por Mario Heler
Doctor en Filosofía (UBA) - Conicet - Instituto Gino Germani
Pretendo introducir una idea: la lógica de lo excedente. Una tal introducción obliga a afrontar diferentes cuestiones a la vez, en especial cuando se pretende que esa idea permita hacer algo con los pensamientos, generar una mirada diferente que habilite nuevos recorridos del pensar-hacer1, que evada las encrucijadas donde nos repone el pensamiento usual y acostumbrado. Es que al mismo tiempo hace falta presentar la idea y señalar su relativa necesidad, y aun cuando esté en construcción, sostener su propuesta con un adelanto de su fecundidad para pensar en la actualidad. Además hay que esperar lectores incómodos con el pensamiento habitual, con cierta apertura a lo nuevo, con alguna disposición a incursionar en un pensar a contracorriente. Pero también estar prevenido contra el rechazo, las críticas poco o nada atinentes, la acusación de falta de seriedad intelectual y hasta de soberbia.
Asumiré el desafío y apostaré al interés (que confío compartimos) de ser productores y no meros consumidores de ideas ya fabricadas, pese a los obstáculos subjetivos y objetivos que se interponen en su consecución. Precisamente, en torno a la cuestión de la producción2 irrumpe la alternativa de pensar esta idea de la lógica de lo excedente3. Inclusive redoblaré la apuesta, pues enrolaré explícitamente mi elaboración en un pensar situado, que porta sus marcas de nacimiento, su intrínseca conexión con un contexto socio-histórico, y que aquí se manifiesta como un pensar filosófico actual, en Argentina, desde Latinoamérica, en el curso de una transición social de alcance planetario; un pensar que no disimula sus discrepancias con la manera predominante de hacer filosofía en la academia4.
Planteadas así las cosas, como en toda construcción, habrá que despejar primero el terreno: mostrar dónde la idea de lógica de lo excedente encuentra algún asidero para su construcción, revisar algunos itinerarios filosóficos que han abierto la posibilidad de que sea pensada, rastrear algunos conceptos que sean utilizables como herramientas en su construcción. Pero precisamente porque se trata de introducir una idea en construcción, resultará más interesante deslindar su sentido que dar cuenta acabada de ella, sugerir posibilidades más que establecer con precisión sus significados, demarcar su campo problemático más que determinar sus figuras, movimientos y tensiones. Y si algún valor pudiera adjudicarse a lo que aquí se diga, dependerá de su apreciación como avance en la exploración de una posible vía, acaso fecunda, para pensar nuestra actualidad.
Comenzaré, entonces, exponiendo dos movimientos de aproximación a la idea de la lógica de lo excedente. Ambas aproximaciones llamarán la atención sobre cuestiones que se presentan de alguna forma como antecedentes en la modernidad, en contraste con la heredada concepción premoderna, así como iniciarán el trabajo de articular esta idea abriendo su sentido.
La expresión "lógica de..." señala el nivel en que opera la lógica de lo excedente, en tanto se propone como una idea que trabaje, que funcione, en la articulación de otros conceptos, surgidos o especificados a partir de (o en vinculación con) ella, y por referencia a problemas actuales de distinta índole, en intrínseca conexión con la práctica correspondiente (cuando use la misma expresión precediendo a "el intercambio" y "el excedente" valdrá de igual manera). Téngase en cuenta asimismo que considero que estas lógicas trabajan o funcionan para la invención y articulación de conceptos sin romper su trabazón con las prácticas sociales en las que tales conceptos se tornan herramientas para pensar un problema más o menos general, más o menos específico, estableciendo alguna diferencia.
1. La lógica del intercambio capitalista como lógica del excedente (primer movimiento de aproximación)
En nuestras sociedades, los dispositivos de clausura (Heler, M. 2005a, 53-70) son suficientemente fuertes como para encauzar nuestras producciones en los caminos que sostienen la permanencia de lo mismo, pero no tan poderosos como para doblegar toda resistencia. Ésta se expresa socialmente de diferentes maneras, aunque tal vez su expresión común se concrete en la irrupción de nuevas posibilidades que eluden la dinámica de la clausura, que rompen con la fuerza envolvente que repone los mismos problemas y similares modos de abordaje. En tanto tal irrupción se presenta en un ámbito clausurado, su nivel de ruptura, su potencial subversivo, se hace comprensible en relación con ese ámbito y por su capacidad de establecer alguna diferencia.
Desde esta óptica, en nuestras sociedades modernas, los dispositivos de clausura tienden a cerrar el espacio de posibilidades en los límites del funcionamiento del capitalismo. Podemos interpretar entonces que contribuyen así a imponer en extensión e intensidad la lógica del intercambio a las interacciones sociales (llegaremos luego a pensar esta lógica como una lógica del excedente).
