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miércoles, 30 de mayo de 2012

Entrevista con el filósofo argentino Enrique Marí

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Por Fernando Peirone y Fabián Vernetti




 
Amable, de estilo austero y aristocrático, Enrique Marí nos recibe en su departamento de la calle Posadas para hablar sobre los lejanos acontecimientos de Mayo del '68: La voz pausada, el tono suave, de este pensador e investigador infatigable proveniente del derecho, se planta como un llamado de atención, como un infrecuente bastión de lo universal.



 
—¿Qué reflexión se puede hacer de Mayo del '68 a treinta años de los sucesos?

—Mayo del '68 parecía una fiesta. Fue uno de los últimos coletazos en el que intervino un mundo de gente, porque no eran solamente los estudiantes, hubo mucha gente comprometida con ese movimiento, recuerdo entre los escritores al mexicano Fuentes, que estaba muy comprometido con todo esto, la participación del movimiento obrero, de muchos intelectuales y profesores, no solamente estudiantes. El movimiento fue, obviamente, una crítica profunda al sistema y también una crítica a la manera en que se planteaban los estudios en las universidades; por ejemplo recuerdo que la honda expansiva de esta revuelta llegó a Alemania, y Adorno fue criticado, causándole un gran trastorno. Tal vez sea interesante analizar el Mayo Francés a través de las consignas, además de las más impactantes había algunas que decían "seamos realistas, pidamos lo imposible", "debajo de los adoquines está la arena", "tengo algo que decir, pero no sé qué", "Paren el mundo que me quiero bajar". Francia siempre produjo este tipo de movimientos, yo lo conecto bastante, aunque no era exactamente lo mismo, con el movimiento surrealista de entre guerras, donde lo que precisamente se trataba de priorizar era una reacción contra posiciones de la modernidad y del racionalismo, que en los hechos habían fracasado, porque si bien la Revolución Francesa proclamaba por una serie de principios beneficiosos, y cuando la burguesía comienza a gobernar trajo, evidentemente, muchísimos beneficios, no menos cierto es que también trajo promesas que no se cumplieron, esas promesas fueron las que generaron estas corrientes pesimistas. En Francia, por ejemplo, una de las corrientes pesimistas que se produjo en ese momento fue la corriente del estructuralismo, liderada por muchos pensadores en distintas ramas, por ejemplo Levi Strauss en antropología, Saussure en lingüística, Lacan en psicología, Anthuser y Foucault, en sociología o historia, aunque estos después fueron considerados pos-estructuralistas, en esa época estaban en el estructuralismo. Con el paso del tiempo quedaron muy pocos como estructuralistas natos, solamente Lacan y Levi Strauss. Althuser y Foucault sostuvieron que ellos nunca fueron estructuralistas, cuando en realidad creo que fueron muy inspirados por el estructuralismo. Pero lo que interesa es analizar por qué surgen esas corrientes pesimistas, tanto la de 1968 como la del estructuralismo, que fueron bastante paralelas ya que el estructuralismo fue también entre los años '60 y '70. Por detrás de los acontecimientos y las curiosidades que tienen estos movimientos, siempre hay una base social que es necesario identificar. La base social era que el optimismo que había nacido en Francia después de la guerra del '45 con motivo de la derrota del irracionalismo nazi, poco a poco se fue deteriorando.

—¿Cuál fue la causa de ese deterioro?

—Empezaron a aparecer problemas como la pérdida de la guerra de Vietnam, donde primero fueron derrotados los franceses y después los norteamericanos, la guerra de Corea y, en última instancia, la gota que desbordó el vaso fue la actitud de los militares franceses en Argelia, donde los intelectuales empiezan a notar que esos militares eran tan criminales como los argelinos que ponían bombas en colegios, bares o cafés matando a la población civil. Todo esto produjo un deterioro en el optimismo burgués que venía de la época de Voltaire, cuando se decía: "hay que cultivar el jardín" como si se dijera: "hay que cultivar el jardín de la modernidad". Y allí aparece la estructura, ¿qué era el concepto de estructura?, era un sistema estructural a través por el cual se fija el lugar que cada uno de los hombres tiene en la estructura; es decir, los hombres no son como se suponía cuando se decía que la libertad era fundamental y el hombre (el individuo), el motor de la libertad, las clases sociales eran el motor. En realidad lo que hace el movimiento estructuralista es ver que el hombre no es tan libre, que no es él quien decide sino que tiene un lugar fijado por las estructuras. En todo el movimiento estructuralista también había problemas filosóficos, por ejemplo cómo se conciliaba la fijeza con el cambio, había dos posiciones, en la historia de la filosofía estaba la posición primera de Parménides que veía todo como una esfera fija y la de Heráclito que veía todo como un cambio permanente y decía "nunca entramos dos veces al mismo río"; entonces ¿cómo se puede conciliar el hecho de que hay una cosa fija y una cosa que cambia al mismo tiempo?, en la vida humana nosotros lo notamos, por ejemplo pasamos por distintas edades, van cambiando las épocas históricas, el mundo y todo lo que atañe a él se sigue modificando. A veces suelo captar lo que los filósofos del progreso decían "cada etapa histórica supera a las otras", incluso Marx en su Manifiesto dice que primero está la época de los esclavos, después la de la servidumbre, después aparece el capitalismo y después vendrá otra época superior para él, donde ya hace proyecciones para el futuro, que será el comunismo. La filosofía del progreso expresaba precisamente ese cambio. En este panorama ideológico había muchos, estudiantes del Movimiento sobre todo, que querían apresurar el cambio, querían saltar por sobre las estructuras como si la voluntad pudiera precipitar las cosas y generar un cambio sino automático, inmediato, lo querían en el momento.

—En ese momento uno tenía la sensación que la voluntad podía, realmente, modificar cosas, hoy pareciera que nos hemos ido al otro extremo y da la impresión de que nadie cree en la posibilidad de cambiar nada, como si ningún esfuerzo de la voluntad alcanzara ni tuviera sentido para modificar el curso de la historia o de la realidad.

—Diría que usted tiene razón, lo único que diría es que tanto en el primer caso como en este otro caso hay una ideología detrás. En el caso del cambio hay una ideología por el cambio, una ideología digna de ser respetada porque pretendía sacudir las estructuras de un capitalismo salvaje que, si bien tenía el Estado de bienestar, siempre estaban las clases sociales divididas. En esta época también hay ideología, pero una ideología conservadora, inversa, que nos quiere decir "no hagan nada, se terminó la época de las ideologías", o como dice Fukuyama apoyándose en Hegel: "la historia ha terminado", "se ha impuesto la razón". Hegel decía que al final de los tiempos iba a coincidir el devenir histórico con la razón, lo real con lo racional, y decía "todo lo real es racional, todo lo racional es real, al final de la historia va a coincidir la razón con lo real". Lo que nos quiere decir ahora Fukuyama, por tomar un autor, para demostrar cómo hay una ideología detrás, es: "se llegó a la época en la que prima lo racional: economía de mercado, economía globalizada, y aquí coincide lo racional con lo real", es decir que toda posibilidad de la voluntad para empujar los límites, ir más allá y lograr una suerte de liberación, ya no puede cumplirse, la voluntad es puro voluntarismo, es decir que no tiene ningún efecto. Yo creo que hay una apuesta ideológica conservadora o neo-conservadora en esto.

—Para que esto ocurra y se acepte como realidad sin discutirlo, ¿no es preciso contar con la participación de la gente?, ¿no es la condición humana la que acepta este devenir?

—La reflexión que se me ocurre es que evidentemente este tipo de economía genera todo lo que a raíz de muchos fenómenos sociales y políticos se conoce como posmodernidad, por ejemplo la destrucción del socialismo en oriente, empezando por la Unión Soviética, que fue girando de una primera posición en 1917 a esta última donde directamente el señor Yeltsin es un verdadero payaso. Otro elemento es que los Estados Unidos ganó la Guerra Fría, creo que no hay ninguna duda, la propaganda norteamericana a través del cine, las novelas, los diarios, es impresionante, y esa Guerra Fría gana con respecto a las posibilidades de transformaciones.

