
1 ramita de romero
1 cucharadita de pimentón
Azafrán
Sal
2 litros de agua o caldo
Nota del editor:
garrafón: Variedad de alubia (judia, poroto, habichuela) ancha y grande de origen español, muy utilizada para la típica paella valenciana
judías verdes (ferraúra): chauchas
judías de grano tierno (tavella o tabella): porotos blancos
Procedimiento:
Freír: Trocear el pollo y el conejo, sazonarlos, calentar el aceite y freír las carnes hasta que estén doradas.
Rehogar: Añadir las judías verdes limpias a la paella si son frescas, si son de lata se incorporan con el arroz. Agregar el tomate pelado y picado o rallado y rehogar ambas verduras.
Cocer: cubrir con el agua hirviendo y cocer hasta que las carnes estén tiernas. Añadir los distintos tipos de judías (garrafón y tabella), así como la ramita de romero. Comprobar el punto de sal y agregar el pimentón y unas hebras de azafrán. Dejar cocer hasta que las carnes y los demás ingredientes se hagan y el caldo esté sabroso.
El arroz: Reservar un poco de caldo por si hiciera falta añadirlo durante la cocción del arroz. Cuando el líquido quede bajo los remaches de las asas de la paella, echar el arroz y mezclar con la espumadera para que resulte bien igualado. Cocerlo a fuego vivo los 10 primeros minutos, a fuego gradualmente más bajo 8 o 10 más. Por último dejar reposar 5 minutos fuera del fuego antes de servir
Si consideramos esquemáticamente esta receta, podemos comprobar que hay muchos momentos útiles para reflexionar aprendiendo ciencia y numerosos conceptos científicos que estudiar.
Figura : Momentos de reflexión didáctica en la preparación de la paella
Veamos detenidamente estos momentos, así como sus aplicaciones didácticas
Antes de empezar:
Suele ser frecuente tener en casa algunos de estos ingredientes congelados, por ejemplo las carnes. Pues bien, didácticamente se puede hacer un repaso interesante sobre las propiedades térmicas del agua y del hielo. Así pues la conductividad térmica del hielo a 0ºC (2,24 Wm-1K-1) es cuatro veces mayor que la del agua a la misma temperatura (0,57 Wm-1K-1), lo que indica que el hielo conduce la energía calorífica a una velocidad mayor que el agua inmovilizada, por ejemplo, en los tejidos. Recordemos que la velocidad de conducción del calor a través de un cuerpo por unidad de sección transversal es proporcional al gradiente de temperatura que existe en el cuerpo, según la ley de Fourier, y que el factor de proporcionalidad es precisamente la conductividad térmica (Wm-1K-1= mkgs-3K-1).
Es importante también la difusividad térmica, ya que indica la velocidad a la que los alimentos sufren cambios de temperatura. La del hielo (11,7 10-7 m2 s-1) es, a 0ºC, unas nueve veces mayor que la del agua (1,3 10-7 m2 s-1). Las diferencias existentes entre los valores de conductividad y difusividad térmicas de agua y hielo explican por qué los tejidos se congelan más rápidamente que se descongelan. Cuestión ésta a tener en cuenta cuando hemos de descongelar para la preparación culinaria que nos ocupa.
Evidentemente, hemos de lavar las carnes y verduras antes de añadirlas al guiso, de hecho hemos encontrado un truco que dice:
“La mejor manera de lavar el arroz es ponerlo en un colador y meter éste en la cazuela con agua. De esta manera con la mano se va removiendo el arroz en el agua, que hay que cambiar varias veces hasta que éste del todo limpio”.
Ahora bien, modernamente hay un proceso industrial para recuperar parte de las vitaminas que se eliminan del arroz en el proceso de abrasión (eliminación de la cutícula en forma de salvado). Este proceso consiste en sumergir los granos de arroz en una disolución de vitaminas y después secarlo. Por tanto, el arroz no se debería lavar si no queremos perder estas vitaminas. Además, puede absorber agua, por lo que al final nos saldrá un arroz caldoso.
Son numerosas las cuestiones científicas que podemos plantear en el aula al hilo de estas observaciones. Por ejemplo, se puede realizar un estudio de la solubilidad de distintas sustancias en medio acuoso o plantear una investigación abierta sobre la cantidad de agua que puede absorber el arroz. En dicha investigación es de gran importancia el control de variables.
