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sábado, 28 de febrero de 2009

Saber más... ¿para qué?

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por Cristian Alvarez Arocha*



¿Qué pensar después de estos estudios, de la acumulación de tantos conocimientos en tantas áreas distintas? ¿No es posible que a veces podamos caer en la mitificación del saber por el saber mismo? Aquella tentación fáustica que trueca la ciencia y toda disciplina de medio en fin, y que conduce inercialmente al estudio, la erudición, hacia una vía sin salida, que vuelve al saber algo estéril, incapaz de engendrar vida. No me refiero a la aplicación práctica de conocimientos, a la técnica que persigue la válida utilidad e instrumentalidad de la ciencia. Ella también participa en la misma situación. Pienso en algo más íntimo que atañe a cada ser humano. El estudio que sólo busca saber más, sin que ello redunde necesariamente en un crecimiento del ser; el "coleccionar" saberes y títulos prestigiosos, ¿no fue una de las causas que provocó la correría de Fausto con Mefistófeles, una sed que nunca se satisfacía? Es posible que este planteamiento sólo persiga advertir este peligro de vanidad del saber e intente recuperar una actitud vital más equilibrada. Creo en el estudio, en el conocimiento adquirido, como un modo, un medio, que permita, más que saber por el hecho de saber, conocer más profundamente, aprender a vivir en el mundo, comprendiendo nuestro medio y presenciar, disfrutar y en algunas ocasiones modificar las relaciones que lo integran. Repito: estudiar para saber vivir en el mundo aún con mayor plenitud.
Quizás porque no vea ni acepte al hombre escindido no pueda dejar de señalar tan importante hecho que deja estrechamente vinculados estudio y vida. Sin embargo, esta posición que atiende más al ser del hombre y a la serenidad del alma, propone, sin duda, un planteamiento opuesto a los valores que gobiernan la sociedad de nuestra época: poseer, dominar, preferencias de intercambio utilitario y material a los cuales el conocimiento, las disciplinas humanísticas, científicas y técnicas se ven obligados a servir. La esencia interna del hombre se ve así preterida, olvidada por ese como "tráfico de necesidades urgentes" que el medio impone y hasta llega a coaccionar. Poder y poseer. Saber para acceder al juego que rige ambos factores es lo que se nos invita o sugiere a seguir. Mas pensar durante este acto en la dimensión del estudio avanzado y especializado como medio para ser y vivir más plenamente y también en algún caso para alterar aunque sea sólo un poco el medio que nos circunda, es sencillamente recordar recobrar un ideal que desea encaminar al hombre hacia una felicidad interior y una armonía con el Universo y los demás seres. Ideal que se convierte en utopía en este mundo, pero que siempre sentimos necesidad de tornar a él. El tenerlo presente, cuando se impregna el estudio y nuestro nuevo título de postgrado de aquella actitud vital, acaso puede irradiar una cierta esperanza, la más íntima y auténtica y no la que pretenden inspirar los mesiánicos líderes políticos; una esperanza que reside en el ser cuando trata de hallar su equilibrio.


*Fragmento del discurso pronunciado en representación de los graduados, en el acto de graduación del 22 de julio de 1988, donde recibió el Magister en Literatura Latinoamericana. Actualmente es miembro del Dpto. de Lengua y Literatura


Universalia nº 3 Ene-Abr 1991
Universidad Simón Bolívar. Decanato de Estudios Generales


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

En una oportunidad, en mi adolescencia, me encontraba hojeando los volúmenes de la entonces famosa "Geografía Universal", un olor desagradable de origen ignoto invade el ambiente, razón por la cual mi padre me pregunta si estaba con el fascículo de Dinamarca. Fue a partir de ese episodio y gracias a ese "saber más" de mi padre que supe quién era Shakespeare y en consecuencia el universal Hamlet. Gus. G.

Anónimo dijo...

Hay que saber por curiosidad, no tiene que ser una obligación... El saber nos permite ver desde distintos lugares por lo tanto es reflexión.