—La caída del muro es la gran promesa de una alternativa mejor que fracasa, y parece que fuera el muro mismo lo se nos ha caído encima…

—Exactamente, eso genera esta ideología conservadora donde aparece el vencedor que le habla al mundo y le dice: "no pongan en juego voluntades porque acá esta todo dicho, está todo terminado". Esta es una verdadera ideología.

—¿Cuál es el desenlace de esto?

—Desde el punto de vista histórico, el error de esta ideología es no advertir lo que es la historia..., pónganse ustedes en la época de la esclavitud, la peor época, el hombre esclavizado es como el hombre de Neanderthal, no existía como hombre, el dueño del esclavo era dueño de los hijos del esclavo, el trabajo de ese hombre le pertenecía y lo mantenía en la medida que pudiera trabajar, de lo contrario lo mataba, no tenía ningún derecho; entonces aparece Espartaco en la historia, que construye una utopía, y esa utopía junto a las transformaciones sociales encajan de tal manera que hace que después aparezca una época mucho mejor que es la época de la servidumbre, donde ya los siervos son propietarios de sus hijos, trabajan para el señor feudal y de alguna manera tienen ciertos derechos. Esa servidumbre también tuvo sus utopistas que eran descalificados pero que en su momento trataban de transformar, por ejemplo la rebelión de los campesinos en Alemania, contra la cuál se erige no sólo la iglesia católica sino también Lutero, cuando hablaban de asesinar a todos estos campesinos considerados ladrones y asesinos. Sin esa utopía de los campesinos tampoco se hubiera podido pasar a la época del capitalismo o hubiera costado mucho más. En esta época la utopía de la transformación es fundamental, uno nunca tiene que rendirse a la posición conservadora que piensa que esto será así para siempre. No hay que hacer una recolección de las derrotas, cerrar la página y quedarse todos a ver si se puede hacer un buen negocio, esta es sólo una forma de pensar; otra forma es pensar que se necesita a los que tienen utopía, como la tuvieron los estudiantes del ´68, para que haya transformación; ellos fracasaron, pero nunca se sabe el final de la historia, no está escrito, lo que marca la historia es una nueva modificación. Yo creo que a la ideología conservadora hay que oponerle una ideología transformadora, por más que uno reciba los epítetos de que eso no es más que pura ilusión, puros sueños y pura imaginación.

—Estados unidos ganó la guerra fría. Y se me ocurre que el campo de batalla donde se dirime esa guerra, es el deseo; por un lado la oferta del capitalismo, y por el otro la oferta del socialismo, poniendo el acento en los social, ¿qué es lo que ocurre?, ¿la condición humana no está preparada para vivir en socialismo?

—La condición humana está preparada para vivir en los más diversos sistemas, el hecho de que en este momento viva en el capitalismo no quiere decir que no esté preparada para vivir en otro sistema distinto. Lo que ocurre es que esta Guerra Fría, esta derrota, y otros episodios generaron esta ideología conservadora que quiere convencernos de que no hay ninguna posibilidad de transformación, que está todo decidido. Esto es lo que hay que combatir, que está "todo decidido", en el fondo, lo que ellos están poniendo al presentarse como vencedores, es dar un salto a lo ideológico y decir "acá se terminó la historia", pero la historia no se termina mientras haya personas que piensen como los jóvenes del ´68, o personas que piensen que si esto fracasa no implica una cadena de fracasos futuros. En este momento no hay solidaridades, si uno observa el panorama actual de la economía globalizada advierte que no hay ética, esa ética que predicaba la filosofía Kantiana de acuerdo con una máxima que pueda constituirse en ley universal, el deseo de Kant era que pudiera haber una moral para todos, eso ahora no existe, la moral actual se reduce a pequeños grupos, "si yo me considero obligado moralmente es con mi pequeño grupo: mi familia, mis amigos, con los demás no me une ninguna solidaridad". Esa es la consecuencia de este momento, pero cada vez hay más gente que reacciona contra eso, los intelectuales permanentemente reaccionan contra esta manera de ver. El problema es: ¿esta guerra se definió de una vez y para siempre o no?, si soy una persona de mentalidad conservadora, lo que no quiere decir del Partido Conservador, amante de la seguridad, o si soy una persona transformadora. En la tensión que hay entre el orden y la libertad, el derecho, la economía y todo apuestan al orden, no importa si ese orden implica que después no haya libertades y no se puedan manifestar socialmente, eso es propio del espíritu conservador y ese espíritu se nota a diario en la economía, en los gobiernos, este gobierno se lo pasa tratando de hacer buena letra con el imperio, con el sistema, las medidas económicas las reciben por fax, y viene gente del Fondo Monetario para ver si hicieron bien los deberes, se perdió el concepto de soberanía, se perdió el concepto de Estado. Este es el cuadro, y la pregunta fundamental es si hay que aceptarlo tal como está o hay que rechazarlo por más que lo tilden a uno que es utópico.

—¿Cuál fue la oferta que hizo el capitalismo para triunfar en la Guerra Fría?

—Creo que el capitalismo fue mucho más inteligente que el socialismo en ese sentido. Empezando por episodios que ya conocemos como la matanza de gente en la Unión Soviética con Stalin, y eso fue una cosa concreta, real, no fue algo inventado. Ahí se demostraba, como en su momento lo denunciaron algunos anarquistas, que se construyó una burocracia que descuidó al ser humano, funcionaba pero la gente no se podía ir de la Unión Soviética.

—En un reportaje Cohn Bendit dice que la gran victoria del capitalismo fue saber ligar a la democracia con el mercado y que esa es también la gran derrota del socialismo.

—Totalmente de acuerdo. ¿Qué pasaba en los países socialistas?, ¿cómo funcionaba la economía?, a diferencia del capitalismo, funcionaba sobre la base de derivar todo el producto social a la conquista del espacio, la bomba atómica mientras fabricaban autos que eran un desastre, sin darse cuenta que los seres humanos, en cualquier época histórica, tienen necesidad de estar vinculados con la producción, el consumo, y que no tiene por qué ser un mercado que funcione sobre la inequidad, inequitativo es el capitalismo; la no existencia del mercado, la fabricación de productos de quinta calidad y el desarrollo de la energía atómica no eran deseables para la población.

—En otra parte decía que como el socialismo real organizaba todo en base a clases o grupos, sujetos colectivos, se olvidó del individuo, no tuvo en cuenta a la persona, a la subjetividad, y si había una lucha para librar era en ese terreno.

—En todo ese conjunto de cosas digamos: primero la pérdida de la Guerra Fría, segundo la caída del socialismo real, la caída del muro de Berlín, los errores vinculados con el sistema productivo donde lo único que les interesaba era ver la guerra con Estados Unidos y resulta que esa guerra estaba perdida de entrada porque mientras los otros apuntaban al mercado ellos apuntaban a productos de inferior calidad, porque todo lo veían exclusivamente para dedicarlo al desarrollo de la energía atómica y demás, y no es que estuviera mal el desarrollo de la energía atómica, pero una cosa es ese desarrollo para la electricidad y otra para la bomba atómica, ¿de qué le sirve ahora a la Unión Soviética?, era solamente para la Guerra Fría, porque salvo un gran criminal como Truman puede tirar la bomba atómica, a nadie más se le ocurriría, cuando Truman tira la bomba atómica había una doble jugada, no era el problema de los japoneses porque Japón estaba derrotado, además se podría haber tirado en el mar como amenaza, pero la tiraron en la cabeza de la población civil, cometiendo uno de los actos de mayor criminalidad de este siglo; lo que pasa que Estado Unidos tenía en cuenta a la Unión Soviética, y le querían demostrar a los rusos, que eran aliados en ese momento, que ellos tenían un poder atómico efectivo y lo demostraban con esas bombas. Todo eso trajo una gran desconfianza en la ciencia, la ciencia que para los hombres de la modernidad como Diderot era el motor del progreso, ellos creían que el núcleo del motor del progreso era la ciencia y, paralelamente al desarrollo de la ciencia, iba a progresar la virtud, la moral, la ética, las buenas costumbres, y fue al contrario.

