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domingo, 9 de mayo de 2010

Biopolítica: de la soberanía al gobierno

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por Edgardo Castro
Universidad Nacional de San Martín
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas



1. Las biopolíticas foucaulteanas:

Desde hace algunos años el concepto de biopolítica, entendido como la forma de ejercicio del poder político que tiene por objeto la vida biológica de los hombres, se ha convertido en uno de los ejes dominantes de la filosofía política contemporánea. Ello se debe en gran medida a los trabajos de Michel Foucault y, en particular, a la edición póstuma de sus cursos en el Collège de France.1
La noción de "biopolítica" aparece en Foucault por primera vez en una conferencia pronunciada en Río de Janeiro en 1974, "La naissance de la médecine sociale",2 encuentra una formulación más articulada en la parte final de La volonté de savoir (1976) y un análisis más extenso en sus cursos en el Collège de France: "Il faut défendre la société", Securité, territoire et population y Naissance de la biopolitique (el primero de 1976, pero aparecido en 1997 y los otros de 1978 y 1979, respectivamente, pero publicados recién en el 2004).
En La volonté de savoir,3 la cuestión del biopoder aparece luego de la descripción de la formación del dispositivo de sexualidad. Según Foucault, a partir de la época clásica (siglos XVII-XVIII), asistimos en Occidente a una profunda transformación de los mecanismos del poder. Junto al antiguo derecho del soberano de hacer morir o dejar vivir surge un poder de hacer vivir o dejar morir. Así, a partir del siglo XVII, el poder se ha organizado en torno de la vida biológica bajo dos formas principales que no son antitéticas, sino que están atravesadas por un plexo de relaciones. Por un lado, las disciplinas (una anatomo-política del cuerpo humano), que tienen como objeto el cuerpo individual, considerado como una máquina. Por otro lado, a partir de mediados del siglo XVIII, una biopolítica de la población, del cuerpo-especie, cuyo objeto será el cuerpo viviente, soporte de los procesos biológicos (nacimiento, mortalidad, salud, duración de la vida).4
En "Il faut défendre la société", el biopoder aparece también hacia el final, luego de un extenso recorrido en el que Foucault analiza las transformaciones del concepto de guerra de razas. Aquí, Foucault comienza oponiendo la "hipótesis Nietzsche" a la "hipótesis Hobbes". A partir de esta oposición, busca dejar de lado la noción de soberanía (Hobbes) y servirse, en cambio, de las nociones de guerra y lucha (Nietzsche) para analizar el poder. En la última lección de este curso, la del 17 de marzo de 1976, el tema de la biopolítica aparece, precisamente, como una transformación biologicista y estatal de la guerra de razas.
En Sécurité, territoire et population y Naissance de la biopolitique, la cuestión de la biopolítica se inserta en el marco del análisis de la racionalidad política moderna, particularmente, en el estudio de la razón de Estado y del liberalismo.

"Pero me parece [sostiene Foucault] que no se puede hacer el análisis de la biopolítica hasta que se haya comprendido el régimen general de esta razón gubernamental [el liberalismo] de la que les hablo, este régimen general que se puede llamar la cuestión de la verdad. En primer lugar, de la verdad económica dentro de la razón gubernamental, y por consiguiente hasta que no se comprenda bien de qué se trata este régimen que es el liberalismo, que se opone a la razón de Estado o, más bien, que la modifica fundamentalmente sin, quizás, poner en cuestión los fundamentos. Sólo cuando se haya comprendido qué era este régimen gubernamental llamado liberalismo se podrá, me parece, comprender qué es la biopolítica."5

