por Sergio Labourdette
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Introducción
Secreto y poder están indisolublemente unidos. Ambos términos parecen necesitarse mutuamente. Y retroalimentarse sin cesar. El secreto es siempre un dispositivo de poder. Tanto de poder defensivo como ofensivo, según los casos. El secreto, en su hermetismo, se da siempre una oportunidad de protección, de sobrevivencia e, incluso, de ataque si fuera necesario. En situaciones de peligro, la hermeticidad favorece al sujeto, al ser social y a la acción para resguardarse y aparecer en el momento oportuno. En situaciones favorables, en cambio, el ocultamiento permite reajustes y preparaciones que la exposición impide. El poder se sirve del secreto para proteger su potencia, sea lo que esto fuere; y para incrementar su capacidad operativa. El secreto oculta partes vitales del poder cuyo develamiento sería peligroso. Y el poder mediante el secreto se instala, se inscribe y se infiltra en lugares adversos a su ejercicio. Y desde allí, secretamente escondido, puede elegir sus intervenciones sobre hechos, sucesos, acontecimientos y procesos sociales, culturales, políticos y científicos. El poder y el secreto se conforman como estrategias operativas contundentes tanto en los perseguidores como en los perseguidos, tanto en los autoritarios como en los libertarios, tanto en los invasores como en los que resisten y devuelven el golpe. El secreto es el no de la exposición. Para decir “no” hay que tener poder. El poder del no. Luego, no sólo hay que poseer poder para hacer y para decir, también hay que poseerlo para no hacer y no decir. Mucho más para hacer no y decir no. O para hacer en las sombras. El poder para ocultar. Para no ser descubierto. Y para operar desde el lugar recóndito. El secreto se basa en el poder de no exponer. El viejo refrán chino que indica que uno es dueño de su silencio y esclavo de las palabras, señala también que hay que tener poder para no ser obligado a decir. Y sostiene, además, que el silencio, al ocultar lo que revelaría lo dicho, protege y consolida el poder callar y, en consecuencia, decir, si fuera necesario. Luego, el secreto es apto para el ataque y para la defensa. Desde la oscuridad se vive en dos planos: a) para los desarrollos en el mismo secreto, y b) para apuntar a zonas y problemas de la exposición con la precisión que da el mundo secreto. Los “otros”, expuestos, blancos de la intervención secreta, quedan todavía más expuestos pues desconocen quiénes y desde dónde son tenidos en consideración. El secreto favorece la invulnerabilidad o, al menos, dificulta exponer las zonas vulnerables. Una organización secreta, una estrategia secreta, una acción secreta cuando pueden funcionar de esa forma, con todas las dificultades que esto implica, observan y miden desde una especie de “ningún lugar” lo que el rival hace, y sus puntos fuertes y débiles. Y puede programar mejor cuándo y dónde aparecer, asustar, amenazar y golpear, aunque la intervención evite o administre el ejercicio de la violencia. El secreto está asociado a una disminución de la vulnerabilidad y a un aumento del círculo de seguridad y protección propia. De allí que el secreto sea tan utilizado tanto en las prácticas específicamente secretas como en las de superficie y exposición. Muchas veces un gran impacto en el mundo expuesto es el producto de un tiempo de trabajo y preparación en el mundo oculto. Asimismo, una gran parte de la toma de decisiones se realiza y se planea en terrenos discretos, ocultos e invisibles, pues de este modo asegura su efectividad y su propia seguridad protegida.
El valor del secreto
El valor del secreto consiste en su capacidad de ocultar algo. Y ese algo es considerado, asimismo, valioso dado que debe ser protegido de la mirada o la observación de otros. El secreto, solitario o compartido, obliga a un escamoteo de la exposición. El ocultamiento es una acción, es una estrategia. Tiene un fin, al menos uno, que es el enmascaramiento de “eso” que no debe salir a la luz. A veces porque es un medio para producir otras cosas, efectos, resultados. A veces porque su solo develamiento representaría una amenaza para su creador. Hay dos clases de secretos: los secretos que se saben que son secretos y los secretos que se ignoran y no se saben que existen. Estos últimos pueden no descubrirse nunca y acontecerán como algo inexistente aunque no lo hayan sido. Y también pueden aparecer, al menos como secreto, en algún momento de su historia, provocando la consecuente sorpresa en tantos que lo ignoraban. Por ejemplo, cartas secretas de algún personaje histórico, literario, etc., que cobran luz debido a alguna ruptura en la cadena de ocultamiento. Así también hay secretos de Estado que se saben que son secretos y hay actividades del Estado, de lo público y de lo privado, que se ignoran en su hermeticidad. Derrida se preocupa por el tema del secreto. Y lo asocia con la democracia y la libertad. En “ deconstrucción y pragmatismo ”(1) nos dice que el secreto no debe ser perseguido en todos sus aspectos ni en todas sus manifestaciones. Antes bien, conforma un equilibrio con el decir y el exponer, pues nadie debe imponer qué decir y qué callar, excepto que afecte la vida de otros. Derrida relaciona el secreto con la experiencia de la singularidad. Asimismo, desconfía de concepciones democráticas que estigmatizan el secreto y que quieren proscribirlo de las prácticas de la democracia. Este autor hace una lectura crítica de la teoría del secreto de Koyré en cuanto éste lo considera como una amenaza a la democracia. Si todo debe ser público, Derrida se pregunta dónde está el derecho al secreto como parte de la libertad. La postura de Koyré basada en un “politicismo integral” esconde una raíz totalitaria con aires democratizantes, como señala A. Spire en una entrevista al intelectual francés. Derrida sostiene que el hombre es un ciudadano de arriba abajo y esto implica un derecho al secreto en ciertas condiciones. No se debe exigir que todo el mundo diga todo a cada momento ni tampoco ignorar ciertas prácticas del secreto repudiables, como la conspiración en una democracia. De ahí que el secreto es inaccesible y heterogéneo al dominio de lo público. Y esta heterogeneidad, lejos de constituir una forma de despolitización, es más bien una condición de la politización de la pregunta por lo político, la historia y la genealogía de ese concepto.