También es importante el recipiente donde preparamos este plato, de hecho, el recipiente plano y metálico que le da el nombre a este plato es la paella. Al ser de base ancha y paredes bajas, la evaporación de agua es más rápida y el grano queda suelto, seco y entero. También es necesario que el fondo sea plano para que reciba uniformemente el calor. Puede ser un buen momento para recordar las formas de transmisión del calor y las propiedades térmicas de los metales.
Velocidad de reacción
Hemos de reflexionar ahora sobre la necesidad de trocear y picar los ingredientes. En general, las reacciones ocurren tanto más rápidamente cuanto mayor sea la superficie de contacto entre los reactivos. Al cortar la carne o las verduras en trozos pequeños, aumenta la superficie de contacto con el aceite y por tanto la velocidad a la que ocurren los distintos cambios implicados en la fritura.
Como sabemos, otro de los factores que aumenta la velocidad de una reacción es el aumento de temperatura, esto justifica que las comidas se cocinen antes en una olla a presión que en una cazuela abierta.
El grado de agitación también facilita los cambios sufridos por los alimentos. Cuando se prepara una comida se emplea una cuchara o removedor para ayudar a que se mezclen todos los ingredientes de forma homogénea. Aunque las moléculas de cada una de ellos tienden de forma natural a mezclarse, tardarían mucho tiempo. Remover es aumentar la velocidad de las moléculas y por tanto facilitar el proceso.
Estas reflexiones culinarias se podrían justificar a la luz de la teoría cinética de la materia, piedra angular de la Química.
Composición de la carne
Si consideramos la composición de la carne (15-20% de proteínas de alta calidad o ricas en aminoácidos esenciales, glúcidos escasos y en forma de glucógeno, porcentajes variables de grasas, sales y vitaminas poco abundantes), podemos hacerle recordar al alumnado las moléculas orgánicas de interés nutricional así como sus funciones en el organismo. Puede ser un buen momento para determinar experimentalmente la proporción de agua que contiene la materia de los seres vivos, en este caso un trozo de carne de un animal. Para ello, basta con pesar un trozo y calentar convenientemente hasta su total deshidratación. La pérdida de peso corresponde al agua contenida en la muestra inicial. Una sencilla proporción nos permitirá calcular el porcentaje buscado.
También puede ser un buen momento para estudiar la desnaturalización de las proteínas. De hecho, la coagulación de las proteínas es una de las razones fundamentales por la que los alimentos cambian cuando se cocinan. Ahora bien, el calor no es la única manera posible de coagular las proteínas. Algunos disolventes orgánicos pueden producir efectos similares, por ejemplo, el alcohol etílico coagula la clara del huevo. En otros casos, se coagulan por la presencia de ácidos. La caseína es una proteína que se encuentra en la leche en forma coloidal; no se coagula por sí sola a bajas temperaturas pero sí lo hace si añadimos un ácido. En el estómago de los mamíferos la leche se coagula gracias a una enzima llamada renina (más corrientemente cuajo).
Observando estos hechos es más fácil comprender la estructura de las proteínas como moléculas que contienen largas cadenas cuyos eslabones se llaman aminoácidos. Los aminoácidos tienen átomos de C, H, O, N y en algunos casos átomos de azufre. Debido a la disposición de los átomos en las cadenas, en sus extremos se originan pequeñas cargas eléctricas. Son estas cargas de igual signo las que mantienen muchas proteínas en estado coloidal.
La rotura del coloide y la consiguiente coagulación se logra de varias maneras:
a) Si aumentamos la agitación de las moléculas al comunicar energía calorífica; es el caso de la coagulación de las proteínas del huevo y de la leche al hacer un flan. El calor suministrado hace que las moléculas de las proteínas adquieran un movimiento tal que es capaz incluso de vencer las fuerzas de repulsión eléctricas. De esta manera se juntan, coagulando la masa del flan.
b) Si anulamos las cargas eléctricas; esto es lo que ocurre al añadir un ácido como el zumo de limón o vinagre a la leche. Las cargas eléctricas que contiene el ácido anulan las de las cadenas proteicas al ser de signo contrario y la caseína de la leche coagula.
c) Si aumentamos la agitación de las moléculas por medios mecánicos: por ejemplo al batir la clara de huevo, el procedimiento es idéntico al de calentar.
d) Si deshidratamos el coloide: la estabilidad de algunos coloides, por ejemplo, los de la clara y la yema de huevo, está determinada por la hidratación de sus moléculas. Si añadimos un agente deshidratante, la estructura coloidal se desmorona, y coagulan las proteínas. Este proceso es el que debe ocurrir al colocar la clara de huevo en alcohol; probablemente se produzca al mismo tiempo, y gracias a las moléculas de alcohol, un enlace químico entre las cadenas de proteínas. La acetona produce el mismo efecto que el alcohol.