En el horizonte de la fetichización de la mercancía5, la lógica del intercambio capitalista configura las relaciones sociales por apelación a la capacidad de las mercancías de satisfacer necesidades, mediante su circulación en un mercado (de bienes y de trabajo), regulado por la figura del contrato entre propietarios6. En su órbita, la mercancía se representa como bien de consumo y sólo en un segundo plano se presenta como producto del trabajo humano. La producción se halla de este modo desenfocada, ya que, aunque sea objeto de atención y ocupación, queda mediada por el consumo, supeditada, por consiguiente, a sus productos, mientras que el productor queda reducido al homo economicus que racionalmente determina su interés desde la perspectiva del consumidor. Es que el consumo realiza el valor de uso de la mercancía pero inscripto en el proceso de realización del capital (el gran consumidor que consuma todos los consumos). En este sentido, en sus diferentes etapas, incluida la actual, el capitalismo visibiliza y privilegia la perspectiva del consumidor bajo distintas modalidades.
¿Qué interesa a la perspectiva del consumidor que polariza la lógica del intercambio?
Al consumidor ocupado con los productos, le preocupa asegurar la reiteración del consumo, dado el continuo renacer de la necesidad. Está interesado entonces en que esos productos estén disponibles cuando se haga sentir la urgencia de la satisfacción (de necesidades que en el presente continuamente se estimulan y multiplican, se inventan).
La perspectiva del consumidor generaliza una visión instrumentalizadora de los seres humanos: todos son medios para los otros y cada uno es medio para los demás. En la modernidad, el límite de la instrumentalización de cada uno por los otros radica en la pretensión de que el intercambio sea realizado por libre consentimiento (Heller, M. 2004, 201-210). La satisfacción de las necesidades del consumidor opera entonces a través del intercambio en el mercado. Un mercado de bienes y de trabajo donde juega la necesidad de seguridad y su corolario: la necesidad de incrementar los beneficios a bajo costo, garantizando así la continuidad del consumo7. Tales beneficios y costos se contabilizan a partir del establecimiento de la equivalencia entre los distintos productos y converge en el equivalente general: el dinero. No obstante, para la mirada del consumidor, como señala Marx, el valor de cambio parece radicar en las relaciones entre los objetos mismos, quedando fuera de foco la producción -el trabajo socialmente necesario- que brinda la medida del valor y especifica las relaciones sociales que establecen los productores en su producción.
Retomemos dos de los elementos que acabo de señalar: por un lado, la instrumentalización libremente consentida; por el otro, el imperativo del incremento de beneficios a bajo costo. Ambos aspectos se presentan en conexión con las necesidades, entendidas como carencia (Heler, M., Casas, J., y Gallego, F. s/f)8, que encuentran alguna satisfacción en el consumo, sin lograrse nunca saciedad plena (mucho más hoy cuando se logra eficacia en la fabricación de necesidades). Para el consumidor, el libre consentimiento se traduce en el derecho a la libre elección: un derecho a elegir y también al aumento de las posibilidades de elección, lo que significa la demanda de un incremento de la cantidad -y en cierto sentido también de la calidad- de bienes ofertados en el mercado. Una demanda que se dirige a la producción, únicamente en cuanto proveedora de los productos que se ofertan en el mercado. La seguridad del consumidor parece depender entonces de ese aumento en la cantidad de productos disponibles para el consumo (cuanto más en un mundo que se dice de escasez) y, en un segundo plano, de la calidad, apreciada a su vez por el presunto grado de satisfacción (sumando carga simbólica al consumo). Hoy, la calidad parece adquirir una relevancia que en otras etapas no poseyó, gracias a una producción automatizada e informatizada, con sus correspondientes nuevas modalidades de administración y de financiación9, que aumentarían las posibilidades de elección con una múltiple y variada oferta «a medida de la demanda».
La búsqueda de seguridad en el consumo parece demandar la instauración de un orden10 que haga factible la previsión, una previsión en que el consumo se componga y disponga para la satisfacción más o menos inmediata. En consecuencia, orden y seguridad van de la mano. La seguridad exige entonces que el orden se mantenga a través del tiempo, sin mayores variaciones, sin cambios que alteren radicalmente la dirección de la distribución y la circulación del consumo. Por su parte, el orden administra la imprescindible producción, la gestiona para establecer la garantía del consumo e incluso la defensa de los derechos del consumidor. Esta administración conlleva la tarea de instituir criterios que discriminen las producciones productivas (las que satisfacen el consumo, y que hay que promover y asegurar) de las que no lo son, y que habrá por ende que cancelar o transformar. Son criterios externos a la producción, ya que se derivan de la exigencia de orden y seguridad, imponiéndose por sobre el movimiento propio, inmanente, del proceso productivo. Cumplen la función de certificar la calidad de los productos. Y son efectivos como dispositivos de clausura: en la búsqueda de obtener el aval del control de calidad para sus productos, la producción tiene que conformarse a tales criterios, limitando sus propias posibilidades a las que demanda el mercado de consumo, siempre con eficiencia (con bajo costo y alto rendimiento)11.