El valor del poder
La política es el descubrimiento y ejercicio del poder. En realidad, la política es el arte, la ciencia y la técnica de la creación y uso del poder sobre distintos conjuntos de relaciones sociales. De esta manera, la política se conforma como un complejo entramado de relaciones de poder sobre todas las unidades sociales de cualquier comunidad existente. En un sentido restringido, la política se ocupa de las luchas y los modos organizativos de la esfera estatal (desde la global hasta la local). En un sentido más general, la política interviene en todos los órdenes de la vida social en cuanto origina relaciones de poder en las unidades estatales, militares, económicas, sindicales, eclesiásticas, educacionales, familiares, etcétera. El poder es una entidad social altamente compleja, enigmática y paradójica. El poder es complejo pues está compuesto por diferentes elementos que abarcan todas las posibles actividades de la sociedad. El poder es enigmático pues es más lo que oculta que lo que muestra, lo que se desconoce que lo que se descubre, lo que escamotea que lo que presenta y ofrece. Además, el poder se mimetiza en las más sofisticadas formas del no-poder, tales como por ejemplo, el amor desinteresado y la educación generosa, el saber científico aséptico y el sacrificio solidario. Además, el poder se disfraza en el no-poder en todas las manifestaciones de la manipulación y del ocultamiento de intereses, medios y propósitos considerados inconfesables. El poder es paradójico como lo es todo proceso social. Se hace y se deshace al mismo tiempo. Es obra de los actores sociales y, simultáneamente, éstos quedan a su merced. El poder es construcción social de actores activos y, a su vez, el poder contribuye activamente a la conformación de los actores sociales. Esta mecánica circular se complementa con otra paradoja. El poder es intenso e inestable; potente y etéreo; pujante y frágil; organizado y azaroso. Así, el poder manifiesta la tendencia a la expansión, a la reproducción y al crecimiento, mientras muestra signos inequívocos de desacumulación, desarticulación y dispersión azarosa. El poder muestra, además, su multiplicidad compleja por la proliferación de sus funciones. Es decir, el poder desarrolla las funciones de obtención (creación de resultados o destrucción de los mismos), las de promoción y las de subordinación . Las concepciones reduccionistas y unilaterales han adjudicado al poder solamente la última función: ser agente subordinador. Sin embargo, las relaciones de poder y las estructuras de poder muestran claramente la diversidad de funciones que el poder cumple. Y tanto como subordina, promueve. Y tanto como promueve y subordina, obtiene. Luego, el predominio de una u otra función dependerá de la clase y tipo de poder utilizado, del campo donde se lo utilice, y de los objetivos y fines perseguidos. El poder en su complejidad estable-inestable presenta una multiplicidad de elementos interrelacionados cuyas estructuraciones, nódulos fuertes y puntos de fuga dan cuenta tanto de su potencia como de su fragilidad. Hemos seleccionados algunos elementos principales de ese entramado social. Estos son: Ideas y Creencias, Liderazgo-conducción, Población-colectivos, Espacio, Recursos y Tecnologías, Tiempo, Estado y Organización . Estos elementos pueden estar presentes o ausentes, entrar y salir, crecer o deteriorarse; pueden ensamblarse o disgregarse. Pues nada ata definitivamente a nada. Luego, el poder se construye, se consolida y se dispersa según el complejo juego de las articulaciones y disipaciones de las condiciones imperantes. Así, el poder puede ser tanto el instrumento noble de los hacedores como el ruin de los tiranos; tanto la lucha por la emancipación, la libertad y la justicia como el tortuoso mecanismo dominador y destructivo de los autoritarios y fanáticos.
Concepción del secreto
El secreto es lo oculto. Es lo que se esconde. Es lo que se pone "detrás" de las cosas visibles o tiene una existencia expresamente invisible. Luego, el secreto es la invisibilidad deliberada. El secreto es como la doble vida de las cosas. De un lado hay exposición, del otro, ocultamiento. En realidad, parece que nada funciona sin secreto. Es como una dimensión inexcusable de la vida. Así la vida cotidiana transcurre parte de su acontecer en el secreto, y en numerosas circunstancias, en el más riguroso secreto. Luego, el secreto es indudablemente enigmático; se sabe que existe, pero no se sabe muy bien qué es, ni de qué se trata. El secreto es también, en muchos aspectos, seductor e intrigante; desafía e invita a descubrir. Y es también amenazador, pues está rodeado de un halo de peligrosidad dado que lo oculto implica una deliberada actitud o postura para evitar ser visto, sustraerse a la indagación, escapar a la intromisión indiscreta. Todo lo cual crea un círculo vicioso de retroalimentación continua donde lo enigmático, lo seductor y lo peligroso se atraen y se repelen continuamente. Las relaciones entre pares, las relaciones sexuales, las parejas, las familias, las asociaciones de diversos tipos, las instituciones y las organizaciones -políticas, económicas, empresariales y sindicales, militares, religiosas, educacionales, etc.-, tienen sus zonas secretas. Es lo que no trasciende; en parte porque las actividades caen fuera de la vista y del conocimiento de los ajenos pero, especialmente, porque se hacen esfuerzos deliberados para que esto suceda así. La exposición permite la intromisión ajena y, en consecuencia, de descubrimiento y el centro de lo oculto. La exposición es la enemiga del secreto. Luego, las estrategias de la exposición se enfrentan permanentemente a las estrategias del secreto y todo depende de la disposición de fuerzas de ambas partes. El secreto no es necesariamente malo ni implica necesariamente el lado oscuro e impuro de la moral y de la ética. En ocasiones es al revés, pues depende de quién se encuentre en cada lado. A veces, el secreto protege a los débiles, los excluidos, los pobres, los revolucionarios, los salvadores, los justos y los que quieren combatir a los corruptos, los privilegiados, los violentos y los exterminadores. Luego, hay secretos buenos y malos, pero esto depende de los códigos éticos. De lo dicho hasta ahora se desprende que existen los aspectos secretos de las innumerables instancias de la vida social. Y que muchas de ellas están signadas en sus derroteros principales por esos aspectos ocultos. Esto, las más de las veces, es extremadamente difícil de comprobar pues la misma manera de ser del secreto consiste en no darse a conocer o en ocultarse bajo mil disfraces y máscaras. Los usos y costumbres de la vida social tienen un plano secreto que no necesariamente coincide con lo que se ve, ya sea ley, discurso o prácticas no discursivas. Inclusive es probable que los cambios y modificaciones de las cosas se produzcan primero en el secreto, ante posibles sanciones, y que luego se preparen para salir a la luz. El secreto, por un lado, conforma el mundo más privado de los miembros de una sociedad. Cada sociedad y cada cultura tienen definiciones más o menos precisas acerca de lo que se considera "vida privada". Pero ésta, ya se corresponda con un sentido más extenso o con uno más reducido, tiene un núcleo secreto que constituye uno de los más valiosos recursos de los seres humanos. Es lo que los hace ser ellos mismos y que deben cuidar y proteger de las miradas ajenas, aunque éstas sean las más amadas, pues es el último reservorio de lo propio. Y este secreto permite mantener a resguardo los deseos y las apetencias más íntimas, especialmente si son condenables y rechazables por las culturas vigentes. Aquí se alojan los rescoldos más entrañables y más impropios, incluso los que llenan de vergüenza, ansiedad y "pecado" a sus mismos portadores. Pero por otra parte, además de los aspectos secretos de todas las actividades de la vida, se encuentran las instituciones específicas del secreto: las "organizaciones secretas". Estas organizaciones hacen del secreto su razón de ser; viven en el secreto y desarrollan tecnologías del secreto aptas para producir poder. Estas organizaciones funcionan bajo un principio: el secreto ya no sólo quiere serlo, debe serlo, pues es su razón de ser o, al menos, la condición de su existencia; sin él, irían hacia su desaparición lisa y llana, se extinguirían irremediablemente. Y estas organizaciones clandestinas o semiclandestinas pertenecen tanto a las esferas oficiales como a las esferas que funcionan en paralelo o que combaten las legitimidades vigentes.