Momento de añadir la sal
Nos encontramos ante otra situación interesante para reflexionar científicamente sobre los procesos osmóticos: si añadimos la sal al principio del guiso, la carne conservará sus jugos, ya que la concentración de la disolución salina será mayor en el medio de cocción que en el interior de la pieza y ésta conservará un gusto mayor. Pero si esperamos al final de la cocción para salar, las sales minerales de la carne pasarán al caldo para igualar la concentración salina. El caldo quedará enriquecido, pero la carne se volverá más insípida. Por lo tanto, si se persigue un buen guiso donde todos sus componentes deben aportar sus notas, se recomienda salar moderadamente al principio de la cocción.
Por otra parte, al hervir las verduras, conviene también echar un pellizquito de sal; se trata de aplicar el fenómeno de la ósmosis. Lo hacemos para que las verduras no se llenen de agua.
Además hemos de considerar los procesos de desnaturalización de las proteínas puesto que si el aceite está muy caliente este proceso ocurre rápidamente en las proteínas de la superficie de la pieza de carne dificultando el paso de sustancias. Al echar la carne en frío, la superficie de la carne mantiene una porosidad mayor durante más tiempo.
Propiedades de los aceites
Puesto que uno de los pasos fundamentales en la preparación de la paella, así como en la otros muchos platos, es la fritura previa, estamos en una situación excelente para reflexionar sobre la importancia gastronómica y nutricional de las grasas.
Si nos centramos en la primera, tenemos que recordar que muchas de las sustancias que proporcionan los matices del sabor, naturales o producidas durante los procesos culinarios son hidrófobas, por lo que se mezclan con las grasas y aparecen disueltas en ellas, igual ocurre con algunas vitaminas. Por tanto, un guiso sin grasa estará bastante más insípido.
Otro papel culinario importante de las grasas es el de transmitir el calor desde la cazuela a los alimentos de manera uniforme. El agua puede desempeñar bien este papel, pero tiene un límite, puesto que su punto de ebullición es de 100ºC. Utilizando agua nunca se puede sobrepasar esta temperatura (a no ser que se cocine a presión), por tanto, si se quiere alcanzar los 150ºC, indispensables para que tengan lugar las reacciones de Maillard, (de las que nos ocuparemos más detenidamente después), es necesario utilizar aceite.
Y hablando de temperaturas, es necesario recordar el punto crítico de la grasa empleada, o lo que es lo mismo, la temperatura máxima que dicha grasa soporta antes de empezar a quemarse y a generar compuestos tóxicos. La degradación del aceite se debe a que mucho antes de llegar a su punto de ebullición comienza a desestabilizarse generando multitud de derivados orgánicos; algunos de ellos son volátiles y comienzan a desprenderse en forma de humo. El punto crítico del aceite de oliva es, aproximadamente, de 210º C. El de los aceites de semillas, girasol, soja, maíz, etc., es, aproximadamente, de 170º C y el de las diferentes grasas animales, manteca, mantequilla, margarinas, sebos, etc., va de 80 a 120º C. Al ser 180-190º C la temperatura óptima de fritura de la mayoría de los alimentos, se puede afirmar que el aceite de oliva es la grasa más conveniente para las frituras.
Las cuestiones anteriores las recoge la sabiduría popular en forma de trucos o consejos, por ejemplo:
El aceite debe calentarse a fuego moderado, no a fuego vivo.
· Nunca debe dejarse humear el aceite.
· Una forma sencilla de comprobar la temperatura del aceite consiste en echar una bolita de pan en él. Cuanto más rápidamente se sumerja el pan y más tarde en subir a la superficie, más frío está el aceite. Si el pan no llega a sumergirse y empieza rápidamente a dorarse, la temperatura del aceite es elevada, aproximadamente 180º C, idónea para empezar la fritura.
· Nunca deben mezclarse aceites de diferente procedencia, semillas y oliva, ni tampoco aceite nuevo con aceite usado.
Puede ser interesante proponerle al alumnado recoger distintos trucos, similares a los considerados en este artículo, publicados tanto en libros de cocina como en revistas de sociedad, para buscarles la interpretación científica por la que funcionan.
