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domingo, 21 de octubre de 2007

“¿Qué es un hombre para una mujer?”

“¿Qué es un hombre para una mujer?”

Autores: Miriam Britez - Graciela Etchegoyen - Marta Fargiano Libia Nijamkin - Patricia I. Torres.

La temática de trabajo para este año surgió a partir de interrogarnos acerca de cuestiones tales, como erotismo y vida amorosa, y desde allí partimos preguntándonos: ¿Cuál es el lugar de la mujer? ¿Mejor estar sola que mal acompañada? ¿Qué quiere una mujer? ¿Gozan de lo mismo el hombre y la mujer? Con estos interrogantes comenzamos nuestro camino, en parte damos cuenta de ellos, en parte quedan abiertos para seguirlos pensando.

Freud considera que fundamentalmente el hombre es un padre para una mujer, y sobre todo el padre del amor. O peor, puede ser una madre, con los reproches al hombre que esto puede acarrear. Y si es un padre o una madre hace de la mujer misma un niño quedando acoplada toda su vida al super yo. Freud cree que lo mejor que puede pasar es que un hombre para una mujer sea un niño, si lo es, como dice Colette Soler, traerá la paz pero seguramente no la pasión.

¿Qué es una mujer para un hombre? Una mujer para un hombre es el falo, o un objeto o el síntoma (Lacan), para Freud una mujer es una madre o una puta, lo que quiere decir que satisface no al amor sino al goce simplemente.

Las niñas están prometidas en el lugar del objeto, lugar señalado por el discurso, que está condicionado por la falta fálica. Una niña puede convertirse en mujer, sólo que no parte de tener una respuesta de cómo serlo. Deberá recorrer un camino sinuoso con obstáculos, con inconvenientes: es necesario que la niña cambie de zona erógena, de objeto, que cambie de meta pulsional, que pase de las pulsiones activas a las pulsiones pasivas para finalmente, situarse como objeto.

Freud se pregunta cómo un sujeto puede querer asumir este lugar de objeto ¿cómo un sujeto puede venir a subjetivar un rol que el discurso mismo no presenta como aquel que tiene el máximo valor? De allí el acento freudiano sobre el dolor irreparable de la privación, a la cual la niña debe enfrentarse.

La condición de la transmisión de la femineidad es castrarse de madre a hija, hacerse objeto de deshecho, borrarse como cosa que completa a la madre, para aceptar el vacío del objeto.

La pregunta acerca del deseo materno es constitutiva de la subjetividad.

Como dice la pensadora rioplatense Gabriela Acher:”Yo soy insatisfecha por parte de madre”. O Marcela Serrano, escritora chilena, en su libro “Nosotras que nos queremos tanto” en una de sus mujeres, Sara, profesional exitosa, madre soltera. Le pregunta a su madre por teléfono: “Nunca te dieron ganas de volver a casarte? Y la madre responde enfáticamente: NOO, M´hijita, todos los hombres son malos y los que no lo son se mueren”

La madre deberá primero tramitar y aceptar su propia castración, para luego introducir en ella a su hija, no haciendo de la misma el objeto a completar su falta. Es un pasaje en la madre, de tener el falo, a ser en su división un sujeto deseante, deseante de un hombre. La madre está condenada al reproche por el lugar que ella tiene en la estructura, ella está en el lugar del Otro de la demanda, de la demanda de amor, aquella que es imposible de satisfacer. Cómo tal va a ser necesariamente decepcionante, la primera decepción viene de ella. Pero también la mujer encuentra en la madre la mirada que constituye el primer espejo. La transmisión de la femineidad es narcisizante.

En el mito de Baubo, mito de la melancolía original de la mujer, Deméter ha perdido a su hija Perséfone arrebatada por Hades, Dios de los Infiernos; en su camino se encuentra con otra mujer Baubo, quien la consuela haciendo el gesto de levantarse las vestiduras para mostrarle su desnudez, le muestra lo que a ella también le falta, la reconforta con lo que no tiene. Baubo con su gesto provoca la risa de Deméter, que significa la salida del duelo por la hija perdida. Este acto hace caer la situación enlutada.

La risa en la estructura caracteriza la posición de la mujer con respecto a la castración de la madre, que no es otra que su propia castración.

El placer del humor surge del ahorro de un gasto de afecto que se descarga en la risa.

La compasión ahorrada es una de las más generosas fuentes de placer humorístico.

Para Freud el humor es un modo de conseguir placer, a pesar de los afectos dolorosos que a ello se opone, y aparece en sustitución de los mismos.

El humor sería entonces, una metáfora del dolor.

¿Cómo se sostiene el narcisismo femenino? En el hombre hay conjunción del goce y la satisfacción narcisista. En cambio, el goce femenino sobrepasa a la mujer, no la identifica. A pesar de los orgasmos seguirá dudando si es una verdadera mujer. Se fuerza por identificarse por el amor de un hombre, lo que espera de un hombre es que la haga valer como deseable, lo que quiere de un hombre es su deseo, ser dicha, ser reconocida, como aquella que causa el deseo de un hombre. El narcisismo femenino es un narcisismo del deseo

Para Lacan la posición femenina va a ser el resultado de una posición inconciente derivada del Complejo de Castración. El goce netamente femenino es un goce que iría más allá de la relación al falo, se trata de un goce no regulado por la castración, Lacan lo llamó goce suplementario, puede ser experimentado pero se torna indecible por situarse más allá del significante fálico. Para él, la mujer es amiga de lo Real.