Vida cotidiana y secreto
La trama social de la vida cotidiana suele estar impregnada de secreto. Y en ese complejo entramado es posible encontrar niveles de exposición y de ocultamiento que obedecen a las más diversas circunstancias. Aquí no siempre el secreto es el ocultamiento de conductas indignas y degradadas. A veces, el secreto es la manifestación y la prueba de una confianza entre amigos, parejas, pares, miembros de una familia, etc. Es el resguardo de algo que se atesora y que se quiere proteger de la mirada ajena, no tanto por su carácter criticable sino más bien por su significación valiosa y privada. Y la violación del secreto se considera una falta y una afrenta por parte del depositario. Luego, ciertos secretos de la vida cotidiana no se basan en el escondite sino en el resguardo y la confianza mutua. Y guardar un secreto es un deber y una virtud. También, muchas veces, el secreto protege una falta, una caída, un quiebre de lo que se espera y se enaltece. En estos casos, el secreto parece proteger a seres y relaciones que quieren darse otra oportunidad sin dañar la imagen. Es decir, los secretos de la cotidianeidad pueden tener halos de inocencia y de buenas intenciones que escapan a las consideraciones de este trabajo. Incluso, los secretos entre ciertos profesionales y sus clientes o pacientes parecen estar bastante cerca de esta búsqueda de protección y confianza; por ejemplo, los secretos que pueden compartir médicos, psiquiatras o psicólogos con sus respectivos pacientes; abogados y clientes; periodistas e informantes, etcétera. En un lugar intermedio se ubica la confesión, ya sea jurídica o religiosa, pública o privada. La confesión participa del secreto que revela, del secreto revelado que el confesor puede guardar, y del secreto que suele proteger al que confiesa, según sean las normas imperantes. La confesión religiosa, en especial, es una paradójica y extraña muestra de los artilugios del secreto y de la revelación y de la fuerza social y personal que encierran. En las instituciones de encierro, como las cárceles, los manicomios e institutos para menores delincuentes, se constituyen diversos circuitos del secreto donde se cruzan la protección, la delación, la violencia y las relaciones de poder más crudas y, a menudo, más siniestras. También esas instituciones funcionan, a escala social, como una instancia especial del secreto: la que aísla a sus reclusos en estado de vergüenza frente a la sociedad que prefiere no saber, que elige ignorar. Aquí existe la duplicidad del secreto pues, desde el encierro y desde el exterior se propende simultáneamente a eludir la luz o a fomentar una penumbra culpable aunque tranquilizante. De la misma manera, existe frente a la pobreza y la exclusión social una especie de manto de secreto que las protege de las miradas del resto de la sociedad. Aquí el secreto busca soslayar las culpas y los remordimientos y ocultar las zonas desgraciadas, apartarlas en lo posible de la vista y de la atención pública. Si la pobreza se transforma en un estigma, es probable que los mismos estigmatizados quieran ocultarse y esconderse, y que los otros quieran verse libres de una exposición vergonzante y cruel. Al mismo tiempo, algunos carecientes y excluidos desarrollan nuevas formas del secreto para protegerse y, en caso de ser necesario, atacar. Y así como hay barrios cerrados que sirven como ámbito de vivienda o descanso de grupos sociales de alto nivel económico, para evitar la intromisión de los advenedizos y de los delincuentes, hay también barrios cerrados de la pobreza y de la miseria, para que quienes no pertenezcan a ellos puedan considerarse intrusos y enemigos. Son lugares que pretenden "salirse" del sistema y practican la exclusión desde "adentro". Y cultivan el secreto como defensa de formas de vida diferentes. Curiosamente, en estas fortalezas de la pobreza, sólo pueden ingresar extraños mediante la violencia de las fuerzas represivas o solicitando humildemente un "permiso" o salvoconducto a sus líderes. Sin negar que estos barrios puedan albergar formas de vida delictiva, ofrecen otro tipo de ejemplo de maneras de protección secreta. En su novela El nombre de la rosa , U. Eco hace jugar, entre otros, un rol policial a su monje protagonista. Y hay secretos en los símbolos religiosos y en los ritos litúrgicos. La historia recorre un sinuoso camino colmado de laberintos y pistas falsas que encubren lo que se quiere ocultar. En los relatos "El jardín de los senderos que se bifurcan" y "La secta del fénix", Borges nos señala, como en muchos de sus textos, la importancia del secreto. Así dice: "El Secreto es sagrado pero no deja de ser un poco ridículo; su ejercicio es furtivo y aun clandestino y los adeptos no hablan de él." (2) También aparece el problema del secreto en las intrigas policiales que urdió con Bioy Casares y en la gestación de la famosa serie policial del "Séptimo Círculo", donde dio a conocer a grandes -y algunos desconocidos- autores del género. En la pesquisa policial estaba la ocultación deliberada, obra de la actividad humana. Y este ocultamiento creaba una apasionante intriga que iba más allá de lo que se ignora por complejo. Creaba el deseo de descorrer un velo, de des-armar una pararrealidad urdida deliberadamente por una mente, en este caso, criminal. Aquí ya no es sólo el dato erróneo que lleva por mal camino para descubrir la verdad, característico de la práctica científica. Es otra cosa y algo más. Se trata de la pista sembrada para confundir, distraer y llevar a un callejón sin salida. Se trata de la estratagema urdida para engañar, de la celada construida para emboscar. Connan Doyle creó un personaje, Sherlock Holmes, que revolucionó el género literario policial con la lógica aplicada para desmontar secretos fabricados. Pero este aspecto no llegó hasta las ciencias sociales quizás por aquello de que a éstas no les corresponde descubrir criminales ni castigar a culpables. Las referidas ciencias sólo deberían ocuparse de hechos, procesos, tendencias y leyes. Lo que no se advirtió ni se advierte es que potentes estrategias del secreto estaban interviniendo en la construcción de esos hechos, procesos, tendencias y leyes. Si las investigaciones sociales científicas tienen entre sus antecedentes a la pesquisa policial, con sus indagaciones sobre pistas, móviles y ocultamientos, resulta extraño que de esas prácticas y manuales de procedimientos se haya excluido el secreto. Se adoptaron y perfeccionaron métodos y técnicas utilizadas en las investigaciones criminales y judiciales, pero el ingrediente del secreto permaneció, paradójicamente, secreto.
Secretos en la ciudad, el Golem y la escultura
Ciudad
Hay quienes sostienen que las ciudades, lugares donde la persona establece relaciones particulares con la naturaleza y sus construcciones posibles, tienen más de un nombre, de una denominación. Y que el nombre secreto sería el más importante pues revelaría algunos dones que los nombres mundanos ignoran o soslayan. Murena (3), entre otros, nos dice que una gran ciudad, en ciertos períodos históricos como en la antigüedad, tenía tres nombres. Y estos eran impuestos en la ceremonia de la fundación de la ciudad. Estos rituales parecen haber sido practicados tanto en Europa como en China, India, América y África. Así sucedió con la ciudad de Roma. Roma era su nombre público. El nombre con que se presentaba a sus ciudadanos. También tenía un nombre sacerdotal que fue Flor o Florens y el día de su fundación coincidía entonces con las festividades de Floralia. Y según algunos historiadores y comentaristas, esta gran ciudad tenía un tercer nombre que era secreto. Hay cierta certidumbre para sostener esta afirmación pues Plinio, en su Historia Natural , sostiene que un magistrado fue ejecutado cuando intentó revelarlo. Lydas, el historiador bizantino, dijo que este nombre era Amor, es decir, el anagrama de Roma. La pregunta es ¿por qué estos tres nombres? ¿cuál es su sentido? El nombre público se corresponde con el reino de la utilidad y es de uso profano. El nombre sacerdotal representa el aspecto exotérico de la religión, es su parte abierta y eclesiástica. El nombre secreto, en cambio, es el fundamento de los otros dos. Expresa la raíz mística esotérica de lo religioso y la construcción anagramática de lo público. El nombre secreto es el creador de la esencial unión de la ciudad con los hombres que la habitan. Establece una manera de recta habitabilidad entre una ciudad y una clase de hombres de temple. El nombre secreto es el símbolo del matrimonio entre la tierra y el cielo mediado a través de los hombres. Es el ser del vivir en común poseído y comunicado. No es un valor de uso sino una “inutilidad” o la utilidad suprema. Es así lo más fuerte y lo más vulnerable, cuyo secreto funciona como protección (4) . Los hombres de temple mencionados arrancan a Dios el nombre y la disposición a ayudarlos siempre y cuando mantengan la unión humana y divina con los númenes de la tierra.
