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por Marina Tocón
El próximo año el Instituto Karolinska celebrará sus 200 años de existencia en la cima de la producción científica europea y siendo el noveno mejor centro del mundo en el ámbito de la Medicina Clínica. Ahora los cambios sociales le obligan a evolucionar en busca de nuevos retos y la hazaña pasa también por esquivar la crisis económica, que ya de momento le ha privado de fondos del Gobierno sueco y le obliga a recurrir a la empresa privada para mantener su calidad innovadora.
Nació en 1810 como centro formativo para los servicios quirúrgicos de la Armada y hoy, casi doscientos años después, se ha convertido en uno de los centros europeos con más prestigio en el campo de la medicina moderna. Se trata del Instituto Karolinska de Estocolmo, incluido entre los 50 mejores centros de investigación del mundo y en el top ten de la medicina clínica. Su afamada trayectoria se reconoce en infinidad de trabajos sobre Oncología, Endocrinología, Neurociencias, Salud Pública, Inmunología y Medicina Reparativa, entre otros.
Ha sido, además, la cuna de grandes genios como Jöns Jakob Berzelius, considerado el padre de la química moderna; Lars Leksell, inventor de la Radiocirugía, así como de muchos otros premios Nobel que entre las paredes del Karolinska ayudaron a mejorar el mundo con inventos como el marcapasos o la cámara de ingravidez utilizada por la NASA.
"La influencia del Instituto Karolinska es muy grande. Representa algo que no es fácil de ver en otros lugares: lo que se denomina universidad médica. Es decir, constituye por sí mismo un lugar de formación y de medicina aplicada a la práctica clínica", comenta Javier Sáez Castresana, miembro de la Unidad de Biología de Tumores Cerebrales de la Universidad de Navarra y ex alumno del instituto entre 1988 y 1990.
El año 2010, fecha en la que celebrará el bicentenario, será también el momento escogido para afrontar nuevos retos: "La misión es alcanzar el liderazgo en el mundo de la investigación universitaria en los próximos tres años. Pretendemos reforzar el área de la innovación para hacernos atractivos a la vista de otras universidades, servicios de salud e industria", explica Harriet Wallberg-Henriksson, presidenta del instituto. Para ello se ha marcado un plan de acción basado en una docena de aspectos ligados a áreas estratégicas como la educación, la investigación, la participación de la sociedad en el proceso investigador, la movilidad interna y la colaboración externa.
En estos 199 años tampoco el Karolinska ha escapado de la influencia del capitalismo y del mundo anglosajón. "Antes los trabajos eran más académicos y enfocados al conocimiento general; no había competencia por las patentes. Es más, el inventor del marcapasos no lo patentó porque su fin no era ganar dinero, sino ayudar a la gente. Ahora esa idea es inconcebible. El instituto ha adoptado el estilo americano. Se crean spin-offs y en cuanto hay un hallazgo, surge una empresa detrás para comercializarlo", relata Ángel Cedazo-Mínguez, un investigador español que llegó al Karolinska hace quince años para realizar su tesis doctoral y que hoy asume el cargo de codirector del Centro de Investigación del Alzheimer del instituto.
El elevado protagonismo de lo económico es arriesgado, en opinión de Sáez Castresana. "El exceso de notoriedad que se está dando al mundo científico experimental, unido al desconocimiento sobre qué es lo que realmente ocurre en ese mundo, podría perjudicar a quienes nos dedicamos a la investigación experimental. Europa, acomplejada por no patentar tanto como Estados Unidos, pretende que el científico investigue, desarrolle y patente, lo que nos aleja de la necesaria liberalización de la ciencia". A juicio de Cedazo-Mínguez, la primacía del capitalismo sobre el conocimiento gana ahora un nuevo papel: el de salvaguardar la calidad innovadora en tiempos de crisis. Y es que ni siquiera un centro de las características del Karolinska escapa a la recesión.
"Antes, el Estado del Bienestar nórdico era más potente. Ahora, el Gobierno sueco ha reducido las ayudas económicas del instituto, lo que nos fuerza a buscar colaboraciones externas, principalmente con empresas privadas". Es más, incluso en el plan de acción propuesto por Wallberg-Henriksson advierten de que una estrategia proactiva de liderazgo ha de pasar primero por lograr reducir ciertos costes. "Ahora el gobierno sueco mira con lupa en qué campos invierte", explica Cedazo-Mínguez. A corto plazo, los asuntos agraciados serán los que atañen al cáncer, Alzheimer, neurología, diabetes y células madre, una decisión más política que científica y que se extiende por toda Europa.
Con o sin crisis, lo que de momento conserva intacto el Karolinska es su potestad de anunciar cada año a los candidatos para el premio Nobel de Fisiología y Medicina, un honor que le concedió en 1895 Alfred Nobel. El halo de secretismo que rodea la elección se mantiene intacto, al igual que el proceso, repleto de tradiciones ancestrales, y que culmina cada 10 de diciembre en la Sala de Conciertos de Estocolmo, donde se hace entrega del galardón.
Los cerebros españoles se fugan al norte
Uno de los pilares del desarrollo del Instituto Karolinska es la internacionalización. Ya sea a través de programas de intercambio o de acuerdos de colaboración en materia de investigación y educación, el centro se mantiene en permanente contacto con un gran número de universidades de todo el mundo, así como con compañías líderes en el campo de la biotecnología y la biomedicina. La trayectoria del Instituto Karolinska ha elevado su atractivo a ojos de los investigadores españoles, que han incrementado su presencia en los países nórdicos.
El ejemplo se halla en la figura de Ángel Cedazo-Mínguez: "Cuando vine a terminar mi tesis el sistema universitario español era muy diferente al nórdico. La universidad estaba dominada por unos pocos que primaban el amiguismo y colocaban en las aulas a profesores desmotivados que ya no producían conocimiento. En los últimos años parece que el modelo español ha mejorado, e incluso el Instituto Karolinska colabora con España a través de redes de investigación europeas, pero la fuga de cerebros sigue siendo un hecho". Al igual que Cedazo-Mínguez, muchos españoles se fueron y no han vuelto, una decisión que apoya Javier Sáez Castresana y que incluso considera necesaria para evidenciar las carencias de España en I+D.
Su razonamiento se sostiene en un decálogo de razones que él mismo ha elaborado y entre las que destaca la ausencia de la carrera investigadora en España, así como de recompensas, la escasa o nula financiación básica, la excesiva burocracia y la dificultad para crear un grupo investigador. En su opinión, la política del Instituto Karolinska favorece incluso más este atractivo: "Lo están haciendo bien. Saben acoger y motivar a muchos extranjeros en un país donde la población en general no desea dedicarse a la investigación".
Diario Médico 20/1/2009.-
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viernes, 23 de enero de 2009
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