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martes, 29 de julio de 2008

Hacia una Ontología del Nombre

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por Ricardo O. Diez
CONICET


Tres pasos seguirá esta comunicación :

1.) La palabra mediadora en la enseñanza de la filosofía ;
2.) La referencia a lo real ;
3.) El quiasmo entre las cosas y las palabras.

1.) La palabra mediadora :

La palabra constituye la mediación pedagógica entre educador y educando. La imagen, no se distingue didacticamente del lenguaje porque es también un signo mediador entre quien lo ofrece y quien lo interpreta. La interpretación es la primera realidad del pensamiento que habita a la escucha de la palabra, y la sensibilidad el primer receptor de lo ofrecido.

La relación docente permite separar la palabra escuchada de la pronunciada. De donde la movilidad que edifica el pensar comienza en el signo recibido, y por la acción propia del pensamiento conduce a la palabra donada a otros.

En la filosofía medieval este movimiento se explicitó con los siguientes nombres : lectio, meditatio y oratio.

La lectio puede compararse con lo que hoy llamamos hermenéutica. La interpretación supone recorrer el texto en todos los sentidos de la escritura. Texto que en su textura incorpora la imagen y el acontecimiento como signos dispuestos para ser leídos. La lectura diacrónica y sincrónica buscan también develar la realidad del sentido que en lo dicho se manifiesta. En la lectio se cruzan los cuatro sentido de la Escritura, a saber : 1.- literal histórico, 2.- alegórico, 3.- moral existencial, 4.- anagógico, escatológico y místico. Para no detenerme en ellos basten estas palabras de Agustín de Docia :

Littera gesta docet ; La letra enseña los hechos
quid credas allegoria ; la alegoría lo que has de creer
moralis quid agas ; la moral, cómo has de obrar
quo tendas anagogia. la anagogía, lo que has de esperar. (1)

La meditatio o ruminatio consiste en rumiar, en masticar lenta y constantemente los alimentos recibidos de la lectio, gustando y paladeando lo que la palabra ha dejado. El continuo paso del todo a la parte y de la parte al todo, realizado en las cavernas del corazón, engendra el crecimiento del pensar meditante. El sentido que el texto dona constituye un encuentro con la Verdad. Gustar esa concordia es probar el dulce sabor de lo recibido y enfrentar las consecuecias que la donación depara. Esta experiencia constituye la prueba por la cual el pensamiento conoce. (2)

La oratio consiste en expresar lo gustado. Por ella la propia palabra se expresa en dirección a Dios y al hermano. En sí misma es respuesta a lo recibido y compromete a quien la pronuncia. Es acción que en un determinado estilo sintetiza forma y contenido. Acto que modela y modula la realidad personal. Según el receptor lo expresado varía. La respuesta y el compromiso difieren conforme a la cercanía existencial con quien ha dado lo recibido.

Lectio, meditatio y oratio dirigen sus pasos hacia la contemplatio. (3) Esta acción excede lo humano cuando lo que se espera ver es aquello que se encuentra más allá de las posibilidades del hombre. Contemplar a Dios es la esperanza concreta del monje medieval que hace uso de esta metodología educativa.

Por la contemplación el corazón humano anhela percibir lo divino en la realidad que habita. El camino abierto por la palabra recibida, meditada y expresada, dice y piensa una misma realidad. Los que dialogan miran juntos en igual dirección para contemplar la Verdad que se manifiesta en lo real.

2.) La referencia a lo real :

El sentido referencial de la palabra que dice y piensa lo que es. Cuando se dice algo se hace siempre sobre algo, aquello que el interlocutor puede constatar, de algún modo, con la evidencia de su mirada. Por cierto que la palabra también puede "significar ser lo que no es o no ser lo que es". Al usarse de esta manera, se da ser a lo que no es o se quita ser a lo que realmente existe. Modos de la lengua que configuran la mentira, porque la verdad solo puede ser dicha cuando la expresión se usa para "significar ser lo que es o no ser lo que no es", según los modos afirmativo o negativo que tiene para señalar alguna cosa. (4)

Mentir es hacer uso del lenguaje motivado por intereses personales que deben ser justificados por la ideología.El decir verdadero es respuesta a la realidad que se hace presente en la cosa singular. La palabra debe significar según el sentido que lo real dona para que la verdad justifique la acción que expresa algo.

La metodología pedagógica lectio, meditatio, oratio, sigue al uso de la palabra conforme al sentido que la realidad manifiesta. El hecho que confirma esta anticipación tiene su evidencia en la existencia personal donde la vida precede al advenimiento de la palabra y del pensar.