Golem
La leyenda del Golem plantea la posibilidad de dar vida a un ser conformado con barro, inerte y tosco. Entre las tantas versiones que tratan este tema, una de ellas sostiene que un rabino Jude, en Praga, construyó un proyecto de hombre con el barro de las orillas del río Moldava. Y que le dio vida introduciendo en su boca un pergamino con el nombre secreto y sagrado de Dios. Pues se afirma que el nombre de Dios es desconocido para los hombres, dado que la divinidad no lo quiere comunicar a sus criaturas. Pero también sostiene, y esto es una de las búsquedas de la Cábala, que si sabemos descubrir en los libros sagrados (y en consecuencia en sus letras) las posibles combinatorias para encontrar el nombre de Dios, ello nos posibilitará alguna relación con sus dones. En el poema “Golem”, Borges aclara que, según Cratilo (según Platón), “el nombre es arquetipo de la cosa” y luego, que si encontráramos las letras combinadas que componen el nombre secreto de Dios, habríamos establecido una línea vincular y recíproca con los dones del todopoderoso.
Arte y secreto
Rodin produjo una escultura que la denominó “El secreto”. El tema está simbolizado por dos manos entrecruzadas, entrelazadas, ocultando en su interior algo desconocido, no visible. El símbolo es extremadamente sagaz para expresar las características de aquello que no debe ser conocido. A esto, el escultor le agrega una cuota de misterio y sorpresa pues ambas manos producen al ojo atento una sensación de extrañeza en su abrazo. Sucede que las dos manos son derechas. Y esto implica entonces que el secreto no pertenece exclusivamente a uno solo sino que es compartido por todos aquellos que estén representados por la “otra mano”, cualquiera de ellas. El entrelazamiento de dos manos derechas abre un juego de interpretaciones infinito y saca al secreto de la ilusión de ser una actividad exclusivamente individual. El secreto pertenece a uno y a otro, sean los que fueren. Bianchi Villeli y Georgieff interpretan en la obra a un trío, pues estas dos manos de dos personas distintas guardarían el secreto de otro más. Así nace y se desarrolla, entre tantas, el juego de las interpretaciones, en este caso psicoanalítica. Según los autores, “el secreto supone un saber escondido entre dos... de un tercero” (5)
Freud y el Comité Secreto
Las actividades y organizaciones que contribuyeron a la creación y consolidación de una disciplina denominada psicoanálisis son, quizás, un ejemplo paradigmático de la utilización de las estrategias de poder de carácter secreto, fuera del nivel específicamente político, estatal y social. A principios del siglo XX, al menos en sus dos primeras décadas, Freud y sus seguidores tomaron sobre sus hombros una doble responsabilidad: a) abrir el curso para el desarrollo de esta disciplina, y b) enfrentar tanto a los que la rechazaban externamente como a los que discrepaban dentro del mismo campo. Lo curioso es que la lucha más encarnizada para imponer una disciplina de saber psicoanalítico parece haber estado más en los enfrentamientos internos que en los de afuera. Al menos se puede asegurar que las estrategias del secreto comandaron las actividades de los psicoanalistas, bajo la conducción de Freud, dirigidas a mantener viva y protegida una ortodoxia amenazada por las dudas, críticas y rechazos de Jung, Adler y algunos seguidores de éstos. Lo cierto es que la disciplina psicoanalítica estaba naciendo y se constituía en un campo de fuerzas conceptuales y personales. Había que defender propuestas y atacar orientaciones divergentes y rivales. Y también había que criticar y expulsar a representantes de las líneas diferenciadoras y opuestas. Puede afirmarse que el psicoanálisis nace y crece en medio de extraordinarios esfuerzos esclarecedores por un nuevo saber sobre el mundo psíquico frente a la tradición psicológica y psiquiátrica. Y al mismo tiempo, en medio de una sorda lucha de poderes para imponer una u otra dirección intelectual y práctica. Aquí se construyen estrategias secretas de poder pues se advierte el valor de lo oculto frente a cualquier exposición franca pero más vulnerable. Si se reconstruye la historia del psicoanálisis en esta época, basada en textos testimoniales, correspondencia y biografías de sus más conspicuos exponentes, se advertirá el uso y cuidado de los movimientos emprendidos para hacer prevalecer un grupo de poder, una línea interpretativa, un dominio del campo y una expulsión de los disidentes. Aquí hemos tenido en consideración los aportes de Martinez Filomeno (6) que aborda, entre otros, este tema, con fuerte apoyo documental. Veamos los hechos más significativos. Las acciones se desarrollaron siempre en un campo dúplice: un plano visible, expuesto, de propuestas y controversias a la luz de todas las miradas, y un plano invisible, oculto, donde se establecieron mejor los objetivos, propósitos, el quién es quién, el bando propio de los aliados y el bando rival y enemigo (que no siempre es el mismo). Aquí se reúne el espíritu combativo y conspirativo, el espíritu de grupo. Aquí se diseñan los planes para avanzar, prevalecer y derrotar al adversario. Aquí se desarrollan tecnologías del silencio y del ocultamiento para hacer más efectiva la intervención y para no mostrar a los demás un perfil que dañaría el prestigio de los actores y afectaría la confianza de los seguidores. En este nacimiento disciplinario, el mundo del secreto es un mundo preferentemente de astucias, estratagemas, trampas y golpes realizados en y desde las sombras. El secreto hace más fuerte al poder pues le quita vulnerabilidad y le permite atacar al otro donde más duele, con el máximo de recursos y el mínimo de exposición. El secreto supera defensas preparadas para lo visible y lo expuesto. Y le permite, para colmo, desprenderse de pruritos y normas de convivencia y tolerancia exigidos en cualquier contienda legítima, pues lo que no se ve no se ofrece a la crítica moral y a sus límites. Freud y su séquito resultan buenos estrategas. Arduos, tesoneros, audaces y, a veces, un tanto despiadados. La lucha por el dominio del campo para la constitución del psicoanálisis estriba en una rivalidad fundamental: la dirección freudiana o la dirección jungiana. La primera se basa en la dualidad pulsional y la teoría de la libido. La segunda, monista, se basa en el reconocimiento de una energía única y general, sin el carácter predominantemente sexual de su rival. Freud resulta un activo militante del secreto y del poder. Primero utiliza una estrategia de persuasión sobre su amigo (y discípulo) / enemigo Jung, quien preside la IPA , la famosa asociación internacional psicoanalítica. El motivo principal es el rechazo de Jung a la teoría de la libido. Freud le escribe: “...y no se aleje demasiado de mí cuando está realmente tan cerca de mí, ya que si lo hace tal vez algún día eso nos enfrente” (7) . En realidad Freud y sus seguidores encaran una estrategia compleja en ambos planos, el expuesto y el secreto, incluso con interesantes variantes subversivas: el comité secreto. Estas estrategias abarcan simultáneamente cuatro niveles que se expresarán a través de trabajos y actividades. Veamos esto:
• Nivel teórico: Introducción al Narcisismo.