Como vemos, la cuestión de la biopolítica encuentra en Foucault cuatro desarrollos no completamente integrados entre los años 1976-1979. En primer lugar, la cuestión de la biopolítica aparece planteada como consecuencia del surgimiento de una medicina social. En segundo lugar, en "Il faut défendre la société", se presenta como una transformación de la "guerra de razas". En tercer lugar, en un texto que es completamente paralelo al anterior, La volonté de savoir, la cuestión de la biopolítica es introducida, a diferencia de cuanto ocurre en "Il faut défendre la société", no en oposición, sino a partir de la noción de soberanía, como una de las transformaciones y complementaciones posibles del derecho soberano de hacer morir o dejar vivir. Aquí, en su genealogía de la biopolítica, Foucault no recurre ni a la "hipótesis Nietzsche" ni a las nociones de guerra o lucha. Por último, en cuarto lugar, la formación de la biopolítica no aparece fundamentalmente relacionada con el racismo moderno, como en "Il faut défendre la société" y La volonté de savoir, sino con lo que llamará la gubernamentalidad liberal.6
Ahora bien, a la luz de las recientes publicaciones de los textos de Foucault y del desarrollo contemporáneo de la problemática de la biopolítica al menos tres precisiones resultan necesarias.
En primer lugar, como acabamos de mostrarlo, es necesario tener en cuenta que no existe en los trabajos de Michel Foucault una única concepción de la biopolítica.
En segundo lugar, también hay que tener en cuenta que no sólo no nos encontramos con una concepción única, sino que tampoco hallamos una teoría general al respecto. A diferencia de cuanto pueden sugerir algunos desarrollos actuales sobre la biopolítica,7 para Foucault no se trata de una categoría general, de carácter historiográfico, sino, más bien, de un concepto que debe mostrar su potencialidad analítica en la minuciosidad de los procesos históricos.
En tercer lugar, también contrariamente a algunos desarrollos contemporáneos sobre el tema, resulta necesario señalar que, para Foucault, la aparición de la biopolítica no puede ser leída en términos históricos como la superación de una época dominada por la soberanía o por las disciplinas.8
A nuestro modo de ver, más allá de su justificación o de su legitimidad, las tendencias actuales a reducir la biopolítica a una concepción única, a pensarla como una categoría historiográfica general y a concebirla como la última etapa del desarrollo histórico- político de la modernidad han dejado de lado lo que en el vocabulario de Foucault puede denominarse la positividad del discurso sobre la biopolítica o, con otras palabras, el carácter metodológico y, al mismo tiempo, político que Foucault atribuye a sus trabajos sobre el tema.
Nuestro primer objetivo es, precisamente, sacar a la luz la positividad del discurso sobre la biopolítica. Ello nos permitirá, luego, mostrar el nexo entre la biopolítica y la cuestión del humanismo. Como veremos, sólo a partir de esta relación es posible, por un lado, orientase en los múltiples análisis foucaulteanos sobre las transformaciones políticas de la modernidad y, por otro, comprender el viraje foucaulteano de la política a la ética, donde la cuestión del sujeto, a la que ha dedicado gran parte de sus investigaciones, adquiere un nuevo sentido.9

2. Cuestiones de método:

Más allá de las dificultades jurídicas creadas por la cláusula testamentaria que prohibía todo escrito póstumo, la publicación de los cursos de Michel Foucault en el Collège de France plantea problemas de índole teórica e interpretativa que no pueden ser soslayados. Casi treinta años antes de la aparición del primer curso y -podemos imaginárnoslo de este modo- como justificación a priori de esa disposición testamentaria, el mismo Foucault nos advertía acerca de ellos.
En el primer capítulo de la L'Archéologie du savoir, "Las unidades del discurso", en las páginas dedicadas a desmantelar la aparente evidencia de aquellas nociones que imponen a los discursos un determinado orden y una determinada unidad, luego de la noción de libro, Foucault aborda la de obra:

"En cuanto a la obra, los problemas que ella plantea son todavía más difíciles. Y, sin embargo, al menos aparentemente, ¿qué hay de más simple? Una suma de textos que pueden ser denotados por el signo de un nombre propio. Ahora bien, esta denotación (aún cuando uno deje de lado los problemas de la atribución), no es una función homogénea. El nombre de un autor, ¿denota de la misma manera un texto que publicó con su nombre, uno que presentó con pseudónimo, otro que se encontró luego de su muerte apenas esbozado, otro que no es más que una serie de puntos, un cuaderno de notas, un papelito? La constitución de una obra completa o de un opus supone cierto número de opciones que no son fáciles ni de justificar ni de formular. ¿Basta con agregar a los textos publicados por el autor aquellos que proyectaba dar para que fueran impresos, y sólo han quedado sin terminar a causa de la muerte? ¿Hay que integrar todo lo que es esbozo, primer proyecto, correcciones y tachaduras de los libros? ¿Hay que agregar los esbozos abandonados? Y, ¿qué estatuto conferir a las cartas, a las notas, a las conversaciones referidas, a las declaraciones transcriptas por los auditores, en suma, a todo este inmenso hormigueo de rastros verbales que un individuo deja cuando muere y que hablan, en un entrecruzamiento indefinido, lenguajes tan diferentes?"10

