La chardonnay es la variedad blanca más apreciada dentro del pequeño grupo de las cepas clásicas. En los cuatro puntos cardinales, los vinificadores han intentado recrear; al menos parcialmente, el éxito que esta cepa tuvo en sus tierras originales de Borgoña y de Champagne. Estos ensayos han demostrado que se trata de una variedad muy adaptable, que puede producir vinos variados en toda una gama de lugares distintos. Fácil de cultivar, soporta todo tipo de climas, desde los Eríos de Champagne hasta los calores australianos.
Para la chardonnay, los referentes clásicos son los vinos blancos de
Su vino blanco asocia los sabores de la chardonnay y del roble, una pareja muy bien avenida que se encuentra siempre donde se cultiva esta cepa. En general, las barricas de roble se usan tanto para la fermentación del vino como para su crianza.
La chardonnay suele presentar poderosos aromas: en los países más cálidos, el aroma a bollería, a mantequilla fresca, a avellana y a pan dejan paso a los aromas agrios de las piñas y de las frutas exóticas. Los mejores vinos de chardonnay envejecen bien. Otros, sobre todo los que no han sida criados en madera, se hacen para ser bebidos rápidamente. En el caso de los chardonnay, todo depende de la estrategia del vinificador.
Fuente : Larousse de los vinos
.
0 comentarios:
Publicar un comentario