• Nivel clínico: El historial del “hombre de los lobos”, en Historia de una neurosis infantil.
• Nivel histórico: Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico .
• Nivel político: fundación del Comité Secreto.
Sin duda son los puntos d) y c) los más ligados a las estrategias de poder y secreto empleadas por el freudismo. A la “Contribución...” el autor le atribuye el carácter de “bomba” y resalta los efectos que producirá sobre sus adversarios. En su correspondencia con Abraham, le dice: “así pues, la bomba estalló, pronto conoceremos sus efectos, quiere decir que tenemos que dejar a la víctimas dos o tres semanas para reagruparse” (8) . En el nivel político d), el Comité Secreto ya es estrategia de poder en estado puro. La composición del Comité tiene seis miembros. Estos son: Jones (Presidente), Ferenczi, Abraham, Sachs, Rank y, posteriormente, Eitingon. Este Comité tiene una función manifiesta (una verdadera estratagema) que es conformar un grupo de ayudantes de Freud en las tareas cotidianas de discutir la literatura psicoanalítica, los artículos para el Anuario y dejar al maestro el tiempo libre para su producción creativa. La función principal es oculta y consiste en defender el psicoanálisis ortodoxo frente a las desviaciones heréticas y atacar a sus representantes. Esto significa excluir a Jung, Adler y otros de la pertenencia al campo psicoanalítico y echarlos de los lugares institucionales. El mismo Jones en carta a Freud expone claramente el carácter y los propósitos del comité que preside: “Mi idea es formar un Consejo no oficial e informal, por lo tanto necesariamente secreto, en estrecho contacto con usted, con instrucción y crítica. Lo que tendremos que hacer será purgar en lo posible todas las excrecencias teóricas” (9). Jung ve con asombro y temor cómo se lo margina de la toma de decisiones, se lo desinforma y se va creando un poder paralelo. No deja de llamar la atención el sentido despreciativo utilizado para caracterizar a ilustres colegas, el uso de términos y lenguaje militar y bélico para referirse a las acciones sobre los rivales, y las estrategemas empleadas para purgar el ámbito disciplinario de personas catalogadas como indeseables y peligrosas. Nuevamente Freud en una carta a Abraham le dice: “...nos hemos librado por fin del brutal santurrón de Jung y sus loros repetidores” (10) . En 1912 Ferenczi responde a Freud en estos términos: “Le doy mi más sincera enhorabuena por la enérgica expulsión de Stekel. Una tropa reducida, pero más fiable será mucho más productiva que un gran séquito de idiotas y egoístas desconsiderados. La era de la mano dura expulsará a los melindrosos y motivará a los convencidos” (11) . También en 1912, Freud le comunica a Ferenczi: “Así que estamos iniciando hostilidades” (12) . La historia es más extensa y presenta todos los elementos indispensables para conformar una potente estrategia secreta del poder disciplinario-científico. Se debe aclarar: la historia de las disciplinas, de las organizaciones, de las instituciones y de los sistemas políticos, sociales y culturales ofrecen innumerables ejemplos de este tipo. Sorprende ver a veces a las mejores mentes aplicadas también a objetivos y métodos que alarmarían a un espíritu como el de Maquiavelo en sus “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”. El concepto de “campo disciplinario” entendido como espacio de lucha de poderes para obtener un capital cultural en disputa, sostenido por P. Bourdieu, encuentra en estos ejemplos interesantes confirmaciones. De todos modos, estas intrigas no opacan las imponentes estrategias de saber que crean espacios disciplinarios culturales y científicos reconocidos. A menudo parecen establecerse extrañas confluencias entre estrategias antagónicas y, al mismo tiempo, complementarias. Un problema a tener en cuenta sería, realizando un experimento mental al modo de Einstein, pensar qué alternativas de desarrollo hubieran alcanzado distintas disciplinas desde su matriz de origen considerando el triunfo de las estrategias de poder rivales.
Política, Estado y secreto
La vida política se mueve en la luz, en la oscuridad, y en esa zona gris donde ambas se entremezclan. En el secreto y en el semisecreto transcurre gran parte de la toma de decisiones más importantes. La política y, especialmente, la política estatal, utilizan permanentemente estrategias del secreto. Estas sirven tanto para la protección como para el ataque; tanto para el acuerdo como para la lucha; tanto para la búsqueda de consenso como para la confrontación, la competencia y la influencia. Las organizaciones políticas, opositoras y gubernamentales, los gobiernos, los parlamentos y los diversos tipos de instituciones que conforman el campo político, desarrollan intensas actividades secretas, muchas de ellas más importantes que las que ven la luz. Las relaciones basadas en acuerdos, alianzas, distanciamientos y enfrentamientos, en las propias líneas de fuerza y entre rivales, adversarios y enemigos, transcurren la mayor parte del tiempo en las sombras. Los grandes acuerdos y las resonantes declaraciones de ruptura o de guerra suelen estar precedidas por series de intercambios, negociaciones y colapsos realizados a espaldas de la gente. La exposición de las conductas, el territorio del discurso, la elaboración de los tratados y las leyes son sólo la cúspide del "iceberg" que permanece sumergido. Luego, no hay que confiar tanto en lo que se explicita, en lo que se dice, en lo que se expone, si no se cuenta con la información restringida, secreta, oscura, que está detrás. Pues ésta puede provocar un fuerte vuelco sobre lo que se quiere presentar a la exposición pública, o de públicos más seleccionados. La paradoja estriba en que hay que conocer el secreto para saber, y el secreto es tal porque no se lo conoce. Pues indagar en el secreto es destruirlo. Estas consideraciones permiten sostener que las dirigencias de las distintas organizaciones e instituciones poseen más poder que el que muestran. Pues manejan el secreto más relevante y exclusivo, el que corresponde a las decisiones de mayor envergadura. A medida que se desciende en la escala del poder de decisión, se desciende paralelamente en los manejos de secretos cada vez menos importantes, hasta llegar al ciudadano o público llano donde el secreto es sólo una sospecha, una intriga y una desconfianza, sin poder saber. Luego, es posible establecer una escala segmentada entre los niveles de secreto que manejan las dirigencias y los dirigidos. En las alturas están las altas dirigencias que dominan el secreto y la exposición y discriminan, además, lo que debe saberse a lo largo de la escala descendente. Hacia abajo aumenta la exposición y disminuye el conocimiento del secreto. Esta es una de las dimensiones de la manipulación. "Arriba" se elabora lo que hay que hacer, lo que hay que decir y lo que hay que ocultar. El secreto de las grandes decisiones es francamente elitista. Afirma que sólo muy pocos están en condiciones de conocer toda la "cocina" del poder. Y esto no sólo por saber, sino también, por capacidad para soportar y resistir las decepciones y los desengaños, y las características despiadadas de la lucha. Si hay algo que caracteriza a una elite