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lunes, 24 de noviembre de 2008

No me quieras tanto

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por Enrique Pinti


Sos egocéntrico, egoísta, mentiroso, poco confiable, imprevisible y cobarde; te lo digo desde el afecto." Y uno queda helado ante semejante demostración de "cariño". Estas expresiones, signos de "modas" que reemplazan términos antiguos por modernos, nos asombran todos los días, en un mundo cada vez más acostumbrado a la contradicción.

Esa especie de colchón amortiguador para asestar golpes muy bajos a nuestro autoestima es una careta más que la hipocresía social nos brinda para poder decir a quien sea lo que se nos venga en gana introduciendo el "desde donde te lo digo" en nuestro discurso acusatorio. Y el que esto escribe, muy conservador y antiguo para estas cosas, sabe por zorro y por viejo que desde el amor y el afecto no se puede herir ni agredir a los seres queridos. Se puede disentir, discutir, polemizar, pero jamás vituperar e insultar y, si se hace, será desde el enojo, la ira, la decepción y la bronca; jamás, "desde el afecto". Es mentira aquello de "quien te quiere te aporrea". El amor puede convertirse en indiferencia o en odio, pero mientras sea amor no lastimará al ser querido con "amargas verdades", porque el amor tiñe con su luz dorada y cálida los defectos ajenos y los acepta como consecuencia lógica del "paquete" o el "combo", como se dice ahora, que uno convino en manejar con lo bueno y lo malo en el momento en que el vínculo amoroso-afectivo se solidificó. El amor puede no ser eterno, pero mientras dura no sabe de otra cosa más que de comprensión y solidaridad.

Los consejos son bienvenidos, y pueden ser muy positivos para corregir defectos de conducta que nos perjudican y molestan a los demás, y quien ama no vacilará en expresarlos con toda sinceridad, pero siempre serán dados con el respeto debido y partiendo de la base de que nada puede imponerse por otra fuerza que no sea la de la razón y de que, en última instancia, se trata de una vida ajena que, aunque querida, no es la nuestra y sobre la cual no tenemos real injerencia.

El corso a contramano de terminologías seudosicoanalíticas incluye decir no desde el sí, odio desde el amor, deseo desde el rechazo y depravación desde la santidad.

En realidad, estas modalidades han servido para dorar la píldora a los mortales que tienen que aguantar agresiones de los que dicen quererlos, pero que en verdad los odian o los envidian, o directamente los quieren pulverizar.

Así, revanchas de hijos contra padres severos y autoritarios que al llegar a la vejez disminuidos físicamente no pueden reaccionar como otrora ante la rebeldía filial, pasada de factura por sucesivos y reiterados engaños de cónyuges amargados con más cuernos que un corral de toros, venganzas de sumisos que se tornan poderosos o explosiones de cosas horribles guardadas en el desván de la amargura, jalonan los caminos tortuosos por donde el alma humana va andando por la vida.

Sería hora de dejar los eufemismos y decir lo que uno piensa (previamente reflexionado y sopesado en sus causas y consecuencias) sin subterfugios ni disfraces y no justificarlo con tonterías de ocasión. Si te digo "fatuo, cobarde, vanidoso, ridículo, estafador moral, basura y frívolo", no te lo digo desde ningún lugar que no sea el odio, el desprecio o, como mínimo, la falta de respeto.

Recuerdo con pavor una escena en un aula del secundario, donde un profesor disparó munición gruesa contra un compañero que era excelente alumno, uno de esos "tragalibros" que provocaban tanto la admiración como la envidia por sus altísimas notas en todas las materias, pero ese día no había estudiado debidamente o al menos no había dado en sus respuestas el nivel de excelencia habitual. ¡Para qué! El hombre le dijo de todo menos bonito, y al rematar la catarata de adjetivos calificativos que casi hacen brotar lágrimas de los ojos del Calculín de la división le dijo la traducción año 1954 de lo que hoy en día es "te lo digo desde", o sea: "Esto se lo digo por su bien, porque usted es un alumno excelente que no puede permitirse la mediocridad". El resto de los alumnos agradecimos ser mediocres esa mañana y yo pensé: "Si esto es admiración, respeto, consideración y, en fin, amor, por favor no me quieras tanto".


Revista Viva 16/11/2008.-


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