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martes, 26 de febrero de 2008

La Orientación Lacaniana

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Curso de Jacques-Alain Miller del miércoles 21 de marzo 2007


JAM prosigue su lectura del Seminario XXIV, la Una-equivocación, y nos conduce hacia el aire enrarecido de las paradojas donde perdemos el aliento al seguirlo sobre la huella de Lacan pero donde descubrimos que el psicoanálisis es un saber que solo está comenzando!




Jacques-Alain Miller parte de una cita de la Una-equivocación, fechada el diez de mayo de 1977, hace treinta años: “En la verdad, podemos sentirlo, no hay en todo eso más que paradojas”*



El aire enrarecido de la paradoja



En este nivel de la paradoja abandonamos lo común, nos dirigimos, de proseguir con Lacan, hacia un aire enrarecido donde el aliento se vuelve más corto. Estas paradojas, aquel que habla entiende, no el resolverlas, sino “enrarecerlas”, captar su matriz en las antinomias que las condicionan. Si construimos esto el paisaje del psicoanálisis cambia ante nuestros ojos. Y es a lo que asistimos durante este curso que venía al día siguiente de la jornada que tuvo lugar en la Universidad de París XIII, en la Escuela doctoral “Prácticas y teorías del sentido” sobre el tema: “Lacan, el saber, los saberes”: JAM desarrolló allí la oposición del “psicoanálisis de compañía”, que permanece en la sociedad con sus conexiones a las ciencias afines, y del psicoanálisis absoluto, solitario, separado.



El psicoanálisis de compañía y el psicoanálisis absoluto



El psicoanálisis de compañía y el psicoanálisis absoluto pueden coexistir? JAM señala que cuando seguimos la enseñanza de Lacan hay una trayectoria que conduce a este aislamiento del psicoanálisis absoluto. Lacan, en el comienzo de su enseñanza, se presentó con todo un cortejo de disciplinas afines y conexas al psicoanálisis. Freud, a diferencia de Lacan, hacía hablar a los otros en su seminario de los miércoles…Pero, como lo adelanta JAM, en él la actividad de escritura cumplía la función de enseñanza. Freud escribió el psicoanálisis en tanto que , en la enseñanza de Lacan, sus escritos son la consecuencia de su enseñanza oral. Freud encontró sus procedimientos de pensamientos, como decía Lacan, y también sus armas técnicas en un cierto número de dominios de una cultura, que luego se mostró receptiva, que acogió al psicoanálisis. Lacan, como JAM lo subrayaba la víspera, formalizo el humanismo de Freud. Quiso que los psicoanalistas posean el método de la historia que sabía hacer variar la “duración” para producir la historia como construcción, perspectiva. En la época en que Lacan considera que la cura analítica es cuestión de historia, JAM señala que define el inconciente como el capítulo barrado que falta, reprimido de la historia del sujeto. Lacan iniciará a los psicoanalistas en la lingüística para denunciar, mucho más tarde, la carencia del lingüista. Para las matemáticas era sobre todo la teoría de los juegos lo que Lacan, ayudado por su amigo matemático Guilbaud, hacia conocer a sus alumnos, pero también la teoría de los grafos de Norbert Wiener con Claude Berge, Jakobson y su binarismo lingüístico y Levi- Strauss. Todos estos nombres ubicaban al psicoanálisis de Lacan en excelente compañía! Al lado de esto se ubica el psicoanálisis absoluto que es de “mala compañía” y donde Lacan puede hablar mal de todo el mundo! Lacan, en su muy última enseñanza, le hace pito catalán a Levi-Strauss, a Jakobson, e incluso, como lo señala Jacques-Alain Miller, “no se modera en lo que concierne a Freud.”



Lacan y los saberes



JAM, en ocasión de su conferencia del día anterior pudo decír que este psicoanálisis absoluto era a la vez viudo, huérfano y…estéril! Un matemático le dijo al final del coloquio que lo encontró muy pesimista para el psicoanálisis. En efecto, el psicoanálisis absoluto que ya no tiene las cartas de nobleza de sus conexiones es bastante innoble! No espera nada de nadie salvo un poquito de poesía. La última enseñanza de Lacan, para JAM, nos impone un psicoanálisis separado, que hace vibrar a quienes tienen la experiencia de ello!


La antinomia del psicoanálisis



Jacques-Alain Miller comienza a mostrar entonces la antinomia siguiente: el psicoanálisis hace vacilar todos los semblantes incluido el semblante psicoanalítico. La muy última enseñanza de Lacan se sostiene en este borde en que “observamos la función destructiva del psicoanálisis y donde esta potencia termina por arrastrar al psicoanálisis mismo.” La destrucción se termina en autodestrucción y nos preguntamos cómo a pesar de todo, existe el psicoanálisis! JAM nos muestra que no se trata de optimismo o de pesimismo en cuanto al psicoanálisis sino que se trata más bien de una antinomia lógica, lógicamente condicionada por el psicoanálisis mismo. Toda la cuestión, como lo avanza JAM, es entonces saber donde comienza el semblante. La tesis de Lacan es que el semblante comienza en el sentido. Pero todo lo que produce sentido es sospechoso porque no es sino semblante. La equivalencia hecha entre sentido y semblante no es aquí la de los filósofos postmodernos que son ellos mismos superados por ella.



Lo real permite juzgar el semblante



La idea de semblante para Lacan existe a la idea de real.Esto necesita plantear una idea de real y operar con esta idea. JAM: “La idea de real, aquello en relación a lo cual podemos juzgar el semblante” La idea de real comporta la exclusión de todo sentido. Es esta definición la que Lacan interroga. JAM insiste sobre el valor de la frase de Lacan que plantea que “Es en tanto que lo real está desanudado del sentido que podemos aprehenderlo un poco” No es entonces susceptible más que de una “aprehensión débil”, y JAM agrega que es solo cuando destella “fuera del sentido y del semblante” que esto es posible: “no podemos decirlo más que una vez, porque inmediatamente se eclipsa del otro lado, por lo tanto hay que decirlo de cierto modo muy rápido y muchas veces”.



Perdemos el aliento en la pista del uno sin el Otro, residuo de la desconexión


Perdemos el aliento porque no podemos descansar en una definición estable…Hay algo que permite situar un poco las afinidades de lo real y del Uno. Es un “uno” especial cuando lo abordamos completamente solo sin Otro. Cómo podría ser verdaderamente el uno sin el Otro, sin el otro donde surge el sentido? Es necesario un “uno” entre comillas: “Es uno por ablación del Otro”. Al comienzo de la enseñanza de Lacan, el sentido está inducido por la conexión, por esta conexión que es la relación del significante con el significado, luego del significante con el significante. JAM señala que , en el psicoanálisis absoluto, el absoluto del que se trata se obtiene por la ruptura de conexión, por la desconexión. Escribimos finalmente, conforme a un simbolismo a veces utilizado por Lacan, S1 // S2. La doble barra es aquí el símbolo de la desconexión que hace abolición del sentido, inhibe la producción del efecto de sentido y produce el uno como el residuo de la desconexión. El uno nacido de la desconexión sirve de “recurso en el acceso a lo real”, es la “última estación antes de lo real”. Y esta lógica del uno es lo que queda como existencia, ex –sistencia que subsiste fuera del semblante y del sentido. JAM nos muestra: “que lo real exige a la vez la lógica del uno pero en tanto que el uno es aún un sentido, lo real también exige la exclusión del uno”. Esto obliga a Lacan a girar rápidamente, a la vez servirse de y descalificar aquello de lo cual nos hemos servido.



Consecuencias de la antinomia sobre la práctica



Esta antinomia de lo real y del semblante concierne al psicoanálisis como práctica lo que subraya el enunciado de Lacan: “La idea de que no hay real más que excluyendo toda especie de sentido es exactamente lo contrario de nuestra práctica”. Esta frase que hizo aparecer risas en el auditorio permite a JAM decir que él prefería esto a la desesperanza agregando:”Busco en el fondo la vía de salida construyendo antinomias. Aquí más bien que desesperar por el porvenir construyo una antinomia interna al psicoanálisis, una antinomia entre perspectiva y práctica”. El psicoanálisis, en efecto, tiene como perspectiva lo real como separado del semblante. El sentido farfulla, es inconstante. En la clínica, el síntoma “se demuestra como una permanencia en el tiempo que puede hacerlo asimilar a lo real”. Cuando una interpretación que procede por el sentido falla allí resurge el síntoma como ese real separado del sentido. Sin embargo JAM señala que la práctica “opera con el sentido” con “la conexión, la asociación libre” y que ella supone una relación del sentido con lo real.



El psicoanálisis en perspectiva y en práctica



El psicoanálisis presenta un recorrido irregular entre su perspectiva y su práctica pues “hay un hiato, incluso una inversión” entre los dos. El fin de la enseñanza de Lacan está en el registro de “El psicoanálisis juzga al psicoanálisis, como está Rousseau juez de Jean-Jacques”. JAM insiste: “El psicoanálisis como perspectiva juzga que el psicoanálisis como práctica es semblante”. Que el psicoanálisis como perspectiva juzgue al psicoanálisis como práctica condujo a Lacan a calificar al psicoanálisis, en Bruselas, de estafa.Entonces JAM subraya que eso nos permite una relectura del discurso analítico que Lacan había propuesto al comienzo de los años 70, donde hay una ruptura de continuidad entre S1 y S2: S1 // S2. Desde el punto de vista del psicoanálisis absoluto el discurso analítico esta articulado en torno de una desconexión de la relación del significante con el significado. Para Lacan esta falla entre S1 y S2 es precisamente lo que traduce el matema S de A tachado.



El psicoanálisis es un saber que no hace nunca otra cosa que comenzar



La consecuencia de esta ruptura es que “S1, no sería sino el comienzo del saber que se espera en S2”. Y JAM señala, agregando al buen humor de la asamblea, que para Lacan un saber que se contenta siempre con comenzar, no llega nunca a nada! Esto le da un nuevo sesgo al “falta de esperanza” de Lacan que se traduce en su fórmula del Seminario El Sinthome: “Aguardo pero no espero nada”. JAM señala que un periodista le preguntó su epitafio para Chirac y que él respondió “Tenía gran apetito”. Y, en el fondo, un epitafio para Lacan , podría ser, para JAM: “Aguardo pero no espero nada”, es decir, “no esperen la resurrección del cuerpo”. Cada seminario de Lacan es el comienzo de un saber y es un saber que se contenta con siempre comenzar. Recomenzamos cada vez, cada año, pero también cada semana. Es un saber que no hace más que comenzar. Es por ello que podemos decir del psicoanálisis, “Usted no ha visto nada aún!.



El pase recomenzado



JAM agrega :”Es la misma visión que se hacía entender cuando Lacan podía decir que no cesaba de hacer el pase”. El punto de vista “sedativo” es el pase una vez para siempre.El pase obedece también al principio del siempre recomenzado que descansa, para JAM, en esta desconexión, “desconexión que no prohíbe la promesa sino que asegura que no será mantenida”. Lacan va a buscar en la vía de definir al psicoanálisis como una estafa que caería justo en relación a lo que es el significante. Se trataría de llegar a practicar un efecto de sentido que no fuera semblante, un efecto de sentido en el fondo que se reuniría con lo real. Hay saber en lo real, es la hipótesis de la naturaleza escrita en lenguaje matemático. Pero lo simbólico en el psicoanálisis da un efecto de sentido que fracasa para dar cuenta de lo real desanudado de sentido y que, frente a lo real, no es más que mentira.



La mentira, la angustia, el síntoma



Lo realmente simbólico para Lacan es la mentira a la cual él le opone “lo simbólicamente real, es decir que hay en lo simbólico algo real donde encontramos la angustia” JAM nos recuerda que Lacan, en la época de su Seminario La Angustia planteaba la angustia como “precisamente lo que no miente en relación a todo lo que en los efectos de sentido no es más que mentira” Lacan trata de situar el síntoma en el mismo lugar que la angustia como lo que no miente sino como, también , lo que no cesa de girar en redondo, no cesa de escribirse es decir como una conexión necesaria que, según JAM, “transporta sentido a lo real”.En esto el síntoma “es la infracción sintomática”, porque el síntoma sería lo que conserva un sentido en lo real.