A todas estas razones que vuelven poco evidente la noción de obra como categoría que confiere unidad a los discursos, con la publicación de los cursos, podemos agregar las que surgen a partir del cambio del soporte material del discurso. En efecto, nos encontramos, en primer lugar, con el paso de la escritura a la oralidad y, luego, de la oralidad nuevamente a la escritura. Como sabemos, Foucault disponía de un texto escrito que leía velozmente durante sus clases, no sin introducir algunas variantes. Los cursos editados, sin embargo, precisamente a causa de la cláusula testamentaria que hemos mencionado, no son la reproducción del texto de Foucault, sino la transcripción de las grabaciones de la lectura de ese texto.
Por ello, por ejemplo, podemos preguntarnos acerca de cuál es el estatuto de las notas al final de cada clase, elaboradas a partir del material de Foucault pero introducidas por los editores, de las notas a pié de página, donde se deja constancia de las variantes entre el texto que Foucault tenía preparado y lo que efectivamente dijo, o también acerca del estatuto de la suposición de los términos inaudibles.
Aunque el abordaje de un determinado tema en los trabajos de un autor siempre tropieza con las dificultades señaladas en L'Archéologie du savoir, en el caso de la biopolítica ello reviste un carácter particular. Dos indicaciones son suficientes para dar cuenta de ello. En los libros que efectivamente Foucault destinó a la publicación, sólo uno de ellos aborda el tema de la biopolítica. Me refiero, obviamente, a las páginas finales de La Volonté de savoir. Y, como sabemos, los temas de la biopolítica y del biopoder aparecen sólo hacia el final, casi como una irrupción en un discurso que, hasta ese momento, no parecía dirigirse hacia allí. El resto de las referencias al tema se encuentra en artículos, resúmenes de cursos, entrevistas y, sobre todo, los cursos que reúnen sus clases.
Segunda indicación. Si relacionamos estos cursos con la publicación de sus libros, los cursos en los que aparece la problemática de la biopolítica se distinguen de los restantes porque el material abordado en ellos, si exceptuamos las páginas de La Volonté de savoir a las que acabamos de aludir, no se convirtió en el tema de ninguno de los libros que Foucault publicó en vida. Y, en este caso, a diferencia de cuanto sucede con sus últimos cursos, no puede aducirse que la razón haya sido la muerte del autor.
En efecto, los temas de los cursos de los años 1970-1975 encuentran su formulación para la publicación en Surveiller et punir y en La Volonté de savoir, y los temas de los cursos de los años 1979-1984, en los dos últimos volúmenes de la Histoire de la sexualité. No sucede lo mismo, sin embargo, con los cursos de los años 1976-1979, con los tres cursos que podemos denominar biopolíticos: "Il faut défendre la société", Sécurité, territoire, population y Naissance de la Biopolitique. A ninguno de ellos corresponde un libro que haya sido efectivamente destinado a ser publicado.
Retomando, entonces, la expresión de Foucault, podemos preguntarnos ¿cómo orientarse en el "inmenso hormigueo de rastros verbales que un individuo deja detrás de sí"? Y, en nuestro caso, ¿en el hormigueo de rastros verbales acerca de la biopolítica? De nuevo, y para cerrar estas observaciones metodológicas, resulta necesario retomar algunas consideraciones de L'Archéologie du savoir.
Casi hacia el final, Foucault se pregunta si es posible concebir un análisis arqueológico que haga aparecer la regularidad de un saber, pero que no esté orientado, como había sido el caso hasta entonces, hacia las figuras epistemológicas y de las ciencias.11 Aunque sostiene que, por el momento, no ha avanzado suficientemente en esta dirección, se imagina "de buena gana" (volontiers) otras orientaciones de la arqueología: hacia la ética, hacia la pintura y hacia la política. En L'Usage des plaisirs y en Le Souci de soi podemos ver, ya no el proyecto más o menos imaginado, sino la realidad de una arqueología orientada hacia la ética. Respecto de la segunda posibilidad, una arqueología de la pintura, está todavía abierta la cuestión acerca de la existencia o no de un libro sobre el tema. En todo caso, este no es el lugar para afrontar la cuestión. Ahora bien, respecto de la tercera posibilidad, se puede decir que los cursos que hemos denominados biopolíticos constituyen el cantero de una arqueología de la política moderna.
Me permito una cita, de cierta extensión, para mostrar con más claridad el sentido de mi afirmación y de la referencia a las páginas de L'Archéologie du savoir:

"Se trataría de ver [en una arqueología de la política] si el comportamiento político de una sociedad, de un grupo o de una clase está atravesado por una práctica discursiva determinada y descriptible. Esta positividad no coincidiría, evidentemente, ni con las teorías políticas de la época ni con las determinaciones económicas. Ella definiría aquella parte de la política que puede ser objeto de enunciación, las formas que esta enunciación puede tomar, los conceptos que son utilizados y las opciones estratégicas que operan en ella. Este saber, en lugar de analizarlo -lo que siempre es posible- en relación con la episteme a la que puede dar lugar, se lo analizaría en relación con los comportamientos, las luchas, los conflictos, las decisiones y las tácticas. De este modo, se haría aparecer un saber político que no es ni del orden de una teorización que vendría después de la práctica ni del orden de la aplicación de la teoría. Puesto que él se forma regularmente por una práctica discursiva que se despliega entre otras prácticas y se articula sobre ellas, no es una expresión que 'reflejaría' de manera más o menos adecuada determinado número de 'datos objetivos' o prácticas reales. Él se inscribe, desde el inicio, en el campo de diferentes prácticas. Allí encuentra, a la vez, su especificación, sus funciones y la red de sus dependencias. Si esta descripción es posible, vemos que no tenemos necesidad de pasar por la instancia de una conciencia individual o colectiva para captar el lugar de articulación de una práctica y una teoría políticas. Vemos que no es necesario buscar en qué medida esta conciencia puede, por un lado, expresar las condiciones mudas, y, por otro, ser sensible a las verdades teóricas. No se trata de plantear el problema psicológico de la toma de conciencia, sino de analizar la formación y las transformaciones de un saber."12

