A tí, casi innombrable
Tierra que vas a los mares
de sola tu luz vestida
Dámaso Alonso
Te llevo en los hondones de mi alma
aunque en raros momentos te asomes a los labios
que, de niño, me hicieron amar tu simulacro.
Todos mis sueños llevan tus colores
y, resonantes, vibran en mis oídos siempre
tus acordadas –suaves o bullangueras- notas.
Cada orza de adobo, cada soga de cáñamo,
cada jarro de vino me regalan tu aroma.
Creo estar sentenciado a aquietarme en tu entraña,
creo que allí, todavía, disuelto en tus terrones,
madre mía siempre agónica, repasaré tus letras,
las seis letras que cifran tu siempre por hacer,
tu mal rehecho o del todo imposible camino.
Más frotaré ese oro tras pasarle mi vaho,
tras limpiarle, de paso, el rastro de mis huellas,
para que su fulgor algún trecho aún alumbre.
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