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jueves, 11 de diciembre de 2008

El Don Juan de Kierkergaard

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por Ricardo Macias Cardoso
Estudiante de posgrado de la Universidad de París 1 (Panthéon – Sorbonne)


Dios creó al hombre y, no encontrándolo lo suficientemente solo,le dio una compañera para hacerle sentir mejor su soledad. 1

PAUL VALÉRY

La vasta mayoría de las escuelas interpretativas tienden a afirmar al Don Juan como un caballero de la pura vida instintiva, vertebrado en su totalidad por el deseo e incapaz de guiarse por argumento alguno de la razón. Se afirma que el erotismo donjuanino consiste en el engaño, la burla, la suscripción inmediata, en suma, la carnalidad como ejecución misma de la vida. En torno al modelo de vida del Don Juan escribe José Zorrilla:

Aquí está Don Juan Tenorio,y no hay hombre para él.Desde la princesa altivaa la que pesca en ruin barca,no hay hembra a quien no suscriba;y a cualquier empresa abarcasi en oro o valor estriba.Búsquenle los reñidores;cérquenle los jugadores;quien se precie, que le ataje;y a ver si hay alguien que le aventajeen juego, en lid o en amores. 2

Efectivamente la figura mítica del Don Juan encarna una modalidad sensual, pero como veremos más adelante, el pensamiento de Søren Kierkegaard propone una revaloración radical del arquetipo clásico donjuanino a través del Diario del seductor [DS]. El objetivo de este ensayo es realizar una interpretación de la concepción kierkegaardiana de la seducción a través del personaje de Juan el seductor. Mi creencia inicial es que una exégesis de la revaloración que hace Kierkegaard 3 de la figura mítica del Don Juan mediante el DS puede generar una poderosa clave interpretativa que permita realizar un acercamiento original al concepto de ‘estética' en el pensador danés. La interpretación aquí planteada persigue defender a la seducción como un arquetipo anómalo de racionalidad y como un modelo nihilista de construcción estética, en oposición a los modelos canónicos de interpretación que lo sostienen como una forma de vida sostenida totalmente en el delirio y la inmediatez.