Renovar la interpretación


”Es el punto de partida de un concepto renovado de la interpretación que toca al síntoma” JAM, siguiendo a Lacan, distingue dos modos de la interpretación según que esté pensada a partir de lo realmente simbólico o a partir de lo simbólicamente real. O sea: La interpretación, no es más que una mentira que no actúa sino sobre los semblantes pero que es impotente en lo que concierne a lo real”. O bien, si definimos la interpretación del lado de lo simbólicamente real, esto demandaría poner a punto lo que Lacan llamaba un significante nuevo: “No es un significante en particular, es un modo nuevo, un modo de existencia nuevo del significante, al menos un nuevo uso del significante que no tendría, como lo real ninguna especie de sentido, de allí su referencia a la poesía, de allí su proposición que hay que poner en su lugar en este esquema según el cual solo la poesía permite la interpretación”. La poesía produce a la vez un efecto de sentido, pero al mismo tiempo produce un efecto de agujero, un vaciamiento. JAM plantea que es por su efecto de agujero que sería adecuada al objeto y por lo tanto al forzamiento de la mentira en el sentido de lo real.

Neurosis, psicosis e inmersiones

JAM concluye con la clínica que se deduce de esto para Lacan: “La neurosis se sostiene en las relaciones sociales es decir que la neurosis no es tanto un fenómeno del uno sino el resaltado de la inmersión del uno en la esfera del Otro en particular tal como se articula en el seno de relaciones de familia.” A lo cual opone en la psicosis “el automatismo mental que se presenta por la inmersión del Otro en el Uno donde la multiplicidad de lenguas se ponen a pulular”, la psicosis “se sostiene en el Uno que ha absorbido el caos del discurso universal y que lo experimenta, lo vive, si puedo decirlo, en su interior”. El psicoanálisis del neurótico es una recaída. Partimos del Uno inmerso en el Otro y los semblantes que se vehiculizan allí vacilan y se evacuan hasta que el sujeto tenga acceso a su hablarse a sí mismo, al autismo de su discurso y es entonces que la interpretación encuentra su valor de intrusión de un modo nuevo del significante.”

Traducción: Silvia Baudini

*la cita del comienzo se encuentra en Ornicar 17/18 pagina 17

(From Philippe La Sagna for TLN 319)

El padre (decepcionado) de la nanotecnología

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Eric Drexler inventó la nanotecnología, pero lo que el creyó que había inventado no es lo que ha ocurrido.

Es indignante ver que te han robado tu invento. No obstante, Eric Drexler no cree que eso es lo que le ha pasado a él. Más bien , y para peor, cree que le han robado el nombre de su invento y se lo han aplicado a otra cosa. Ese nombre es nanotecnología, y el Dr. Drexler está enojado porque siente que el robo le ha impedido continuar con su visión original, puesto que el término nanotecnología, que alguna vez tuvo un significado preciso, si bien remoto, ahora está en boca de cualquier individuo que tiene un proyecto para elaborar cosas muy pequeñas y la necesidad de conseguir una subvención oficial o reunir un capital empresario de riesgo.

Es evidente que la miniaturización no es una idea nueva. Uno de los objetivos más consistentes de la innovación ha sido el de hacer cosas lo más pequeñas posible. La pequeñez ahorra lugar, hace posible que las cosas sean portátiles, que se puedan juntar más componentes para lograr objetivos más sofisticados, y para mejor, ahorrar en la cantidad de materiales utilizados y por lo tanto en el costo. Fue Richard Feynman, uno de los físicos más famosos y eclécticos del siglo XX, el que primero tuvo la idea de que la miniaturización podía recorrer todo el camino hasta llegar al nivel molécula, y que se podrían fabricar artefactos con componentes hechos de una cantidad definida y contable de átomos. Así lo hizo en 1959, en una conferencia titulada: “Hay mucho lugar en el fondo”: -No sé cómo hacer esto en pequeña escala y de una manera práctica, pero sí sé que las computadoras son muy grandes, llenan cuartos. Por qué no podemos hacerlas muy pequeñas, con minúsculos alambres, elementos chicos, y cuando digo chicos quiero decir chicos. Por ejemplo, los alambres tendrían que tener de 10 o 100 átomos de diámetro y los circuitos una transversalidad de unos pocos miles de angstroms. Todos los que han analizado la teoría lógica de las computadoras han llegado a la conclusión de que las posibilidades de éstas son muy interesantes, si se pudiera hacer que fueran mucho más complicadas por medio de varios órdenes de magnitud. Si tuvieran tantos elementos millones de veces, podrían emitir juicios...Y en muchos otros aspectos tendrían nuevas características cualitativas-.

A fines de los cincuenta la visión de Feynman no era más que una idea fantástica. Pero ayudó a provocar el interés del joven Eric Drexler que llevó sus meditaciones al Instituto Tecnológico de Massachusetts a fines de los 70, convirtiéndolas en un Doctorado en Filosofía y en un libro titulado “Los motores de la creación”, publicado en 1986. Su visión consistía en una revolución en la tecnología de la fabricación. En lugar de ser fabricados de arriba hacia abajo, moldeando y motorizando cosas grandes para hacerlas pequeñas, los objetos se fabricarían de abajo hacia arriba, a partir de sus átomos constituyentes. Es crucial que esto no se haría por medio de los procesos químicos conocidos. Estos implican reacciones en soluciones, en los que al menos un componente es un líquido o un gas. En cambio, el Dr. Drexler imaginó un mundo de “coordinadores moleculares”, - máquinas del tamaño de una molécula que tomarían átomos individuales y los ubicarían exactamente donde hacen falta en el artefacto en construcción. No habría ningún líquido ni gas. Para diferenciar este proceso de la “fase -solución” de la química tradicional, el Dr. Drexler describió esta fase como “fase - máquina”. Los objetos juntados por los coordinadores podrían ser pequeños (dispositivos médicos del tamaño de una molécula que podrían penetrar en las células y retorcerlas, por ejemplo), o grandes (motores de cohetes, por ejemplo). Pero el punto clave era que serían construidos en forma activa, más que juntarse por medio de los procesos fortuitos de difusión que gobiernan la química de la fase - solución.

Una idea atrevida. Pero para vender una idea hace falta el marketing y el Dr. Drexler se las ingenió para lograr un ardid por el que la mayoría de los gerentes de marketing daría cualquier cosa. Acuñó una palabra que ha penetrado en la conciencia popular. Las dimensiones moleculares se miden en la billonésima parte de un metro, y se las conoce como nanómetros, de manera tal que llamó a su visión “nanotecnología”. Uno de los temas de “Los motores de la creación” es la idea de replicadores noveles - algunas clases de la nanotecnología implicarían aparatos moleculares que podrían reproducirse a ellos mismos-. Pero el libro también menciona otro tema, la idea que Richard Dawkins, un biólogo de la Universidad de Oxford, tenía acerca de cómo describir la cultura humana en términos de “memes” o unidades mínimas de información y replicación cultural.

Tal como la describe el Dr. Drexler, la nanotecnología puede llegar a ser o no. Lo que es innegable es que ha creado un nuevo replicador. El término nanotecnología se convirtió en uno de los “memes” más exitosos del pasado siglo XX. También ha ilustrado otra de las propiedades de los replicadores, su tendencia a mutar. Como un gen que originariamente tenía una función, y luego desarrollaba otra distinta, la nanotecnología se utiliza actualmente para significar algo bastante distinto de la visión original del Dr. Drexler. Irónicamente, eso parece ser así porque fue, en primer término, una buena herramienta de marketing.

¿Hay espacio disponible?

El nicho ecológico en el que la palabra nanotecnología habita actualmente está mucho más cerca de la química tradicional que del mundo Drexleresco de los coordinadores y la fabricación molecular. Prácticamente cualquier cosa que implique el fabricar moléculas con un poco más que algunas docenas de átomos en ella es subirse al carro de los triunfadores. Por supuesto que los cínicos, que son muchos, dudan de que en realidad la palabra describa algo concreto, más allá de una tendencia que se hubiera producido de cualquier modo para lograr una química aún más precisa. Los cínicos tienen motivos para ser escépticos, porque la única cosa que el término nanotecnología sin lugar a dudas sí describe es presupuestos elevados. La llamada Acta de Investigación y Desarrollo Nanotecnológico del Siglo XXI, por ejemplo, fue convertida en ley por el Presidente George Bush en diciembre pasado. Este Acta propone agregar 3,7 billones de dólares al presupuesto de la Iniciativa Nacional de Nanotecnología del gobierno norteamericano entre el 2005 y el 2008.

No obstante, los cambios ecológicos no se producen sin ninguna razón, ya sea en la biología o en la sociología. Y aunque mucho de la “nueva ola nanotecnológica” se hubiera producido de cualquier modo, en realidad no está sucediendo como fabricación molecular. Todavía hay pocos productos comerciales, pero algunos ya aparecen claramente en el horizonte. Los objetos llamados nanotubos de carbono, por ejemplo, se emplean en una nueva generación de unidad de exposición que combina el método agudo de generación de imágenes usado en los tubos de rayos catódicos con una pantalla tan chata como la de un exhibidor de cristal líquido. Los nanotubos también pueden ser la base de un nuevo conductor eléctrico que sería tan bueno como el cobre para la transmisión de energía, pero más barato y seis veces más liviano. Los transistores del tamaño de una molécula y otros componentes electrónicos semejantes ya se han creado, y los investigadores están tratando de descubrir cómo ensamblarlos. Las “nanopartículas” de dimensiones controladas se han utilizado hasta en las pantallas solares.

Pero los nanotubos proceden de los gases utilizando catalizadores tradicionales. Y los transitores y nano-pantallas solares de tamaño molecular también se sintetizan sin que haya a la vista un coordinador molecular. ¿Importa? En el grandioso esquema de las cosas, probablemente no. Tal como lo dijo Shakespeare, “¿Qué hay en un nombre? Aquello que llamamos una rosa olería igual de dulce con otro nombre’’. Si los nanotubos, la electrónica molecular y hasta las pantallas solares terminan oliendo dulces- en otras palabras, generando productos útiles y lucrativos- al usuario no le importaría si los métodos utilizados para producirlos se llaman química o nanotecnología. Pero tal vez haya otras dos razones más sutiles por las que preocuparse sobre la mutación mimética que ha identificado la química con un rótulo completamente nuevo.

¿Una previsión acertada?

Una de estas razones es que la nanotecnología no es el único “meme” que el Dr. Drexler ha desencadenado. También inventó el término “plaga gris”. En “Los motores de la creación” debatió la idea de que los coordinadores autoreplicadores podrían comerse todo lo que tuvieran a su alrededor y convertirlo en más coordinadores. La masa resultante sería, -sugirió-, una “plaga gris” que podría apoderarse del planeta. Hay muchas clases de motivos por los que, aún si la nanotecnología Drexleresca de la máquina - fase se llegara a producir, la “plaga gris” no es una consecuencia plausible. Pero eso no ha bastado para impedir que el miedo, con la pequeña ayuda de ciertos grupos temerosos a la tecnología, se instalara en la imaginación pública. Hasta el heredero del trono británico ha expresado su preocupación por la nanotecnología, como consecuencia de haber leído acerca de la “plaga gris”. No es probable que esta noción vaya a detener el progreso, pero podría hacerlo. La oposición a la biotecnología agrícola se hizo fuerte sin demasiado fundamento científico.

Un segundo libro, “Nanosistemas”, publicado en 1992 demostró bien que los nanoaparatos funcionarían si pudiesen fabricarse, pero fue vago acerca de cómo lograr que eso fuera posible. Muchos químicos importantes creen que eso se debe a la imposibilidad de fabricarlos utilizando coordinadores moleculares. Su objeción la esbozó Richard Smalley, de la Universidad Rice de Texas, en un intercambio reciente de correspondencia cono el Dr. Drexler en “Chemical and Engineering News”. El Dr. Smalley, cuyos proyectos incluyen el trabajo sobre transmisores de energía nanotubos, dice que las consideraciones de la geometría, las dimensiones de los átomos, y el espacio disponible para trabajar significan que los coordinadores jamás podrían hacer las clases de trabajos que el Dr. Drexler les asigna. El Dr. Drexler niega esto con vehemencia y alega que el Dr. Smalley y quienes lo apoyan han interpretado mal los razonamientos.