—¿Hay posibilidades de que hoy se vuelvan a dar las condiciones para un nuevo Mayo Francés, para un reclamo colectivo, o es que se acepta lo que ocurre con resignación, como lo único posible?

—La mayor parte de la gente ha sido apresada por elementos que son no sólo el deseo de consumo, sino también otra cosa bastante siniestra que es una economía basada en el desempleo, y la falta de trabajo genera apatía en la gente, porque si yo sé que voy a hacer una protesta y mañana el capataz o el propietario o el Estado me pone en la calle, uno empieza a cuidar el puesto de trabajo, ese pequeño coto. Este ha sido uno de los elementos que juega a favor de esta ideología conservadora. La desrregulación laboral es fatal, no hay horarios, no hay vacaciones, la expresión está bien hecha, es capitalismo salvaje. Pero a su vez, ideológicamente, opera como para que no haya posibilidades. Creo que esto se puede revertir solamente sobre la base de la gente más lúcida, y lamentablemente hay que hacer un poco de elitismo, pues son los intelectuales, los estudiantes y demás gente lúcida la que pueda llegar a motorizar no una transformación sino el mantenimiento de ciertas esperanzas y ciertas utopías para que esto se pueda modificar, no sé si en el siglo que viene, cuando corresponda.

—Marcuse decía que este tipo de cambios se inician cuando un grupo intelectual se rebela.

—Dos cosas: el capitalismo no se puede sostener sin una pérdida de la tasa de ganancia permanente, el capitalismo obliga a la concentración de los capitales, fenómeno que Marx estudió muy bien. Pero ¿para qué se hace la concentración de los capitales? Para ver si podemos sostener la tasa de ganancia, es decir, se elimina la competencia, la competencia se hace sólo entre grandes corporaciones. La pérdida de la tasa de ganancia conduce a poner en obra dos cosas: primero la corrupción, acá hay una tremenda corrupción estatal a ojos vista, el estado menemista es un estado corrupto, pero no solamente el estado menemista, los estados son corruptos, la corrupción es una de las maneras de sostenerse, ¿por qué razón los delitos económicos generan una cámara para reprimir los delitos económicos, si esa cámara es totalmente inoperante e inactiva?, se agarran casos individuales pero a nivel colectivo no funciona por la asociación que hay entre corrupción estatal que a su vez no puede funcionar sin la corrupción privada. La corrupción privada también funciona a luces vista, sin esta corrupción privada la corrupción pública no se podría sostener, ahora las empresas traen códigos de ética, pero esos códigos de ética son más promesas que otra cosa. Las empresas ven la ética como el cumplimiento del derecho, dejando en claro que el derecho está congelado a favor de determinados sectores del sistema, el derecho no es equitativo para todos, hay algunos que son más iguales que otros, si este derecho es así ellos creen que "yo soy ético por derecho", el derecho mismo tiene que ser impugnado a través de teorías críticas del derecho. La segunda manera de sostenerse el capitalismo está en la destrucción de la naturaleza, la tala de bosques, ¿cómo se puede justificar, por ejemplo, que la industria automotriz genera miles, millones de automóviles, la mayor parte de lo cuáles circulan por las calles conducidos por una sola persona, cuando en realidad lo único que están haciendo es tirar gases y generar problemas en la naturaleza?; lo mismo la tala de bosques en Brasil, ¿quien puede iniciar la paradoja de Brasil sino las personas a quienes les interesan esas tierras para cultivar? Entonces el capitalismo no puede sostenerse sin estas verdaderas trampas arteras que son: ataque a la naturaleza, desentendimiento total de los problemas ecológicos y por otro lado corrupción.

—Tal cual usted lo describe, por un lado tenemos una ideología conservadora que se ha hecho carne aún en los sectores de los que se supone podría esperarse cierta lucidez y distancia; y por el otro un sistema que, paradójicamente, para subsistir necesita destruir lo que le brinda las condiciones de existencia. Es un panorama algo difícil. ¿Dónde termina esta escalada?

—Yo no quiero entrar en un discurso fácil, ni pronunciar la palabra mágica: dialéctico; lo que quiero decir es que la historia se hace así, con todas estas contradicciones, estas contradicciones son enormes masas de gente que no puede salir de esta situación, que no ven ninguna esperanza porque no tienen formación, y es eso mismo lo que pasa con la educación en la Argentina, cada vez aparece más gente con poca mentalidad para poder captar las cosas, están destinados a ponerse en fila, en la fila del ejército de desocupados. Pero al mismo tiempo existe una reacción, y tiene que haber una reacción, en el sentido de que si tenemos estos límites se tratará de empujar los límites hacia delante. Esto va a ocurrir siempre porque el hombre nunca se va a resignar, cuando digo el hombre quizás esté haciendo un abuso del lenguaje, porque son algunos hombres, como también son algunos hombres los que entran en la fila.

—Históricamente siempre apareció una resistencia que posibilitó una crisis. Hoy el límite quizás lo termine poniendo la naturaleza y, si en algún momento llega ese límite, posiblemente sea tarde.

—La naturaleza puede contribuir en sentido negativo, por su destrucción, pero el límite tiene que salir de los seres humanos, de la historia. La naturaleza no es un agente histórico, a menos que sea como esta gente que está en Mendoza y espera la llegada del Apocalipsis; esa gente en el fondo está traduciendo un mal encaramiento de los problemas, ¿qué traduce esa gente?, traduce: por un lado una tensión con la propia iglesia porque los consuelos de la iglesia ya no son suficientes para mucha gente, por eso la gente se va a las sectas, a los gurús y a todas esas cosas dudosas; y también está expresando una tensión con la realidad, el mundo se les ha hecho muy difícil, entonces la realidad, económica, de vida, etc., genera este tipo de cosas mal canalizadas, y cada vez habrá más problemas de mala canalización.

—¿Usted cree que siempre aparecen hombres que lo canalizan bien?

—Claro, van a aparecer. Cuando digo intelectuales no me refiero solamente a intelectuales políticos, en la Argentina tenemos intelectuales como por ejemplo Héctor Tizón, Viñas, Saer, son intelectuales que tienen compromiso político con la gente, todos ellos, y son intelectuales de primerísimo nivel, esto es lo que produce Sudamérica en relación con los Estados Unidos, nosotros tenemos muchos defectos pero, por lo menos, el desarrollo cultural en Sudamérica es muy importante, no se consigue gente de este nivel, un García Márquez, un Roa Bastos, en otros lugares, solamente en Latinoamérica. Latinoamérica tiene eso. Esto está demostrando que hay fuentes y recursos de gente de todo tipo y de toda edad.

—Lo escucho y parece tranquilo, como si supiera el final, aún cuando usted no vaya a vivirlo. Es la antítesis de la desesperanza y la urgencia de pensamiento que cunde en el mundo. ¿En todas las épocas le cuesta al hombre abstraerse?