es el monopolio del secreto de las grandes decisiones. Es decir, el secreto de todo lo que hubo que hacer para llegar a ellas. A los que descienden en la escala les está permitido, de mayor a menor, ciertas dosis de secreto hasta llegar a la mera sospecha sin asidero. Foucault descubre el papel del secreto cuando critica las concepciones del poder basadas en la Ley, el Soberano y el Estado, es decir, el gran lugar donde presuntamente habitaría. Señala también que el secreto es parte constitutiva del poder. En su trabajo "La voluntad de saber", primer volumen de su Historia de la sexualidad , dice: "(...) el poder es tolerable sólo con la condición de enmascarar una parte importante de sí mismo. Su éxito está en proporción directa con lo que logra esconder de sus mecanismos" (13) Y agrega más adelante: "Para el poder, el secreto no pertenece al orden del abuso; es indispensable para su funcionamiento" (14) Es un régimen de aceptabilidad pues sin él, el poder derramaría toda su riqueza productiva, estratégica, positiva. Y Foucault afirma que el complejo, complicado y paradójico juego de fuerzas y de estrategias se hacen aceptables, especialmente a quienes somete, cuando se presenta reducido a instancias de regulación, de orden, de arbitraje, ocultando todo lo demás (15) . Coincidimos con Foucault en que el poder se vuelve más aceptable y tolerable en función de conservar en secreto una serie de actividades reprensibles. Sin embargo, notamos que el secreto abarca dimensiones más extensas y diversificadas. Las estrategias del secreto son parte de las estrategias del poder. La zona de sombras del secreto permite operaciones altamente sofisticadas y calificadas. En consecuencia, hay secretos en todos los niveles de la escala descendente, aunque varían en importancia y significación. Los secretos cultivados en cada nivel de la escala decisional tienen el atractivo que otorga cierta o mucha impunidad y cierta o mucha efectividad. En el terreno político las estrategias del secreto se proponen obtener logros con mayor rapidez y contundencia y menor riesgo. El secreto evita, entre otras cosas, quedar expuesto. Y esto sirve especialmente cuando las exposiciones aumentan el peligro de frustrar las acciones y los proyectos ante la posible reacción de los rivales directamente implicados o de colectivos mayores. Cuando las estrategias se ven expuestas, aumenta la incertidumbre, pues se moviliza todo el campo social involucrado y se muestran los defectos y los puntos de vulnerabilidad de lo proyectado. Las estrategias del secreto, parte siempre acompañante de las estrategias de poder en cualquiera de los niveles sociales en los que intervenga, y a veces parte principal, saben que la luz abre paso a la crítica, la oposición, la corrosión y la destrucción. Y que la sombra cubre con un manto de invisibilidad lo que se hace o pretende hacer. Además, la sombra evita confrontar con los gustos y percepciones de las distintas franjas de la sociedad. Los mismos liderazgos, de hecho con peso y poder, y obligados necesariamente a la exposición -pues allí radica su encantamiento-, apelan sin embargo a las más cínicas y despiadadas prácticas del secreto para ganar espacios y eludir muestrarios poco edificantes. El arte secreto de la política consiste en regular las dosis de exposición y secreto que deben emplearse. El secreto está en mostrar y ocultar lo que se sabe, lo que se dice, lo que se calla y lo que se hace y deja de hacerse, de acuerdo con las necesidades y exigencias de las situaciones cambiantes. El secreto crece en la medida que se esperan respuestas adversas, antagónicas y desfavorables ante las exposiciones. El arte del manejo del secreto estriba en saber distinguir a qué conductas le corresponden la clandestinidad y a cuáles la luz. Luego, se pueden sostener una serie de hipótesis relacionadas con esto. La primera nos dice que las estrategias de poder están compuestas por instancias del secreto e instancias de la exposición, en las proporciones que cada situación exija. La segunda indica que esas articulaciones proporcionadas tratan de controlar los acontecimientos en la mayor medida posible y de sufrir el menor control posible por parte del exterior. La tercera hipótesis sostiene que existe una fuerte asociación entre el secreto y la utilización de conductas enfrentadas con los códigos morales. Es decir, hay una fuerte correlación entre las zonas oscuras y las actividades inescrupulosas y manipuladoras. No es casual que Bobbio señale la contradicción entre los principios democráticos de visibilidad y la invisibilidad del poder. El Estado es un conjunto de instituciones y estrategias que ofrece paradigmáticamente la doble instancia de la exposición y el secreto. El Estado muestra, ostenta, disfraza y oculta en distintas proporciones, según sea su tipo, régimen, sistema político y gobierno. El llamado Estado de Derecho posiblemente ofrezca la mayor exposición de sus organizaciones y comportamientos, y el mayor control sobre el secreto en general y sobre los organismos del secreto en particular. Sin embargo, aun en estos casos, las prácticas del secreto de los organismos pertinentes y de los sectores de la clase política y de la burocracia, siguen siendo importantes, y en numerosas circunstancias, decisivas. El Estado tiene sus propias burocracias ("representativas" y "de carrera", según Panebianco) que cultivan el secreto como una fuente de poder. Y esto plantea serios problemas con los ideales de democracia, ciudadanía y distribución más igualitaria del poder. Bobbio parece tener una concepción del poder un tanto juridicista y crítica, al mismo tiempo. Eso lo hace, respecto del poder, desconfiado -lo que es positivo-, y reduccionista -lo que es negativo-. Sostiene que el poder tiene una tendencia natural a esconderse, a enmascararse y a ocultar sus intenciones, mintiendo. Afirma que el poder trata de sustraerse a las miradas indiscretas y de hacerse inaccesible. Y a esto se le opone el principio de visibilidad del poder, que reviste una forma revolucionaria frente a estos ocultamientos, lo que se relaciona con la democracia, pues una de sus características es la publicidad de los actos de gobierno. La base de esta exigencia radica en que los actos públicos son visibles, pueden ser juzgados y, en consecuencia, permiten el control de los ciudadanos sobre los gobernantes. Bobbio sostiene que la tendencia natural del poder es esconderse, sustraerse a la mirada ajena, no declarar en público sus intenciones o hacerlo de manera mentirosa. Así dice: "Al igual que Dios, el poderoso tiende a hacerse inaccesible (....)" (16)