¿Qué quiere una mujer? La condición femenina la podemos encontrar, no en lo que la representa en el discurso, sino en el lugar que ella puede encontrar en el deseo, como deseo sexual.

Una mujer puede decir, no lo que es como mujer, sino lo que desea: puede decir que lo que le falta es un hombre. Pero a la hora de encontrar una respuesta que designe la relación entre hombre y mujer, como relación de deseo sexual, allí el lenguaje desfallece. No hay respuesta que diga cual es la manera más segura de situarse para encontrar un partenaire con el que la relación de deseo esté garantizada, y que también le pueda inscribir cuál es la satisfacción más conveniente con la satisfacción del otro.

¿Qué quiere una mujer? Se sitúa entre el hacer gozar y ser amada. Se confronta a ser dividida por el goce del partenaire, a ser sobrepasada por su propio goce y a una exigencia de amor imposible de satisfacer.

La mujer al identificarse por el amor de un hombre, adquiere un valor fálico.

Al ubicarse como la “Sra. de”. pierde el apellido y la seguridad del padre, afirmando que es posible gozar más allá de la prohibición por él impuesta.

Una mujer desea lo que no tiene, a partir de aceptar que ella no lo va a tener nunca, reconociendo que es el varón el que lo tiene, y por lo tanto en El está el símbolo de lo que es deseable para ella.

Una mujer también quiere hacer desear, que es hacer hablar.

Ahora…cuando los hombres ven a las mujeres desde la lógica masculina, desde la lógica fálica dicen: el deseo femenino es posesivo, quieren castrarnos, atarnos, tenernos a su servicio, es decir quieren quitarnos, sacarnos hasta la palabra, buscan en nosotros lo que les falta y eso para un hombre neurótico es demasiado, es angustioso, insoportable.

Las mujeres existen una por una, de manera singular sin tener nada en común, no solo con el hombre sino tampoco con otras mujeres.

Los hombres en cambio, en su condición sexual quedan definidos por la referencia al falo, de allí la queja tan frecuente de las mujeres luego de una decepción amorosa:”Todos los hombres son iguales, lo único que quieren es eso”.

El amor no resuelve la contradicción de los goces. El goce en exclusión característico del goce femenino marca este lugar donde la mujer siempre está en soledad, mal acompañada, al respecto Colette Soler nos dice:”La mujer que Lacan nos describe como haciendo todas las concesiones del mundo, es aquella cuya fórmula sería:”mejor mal acompañada que sola”, habiendo comprendido que la no-relación de los sexos quiere decir que se está siempre mal acompañado. ¡¡ATENCION!! No acusen al otro, estamos siempre mal acompañados, incluso cuando estamos acompañados de lo mejor. Nunca se produce la fusión, la unión de los sexos”.


Freud ya había anticipado en 1907, trabajando el tema de la compasión, al humor como vía sustitutiva del dolor, en su texto:”El chiste y su relación con el inconciente” y cita a Mark Twain. Nosotras también, como él, rescatamos del mismo autor, del texto:”El diario de Adán y Eva” el capítulo llamado:”Después de la caída”. Eva nos dice: “Cuando miro hacia el pasado, el jardín me parece un sueño. Era hermoso, encantadoramente hermoso, pero ahora se ha perdido y ya no lo veré más. He perdido el jardín pero lo he encontrado a él, y estoy contenta. Me ama tanto como puede, yo lo amo con toda la fuerza de mi naturaleza apasionada, y pienso que esto es propio de mi edad y de mi sexo. Si me pregunto porque lo amo encuentro que no lo se, y realmente no me importa mucho saberlo; así que supongo que ésta clase de amor no es producto del razonamiento y las estadísticas. Pienso que así debe ser. Amo a ciertos pájaros por su canto, pero no amo a Adán por el suyo., Sin embargo le pido que cante, porque quiero aprender a gustar de todo lo que le interesa. No es por su inteligencia que lo amo, no, no es por eso. No hay que culparlo por su inteligencia tal como es, porque él no la hizo. No es por sus maneras graciosas y consideradas, y por su delicadeza que lo amo. No es por su laboriosidad que lo amo. No, no es eso. Pienso que es algo que lleva consigo, y no se porqué quiere ocultármelo. Es mi única pena. No es por su caballerosidad que lo amo. No, no es eso. Entonces ¿por qué es que lo amo? Simplemente porque es hombre, pienso. Es fuerte y buen mozo, y lo amo por eso, y lo admiro y estoy orgullosa de él, pero podría amarlo sin estas cualidades. Sí, pienso que lo amo simplemente porque es mío y es hombre. Sencillamente llega y no puede explicarse. Soy Eva, sólo soy una chica y la primera que ha analizado ésta cuestión.

BIBLIOGRAFÍA

Freud, S.:”El chiste y su relación con el inconciente” Cap.7 “El humor”
“La femineidad” Conferencia 33.
Lacan, Jacques: Seminario V “Las formaciones del inconciente”
Pommier, Gerard: “El orden sexual.
Soler, Colette: “Las variables del fin de la cura”.
Graves, Robert:”Mitos griegos”.
Twain, Mark:”El diario de Adán y Eva”.
Acher, Gabriela:”Algo sobre mi madre”.
Serrano, Marcela: “Nosotras que nos queremos tanto”.

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