por Asbel López
"Lo que me interesa es vivir el pensamiento", dice Michel Onfray, filósofo frances.
Michel Onfray, el filósofo que más libros vende en Francia, el más mediático entre los intelectuales mediáticos franceses, es un hombre en perpetua rebelión. Es el autor de un 'Tratado de ateología' (2005) que se vendió en más de 300 mil ejemplares y de una implacable crítica a Freud ('El crepúsculo de un ídolo', 2010) que desató recientemente un feroz debate con algunos sicoanalistas.
Este intelectual de izquierda piensa que la presidencia de Sarkozy es una "catástrofe"; que Francia es "una República decadente" donde la prensa, los intelectuales, la oposición y el gobierno son "lamentables"; que la izquierda cuando llega al poder "toma partido por la burguesía en contra el pueblo"; que Jesús es un "modelo oscurantista", y Freud un "embustero".
Onfray se expresa amplia y regularmente en los medios, pero dice que la élite periodística "lo detesta". No aprecia tampoco el círculo mundano parisino y dice no escribir para otros filósofos. Su público es la gente común y corriente, obreros como su hermano. Él también fue obrero, aunque soñaba con ser conductor de tren. A los 17 años entró a la fábrica de quesos donde trabajaba su padre. Su madre era empleada doméstica en el castillo del dueño de esa empresa, la única en el pueblito de Normandía donde nació.
El relato de esos años, cuando se forjó el carácter de este filósofo ateo, hedonista y libertario, es lo que cuenta Onfray en 'Política del rebelde, tratado de resistencia e insumisión'. En ese libro, que Anagrama publica por estos días en Colombia, Onfray explica, con una gran habilidad narrativa y un furor contenido, por qué no tiene "ni Dios ni amo", por qué se niega a "seguir y a guiar". Una divisa inspirada en Nietzsche que, según dijo a LECTURAS, sigue reivindicando hoy, casi quince años después de haber publicado ese libro en Francia.
Usted nació en un pueblito de Normandía, es hijo de un obrero agrícola y de una empleada domestica. Aunque soñaba con ser conductor de tren, su primer empleo, a los 17 años, fue en una fábrica de quesos. ¿Cómo terminó convirtiéndose en el filósofo más leído de Francia?
Trabajando. Mi padre me enseñó esa virtud. Empecé a estudiar filosofía pensando que si trabajaba esa disciplina tanto como mi padre su oficio, algún día sería lo suficientemente competente como para ser profesor. Y lo conseguí. Pero no en la universidad, como me propuso mi directora de tesis, sino en un colegio tecnológico. Ahí enseñé, por convicción, durante 20 años.
¿Por qué optó por enseñar filosofía en un colegio tecnológico?
Quería estar cerca de aquellos jóvenes estudiantes que el sistema considera como casos perdidos para la cultura en general y la filosofía en particular. Escribí también dos libros: 'El vientre de los filósofos' y 'Georges Palante', que envié por correo a 2 editoriales distintas. Ambos fueron publicados. Así comenzó una carrera que me ha llevado a publicar medio centenar de libros.
¿A qué atribuye usted su éxito?
Porque no formo parte de los círculos mundanos, universitarios, parisinos; tampoco pertenezco al mundillo de la capital; soy completamente insensible a esos códigos: no creo, por ejemplo, que escribir de manera oscura me convierta en un filósofo profundo. En la antigüedad, en el ágora griego o en el foro romano, el filósofo hablaba para la mayoría. Esto es lo que yo trato de hacer. Si uno no menosprecia al público y le ofrece un trabajo digno de ese nombre, la gente cumple con la cita filosófica que uno le propone...
Por ejemplo, la lectura. El tiraje de algunos de sus libros sobrepasan los 300 mil ejemplares, un caso rarísimo en filosofía ¿Cómo hace?
Mi actividad filosófica no está dirigida a los filósofos ni a la gente de la profesión. Me importa un bledo figurar en las citas al pie de página de los filósofos. Nunca quise hacer carrera en la institución universitaria. Soy un hombre libre que no busca gente que pueda ayudarlo a trepar en su carrera, sino a gente común y corriente como a mis padres, o mi hermano y su esposa, que son obreros. En un mundo de mercancías y de uso liberal de la televisión, el pueblo se ha acostumbrado a consumir lo que le dan. En otras palabras, alimentos deplorables. Cuando uno propone algo distinto, contenidos de fondo que presentan un auténtico interés pedagógico, se alcanza el éxito. Mi éxito no lo conseguí gracias a la élite periodística parisina, que me detesta, sino al pueblo de lectores silencioso que compra mis libros y me aprecia.