La seducción como abstracción

Existe una idea que puede servir como base de nuestra hipótesis: la seducción es una representación de sentido. El o la seductora intenta delinear y formar un perímetro de sentido al interior de la conciencia de la persona seducida: el ejercicio seductor consistiría en apropiarse y tejer lentamente una imagen al interior del otro, hasta confundir las voces y construir un universo ficticio donde realidad e imagen formen ya un uno indistinguible.
La propuesta señalada tiene como origen dos ángulos de visión: la construcción seductora de la imagen y el rol que ella juega al interior de la seducida.
Desde el ángulo de Juan el seductor, su erótica es como la cata del vino, pues requiere tiento, intensidad y abundancia: “Conocer profundamente la psicología de Cordelia antes de iniciar mis ataques… Mantenerse al acecho, muy quieto y oculto, lo mismo que el soldado que en la avanzadilla, pecho tierra, escucha los más tenues movimientos de la aproximación enemiga… Percatarse que en el alma de Cordelia se va desarrollando con fuerza una especie de concupiscencia espiritual cuyo único objeto soy yo mismo.” 4 Todo este movimiento lo sintetiza el filósofo Karl Jaspers de la siguiente manera:
La técnica de causar sensación mediante el retiro, la intensidad en el círculo próximo, la escasa comunicación, la acentuación de lo singular –despertar la atención general no apareciendo precisamente de forma intencionada—, látigo y caramelo como medio para cautivar. 5
Este párrafo de Jaspers nos puede dar una clave del porqué, contrariamente a lo que ha sostenido la exégesis mediante la creación de la díada entre “estética” e “inmediatez” 6, la erótica de la seducción se revela como un ejercicio mediato. El seductor siempre actúa conforme a un plan interior. No se trata de un esquema efímero donde se persiga la hermosura o el placer carnal, sino de una elaboración minuciosa del concepto. “Nada de impaciencia, nada de voracidad, todo ha de gozare tirando y atrayendo lentamente.” 7 La seducción sólo puede concebirse como un ejercicio que se incuba lentamente en el pensamiento subjetivo y aspira a construir una representación: “como un pintor que se aleja del lienzo para establecer una perspectiva, o un escultor que evalúa las proporciones de su estatua desde lejos, Juan el seductor realiza cada movimiento gustosa y cuidadosamente; todo es hecho con premeditación.” 8
Los dos temas, el volver al gozo una arquitectónica, y su carácter de empatar la realidad con la imagen podrían apoyar nuestra idea: la erótica de la seducción tiene en apariencia un télos sensual, pero se revela como un ejercicio radicalmente contemplativo en su interior:
Los verdaderos placeres del amor sólo se gozan cuando se ha logrado llevar a una muchacha hasta esa situación en que no conozca otra tarea para su libertad que la de entregarse, poniendo toda su felicidad en ello y casi suplicándonos, como un mendigo una limosna, que aceptemos su don íntegro y, sin embargo, libre.9
¿Cuáles son las causas de que Juan sea esta razón seductora que cautiva a sus presas al camino de los infiernos? Es Kierkegaard mismo quien nos indica el claro a dónde dirigirnos: se trata ante todo de la construcción de una obra de arte. 10 En efecto, Juan el seductor considera a su erótica como una suerte de propuesta estética, cuyos elementos expresivos son los existentialia (obsesión, desgarramiento, desesperación…) de la seducida. La seducción es acaso la única obra de arte que consiste en la antropomorfización de la imagen: Juan es el creador de un ballet donde Cordelia es la prima e unica ballerina . Esta es la tensión permanente de la poética seductora, la de la “realidad” y el imaginario inducido, la cual no debe paralizarse al seducir; por el contrario, su representación es tan radical que la erótica seductora debe estar consciente en todo momento de ella; por eso es labor del seductor ser una sombra omnipresente al interior de la conciencia de la seducida y asfixiar todos sus resquicios hasta alcanzar la aniquilación del otro yo.
Tal como señala José Luis Cañas, Juan el seductor “se mueve en el nivel de realidad infracreador propio de la manipulación y la reducción de las personas como si fuesen objetos, igual que Meursault en El Extranjero , o Roquentin en La Náusea sartreana .” 11 El modelo que nos muestra la razón seductora representaría, en su mayor radicalidad, esta tensión entre la reflexión estética y el desgarramiento amoroso. Avanza construyéndose paralelamente como un ejercicio de enajenación y como un arte existencial . La seducción juanina se revela, pues, con un rostro bipartito: se trata de una erótica , pues su teleología incluye la desgarradura amorosa, pero es ante todo una poética , en tanto que busca hacer de la propia vida una obra de arte.12 De ahí que Juan el seductor constituya el mejor arquetipo del “estadio estético” kierkegaardiano.

La seducción como laberinto y como vacío

La exigencia verbal donjuanina por el “vivir poéticamente” debe ser leída como poiesis en el sentido expuesto por el arte dramático. Esto es, la obra de arte debe ser entendida como ascesis existencial y contemplación estética: la seducción no puede perseguir una forma conclusa o postular una arquitectónica conceptual, pues su quehacer no es otro que dilatar el arte en la existencia.
Paralelamente, el donjuanismo solo puede concebirse como una negación del instinto, donde la razón –bajo la premisa de servir a una construcción estética- es elevada al rango de absoluto. Juan el seductor nunca puede conseguir “dejar de pensar; conseguir ser por apenas un instante besar sin ser más que su propio beso”. 13 En la erótica donjuanina el sentio sólo se consigue a partir del cogito. Nada escapa al desideratum de la razón seductora y es allí donde encontrará su pathos, pues el ejercicio de la seducción tiene como desenlace el vértigo interior.
Efectivamente, Juan el seductor no tolera el agotamiento espiritual de la otra, tan pronto la omnipresente razón seductora encuentra de poco valor a su seducida decide abandonarla a su suerte. El donjuanismo kierkegaardiano se nos revela como un espiral alimítrofe que se recicla infinitamente tras el agotamiento de “cada Cordelia”:
Ahora, empero, todo se acabó. No deseo volver a verla nunca más. Cuando una muchacha se ha entregado por completo, se queda débil y desguarnecida, lo ha perdido ya todo. 14
Y en otra parte:
Amar a una sola es muy poca; amarlas a todas denota superficialidad, pero conocerse a sí mismo y amar a tantas como se pueda, concentrando en el alma las fuerzas infinitas del amor y dando a cada muchacha su parte alícuota, mientras la conciencia abarca la totalidad… ¡he ahí el placer y la vida! 15
La erótica seductora contempla a las mujeres como infinitas posibilidades de “construcción estética”, que, como hemos visto, constituye un modo de exaltación psicológica que aniquila el yo de la seducida. La desolación, las lágrimas, la desesperación: los terrores de Cordelia son la catarsis de Juan el seductor. En la maldad también hay belleza.
El extravío espiritual de la erótica de la seducción consistiría en esta suerte de “estética de la culpa”, de la construcción meditada del engaño y la máscara. En este sentido, Unamuno señala que la seducción responde a una profunda necesidad interior: “Tengo para mí que nuestros Don Juanes, siguiendo al inmortal Don Juan Tenorio, se dedican a cazar doncellas para matar el tiempo y llenar un vacío de espíritu.” 16 En el caso de Juan el seductor, las doncellas se suceden una tras de otra indefinidamente; todo es un intento de recrear el propio vacío espiritual de manera alícuota en tantas doncellas como se pueda.