No obstante, por el momento, el Dr. Drexler parece haber sufrido el destino de los profetas a través de los tiempos - no estar deshonrado más que en su propio país, la república de la ciencia. Actualmente trabaja desde una organización llamada el Instituto de Previsión, que fundó para explorar el futuro de la nanotecnología. Está por verse si él verdaderamente ha visto ese futuro, por así decirlo.

Eric Drexler promovió el estudio de nanotecnología, introduciendo el término en 1986 para describir la visión de Richard Feynman sobre la miniaturización a escala molecular. Actualmente preside el Instituto de Previsión, una organización que tiene el propósito de investigar sobre las tecnologías emergentes y sus impactos en la sociedad, especialmente sobre la nanotecnología.


Publicado en “The Economist” el 11 de marzo de 2004


Revista Saber Como. Nº 22 Nov. 2004
Instituto Nacional de Teconología Industrial


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lunes, 25 de febrero de 2008

Jaulas, máquinas y laberintos

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por José M. González García*


Este artículo se propone abordar el problema de la burocracia desde las visiones críticas de Kafka y Weber. Para ello, se desarrolla la metáfora de la burocracia como máquina laberíntica que opera como entidad administrativa superior en el contexto de las sociedades modernas. El paralelo entre la obra de Kafka y Weber permite notar también la convergencia de la literatura y la sociología, lugares donde es posible encontrar no sólo un determinado espíritu de época, sino fundamentalmente una imagen lúcidamente crítica sobre el mismo.

En las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del presente siglo tiene lugar un proceso de burocratización acelerada que parece afectar a todos los aspectos de la vida social e individual. Este proceso es especialmente visible en centroeuropa donde se superpone a una burocracia ya fuerte y consolidada. En comparación por ejemplo con Inglaterra o Estados Unidos —donde la Administración estatal carecía, en gran medida, de una burocracia profesional—, en Alemania y en Austria-Hungría estas nuevas tendencias burocratizadoras se superponen a una vieja tradición burocrática. Tanto la monarquía guillermina como la doble monarquía del Danubio basaban su poder en la centralización administrativa y en la jerarquía funcionarial. En las décadas del cambio de siglo esta vieja burocracia tradicional se verá acompañada por nuevas promociones de burócratas en esferas de la actividad económica privada y estatal, esferas que hasta entonces habían permanecido libres de los tentáculos administradores. En dichas décadas se vive una nueva vuelta de tuerca de un proceso de burocratización que parece extenderse indefinidamente y abarcar cada vez nuevas esferas de la realidad social y de la conciencia individual. Las tendencias hacia lo que Horkheimer llamaría, unos años más tarde, un «mundo totalmente administrado» se hacían cada vez más patentes. Esta situación histórica es el trastorno de la literatura y de la incipiente sociología del momento.

1. La máquina burocrática

El análisis de los efectos de la burocratización se convierte en un tema central de historiadores, sociólogos, politólogos y literatos. Y todos ellos, en curiosa unanimidad, utilizan la metáfora de la máquina para referirse a la burocracia. No sólo los poetas y novelistas; incluso el lenguaje de los textos científicos, cuando intenta describir el mundo burocrático se aproxima al lenguaje especializado de los constructores de máquinas. La burocracia es vista como uno de los aparatos fundamentales en el proceso de destrucción del individuo y de mecanización de la sociedad [1] .

De todas estas unanimidades en el uso de la metáfora sólo me quiero referir aquí a la sociología de los hermanos Alfred y Max Weber y a la literatura de Franz Kafka. Es de sobra conocida la experiencia de este último como burócrata en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo en el Reino de Bohemia en Praga. A esta experiencia personal en la burocracia austrohúngara primero y, después de la primera guerra mundial, en la burocracia del incipiente estado checo, hay que añadir otras posibles influencias para comprender el mundo literario de Kafka.

En los últimos años, se está poniendo de relieve el probable influjo indirecto de Max Weber, a través de su hermano Alfred, sobre Kafka. Y precisamente, en el tema que constituye, a mi juicio, el leit-motiv fundamental de la obra literaria de éste: la obsesión burocrática, el absurdo de este sistema de organización social que se ha impuesto de una manera inevitable en todas las facetas de la vida, ahogando la espontaneidad e impidiendo la libertad.

La relación entre Alfred Weber y Kafka es sencilla de aclarar: Kafka obtiene el 18 de junio de 1906 el grado de Doctor en Derecho. Alfred Weber actúa como «Promotor» en la ceremonia de recepción del título, es decir, como encargado de presentar a los nuevos doctores al rector. El joven profesor Alfred Weber había sido llamado por la Facultad de Derecho de la Universidad alemana de Praga el año 1904 como catedrático de Economía nacional y trabajó en esta Universidad hasta 1907, en que se traslada a Heildelberg. En esos años ejerció una gran influencia entre los estudiantes de Praga, entre los que se contaban Franz Kafka y su amigo Max Brod. Con éste se mantuvo en contacto Alfred Weber hasta después de la segunda guerra mundial [2] .

La relación entre Alfred Weber y Franz Kafka trasciende lo meramente académico y llega al campo literario. En 1910 publica Alfred Weber en Die neue Rundschau un largo artículo titulado «Der Beamte» («El funcionario»). Pues bien, este artículo es el precedente directo de una de las narraciones más alucinantes de Kafka: In der Strafkolonie (En la colonia penitenciaria), escrita en 1914 y publicada en 1919. De esta manera es posible establecer «afinidades electivas» entre los hermanos Weber y Kafka en el tema de la burocracia. La cara oscura del proceso de burocratízación es analizada en dos registros diferentes: el literario y el sociológico. Hoy, cada vez que nos acercamos al funcionamiento real de la burocracia, acabamos calificándola de «kafkiana». Pero también podríamos llamarla «weberiana», haciendo así justicia a la crítica sociológica que ambos hermanos realizan.

Debido a que Max Weber es tenido, y con razón, como el principal teórico de la racionalidad burocrática, se hace necesario recordar también su crítica amarga y desesperada. En este tema aparece una vez más el doble rostro de Jano que Weber poseía. Si, por un lado, realiza una exposición aséptica, neutral y objetiva del «tipo ideal» por otro hace una crítica despiadada e intenta poner límites al proceso de burocratización. Me voy a referir sólo a uno de los textos de Max Weber fundamentales para mi argumentación. Se trata de su famosa intervención en 1909 ante la Asamblea del «Verein fíir Sozialpolítik» [3] . Aquí, Max Weber, tras declarar su total acuerdo con su hermano Alfred en la crítica a la burocracia, acaba comparando a ésta con un gran aparato mecánico cuyo avance incontenible es imposible de frenar.

Esta comparación con la máquina es muy significativa. Para Max Weber, la burocracia mantiene su eficacia gracias a la jerarquía administrativa que regula todos los asuntos objetivamente, con precisión y «sin alma», precisamente como una máquina. De esta forma, «la superioridad técnica del mecanismo burocrático es tan indiscutible como la superioridad de las máquinas sobre el trabajo manual». Como engranajes de esta maquinaria, Weber describe la tendencia de los individuos a aferrarse a un puestecillo para escalar inmediatamente el siguiente, la tendencia conservadora a considerar la burocracia como una fuerza neutral y superior a los intereses de clase o partido, y la pasión por ser «hombres de orden». Estos tres engranajes contribuyen a mantener el buen funcionamiento de la maquinaria. Pero, según Max Weber, se trata de buscar qué «debemos oponerle a tal mecanismo para dejar libre a una pequeña parte de la humanidad de esta parcelación del alma, de este dominio absoluto del ideal de vida burocrático».En su artículo sobre el funcionario [4] , Alfred Weber hace una análisis histórico del proceso de burocratización y una dura crítica de aquellos que quieren ver el «espíritu del tiempo» en el espíritu muerto y vacío del aparato y mecanismo burocrático. Describe cómo se levanta un monstruoso aparató en nuestras vidas, que posee la tendencia a invadir esferas de la existencia hasta entonces libres y naturales para encerrarlas en departamentos y subdepartamentos. Un aparato que posee el veneno de la esquematización y mata todo lo que le es ajeno, individual y vivo.

«—Es un aparato singular —dijo el oficial al explorador, y contempló con cierta admiración el aparato, que le era tan conocido».Así comienza Kafka su relato En la colonia penitenciaria. El aparato burocrático weberiano se ha transformado literariamente en una máquina de tortura y exterminio. Todo el que haya leído el relato recordará la pormenorizada y «kafkiana» descripción del aparato que hace el oficial ante la indiferencia del explorador. El artefacto ha sido diseñado por el antiguo comandante de la colonia penitenciaria para escribir sobre el cuerpo del condenado, con sangre y hasta la muerte, la disposición que ha violado. Por ejemplo, las palabras que van a ser inscritas en el cuerpo del condenado allí presente son: «Honra a tus superiores». Ante las preguntas del explorador- visitante, el oficial —juez y ejecutante de la sentencia al mismo tiempo— describe otro proceso judicial «kafkiano» cuyo principio fundamental es éste: la culpa es siempre indudable.

Pero corren malos tiempos en la colonia penitenciaria. El procedimiento judicial y el método de castigo son ahora defendidos sólo por el oficial, que se ha convertido en sostenedor de la tradición del antiguo comandante y en jefe de mantenimiento de un aparato que apenas funciona por falta de presupuesto. Después de un intento fracasado de convencer al exiorador para que se ponga de su parte y defienda la santa y justiciera tradición, el oficial ocupa el lugar del condenado y se ejecuta a sí mismo en la máquina. Pero ésta también acaba destruyéndose por su mal funcionamiento.

«El rostro del cadáver del oficial era como había sido en vida; no se descubría ninguna señal de la prometida redención; lo que todos los demás habían hallado en la máquina, el oficial no lo había hallado; tenía los labios apretados, los ojos abiertos con la misma expresión de siempre, la mirada tranquila y convencida y, atravesada en medio de la frente, la punta de la gran aguja de hierro» [5] .

La relación entre el ensayo Der Beamte y la narración corta In der Strafkolonie no es sólo metafórica ni se basa sólo en la continuidad de la idea del aparato. Como Astrid Lange-Kirchheim se ha ocupado de demostrar fehacientemente, hay una coincidencia temática, un solapamiento y paralelismo estrecho entre el ensayo sociológico de Alfred Weber y el relato literario de Kafka [6] . Es más El funcionario es una fuente directa de En la colonia penitenciaria.

2. Analogías entre Max Weber y Franz Kafka

Creo que es posible encontrar ciertos paralelismos entre estos dos autores en su propia biografía, en las metáforas utilizadas y en los temas en que centran su interés, desde puntos de vista, claro está, diferentes.

En cuanto a las afinidades biográficas, puede decirse que Max Weber (1864-1920) y Franz Kafka (1883-1924) pertenecen casi a la misma generación; son subditos de dos imperios centroeuropeos «hermanos», una vez que la lucha por el dominio de la zona europea de habla alemana se ha decidido ya en favor de Alemania y en contra de Austria; ambos son juristas de profesión y tienen una lengua materna común: el alemán. Pero la analogía biográfica más importante radica en que ambos son ejemplos cíanos de lo que Sigmund Freud (1856-1939), otro coetáneo, dio a conocer con el nombre de «complejo de Edipo».

Casi todos los biógrafos de Weber y, especialmente, Arthur Mitzman han hablado de una situación de Edipo fuerte y mal resuelto [7] . En palabras de L. Coser, «Mitzman ha dado una nueva interpretación a los aspectos dualísticos del pensamiento weberiano al demostrar con todo lujo de detalles su doble identificación, por un lado, con la dureza de un padre librepensador y autoritario y, por otro, con la blanda, si bien severa, religiosidad de una madre piadosa» [8] .