—Sí, en todas las épocas. Por ejemplo, Espartaco. ¿Usted sabe cómo le habrá costado abstraerse para poder hacer la rebelión que hizo contra los romanos? Además los recursos que tiene el sistema son de terror, fíjese lo que hace Fujimori sino, es la famosa cuestión de Quino y su Mafalda: el palo de abollar ideologías. Eso funciona. El otro día leí lo que decía una socióloga en Clarín que me pareció acertado, ella decía que el obrero actual es distinto, no es como ese obrero peronista que esperaba la justicia social porque confundía a la justicia social con el asistencialismo, que es lo que salió a hacer ahora vergonzosamente Palito Ortega, va a ver si puede recuperar algo con el manejo de presupuesto para asistencia social, pero ahora a la gente le interesa el trabajo no la asistencia social. El problema es que ha habido cosas que se han incrementado, que no es solamente la cuestión ideológica que genera la creencia en que esto es eterno, sino también que dentro de esto hay cosas que son realmente muy malas, como por ejemplo el crecimiento del racismo, el neo-nazismo es impresionante, por ejemplo en Europa, en Francia hay un racismo que ya no es por cuestión de raza sino por cuestión de trabajo, contra los árabes, en Alemania contra los yugoslavos. Estuve en el ´77 en Alemania, cuando todavía no estaba la fragmentación en Yugoslavia y todos estaban en estado de bienestar, iban a supermercados en autos y eran obreros, eso ahora se terminó y viene el racismo contra eso, el racismo contra los judíos también existe, el anti-semitismo, ¿dónde escucha usted el anti-semitismo?, yo lo escucho en las canchas desde que empieza hasta que termina un partido, toda la tribuna rival de Atlanta, por ejemplo dar un ejemplo, lo manifiesta, y los de Atlanta le devuelven ese racismo diciéndoles villeros; hay un racismo que se nota en los sectores más populistas, eso hay que corregirlo y va a ser terrible hacerlo. La UOM se opone al ingreso de obreros bolivianos, paraguayos, porque para ellos son el origen de todos los problemas



Revista Lote N° 12
 
 
 
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Culpa y sacrificio, un hombre serio

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por Esther Díaz
Dra. en Filosofía



1. La culpa, esa astucia del poder

Es de noche. Un hombre avanza penosamente hacía su cabaña. La furia del viento entorpece sus pasos. La nieve se arremolina alrededor del cuerpo, se amontona en el suelo, golpea el rostro. La puerta al abrirse arroja un chorro de luz granizado por la ventisca. En el interior se encuentran su esposa y el abrigo del corazón de hogar. Está contento. Regresaba a casa luego de vender las aves en el mercado e imprevisiblemente se rompió una rueda del carro. No atinaba a hacer nada en medio de semejante tormenta, pero milagrosamente apareció un anciano que lo ayudó y pudo seguir su camino. El hombre se regocija no solo por el milagro del salvataje nocturno, sino por la coincidencia. “Es un viejo conocido tuyo”, le dice a su sorprendida mujer que lo mira interrogante. El marido, entre risas y restregones de manos, pronuncia el nombre del peregrino. Ella da un respingo. Su cara se demuda mientras exclama que Dios les ha mandado una maldición. Escupe al suelo. Ese hombre ha muerto hace años. Se trata de un fantasma, un espíritu impostor, un augurio de malos tiempos.

Así comienza Un hombre serio, la película de los hermanos Coen, en la que se recrea la vieja creencia bíblica acerca de la aleatoriedad de la ira de Dios, quien no siempre manda sus plagas para castigar, a veces lo hace simplemente para demostrar su inconmensurable poder. El episodio del fantasma transcurre en alguna región europea, los personajes hablan en idish y una pátina sepia trasmite la sensación de que aquello ocurrió allá lejos y hace tiempo. En la escena siguiente la luminosidad, las vestimentas y el entorno indican otro espacio y otra época.

Ahora estamos en un floreciente barrio de clase media estadounidense en los dorados sesenta. La mayoría de los personajes son judíos y hablan inglés. Todo parece encantador en torno a esa casa que huele a nuevo. Larry, padre de familia con dos hijos adolescentes, es un prolijo profesor universitario especializado en física cuántica. Enseña apasionadamente -ante un público indiferente- el indeterminismo de las partículas, el azar de las trayectorias y el fin de las certidumbres.

El principio de indeterminación, representado matemáticamente en el pizarrón, es un reflejo de su propia vida o, más bien, de cualquier vida, pero aquí se hace carne en Larry, observante de la ley, cuidador de los preceptos, previsor y buena gente. Si las condiciones de existencia de este hombre justo formaran parte de un experimento científico, se podría decir que dadas estas condiciones iniciales “ideales”, es razonable predecir un desarrollo existencial armónico y hasta feliz. No obstante el principio que rige los destinos humanos es similar al de las partículas. Falibilidad, contingencia, indeterminación.

Justamente, la tormenta que se había abatido sobre sus antepasados estalló contra Larry, un ser autoconstituido desde la fe, la responsabilidad laboral, la fidelidad a los afectos y el respeto por las tradiciones. A cambio de ello recibe humillación, injusticia, absurdo, traición y enfermedad. Las desgracias se tropiezan entre ellas para horadar a este hombre que, cual personaje bíblico, soporta los ramalazos bestiales de la ira de Dios.

Las Sagradas Escrituras, la historia y la literatura dan cuenta de las penurias de los justos. Así ocurrió con Job acosado por mil desdichas a pesar de su piedad, o con los leprosos medievales que no necesariamente eran seres indignos, o con la bondadosa Justinne, el personaje de Sade, que sufre todas las humillaciones imaginables mientras su malvada hermana, Juliette, obtiene beneficios a partir de su crueldad. La virtud desventurada y el vicio recompensado.

Ocurre que a veces al Señor necesita demostrar su poder sembrando catástrofes naturales o desastres personales sin estar cobrándose deuda alguna. Esta premisa religiosa -que se encuentra en nuestros mitos fundantes- no es tan poderosa sin embargo como el imperativo de la culpa. Pues si -según la tradición judeocristiana- por el solo hecho de nacer ya se es culpable, ¿qué se puede esperar sino una vida plagada de presuntas deudas?

Larry es un Job posmoderno que se pregunta una y mil veces cuál fue su culpa y vive sus desdichas como si fueran un castigo. Pero resulta que en este punto el tema deja de pertenecer a una religión, una comunidad o un grupo humano determinado para devenir universal. Pues los poderes laicos también se imbrincan en el modelo de la culpa y el castigo. Los dispositivos de poder activan normas morales derivadas de leyes biológicas o jurídicas. Leyes que actualmente ocupan el lugar que antaño pertenecía a las religiones monoteístas y cuyo incumplimiento genera remordimiento.

La “religión” global hoy es la tecnociencia y su ídolo la salud. En su nombre se despliegan campañas para salvar el planeta, cuidar los pulmones propios y ajenos, reglamentar la cantidad de hijos que conviene tener o no tener, arrancarle los órganos a una persona que aun respira, en nombre de los trasplantes o, paradójicamente, hacer respirar a los cadáveres en las salas de terapia intensiva, aun cuando todo indica que el fin es irreversible e inminente.

El no cumplimiento de los reglamentos (si bien no en todas las personas o circunstancias) acuna incomodidades internas. Culpa por nacer, por vivir, por masturbarse, por fumar, por comer, por no hacer ejercicio, por traer hijos al mundo o por no traerlos, por no donar órganos, por el hambre de los otros. Incluso, por esos absurdos de este dispositivo, vivimos como falta algunas acciones que realizamos en absoluta soledad, y sin dañar a nadie, pero que están reñidas con lo que nuestro imaginario señala como correcto.

Nietzsche, al producir su genealogía de la moral,1 muestra las prácticas desde las que se constituyeron los valores éticos al servicio del dominio. El poder dispone qué es el bien y qué es el mal y, colocándose astutamente del lado del primero, descalifica a sus subordinados relegándolos al segundo. Esto reafirma a quien se autoproclama bueno y descalifica al que fue condenado a “ser malo”, instaurando la impunidad de quienes ejercen densamente el poder y el sometimiento de los que residen en sus márgenes.

Por otra parte Freud, al elaborar su visión sobre la melancolía,2 muestra cómo el paciente que pierde su propia estima se autoflagela psíquicamente y exhibe impúdicamente sus lacras culposas. Esta actitud del melancólico permite iluminar -por analogía- el proceso de formación de los valores en la subjetividad en general, en la que se produce una torsión similar a la del melancólico. El sujeto se desdobla para criticar una parte suya como si se tratara de un objeto externo. Esa instancia autocrítica opera al servicio de la formación de la conciencia moral. De este modo, cada uno carga con su propio juez.

Tanto en el abordaje nietzscheano como en el freudiano, aunque desde diferentes perspectivas, aparece el gran costo de sufrimiento implícito en las valoraciones morales sobre todo cuando son manipuladas por el poder o laceradas por la enfermedad.