El donjuanismo kierkegaardiano nos revela, pues, una doctrina a la par generosa y nihilista. Los dos conceptos, la generosidad y el nihilismo, que el canon tiende a categorizar como mutuos antípodas, encuentran su expresión sintética y paradójica al interior del Diario del seductor . La reproducción ad infinitum del vacío, lo oculto, lo indeterminado: esta es la exquisita riqueza que nos ofrece la poética donjuanina. La ruina es un desierto fecundo.
En fin, la erótica de la seducción se muestra entonces como una repetición sin sentido producto del propio extravío interior. Y como nos recuerda esta bella cita de Anaïs Nin, la repetición es lo que representa la identidad misma de los laberintos:
El sueño estaba compuesto como una torre formada por capas sin fin que se alzaran y se perdieran en el infinito, o bajaran en círculos perdiéndose en las entrañas de la tierra. Cuando me arrastró en sus ondas la espiral comenzó, y esa espiral era un laberinto. No había ni techo ni fondo, ni paredes ni regreso. Pero había temas que se repetían con exactitud. 17
Al participar de la “vida estética” y hacer de la conquista una espiral infinita a la manera descrita por Anaïs Nin, se revela ante nosotros el siguiente anatema: no puede existir una posible “salida” o “cura” al interior de la erótica donjuanina, pues la producción de doncellas –y por tanto de laberintos- es infinita. Acaso Cordelia -la plenitud de la encarnación del laberinto- no es sino un pálido reflejo de la subjetividad del Don Juan kierkegaardiano, donde creo mejor se muestra la dialéctica entre belleza y vacío que es la seducción:

Él obstruyó sus oídos,
Y cerró sus labios
Para luego arrojarse con la bella
A los abismos del océano18