También se ha señalado que «hay una cruel adecuación en el hecho de que el único rival de Freud para el título de principal pensador social de nuestro siglo haya sido un ejemplo clásico de la famosa teoría del último —que yaciera impedido por padecimiento mental en el mismo momento en que se publicó "La interpretación de los sueños"— y que hubiera sufrido las prescripciones de una serie de psiquiatras, ninguna de las cuales le sirvió para nada, mientras desconocía totalmente la obra del único médico que hubiera podido curarle» [9] .

Resulta paradójico que la muerte de Max Weber ocurra cuando Freud se encuentra desarrollando su teoría del instinto de muerte, teoría de la que aquél podría ser un ejemplo.

La depresión psíquica que mantiene a Max Weber postrado, con algunos intervalos, desde 1898 hasta casi 1904, fue producida en parte por el exceso de trabajo, pero fundamentalmente por el sentimiento de culpabilidad frente a la muerte de su padre, ocurrida poco después de una violenta discusión entre ambos.

Por su parte Kafka nos ha dejado el testimonio literario más impresionante de las dificultades edípicas y familiares de toda su generación en la famosa Carta al padre, que comienza con las siguientes palabras:

«Querido padre:

No hace mucho me preguntase por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestarte; en parte, precisamente, por el miedo que te tengo; en parte porque en la explicación de dicho miedo intervienen demasiados pormenores para poder exponerlos con mediana consistencia. Y si, con esta carta, intento contestar a tu pregunta por escrito, lo haré sin duda de un modo muy incompleto, porque, aun escribiendo, el miedo y sus consecuencias me atenazan al pensar en ti, y porque las dimensiones de la materia exceden con mucho los límites de mi memoria y de mi entendimiento» [10] .

No quiero insistir en las interpretaciones psicoanalíticas que se han hecho de Kafka, muchas y variadas, ya que prefiero solidarizarme con las reservas del propio Kafka ante el psicoanálisis y, en general, ante toda explicación reductivamente psicológica. «¡No más psicología!», se puede exclamar con él. Aunque es posible que si Kafka hubiera podido leer el presente trabajo habría exclamado también: ¡No más sociología! o ¡Basta ya de historia!

En ningún caso las páginas que siguen pretenden ser una interpretación exhaustiva de la obra de Kafka, pues ésta, como la Cabala, tiene infinitos registros y significados. Es imposible penetrar en su núcleo. Cada vez que apresamos uno de sus posibles significados y nos quedamos con él en las manos, tenemos que reconocer que sólo hemos arrancado una capa de la corteza y que el núcleo se nos ha escapado una vez más. Las novelas y narraciones de Kafka han sido objeto de múltiples interpretaciones, algunas de ellas inversímiles, casi todas posibles, pero ninguna definitiva ni «verdadera».

En lo referente a las similitudes en las metáforas utilizadas, ya me he referido más arriba al uso común de la imagen de la máquina, de la maquinaria, del aparato, referida a la burocracia. Tendré ocasión de volver sobre esta idea. Me interesa destacar aquí otra coincidencia metafórica: la jaula.

Entre los sociólogos se ha extendido la expresión «jaula de hierro» para referirse al análisis weberiano del mundo contemporáneo. Suele explicarse que Weber pensaba que en la sociedad moderna, los hilos de las instituciones estatales, burocráticas y económicas se entretejen férreamente y construyen una jaula que aprisiona al espíritu humano, mutilando su universalidad fáustica e impidiendo el desarrollo completo del individuo. Esta idea corresponde, ciertamente, a las expresiones de Weber: al final de La ética protestante, alude a los teóricos del puritanismo para quienes el cuidado por los bienes económicos no debería ser más que un manto ligero que en cualquier momento pudiera quitarse. Pero, afirma Max Weber, el destino ha convertido este manto en una envoltura férrea, en un estuche duro como el acero (literalmente, «stahihartes Geháuse»). Fue Talcott Parsons quien, al traducir al inglés este texto, utilizó la expresión «iron cage» (jaula de hierro). Más tarde, Mitzman, a pesar de ser consciente de las dificultades de traducir «stahihartes Geháuse» como «iron cage», utiliza esta última expresión como título de la biografía de Max Weber, elevándola así a símbolo de la vida de éste. En la sociología norteamericana de los últimos años ha tenido lugar una polémica sobre la traducción de la metáfora y la procedencia real de la expresión «iron cage», discusión en la que no puedo detenerme aquí [11]. Pero, aunque Max Weber no utilice en ese texto la palabra «jaula» (Káfíg), sí es suya la idea de la transformación progresiva de la civilización contemporánea en una prisión, en la que el individuo se ve aherrojado y de la que ya no se vislumbra salida posible.

Por otra parte, en los Escritos políticos afirma que la máquina muerta del trabajo industrial y la máquina viva de la burocracia cooperan unidas para construir el espacio cerrado de la servidumbre del futuro (das Geháuse jener Hórigkeit der Zukunft). Aunque «Geháuse» y «Káfíg» —estuche y jaula— no sean idénticas como metáforas, la idea es clara: la burocracia contribuye a arrojar a la humanidad a una prisión sin salida.

También aquí es Alfred Weber el mediador entre su hermano y Franz Kafka pues, en su artículo «El funcionario», utiliza la metáfora de la jaula (Káfíg), referida directamente a la burocracia.

«Una jaula salió en busca de un pájaro» («Ein Káfíg ging einen Vogel suchen») escribe Kafka el 6 de novimebre de 1917 en lo que ha dado en llamarse su tercer cuaderno en octavo. El propio Kafka dio a esta frase el número 16 para su colección de aforismos. Estos, bajo el título general de «Consideraciones sobre el pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero», fueron publicados postumamente por Max Brod [12] .

El aforismo admite varios niveles de interpretación. Hay que tener en cuenta que Kafka es un apellido checo (Kavka) cuya traducción alemana sería «Dohie» y la española, «grajo». De hecho, la tienda del padre de Kafka en el centro de la vieja Praga tenía como emblema comercial un grajo [13] .

Así pues, la primera lectura del aforismo es clara: Kafka, el pájaro, percibe el mundo como una jaula que ha salido a buscarle y le ha aprisionado.

Pero también es posible una interpretación sociológica del aforismo que tenga en cuenta la visión laberíntica de la ley y de la burocracia que Kafka elabora en El proceso o en El castillo. Según esta exégesis, la jaula —de hierro, naturalmente— de la justicia ha salido a encerrar al individuo, ya que «la culpa es siempre indudable». O bien, la burocracia puede entenderse como un férreo caparazón que impide la libertad de movimientos del individuo, enterrándole en el papeleo administrativo [14] .

La metáfora de la jaula es frecuente en Kafka. Incluso es un elemento central en alguno de sus relatos: el artista del hambre, prototipo del funcionario en el sentido del individuo reducido a su función, aparece detrás de una reja para ser mostrado al público como un número de circo. Y en las conversaciones con Janouch, Kafka insiste una y otra vez en la imagen de la jaula: todos vivimos tras una reja que llevamos con nosotros a todas partes.

Según Alfred Weber, lo que se pierde al entrar en el «aparato burocrático» es la personalidad y la libertad de los individuos: la burocratización de la sociedad significa la metamorfosis (Verwandiung) de las capas altas y medias de la población en funcionarios, de la misma manera que la industrialización significó la transformación de las capas bajas en obreros industriales. Alfred Weber habla del proceso de burocratización y de la metamorfosis burocrática. Las mismas palabras que Franz Kafka universalizará como títulos de sus relatos Der Prozess y Die Verwandlung. En gran medida, los diagnósticos sobre la pérdida de personalidad (metamorfosis en animal) y la pérdida de libertad (Jaula) coinciden.

Por último, la imagen de la burocracia como laberinto es clave tanto en El castillo como en El proceso: pasillos interminables, corredores sin fin, despachos y más despachos, expedientes que se refieren a otros expedientes, un laberinto sin hilo de Ariadna alguno que ayude a encontrar la salida. En Max Weber, que yo sepa al menos, esta metáfora no aparece; pero sí lo hace en el artículo citado de Alfred Weber, quien presenta una visión laberíntica de la burocracia dividida en cámaras, departamentos, secciones, subsecciones, etc...

De entre los elementos comunes referidos al estilo de pensar y a los temas tratados por Max Weber y Kafka, quiero destacar aquí únicamente dos, ya que tendré ocasión después de examinar por extenso sus convergencias y divergencias en el problema de la burocracia. De momento, pues, una breve referencia al pensamiento paradójico y al tema del poder.Con razón ha señalado Borges a Zenón como el primer precursor de Kafka, dado que toda la obra de éste se encuentra llena de paradojas: la flecha en movimiento no se mueve, es imposible cabalgar hasta el pueblo vecino, el mensajero imperial no puede llegar a su destino... Su propia existencia es una pradoja viviente. Y una paradoja también son sus palabras al médico, el doctor KIopstock, poco antes de morir: «Máteme, si no es usted un asesino» [15] .Llena de paradojas, contrastes y confrontaciones está también la obra de Weber pues, de alguna manera, él concentra toda la vasta ambigüedad de nuestro siglo. Stuart Hughes, en su estudio sobre el pensamiento social europeo, afirma en este sentido:

«iniciar la lista de esas confrontaciones es señalar la amplitud y la Índole ambigua de sus realizaciones [de WeberJ: idealismo y método científico; economía y religión; marxismo y nacionalismo; compromiso político e insistencia en la «objetividad- de la ciencia social. Era. a la vez. demócrata por convicción personal v colaborador de esa critica radical de la democracia que iniciaron Párelo y Mosca. Era escéptico acerca de la viabilidad de la Ilustración bajo las condiciones del siglo veinte; sin embargo, su reacción temperamental ante los hechos era con mayor frecuencia de carácter «ilustrado». Aun en sus contribuciones a la terminología de la ciencia social. sus contradicciones y ambivalencias son reflejas» [16] .

En cuanto al tema del poder en Kafka, hay que dar la razón a Canetti cuando afirma: «De todos los escritores, Kafka es el mayor experto en materia de poder; lo ha vivido y configurado en cada uno de sus aspectos» [17] . En efecto, Kafka refleja las relaciones de poder en la familia y la sujeción a un padre autoritario: «En ti observé lo que tienen de enigmático los tiranos, cuya razón se basa en su persona, no en su pensamiento», escribe en la Carta al padre. En esta misma carta plantea Kafka la visión del mundo de la obediencia con la mirada de un niño, tal y como él veía a su padre:

«De ahí que el mundo se dividiese para mí en tres partes; en la primera vivía yo, el esclavo, bajo unas leyes creadas exclusivamente para mí y a las que, por añadidura, sin saber por qué, nunca podía obedecer del todo; luego, en un segundo mundo, a una distancia infinita del mío, vivías tú, ocupado en el gobierno, en dar órdenes y en enfurecerte cuando no eran cumplidas, y finalmente había un tercer mundo donde vivía el resto de la gente, felices y libres de órdenes y de obediencia. Vivía continuamente avergonzado; o cumplía tus órdenes, lo cual era una vergüenza, puesto que sólo tenían validez para mi; o me mostraba desobediente, lo que también era una vergüenza, porque, ¿cómo osaba resistirme a ti?, o no podía obedecer, porque no tenía, por ejemplo, tu energía, ni tu apetito, ni tu habilidad, aunque tú me lo exigías como algo perfectamente lógico; esta era sin duda la mayor vergüenza de todas. Así se movían, no las reflexiones, pero si los sentimientos del niño» [18] .