Resulta entonces que en la lógica del intercambio y desde la perspectiva del consumidor, la producción interesa solamente por el excedente que genera. Pero más bien, la producción es la condición de posibilidad no sólo del consumo, sino del incremento, del excedente, en la cantidad y la calidad de productos; productos que en el intercambio se encaminan a la realización del capital, es decir, a su constante incremento. No obstante, la producción permanece fuera de foco para el consumidor, e incluso supeditada a sus demandas, al punto de llegar a clausurarla en la que ahora podemos llamar lógica del excedente.
Pero es la producción la que conlleva el movimiento de lo excedente, de lo que va más allá de lo dado, introduciendo un plus, un exceso, la novedad y el cambio. De este modo, no sólo incrementa la cantidad y calidad de productos sino que potencia la producción: produce la producción y sus productores, así como los productos (pero como momento del proceso de producción). Y este funcionamiento, este trabajo, remite a la posibilidad de pensar su movimiento como una lógica de lo excedente.
2. De la armonización a la transformación (segundo movimiento de aproximación)
Después de esta primera aproximación a la lógica de lo excedente, a partir de la lógica del excedente, debería poderse observar que en la modernidad encontramos antecedentes para pensar la primera, aunque haya predominado la segunda.
En la edificación del ethos moderno parece correcto interpretar que la novedad, la ruptura, se observa en el pasaje de un orden con una dirección general hacia la armonización a un orden orientado hacia la transformación.
Es que en la modernidad ya no es cuestión de interpretar el mundo, sino de transformarlo. Ya no se trata entonces de contemplarlo, para poder prescribir la forma en que cada existente debe ponerse en consonancia con la armonía del cosmos, sino de actuar sobre el mundo, guiados por la razón, para construir el Paraíso Terrenal12.
En esta imagen de un Paraíso recuperado aquí en la Tierra y a través del esfuerzo humano, se juegan dos connotaciones que pueden independizarse. Por un lado, remite a la creación para la vida humana de un mundo de abundancia que transmute el mundo de escasez, al que nos confinó el castigo divino: un mundo de abundancia donde el consumo estuviera espontáneamente disponible. Kant (1981, 48) ya veía que los hombres quieren «vivir cómoda y plácidamente" y que "el trabajo", "el penoso esfuerzo", sólo adquiere justificación en tanto sirve para "encontrar los medios que les libren de esta situación"13, brindando la comodidad y la paz anhelada, la seguridad. La vida apetecida se imagina así a partir de una Edad de Oro perdida como "el puro goce de una vida despreocupada, ociosamente soñadora o infantilmente retozona" (Ibid., 87). Podemos asociar esta connotación con la perspectiva del consumidor, y desde la Antigüedad, referirla a su vez a la figura del amo satisfecho gracias a la producción de sus esclavos (Heler, M. 2004a).
Por otro lado, el ideal de la construcción de un Paraíso Terrenal connota un mundo donde se exprese libremente la creación propia del ser humano y donde la producción humana se potencie a sí misma. Y en este sentido se entiende que reciba el nombre de Reino de la Libertad.
El siglo XIX valorará la vida activa: la puesta en práctica de todas las capacidades humanas en la producción de la emancipación de la necesidad externa e interna, pero en un proceso en que tal emancipación será condición y resultado de la potenciación de la producción humana, de su apertura a nuevas posibilidades.
Es cierto que también el animal produce. Se construye un nido, viviendas, como las abejas, los castores, las hormigas, etc. Pero produce únicamente lo que necesita inmediatamente para sí o para su prole; produce unilateralmente, mientras que el hombre produce universalmente; produce únicamente por mandato de la necesidad física inmediata, mientras que el hombre produce incluso libre de la necesidad física y sólo produce realmente liberado de ella; el animal se produce sólo a sí mismo, mientras que el hombre reproduce la naturaleza entera; el producto del animal pertenece inmediatamente a su cuerpo físico, mientras que el hombre se enfrenta libremente a su producto. El animal forma únicamente según la necesidad y la medida de la especie a la que pertenece, mientras que el hombre sabe producir según la medida de cualquier especie y sabe siempre imponer al objeto la medida que le es inherente; por ello el hombre crea también según las leyes de la belleza. (Marx, K. 1986, 112).
Esta segunda connotación de la construcción de un Paraíso Terrenal conecta con la perspectiva del productor.De la serie continua de la relación producción-consumo (se produce para consumir, al consumir se genera la necesidad de renovar la producción para nuevamente consumir y...), esta perspectiva enfoca la secuencia producción-consumo-producción. El consumo se presenta aquí sólo como un momento del proceso productivo. En cambio, la perspectiva del consumidor se concentra en la secuencia consumo-producción-consumo, convirtiendo a la producción en una variable dependiente de los requerimientos del consumo. La necesaria relación producción-consumo es investida así por dos posiciones contrapuestas. Y el relativo triunfo de la perspectiva del consumidor supone imponer sus imperativos a la perspectiva del productor, tratando de supeditar la producción al consumo. Pero nunca eliminándola: el predominio de la lógica del excedente requiere como su condición sine qua non la lógica de lo excedente -productora indispensable del excedente-, así como encauzar la producción cada vez de nuevo en su funcionamiento.
