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El elemento esencial de cualquier forma de comunicación es el signo, y el elemento esencial de innumerables formas de emisión de signos es la señal. Aún en sistemas de comunicación más complejos, como una conversación entre dos seres humanos acerca de objetos que no se dejan reducir a uno o más códigos (que, a su vez, son sistemas de combinaciones de signos), o donde el código y el mensaje articulado por ese mismo código, pasan a ser objeto de discusión entre dos individuos -como las discusiones en torno a “que significan” las obras de arte entre alumnos y profesores, por nombrar un caso ejemplar- no pueden prescindir completamente de la noción de signo, ni esta de la existencia de las señales. En estos casos, como en cualquier otro, la señal constituye la base material –física-de cualquier emisión sígnica y por ende de la existencia de la comunicación. La señal es el fundamento operativo, físico, psíquico incluso, de cualquier operador de signos. Un “artista”, para seguir con el ejemplo, es un operador de signos; y aunque las obras de arte se resistan a ser reducidas en su totalidad a palabras, a códigos y a la noción de signo mismo tampoco pueden prescindir completamente de ella. De este modo la pregunta que recorrerá este seminario será si las obras de arte se dejan reducir a modelos y sistemas semióticos, o si quedan siempre resquicios, intersticios y fisuras por donde el sentido -en el sentido del signo que indica un referente- se filtra o se acumula y se estanca. Llamaremos a estas fisuras Islas de Sin-sentido (y más adelante Islas de Entropía)(2). La respuesta, por cierto, se deja adivinar, mas el modo de esta parece sujeto a fundamentaciones de una complejidad mayor. ¿Cuál es la o las relaciones entre Semiótica y Estética?
Ya en 1750 el filósofo alemán Alexander Gottlieb Baumgarten advirtió que había modos de cognición, o de experiencia cognitiva, que no pasaban por la actividad de la razón, y que además estos no eran infrecuentes. Así nació la “Estética”, como una rama de la Filosofía que se preguntaba por aquellos modos de percepción y conocimiento que no pasaban por lo inteligible sino por lo sensible. Dos siglos después Borges agregaría que de las actividades del intelecto humano la menos frecuente es la razón (y con esto ciertamente no se refería exclusivamente a los artistas y espectadores de obras que “caen” dentro del saco de las instituciones del Arte sino a la actividad de la mente humana en general). No es un dislate afirmar que toda actividad del intelecto, hasta aquellas en apariencia tan límpidamente racionales como las matemáticas, pueden experimentarse – pueden poseer - desde una dimensión estética, es decir, sensible. Sin embargo, lo sensible debe su nombre a la percepción a través de los sentidos y su posterior procesamiento por algo que de un modo elusivo llamaremos “espíritu”. No obstante, lo primero que perciben los sentidos son señales.
[1] Este texto, que resume las ideas de “el universo de las señales” en la “Estructura Ausente” de Umberto Eco, ciñiéndose incluso a su forma de organizar las ideas en puntos, así como los que le seguirán en este curso, tiene una finalidad introductoria. Sobre este problema –el de la Semiótica en relación a la Teoría del Arte- volveremos más adelante en un escrito muchísimo más extenso y complejo (aunque igualmente “introductorio” y “pedagógico” en el mejor sentido de esta palabra). Hemos considerado la inserción de esta brevísima introducción más como un paso destinado a sensibilizar al estudiante con la relevancia de la semiótica para “comprender” ciertos procesos comunicativos relacionados con la producción y recepción de “obras de arte” que como una lectura profunda de este fenómeno.
[2] Esta noción, acaso mero lema, es ocurrencia de quien escribe.
por Demian Schopf Olea
Cátedra: Semiótica en Artes Visuales
Universidad Mayor - Chile
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viernes, 4 de julio de 2008
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