Continuando con nuestra receta, recordemos que estábamos friendo las carnes y que posteriormente debemos añadir verduras. Ahora el término culinario más adecuado es sofreír o freír lentamente en una cantidad escasa de aceite. Se utiliza un fuego bajo para que dé tiempo a que el alimento suelte sus jugos, que se van añadiendo al aceite, de modo que al principio se alcanza alta temperatura, pero poco a poco la preparación acaba siendo un hervido en poco líquido.
Con estas reflexiones probablemente hayamos tenido ocasión de desmitificar el papel perverso de las grasas, valorar su importancia culinaria y la necesidad de incluirlas en la dieta equilibrada. Como complemento a este trabajo se puede determinar, de forma rápida, si un aceite de oliva es virgen o ha sido refinado. Si es así, tendrá un compuesto clorado (tetracloruro de carbono) que se puede detectar fácilmente. Para ello se toma un alambre de cobre con una pinza y se calienta el extremo hasta que no tenga coloración verdosa. Posteriormente se humedece en aceite y se devuelve a la llama. Si aparece coloración verde, indica la presencia de cloro en el aceite y, por tanto, la posibilidad de que haya sido refinado.
Reacciones de Maillard
En nuestra receta, podemos leer que es necesario freír la carne hasta que adquiera una coloración dorada; señal inequívoca de que se han producido las reacciones de Maillard. Ante este nombre, podría ser interesante hacer un poco de historia: El químico francés Louis Camille Maillard pretendía descubrir la estructura de las proteínas, y por eso calentó en un recipiente aminoácidos y azúcares. Así se produjo la reacción que más adelante tomaría su nombre.
La reacción de Maillard es en realidad una sucesión de varios fenómenos, no todos conocidos en profundidad: cuando los aminoácidos se calientan en presencia de hidratos de carbono, se elimina una molécula de agua, y ambos se unen formando un nuevo compuesto. Este reacciona con otros, y resultan moléculas con forma de anillo o aromáticas porque son las que confieren sabor.
En este punto, vuelven a intervenir las grasas; muy especialmente, el aceite. Las moléculas de grasa se unen a las aromáticas e impiden que éstas se evaporen. En una palabra: las moléculas aromáticas que se desprenden conforman el olor, y las que quedan dentro hasta que nos las comemos son las que componen el sabor del alimento.
Evidentemente, en un nivel de enseñanza secundaria no tendría mucho sentido desentrañar teóricamente la sucesión de cambios químicos que se producen en las reacciones de Maillard. Ahora bien, se pueden proponer investigaciones para determinar las características organolépticas, de forma cualitativa, de distintas piezas de carne sometidas a distintos procesos culinarios y en distintos medios: acuoso, graso, aire caliente, microondas...
La cocción de las verduras
Cuando preparamos un plato que contenga distintas verduras, nos puede interesar considerar científicamente en el aula el color y la consistencia de las mismas, tanto por su presencia en el plato como por su textura más o menos agradable.
Pues bien, es necesario reflexionar sobre el color, así las hortalizas y verduras verdes, son verdes porque contienen en sus tejidos moléculas de un pigmento llamado clorofila. La clorofila es el pigmento más abundante en el reino vegetal y su estructura química es similar a la de la hemoglobina de la sangre, sólo que en lugar de un átomo de hierro en el centro de su molécula contiene un átomo de magnesio. La decoloración o la pérdida más o menos intensa del color verde en los vegetales verdes cuando se cuecen se debe a una alteración o destrucción de las moléculas de clorofila. El calor de la cocción facilita que el átomo de magnesio central de la molécula sea reemplazado por átomos de hidrógeno de los propios ácidos del vegetal o del agua de cocción si era neutra o ligeramente ácida. Suele ser frecuente encontrar consejos de cocina que invitan a cocer las verduras con una pizca de bicarbonato sódico, de esta manera el pH del medio será ligeramente alcalino y no se alterará la molécula de clorofila. Si se añade un poco de álcali en forma de bicarbonato sódico, éste actúa así:
NaHCO3 + H+ Ò Na + + CO2Ó + H2O. Los iones de sodio (Na+) se combinan con el residuo negativo del ácido.
Si no se neutraliza el aporte de ácido se destruye parte de la clorofila al tener lugar el mismo intercambio con los átomos de magnesio que con los átomos de sodio del bicarbonato sódico.