Kafka adquiere una sensibilidad especial para percibir el poder en su vida cotidiana —familia, amigos, trabajo...— y traslada esta sensibilidad a sus novelas. Como afirma Canetti, «dado que teme al poder en cualquiera de sus manifestaciones, dado que el auténtico objetivo de su vida consiste en sustraerse al poder en cualquiera de sus formas, lo presiente, reconoce, señala o configura eri todos aquellos casos en que otras personas lo aceptarían como algo natural». [19]

Narraciones como La condena plantean el problema de las diferencias de poder y la humillación en el seno familiar. Las Cartas a Felice pueden ser vistas como un profundo análisis de las formas de poder en las relaciones hombre-mujer. En La metamorfosis, Gregor Samsa (equivalente de Franz Kafka) adopta el punto de vista del acusador, convirtiéndose en un asqueroso insecto que es precisamente el insulto que le dirigen a él.

Kafka analiza el poder no sólo en las relaciones personales entre los individuos, sino también a nivel institucional, en la burocracia, en la industria, en los aparatos judicial y penal, en las relaciones laborales. En sus grandes novelas (América, El proceso, El castillo) refleja, desde el punto de vista de los «humillados y ofendidos», la realidad del poder en un mundo abocado a la destrucción de la primera guerra mundial. Tal vez la pertenencia a un grupo perseguido —incluso en la liberal Praga las persecuciones de los judíos fueron moneda corriente— agudiza la sensibilidad de Kafka. O tal vez, su no identificación con ningún grupo: alemán entre los checos, judío entre los alemanes; de nombre checo, de ascendencia judía, la escuela y universidad, así como la lengua, alemanas. Y siempre con la conciencia de que la comunión con los demás es tan imposible como la soledad.

Kafka no es, ni quiere ser, un crítico social. No se percibe a sí mismo como crítico de las instituciones, sino únicamente como reflejo de su inhumanidad. En su choque frontal con las instituciones, opta por replegarse sobre sí mismo, por destruirse sistemáticamente, como afirma en sus diarios. Incluso toda su obra —y su vida— ha sido interpretada como un proceso consciente de aniquilamiento del yo [20] .

El tema del poder también es central en la obra de Max Weber, aunque su tratamiento es muy diferente. Reconoce la realidad y necesidad del poder en la sociedad contemporánea, e incluso durante gran parte de su vida mantuvo posiciones ardientemente nacionalistas e imperialistas en su defensa del «Machtstaat», de un Estado fuerte en Alemania. El problema del poder vertebra todo su pensamiento político, su sociología política e incluso su sociología de la religión. Pues ésta es concebida no sólo como un sistema de ideas compartidas, símbolos comunes que pueden dar sentido a la vida del individuo y cohesionar a los diferentes grupos sociales, sino también como una forma de dominación de unos hombres sobre otros: dominación hierocrática, que otorga o niega bienes de salvación, utilizando la violencia simbólica, la coacción psicológica.Además, Max Weber sí se entiende a sí mismo como crítico de las instituciones sociales. Su sociología no intenta sólo «comprender» la acción de los individuos y «reflejar» el desarrollo histórico de las instituciones, sino que tiene una vertiente crítica, como ha puesto de relieve, por ejemplo, Hufnagel en su obra Kritik als Beruf. Der Kritische Gehalt im Werk Max Webers [21] .

Posiblemente pesen más las diferencias que las analogías entre Max Weber y Kafka. Sin embargo, quisiera centrarme en esa preocupación común que compartieron, además, con otros sociólogos y literatos de la época: la burocracia. Esta se convierte en una obsesión, especialmente para los escritores subditos del Imperio austrohúngaro: Kari Kraus, Roben Musil, Franz Kafka y Jaroslav Hasek.

3. Kakania y Kafkania

La importancia de Praga en la obra de Kafka ha sido subrayada hasta la saciedad. Incluso se ha llegado a identificar lo kafkiano con la vida opresiva, burocrática y funcionarial de esta ciudad, por lo demás maravillosa.

Ciertamente Kafka es ciudadano de Praga. En ella nace y en ella se desarrolla casi toda su vida: su niñez y adolescencia, sus años de Universidad y de trabajo profesional en el Instituto de Seguros. A pesar de haber deseado sentarse en despachos de países muy remotos, sólo pasa fuera de Praga temporadas de vacaciones, cortas estancias en el campo o el tiempo que duran algunos viajes. Únicamente al final de su vida se instala durante unos pocos meses en Berlín. Siempre desea abandonar Praga, pero no puede hacerlo porque hay un «algo» en esta ciudad que se lo impide. Praga es para Kafka una «madrecita castrante» —son sus palabras— con la que le une siempre una relación ambivalente de amor-odio.

Existen en la actualidad bastantes libros de documentación gráfica sobre la Praga de Kafka. Y las guías turísticas de la ciudad editadas en Europa occidental proponen como itinerario el seguir la ruta que hacía Kafka diariamente de su casa a la maldita oficina, o trayectos «kafkianos» parecidos.

Contrasta esto con el escaso relieve dado por las propias autoridades checas en general, y praguenses en particular, a las huellas de Kafka en'Praga. Casi no queda ningún vestigio de su vida en la ciudad, y sólo una calle pequeña y apartada lleva su nombre. Es como si pesara sobre él la losa del silencio administrativo. Y es que lo «kafkiano» se ha convertido en símbolo de la despersonalización del individuo en el Estado burocrático.

Hoy el mundo que Kafka describía se ha hecho realidad en Praga, encarnándose en sus instituciones y en los pasillos interminables del papeleo y del laberinto burocrático. Y los personajes de sus relatos se han incorporado a la vida cotidiana de la ciudad. Así ha podido afirmar Milán Kundera:«Cuando yo vivía todavía en Praga, cuántas veces habré oído llamar a la secretaría del Partido (una casa fea y más bien moderna) "el castillo'. Cuántas veces habré oído mencionar al número dos del Partido (un tal camarada Hendrych) con el apodo de Klamm (lo mejor era que Klamm en checo significa 'espejismo' o 'engaño')» [22] .

Ficción y realidad se entremezclan. La obra de Kafka surge en un Imperio burocratizado —el Imperio austrohúngaro— y se hace realidad y cobra vida en nuestro presente en la burocracia del llamado «socialismo real».La gran importancia de Praga en la obra de Kafka no debe hacer olvidar que éste, durante casi toda su vida, fue un funcionario y escritor austríaco, o mejor, austrohúngaro [23] . Praga era la capital del reino de Bohemia, una de las provincias a las que el Imperio «estrechaba con el abrazo del papeleo administrativo», en acertada frase de Robert Musil en Der Mann ohne Eigenschaften.

Es precisamente esta «novela de filósofo». El hombre sin cualidades —o sin atributos en la ya consagrada traducción española de José M. Sáenz—, la que ofrece un diagnóstico certero e insuperable sobre el Imperio austrohúngaro y su capital, Viena, la ciudad de los ensueños.Este país, según Musil, estaba administrado por uno de los mejores sistemas burocráticos de Europa, al que sólo se podía reprochar el defecto de matar el genio y el espíritu de iniciativa del ciudadano corriente. El papeleo administrativo no sólo ahogaba las provincias, sino que también enterraba a los individuos, haciéndoles desconfiar frente a sí mismos y frente al propio destino.

En el siguiente texto expresa Musil las paradojas que contribuyeron al colapso cultural y político de Kakania, aquella nación incomprensible y ya desaparecida:«Cuántas cosas interesantes se podría decir de este Estado hundido de Kakania. Era, por ejemplo, imperial-real, y fue imperial y real; todo objeto, institución y persona llevaba alguno de los signos k. k. o bien k. u. k., pero se necesitaba una ciencia especial para poder adivinar a qué clase, corporación o persona correspondía uno u otro título. En las escrituras se llama Monarquía austro-húngara; de palabra se decía Austria, términos que se usaban en los juramentos de Estado y se reservaban para las cuestiones sentimentales, como prueba de que los sentimientos son tan importantes como el derecho público, y de que los decretos no son la única cosa del mundo verdaderamente seria. Según la Constitución, el Estado era liberal, pero tenía un gobierno clerical. El gobierno fue clerical, pero el espíritu liberal reinó en el país. Ante la ley, todos los ciudadanos eran iguales, pero no todos eran igualmente ciudadanos. Existía un Parlamento que hacía uso tan excesivo de su libertad que casi siempre estaba cerrado; pero había una ley para los estados de emergencia con cuya ayuda se salía de apuros sin Parlamento, y cada vez que volvía de nuevo a reinar la conformidad con el absolutismo, ordenaba la Corona que se continuara gobernando democráticamente. De tales vicisitudes se dieron muchas en este Estado, entre otras, aquellas luchas nacionales que con razón atrajeron la curiosidad de Europa, y que hoy se evocan tan equivocadamente. Fueron vehementes hasta el punto de trabarse por su causa y de paralizarse varias veces al año la máquina del Estado; no obstante, en los períodos intermedios y en las pausas de gobierno la armonía era admirable y se hacía como si nada hubiera ocurrido. En realidad no había pasado nada. Únicamente la aversión que unos hombres sienten contra las aspiraciones de los otros (en la que hoy estamos todos de acuerdo), se había presentado temprano en este Estado, se había transformado y perfeccionado en un refinado ceremonial que pudo tener grandes consecuencias, si su desarrollo no se hubiera interrumpido antes de tiempo por una catástrofe» [24] .

Ante esta serie de paradojas legales, constitucionales, sociales y políticas del imperio de los Habsburgo, no es de extrañar que Kafka, ciudadano de la monarquía imperial, desarrollara un pensamiento paradójico y volviera a plantear, como un nuevo Zenón, la imposibilidad del movimiento: el mensajero del emperador jamás alcanzará al más humilde de los subditos, o el tiempo de la vida que transcurre normal y felizmente es insuficiente para que un joven cabalgue hasta el pueblo vecino.

Cabe preguntarse si Kafka no está retratando, con su paradoja del movimiento, el lento caminar de la burocracia austrohúngara o, en general, a Kakania que era, «sin que lo supiera el mundo, el Estado más adelantado; era el Estado que se limitaba a seguir igual» [25] .

Este mundo de seguridad y estabilidad, en el que todo parece claro y en orden, donde nada cambia más que para seguir igual, es también descrito por Stefan Zweig en sus memorias. El mundo de ayer es definido por Zweig como «la época dorada de la seguridad», en la que este sentimiento «era la posesión más codiciada por millones de personas, el ideal de vida común» [26] .

En este paraíso de la estabilidad hacen su aparición dos fuerzas disgregadoras: la industrialización y el despertar de la conciencia de las diversas nacionalidades. Son estos, sin duda, los dos hechos históricos más importantes entre el fracaso de la revolución de 1848 y el comienzo de la primera guerra mundial con la consiguiente desmembración del Imperio.

Todo el trabajo profesional de Kafka en el Instituto de Seguros se enfrentará con los problemas y consecuencias del proceso de industrialización y gran parte de esta experiencia quedará plasmada en sus obras. Por lo que se refiere al segundo hecho, Musil ha reflejado, como siempre irónicamente, las dificultades de una conciencia nacional kakaniense y la tendencia a la disolución de esta identidad, debido a la fuerza del sentimiento de pertenencia a los distintos pueblos que configuraban la doble monarquía:«Este concepto de la nacionalidad austro-húngara estaba de tal manera formado que es casi inútil intentar explicarlo a quien no lo haya adquirido por propia experiencia. No estaba constituido por una parte austríaca y otra húngara que, como se podía creer, se completaban entre sí y formaban un todo, sino que lo componían un todo y una parte, o sea, el concepto del Estado húngaro y el otro concepto del Estado austro-húngaro; este último tenía su morada en Austria, mientras el concepto de nacionalidad austríaca carecía de patria. El austriaco existía sólo en Hungría, y allí, bajo la forma de aversión; en casa se llamaba a sí mismo subdito de los reinos y países de la Monarquía austro-húngara representados en la Cámara, lo cual significaba tanto como declararse austriaco-más-un-húngaro-menos-este-húngaro, y no lo hacía por entusiasmo, sino por amor a una idea que le repugnaba, pues no podía soportar a los húngaros como tampoco los húngaros a él; así es que el asunto se complicaba más todavía. Muchos se llamaban por eso polacos, checos, eslovenos o alemanes a secas, lo cual producía ulteriores divisiones» [27] .