La positividad de una arqueología de la política, que tomará forma en los cursos biopolíticos de Foucault, se define, entonces, por ser un análisis de las prácticas de gobierno de la modernidad ateniéndose a lo que ellas tienen de específico. Ello implica, por un lado, que no se trata de mostrar cómo estas prácticas se deducen de una teoría general, pero tampoco, por otro, cómo puede llegarse a partir de ellas a una teoría general. La "toma de conciencia", según un vocabulario común de la época sobre el que Foucault insiste en el texto que acabamos de referir, no se encuentra ni en el origen ni en el punto de llegada de la arqueología de la política moderna que se propone llevar a cabo. Ello no significa, como veremos enseguida, que esta descripción en términos arqueológicos prescinda de los saberes que acompañan a las prácticas y que también las constituyen. 13

3. La positividad del discurso sobre la biopolítica

Ahora bien, la intención de describir las prácticas políticas de la modernidad en lo que ellas tienen de específico, en su positividad, se muestra con toda claridad en cada una de las lecciones con las que se inician los tres cursos biopolíticos. Recurriendo a ellas en su conjunto es posible, en efecto, establecer el encuadre metodológico que Foucault confiere a sus investigaciones sobre el tema.
Tomemos, en primer lugar, la lección del 7 de enero de 1976 del curso titulado "Il faut défendre la société". Como sabemos, se trata de un curso, a mediados de los años setenta, dedicado a ver si las nociones de lucha y de guerra son adecuadas para pensar el funcionamiento del poder. Aunque no haya explícitas referencias al respecto en el curso, se trata de una hipótesis de trabajo en parte sugerida por el contexto histórico de esos años, donde el recurso a la lucha como metodología política se había instalado tanto en Europa como en América latina. Y, por ello mismo, aunque tampoco haya referencias explícitas al respecto, se trata también de un tema que formaba parte de la discusión teórica de la época.14
En la primera lección se percibe, quizá como en ninguna otra, la preocupación y el esfuerzo de Foucault no sólo por situar metodológica y políticamente sus investigaciones, sino por situarse, diferenciándose, tanto de las formas que la lucha política tomaba en esos años como de los discursos en los que se apoyaba.
Foucault comienza poniendo de manifiesto un cierto desconcierto acerca del trabajo que ha venido realizando en los años anteriores. 15 Se trata de un trabajo que presenta tres características: es fragmentario, repetitivo y discontinuo. Sus investigaciones sobre la institucionalización de la psiquiatría, sobre la inquisición en la Edad Media, sobre la moneda en el mundo griego, en efecto, no lograban formar un conjunto coherente. Ninguna de ellas había llegado a su término, los mismos problemas son retomados desde perspectivas diferentes.
La primera respuesta que ofrece Foucault acerca de la fragmentariedad, la repetitividad y la discontinuidad de sus trabajos tiene un carácter más bien retórico. Estas tres características serían el resultado de la erudición propia de los "enamorados de las bibliotecas". 16 Pero, casi inmediatamente, aparece una razón política. No sólo el trabajo de Foucault durante estos años ha sido disperso y discontinuo, también lo han sido las luchas de estos años que han sido eficaces: contra la moral sexual tradicional, contra el aparato judicial y penal, contra las instituciones psiquiátricas y hospitalarias. Como las investigaciones de Foucault, tampoco estas luchas eficaces han sido animadas por ninguna teoría general o de conjunto. Todo lo contrario, si han sido eficaces, lo fueron sólo en la medida en que las teorías generales y de conjunto, si no fueron abandonadas, al menos, fueron suspendidas. Al respecto, Foucault se refiere específicamente al marxismo y al psicoanálisis.17
Ahora bien, la suspensión de las teorías englobantes y de conjunto no implica una recaída en el empirismo, en la denuncia de todo saber en nombre de la experiencia y de la vida. Las luchas eficaces han sido posibles por el retorno de los saberes que Foucault califica de "sujetados": el saber del delincuente, del psiquiatrizado, del enfermo, del médico (no el de la medicina), etc. Estos saberes son, en definitiva, la memoria de las luchas.
Es en este contexto donde aparece una noción de genealogía particularmente relevante en relación con la biopolítica.

"Llamemos 'genealogía' [dice Foucault] al acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales, acoplamiento que permite la constitución de un saber histórico de las luchas y la utilización de este saber en las tácticas actuales."18

Esta noción de genealogía es, al mismo tiempo, una descripción precisa de lo que será el curso que inaugura esta lección: un acoplamiento entre el trabajo erudito de Foucault y la memoria de un saber sujetado por el saber que negaba a la lucha su carácter político, el discurso de la soberanía, que Clausewitz sintetizaba con el dicho que Foucault se propone invertir: "la política es la continuación de la guerra por otros medios". Resulta necesario subrayarlo, el saber sujetado hacia el cual Foucault orienta su trabajo de erudición, es el saber histórico en relación con el cual se formó la historiografía clásica francesa y el vocabulario político de la Revolución.
La primera respuesta acerca de la positividad del discurso sobre la biopolítica es, entonces, la siguiente: se trata de una descripción de las formas de ejercicio del poder en la que deben acoplarse la erudición y la memoria de las luchas, de modo que el análisis pueda desprenderse de la "tiranía de los discursos englobantes".19
En la primera lección del curso siguiente, Sécurité, territoire, population, Foucault presenta una serie de indicaciones. No se trata, precisa, de "principios, ni de reglas, ni de teoremas", sino de "opciones", indications de choix.20 En la tercera de estas indicaciones, sostiene:

"Pero, después de todo, lo que yo hago, no digo aquello para lo que estoy hecho, porque de ello no sé nada, sino, en fin, lo que hago, no es, después de todo, ni historia, ni sociología, ni economía; sino, más bien, algo que, de diferentes maneras y por razones simplemente de hecho, tiene que ver con la filosofía, es decir, con la política de la verdad. Pues no veo otra definición del término 'filosofía' sino esta: se trata de la política de la verdad."21

Conocemos la reticencia de Foucault a la hora de encuadrar sus trabajos dentro de las etiquetas tradicionales más o menos institucionalizadas del trabajo intelectual. Y también sus expresiones contradictorias, al menos aparentemente, acerca de su relación con esta práctica que llamamos filosofía. Ahora bien, en el texto que acabamos de citar no encontramos ninguna vacilación al respecto: su trabajo pertenece al campo de la filosofía, a condición de que se la entienda como una política de la verdad. Además, ésta es la única vez que Foucault nos ofrece una definición de la filosofía.
Pero, ¿qué significa que la filosofía es una política de la verdad? Al respecto, me limitaré a dos observaciones que encontramos en las páginas inmediatamente sucesivas.
La primera es que no se trata de un discurso estético que dice, por ejemplo, "ame esto, deteste aquello, esto está bien, aquello está mal, esté a favor de esto, desconfíe de aquello".22 El fundamento de este discurso, para Foucault, es sólo del orden de las opciones estéticas. Conviene precisar, al respecto, que en la medida en que estas opciones estéticas se convierten en un discurso imperativo sobre lo que debemos querer o detestar, lo que está bien o está mal, acerca de lo que debemos apoyar o de lo que debemos desconfiar, la expresión"discurso estético" no sólo se distingue, sino que se opone a la idea, sostenida por Foucault en sus últimos años, de una estética de la existencia. En efecto, la idea de una estética de la existencia excluye por sí misma toda forma imperativa.
La segunda observación, aparece a primera vista como contradiciendo a la definición de filosofía como una política de la verdad. En efecto, afirma Foucault: "No me propondré en todo esto más que un único imperativo, que será categórico e incondicional: nunca hacer política".23
Según la nota introducida por el editor del curso, es necesario relacionar esta afirmación categórica e incondicional de Foucault con sus declaraciones en la extensa entrevista que concedió a D. Trombadori a finales de 1978, donde expresa su decepción, cuando regresó de Tunes, respecto de las discusiones políticas de la época, en relación con lo que llama la hipermarxización del discurso político. 24 Para Foucault, en efecto, no se trata de convertir el discurso político en un discurso teórico con declaraciones de anatemas y denuncias de grupusculización, sino de un "compromiso personal, físico y real, que plantee los problemas en términos concretos, precisos, definidos al interior de una situación dada".25
Volviendo al texto de esta primera lección, el imperativo categórico e incondicional de "jamás hacer política" concierne a aquellas formas de hacer política donde, y cito a Foucault, la relación "seria y fundamental entre la lucha y la verdad, que es la dimensión propia donde desde hace siglos se desarrolla la filosofía" termina "teatralizándose". 26
Pasemos, ahora, al último de los cursos que nos interesa aquí, Naissance de la biopolitique. Como en el curso precedente, también aquí nos encontramos con ciertas opciones de método. Analizar la práctica gubernamental, objeto del curso, implica dejar de lado"como objeto primero, primitivo" un determinado número de nociones: "el soberano, la soberanía, el pueblo, los sujetos, el Estado, la sociedad civil", es decir, determinados "universales".27 En efecto, un posible camino a seguir sería el de partir de estos universales para dar cuenta del modo efectivo de la práctica gubernamental. Ahora bien, el camino que Foucault ha seguido es el inverso: partir de las prácticas y del modo en que fueron objeto de reflexión y racionalización para mostrar cómo pudieron constituirse el Estado, el soberano, los sujetos, etc.28
No se trata, y esta es la indicación metodológica de Foucault que quisiera subrayar, de historicismo. Mientras éste último busca hacer pasar a los universales por el tamiz de la historia, la opción metodológica de Foucault consiste en "suponer que los universales no existen" y ver qué historia se puede hacer prescindiendo de ellos.29 Sólo por este camino, el de un "estudio de la racionalización gubernamental en el ejercicio de la soberanía política",30 será posible comprender, según Foucault qué es la biopolítica.31
Podemos resumir como sigue las respuestas que encontramos en cada una de las primeras tres lecciones de los cursos de los años 1976-1979 acerca de la positividad del discurso biopolítico. En cuanto genealogía, no se trata de elaborar una teoría englobante o de conjunto, sino de acoplar el trabajo de la erudición al saber y a la memoria de las luchas. En cuanto filosofía, no se trata de teatralizar la relación entre verdad y lucha, sino de un compromiso personal y real planteado en términos concretos. En cuanto trabajo histórico, no se trata de aplicar un universal, en este caso, la biopolítica, para describir sus diferentes declinaciones históricas; sino de suponer que los universales no existen y de analizar el ejercicio de la razón gubernamental en sus formas efectivas y específicas.