2. El sacrificio, ¿capricho divino o imposición social?

Sagrado es lo que está reservado a la divinidad. Por extensión es sagrado también lo intocable, lo que debe preservarse y lo inaccesible cuando está rodeado de un halo de espiritualidad. Los seres sagrados son una especie de reservorio para las ceremonias sacrifícales. En la tradición judeocristiana Abraham, respondiendo a un pedido divino, dispone el altar para sacrificar a su propio hijo. He aquí la piedra fundamental sobre la que se comienza a construir nuestro imaginario del sacrificio. Un acto que impone obediencia incondicional a los incomprensibles designios de las fuerzas que nos superan. “Acepta todo con humildad”, es la sentencia introductoria de Un hombre serio, de Joel y Ethan Coen.

Sacrificio es el ritual en el que se ofrecen víctimas a los dioses. Según las diferentes religiones se sacrifican plantas, vino o animales. También humanos. Los lares reciben inmolaciones en sentido literal y también en sentido figurado. La misa por ejemplo, es un ritual sacrificial. Evoca a alguien que se ofrendó para redimir culpas ajenas. Existen religiones en las que aún se espera al salvador. La idea de que la divinidad está ávida de dádivas que calmen sus iras se pierde en los arcanos del tiempo y se recicla bajo nuevos andamiajes. A veces el sacrificio es un don, como quien hace un regalo sin ningún motivo particular, otras es la reparación de alguna falta. El sacrificio puede operar asimismo como una especie de soborno: se ofrece un donativo a las fuerzas superiores para calmar sus furias o para conseguir favores. El acto sacrificial no es solamente religioso. Puede ser la patria la que requiere sacrificios, o la familia, o la revolución, o la preservación de la salud o del planeta. Moloch devorando seres vivos es un valor de nuestro ideario colectivo con más vigencia de la que podría creerse.

Por definición sólo se sacrifican seres consagrados por los funcionarios del espíritu. Pero el término es ambivalente, porque en el derecho romano arcaico un individuo juzgado por el pueblo como autor de un delito también era declarado sagrado aunque no podía ser sacrificado a los dioses. Pues su sacralizad no emanaba de su pureza sino de algún crimen o falta que el pueblo le imputaba. Si alguien mata al que la comunidad declaró sagrado en sentido negativo, no será condenado por homicidio, porque a ese ser se le ha otorgado la sacralidad junto con la prohibición de ser inmolado en un altar. Por consiguiente, se lo puede asesinar sin pagar por ello. Es matable.

Mientras está prohibido violar cualquier cosa o persona sagrada -declarada como tal mediante ritos sacerdotales- es lícito matar a quien pasó a ser sagrado a partir del juicio de la sociedad. Quien responde a la categoría de homosacer por designio del pueblo pasa a ser posesión de los dioses infernales. Ha perdido su plenitud humana, es “nuda vida”. Vida desnuda de atributos, sin connotaciones jurídicas, cívicas o espirituales. Triste equivalente de una chinche, una rata o un reptil.

El sujeto sagrado, en el sentido aquí establecido, es aquel respecto del cual todos los humanos pueden actuar como soberanos. Su existencia está expuesta a la exclusión y al asesinato impune. En todas las épocas y en todas las culturas se pueden rastrear vestigios de ese extraño designio que posibilita y promueve crímenes aislados o exterminios masivos por motivos étnicos, religiosos, sexuales, políticos o de portación de rostro.3

3. ¿ Holocausto o exterminio?

El sacrificio entonces está ligado a la culpa de manera privilegiada, y equivale a su reparación. Uno de los términos para nombrar el sacrificio es “holocausto”. En su origen griego esta palabra significa “todo quemado”, pero ha pasado a la historia fundamentalmente por el uso que de ella hicieron los primeros cristianos. En principio para referirse a las ofrendas bíblicas de los judíos al Señor y luego a las torturas y asesinatos históricos contra los propios cristianos. Así pues se equipara el exterminio de personas a un sacrificio reparador u holocausto. Es por ello que conviene repasar el término “holocausto” a la hora de aplicarlo a los genocidios.

Giorgio Agamben rastrea en los archivos medievales y encuentra la palabra “holocausto” para referirse a una matanza de judíos. Con el tiempo se generalizó y persiste hasta nuestros días. A punto tal que los mismos judíos se refieren al genocidio perpetuado por los nazis con ese término. El filósofo italiano rechaza este uso, en primer lugar porque equipara la cámara de gas a los altares donde las ofrendas son consagradas por motivos superiores en vez de tratarse de meros crímenes de lesa humanidad y, en segundo lugar, porque despoja a la víctima de cualquier atributo humano convirtiéndola en cosa. Las masacres discriminatorias no son holocaustos, son lisa y llanamente exterminios sin más fin ni destino que el arrasamiento de los miembros de una nación, un pueblo o una étnia.4

Finalizando ya este breve análisis sobre la culpa y su inseparable pareja el sacrificio, podríamos considerar que estos dos valores impuestos por los dispositivos de dominio ameritan ser repensados. No únicamente por su connotación semántica –ya que no existe inocencia en la gramática- sino también por su potencia para esconder prácticas aberrantes al servicio del sometimiento humano.

Notas
 
 
 
1] Ver Nietzsche, F., Genealogía de la moral, Madrid, Alianza, 1989.



[2] Ver, Freud, S., “Culpa y melancolía”, en Obras completas, T. II, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973.


[3] Ver Agamben, G., Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pre-Textos, 2006.


[4] Ver Agamben, G. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III, Valencia, Pre-textos, 2009
 
 
 
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Martínez Sarrión en nuestro rincón poético

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A tí, casi innombrable




Tierra que vas a los mares

de sola tu luz vestida

Dámaso Alonso



Te llevo en los hondones de mi alma

aunque en raros momentos te asomes a los labios

que, de niño, me hicieron amar tu simulacro.

Todos mis sueños llevan tus colores

y, resonantes, vibran en mis oídos siempre

tus acordadas –suaves o bullangueras- notas.

Cada orza de adobo, cada soga de cáñamo,

cada jarro de vino me regalan tu aroma.

Creo estar sentenciado a aquietarme en tu entraña,

creo que allí, todavía, disuelto en tus terrones,

madre mía siempre agónica, repasaré tus letras,

las seis letras que cifran tu siempre por hacer,

tu mal rehecho o del todo imposible camino.

Más frotaré ese oro tras pasarle mi vaho,

tras limpiarle, de paso, el rastro de mis huellas,

para que su fulgor algún trecho aún alumbre.



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lunes, 28 de mayo de 2012

Onfray, rebelde con éxito

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por Asbel López




"Lo que me interesa es vivir el pensamiento", dice Michel Onfray, filósofo frances.



 
 
 
Michel Onfray, el filósofo que más libros vende en Francia, el más mediático entre los intelectuales mediáticos franceses, es un hombre en perpetua rebelión. Es el autor de un 'Tratado de ateología' (2005) que se vendió en más de 300 mil ejemplares y de una implacable crítica a Freud ('El crepúsculo de un ídolo', 2010) que desató recientemente un feroz debate con algunos sicoanalistas.

Este intelectual de izquierda piensa que la presidencia de Sarkozy es una "catástrofe"; que Francia es "una República decadente" donde la prensa, los intelectuales, la oposición y el gobierno son "lamentables"; que la izquierda cuando llega al poder "toma partido por la burguesía en contra el pueblo"; que Jesús es un "modelo oscurantista", y Freud un "embustero".

Onfray se expresa amplia y regularmente en los medios, pero dice que la élite periodística "lo detesta". No aprecia tampoco el círculo mundano parisino y dice no escribir para otros filósofos. Su público es la gente común y corriente, obreros como su hermano. Él también fue obrero, aunque soñaba con ser conductor de tren. A los 17 años entró a la fábrica de quesos donde trabajaba su padre. Su madre era empleada doméstica en el castillo del dueño de esa empresa, la única en el pueblito de Normandía donde nació.

El relato de esos años, cuando se forjó el carácter de este filósofo ateo, hedonista y libertario, es lo que cuenta Onfray en 'Política del rebelde, tratado de resistencia e insumisión'. En ese libro, que Anagrama publica por estos días en Colombia, Onfray explica, con una gran habilidad narrativa y un furor contenido, por qué no tiene "ni Dios ni amo", por qué se niega a "seguir y a guiar". Una divisa inspirada en Nietzsche que, según dijo a LECTURAS, sigue reivindicando hoy, casi quince años después de haber publicado ese libro en Francia.

