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sábado, 11 de septiembre de 2010

Pasarlo bien

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por Italo Calvino



Erase un país donde todo estaba prohibido.

Como lo único que no estaba prohibido era el juego de la billarda, los súbditos se reunían en unos prados que quedaban detrás del pueblo y allí, jugando a la billarda, pasaban los días.

Y como las prohibiciones habían empezado con poco, siempre por motivos justificados, no había nadie que encontrara nada que decir o no supiera adaptarse.

Pasaron los años. Un día los condestables vieron que ya no había razón para que todo estuviera prohibido y mandaron mensajeros a anunciar a los súbditos que podían hacer lo que quisieran.

Los mensajeros fueron a los lugares donde solían reunirse los súbditos.

-Sabed -anunciaron- que ya no hay nada prohibido.

Los súbditos seguían jugando a la billarda.

-¿Habéis comprendido? -insistieron los mensajeros-. Sois libres de hacer lo que queráis.

-Está bien -respondieron los súbditos-. Nosotros jugamos a la billarda.

Los mensajeros se afanaron en recordarles cuántas ocupaciones bellas y útiles existían a las que se habían dedicado en el pasado y a las que podían dedicarse nuevamente de ahora en adelante. Pero los súbditos no hacían caso y seguían jugando, un golpe tras otro, casi sin respirar.

Comprobando la inutilidad de sus intentos, los mensajeros fueron a comunicarlo a los condestables.

-Muy sencillo -dijeron los condestables-. Prohibamos el juego de la billarda.

Fue la vez que el pueblo hizo la revolución y los mató a todos.

Después, sin perder tiempo, volvió a jugar a la billarda.


El humor recorre la obra completa del gran Italo Calvino, que nació por accidente en Santiago de las Vegas, Cuba, el 15 de octubre de 1923, y murió demasiado joven, en 1985, como consecuencia de un derrame cerebral, cuando aún podía haber escrito muchos maravillosos libros. Tenía muchísima imaginación, y algunos críticos opinan que lo suyo era la actualización de mitos clásicos. Les dio la razón con su célebre trilogía de los años 50, El vizconde demediado, El barón rampante y El caballero inexistente. Luego vinieron Palomar y Las cosmicómicas. Una de sus últimas novelas, Si una noche de invierno un viajero, es ya un clásico insoslayable de la literatura contemporánea. Calvino tuvo mucho vínculo con nuestro país, no sólo por su amistad con Bioy Casares y Cortázar y su admiración por Borges, sino porque se casó con una argentina, Ester Judith Singer. Calvino era un hombre callado, tímido, y explicaba así sus públicos silencios: "No hablo porque casi no recuerdo haber hablado sin ser interrumpido de inmediato". Estuvo aquí para la Feria del Libro de 1984 y tenía planeado regresar al año siguiente.
La Nación 30/5/1999.-
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