¿Cómo nació su noción de 'hedonismo filosófico'?
En el colegio y en la universidad me enseñaron una tradición filosófica idealista, espiritualista, cristiana, que pretende que las pasiones son engañosas, que el deseo es una maldición, que el cuerpo es un obstáculo a la razón, que el espíritu es más importante que la carne, que el alma existe y salva la materialidad del cuerpo, que el placer es la antítesis de la filosofía, que las ideas son más importantes que el mundo, que el concepto es más importante que la realidad. Yo pienso muy diferente... Me inscribo en otra tradición filosófica que enseña exactamente lo contrario, que elogia los deseos, los placeres, las pasiones, las pulsiones, los instintos, el cuerpo, la carne, la materia, el deseo, la vida, etc. Esta larga tradición tiene la fuerza que le dan 25 siglos olvidados, menospreciados, hechos a un lado. Es el hedonismo. En la Universidad Popular que fundé en 2002 en Caen enseño esta 'contrahistoria de la filosofía'. Me limito a inscribirme en esa tradición antigua cuya reputación ha sido manchada por la institución universitaria que defiende la tradición cristiana, espiritualista.
¿Y también practica esa filosofía?
Sí, claro. El pensamiento por el pensamiento no tiene ningún interés. Lo que me interesa en la filosofía es el pensamiento vivido y la vida pensada, las ideas encarnadas. Los universitarios y los profesores viven en cambio las ideas como funcionarios. Personalmente sólo enseño lo que yo mismo vivo, es decir, lo que es viable.
En 'Tratado de ateología' defiende el ateísmo. ¿Por qué?
Ataco todas las religiones que se definen por la idea de que existiría un trasmundo que daría sentido a este mundo. Ese trasmundo sería más importante que este mundo: el cielo inteligible, la ciudad de Dios, la esfera del logos, todo eso son ficciones. Solo hay un mundo, este, una sola vida, esta. La religión siempre nos invita a renunciar a esta vida terrena con el pretexto de que esta renuncia nos abrirá las puertas de la eternidad, pero la eternidad no existe... Tendríamos que morir al mundo para vivir en la inmortalidad del trasmundo: es una ficción, un fraude, una farsa.
¿Qué debe hacer entonces el hedonista?
El hedonista rechaza ese ideal ascético de que hay que renunciar al mundo de 'aquí abajo' porque esto va a permitirle obtener el gozo del paraíso en el más allá. El paraíso no existe, solo hay una vida, breve, que hay que transformar hasta donde sea posible en paraíso, aquí y ahora. Por eso ataqué el cristianismo, pero también el judaísmo y el islam, porque las 3 religiones monoteístas son auténticas máquinas de guerra contra el hedonismo.
¿En qué consiste la 'política rebelde' que preconiza? ¿Ha evolucionado el concepto desde que publicó, en 1997, su libro 'Política del rebelde, tratado de resistencia e insumisión'?
No me releo y nunca lo haré. No tengo por tanto un recuerdo muy preciso de ese libro que tiene ya casi 15 años. Probablemente le cambiaría algunas fórmulas, algunos detalles, pero nada de fondo. Sigo defendiendo el socialismo libertario. Soy un lector de Proudhon, el anarquista que no cree en la revolución ni en un futuro radiante, que no cree tampoco en el ideal revolucionario ingenuo de que el comunismo es capaz de cambiar a los hombres. Soy un pragmático que sabe que es posible, aquí y ahora, revolucionar las cosas; creo en la producción de 'agenciamientos' libertarios, en la realización de relaciones libertarias con los demás, en otras palabras, relaciones contractuales y antiautoritarias.
Pero, ¿cómo se traduce esto de manera práctica?
Aquí y ahora podemos producir unidades existenciales libertarias en nuestra relación con las mujeres, los niños, en la familia, en nuestro trabajo, en nuestro barrio, ciudad, país, región. Yo fundé 2 universidades populares en ese sentido (la Universidad Popular de Caen y la Popular del Gusto). Mi pareja también esta construida así. Al igual que mis relaciones con los otros. Creo que hay que crear lazos libertarios, antiautoritarios, como los liliputienses de Swift, y manipularlos para neutralizar al gigante Gulliver, encarnado hoy en el capitalismo liberal, el reino del consumo, la sociedad de control informático.
¿Quién encarna para usted hoy ese rebelde político?