Usted nació en un pueblito de Normandía, es hijo de un obrero agrícola y de una empleada domestica. Aunque soñaba con ser conductor de tren, su primer empleo, a los 17 años, fue en una fábrica de quesos. ¿Cómo terminó convirtiéndose en el filósofo más leído de Francia?

Trabajando. Mi padre me enseñó esa virtud. Empecé a estudiar filosofía pensando que si trabajaba esa disciplina tanto como mi padre su oficio, algún día sería lo suficientemente competente como para ser profesor. Y lo conseguí. Pero no en la universidad, como me propuso mi directora de tesis, sino en un colegio tecnológico. Ahí enseñé, por convicción, durante 20 años.

¿Por qué optó por enseñar filosofía en un colegio tecnológico?

Quería estar cerca de aquellos jóvenes estudiantes que el sistema considera como casos perdidos para la cultura en general y la filosofía en particular. Escribí también dos libros: 'El vientre de los filósofos' y 'Georges Palante', que envié por correo a 2 editoriales distintas. Ambos fueron publicados. Así comenzó una carrera que me ha llevado a publicar medio centenar de libros.

¿A qué atribuye usted su éxito?

Porque no formo parte de los círculos mundanos, universitarios, parisinos; tampoco pertenezco al mundillo de la capital; soy completamente insensible a esos códigos: no creo, por ejemplo, que escribir de manera oscura me convierta en un filósofo profundo. En la antigüedad, en el ágora griego o en el foro romano, el filósofo hablaba para la mayoría. Esto es lo que yo trato de hacer. Si uno no menosprecia al público y le ofrece un trabajo digno de ese nombre, la gente cumple con la cita filosófica que uno le propone...

Por ejemplo, la lectura. El tiraje de algunos de sus libros sobrepasan los 300 mil ejemplares, un caso rarísimo en filosofía ¿Cómo hace?

Mi actividad filosófica no está dirigida a los filósofos ni a la gente de la profesión. Me importa un bledo figurar en las citas al pie de página de los filósofos. Nunca quise hacer carrera en la institución universitaria. Soy un hombre libre que no busca gente que pueda ayudarlo a trepar en su carrera, sino a gente común y corriente como a mis padres, o mi hermano y su esposa, que son obreros. En un mundo de mercancías y de uso liberal de la televisión, el pueblo se ha acostumbrado a consumir lo que le dan. En otras palabras, alimentos deplorables. Cuando uno propone algo distinto, contenidos de fondo que presentan un auténtico interés pedagógico, se alcanza el éxito. Mi éxito no lo conseguí gracias a la élite periodística parisina, que me detesta, sino al pueblo de lectores silencioso que compra mis libros y me aprecia.

¿Cómo nació su noción de 'hedonismo filosófico'?

En el colegio y en la universidad me enseñaron una tradición filosófica idealista, espiritualista, cristiana, que pretende que las pasiones son engañosas, que el deseo es una maldición, que el cuerpo es un obstáculo a la razón, que el espíritu es más importante que la carne, que el alma existe y salva la materialidad del cuerpo, que el placer es la antítesis de la filosofía, que las ideas son más importantes que el mundo, que el concepto es más importante que la realidad. Yo pienso muy diferente... Me inscribo en otra tradición filosófica que enseña exactamente lo contrario, que elogia los deseos, los placeres, las pasiones, las pulsiones, los instintos, el cuerpo, la carne, la materia, el deseo, la vida, etc. Esta larga tradición tiene la fuerza que le dan 25 siglos olvidados, menospreciados, hechos a un lado. Es el hedonismo. En la Universidad Popular que fundé en 2002 en Caen enseño esta 'contrahistoria de la filosofía'. Me limito a inscribirme en esa tradición antigua cuya reputación ha sido manchada por la institución universitaria que defiende la tradición cristiana, espiritualista.

¿Y también practica esa filosofía?

Sí, claro. El pensamiento por el pensamiento no tiene ningún interés. Lo que me interesa en la filosofía es el pensamiento vivido y la vida pensada, las ideas encarnadas. Los universitarios y los profesores viven en cambio las ideas como funcionarios. Personalmente sólo enseño lo que yo mismo vivo, es decir, lo que es viable.

En 'Tratado de ateología' defiende el ateísmo. ¿Por qué?

Ataco todas las religiones que se definen por la idea de que existiría un trasmundo que daría sentido a este mundo. Ese trasmundo sería más importante que este mundo: el cielo inteligible, la ciudad de Dios, la esfera del logos, todo eso son ficciones. Solo hay un mundo, este, una sola vida, esta. La religión siempre nos invita a renunciar a esta vida terrena con el pretexto de que esta renuncia nos abrirá las puertas de la eternidad, pero la eternidad no existe... Tendríamos que morir al mundo para vivir en la inmortalidad del trasmundo: es una ficción, un fraude, una farsa.

¿Qué debe hacer entonces el hedonista?

El hedonista rechaza ese ideal ascético de que hay que renunciar al mundo de 'aquí abajo' porque esto va a permitirle obtener el gozo del paraíso en el más allá. El paraíso no existe, solo hay una vida, breve, que hay que transformar hasta donde sea posible en paraíso, aquí y ahora. Por eso ataqué el cristianismo, pero también el judaísmo y el islam, porque las 3 religiones monoteístas son auténticas máquinas de guerra contra el hedonismo.

¿En qué consiste la 'política rebelde' que preconiza? ¿Ha evolucionado el concepto desde que publicó, en 1997, su libro 'Política del rebelde, tratado de resistencia e insumisión'?

No me releo y nunca lo haré. No tengo por tanto un recuerdo muy preciso de ese libro que tiene ya casi 15 años. Probablemente le cambiaría algunas fórmulas, algunos detalles, pero nada de fondo. Sigo defendiendo el socialismo libertario. Soy un lector de Proudhon, el anarquista que no cree en la revolución ni en un futuro radiante, que no cree tampoco en el ideal revolucionario ingenuo de que el comunismo es capaz de cambiar a los hombres. Soy un pragmático que sabe que es posible, aquí y ahora, revolucionar las cosas; creo en la producción de 'agenciamientos' libertarios, en la realización de relaciones libertarias con los demás, en otras palabras, relaciones contractuales y antiautoritarias.

Pero, ¿cómo se traduce esto de manera práctica?

Aquí y ahora podemos producir unidades existenciales libertarias en nuestra relación con las mujeres, los niños, en la familia, en nuestro trabajo, en nuestro barrio, ciudad, país, región. Yo fundé 2 universidades populares en ese sentido (la Universidad Popular de Caen y la Popular del Gusto). Mi pareja también esta construida así. Al igual que mis relaciones con los otros. Creo que hay que crear lazos libertarios, antiautoritarios, como los liliputienses de Swift, y manipularlos para neutralizar al gigante Gulliver, encarnado hoy en el capitalismo liberal, el reino del consumo, la sociedad de control informático.

¿Quién encarna para usted hoy ese rebelde político?

Es un hijo de La Boétie, el amigo de Montaigne, que escribía en su 'Discurso de la servidumbre voluntaria': "Resolveos a no ser esclavos y seréis libres". En Francia y en Colombia se cuentan probablemente por centenares las personas que obran en silencio para hacer resistencia al mundo tal como va. Estas acciones no parecen heroicas porque no encarnan el heroísmo estruendoso de antes. Además, en estos momentos, los defensores de una 'política rebelde' son miles, inclusive decenas de miles en el mundo árabe.

¿Piensa Usted en los jóvenes conectados a Facebook y Twitter, que fueron quienes iniciaron las revueltas populares árabes?