Qué mayor sensación de tranquilidad, seguridad política y estabilidad que la celebración del septuagésimo aniversario de la coronación del Emperador. Como es bien sabido, el núcleo argumental de la obra de Musil se centra en la organización de la llamada «acción paralela», es decir, la celebración austríaca del septuagésimo aniversario de la subida al trono del augusto Emperador Francisco José, que se debería celebrar el año 1918 paralelamente a la conmemoración en Alemania del trigésimo aniversario del reinado del Emperador Guillermo II.

Ni qué decir tiene que ambos festejos se vieron truncados por la primera guerra mundial. Pero la ficción de Musil sirve para caracterizar la rivalidad contenida y la mimesis de Austria respecto a Alemania, así como la previsión de las dos Administraciones, excesiva en el caso de la austro-húngara como demostró la no menos previsible muerte del emperador en 1916.

En la carta que Ulrich, el hombre sin atributos, recibe de su padre, éste le sugiere los puntos que debe tratar en la petición dirigida al «ex-presidente de la Cámara de Contaduría y actual presidente del Ilustrísimo Ministerio de Administración privada de la familia Imperial-Real, a título de Mariscal Real, Su Ilustrísima el conde Stallburg». En la carta dirigida a esta maraña de títulos, Ulrich debería tener en cuenta lo siguiente:«En el año 1918, alrededor del día 15 de junio, tendrán lugar en Alemania grandes solemnidades en conmemoración del trigésimo aniversario del reinado del Emperador Guillermo II, fiestas que mostrarán al mundo la grandeza y el poder germanos. Aunque faltan todavía varios años hasta esa fecha, se sabe, de fuentes dignas de crédito, que se están haciendo ya preparativos, por el momento naturalmente inoficiales. Bien sabes tú también que nuestro augusto Emperador celebrará en el mismo año el septuagésimo aniversario de su subida al trono, y que esta fecha coincide con el 2 de diciembre. La suma modestia que siempre nos distingue a los austríacos en las cuestiones concernientes a nuestra propia patria, me inspira el temor de que se prepara para nosotros, digámoslo de una vez, un Kóniggrátz, o sea, que los alemanes, con su método efectista bien estudiado, se nos adelantarán de modo semejante a como en otro tiempo introdujeron el uso del arma de percusión antes de que nosotros pudiéramos pensar en una sorpresa» [28]

Celebración administrativa del Año Jubilar del Emperador Pacífico. Un emperador eterno, el más antiguo de todos, a caballo entre la realidad y la fantasía, reinaba por entonces en Viena:«El Emperador y Rey de Kakania era un anciano legendario. Desde entonces se han escrito muchos libros acerca de él, y se sabe exactamente lo que hizo, impidió y dejó de hacer; pero en el último decenio de su vida y de la existencia del reino de Kakania, a muchos jóvenes del mundo del arte y de la ciencia les sorprendía la duda de si existiría realmente. Sus retratos aparecían en todas partes y en número casi igual al de. los habitantes del reino. Con motivo de su cumpleaños se comía y se bebía tanto como en el día de Navidad; se encendían hogueras sobre las montañas, y las voces de millones de hombres proclamaban su amor filial. El himno de alabanza al Emperador era la única creación poética y musical que conocía todo Kakaniense, pero su popularidad y publicidad eran tan archiconvincentes que la fe en su existencia podía equivaler a la fe en algunas estrellas que vemos ahora, a pesar de haber desaparecido hace miles de años» [29] .

Creo que es interesante conectar esta idea del emperador como anciano legendario, medio real medio fantástico, con la leyenda del mensaje imperial, obra de un habitante del cambio de siglo en Praga, capital del reino de Bohemia, integrado en la doble Monarquía del Danubio:«El emperador —así dicen— te ha enviado a ti, el solitario, el más mísero de sus subditos, la sombra que ha huido a la más lejana lejanía, microscópica ante el sol imperial; justamente a ti, el emperador te ha enviado un mensaje desde Su lecho de muerte. Hizo arrodillar al mensajero junto a su lecho, y le susurró el mensaje en el oído; tan importante le parecía, que se lo hizo repetir en su propio oído. Asintiendo con la cabeza, corroboró la exactitud de la repetición. Y ante la muchedumbre reunida para contemplar su muerte —todas las paredes que interceptaban la vista habían sido derribadas, y sobre la amplia y elevada curva de la gran escalinata formaban un círculo los grandes del imperio—, ante todos, ordenó al mensajero que partiera. El mensajero partió en el acto;' un hombre robusto e incansable; extendiendo ora este brazo, ora el otro, se abre paso a través de la multitud; cuando encuentra un obstáculo, se señala sobre el pecho el signo del sol; adelanta mucho más fácilmente que ningún otro. Pero la multitud es muy grande; sus alojamientos son infinitos. Si ante él se abriera el campo libre, cómo volaría, qué pronto oirías el glorioso sonido de sus puños contra tu puerta. Pero, en cambio, qué inútiles son sus esfuerzos; todavía está abriéndose paso a través de las cámaras del palacio central; no terminará de atravesarlas nunca; y si terminara, no habría adelantado mucho; todavía tendría que esforzarse para descender las escaleras; y si lo consiguiera, no habría adelantado mucho; tendría que cruzar los patios; y después de los patios el segundo palacio circundante; y nuevamente las escaleras y los patios; y nuevamente un palacio; y así durante miles de años; y cuando finalmente atravesara la última puerta —pero esto nunca, nunca puede suceder—, todavía le faltaría cruzar la capital, el centro del mundo, donde su escoria se amontona prodigiosamente. Nadie podría abrirse paso a través de ella, y menos todavía con el mensaje de un muerto. Pero tú te sientas junto a tu ventana, y te lo imaginas, cuando cae la noche» [30] .

En «De la construcción de la muralla china», donde se inserta la leyenda, Kafka afirma que el pueblo ve al emperador «desesperanzadamente y lleno de esperanzas». Y algo más adelante, añade: «Si de tales fenómenos quisiera deducirse que carecemos de emperador, no se estaría muy lejos de la verdad» [31] . La consecuencia de estas ideas es «una vida en cierto modo libre, sin dominación», una vida no sometida a las leyes actuales, sino que «sólo atiende a las exhortaciones y advertencias que nos llegan desde remotas edades».

Fruto de esta presencia ausente del emperador es la estabilidad política china donde, a pesar de los cambios, todo continúa igual a lo largo de los siglos. Cabría hacer una lectura de esta narración de Kafka como referida a Kakania, en cuyo caso son bastante evidentes los puntos de contacto con el análisis de Musil.

Uno de los temas recurrentes en Kafka es el del poder anónimo, sin rostro, sin emperador. Cuando éste desaparece, la estructura de poder y de obediencia se mantiene a través de la burocracia. El imperio es eterno aunque un emperador aislado muera, o incluso aunque dinastías enteras se hundan y expiren en un único estertor. Kafka coincide con Weber en el tratamiento de la burocratización del poder, es decir, del paso del rey en el castillo a El castillo sin rey [32] .

Así pues, un Imperio de burócratas [33] , un país burocratízado en el que Musil puede hacer decir a su Señoría el conde Leinsdorf: «Cada individuo desempeña un oficio en el Estado: un obrero, un principe, un artesano son funcionarios» [34] . También en las novelas de Kafka todo el mundo es funcionario, se define por su pertenencia al Estado, a la jerarquía burocrática de El castillo o al Tribunal de El proceso. En esta última, por ejemplo, Titorelli explica a Josef K. que todos los hombres pertenecen al Tribunal, son funcionarios. Cada individuo se define por su función en la tarea burocrática. Es intercambiable con cualquier otro de su misma jerarquía y la identidad personal carece de importancia [35] .

Gran parte de la obra de Kafka hay que entenderla, pues, desde su análisis del laberinto burocrático, de ese poder anónimo que se levanta sobre nuestras vidas y agosta todo lo novedoso, todo intento de cambio y reforma. A partir de su experiencia cotidiana de la burocracia del imperio austrohúngaro, Kafka construye un mundo fantástico y real al mismo tiempo, en el que la pesadilla burocrática se impone por completo.Musil ha popularizado el nombre de Kakania para designar a ese imperio, ya desaparecido. Pero, ¿por qué no llamarlo también «Kafkania»?