Es un hijo de La Boétie, el amigo de Montaigne, que escribía en su 'Discurso de la servidumbre voluntaria': "Resolveos a no ser esclavos y seréis libres". En Francia y en Colombia se cuentan probablemente por centenares las personas que obran en silencio para hacer resistencia al mundo tal como va. Estas acciones no parecen heroicas porque no encarnan el heroísmo estruendoso de antes. Además, en estos momentos, los defensores de una 'política rebelde' son miles, inclusive decenas de miles en el mundo árabe.
¿Piensa Usted en los jóvenes conectados a Facebook y Twitter, que fueron quienes iniciaron las revueltas populares árabes?
No. Yo no comparto ese narcisismo de Internet, congratulándose de sí mismo, como si las revueltas árabes fueran obra suya. ¡Es como si hubiéramos hecho de la resistencia francesa a la ocupación nazi un puro producto del micrófono, con el argumento de que el General de Gaulle hizo su llamado del 18 de junio de 1940 ante el micrófono de una radio! Internet, Facebook, Twitter, etc., son medios, y los medios no hacen más de lo que está a su alcance, es decir, transmitir un contenido, el cual, en cambio, sí es esencial. El mensaje revolucionario cuenta mucho más en la revolución que el teléfono que lo transmite.
¿Por qué utilizó términos tan virulentos en su crítica contra Freud?
Los términos que yo utilizo son menos duros que la realidad que están señalando, ya que Freud fue un mentiroso, un mitómano, un cocainómano, un depresivo, un onanista, un incestuoso, un misógino, un falócrata, un homófobo, acompañante del fascismo, creyente en la telepatía y la numerología. Todo esto lo mostré en un libro de un millón de caracteres y una abundante bibliografía, así como en citas y referencias a los textos, las cartas, y las pruebas.
¿Cómo juzga la reacción de los freudianos?
Violenta. Hay una milicia freudiana que, comenzando por Freud, ha hecho todo lo posible para que lo consideremos como un descubridor revolucionario, un liberador del sexo, un judío liberal progresista y un racionalista de la época de las Luces. Exactamente lo que no fue.
Pero usted mismo compartió durante mucho tiempo esa imagen. ¿Cómo fue posible?
¿Cómo hubiera podido yo pensar de otra manera, luego de haber descubierto los libros de Freud a los 15 años en ediciones de bolsillo, haberlo leído a los 17 años por recomendación de mi profesor de filosofía porque formaba parte del currículo y haberlo estudiarlo luego en la universidad? ¿Cómo no estar de acuerdo con lo que los editores, la escuela, la universidad, la institución y el bachillerato presentaban como verdades absolutas?
Verdades absolutas que usted también enseñó cuando fue profesor de filosofía.
Así es. Yo enseñé la obra de Freud que había aprendido porque estaba en el currículo. Durante 20 años también corregí los exámenes finales del bachillerato y, en algunas ocasiones, había fragmentos de Freud. Yo cambié de opinión y abrí los ojos tras leer 'El libro negro del psicoanálisis', cuando estaba preparando mi curso en la Universidad Popular de Caen. Ahí me di cuenta de lo inmensa que era la mistificación. Cuando ese libro fue publicado, los freudianos, encabezados por Elisabeth Roudinesco (notable sicoanalista francesa), lo presentaron como un tejido de estupideces escritas por fascistas, antisemitas, revisionistas, gente de extrema derecha, vendidos a los conglomerados farmacéuticos. Esas mentiras llenaban la prensa, víctima una vez más de la manipulación periodística de los freudianos que bloquean el dispositivo mediático. Yo mismo creí en esas mentiras.
Usted criticó también a ciertos sicoanalistas franceses, entre otras razones, por el costo elevado de las consultas y su falta de honestidad intelectual. ¿Por qué?
Porque eso forma parte de la doctrina. El elevado costo de la consulta contribuye, según Freud, al éxito de la terapia. La necesidad de pagar en dinero contante y sonante garantiza al paciente la visibilidad del costo de cada sesión (y de paso escapar a los impuestos), el pago de toda consulta anulada; la prohibición de sicoanalizar gratuitamente porque se opta por una medicina privada; los dispensarios públicos que pueden hacer lo que quieran, pero a los que Freud no ofreció su colaboración práctica ni teórica; el rechazo a psicoanalizar a los pobres porque es más interesante para ellos permanecer enfermos por un presunto 'beneficio de la enfermedad'; la posibilidad de dormir durante las consultas gracias a la noción de 'atención flotante' que permite al analista dormir sin que esto afecte el análisis porque en ese momento son los inconscientes los que comunican y la comunicación no se interrumpe durante el sueño; el rechazo a tomar en cuenta los textos en los cuales el propio Freud dice que el psicoanálisis no cura, como por ejemplo en "El análisis con fin, en análisis sin fin", etc. Yo me limité a leer la obra completa, la correspondencia completa, y luego a decir lo que había leído... Las abundantes citas de mi libro demuestran que yo no he inventado nada. Todo es verificable.
