PorAlberto Díaz
Hace 50 años, el descubrimiento del Interferón, una proteína de uso terapéutico, marcaba los orígenes de la biotecnología actual.
En 1957, los virólogos ingleses Alick Isaacs y Jean Lindenmann descubrieron que las células del embrión de pollo infectadas con el virus de la influenza liberaban una sustancia que protegía a las células sanas de este virus. Dado que la sustancia interfería la acción del virus, la denominaron interferón (IFN). Había nacido "la penicilina" de los virus, un antiviral general que despertó no sólo gran interés entre los científicos, sino en la industria, los gobiernos, los medios y el público en general. Cincuenta años más tarde había permitido lograr beneficios médicos, formación de nuevas empresas de biotecnología, un mercado global de entre 5 y 6 mil millones de dólares y, fundamentalmente, enormes avances en la investigación "básica" y clínica.
Como todo científico formado, Isaacs no era un investigador improvisado: venía estudiando el fenómeno de la interferencia viral desde hacía muchos años. Él y Lindenmann, afortunado e inteligente becario de origen suizo, tuvieron la audacia intelectual de "ver" el nuevo fenómeno y describirlo.
El nuevo desafío era producirlo en escala para poder estudiar sus mecanismos de acción, su estructura, sus funciones y su potencial actividad clínica como antiviral. Por aquel entonces, había que trabajar varios días o meses para lograr unos pocos miligramos con un muy bajo grado de pureza. En Paris, los Drs. Gresser, Chany y Ernesto Falcoff encararon el problema. Falcoff, argentino nacido y educado en Rosario, hacía unos años que estaba radicado en Francia y fue quien sistematizó las primeras producciones del IFN a partir de glóbulos blancos humanos en 1966.
Pero sin lugar a dudas fue el finlandés Kari Cantell quien con meticulosidad excesiva llegó a montar un proceso de producción para toda Finlandia a partir de glóbulos blancos humanos. Así se pudo comenzar a hacer los primeros estudios clínicos. A su vez, las investigaciones con las nuevas moléculas permitieron demostrar que sumado a los efectos antivirales, el IFN también presentaba una actividad que inhibía el crecimiento celular, o sea, un potencial agente antineoplásico. La capacidad y el esfuerzo del Dr. Cantell permitieron obtener con ese método tradicional unos 50 millones de unidades de IFN (o 250 microgramos de proteína parcialmente purificada) por litro de cultivo de leucocitos. Es decir, se necesitaban unos 100.000 dadores de sangre para obtener casi 45.000 litros de sangre y así producir unos 250.000 millones de unidades de IFN: esto representaba un gramo de Interferón. Esta producción permitía tratar unas 100.000 personas con enfermedades virales "suaves" (herpes simple, resfríos), 2.000 pacientes con enfermedades virales crónicas y unos 500 con cáncer. El costo en 1980 de un gramo de IFN oscilaba entre 5 y 20 millones de dólares ¡Y esto era sólo el costo de la materia prima!
Un día de marzo de 1978, Cantell estaba en su oficina del Instituto Nacional de Salud Pública en Finlandia, cuando recibió una llamada telefónica de una persona que él desconocía hasta ese momento: el Dr. Charles Weissmann del Instituto de Biología Molecular de la Universidad de Zurich, Suiza. Weissmann le pidió su colaboración para identificar y aislar el gen (o los genes) responsables de producir el IFN en los cultivos de glóbulos blancos. En aproximadamente 18 meses, las primeras células de la bacteria Escherichia Coli producían moléculas de IFN humano. Los resultados fueron publicados en marzo de 1980 en la famosa revista "Nature" de Inglaterra. Era el comienzo de la nueva era para llevar el Interferón a la clínica y al mercado, donde llegó en 1986. La aparición de la ingeniería genética en la producción industrial modificó todo el panorama de la producción de medicamentos.
Este es el origen de la biotecnología actual: la llegada de la biología molecular a la industria. En el caso del Interferón, al igual que para la hormona de crecimiento, la carrera por clonar bacterias que produjeran esta proteína, patentar el método y la proteína recombinante, se hizo en dos lugares casi simultáneamente: en Estados Unidos, en intensa colaboración entre la recientemente creada empresa de biotecnología Genentech y Roche, empresa farmacéutica Suiza; y en Europa también entre la "biotech" Biogen, creada en 1978 por varios e importantes investigadores, y Schering de Estados Unidos.
De esta manera también comenzaba una novedosa relación entre las universidades y las compañías que resulta esencial para la biotecnología a pesar de los riesgos y conflictos que todavía continúan. Habría resultado imposible realizar el proyecto completo del IFN sólo en los laboratorios de la universidad: aislar genes y clonarlos hubiese sido posible, pero no completar los desarrollos de mejorar la expresión, producción y purificación, sobre todo para aquellos primeros momentos donde todavía había grandes dudas acerca de la utilidad clínica y comercial del IFN. La historia de la producción del Interferón alfa para llevarlo a la clínica y estudiar si tenía aplicación ilustra el gran desafío que significa el desarrollo de proteínas terapéuticas. Finalmente, se demostró la eficacia del IFN en el tratamiento de la tricoleucemia (una leucemia de baja incidencia), y se abrió un gran panorama para seguir adelante en la investigación clínica y obtener más resultados en hepatitis C y otros procesos neoplásicos.
También en América Latina el IFN impulsó el desarrollo de la biotecnología industrial, y en algunos países, como Argentina y Cuba, aparecieron las primeras empresas del sector. En Cuba, fue inmediata la utilización del IFN como medicamento y en Argentina se creó la primera empresa de biotecnología del país: BioSidus.
Saltamos al siglo XXI. El 14 de mayo de 2007, Nautilus Biotech, una compañía norteamericana líder en biotecnología, recibió la aprobación por la FDA (Food and Drug Administration) para realizar la Fase I de la prueba clínica para su Beleferon oral (Interferón por vía oral de liberación controlada). La Fase I se realiza para comprobar su seguridad, su tolerancia y la farmacocinética del producto. Cabe destacar que el presidente y la directora científica de la empresa son dos argentinos, Manuel Vega y Lila Drittanti. "Final de juego" o de la historia, por ahora, Vega y Drittanti han continuado en la línea de los trabajos pioneros de Ernesto Falcoff (argentino y rosarino) en la producción de IFN a partir de leucocitos y de la escuela de la Dra. Sacerdote de Lustig y sus investigadores en el Instituto de Oncología Angel Roffo de la Universidad de Buenos Aires. ¿Casualidad o causalidad?
El Interferón ilustra todo el camino para llegar del laboratorio al mercado y la necesidad de una nueva tecnología basada en el conocimiento: la biotecnología . Hace 50 años, mientras en Londres se producía este sorprendente descubrimiento, en nuestro país nacían los organismos de ciencia y técnica, como el INTI, buscando fomentar la investigación e instalar una herramienta de apoyo tecnológico a la industria. Hoy , Desde el Programa de Biotecnología del INTI, ambos hitos se reúnen en la celebración de este doble cincuentenario.
Revista Saber Como Nº 57 10/2007 Instituto Nacional de Tecnologia Industrial
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