Ahora bien, además de impartir un sabor extraño al guiso, el bicarbonato sódico afecta negativamente a la textura de los vegetales, poniéndolos excesivamente blandos, ya que aumenta la solubilidad de la hemicelulosa de las paredes celulares de los mismos.
Llegados a este punto, se puede proponer en clase una investigación para determinar la influencia del pH del medio en la cocción de judías verdes considerando parámetros como el color y la textura.
También puede ser interesante estudiar las características ácido-base de distintas sustancias que podemos encontrar en casa. Para ello lo mejor es utilizar indicadores caseros como la lombarda (repollo colorado). Para ello hemos de trocearla, añadirle agua hirviendo, dejarla reposar durante quince minutos y filtrar. Ya estamos en condiciones de usar este extracto como indicador. La razón de esta utilidad hemos de buscarla en la existencia de una familia de pigmentos llamados antocianinas que son los responsables de los colores rojos, púrpuras y azules de muchas hortalizas, flores y frutos, como lombarda, remolacha, rábanos, uva negra, moras, etc. Todos ellos son solubles en agua y muy sensibles a las variaciones del pH del medio. Esto quiere decir que se comportan como indicadores de ácido-base. En medios ácidos son rojos, en soluciones neutras muy ligeramente violáceos y en medios alcalinos de color azul.
El color de los vegetales sigue siendo el protagonista de otros trucos culinarios, a modo de ejemplo consideramos el siguiente:
“Si la paella se pone negra porque tienen habas o alcachofas hay que rociarla con el zumo de un limón al reposar”.
El ennegrecimiento que se produce cuando se cortan las alcachofas es debido a una reacción enzimática entre dos sustancias que dentro del tejido vegetal de la alcachofa se encuentran aisladas, pero que cuando se parte la alcachofa y por tanto se rompe dicho tejido entran en contacto produciéndose una oxidación. Las enzimas polifenoloxidasas introducen oxígeno en las moléculas de los compuestos fenólicos que contiene el tejido vegetal de las alcachofas, oxidándolos a polifenoles que son polímeros de color marrón. Este mismo tipo de reacción enzimática es la responsable del ennegrecimiento de otras hortalizas y frutas cuando se parten, como los champiñones, las manzanas, las peras, los aguacates, las aceitunas verdes, etc. Hay varias formas de evitar o controlar dicha reacción, pero la más sencilla y práctica es utilizar zumo de limón para impregnar las alcachofas recién cortadas, ya que la reacción se hace más lenta en condiciones ácidas y por la acción antioxidante de la vitamina C que contiene el zumo, oxidándose ella antes que los compuestos fenólicos. De todas formas, es conveniente añadir las alcachofas rápidamente al agua hirviendo, ya que la temperatura de ebullición destruye la enzima. La adición de las alcachofas sobre agua ligeramente salada es otra alternativa, ya que los iones cloruro de la sal inhiben la acción enzimática.
Didácticamente nos encontramos frente a un nuevo tipo de reacciones químicas: las reacciones de oxidación, y podemos proponer investigaciones para prevenirlas en función de los conocimientos que se han adquirido.
Para terminar con el tratamiento culinario de verduras y hortalizas en la paella, recordemos que suele ser frecuente añadir pimientos al sofrito. En este caso es necesario tener en cuenta que algunos pueden picar. Esto se debe a la presencia de un grupo de sustancias denominadas capsaicinoides, que son producidas por la base del fruto de los pimientos, sobre la que se sujetan las semillas. Estas sustancias pueden actuar sobre los receptores del dolor causando quemazón, lagrimeo, sudoración e incluso ampollas en la lengua. Los capsaicinoides son derivados hidrófobos de terpenos, así que beber agua no remedia el dolor que pueden producir. Dado que son sustancias liposolubles es necesario buscar un disolvente adecuado, por ejemplo aceite. Pero también son parcialmente solubles en alcohol, por lo que se suele asociar la ingesta alcohólica con las comidas picantes. Otra solución sería beber leche, puesto que la grasa de la misma disuelve parcialmente las moléculas de capsaicinoides y además la caseína de la misma se asocia con los grupos apolares de dichas moléculas bloqueando su acción.
Como aplicación didáctica de esta última idea podemos estudiar las diferencias de solubilidad y crear un conflicto con la idea “el agua es un disolvente universal”.