Este autor insiste en que el poder resiste todo intento, por parte de sus víctimas, de mostrarlo, sacarlo a la luz, quitarle la máscara y decir la verdad. Y hace uso de dos argumentos habituales para justificar su negativa y su rechazo de la transparencia: a) los asuntos de Estado son demasiado complejos para que los entiendan los legos, y b) no hay que dejar conocer nuestras intenciones al enemigo. Luego, los destinatarios de estas máximas de gobierno son los súbditos y los otros Estados (17) . No hay duda de que Bobbio, así como habla de un principio de visibilidad (revolucionario) característico de las democracias, también afirma una especie de principio de invisibilidad del poder. Esto implica pugna y tensión entre ambos principios y, en consecuencia, entre democracia y poder. No compartimos el maniqueísmo de Bobbio respecto de esta relación social por cuanto consideramos que hay tanto poder oculto como transparente, tanto autoritario y dictatorial, como democrático; no obstante, estas reflexiones sobre el ocultamiento del poder nos parecen un aporte fundamental a los estudios sobre el secreto. Bobbio cita sus textos La democrazia e il potere invisibile (1980) y su prefacio a La strage. L'atto di accusa dei giudice di Bologna (18) . También cita el trabajo de M. Brutti, "Democracia y poder invisible" (19) y el ensayo "Democracia y secreto" (20) . Menciona además los trabajos de Elías Canetti sobre el secreto en tanto esencia del poder, tema especialmente tratado en el ensayo Masa y Poder . Canetti dice: "El detentor del poder conoce las intenciones de otros, pero no quiere que se conozcan las suyas. Debe ser sumamente reservado: nadie puede saber lo que piensa, lo que se propone." (21) Max Weber tocó tangencialmente el tema del secreto, especialmente cuando analizó el papel de las burocracias en sus conceptos de "sociología de la dominación" y "sociología del Estado". A Weber le llamó la atención el incremento de poder que lograban las burocracias mediante la utilización del "secreto del cargo" (también llamado, en sentido más amplio, "secreto profesional"). Ese secreto no sólo era la manifestación de un saber específico sino el aprovechamiento de su uso exclusivo y una forma de escapar a los controles y a la crítica externa. Dice textualmente: "Toda burocracia procura incrementar esta superioridad del saber profesional por medio del secreto de sus conocimientos e intenciones. El gobierno burocrático es, por su misma tendencia, un gobierno que excluye la publicidad. La burocracia oculta en la medida de lo posible su saber y su actividad frente a la crítica" (22) Y refiriéndose a la dominación también sostiene: "Toda dominación que pretenda la continuidad es hasta cierto punto una dominación secreta " (23) Weber, en su análisis de la "sociología del Estado", habla de los escalones superiores de la burocracia, la diplomacia, la organización militar y religiosa, del poder del mercado, el empresariado y los monopolios, y de los usos que esos altos estamentos hacen del secreto para escapar a la exposición pública y, en consecuencia, a los posibles controles. Así dice: "La mayor fuerza del funcionarismo consiste en la conversión, a través del 'secreto profesional', del saber relativo al servicio en un saber secreto , o sea, en un medio, en última instancia, para asegurar a la administración contra los controles" (24) No obstante estos señalamientos, Weber no desarrolló las posibilidades que el concepto de secreto encerraba para la teoría, la investigación empírica y, especialmente, para los estudios sobre el poder y la dominación. Estos aportes yacen perdidos en solitarios puntos de su obra. El secreto, en muchas oportunidades, ha encubierto la violación de los derechos humanos. Los usos de la violencia, las vejaciones y las prácticas del exterminio contra distintos sectores sociales se han beneficiado de la clandestinidad. Los Estados, especialmente cuando han sido ocupados por quienes manejan las tecnologías de la violencia (militares, ejércitos irregulares, guerrilleros y grupos de otras procedencias), han desarrollado, en distintos lugares y momentos históricos, acciones autoritarias, totalitarias y dictatoriales sobre la población; a veces, desgraciadamente, con importantes consensos. Y han utilizado diversas formas de coerción violenta amparándose en el secreto; en muchos casos, en el llamado "secreto de Estado". Es decir, han pretendido legitimar todo tipo de extralimitaciones aduciendo la defensa del orden, la seguridad del Estado y la Nación. No hay duda de que estas acciones estuvieron sustentadas en "imaginarios sociales" que ejercían la justificación e, incluso, la reivindicación y la apología de estos actos violentos y represivos. En situaciones de agudos conflictos sociales y ante posibles amenazas de poderes subversivos, las fuerzas armadas de diversos países fueron protagonistas de numerosas intervenciones políticas desde el Estado. En algunos casos prevalecieron la ambición personal o caudillesca y la ambición de poder. En otros, la sensación de que se estaba ante el abismo y que sólo quedaba como último recurso acudir a la única institución con poder propio y con galardones suficientes ganados en el pasado. Por las razones que fueran, el poder militar-estatal pudo comandar las decisiones políticas y obtener una victoria militar. En estos emprendimientos se hizo uso y abuso del secreto como instancia protectora y eficiente. Pero, además de la victoria, y acompañándola, se rompieron todas las barreras de la convivencia humana y de sus respectivos derechos. Se recurrió a la amenaza, la prepotencia, el miedo, la violencia y la muerte, en gran medida bajo la cobertura del secreto. Es como si éste alimentara un imaginario con valores salvacionistas y de demonización del adversario/enemigo, y gozara de absoluta soberbia e impunidad. En estos casos que estamos refiriendo, el Estado secreto se transformó en una máquina criminal de secuestros, vejaciones y exterminio, que funcionó en la más amenazadora clandestinidad. Y todavía, pese a las investigaciones y el tiempo transcurrido, una atmósfera de secreto encubre gran parte de estos episodios y del destino dado a muertos y desaparecidos. Los responsables de tales hechos parecen no sentir culpabilidad ni remordimientos. Antes bien, se sienten perseguidos por la sombra secreta de los vencidos y se creen víctimas expiatorias, mártires lacerados, de una revancha poco menos que diabólica. Es indudable que el secreto acompañó a estas historias abominables y que mostró su peor rostro.
Comunicación y secreto
La comunicación y la información aparecen como las instancias predilectas de la exposición y de la luz. Los discursos comunicativos e informativos constituyen, aparentemente, el desideratum de lo que se muestra, de lo que se pone a la vista de todo el mundo o, al menos, de los capaces de "leer" lo que se dice. Los análisis del discurso utilizan procedimientos que permiten develar una serie de ocultamientos, pero siempre a partir del corpus con que se cuenta. Esto es, sin duda, un paso importante para avanzar en el desenmascaramiento de intenciones, objetivos e, inclusive, deseos inconscientes inmersos en los discursos. Empero estos análisis son esclavos del material que poseen: no pueden trabajar sin él y están constreñidos a des-armar y construir sólo a partir de sus despojos. Como ya se dijo, es muy importante, pero insuficiente. Pues el secreto no está escondido solamente en el corpus sino debajo de él y, además, en otros lugares y en corpus secretos. De acuerdo con lo dicho, se pueden establecer niveles de comunicación-información en relación con el secreto. Estos son:
• comunicación-información explícita . Este nivel comprende las subcategorías de: masivas / selectivas / segmentadas.
• comunicación-información secreta . Puede abarcar círculos de: restricción/exclusión.