Para poder dar cuenta de la exigencia de transformación, desde una connotación o desde la otra, se hace necesario resignificar el legado de pensamientos heredados, un legado signado por la exigencia premoderna de armonización. Desde los primeros tiempos modernos, esa resignificación lleva a la producción de nuevas formas de pensar, que al mismo tiempo conllevan profundos cambios y también fuertes continuidades. Estas continuidades no pueden dejar de conectarse con las condiciones en que la modernidad lucha por consolidarse y, por consiguiente, con la tendencia al predominio de la lógica del excedente. Además de su pregnancia en el pensamiento occidental, estas ideas y conceptos heredados constituían las herramientas con que se contaba para producir nuevas concepciones capaces de dar cuenta de las modernas circunstancias socio-históricas.
Cabe pensar entonces que la seguridad que antepone la perspectiva del consumidor se apoya en la vieja valoración de la permanencia y la inmutabilidad. Y tiende a recuperar las viejas evidencias de pensar con la categoría de sustancia, como modo de evitar la irrupción de alteraciones de las previsiones que aseguran el consumo. Como consecuencia, el cambio y la innovación quedaron de alguna manera circunscriptos en el marco de una concepción lineal, mecánica, determinista y reduccionista de la causalidad, en concordancia con una ciencia entendida como "sistema de manipulación"14. Pero además, con el reciclaje de la categoría de sustancia en la nueva de sujeto se reponía un carácter moralizador.
En las sociedades premodernas, el lugar de nacimiento determinaba el deber de los cuerpos humanos, conforme a su distribución en el mapa social, a su vez en armonía con el cosmos: el nacimiento establecía las perfecciones (o virtudes) cuyo desarrollo era responsabilidad de cada sujeto. En cambio, el pasaje moderno hacia la movilidad social, lograda en cada caso por el ejercicio de las capacidades humanas de transformar el mundo, establece también obligaciones según el lugar que se ocupa en la sociedad. Pero ahora el individuo es también responsable de su mejor o peor posición social. Entonces, el sujeto normal de la modernidad, centrado, con identidad estable, brinda un asidero a la atribución de culpas a través del tiempo.
La tradición nos ha enseñado que la sustancia se define por su esencia. Empero, ésta no está realizada ni en el «mundo sensible» ni en el «sublunar». Por el contrario, la armonización con el orden del cosmos supone la búsqueda de perfección: el deber de armonización que en cada sustancia se manifiesta en la tendencia a realizar la perfección de la que participa o que le corresponde. Las nociones de perfección e imperfección operan así en conexión con la identificación de la esencia con el fin, pudiendo así acoplarse a tal identificación la noción de valor moral (Heler, M. 2005a, 58-61). Y en tanto fin, la esencia es el parámetro con el que juzgar el proceso de armonización, sobre la base en cada momento de la cercanía o lejanía de la meta: la realización plena de la esencia (Deleuze, G. 2003, 46-47). En tanto algo existe con cierta independencia es una sustancia y se determina como un algo específico por su esencia permanente e inmutable. Pero esa esencia no se la posee necesariamente en su plenitud, en su perfección. Hace falta entonces realizar la esencia, involucrando al existente en un proceso de perfeccionamiento o, en su defecto, de decadencia. Por un lado, entonces, los entes son y no son: su determinación se da en la carencia, en la falta de perfección de su esencia, en su no ser. Son en potencia la esencia plena, pero la idea de potencia se define como lo que no es y puede ser. Por otro lado, el perfeccionamiento tiene en la esencia su fin y su límite. La perfección alcanzable está predeterminada por la esencia que corresponde a cada sustancia y que integra a cada singularidad en las clasificaciones esenciales (de género y especie) con las que se da cuenta de todo lo que existe. Y si bien, en sentido estricto, es el ser humano el llamado a realizar su esencia de animal racional, comportándose racionalmente, y es a quien, por tanto, se juzga moralmente conforme a sus avances en el perfeccionamiento de su esencia, todo lo existente queda comprendido en un proceso de perfeccionamiento que permite juzgar moralmente cambios e innovaciones que surjan en nombre de la exigencia moderna de transformación15.
Resulta entonces que, con su equiparación de esencia-fin-valor, el pensamiento sustancialista contribuye a la permanencia, a la reiteración de lo mismo (por cierto, en la modernidad, con una acentuación del cambio ajena a la premodernidad). Además, se ve reforzado correlativamente por la idea también antigua de la causalidad como un nexo necesario que encorseta al efecto, con su posible novedad y cambio, en la realidad de la causa, de tal manera que las consecuencias han de ser explicadas íntegramente por su causa y, consecuentemente, por la regresión hasta una causa primera. Todo ello dando lugar a la predicción/previsión que hace factible la seguridad en medio de las transformaciones (predicciones/previsiones que la ciencia moderna debe encargarse de proveer).