Carne frita con tomate
En las investigaciones que hemos sugerido en párrafos anteriores para el estudio de la desnaturalización de proteínas se utiliza huevo o leche, porque lo hacen con facilidad. Afortunadamente no es tan fácil en el caso de la carne, gracias a una proteína denominada colágeno. Las partes duras de la carne contienen más colágeno que las blandas. El problema que se presenta cuando se prepara una carne dura es ablandar esa sustancia. Afortunadamente no es una tarea difícil. El colágeno de la carne se disuelve con una cocción prolongada y al enfriarse forma gelatina; por ello, la cocción lenta en agua es el mejor método para las partes fibrosas (recordemos que en la receta que estamos siguiendo la carne hay que cocerla hasta que esté tierna). El proceso de transformación del colágeno en gelatina se acelera si al agua de cocinar se le añade un ácido como el zumo de limón, vinagre o tomates como en el caso de nuestra receta.
El agua como disolvente y medio de cocción
Ha llegado el momento de añadir el agua a nuestro guiso y como sabemos hierve a 100º C, temperatura suficiente para que se produzcan cambios químicos de importancia culinaria, aunque no todos, según hemos considerado al estudiar las reacciones de Maillard. Además en este hervido se producen corrientes de convención que aceleran estos cambios.
En este apartado, y como aplicación didáctica, vamos a recordar las características del agua como disolvente. El agua es un buen disolvente para los compuestos iónicos gracias a las fuertes atracciones electrostáticas entre los dipolos del agua y los iones de dichos compuestos. La solvatación iónica se ve favorecida también por la tendencia del disolvente a oponerse a la atracción electrostática entre los iones positivos y negativos que viene expresada por la constante dieléctrica (88). Otro tipo de sustancias que se disuelven en el agua con facilidad son los compuestos no iónicos pero de carácter polar, tales como los azúcares, alcoholes sencillos, aldehídos y cetonas. Su solubilidad se debe a la tendencia de las moléculas de agua a establecer enlaces de hidrógeno con los azúcares y alcoholes y el átomo de oxígeno del grupo carbonilo de los aldehídos y las cetonas. El agua también dispersa muchos compuestos que contienen grupos apolares o hidrófobos formando miscelas, siempre que tales compuestos también posean grupos fuertemente polares, tal es el caso de los ácidos grasos. También, en la mayor parte de las proteínas alrededor del 40 % del total de aminoácidos tienen cadenas laterales no polares que formarían estas miscelas.
Los efectos del calor sobre los nutrientes
Hemos considerado ya algunos de los cambios que produce el calor sobre los alimentos. En general y, si no nos excedemos al calentarlos, se esponjan y se ablandan, lo que hace que los podamos masticar más fácilmente; al mismo tiempo adquieren nuevos aromas y modifican algunas de sus propiedades alimenticias.
La cocción contribuye, además, a destruir las bacterias que puedan acompañar a los alimentos, lo que, además de facilitar su conservación, aumenta su calidad como alimento.
Puede ser interesante considerar en el aula también los inconvenientes del tratamiento culinario de los alimentos por la posible disminución en el contenido nutritivo de los mismos. Dicha disminución se puede deber:
· Al calor, ya que a determinadas temperaturas algunos nutrientes de los alimentos se destruyen.
· A las enzimas propias de los tejidos, que existen en las células de los alimentos y que producen una autodigestión.
· A la disolución de los nutrientes en el líquido de cocción (que después se tira)
· A la oxidación y otras reacciones químicas que hacen inutilizables los nutrientes.
Trucos en la preparación del arroz
Son numerosos los factores que hay que considerar para darle el punto preciso de cocción al arroz, fundamentalmente:
La intensidad del fuego.
El tipo de arroz.
La cantidad de agua.
La dureza del agua y el pH
El sofrito previo del arroz.
En la receta que estamos siguiendo, nos aconsejan modificar la intensidad del fuego a medida que cocinamos el arroz, de tal manera que al principio sea a fuego fuerte y este se modere los últimos minutos. Esto tiene una explicación: si el fuego está demasiado fuerte, es fácil que la superficie de los granos se haga demasiado antes de que haya llegado suficiente calor al centro. También es necesario que el fogón caliente uniformemente el fondo y que el grosor de la capa de arroz no sea demasiado gruesa, pues se cocinará demasiado por el fondo, llegando incluso a tostarse, mientras que los granos de la superficie pueden quedar con el centro duro.
Estos parámetros controlarán la cocción y la evaporación de forma simultánea para conseguir un arroz cocido y seco. Además, la paella necesitará un periodo de reposo de cinco minutos, antes de servirla, para que el poco líquido que quede al apartarla del fuego sea absorbido por el arroz y éste resulte realmente seco, suelto y sabroso.