Notas


1 VALÉRY, Paul, Tel Quel, Paris, Gallimard, 1996, p. 221.
2 ZORRLLA, Juan (2000), Don Juan Tenorio. México: Grupo Editorial Tomo, pp. 32 -33.
3 Buscar penetrar en el maremagnum de pseuodonimia que compone a la obra kierkegaardiana implica dos posibles modos de aproximación a la producción intelectual del pensador danés: se puede considerar a cada "autor" (Climacus, Afham, etc.) como una plumilla propia, sin ninguna relación directa con el resto de los pseudónimos; o bien, postular que cada pseudónimo es un estadio en el desarrollo intelectual del mismo Kierkegaard, y que todos y cada uno forman parte de un ensemble de voces en el pensamiento del jorobado de Copenhague. En mi lectura (compartida por algunos críticos) siempre he preferido esta segunda opción, contraria incluso a la voluntad del propio Kierkegaard (Véase KIERKEGAARD, Søren (1949) Post-scriptum aux miettes philosophiques. Traducción del danés al francés de Paul Petit, París: Gallimard, pp. 523 – 524.) Los pseudónimos representan, desde mi perspectiva, no un mero ejercicio literario como lo plantea el autor, sino que son muestra fehaciente de la tensión interna y la personalidad proteica del propio Kierkegaard.
4 KIERKEGAARD, Søren (1976) Diario del seductor. Traducción de D. G. Rivero, Madrid: Guadarrama, pp. 220, 241 y 328.
5 JASPERS, Karl (1990) Notas sobre Heidegger. Madrid: Mondadori, p. 28. La traducción no es hecha pública por el editor.
6Me refiero aquí a la tesis de Theodor W. Adorno, quién sostiene que la estética de Kierkergaard pasa a ser una "actitud estética" [pues] para él, existencia estética se da solamente en lo inmediato puro". Véase ADORNO, Theodor W. (1969) Kierkegaard: La construcción de una estética. Traducción de J. Vernengo, Caracas: Monte Avila, p. 34.
7 DS, p. 200.
8 DURAN, Jane (1985) "Kierkegaard’s Christian Reflectivity:itsPrecursorsintheAestheticofEither/or".International Journal for Philosophy of Religion, 17: p. 135. Salvo indicación en contrario, la traducción de ésta y otras citas en lenguas extranjeras es mi responsabilidad.
9 DS, p. 238.
10 Véase especialmente la comparación que hace Kierkegaard entre el Don Juan reflexivoyelDonJuanmusicalen(1996)"Los estadio eróticos inmediatos o el erotismo musical". En Estudios estéticos I: Diapsálmata. El erotismo musical. Traducción de D. G. Rivero, Málaga: Ágora, pp. 93 – 227.
11 CAÑAS, José Luis (2003) Søren Kierkegaard. Entre la inmediatez y la relación: los dos "estadios" de la vida. Madrid: Trotta, p.63.
12 En el prefacio al DS, Kierkegaard describe de la siguiente manera la psicología interna de Juan el seductor: "dotado de un talento altamente desarrollado para descubrir qué es interesante en la vida, había sabido cómo encontrarlo, y habiéndolo encontrado, supo reproducir poéticamente su experiencia… el matiz poético era el más que siempre trajo consigo. Este más era la poesía que disfrutaba en la situación poética de la vida; y que volvió a separar bajo la forma de la reflexiónpoética."
13 CORTAZAR, Julio (1963) Rayuela. Madrid: Catedra, p. 589. Me valgo de la cita para mostrar como en el personaje Pola –de quien habla la sentencia arriba mencionada- acontece la inmediatez en su mayor radicalidad, exactamente a la inversa de Juan el Seductor.
14 DS, p. 392.
15 DS, p. 267.
16 UNAMUNO de, Miguel (1968) Sobre Don Juan Tenorio, en Obras Completas (tomo III). Madrid: Escelicer, p. 331. El subrayado es mío.
17 Apud. Cortazar, op. cit., p. 648.
18 KIERKEGAARD, Søren (2003) Correspondance. Traducción al francés y comentario de Anne-Christine Habbard, París: Éditions des Syrtes, p. 106.
Agradezco las valiosas observaciones de los árbitros de la Revista Digital Universitaria y de Edgar Morales, las cuales me permitieron mejorar sustancialmente el texto aquí presentado.


Bibliografia


ADORNO, Theodor W., Kierkegaard: La construcción de una estética. Traducción de J. Vernengo, Caracas, Monte Ávila, 1969.
CAÑAS, José Luis, Søren Kierkegaard. Entre la inmediatez y la relación: los dos “estadios” de la vida. Madrid, Trotta, 2003.
CORTAZAR, Julio, Rayuela. Madrid, Catedra, 1963.
DURAN, Jane, “Kierkegaard's Christian Reflectivity: its Precursors in the Aesthetic of Eitherior”. En: International Journal for Philosophy of Religion, 17, 1985.
JASPERS, Karl, Notas sobre Heidegger, Mondadori, Madrid, 1900.
KIERKEGAARD, Søren, Correspondance. Traducción al francés y comentario de Anne-Christine Habbard, París, Éditions des Syrtes, 2003.
_______________ Diario del seductor. Traducción de D. G. Rivero, Madrid, Guadarrama, 1976.
_______________ “Los estadios eróticos inmediatos o el erotismo musical”. En: Estudios estéticos I: Diaps á lmata. El erotismo musical. Traducción de D. G. Rivero, Málaga, Ágora, 1996.
UNAMUNO, Miguel de, "Sobre Don Juan Tenorio". En: Obras Completas (tomo III), Madrid, Escelicer, 1968.
VALERY, Paul,Tel Quel, París, Gallimard, 1996.
ZORRILLA, Juan, Don Juan Tenorio. México, Grupo Editorial Tomo, 2000.



MACIAS CARDOSO, Ricardo “ El don Juan de Kirkegaard”. Revista Digital Universitaria [en línea]. 10 de mayo 2006, Vol. 7, No. 5. [Consultada: 11 de mayo de 2006]. Disponible en Internet:http://www.revista.unam.mx/vol.7/num5/art39/art39-2.htm




1 comentarios:

Anónimo dijo...

Con que poco uno aprende a apreciar lo que tiene. Muy buena la selecciòn de temas... sin desperdicio