El proceso de modernización, no obstante, se manifiesta ya en el siglo XVII en las rupturas con esta visión, y se pueden seguir las derivas de estos planteamientos, ya sea que repongan la permanencia y la predictibilidad/previsión en un orden de consumo seguro, ya sea en pensadores a contracorriente que sostienen el cambio y la transformación sin sujeciones a lo ya acontecido y acostumbrado.
Con profundas implicancias teóricas y prácticas, Thomas Hobbes y Baruch Spinoza introducirán un cambio radical al concebir a los cuerpos por lo que pueden y ya no en función de su esencia. En el caso de Spinoza, negando además que pueda anticiparse lo que un cuerpo puede16. Aquí, las potencias que definen los cuerpos ya no remiten a lo que no es pero puede llegar a ser, según la esencia-fin-valor, sino que constituyen el ser de cada cuerpo y el aumento de la potencia abre nuevas potencias en el ser.
Por su parte y desde su empirismo, David Hume (1994) cuestiona la presunta conexión necesaria entre la causa y el efecto. Más allá de sus intenciones y de las lecturas posteriores que se hayan privilegiado, su crítica abrió la posibilidad de pensar de otro modo el orden mecánico de la naturaleza y su base determinista, asociada a la posibilidad de predicción/previsión. Así como permite el cuestionamiento -aunque mantenga su vigencia- de la coartada que da por sentado (podríamos decir, exagerando) que sólo es posible lo que es posible: la consideración como alternativas de elección de sólo aquéllas que responden a un estado de situación dentro de un orden dado y condicionante, donde está establecido lo que es esperable y admisible (lo viable, lo sustentable, más aún, lo autosustentable), así como excluye lo que choca o no se acomoda a lo usual y acostumbrado. Críticas y desarrollos posteriores hacen hoy factible dar cuenta de la novedad y el cambio, del acontecimiento, como una irrupción ya no reductible a las condiciones antecedentes, y permiten enfocar, por consiguiente, la producción, el movimiento de lo excedente.
3. La relación con la lógica del excedente y la modalidad de funcionamiento de la lógica de lo excedente
Las dos aproximaciones precedentes de la lógica de lo excedente ponen en primer plano el aspecto poiético de la existencia humana. Pero plantean la cuestión de precisar la relación entre esta lógica y la del excedente, por un lado; y por otro, de distinguir con la mayor precisión posible ambas lógicas 17.
En cuanto a la relación entre ambas lógicas. Las lógicas de lo excedente y del excedente representan sendas modalidades de funcionamiento, ambas operantes sobre la relación entre producción y consumo. Dado que nunca se es únicamente productor o sólo consumidor, sino que somos productores en algunos aspectos y consumidores en otros, en forma simultánea o sucesiva, complementaria o más o menos incompatible, la oposición entre una y otra lógica surge entonces del modo en que cada una trabaja con la relación producción-consumo. Como ya vimos, si en la lógica del excedente prevalece el consumo y a él se supedita la producción, hasta procurar incluso su clausura en aras de sostener la prevalencia de la perspectiva del consumidor, la lógica de lo excedente, en cambio, sustenta la relación producción-consumo en su elemento dinamizador: la producción. En consecuencia, entre ambas lógicas se dirime una lucha con respecto a la forma de encarar la relación producción-consumo.
Es que frente a la lógica del excedente, la lógica que hace funcionar el orden policial18 de las sociedades modernas, se contrapone una lógica diferente que la cuestiona (en el elemento común de la relación producción-consumo), que pone en "litigio" a aquélla en su mismo terreno y por confrontación con una posibilidad otra: la lógica de lo excedente. Siguiendo la concepción deJacques Rancière, podemos asociar entonces la idea de una lógica de lo excedente con la actividad política19.Si el orden moral-policial de las sociedades modernas genera sociedades de la igualdad desigual (Heler, M. 2002) y su funcionamiento responde a la lógica del excedente, la lógica de lo excedente se manifiesta como «el argumento de una distorsión principal que viene a anudarse con tal litigio determinado en la distribución de las ocupaciones, las funciones y los lugares» (distribución que he interpretado que en nuestras sociedades funciona partiendo de la perspectiva del consumidor).
Si la relación entre los dos lógicas se comprende enmarcada por la dimensión ético-política, la tensión entre ellas, desde el lado de la lógica de lo excedente, no puede trabajarse con un pensar dicotómico, consistente en elegir entre alternativas incompatibles, sino con el planteamiento de estrategias para "ser consecuente" (Badiou, A. 2004) con la defensa de la perspectiva del productor contra la sujeción de la producción al consumo. No se trata entonces de un problema de toma de decisión adecuada, de tomar partido por un lado o por el otro (incluso adoptando actitudes heroicas)20. Por el contrario, la lógica de lo excedente comprende la lucha contra los dispositivos sociales que subordinan la producción al punto de vista del consumidor; contra esos dispositivos que no están sólo coaccionando desde fuera de los posibles productores, sino que están incorporados en sus subjetividades (in-corpore, en elcuerpo, siendo marcas de las identificaciones que nos constituyen en el orden moral-policial). Por consiguiente, la construcción de la idea de lógica de lo excedente no consiste en una mera conceptualización sin efectos materiales, sino que conlleva un trabajo con los cuerpos: implica poner en marcha simultáneamente procesos de desidentificación respecto de la lógica del excedente que nos actúa, y de nuevas subjetivaciones, así como una revisión crítica de los saberes vigentes y una transformación de las relaciones de poder existentes. Supone entonces hacer algo con la idea.