4. Biopolítica y ciencias humanas: la cuestión del humanismo

A la luz de cuanto acabamos de decir, nada puede sorprendernos, entonces, de que no encontremos en Foucault ninguna teoría general acerca de la biopolítica, de que sus análisis al respecto sean, como él mismo ha señalado, fragmentarios, repetitivos y discontinuos. Ello no significa, sin embargo, que no exista ninguna manera de orientarse en el "hormigueo de rastros verbales" que ha dejado en torno a esta cuestión. Desde la emergencia de esta problemática en la conferencia de octubre de 1974 en Río de Janeiro hasta el curso de 1979, es decir, desde "La naissance de la médecine sociale" hasta el Naissance de la biopolitique, cuando Foucault habla de la biopolítica lo hace para referirse al gobierno de ese personaje, no previsto por las teorías filosófico-jurídicas de la soberanía, pero tampoco explicable en términos de ideología, que se llama población.
Ahora bien, como señalamos al comienzo, sólo a la luz de la relación de la problemática de la población con la de las ciencias humanas y la del humanismo es posible comprender, con precisión, tanto el lugar que ocupa la biopolítica en su arqueología de la modernidad como el viraje final del pensamiento de Foucault.
Como sabemos, su obra de 1966, Les Mots et les choses, se subtitula "Una arqueología de las ciencias humanas". Aquí, la tesis sostenida por Foucault es que la aparición de las ciencias humanas responde a una mutación epistémica que se produce hacia finales del siglo XVIII, cuando la metafísica del infinito cedió su lugar a una analítica de la finitud. Las ciencias humanas surgen como una exteriorización de la analítica de la finitud y "ocupan esta distancia que separa (no sin unirlas) la biología, la economía y la filología de lo que las hace posibles en el ser mismo del hombre. [...] Ellas remiten subrepticiamente a las ciencias de la vida, del trabajo y del lenguaje a esta analítica de la finitud".32
Casi diez años más tarde, en Surveiller et punir (1975), encontramos acerca de la aparición de las ciencias humanas una explicación diferente. Su surgimiento ya no se debe a una mutación epistémica, sino a la instauración del poder disciplinario. Sostiene Foucault:

"Todas las ciencias, análisis y prácticas con radical 'psi-' tienen su lugar en esta inversión histórica de los procedimientos de individualización. El momento en que se pasó de los mecanismos histórico-rituales de formación de la individualidad a los mecanismos científico-disciplinares, donde lo normal relevó a lo ancestral, y la medida al estatus, substituyendo así la individualidad del hombre memorable por la del hombre calculable, éste es el momento en que fueron posibles las ciencias del hombre, éste es el momento en el que se instauraron una nueva tecnología del poder y otra anatomía política del cuerpo."33

Y, apenas tres años más tarde, en Sécurité, territoire et population (1978), encontramos otra explicación, diferente a las anteriores:

"[...] la temática del hombre a través de las ciencias humanas que lo analizan como ser viviente, individuo que trabaja, sujeto que habla, hay que entenderla a partir de la emergencia de la población como correlato del poder y como objeto del saber. Después de todo, tal como ha sido pensado, definido a partir de las llamadas ciencias humanas del siglo XIX y tal como lo ha entendido el humanismo del siglo XIX, el hombre no es más que una figura de la población. Podemos decir incluso, si es verdad que, mientras que el problema del poder se formulaba en los términos de una teoría de la soberanía, frente a la soberanía no podía existir el hombre, sino sólo la noción jurídica de sujeto de derecho."34

Ahora bien, ¿cómo leer estas tres diferentes explicaciones acerca del surgimiento de las ciencias humanas? Una primera respuesta consiste en decir que el paso de Les Mots et les choses a Surveiller et punir se explica porque, en esta última obra, Foucault incorpora a sus análisis la dimensión de las prácticas no discursivas. El desplazamiento de la arqueología a la genealogía sería, entonces, la causa. Es una explicación posible para el primer cambio, pero no para el segundo. Ella, en efecto, no puede dar cuenta del paso de Surveiller et punir a Sécurité, territoire et population. Aquí es necesario ensayar otra respuesta y, a nuestro modo de ver, se la puede encontrar partiendo de la cuestión del humanismo.
Al respecto, una caracterización del humanismo del propio Foucault resulta particularmente relevante:

"Entiendo por humanismo [afirma] el conjunto de discursos por los cuales se le dice al hombre occidental: 'aunque no ejerzas el poder, de todos modos puedes ser soberano. Mejor, cuanto más renuncies al poder y cuanto más te sometas al que te es impuesto, más serás soberano'. El humanismo es el que ha inventado, una después de otra, estas soberanías sujetadas que son el alma (soberana sobre el cuerpo, pero sometida a Dios), la conciencia (soberana en el orden del juicio, pero sometida al orden de la verdad), el individuo (soberano titular de sus derechos pero sometido a las leyes de la naturaleza o a las reglas de la sociedad), la libertad fundamental (interiormente soberana, exteriormente consintiente y confiada a su destino). [...] En el corazón del humanismo, la teoría del sujeto (en el doble sentido del término)."35

Como vemos, el humanismo se define aquí a partir de la conjunción entre la teoría del sujeto -en el doble sentido del término- y la noción de soberanía. El sujeto del humanismo es la soberanía sujetada. O, como lo expresa en la Histoire de la folie: "uno de los esfuerzos constantes del siglo XVIII fue el de ajustar la vieja noción jurídica de 'sujeto de derecho' a la experiencia contemporánea del hombre social".36
Ahora bien, a través del análisis de la emergencia de la problemática de la población, es decir, de sus trabajos sobre la biopolítica, y no a partir de su lectura de los griegos, la problemática del sujeto se desliga, en Foucault, de la noción de soberanía y entra en relación con la noción de gobierno.

"A medida que hablaba de la población [afirma], había una palabra que retornaba sin cesar -ustedes dirán que lo hacía a propósito, quizá no del todo- esta palabra es 'gobierno'. Más hablaba de población, más dejaba de decir 'soberano'."37

A partir de este momento, la cuestión del sujeto deja de estar referida a la analítica de la finitud, como en Les Mots et les choses, y a las ciencias y prácticas con radical 'psi', como en Surveiller et punir, e ingresa en las problemática de las artes de gobernar, en un primer momento, del gobierno de los otros y, luego, del gobierno de sí mismo. Por ello, en términos muy sucintos, se puede sostener que la temática de la biopolítica ha sido, para Foucault, el camino que lo llevó a plantear una noción no humanista del sujeto, un sujeto entendido como el ejercicio de una práctica refleja de libertad.
Si lo que faltaba a Les Mots et les choses era la cuestión del poder, lo que faltaba a Surveiller et punir era la cuestión del gobierno. Comprendemos, entonces, porqué era necesario ensayar una tercera respuesta a la cuestión del surgimiento de las ciencias humanas y del humanismo a partir de la problemática de la población. Y comprendemos también por qué Foucault debe reformular la cuestión de la norma, en torno a la cual habían girado gran parte de sus investigaciones de estos años, introduciendo la distinción entre normación y normalización para poder diferenciar los dispositivos disciplinarios de los biopolíticos.38 En efecto, ha sido la cuestión de la población la que permitió en Occidente el desbloqueo de las artes de gobernar y, de este modo, la formación de ese conjunto de prácticas y saberes que Foucault denomina gubernamentalidad.39 En definitiva, la problemática de la población es la que terminó dándole a la política moderna uno de sus sentidos fundamentales: "la población aparece, entonces [sostiene nuestro autor], más que la potencia del soberano, como el fin y el instrumento del gobierno: sujeto de necesidades, de aspiraciones, pero también objeto en las manos del gobierno."40 Con otras palabras, es en este momento que la política se convierte en biopolítica.