Los católicos lo han acusado de insultar el cristianismo y los sicoanalistas de "antisemitismo y fascismo". ¿Cómo explica esta violencia verbal? ¿No será que es una reacción a su propio lenguaje, que algunos juzgan virulento y excesivo?
Ellos piensan que el insulto los exime de un auténtico debate, de examinar los textos y responder a las observaciones. Cuando yo recuerdo que Freud trabajó con los nazis, por ejemplo con Félix Boehm, y el grupo que se convertiría luego en el Instituto Göring, para garantizar la perennidad del psicoanálisis durante el Tercer Reich, luego para excluir a Wilhelm Reich a causa de su bolchevismo, cuando muestro que defendió el austrofascismo del canciller Dollfuss, cuando pongo en evidencia que escribió una dedicatoria elogiosa a Mussolini en un ejemplar de '¿Por qué la guerra?', ¿qué es lo que me responden sobre el fondo de la cuestión? Nada, porque lo que yo enuncio aquí es verdadero, indudable, verificable, fundado, probado, mostrado mediante citas... Lo que le queda entonces a la milicia freudiana es la posibilidad de desacreditar al autor tratándolo de nazi, de fascista, etc... Lo que efectivamente hicieron. Pero yo insisto: ¿que contestan ellos a las observaciones expuestas y fundamentadas de mi libro? Nada, absolutamente nada.
Si Dios y Freud, entre otros, son según usted "modelos oscurantistas", ¿qué modelo deberíamos entonces seguir?
Los pensadores libres: Diógenes, que no reconocía el poder del dinero, los honores, las riquezas, los poderosos, la reputación; a Epicuro, que vivía su vida sin temor a los dioses, el porvenir, el pasado, la muerte, el dolor, el sufrimiento; a Montaigne, que encarnaba una filosofía hedonista; a Nietzsche, pensador del poscristianismo que nos propone una figura fácil de vivir con el superhombre (conocer la naturaleza trágica de la realidad, el eterno retorno de las cosas, querer lo que acontece, amarlo y obtener de esta manera el júbilo -¡un programa existencial que no es sociológico ni político!)-; a Proudhon, que propone un anarquismo pragmático, y a todos los filósofos que yo enseño desde hace nueve años en la Universidad Popular de Caen.
Usted no apoya a Román Polanski en el caso judicial al que ha estado vinculado. ¿Por qué?
Porque no se puede salir nunca en defensa de alguien que droga a una joven menor para violarla sodomizándola. La profesión, la nacionalidad, la religión, el origen social, la fortuna del violador no cambian nada en este asunto. Mi problema no era tanto Polanski sino los intelectuales franceses que, en la mayoría, justificaron lo injustificable bajo el pretexto de que Polanski era hipotéticamente un cineasta genial. Pero ser el amigo de los poderosos del mundo cultural y del jetset mundial no debe justificar el hecho de exculpar a un criminal sexual.
¿Cómo es posible que una de las figuras más promisorias de la izquierda francesa sea el patrón de FMI, Dominique Strauss-Khan?
El mecanismo electoral francés está concebido de tal forma que sólo podemos tener liberales en el poder: una derecha liberal, una izquierda liberal, que termina, luego de haber hablado ya sea a la derecha o a la izquierda, por seducir al electorado para gobernar en el centro, en otras palabras, en beneficio de la burguesía contra las clases populares y en favor del capital. Yo defiendo la izquierda antiliberal, pero también es lamentable que el resto de la clase política francesa, dedicada al narcisismo y al ego de sus representantes, que son incapaces de concretar la UNION, por tanto culpables de enviar al poder a los liberales que pretenden combatir.
¿Cuál es su balance de la presidencia Sarkozy?
Una catástrofe en todo... No hay nada que salvar. Lamentable personaje, lamentable corte de un rey lamentable, lamentable oposición, lamentables periodistas, lamentable reputación de Francia en el mundo, lamentables intelectuales... Francia vive al ritmo de los caprichos de la psyque de un niño que nunca creció y termina convertido a pesar de todo en presidente todopoderoso de una Republica decadente.
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