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martes, 23 de septiembre de 2008

¿Una Internet diferente?

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El grado de evolución alcanzado por la red, su presencia y utilización masiva por casi mil millones de usuarios, nos muestra una nueva etapa en la que comienzan a hacerse notables diferentes presiones que diversos actores a nivel mundial ejercen para imponer sus intereses en distintos planos, ya sea económicos, tecnológicos, políticos, religiosos o culturales.

Un artículo de Jeff Chester publicado en The Nation en febrero último (“The End Of The Internet”), nos enfrenta con la rápida transformación que está sufriendo la red en estos años, cambiando desde una estructura original eminentemente cooperativa en sus aspectos físicos y de contenidos, desarrollada con apoyo económico de gobiernos y estrechamente relacionada a la educación y a la ciencia, hacia una predominantemente comercial y sujeta a las leyes del mercado que imponen las grandes empresas de cable y telecomunicaciones.La disputa que se está planteando se enmarca, por un lado, en la presión creciente de los grandes proveedores de servicio (ISP) que controlan la red, que intentan potenciar los beneficios que obtienen de la conectividad que proveen; y por el otro, los proveedores de contenido, que necesitan contar con un acceso libre y ágil a la información y servicios que brindan a sus usuarios, quienes en definitiva son los se hacen cargo de los mayores costos o bien se acostumbran a un uso diferente.

A fines de 2004, una de las empresas locales de telecomunicación anunció, por un lado, la duplicación del ancho de banda en las conexiones locales a la red y, por otro, un límite de tráfico que debía ser implementado hacia mediados de 2005, el cual formalmente no ha podido aplicarse. A pesar de esto, es una práctica no escrita que los proveedores de servicios de Internet aplican restricciones que limitan los anchos de banda disponibles para determinadas aplicaciones como los programas de intercambio de pares (peer to peer) como Emule, Kazaa y otros.Lo anterior podría extrapolarse con un ejemplo en el que determinadas provincias de un país pretendieran cobrar peajes diferenciales a los vehículos provenientes de otra, dependiendo del lugar de origen, del destino, del tipo y cantidad de carga, es decir, pudieran regularlo y aún impedirlo, situación que también podría extenderse posteriormente al tráfico entre países.

Pero como un contrasentido a esta visión de frontera económica o comercial que podrían intentar imponer algunos actores, surge una de frontera política: algunos países, por ejemplo Francia y Alemania, intentan impedir el alojamiento en sitios nacionales de determinados contenidos, que sin embargo, con la estructura actual, podrían ser relocalizados en países que toleran cierto tipo de publicaciones y restringen otras.

Otra manifestación de esta forma de frontera política es la que está imponiendo China, mediante acciones que impidan al buscador más popular, Google, facilitar cierto tipo de contenidos, usando como argumento que la empresa no posee una licencia válida para operar en su territorio, y que lo hace mediante un acuerdo con una empresa nacional. Otras empresas, como Yahoo o Microsoft, han puesto en marcha acuerdos con las autoridades de ese país que implementan motores de búsqueda que eliminan de la red determinados contenidos “incorrectos”, sean de tipo pornográfico o políticamente inadecuados.

Por otra parte, no debería pasar mucho tiempo para que los países que se han puesto a la cabeza de la lucha contra el terrorismo implementen acciones contra las formas que estas organizaciones utilizan para difundir sus ideas, reclutar o aún instruir sobre la preparación de herramientas bélicas, intentando evitar que este tipo de contenidos resulte de fácil acceso. Por otro lado, el correo electrónico y las aplicaciones de mensajería instantánea se han transformado en elementos imprescindibles para las relaciones empresariales y personales, pero paralelamente han proliferado innumerables variantes de amenazas a la seguridad informática, virus, correos no deseados y otros desvíos de los objetivos originales. Sus consecuencias se están discutiendo en estos días, tal como queda claramente expuesto en el artículo de David Talbot “The Internet is Broken” publicado por Technology Review en enero de este año, que analiza las debilidades tecnológicas estructurales de la arquitectura básica de Internet y su impacto en los costos de las empresas para lidiar con las amenazas informáticas emergentes.

Si bien existen intentos de la comunidad académica y científica por estructurar una nueva red denominada Internet2, la cual mediante vínculos dedicados entre instituciones se propone rescatar el espíritu original de cooperación, su concepción es no comercial, lo cual implica la necesidad de repensar la red actual.

Hay nuevos proyectos en marcha para definir una nueva plataforma técnica de la red basada en todas las tecnologías conocidas hoy. Uno de los más relevantes por su importancia es el de la National Science Foundation que prevé el aporte durante los próximos cinco años de una suma de hasta u$s 300 millones en fondos de investigación para el desarrollo de una nueva arquitectura que provea seguridad, generación de nuevas tecnologías y sea de fácil manejo.

En definitiva, la evolución de la red a partir del comportamiento de los actores que hoy pugnan por imponer sus intereses (usuarios, empresas, gobiernos, organizaciones, etc), dependerá de la importancia que estos factores tengan de acuerdo a su ubicación geopolítica.

por Aníbal Foti

Revista Saber Cómo Nº40 mayo 2006
INTI - Instituto Nacional de Tecnología Industrial


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