En cuanto a la distinción del funcionamiento de cada lógica y, consecuentemente, a la relación entre ellas: la lógica de lo excedente tendrá que diferenciarse de una lógica del excedente que se caracteriza por funcionar dicotómicamente, ubicándonos continuamente frente a encrucijadas bien señalizadas que predeterminan el recorrido correcto, el recorrido que contribuye a la permanencia de la dominación. Un pensar dicotómico rápidamente encuentra cosas, objetos, sustancias, bien delimitadas, separadas y aisladas, definidas por sus esencias, deslindadas a su vez mediante reglas de inclusión y exclusión, que además desembocan en encrucijadas, dilemas, opciones obligatorias21. En la modernidad, tal pensar trabaja conjuntamente con otro, caracterizado de científico, que funciona según una analítica atomista y mecanicista, que descompone en sus partes una unidad -definida arbitrariamente como tal-, de tal manera de recomponerla con la ganancia de una capacidad de predicción que brinde el poder de manipular partes de lo existente. Aquel pensar dicotómico y este pensar analítico suponen una causalidad (si hace falta, compleja, probabilística, aleatoria) que permita formular conexiones repetibles, controlables, idóneas para reducir al mínimo el azar de lo nuevo y orientadas a generar una clave de explicación en forma de algoritmos útiles para moverse en medio del cambio y la incertidumbre22. Ambas son modalidades de pensar que quedan entrampadas en los productos, en los resultados, en las pérdidas y las ganancias, respondiendo a la lógica del excedente y, por ende, funcionales a la permanencia de lo mismo.
Por el contrario, la lógica de lo excedente reclama una modalidad de trabajo diferente, apta para pensar el proceso de la producción, sin disociar los productos de la producción (entonces con sus productos pero no por ellos), sin sustancializar las relaciones que constituyen y movilizan el proceso, enfocando lo excedente en su fluir -a veces- potenciador. Esto es, relaciones de producción de la producción: la producción entendida como las relaciones que configuran una práctica compartida, de cooperación, de producir juntos, y que produce también a los productores. Por consiguiente, la lógica de lo excedente reclama un pensar relacional.
Un pensar relacional que, a diferencia del funcionamiento de la lógica del excedente, opere sobre la base de la sociabilidad del ser humano, de su necesidad y deseo del otro. Una necesidad y deseo del otro que habla de la índole eminentemente social de los seres humanos y que nos remite entonces a las relaciones entre los seres humanos, a las relaciones que nos conforman como individuos y en las cuales adquieren sentido nuestras acciones. Un pensar que rechaza la existencia de individuos-átomos aislados, separados y centrados en sus fines egoístas, sabedores de sus deseos y preferencias, que entran en contacto con los otros -en el mercado- sólo para satisfacer necesidades que no pueden cubrir por sí mismos; y que además no se reconocen como productos de relaciones sociales. Por tanto, un pensar que no conceptualiza sustancias que entran en relación entre sí23, sino que concibe relaciones y relaciones de relaciones, redes de relaciones, como las que desde antes del nacimiento del bebé humano lo van constituyendo y a partir de las cuales continúa vinculándose con variaciones el resto de su vida. Un pensar de relaciones que son constitutivas de los seres humanos, resultado asimismo de la reproducción, en cada momento, de relaciones sociales; que lleva a considerar a la sociedad ya no como un compuesto de individuos, sino como un producto de vínculos y relaciones en las que están insertos los individuos -que los individuos reproducen y transforman con sus acciones. Un pensar relacional,entonces,queno se deje llevar naturalmente por nuestro lenguaje, por un lenguaje donde se expresan mejor las cosas y los estados que las relaciones y los procesos.
Las aclaraciones que se acaban de exponer acerca de la relación y la distinción entre las dos lógicas insisten en que la idea de esta lógica de lo excedente refiere a un exceder que es un plus en sí mismo productivo, que depende de la producción y vuelve sobre la producción, sobre los productores y sobre los productos. En oposición, por tanto, a la lógica del excedente, para la que los productos ocupan el lugar del plus que excede lo dado, sin ser directamente productivo en sí mismo. Pero queda en pie la cuestión fundamental para esta introducción de la idea de la lógica de lo excedente: ¿su puesta en acción será capaz de dar cuenta de la vida humana como lo excedente, como producción del plus que hace humanos a nuestros cuerpos biológicos: el plus de su propia capacidad simbólica, de su lenguaje, de los significados que inventa el mundo humano, significados que a la vez son constituidos y constituyentes de los individuos en el accionar con los otros; un plus que excede los cuerpos y los inviste haciéndolos humanos? Creo que la respuesta a tal pregunta sólo se encuentra avanzando en su construcción; y, tal cual la he propuesto, exige ser consecuente con ella, y exige también, simultáneamente, una permanente revisión crítica.