La temporalidad existencial muestra la anticipación de lo real respecto del lenguaje y del pensamiento. La realidad que nos recibe en el acto de nacer aporta los contenidos que la lengua significa y que el pensar elabora. Sin embargo el existente concreto no mantiene su forma singular ni en la universalidad de la palabra ni en la abstracción del concepto. Palabra y concepto que representan respecto de la singularidad de la cosa, una posibilidad y una traición. Posibilidad y traición que parece poder conservarse en la figura de un quiasmo entre las cosas y las palabras.

3.) El quiasmo entre las cosas y las palabras :

Para justificar hoy la figura quiástica rescato esta cita de J.Greisch:

"Aquí aparece un motivo estilístico capital: el motivo del entrecruzamiento, dicho de otro modo el "quiasmo". Nosotros lo consideramos como la verdadera réplica heideggeriana a la dialéctica hegeliana y su modo de expresión, la proposición especulativa. Es por esto que la confrontación entre Hegel y Heidegger responde a una necesidad interna. Heidegger no puede evitar encontrarse en el camino de la fenomenología hegeliana, teniendo en cuenta que este camino es su propio camino de pensamiento. Pero en el corazón del encuentro se opera un quiasmo...El quiasmo es la escritura de la diferencia". (5)

A partir de "Carta sobre el Humanismo", la "kehre" se muestra como uno de los temas dominante del pensar heideggeriano. Si recordamos, por un lado, que en "Ser y Tiempo" no se publicó la tercera sección de la primera parte que, como relata en "Cartas sobre el humanismo", pretendía volver a "Tiempo y Ser", (6) y, por otro, la conferencia que lleva ese título, entendemos que la figura quiástica es una preocupación constante del pensador alemán que sostiene la totalidad de su pensamiento. Esta inquietud impulsó a Jean-François Mattei a reconocer en la traducción francesa de Heidegger más de 220 formas de quiasmos. (7) En ese texto se sostiene la importancia que para ese pensador tiene esta figura, la cual es frecuente también en el pensamiento antiguo y medieval.

Ante este panorama al cual sólo podemos hacer referencia, preguntamos : ¿En qué consiste esta figura?; ¿puede asociarse a una nueva manera de pensar o es utilizada sólo como estilo literario? ¿Es en Hegel o en Heidegger el modo de expresión independiente del pensamiento y de la lectura de realidad respectiva?

La figura quiástica:

Responder a estos interrogantes supone explicitar el quiasmo entre las cosas y las palabras. No es posible exponer aquí la influencia que esta figura tiene en la historia de la filosofía, por eso, me limitaré a dibujar las direcciones que la forman. Para configurar la imagen es necesario que los extremos se relacionen bajo una armonía previa. Por la relación se impide la ruptura, por la armonía se la pinta sobre algo firme. La unicidad de la figura y su permanencia dependen de la concordancia entre el lenguaje, el pensamiento y la realidad.

Una oculta familiaridad juega entre las palabras, las cosas y el pensar. Este núcleo excede la preocupación de una época que ha pretendido romper el vínculo entre las cosas y las palabras. Ruptura consecuente con la imposibilidad de pensar. Para explicitar esta intimidad desarrollaré primero algunos aspectos de los ámbitos implicados, luego asumiré la figura en una "Ontología del Nombre". (8)

La Palabra:

La filosofía utiliza el lenguaje para construir una reflexión sobre lo real. La lógica, un aspecto del "logos", es la mediación que abre la posibilidad de una expresión reflexiva que es especulación, suma, mímesis de lo que es. El discurso conceptual es la obra del pensar donde radica el ritmo de la realidad. El discurrir de la palabra filosófica realiza la movilidad de la cosa y crea un mundo categorial separado. El ser reflejado representa siempre un posterior respecto de lo que es y seduce al pensador con la tentación de reposar en el mundo edificado. Cuando se consiente culturalmente a tal seducción se agostan las posibilidades del pensar filosófico al ámbito donde quien piensa se siente seguro en tanto dominador del concepto. Al tiempo de esta reducción, comienzan a elevarse voces que, intentando nuevos aspectos del "logos", desean dejar ser a las cosas en lo que son. Iniciativas no siempre claras, que saben más lo que incomoda que lo creativo y por eso resultan en primer lugar críticas. Hoy sabemos la necesidad de construir una gramática que ponga al hombre con mayor simpleza frente a lo originario que habita antes de las segundas intenciones de la lógica.

Me refiero a una gramática que enseñe un mejor uso de la lengua y cuya tarea sea asumir la actitud que expresa la formulación heideggeriana "poéticamente habita el hombre".

Escuchar lo poético significa hacer uso del lenguaje en una instancia anterior al examen de la lógica, sin perder por eso el "logos" que el pensar requiere ante la necesidad de cierta sistematización.