Habrá que tener cuidado para que no todo el líquido se evapore antes de que termine la cocción, pues si fuese así, el arroz se pegaría al fondo del recipiente. Este pegado se debe a la reacción química entre el material de la cazuela y los componentes del alimento: en este aspecto hay que destacar la facilidad con que reaccionan los metales y las proteínas. Cuando un alimento contiene proteínas (especialmente si éstas se pueden disolver en el agua del propio alimento), la superficie de contacto con el metal debe ser mínima: si la superficie de la cazuela está rayada por haberla limpiado con métodos agresivos, las estrías microscópicas aumentan increíblemente la superficie de contacto: es seguro que la preparación se pegará.
Para evitar el pegado es necesario utilizar un material con poca tendencia a reaccionar con las proteínas y que ofrezca la menor superficie de contacto posible. Existen dos soluciones: una solución es que la cazuela esté hecha de un material poco reactivo, como el vidrio, el barro o la cerámica. La segunda es interponer una capa de material inerte entre la cazuela y el alimento, bien en forma de material antiadherente, o con una capa de lípidos, poco reactivos con los metales.
También el saber popular ha extendido un truco para remediar en parte el pegado:
“Si el arroz de la paella se pega al fondo de la paellera o de la cazuela, se coloca el recipiente sobre el fregadero sobre un paño mojado. De esta manera lo que esté pegado se irá despegando poco a poco. Éste es un truco muy sencillo pero muy eficaz”.
La explicación que justifica el funcionamiento de este truco se encuentra en el hecho de que el enfriamiento brusco del fondo del recipiente, debido a la evaporación del agua de la bayeta, provoca una rápida contracción del metal dilatado que a su vez haría que se desprendiese la capa de arroz pegado (los coeficientes de dilatación del metal y del arroz son muy diferentes). Simultáneamente, la elevada conductividad térmica del metal provocaría también un enfriamiento gradual de la capa de arroz pegado y las capas contiguas que frenaría la difusión del sabor a quemado al resto del arroz. La difusión de moléculas a través de un medio es directamente proporcional a su temperatura. Algunas personas prefieren este arroz tostado puesto que, si el arroz pegado no está totalmente negro y quemado, ofrecerá unas características organolépticas distintas debido a las reacciones de Maillard.
Continuando con los factores a considerar con respecto a la cocción, tenemos que considerar el tipo de arroz. Las diferencias radican en las distintas proporciones de amilosa y amilopectina del almidón de dicho arroz. Aunque la amilosa es soluble y la amilopectina no, paradójicamente los arroces ricos en amilosa son más estables y necesitan un calentamiento mucho más prolongado para que se deshaga el grano. Como consecuencia, no se pasan, pero a cambio tampoco absorben el sabor del caldo. Un arroz alto en amilosa es adecuado para el arroz blanco o para platos en los que el sabor está en los otros ingredientes; para arroces secos resulta mucho menos adecuado.
Además, es necesario tener en cuenta que a lo largo de los procesos industriales a los que se somete el arroz, hay muchos granos que se parten y al final del ciclo industrial lo que se obtiene es una mezcla de granos enteros y granos partidos. En estas condiciones, los granos partidos se cocerían antes que los enteros y cuando estos se fueran a cocer ya habría suficiente amilopectina en el medio para producir la pegajosidad el empaste subsiguiente.
En las revistas consultadas encontramos trucos como los siguientes:
“Una vez el esté hirviendo no hay que remover el arroz ya que si se hace, se pegará. Pero si se pega el remedio consiste en lavarlo con agua fría para quitarle el almidón”.
Al remover se favorece la disolución del almidón y por tanto el empaste y pegado del arroz. Recordemos que la esencia de la cocción de la paella es la extensión, para cocerlo uniformemente sin necesidad de removerlo. Si se remueve, lo más probable es que se rompan muchos granos y, por tanto, se produzca un empaste. Una opción para que el contenido de la paella quede uniforme es agitar el recipiente en el plano horizontal, con movimientos de vaivén, asiéndolo por una de sus asas.
“Un truco de lo más casero para medir la cantidad de agua que se necesita al hacer arroz es el siguiente: cuando el arroz esté en la cazuela se coloca el dedo índice rozando el arroz y se empieza a echar agua. Cuando el agua llegue a la articulación de la primera falange ya es suficiente.”