Aquí establecemos una primera hipótesis que sostiene: toda la comunicación- información constituye un continuo cuyos extremos son "explícita" y "secreta". Esta hipótesis relativiza la potencia explicativa de los corpus y de los análisis discursivos, y especialmente, la claridad y la distinción de las relaciones de comunicación. Una segunda hipótesis se deriva de la anterior: es la que afirma que toda comunicación-información funciona en y sobre circuitos entremezclados y subterráneos de secretos. Habermas, por ejemplo, ignoró el valor del secreto y la clandestinidad. Pese a que analizó complejas instancias de la comunicación, hizo de su teoría una especie de apología de la exposición, ya sea libre o dominada, científica o alienada. En su Teoría de la acción comunicativa (25) establece una diferenciación entre las concepciones que sostienen que la sociedad es un sistema y/o un mundo de vida, y trata de superarlas. La teoría crítica que desarrolla intenta incorporar ambas concepciones y darles un nuevo giro hacia su propuesta. La acción comunicativa se diferencia, según sus observaciones, de las acciones instrumentales y estratégicas porque mantienen la razón orientada al entendimiento, al acuerdo intersubjetivamente válido y a la comunicación libre de dominación. Así expone: "Un acuerdo alcanzado comunicativamente tiene que tener una base racional; es decir, no puede venir impuesto por ninguna de las partes, ya sea instrumentalmente, merced a una intervención directa en la situación de la acción, ya sea estratégicamente, por medio de un influjo calculado sobre las decisiones de un oponente" (26) Habermas critica la muerte del sujeto trascendental y racional en manos del sistema social de Luhmann (27) y del magma existencial de los "mundos de vida" del último Husserl, así como de los enfoques de Schutz (28) y de Berger y Luckmann (29) . Y realiza una simbiosis interesante entre ambos paradigmas, en versión crítica, tal como se desprende de la tradición de Francfort. En la acción comunicativa deben actuar el sujeto, la razón y la competencia intercomunicativa. Así dice: "(...) no interesa tanto el contenido de un consenso como las condiciones formales de la obtención de ese consenso" (30) Todo esto lleva al filósofo francortiano a desarrollar una teoría social que pretende rescatar las posibilidades de la "modernidad", para darle forma a su proyecto inacabado. Lamentablemente, no hemos encontrado nada, en sus trabajos, relacionado con las acciones secretas y clandestinas y con la incorporación del secreto a las prácticas discursivas. Dice Van Dijk (31) que uno de los más fascinantes avances en los estudios sobre el discurso, es el análisis crítico y sociopolítico de los textos y del habla. Sin embargo, uno se pregunta qué pasa con los textos secretos, con los textos cifrados y con el habla oculta. Y qué sucede con los obstáculos, estratagemas y celadas elaboradas para que todo esto siga así, oculto y secreto. Además, uno querría saber cuáles pueden ser los mecanismos metodológicos y teóricos que posibilitan aproximaciones a esos entretelones y telones de fondo, y a lo que se encuentra "detrás". En una misma línea interpretativa, dice Irene Vasilachis: "(...) el lenguaje es, a la vez, un recurso y una creación, una forma de producción pero, también, una forma de reproducción social. Asimismo, entendemos que el contexto -comunicativo y social- en el que el habla se produce, determina el significado y alcance de las emisiones, la producción de éstas y el contenido de las interpretaciones" (32) Sucede que ese contexto, comunicativo y social, y esa producción textual o hablada, creativa y reproductiva, se apoyan en tramas densas y secretas, difíciles o imposibles de conocer; o al menos, de registrar. Productos lingüísticos y contextos sociocomunicativos son, muchas veces, las coberturas manipuladas de sordas y complicadas luchas, negociaciones y acuerdos subterráneos. En realidad, en muchos casos deberían funcionar como indicadores cifrados de lo que realmente ocurre, acompañando los análisis profundos de los acontecimientos, de los impactos y de los resultados, previstos e imprevistos, de los procesos sociales. Luego, toda información-comunicación está mostrando y al mismo tiempo está desviando y ocultando lo que se podría saber. Las teorías de la comunicación deberían atender más a los mecanismos de manipulación que subyacen en todo proceso comunicativo social. Los políticos, los medios de comunicación de masas y todos los medios comunicativos comparten, en mayor o menor medida, esta situación compleja y paradójica. Es decir, se comunica, se tergiversa, se dosifica, se manipula y se oculta en todas y cada una de las actividades de las redes y los recipientes de información.
Conclusión
Este trabajo se inscribe en el desarrollo de una futura sociología o sociopolítica del secreto y del poder. Hemos visto hasta aquí sólo algunas facetas de este impresionante fenómeno de ocultamiento general. El secreto está en todos lados y forma parte indispensable de la vida de las personas y de las comunidades. En ciertos lugares, tiempos y desarrollos, el secreto parece cobrar nuevas fuerzas y tratar de ocupar mayores espacios sociales, estatales y personales. Aparece bajo formas que van desde el murmullo más recóndito hasta los mensajes más crípticos y las más sofisticadas tecnologías. Pero siempre se constituye en un movimiento paradojal que oculta su propio ocultamiento. Así, realiza el secreto del secreto y el poder del secreto. En las disciplinas sociales no encontramos nada que se refiera a esto o, en el mejor de los casos, aparecen breves disgresiones alusivas. Es un tanto inexplicable dada su extraordinaria importancia, pese a los mismos esfuerzos de la vida secreta para permanecer en la sombra. Es como si el secreto representara un valor inconfesable, indigno de figurar en los discursos de la cotidianeidad y en los de la ciencia. Y como si estuviera relegado a los indagadores marginales de pústulas nada recomendables. Es hora de levantar el velo que opaca el segundo velo; y de investigar el enorme, diverso y prolífico campo del secreto. Para saber; para mostrar, desenmascarar, controlar; y para lograr, incluso, una calidad de vida más libre y transparente.
Notas
1. Derrida, J. Deconstrucción y pragmatismo , Paidós, Buenos Aires, 1998, pp. 151-169.
2. Borges, J. L. Ficciones , en Obras Completas , Emece, Buenos Aires, 1997, p. 523.
3 . Murena, H.A. El nombre secreto , Monte Ávila Editores, Caracas, 1969.
4. Idem.
5. Bianchi Villelli, H; A, Georgieff. El secreto ¿escisión o integración? , Rev. de Psic., T. XXXVII,
6 . Martinez Filomeno, A. Freud y Ginzburg, método indiciario y diversidad de interpretaciones , Tesis de Maestría, Universidad Nacional de La Matanza , 2004.
7. Donn, J. Freud y Jüng los años de amistad los años perdidos , J. Vergara edit., Buenos Aires, 1990, p. 210.
8. Freud, S; K, Abraham. Correspondencia , Gedisa, Barcelona, 1979, p. 209.
9. Donn, J. Freud y Jüng ....Op. cit. , p. 100.
10. Freud, S.; K, Abraham. Op. cit. pp. 212/213.
11. Freud, S; S. Ferenczi. Correspondencia completa , Síntesis, Madrid, 2001, p. 123.
12. Donn, J. Freud y Jüng ... Op. cit., p. 210.
13. Foucault, M., Historia de la sexualidad, vol. I, Madrid, Siglo XXI, 1996, p.105.
14. Ibidem .
15. Idem , p. 99-111.
16. Bobbio, N. Democracia y sistema internacional , en Revista de Filosofía Política , n° 4, Madrid, nov. 1994, p. 20.
17. Idem , pp. 20-21.
18. Bobbio, N., La strage ..., Editori Reuniti, Roma, 1986, pp. IX-XX.
19. Brutti, M., Democracia ..., en Rinascita , XLII, n° 33, 7 de sept. de 1985.
20. Brutti, M. Democracia y secreto , en El tratado secreto , Actas del Convenio de Estudios, Sassari y Alghero (24-26 de marzo de 1988), Dir.: Paolo Fuis, Padua, Cedam, 1990, pp. 16-31.
21. Canetti, E., Massa e potere , Adelphim, Milán, 1981, p. 353.
22. Weber, M., Economía y Sociedad, F.C.E., Milán, 1980, p. 744.
23. Idem , p. 704.
24. Idem , p. 1.000.
25. Habermas, J., Teoría de la acción comunicativa , Taurus, Madrid, 1988, 4 vols.
26. Idem , p. 368, vol. I.
27. Luhmann, N., Sociedad y sistema: ambición de la teoría, Paidós, Barcelona.
28. Schutz, A., El problema de la realidad social, Amorrortu, Buenos Aires.
29. Berger P. Y Luckmann, T., La construcción social de la realidad , Amorrortu, Buenos Aires, 1995.
30. Habermas, J., La lógica de las ciencias sociales, Tecnos, Madrid, 1990, p. 454.
31. Van Dijk, T. A., Estructuras y funciones del discurso , Siglo XXI, México, 1991.
32. Vasilachis, I., Discurso político y prensa escrita , Gedisa, Barcelona, 1997, p. 214.
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