NOTAS

[1] Cfr. las obras de Axel Dornemann: Im Labyrinth der Bürokratie. Tolstois «Auferstehung» und Kafkas «Schioss». Heidelberg. Cari Winter, 1984, pág. 27 y de Walter Müller-Seidel: Die Deportation des Menschen. Kafkas Erzählung «In der Strafkolonie» im europäischen Kontext. Stuttgart, Metzler, 1986, págs. 73-74.
[2] En aquellos años, se otorgaba el doctorado en la Universidad alemana de Praga tras haber aprobado tres exámenes parciales, los famosos «Rigorosen»: el de la historia del derecho, el de derecho procesal y el de ciencias políticas. No era necesario escribir una Tesis doctoral, por lo que Alfred Weber no pudo ser «Doktorsvater» de Kafka, sino únicamente «Promotor».Esta confusión ha sido frecuente en las lecturas sociológicas de Kafka. Se da, por ejemplo, en el primer artículo de Astrid Lange-Kirchheim sobre Weber y Kafka, citado más abajo en la nota 6, y en Dietrich Wachier: «Mensch u. Apparat bei Kafka. Versuch einer soziologischen Interpretation», en Sprache im technischen Zeitalter, 76, 1981, pág. 142. Yo mismo he cometido idéntico error en mi artículo «Afinidades electivas entre sociología y literatura», publicado primero en España en la revista A granel, 1, 1986, págs. 54-64, y más tarde en México, en la revista Estudios, 11, 1987, págs. 41-51.Puede verse una fotocopia del acta de los tres «Rigorosen» aprobados por Kafka en Klaus Wagenbach: Franz Kafka. Imágenes de su vida. Barcelona. Círculo de Lectores, 1988, pág. 55.
[3] Cfr. Max Weber: Intervención en la Asamblea del «Verein für Sozialpolitik» en Viena, 1909. En Gesammelte Aufsätze zur Soziologie und Sozialpolitik. Tübingen, Mohr, 1924, págs. 412-416. Puede verse también en el segundo volumen de la edición castellana de los Escritos políticos. México. Folios ediciones, 1982, págs. 464-469.
[4] Alfred Weber: «Der Beamte». En Die neue Rundschau, 21, Berlín, 1910, págs. 1321- 1339. Recogido también en su libro Ideen zur Staats und Kultursoziologie. Karlsruhe, G. Braun, 1927.[5] Kafka: En la colonia penitenciaria. En el volumen de Alianza La condena. Madrid, 1984. (Trad. de J. R. Wilcok), pág. 143.
[6] Astrid Lange-Kirchheim: «Frank Kafka: 'In der Strafkolonie' und Alfred Weber: 'Der Beamte'». En Germanisch-Romanische Monatschrift, segunda época, vol. 27, 1977, págs. 202- 221. Más recientemente, Astrid Lange-Kirchheim ha desarrollado este artículo en su contribución al primer congreso sobre Alfred Weber, celebrado en Heidelberg los días 28-29 de octubre de 1984. Bajo el título de «Alfred Weber und Franz Kafka» está incluido en el libro que recoge las conferencias de dicho congreso. Véase Eberhard Demm (editor): Alfred Weber ais Poliliker und Gelehrter. Stuttgart, Franz Steinert, 1986, págs. 113-149.
[7] La interpretación en clave psicoanalítica es uno de los principales recursos de la biografía, muy bien documentada aunque a veces excesivamente unilateral, que Mitzman ha escrito sobre Weber: La jaula de hierro. Una interpretación histórica de Max Weber. Madrid, Alianza. 1976.
[8] L. A. Coser, prefacio al libro citado de Mitzman, págs. 10-11.
[9] H. Stuart Hughes: Conciencia y sociedad. La reorientación del pensamiento social europeo, 1890-1930. Madrid, Águila, 1972, pág. 219.
[10] Kafka: Carta al padre. Barcelona. Bruguera, 1984. (Trad. de Feliu Formosa), pág. 7.
[11] Cfr. la referencia de Mitzman a la traducción de Parsons en su libro ya citado, pág. 137. Sobre la polémica a que hago referencia pueden verse, por ejemplo, los siguientes artículos:— Edward A. Tyryakian: «The Sociological Import of a Metaphor: Tracking the Source of Max Weber's 'Iron Cage'». En Sociological Inquiry. 51/1, 1981, págs. 27-33.—Carta de Talcott Parsons a Tiryakian sobre su traducción, en ibidem, págs. 35-36.—Stephen P. Turnen «Bunyan's Cage and Weber's Casing». En ibidem, 52/1, 1982, págs. 84-87.—Stephen A. Kent: «Weber, Goethe, and the Nietzchean Allusion: Capturing the Source of the 'Iron Cage' Metaphor». En Sociological Analysis, 44/4, 1983, págs. 297-320.
[12] Cfr. el volumen de las obras de Kafka Hochzeitvorbereitungen auf dem Lande und andere Prosa aus dem Nachiass, editado por Max Brod, Frankfurt, Fischer, 1986, págs. 31 y 60.
[13] En la colección de fotografías publicadas por Klaus Wagenbach (Franz Kafka. Imágenes de su vida. Barcelona. Círculo de Lectores, 1988) puede verse el membrete comercial de los Kafka en dos versiones: la primera más germanófila (aparece el pájaro posado en una rama de roble) y la segunda, políticamente más neutral. Al cambiar las circunstancias políticas, Hermann Kafka también cambia el anagrama de su tienda, aunque el motivo principal permanece. [Ilustración pág. 19].
[14] Un análisis general de los aforismos de Kafka en su contexto histórico y literario se encuentra en el libro de Richard T. Gray: Constructive Destruction. Kafka's Aphorism: Literary Tradition and Literary Transformation. Tübingen, Niemeyer. 1987.
[15] Max Brod: Kafka. Madrid, Alianza, 1982, pág. 204.
[16] H. Stuart Hughes, op. cit.. pág. 212.
[17] Elias Canetti: El otro proceso de Kafka. Sobre las cartas a Felice. Madrid, Alianza, 1983, pág. 136. Véase también el artículo de David Roberts: «Verwandiung, Masse und Macht. Kafka durch Canetti gelesen. Elias Canetti zum achtzigsten Geburtstag», en Sprache im technischen Zeitalter, 93, 1985, págs. 86-97.
[18] Kafka: Carta al padre, ed. cit., págs. 18-19.
[19] Canetti. op. cu., pág. 148.
[20] Cfr. Wolfgang Rothe. Schriftsteller und totalitäre Welt. Bern-München, Francke, 1966. Rothe titula «Krankheit zum Tode» el capítulo dedicado a Kafka.
[21] Frankfurt.Suhrkamp.l971.
[22] Milán Kundera: «En alguna parte ahí detrás», recogido en su libro El arte de la novela. Barcelona. Tusquets, 1987, pág. 119. Klamm ocupa el número dos en la jerarquía burocrática de El castillo.
[23] Entre los autores que han subrayado la importancia de Austria, y especialmente de su burocracia, para entender a Kafka quiero destacar aquí a Richard T. Gray, op. cit., Ernst Fischer (Vom Grillparzer zu Kafka. Frankfurt, Suhrkamp, 1975), Andrew Weeks («Kafka und die Zeugnisse vom versunkenen Kakanien», en Sprache im technischen Zeitalter, 88, 1983, págs. 320-337) y Antal Mádl («Kafka und Kafkanien», en Acta Litterari Academiae Scientium Hungarii. 21, 1979. págs. 401-407).
[24] Robert Musil: El hombre sin atributos. Barcelona, Seix Barral, 1970, vol. I, págs. 40-41. Como es bien sabido, Musil compone el nombre de Kakania a partir de las siglas utilizadas en el Imperio austrohúngaro: k. k. (abreviatura de «kaiserlich königlich», imperial real) y k. u. k. (abreviatura de «kaiserlich und königlich», imperial y real).
[25] Ibidem, pág. 42. Apoyándose en Musil, Alian Janik y Stephen Toulmin también describen el mundo paradójico de los Habsburgo. Véase especialmente el capítulo II, «La Viena de los Habsburgo: Ciudad de paradojas» de su libro La Viena de Wittgenstein. Madrid, Taurus, 1974.[26] Stefan Zweig: Die Weit von Gestern. Erinnerungen eines Europäers. Frankfurt. Fischer, 1984, págs. 14-15. Véase todo el capítulo II, titulado precisamente «El mundo de la seguridad».[27] Robert Musil, op. cu.. págs. 207-208.
[28] Ibidem, pág. 97.
[29] Ibidem, pág. 101. He modificado ligeramente la traducción.
[30] Kafka. La muralla china. Madrid. Alianza. 1983. (Trad. Alfredo Pippig). págs. 16-17. Kafka escribe la leyenda «Un mensaje imperial» en marzo-abril de 1917 y la publica aisladamente en Selbstwehr, Praga, 24 de septiembre de 1919 y, junto con otros relatos en Ein Landartz. München-Leipzig, K. Wolff, 1919. La leyenda también aparece incorporada en la narración «De la construcción de la muralla china», y adquiere mayor significado en este contexto. Esta última fue publicada postumamente por primera vez en Berlín. 1931.
[31] Kafka: La muralla china, ed. cit., págs. 18-19.
[32] Cfr. Ulf Abraham: Der verhörte Held. Verhöre, Urteile und die Rede von Recht und Schuld im Werk Franz Kafka. München. Fink, 1985, pág. 137.
[33] Véase el análisis de la burocracia de los Habsburgo en la primera parte del libro de William M. Johnston: The Austrian Mind. An Intellectual and Social History 1848-1938. The University of California Press, 1972.
[34] Robert Musil, op. cit., pág. 123.
[35] Cfr. Marthe Robert: Kafka. Buenos Aires. Paidós. 1969, pág. 97.


*Ensayista (1950). Ha sido profesor en las facultades de Ciencia Política y Sociología y Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y profesor invitado en la Universidad de Heidelgerg, Alemania. Es autor de La sociología del conocimiento hoy (1979) y de La máquina burocrática (Afinidades electivas entre Max Weber y Kafka) Visor (1989).

Fuente: Revista Observaciones Filosóficas - Nº 4 / 2007


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domingo, 24 de febrero de 2008

Elogio del coeficiente blanco

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por Orlando Barone*

La cultura blanca atribuye el color negro al mal. O a lo sombrío y negativo. Agujero negro, porvenir negro, lista negra, humor negro, suerte negra, negro como la muerte, historia negra. Las brujas, la mujer de la guadaña, Drácula, la capucha del verdugo, los heraldos, lucen de color negro. La viuda negra -araña o humana- seduce y copula, y se come al macho. Un colapso de la Bolsa es un día negro. Y también un fondo buitre. No hace falta explicar a qué se llama pozo negro.

Ahora un blanco -James Watson- acaba de aportar otro agujero, pero no negro sino blanco, a los ya incontables que oscurecen la cultura cumbre. Acaba de proferir que los negros serían menos inteligentes que los blancos. Ni siquiera adjudican el Premio Nobel y deben resignarse a que un comité blanco cada tanto se digne a concedérselo. Además se dejaron arrastrar desde Africa encadenados para ser explotados hasta que el blanco decidió liberarlos. Y está esa otra prueba fehaciente: La cabaña del tío Tom. La historia de un esclavo negro maltratado despiadadamente por sus amos blancos, a quienes la víctima perdona. Watson, que de niño debe de haber leído ese libro, se debe de haber dado cuenta, por el perdón, que Tom no era inteligente. Si no se hubiera vengado. Aquí, durante generaciones, en las películas de Tarzán nos dábamos cuenta de quién era allí el amo. Aunque nunca entendimos cómo sin poner trabas de pudor, nos dejaban ver esas películas donde las negras lucen en topless y Jane, que es blanca, siempre usa corpiño. Moraleja de aquella niñez: las negras sí, pero no las blancas.

A estas alturas quisiera ser tan obvio como para decir esta idiotez: "Los negros tienen mucho ritmo y mucho sexo, y los blancos tenemos a Watson".

Es curioso, pero se ha determinado que los rastros más antiguos del origen del hombre están en Africa. Sí, en Africa, y no en Boston ni en Zurich. Ni tampoco en el laboratorio caverna donde los genes son forzados a confesar verdades, pero también mentiras. Cráneos humanos de más de 150.000 años de antigüedad se encontraron hace poco en la región de Herto, en Etiopía. Por lo cual uno podría preguntarse:¿y si, entonces, Dios es negro? ¿ Y si es varón y tiene el aspecto de Mandela o de Cesaire Aimé, el poeta de la negritud, o del negro Rada?

Siguiendo ese origen africano, se podría sospechar que los blancos se apoderaron de la imagen de Dios y la blanquearon para creérsela afín. Es cierto que hubo papas negros, pero eran blancos. Lo que acaba de provocar la declaración del científico James Watson acerca de que "los negros tienen menos inteligencia que los blancos" es un tremendo "buraco" cavado en la sociedad mediática para causar escándalo. Los únicos que discriminan -en sentido contrario- entre un perro de paladar negro y otro de paladar neutro son los dueños de los perros. En cambio, en la selva, sin malas influencias, los gorilas negros aceptan sin desconfiar a gorilas albinos.

Habrá mucha gente blanca -y negra blanca que la hay- que al enterarse del pensamiento de Watson se sentirá interpretada sin tomarse el trabajo de medir su propio coeficiente. Es esa clase de gente que a lo sumo tolera un sueño negro para aliviarse de la vigilia mediocre.

No hay ninguna ley que impida al hombre más sabio hacerse el idiota o serlo. Un idiota triunfador sigue siendo un idiota. Y si tiene una inteligencia aguda corre el riesgo de una idiotez más intensa. La ciencia no tiene ideología: los científicos sí. Y a veces se superan.

*Periodista, escritor y docente universitario argentino. Actualmente es columnista del diario La Nación, la revista Debate y Radio Continental.


Fuente: La Nación - 21.10.2007


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jueves, 21 de febrero de 2008

Joaquín Gianuzzi en nuestro rincón poético

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El hueso de la gaviota


Breve y liviano sobre la playa, aéreo
el último hueso de la gaviota
aguarda la disolución en manos de los elementos.
No está previsto un accidente
que modifique la situación.
El sólido cuerpo del planeta
también espera,
pasivamente espera y con dulzura
el retorno del hueso a su garganta.
Cincuenta millones de años
contra unas semanas de vuelo.
No hay injusticia en la proporción
sino confianza y un pulido equilibrio
entre el agua, el viento y la temperatura solar.
Y allí de pie, el poder humano,
buscando en el cielo un agujero donde meter la cabeza y si es posible
una eternidad independiente
de uso privado y esqueleto entero.


Joaquín Giannuzzi, poeta y periodista argentino.
Nació en 1924 en Buenos Aires y murió en 2004 en la provincia de Salta.
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domingo, 17 de febrero de 2008

Salsa para ensaladas con sabor francés

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A proposito del verano y del calor, algo sabroso y sobre todo fresquito para darle categoría a nuestras comidas.

Salsa para ensaladas con sabor francés

Esa receta de aliño para gourmet es fácil de preparar, se caracteriza por su gran aroma y su intenso sabor. Además de exquisito es también muy fácil de preparar aunque el proceso es más acelerado si se dispone del caldo ya preparado.

Ingredientes:

caldo de carne: 1/4 de litro, con un cubito alcanza
cebolla: 1 mediana
vinagre ó limón: 1/8 de litro
mostaza (a la antigua): 1 cucharadita
huevo: 1 mediano
sal: 1 pizca
pimienta: 1 pizca


Preparación:

En primer lugar se pela la cebolla y se pica bien picadita (tenga un pañuelo a mano)
Se pone la cebolla picada en un bol junto con el resto de ingredientes
Se bate todo a velocidad alta (en caso de hacerlo con la batidora), hasta obtener una mezcla homogénea
Este aliño se puede esparcir directamente en la ensalada o plato o bien se puede poner en una salserita para que cada comensal se lo agregue a gusto


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jueves, 14 de febrero de 2008

Clonación Humana: Reflexiones desde la Bioética

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por la Dra. Elba Martínez Picabea de Giorgiutti*


Los hombres somos seres sexuados, y esta condición tiene una razón biológica que se inserta en la esencia misma del ser del hombre. Los seres vivos que se reproducen de esta manera son protagonistas de un proceso que asegura la variabilidad genética mediante los cruzamientos al azar.