No. Yo no comparto ese narcisismo de Internet, congratulándose de sí mismo, como si las revueltas árabes fueran obra suya. ¡Es como si hubiéramos hecho de la resistencia francesa a la ocupación nazi un puro producto del micrófono, con el argumento de que el General de Gaulle hizo su llamado del 18 de junio de 1940 ante el micrófono de una radio! Internet, Facebook, Twitter, etc., son medios, y los medios no hacen más de lo que está a su alcance, es decir, transmitir un contenido, el cual, en cambio, sí es esencial. El mensaje revolucionario cuenta mucho más en la revolución que el teléfono que lo transmite.

¿Por qué utilizó términos tan virulentos en su crítica contra Freud?

Los términos que yo utilizo son menos duros que la realidad que están señalando, ya que Freud fue un mentiroso, un mitómano, un cocainómano, un depresivo, un onanista, un incestuoso, un misógino, un falócrata, un homófobo, acompañante del fascismo, creyente en la telepatía y la numerología. Todo esto lo mostré en un libro de un millón de caracteres y una abundante bibliografía, así como en citas y referencias a los textos, las cartas, y las pruebas.

¿Cómo juzga la reacción de los freudianos?

Violenta. Hay una milicia freudiana que, comenzando por Freud, ha hecho todo lo posible para que lo consideremos como un descubridor revolucionario, un liberador del sexo, un judío liberal progresista y un racionalista de la época de las Luces. Exactamente lo que no fue.

Pero usted mismo compartió durante mucho tiempo esa imagen. ¿Cómo fue posible?

¿Cómo hubiera podido yo pensar de otra manera, luego de haber descubierto los libros de Freud a los 15 años en ediciones de bolsillo, haberlo leído a los 17 años por recomendación de mi profesor de filosofía porque formaba parte del currículo y haberlo estudiarlo luego en la universidad? ¿Cómo no estar de acuerdo con lo que los editores, la escuela, la universidad, la institución y el bachillerato presentaban como verdades absolutas?

Verdades absolutas que usted también enseñó cuando fue profesor de filosofía.

Así es. Yo enseñé la obra de Freud que había aprendido porque estaba en el currículo. Durante 20 años también corregí los exámenes finales del bachillerato y, en algunas ocasiones, había fragmentos de Freud. Yo cambié de opinión y abrí los ojos tras leer 'El libro negro del psicoanálisis', cuando estaba preparando mi curso en la Universidad Popular de Caen. Ahí me di cuenta de lo inmensa que era la mistificación. Cuando ese libro fue publicado, los freudianos, encabezados por Elisabeth Roudinesco (notable sicoanalista francesa), lo presentaron como un tejido de estupideces escritas por fascistas, antisemitas, revisionistas, gente de extrema derecha, vendidos a los conglomerados farmacéuticos. Esas mentiras llenaban la prensa, víctima una vez más de la manipulación periodística de los freudianos que bloquean el dispositivo mediático. Yo mismo creí en esas mentiras.

Usted criticó también a ciertos sicoanalistas franceses, entre otras razones, por el costo elevado de las consultas y su falta de honestidad intelectual. ¿Por qué?

Porque eso forma parte de la doctrina. El elevado costo de la consulta contribuye, según Freud, al éxito de la terapia. La necesidad de pagar en dinero contante y sonante garantiza al paciente la visibilidad del costo de cada sesión (y de paso escapar a los impuestos), el pago de toda consulta anulada; la prohibición de sicoanalizar gratuitamente porque se opta por una medicina privada; los dispensarios públicos que pueden hacer lo que quieran, pero a los que Freud no ofreció su colaboración práctica ni teórica; el rechazo a psicoanalizar a los pobres porque es más interesante para ellos permanecer enfermos por un presunto 'beneficio de la enfermedad'; la posibilidad de dormir durante las consultas gracias a la noción de 'atención flotante' que permite al analista dormir sin que esto afecte el análisis porque en ese momento son los inconscientes los que comunican y la comunicación no se interrumpe durante el sueño; el rechazo a tomar en cuenta los textos en los cuales el propio Freud dice que el psicoanálisis no cura, como por ejemplo en "El análisis con fin, en análisis sin fin", etc. Yo me limité a leer la obra completa, la correspondencia completa, y luego a decir lo que había leído... Las abundantes citas de mi libro demuestran que yo no he inventado nada. Todo es verificable.

Los católicos lo han acusado de insultar el cristianismo y los sicoanalistas de "antisemitismo y fascismo". ¿Cómo explica esta violencia verbal? ¿No será que es una reacción a su propio lenguaje, que algunos juzgan virulento y excesivo?

Ellos piensan que el insulto los exime de un auténtico debate, de examinar los textos y responder a las observaciones. Cuando yo recuerdo que Freud trabajó con los nazis, por ejemplo con Félix Boehm, y el grupo que se convertiría luego en el Instituto Göring, para garantizar la perennidad del psicoanálisis durante el Tercer Reich, luego para excluir a Wilhelm Reich a causa de su bolchevismo, cuando muestro que defendió el austrofascismo del canciller Dollfuss, cuando pongo en evidencia que escribió una dedicatoria elogiosa a Mussolini en un ejemplar de '¿Por qué la guerra?', ¿qué es lo que me responden sobre el fondo de la cuestión? Nada, porque lo que yo enuncio aquí es verdadero, indudable, verificable, fundado, probado, mostrado mediante citas... Lo que le queda entonces a la milicia freudiana es la posibilidad de desacreditar al autor tratándolo de nazi, de fascista, etc... Lo que efectivamente hicieron. Pero yo insisto: ¿que contestan ellos a las observaciones expuestas y fundamentadas de mi libro? Nada, absolutamente nada.

Si Dios y Freud, entre otros, son según usted "modelos oscurantistas", ¿qué modelo deberíamos entonces seguir?

Los pensadores libres: Diógenes, que no reconocía el poder del dinero, los honores, las riquezas, los poderosos, la reputación; a Epicuro, que vivía su vida sin temor a los dioses, el porvenir, el pasado, la muerte, el dolor, el sufrimiento; a Montaigne, que encarnaba una filosofía hedonista; a Nietzsche, pensador del poscristianismo que nos propone una figura fácil de vivir con el superhombre (conocer la naturaleza trágica de la realidad, el eterno retorno de las cosas, querer lo que acontece, amarlo y obtener de esta manera el júbilo -¡un programa existencial que no es sociológico ni político!)-; a Proudhon, que propone un anarquismo pragmático, y a todos los filósofos que yo enseño desde hace nueve años en la Universidad Popular de Caen.

Usted no apoya a Román Polanski en el caso judicial al que ha estado vinculado. ¿Por qué?

Porque no se puede salir nunca en defensa de alguien que droga a una joven menor para violarla sodomizándola. La profesión, la nacionalidad, la religión, el origen social, la fortuna del violador no cambian nada en este asunto. Mi problema no era tanto Polanski sino los intelectuales franceses que, en la mayoría, justificaron lo injustificable bajo el pretexto de que Polanski era hipotéticamente un cineasta genial. Pero ser el amigo de los poderosos del mundo cultural y del jetset mundial no debe justificar el hecho de exculpar a un criminal sexual.

¿Cómo es posible que una de las figuras más promisorias de la izquierda francesa sea el patrón de FMI, Dominique Strauss-Khan?

El mecanismo electoral francés está concebido de tal forma que sólo podemos tener liberales en el poder: una derecha liberal, una izquierda liberal, que termina, luego de haber hablado ya sea a la derecha o a la izquierda, por seducir al electorado para gobernar en el centro, en otras palabras, en beneficio de la burguesía contra las clases populares y en favor del capital. Yo defiendo la izquierda antiliberal, pero también es lamentable que el resto de la clase política francesa, dedicada al narcisismo y al ego de sus representantes, que son incapaces de concretar la UNION, por tanto culpables de enviar al poder a los liberales que pretenden combatir.

¿Cuál es su balance de la presidencia Sarkozy?

Una catástrofe en todo... No hay nada que salvar. Lamentable personaje, lamentable corte de un rey lamentable, lamentable oposición, lamentables periodistas, lamentable reputación de Francia en el mundo, lamentables intelectuales... Francia vive al ritmo de los caprichos de la psyque de un niño que nunca creció y termina convertido a pesar de todo en presidente todopoderoso de una Republica decadente.