En la metáfora del espejo, percibir la finitud humana es entender que la imagen que se refleja nunca estará perfectamente acabada. Que no es más que un constructo necesariamente provisorio y provisoriamente necesario que depende del reflexivo reflejo. Es donde la figura de lo real, al mismo tiempo, se desfigura, adquiere forma y se deforma, se presenta y se oculta, se asombra y ensombrese, donde algo se representa según el incierto modo de las "categorías".

La finitud del discurso queda manifiesta e impone la necesidad de la constante corrección. En esta tarea, la significación subraya la obediencia decisiva que la contacta con la cosa. Cada elemento de la gramática constituye un aporte que señala, haciendo señas a lo que es. En la gramática de la lengua latina y castellana, por lo menos, es posible percibir un centro que refiere al sustantivo. Entre las formas más elementales de nuestra lengua, el nombre es el centro gramatical que significa con mayor claridad lo que algo es. Es la palabra que "por sí misma" explicita y enseña a otros lo que es. No ocurre lo mismo con el adjetivo que señala lo real cuando acompaña otro conocimiento. Al decir "el blanco" es necesario estar viendo cosas de diferentes colores para poder destacar una de ellas. El conocer que aporta la visión debe acompañar al adjetivo que señala correctamente. El verbo, por otro lado, no constituye nombre cuando está en función verbal, sino cuando asume en el participio una función sustantiva o adjetiva.

La Cosa:

En la realidad, muchas cosas son distinguidas por el hombre. La experiencia da a aquellas con las que nos vinculamos un nombre determinado. Las nombramos porque tienen una significación especial que a veces escribimos con mayúscula.

El nombre propio está referido principalmente a quien puede hacer la narración de su vida. En la persona la palabra y la cosa se identifican en una existencia única que tiene experiencia de identidad y mismidad. Existencia narrada "a y con" los que entra en relación. Saber el nombre es conocer y aceptar la narrativa que engendra vínculos cordiales configuradores de mundo, vínculos que se expresan a través de palabras, símbolos y gestos entre los que se nombran.

Por el nombre la cosa adquiere palabra y la palabra significa a la cosa. Es el punto de convergencia donde realidad y lenguaje se unen. Resume la pluralidad de palabras centrada en el sustantivo, y el discurrir existencial de la vida. Los opuestos configurados en la unidad existencial de la vida del nombrado, realizan la narración que discurre entre el lenguaje y lo vivido. El nombre es el centro donde se cruzan la significación dirigida hacia la cosa y el sentido que la corrige por medio de la visión de la misma cosa.

La imagen del espejo vuelve en nuestra ayuda. Lo visto en él es siempre igual e inverso. La imagen cambia la derecha a izquierda. Se invierte porque los rayos se cruzan. El nombre constituye, en la imagen, el punto en donde los rayos de luz y su reflejo, se centran. Es la superficie del espejo que debe ser constantemente pulida para que el reflejo responda mejor a la visión. En el nombre se entrecruzan los movimientos que se dirigen de la cosa a la palabra y de ésta vuelven a aquella. Movimientos de sentido y significación que centrados en el nombre configuran el quiasmo. Figura inmediatamente literaria pero que no se agota en una pura construcción lingüística.

Al intentar dibujarla entre las cosas y las palabras, se cruzan los movimientos que la configuran. Hay entrecruzamiento porque hay un punto de inflexión que invierte lo real en un sentido comprensible por un mundo de palabras y que, a la inversa, devuelve la significación al señalar respondiendo a lo que es, de algún modo, interpretado. Todo lenguaje tiene en su constitución una ontología y toda realidad su narrativa. En su cruce es necesario, en primer lugar buscar aquello que se recibe como interpretado para arriesgar después una interpretación que, cuando toca la verdad, se vuelve creativa. En la realidad la lectura implica encontrar la narración que constituye la propia identidad. La vida singular permite la universalidad de la lenguaje que edifica una palabra que debe ser constantemente corregido.

El Pensar:

En el quiasmo dibujado parece que hemos olvidado al pensamiento. Sin embargo, ¿Acaso, hemos hecho algo distinto?. El pensar no es solo constructor de una lengua, así como ésta no se reduce a ser sólo expresión del pensamiento. Por otro lado, el pensar no es creador de la cosa, esta no es sólo lo posible de ser pensado. El peligro del pensamiento analítico es conformarse con ser constructor de la palabra olvidando el diálogo con las cosas. Cierta voluntad de dominio habita en toda construcción que el hombre se adueña como propia. El lenguaje y la realidad anteceden siempre a todo pensar. Habitamos la palabra y el mundo de la vida antes de cualquier reflexión. Por esta anticipación la función más originaria y primera del pensamiento es la visión de lo ya presente. Ver significa el acceso del pensar a su máxima pobreza, en este sentido, "querer no querer" es querer no dominar. El pensar juega su posibilidad al limitarse a contemplar la movilidad entre las palabras y las cosas. Ver que supone una constante corrección de la apreciación y un ejercicio de la correcta expresión. De la contemplación emana el nombre que reúne. Reunion que es "logos" y que provoca al pensamiento.