Para Spinoza24, la unión de los cuerpos los potencia, los hace más, pueden más. Los encuentros entre los cuerpos -nudos de relaciones- son aquellos contactos entre quienes son compatibles, capaces de componerse entre sí y que por eso se potencian. En el encuentro producen y se producen. Resultan así productores. Operan juntos, cooperan, en la producción, no sólo de cosas, sino también de sí mismos. Los encuentros entre los seres humanos concretan la producción cooperativa en que la vida humana persevera en el ser, florece (Heler, M. 2004, 78 y 117). Ser productores no sería entonces una exigencia sustituible, sino parte inescindible de nuestra humanidad. Haría nuestra humanidad. En este sentido, la idea de una lógica de lo excedente requiere ser puesta en acción para poder apreciar si es capaz de dar cuenta de esta producción cooperativa, que el moderno orden moral-policial capitalista oculta y distorsiona hasta la clausura.
Notas
1 Cf. con respecto a una crítica a la separación entre pensar y hacer: Heler, M. (2004a).
2 En este último tiempo me he dedicado a elaborar, en la medida de mis posibilidades, el concepto de productor en contraposición al de consumidor, y en torno a la idea de producción. (Ver, por ejemplo, además del artículo ibid., en su § 2, Heler, M. 2006a, 18-19; 2007; y La formación de trabajadores sociales y la producción del trabajo social. En Nuevos escenarios sociales para la formación profesional - Trabajo Social y formación superior, editado por Paula Meschini y Sergio Cecchetto. Mar del Plata: Facultad de Ciencias de la Salud y Servicio Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata, en prensa).
3 Fue en una conversación con Patricia Digilio y Jorge Manuel Casas que fue configurándose esta idea de la lógica de lo excedente. Fue trabajada por los tres en un seminario dictado en la carrera de Filosofía de la Universidad Nacional de Salta en 2006, y durante 2007 objeto de nuevas actividades, agregándose al grupo inicial otros colegas: Gabriela D'Ododirco, Alejandro Cerletti, Yamila Volnovich. Entre esas nuevas actividades se encuentra un proyecto para el desarrollo de seminarios de posgrado con orientación en Filosofía Social.
4 Y sin renunciar por ello a la pretensión de cierta universalidad inmanente a todo proceso de producción intelectual. (Cf. Heler, M. 2006b, 29-40).
5 Cf. Marx, Karl. 2007. El capital. Crítica de la economía política, Tomo I, 36 y ss. México, FCE.
6 Bajo el supuesto de que todos somos propietarios, al menos del propio cuerpo, y que puede ser ofrecido en el mercado como fuerza de trabajo. (Cf. Macpherson, C. B. 1979).
7 El corolario deriva de la relación entre las fuerzas físicas, extrapolada a las relaciones sociales entre individuos. Dado que una fuerza puede ser detenida por una fuerza de dirección contraria y de igual o mayor intensidad, el aumento de la intensidad (poder) de una fuerza brinda posibilidades de mantener su dirección en el choque con otras fuerzas. (Cf. Heler, M. 2005a, 62-67).
8 En relación con una "ontología de la carencia", cf. Heler, M. (2005a, 58-61).
9 Éste es sólo un aspecto, a su vez causa y consecuencia, en los cambios sociales actuales. Distintos debates dan cuenta de otras cuestiones que son afectadas y afectan la situación contemporánea. La bibliografía es copiosa al respecto. Me refiero a discusiones que abarcan temas que en su aparente disparidad confluyen empero en los intentos por pensar nuestro presente. Algunos ejemplos: las nuevas modalidades que adquiere el trabajo ("posfordista", "inmaterial") y el problema de la desocupación, en conexión con la marginalidad y la exclusión social, la "sociedad de conocimiento", la "política espectáculo", la globalización, la biotecnología, la mayoría de los sectores "de punta" de la tecnocientífica, etcétera.
10 Me refiero a un "orden moral-policial", siguiendo de alguna manera las ideas de Jacques Rancière (1996), quien define un "orden policial". Ver al respecto mi trabajo El orden moral-policial y la dimensión ético-política, en prensa. Más adelante volveré sobre el tema.
11 Nótese también que la calidad se determina científicamente, y que la práctica científica está directa o indirectamente financiada por el Capital, de modo que la calidad -incluso la "calidad de vida"- es también un producto que se consume para que se consume la reproducción del capital.
12 En el mismo sentido, en relación con una interpretación del Fausto de G. W. F. Goethe, cf. Heler, M. (2000, 59-60).
13 La cursiva me corresponde.
14"La ciencia, al mismo tiempo, se volvía cada vez más exangüe, pero su fracaso en tanto sistema de comprensión estaba enmascarado por su éxito en tanto sistema de manipulación", (Morín. E. 1995, 80-81), la cursiva me corresponde. Además cf. Heler, M. (2005b).