Notas


1. Por cuanto sabemos, el origen del término "biopolítica" se remonta al sueco Rudolf Kyellen (Stormakterma. Konturer kring samtidens storpolitik, Stockhol, 1905). A partir de entonces, es posible distinguir, esquemáticamente, dos diferentes conceptos de biopolítica. En un primer sentido, el término biopolítica hace referencia a una concepción de la sociedad, del Estado y de la política en términos biológicos y, más precisamente, patológicos: el Estado es una realidad biológica, un organismo, y, puesto que este organismo vive en un continuo desorden, la política tiene que basarse en la patología. En un segundo sentido, y en un movimiento inverso al anterior, aunque no sin relaciones con él, el término biopolítica es utilizado para dar cuentas del modo en que el Estado, la política, el gobierno se hacen cargo, en sus cálculos y mecanismos, de la vida biológica del hombre. El primer sentido es el que ha dominado la historia del término hasta los años setenta del siglo XX; el segundo se ha impuesto, en esos años, a partir de los trabajos de Michel Foucault. Podemos dividir, así, la historia del concepto de biopolítica en dos grandes momentos que corresponden, respectivamente, al primer y al segundo sentido. El trabajo de M. Foucault puede considerarse como el punto de inflexión entre ellos. Para una historia del concepto de biopolítica, cf. Antonella Cutro, Biopolitica. Storia e attualità di un concetto, Verona, Ombre Corte, 2005, pp. 16-25. [ Links ]
2. Actualmente publicada en Michel Foucault, Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, vol. III, pp. 207-222 [ Links ]
3. Cf. Michel Foucault, La Volonté de savoir, París, Gallimard, 1976, pp. 177-211. [ Links ]
4. Cf., ibid, pág. 183.
5. Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, París, Gallimard-Seuil, 2004, p. 24. Excepto que indiquemos lo contrario, las traducciones son nuestras. [ Links ]
6. Foucault entiende por gubernamentalidad el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, los análisis y las reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer el poder sobre la población. La forma general y mayor de esta forma de ejercicio del poder es la economía política y sus instrumentos son los dispositivos de seguridad. Acerca del concepto de gubernamentalidad, cf. el artículo "Gobierno" en Edgardo Castro, El vocabulario de Michel Foucault, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes- Prometeo, 2004. [ Links ]
7. La tendencia a convertir el concepto de biopolítica, entendida en términos de inmunidad, en una categoría historiográfica general equivalente a la de modernidad la encontramos, por ejemplo, en Roberto Esposito. Cf. Roberto Esposito, Bíos. Biopolitica e filosofia, Turín, Einaudi, 2004, pp. 41-54. [ Links ]
8. Esta interpretación la encontramos, por ejemplo, en Michel Hardt- Antonio Negri, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002, pp. 37-38. Si bien algunos textos pueden dar pié a esta posición, a pesar de ello, Foucault es enfático al respecto. En efecto, en Sécurité, territoire, population, sostiene explícitamente que no puede afirmarse que exista una época de la soberanía, luego una de las disciplinas y, finalmente, otra de la biopolítica. Los mecanismos de la soberanía, es decir, los legales, los disciplinarios y los biopolíticos constituyen un triángulo. Lo que sucede, en realidad, es que en determinadas épocas es acentuado uno de los lados de este triángulo. Cf. Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, Paris, Gallimard-Seuil, 2004, pp. 7-9. [ Links ] [ Links ]
9. "Pues no es el poder, sino el sujeto el que constituye el tema general de mis investigaciones" (Michel Foucault, Dits et écrits, París, Gallimard, 2004, vol. IV, p. 223). [ Links ]
10. Michel Foucault, L'Archéologie du savoir, París, Gallimard, 1969, pp. 34-35. [ Links ]
11. Cf., ibid., p. 251.
12. Ibid., p. 254.
13. Acerca de la noción de prácticas en Foucault, cf. el artículo "Práctica" en Edgardo Castro, El vocabulario de Michel Foucault, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes - Prometeo, 2004. [ Links ]
14. En el mismo año, en efecto, Raymond Aron publicó sus dos volúmenes titulados Penser la Guerre, Clausewitz (París, Gallimard).
15. Cf. Michel Foucault, «Il faut défendre la société», París, Gallimard- Seuil, 1997, p. 5. [ Links ]
16. Cf., idem.
17. Cf. ibid., p. 7.
18. Ibid., pp. 9-10.
19. Ibid., p. 9.
20. Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, París, Gallimard- Seuil, 2004, p. 3. [ Links ]
21. Ibid., p. 5.
22. Idem.
23. Ibid., pág. 6.
24. Cf., ibid., p. 25. La entrevista, "Entretien avec Michel Foucault", se encuentra actualmente publicada en Michel Foucault, Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, vol. IV, pp. 41-95. [ Links ]
25. Michel Foucault, Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, vol. IV, p. 80. [ Links ]
26. Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, París, Gallimard- Seuil, 2004, p. 6. [ Links ]
27. Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, París, Gallimard-Seuil, p. 4. [ Links ]
28. Cf., ibid., pp. 4-5.
29. Cf., ibid., p. 5.
30. Ibid, p. 4.
31. Cf., ibid., p. 24.
32. Michel Foucault, Les Mots et les choses, París, Gallimard, 1966, p. 365. [ Links ]
33. Michel Foucault, Surveiller et punir, París, Gallimard, 1975, p. 195. [ Links ]
34. Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, París, Gallimard- Seuil, 2004, p. 81. Vale la pena subrayarlo, en las páginas 78-80, Foucault se ocupa de mostrar cómo a través de la problemática de la población se pasó del análisis de las riquezas a la economía política, de la historia natural a la biología y de la gramática general a la filología. Se trata de las mismas disciplinas que habían sido objeto de un análisis diferente, en términos de discontinuidad epistémica, en Les Mots et les choses. [ Links ]
35. Michel Foucault, Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, vol. II, p. 226. [ Links ]
36. Michel Foucault, Histoire de la folie à l'âge classique, París, Gallimard, 1972, p. 174. [ Links ]
37. Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, París, Gallimard- Seuil, 2004, p. 77. [ Links ]
38. La distinción entre normación y normalización es introducida, en efecto, para diferenciar los dispositivos disciplinarios de los dispositivos biopolíticos. En la normación, la aplicación de la norma es lo fundamental. En la normalización, en cambio, la norma no es anterior, sino posterior a la división en normal y anormal. Cf., ibid., pp. 58-61.
39. Cf., ibid., pp. 105-108.
40. Ibid., p. 107.



CASTRO, Edgardo. Biopolítica: de la soberanía al gobierno. Rev. latinoam. filos., Ciudad Autónoma de Buenos Aires, v. 34, n. 2, Nov. 2008 . Available from . access on 09 May 2010


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1 comentarios:

Romantic Cruise Ships dijo...

such a nice blog thanks for sharing