Diario El Tiempo de Colombia 24/2/2012.-



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Un mounstro de cien años

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 por Pía Chiesino



En el aniversario número cien de la muerte de Bram Stoker, autor de Drácula, Libro de Arena publicó un comentario sobre este afamado texto que tan de cerca trabaja el horror y la intimidad.



Leí varias veces el Drácula. La trabajé con alumnos, analizando los distintos géneros discursivos, vimos distintas versiones cinematográficas.. Mas allá de haber trabajado bastante con el texto, este momento de la novela siempre me inquieta…me da escalofríos cuando lo leo. Porque acá es donde empieza a caerse la máscara del Conde.

Harker ya sabe que está preso, sabe que Drácula utiliza sus ropas para salir a realizar quién sabe qué clase de actos monstruosos y que con eso lo incrimina.

De hecho, la mujer que le grita cuando lo ve en la ventana, es la madre de un niño que sirvió de “alimento” a las mujeres que viven en el castillo con él.

Pero más allá de lo desagradable que le resulta su presencia, o el saber que se trata de un criminal, a pesar de la sospecha de que incluso piensa matarlo a él, Jonathan Harker desconoce por completo la naturaleza sobrenatural del Conde. En este momento de la novela es cuando la relación de Drácula con la muerte se le hace evidente: por la tierra de cementerio removida, el olor nauseabundo, y el descubrimiento de que duerme en un féretro con los ojos abiertos, y con pocos elementos que nos revelen que está vivo.

Lo que siente Harker es, sencillamente, horror puro. Cuando, posteriormente, el Conde se refiera al viaje a Inglaterra que se supone les espera a ambos, lo que siente el personaje va más allá de la desconfianza: es la certeza de que el viaje va a hacerlo uno solo, y de que va a perder el amor de Mina frente a la seguridad casi absoluta de que va ser asesinado en Transilvania.

No deja de tener un costado conmovedor, de todas maneras, en el contexto de la novela, esa necesidad que tiene el Conde de atravesar los siglos, de vencer a la muerte. Mas allá de lo repugnante que pueda resultar el descubrimiento de los medios a los que apela para lograr ese fin que transgrede todo lo aceptable, la necesidad de Drácula no es la de dejar algo que nos lo recuerde. Necesita estar. En todas partes y para siempre. Estar.

Esa paradoja por la cual, el rechazo a la idea de morir se nutre de la muerte en sí misma, siempre consigue que el Conde creado por Stoker, tenga, a pesar de todo, un aspecto del cual podemos apiadarnos. En este momento en el que la máscara se cae, es cuando, finalmente y a su pesar, empieza el viaje de Drácula hacia su propia muerte.

24 de junio

“Había estado mirando por la ventana algo menos de media hora cuando vi que algo salía de la ventana del conde. Retrocedí, observé cuidadosamente y vi que salía todo su cuerpo. Fue una nueva sorpresa para mí descubrir que se había puesto el traje que yo llevaba en mi viaje hasta allí, y que de su sombrero colgaba la terrible bolsa que las mujeres se habían llevado. ¡No cabía ninguna dudaacerca de sus propósitos y además con mi vestimenta! De modo que esta es su nueva treta diabólica: dejar que los otros me vean (o crean que soy yo), así por un lado queda la evidencia de que he aparecido en los pueblos o aldeas echando mis propias cartas al correo y, por el otro, cualquier maldad que él pueda hacer, la gente del lugar me la atribuirá a mí.

Me enfurece pensar que esto siga mientras tanto yo siga aquí, como un verdadero prisionero, pero sin esa protección de la ley que es incluso el derecho y el consuelo de los criminales. (…)

Mientras estaba sentado escuché un ruido afuera, en el patio: el lacerante grito de una mujer. Corrí a la ventana y abriéndola de golpe espié entre los barrotes.

Ahí afuera había verdaderamente una mujer, con el pelo desgreñado, con las manos abrazadas sobre su corazón, como alguien sofocado por una corrida. Se reclinaba contra una esquina de la entrada. Cuando vio mi cara en la ventana se lanzó hacia delante y gritó con una voz grávida de amenazas.

-¡Monstruo, devuélveme a mi hijo!

Cayó de rodillas y alzando los brazos volvió a decir esas palabras en tonos que atormentaron mi corazón. Luego empezó a arrancarse el pelo y a golpearse el pecho, dejándose llevar por toda la violencia de la emoción desenfrenada. Finalmente se echó hacia adelante y, aunque yo no podía verla, podía escucharla golpear la puerta con sus manos desnudas.

En algún sitio, bastante por encima de mí, probablemente en la torre, escuché la voz del conde llamando en su susurro duro y metálico. Su llamado pareció ser respondido desde lejos y por todos lados por los aullidos de los lobos. Antes de que hubiese pasado mucho tiempo, una manada de ellos entró, como cuando un dique se desborda, a través de la amplia entrada del patio.

No hubo gritos de la mujer y los aullidos de lobos duraron poco. Al rato se fueron yendo de a uno, todavía relamiéndose los hocicos.

No sentí lástima por la mujer, porque sabía lo que le había sucedido a su hijo y era mejor que estuviese muerta. ¿Qué haré? ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo escapar de este horripilante mundo de noche, lobreguez y miedo?

25 de junio

Hasta que no sufre los horrores de la noche nadie sabe qué dulce y agradable puede ser la mañana para su corazón y sus ojos. Cuando esta mañana el sol subió tan alto que alumbró la parte superior del gran portón que está frente s mi ventana, el alto punto iluminado fue para mí como si la paloma del arca hubiera traído la luz. Mi temor se evaporó como una vestimenta vaporosa a la que el calor disuelve.(…) Siempre ha sido de noche cuando he sido molestado o perturbado, o de algún modo puesto en peligro o atemorizado. Todavía no he visto al conde a la luz del día. ¿Será posible que duerma cuando los otros están despiertos y que esté despierto cuando todos duermen? ¡Si sólo pudiera llegar hasta su cuarto! Pero no hay camino posible. La puerta siempre está cerrada, no tengo forma de llegar a él.

Sí que hay un camino si uno se atreve a tomarlo. Por donde ha pasado su cuerpo, ¿por qué no puede pasar otro cuerpo? Yo mismo lo he visto arrastrarse desde su ventana. ¿Por qué no puedo hacer lo mismo y arrastrarme para entrar por se ventana? Es una opción desesperada, pero mi necesidad es más desesperante aún. (…) Descendí poniendo mucho cuidado en donde pisaba porque las escaleras eran oscuras, la única iluminación eran pequeñas aberturas en la pesada mampostería. Al final había un pasadizo oscuro semejante a un túnel , al final del cual se percibía un olor mortal y nauseabundo: el de la tierra vieja removida. A medida que avancé por el pasadizo, el olor se hizo más intenso y más cercano. Finalmente abrí una pequeña puerta que estaba entornada y me encontré en una vieja y arruinada capilla, que evidentemente había sido utilizada como cementerio. El techo estaba agrietado y en dos lugares se abrían escaleras que llevaban a bóvedas., pero el suelo había sido cavado recientemente y la tierra puesta en grandes cajas de madera, claramente las que habían traído los eslovacos (…)

Bajé incluso a las bóvedas, donde había una tenue luz, aunque hacerlo fue horroroso para mi alma. Fui a dos de estas pero no vi nada, sino fragmentos de viejos féretros y montones de polvo. Sin embargo, en la tercera hice un descubrimiento…

¡Allí, en una de las grandes cajas, de las que pude contar cincuenta, sobre un montón de tierra recién excavada, yacía el conde! Estaba muerto o dormido. No podía saberlo a ciencia cierta porque sus ojos estaban abiertos y fijos pero tenían la vidriosidad de la muerte y sus mejillas tenían el calor de la vida a pesar de su palidez, además sus labios estaban rojos como nunca. Pero no había ninguna señal de movimiento: ni pulso, ni respiración, ni el latido del corazón…”


Libro de papel, 20/4/2012 .-



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