15 En relación con la moral definida como los usos y costumbres socialmente establecidos y la ética como la crítica a la moral, cf. mi trabajo ya citado El orden moral-policial y la dimensión ético-política.
16 Cf. Ibid., pp. 31 y ss. En las palabras de Spinoza: Ética, Libro III, Proposición II, Escolio.
17 La razón por la que expondré primero la relación entre ambas lógicas y luego las distinguiré se aclarará implícitamente en el desarrollo siguiente.
18"La policía es, en su esencia, la ley, generalmente implícita, que define la parte o la ausencia de parte de las partes. Pero para definir esto hace falta en primer lugar definir la configuración de lo sensible en que se inscriben unas y otras. De este modo, la policía es primeramente un orden de los cuerpos que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido. [...] La policía no es tanto un "disciplinamiento" de los cuerpos como una regla de su aparecer, una configuración de las ocupaciones y las propiedades de los espacios donde esas ocupaciones se distribuyen." (Rancière, J. 1996, 44-45), la cursiva me corresponde. Mi utilización del pensamiento de Rancière me permite incluso proponer las expresiones "orden moral-policial" y "dimensión ético-política", pues con el agregado respectivo de "moral" y "ético" pretendo resaltar el lado subjetivo, dado que siguiendo a Rancière, tenemos la subjetivación que reclama un proceso de desidentificación y de nueva subjetivación en la actividad política. Ver nota siguiente y cf. mi trabajo: El orden moral-policial y la dimensión ético-política.
19 "Hay política cuando hay un lugar y unas formas para el encuentro entre dos procesos heterogéneos. El primero es el proceso policial en el sentido que se intentó definir. El segundo es el proceso de la igualdad. Con este término, entendamos provisoriamente el conjunto abierto de las prácticas guiadas por la suposición de la igualdad de cualquier ser parlante con cualquier otro ser parlante y por la preocupación de verificar esa igualdad. [...] No habrá de olvidarse tampoco que si la política pone en acción una lógica completamente heterogénea a la de la policía, siempre está anudada a ésta. La razón es simple. La política no tiene objetos o cuestiones que le sean propios. Su único principio, la igualdad, no le es propio y en sí mismo no tiene nada de político. Todo lo que aquélla hace es darle una actualidad en la forma de casos, inscribir, en la forma del litigio, la verificación de la igualdad en el corazón del orden policial. Lo que constituye el carácter político de una acción no es su objeto o el lugar donde se ejerce sino únicamente su forma, la que inscribe la verificación de la igualdad en la institución de un litigio, de una comunidad que sólo existe por la división. [...] Para que una cosa sea política, es preciso que dé lugar al encuentro de la lógica policial y la lógica igualitaria, el cual nunca está preconstituido. Así pues, ninguna cosa es por sí misma política". (Rancière, J. 1996, 46-47 y 48).
20 Actitudes "heroicas" por arriesgar de alguna manera la exclusión del campo de producción donde el productor ha puesto su illusio, y donde se ha formado (ha incorporado su habitus) como productor. (Cf. Bourdieu, P. 1988).
21 He tratado de caracterizar este pensar dicotómico con la idea de "encrucijada", operante como un dispositivo de clausura, y en contraposición a la idea de "enredo". (Cf. Heler, M. 2005a, 54-58).
22 Pienso, por ejemplo, en desarrollos científicos actuales: la analítica atomista y mecanicista de las llamadas ciencias de la mente, la cibernética, la robótica, la biotecnología, etc. También en la finalidad de control y dominio mediante el logro de una capacidad de predicción que toma en cuenta lo aleatorio, por ejemplo, en los estudios de la física contemporánea sobre los fenómenos no-lineales y de la complejidad, acerca de los procesos fuera del equilibrio termodinámico y de los fenómenos que ocurren a escalas mesoscópicas y nanoscópicas. En todos estos desarrollos ocurre además la disolución de la vieja división del trabajo científico en ciencia pura o teórica, ciencia aplicada y tecnología, una disolución que solventa la designación de la actividad científica como tecnociencia. Cf. Heler, M. 2005b, capítulos III y IV, §§ 1 a 3.
23 Que nos consideremos como "sujetos" nada cambia, si el sujeto se entiende con las características de la sustancia: como substrato permanente frente a los cambiantes y variados estados de conciencia, como substrato de una identidad esencialista.
24 Spinoza, Baruch. Ética, varias ediciones en castellano y cf. Deleuze, G. (2004).
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HELER, Mario. Ensayo sobre la lógica de lo excedente. Estud. filos. práct. hist. ideas, Mendoza, v. 10, n. 1, jun. 2008 . Disponible en http: scielo.php?script="sci_arttext&pid=S1851-94902008000100002&lng=es&nrm=iso" www.scielo.org.ar="". accedido en 13 abr. 2011
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