Pero algo siempre sorprende en la figura segura que el pensar elabora. Algo rompe siempre la complacencia e impide la totalización. La visión impone aprehender a dejar ser lo finito en su condición. Finitud que requiere del laborioso tiempo del discurso y de la presencia esquiva, para que se plasme lo presente en la construcción de una forma efímera. Es el pensamiento el que anticipa en formas provisorias lo que permanece en la relatividad de la palabra pronunciada. De esta manera aquello que deseamos permanezca, por algún motivo, en nuestro corazón, es rescatado del olvido

Conclusión: Hacia una Ontología del nombre

Principalmente a partir de Mallarmé se rompe la armonía que sostenía el vínculo entre las palabras y las cosas. (9) Esta ruptura permanece hoy en el seno de nuestra cultura. Inútil es esforzarse para decir algo que inicie un diálogo con aquel que cree lo contrario. Las palabras significan mundos distintos y, sin embargo, vemos y habitamos la misma realidad. Nuestras creencias dominan las interpretaciones que pensamos unívocas y, por eso impiden toda forma dialógica. Purificar nuestras intenciones es clarificar lo que creemos para saber de las segundas intenciones que animan nuestros diálogos, las cuales una vez reconocidas abren el camino para construir el encuentro. Una mirada limpia respecto de las cosas y de las palabras es la actitud primera de un nuevo pensar que busca su "ascenso hacia la pobreza". El nombre, donde el discurso se centra y la realidad se une cordialmente con el hombre, constituye el punto focal de esta ontología. El quiasmo que va de la cosa a la palabra, se centra en la cruz del nombre. Por ser cruz es ápice de dolor y encrucijada donde se cruzan los caminos que transitando curan de la ruptura nihilista que padecemos en nosotros mismos cada vez con mayor violencia. No alcanza ya con apostar al sentido, tampoco con someterse a un puro juego con o sin jugador, debemos, con la mayor simplicidad, volver a ver lo olvidado. La visión de realidad y del lenguaje, de la constante movilidad y del centro nominal, construye un pensar que a través de pactos provisorios convoca acuerdos firmados con el corazón. Un pensar atento a la deconstrucción necesaria de lo propio, implica conjurar la ficción de realidad y arriesgarse al abandono que lo liga con el que nombra. El nombre adquiere su lugar centrando toda palabra que al nombrado se dirige y atendiendo al mundo que se narra en la identidad narrativa de aquel cuyo nombre conozco porque está ligado a mi propio corazón. Es a través de él que el mundo adquiere vida, color y sentido y es a quien, en última instancia, la palabra se dirige. Nombre donde se entrecruzan la palabra y la realidad, nombre que es sustantivo propio y que jerarquiza las cosas según el modo como el corazón edifica el mundo.

Notas

1) Citado por Mujica Hugo, Camino de la Palabra, Ed., Paulinas, Buenos Aires, 1986, pág. 120.
(2) La prueba anselmiana de la existencia de Dios intenta con su discurso llevar al lector a probar esa dulzura confiando en su Palabra: "Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea pleno". Esta cita bíblica dirige al insensato hacia la persona del elegido.
(3) cf. Carta de don Guigo el cartujo al hermano Gervacio sobre la vida contemplativa.
(4) cf. San Anselmo, De Veritate, cap. II. L'oeuvre de S.Anselme de Cantorbery, Cerf, Paris 1986, T.II, pp. 132-138.
(5) J. Greisch, "LA PAROLE HEUREUSE, Martín Heidegger entre les choses et les mots", Ed.Beauchesne, Paris, p.237.
(6) cf. Heidegger, Carta sobre el humanismo, Ed. Taurus, Madrid 1966, p. 24.
(7) Jean-François Mattei, "La Métaphysique a la limite, cinq études sur Heidegger", "Le chiasme Heideggérien", Presses Universitaires de France, Paris, 1983, p.51
(8) Debo estas reflexiones a un libro de San Anselmo llamado De grammatico, el cual en sus tres capítulos finales dibuja el quiasmo entre las palabras y las cosas. Es también un texto decisivo para entender su célebre "argumento ontológico" de la existencia de Dios. Lo escribe después del Proslogion y la disputa con Gaunilo por esa argumentación asumiendo, por primera vez, la forma de diálogo entre sus escritos. Por eso es también un texto eminentemente pedagógico. cf. L'oeuvre de S.Anselme de Cantorbery, Cerf, Paris 1986, T.II.
(9) Cf. Steiner George, Presencias Reales, Ed. Destino, Barcelona, 1993, pág. 120


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