La clonación constituye un tipo de reproducción asexual mediante la cual el producto o descendencia conserva el mismo genoma que el individuo parental. Evolutivamente la reproducción asexual es anterior a la reproducción sexual. Efectivamente, aquella es la condición primitiva de los organismos vivos. Sin embargo la predominancia evolutiva de la sexualidad sobre la asexualidad, a pesar del "costo biológico" de esta nueva forma de reproducción, se explica por sus enormes ventajas adaptativas para individuos y especies.

Sin dudas, uno de los más revolucionarios eventos ocurridos en el primitivo mundo de los seres vivos, después de la multicelularidad, debe haber sido el sexo. (Algunos indicios sugeridos por investigaciones sobre el origen del sexo indican que posiblemente éste haya sido, en los comienzos, un mecanismo optativo que demostró su eficacia en la adaptabilidad mediante la variación). La acumulación de mutaciones beneficiosas, cuando se combinan dos genomas parentales, es mucho más rápida - en términos evolutivos - que cuando las mutaciones ocurren exclusivamente por azar. Seguramente la evolución de los seres vivos hubiera sido muy diferente sin la existencia de mecanismos sexuales de intercambio de información genética. (Tal vez sin estos recursos de la naturaleza el hombre aún estaría esperando su turno en el proceso evolutivo). Efectivamente: el cruzamiento no selectivo de individuos sexuados asegura una descendencia en la cual se manifestará una variación genética respecto de la generación parental. Esto aporta riqueza a la especie. Los animales superiores, entre los que - desde un punto de vista estrictamente biológico - debemos incluirnos, somos el producto de la evolución a lo largo de los siglos de otras formas de vida. La combinación de mutación y selección asegura que la especie, a través de los individuos, vaya adquiriendo características que significan una creciente adaptabilidad al medio. Esto presupone, como necesidad, la existencia de cierta variabilidad genética en las poblaciones. Sobre esta variedad disponible de estructuras genéticas, el medio va cincelando formas mejor dotadas mediante el ejercicio de una presión de selección en un sentido positivo o negativo. Se eliminarán los ejemplares menos aptos y se privilegiarán los mejor dotados. Privilegiar, en este sentido, significa asegurar que sus genes perdurarán en la descendencia. La variabilidad genética de las poblaciones y de las especies, que constituye - en alguna medida - la garantía de su supervivencia en cuanto tales, sólo ocurre cuando los cruzamientos de los individuos que la componen no son selectivos. (Los genetistas médicos conocemos, sobradamente, los riesgos que significan las uniones consanguíneos y los grupos endogámicos).

La reproducción por clonación, ya sea de células, tejidos o individuos, es asexuada.

Los investigadores especializados en mejoramiento vegetal practicaron clonación y cruzamientos selectivos desde tiempos lejanos. Esta modalidad de reproducción es posible en tejidos animales, y de hecho se lleva a cabo con cierta frecuencia en el laboratorio, fundamentalmente con fines diagnósticos y terapéuticos. La clonación de animales superiores requiere de una mayor complejidad tecnológica. Consiste en la construcción de un embrión a partir de la fusión entre una célula somática, con su dotación cromosómica completa, y un óvulo enucleado.

Desde 1997, con la oveja Dolly, se ha acumulado suficiente evidencia en el mundo, para permitir afirmar que la clonación de animales superiores es tecnológicamente posible. El debate, en lo que se refiere a la eventual clonación humana, se ha centrado - por lo general - en las consecuencias éticas de estos procedimientos. Otro aspecto no menos importante tiene que ver con su significado biológico y eventualmente médico. Desde el punto de vista ético, es menester establecer una clara distinción entre los conceptos de clonación génica, celular, tisular y de organismos o individuos. La clonación de genes, células, y tejidos consiste en la producción, por distintos métodos de laboratorio, de copias idénticas al producto original, con fines específicos. La clonación de organismos, de manera similar, consiste en la realización de copias de éstos mediante reproducción asexuada.Numerosas experiencias médicas han demostrado la enorme utilidad de la clonación de secuencias codificantes humanas, en organismos de otras especies, como recurso para la obtención de productos de aplicación farmacológica. Un ejemplo es la producción de hormona de crecimiento.

Otra variante de clonación celular se aplica a la obtención de estirpes de células precursoras o stem cells a partir de médula ósea o del cordón umbilical. Su empleo es prometedor en el tratamiento, por ejemplo, de enfermedades oncohematológicas. Pero cuando nos referimos a la clonación de seres humanos, en cuanto fabricación de un individuo de manera asexuada, con fines médicos u otros, el planteo cambia de dimensión. No podemos dejar de advertir que hoy el término clonación humana incluye dos conceptos diferentes pero que comparten cuestiones fundamentales. Es menester distinguir la clonación reproductiva y la clonación no reproductiva. ¿Cuál es la diferencia entre ambas? Hablar de clonación reproductiva significa referirse a la transferencia nuclear con el objeto de fabricar un nuevo individuo. En general, este tipo de procedimiento está mal visto en la mayoría de las comunidades científicas del mundo. Clonación no reproductiva implica, casi sin excepción, fabricar un embrión humano, mediante transferencia nuclear, para utilizarlo como fuente de células precursoras para el tratamiento de algunas enfermedades humanas, incluso para trasplantes. También se la llama clonación terapéutica. Este tipo de técnica tiene una buena aceptación en muchos medios científicos y sobre ella se están elaborando regulaciones de aplicación.En realidad, nos parece que esta clasificación en clonación reproductiva y no reproductiva podría ser aceptada desde un criterio técnico pero no desde un enfoque ético. Ambos procedimientos constituyen en esencia lo mismo. Se trata de la fabricación de un embrión humano, ya sea con el fin de lograr una copia de otro individuo o para curar un enfermo con células precursoras de un embrión que se destruye. Me pregunto si el fin justifica los medios. Para quienes aceptan llanamente estos procedimientos, el conflicto ético es inexistente, desde que no se considera persona al embrión temprano; en cambio, para quienes consideran que el embrión es persona desde el momento de la fecundación, utilizar un embrión como medicina para curar a otro ser humano sería un acto - cuanto menos - inmoral. La reflexión sobre el estatuto del embrión debe profundizarse y constituye uno de los ejes fundamentales de los aspectos éticos de la clonación humana con fines terapéuticos.

Pero ¡cuidado! No debe ser éste el único aspecto a considerar si se trata de debatir las consecuencias y significados de la utilización de embriones humanos con fines médicos. Podríamos caer, incluso, en el peligro de fertilizar el terreno para contribuir a descuidar otras cuestiones éticas relacionadas con la equidad en la distribución de beneficios de la medicina. En efecto, a nuestro criterio, el primer punto que debe analizarse en esta temática es la consideración del momento en que un embrión comienza a ser persona. Es probable que la ciencia no logre nunca una definición al respecto, porque no se trata de una cuestión de carácter biológico. Extendernos sobre este tema tan fundamental excedería los límites del texto. Pero no podemos dejar de considerar que definir si un embrión humano es persona en el momento de la implantación o cuando comienza el funcionamiento de su sistema nervioso central o aún en el momento del nacimiento, es una cuestión de convenciones humanas. Lo que resulta innegable es que la cigota humana, ya desde el estadio unicelular diploide, encierra toda la potencialidad para el desarrollo de un nuevo ser humano, y por ello presenta características ontológicas esencialmente diferentes de la cigota de cualquier otra especie. Pero el otro punto que no podemos obviar se refiere a la evaluación del argumento, reiteradamente esgrimido, del “bien de la humanidad” cuando se especula con los eventuales beneficios de la ciencia médica en investigaciones sobre embriones humanos. ¿Quiénes constituirán esta “humanidad” que se beneficiará con los logros médicos algún día? ¿Serán tan beneficiados los enfermos sin recursos económicos como las corporaciones de la industria farmacéutica que ofrecerán sus productos en el mercado? Esta interrogante respecto del futuro de las aplicaciones terapéuticas mediante clonación de embriones humanos es inevitable cuando se analiza el curso de los acontecimientos actuales en el mundo con respecto la distribución de los recursos disponibles para al tratamiento y prevención del SIDA.

En lo que se refiere al significado biológico de la clonación humana y a los eventuales riesgos que ésta entrañaría, las experiencias en mamíferos han sido útiles y contundentes para algunas presunciones. Sabemos que un mismo gen puede tener, en un individuo, expresión variable según provenga de su madre o de su padre. De este fenómeno de imprinting, desconocido hasta hace poco tiempo, recién comienzan a evaluarse sus consecuencias. Por lo pronto, se sabe que no sólo los genes están sometidos a imprinting, sino también trozos de cromosomas y hasta cromosomas completos. Cuando un individuo es producto de una dotación genética uniparental, como ocurre en la clonación, se pueden suponer alteraciones de imprinting por metilación defectuosa o ausente o hipermetilación de secuencias codificantes. Estas y otras modificaciones relacionadas con este mecanismo de expresión diferencial significan una probabilidad aumentada para malformaciones, para envejecimiento prematuro y para cáncer. Esto está ampliamente probado en animales inferiores e incluso en mamíferos. También se deberán conocer mejor los aspectos regulatorios de la acción génica, y aún los mecanismos epigenéticos que tanto tienen que ver con las relaciones intercelulares y la definición de ejes y segmentos corporales.

Las interrogantes que surgen son: ¿Cuál es el futuro de individuos así dotados desde el punto de vista de su salud y de su capacidad reproductiva? ¿Cómo se modificaría el acervo genético poblacional según la proporción de individuos gestados de esta manera? Teniendo en cuenta que una peligrosa disminución de la variabilidad genética atentaría contra la existencia misma de la especie humana: ¿cuál es el límite del riesgo?

Así como la clonación de tejidos animales, y aun humanos, ofrece insospechadas posibilidades para recursos de aplicación terapéutica, la clonación del hombre como tal plantea numerosas incertidumbres que dan lugar a un futuro, cuanto menos, dudoso.

Finalmente me gustaría recordar que el hombre es mucho más que su genoma. Que su totalidad se cimenta en la particular interacción dinámica entre su constitución biológica y el medio en que le toca desarrollarse (para muchos también en su sentido de trascendencia). Y que es en mérito a su cultura que Homo sapiens ha debutado en el protagonismo de su propia evolución biológica.

Para el hombre de nuestros días no es posible dicotomizar lo biológico por un lado y lo cultural-social por el otro. Porque la cultura humana, que es parte de su esencia en cuanto tal, sólo se construye en el vínculo. No existe cultura sin sociedad. Es el hombre como individuo, y la sociedad como grupo, que deberán asumir sus responsabilidades por lo que hacen hoy y por las consecuencias de sus acciones en el mañana. De modo que otros valores del ser hombre, que aportan tanto como su genoma para su realidad "aquí y ahora", no pueden estar ausentes de una reflexión profunda sobre los aspectos éticos de la clonación humana. Entre ellos el primero es su dignidad. Pero el de la dignidad del hombre será tema para otra reflexión.


*Médica Genetista. Doctora en Medicina de la UBA. Académica de Número de la Academia del Plata. Miembro del grupo fundador del Centro Nacional de Genética de la Secretaría de Salud Pública y la Asociación de Facultades de Medicina de la Argentina. Directora del Instituto de Genética y Medicina Prenatal de Buenos Aires y de Genética de San Isidro. Miembro del Comité de Etica de la Sociedad Argentina de Investigación Clínica. Autora de El hombre y sus Genes. Textos de Gen-ética.


Revista QuímicaViva
Número 1, año 3, abril 2004


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