La proporción entre agua y arroz para paellas ronda entre el 2,5 y 3, dependiendo del resto de ingredientes, es decir si estos necesitan menos o más cocción. Con dos de las clases de arroz más frecuentes en los cultivos españoles, experimentalmente se ha comprobado que la variedad de arroz senia absorbe 200 g de agua por cada 100 g de arroz, mientras que la variedad bomba absorbe 140 g de agua por cada 100 g de arroz.
“Si se ha terminado el caldo cuando cocinamos la paella, y los granos de la superficie no están cocidos, se cubre el arroz con un paño húmedo tapando esa parte seca durante el tiempo de reposo de la paella (unos cinco minutos), ya apagado el fuego”.
La explicación pasa porque la humedad del paño y el calor que todavía desprende la paella ablandará los granos secos.
Otro de los factores que hay que conocer para la correcta cocción del arroz es el pH del agua que se va a utilizar. Si éste es algo ácido, las moléculas de amilosa liberadas en la cocción tienden a hidrolizarse, se disuelven antes y espesan menos el caldo. Por tanto, los granos se deshacen por fuera sin llegar a estar hechos por dentro y es necesario evaporar más agua para compensar la fluidez, por lo que el arroz puede llegar a pasarse. Tenemos que tener en cuenta que algunos ingredientes, como el tomate o el limón, tienen sustancias ácidas, que favorecen esta situación. Cuando el agua procede de zonas calcáreas es rica en carbonatos y se puede compensar la acidez de los ingredientes.
Para terminar con la cocción del arroz consideramos que algunas recetas plantean sofreír previamente el arroz. El verdadero sofrito es cuando se echa el arroz directamente en aceite caliente, sin añadir previamente el resto de los ingredientes. En este caso los granos de arroz se tuestan ligeramente, generan algunas notas de sabor y quedan recubiertos de una película de aceite que dificulta que absorban agua. El almidón se hidrata con dificultad, por lo que el arroz sofrito resiste la cocción sin pasarse, queda menos consistente y se mastica mejor. La consecuencia negativa es que absorbe mal los sabores del caldo, por lo que nunca debe sofreírse en platos donde esta absorción sea necesaria. Si se sofríen los demás ingredientes previamente, sueltan agua y el sofrito se convierte en un hervor; al añadir el arroz en último lugar a este preparado acuoso más que sofreírse se comienza a cocer.
Como vemos las posibilidades didácticas abiertas son múltiples y entre ellas podemos plantear el reconocimiento de almidón o su desdoblamiento en medio ácido o con saliva verificando la presencia de glucosa con reactivo de Benedict, el trabajo con indicadores de pH caseros, investigaciones para verificar las mejores condiciones de cocción, etc.
Para terminar
Para finalizar, hemos de tener en cuenta algunas normas de conservación, aunque nuestro plato se consume en cuanto se prepara. Por ejemplo hemos de tener en cuenta la presencia de una bacteria denominada Bacillus cereus cuando el arroz se ha mantenido caliente o se ha recalentado inadecuadamente: el arroz cocido debe conservarse muy caliente o enfriarse con rapidez y refrigerarse. Los síntomas son vómito persistente antes de que haya transcurrido una hora de haber comido el arroz, o diarrea posteriormente. La recuperación es rápida.
Por otra parte, sabemos que la limpieza de la paella es necesaria hacerla con sumo cuidado, así se evita el rayado y posterior pegado. Además, al guardarla no debe pintarse con aceite, ya que le proporcionaría un sabor rancio al utilizarla posteriormente. Lo mejor es espolvorearla con harina, que absorberá la humedad y evitará que se oxide.
Pero aquí entramos en la química de la limpieza y esto nos daría para varios artículos más.
Breve conclusión
En definitiva con estas reflexiones y propuestas, extrapolables a la preparación de cualquier otro guiso, pretendemos fomentar la cultura científica y las competencias propias de esta alfabetización científica mientras que usamos contenidos propios, también coeducativos, de la estructura disciplinar de la química.
Bibliografía
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Anexo: Distintos autores consultados para la interpretación de los trucos de cocina:
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Revista Química Viva. Vol. 7 N° 1 – 2008
Revista Electrónica del Depto. de Química Biológica,
Fac. de Ciencias Exactas y Naturales,
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Lugares entre no-lugares
por Pedro Falcato
2. Moreno, Mariano. 1810. Prólogo a la traducción del contrato social de J. J. Rousseau. En su Escritos. Buenos Aires: Coni, 1896.