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Por Susana Gallardo y Julia Pettinari
“Contar la ciencia, sin perder rigor ni agregar solemnidad, es de lo más entretenido”
Es doctor en Ciencias Biológicas (UBA), Profesor Titular de la Universidad Nacional de Quilmes, Investigador Independiente del CONICET. Se especializa en cronobiología, y ha publicado numerosos trabajos científicos, así como libros de ciencia y de divulgación científica (entre otras actividades de difusión de la ciencia). En 2003 obtuvo el Premio Nacional “Bernardo Houssay” de la Secretaria de Ciencia y Tecnología de la Nación. Dirige la colección de libros "Ciencia que ladra" y desde hace unos dos años participa en el programa “Científicos industria argentina”, donde representa al personaje de cocinero científico.
QV: En tu casa, ¿sos el que cocina?
DG: Era… pero la vida me engañó y entre tanto trabajo y mucho de hijito, la verdad es que últimamente no me dedico tanto. Pero me fascina.
QV: ¿Qué tarea te brinda más satisfacciones: la investigación o la divulgación?
DG: No las veo disociadas. En mi caso la actividad principal es sin duda la investigación (y la docencia); creo que sin esa pata no podría hacer el resto; además, por alguna razón me parece que perdería mucha credibilidad (¡al menos la mía propia!). Disfruto ambas muchísimo: descubrir nuevos hallazgos y discutirlos con mis estudiantes es realmente fantástico y, por otro lado, encontrar la forma de contar la ciencia, sin perder rigor ni agregar solemnidad, es de lo más entretenido.
QV: ¿Como surge en vos la tarea de divulgador?
DG: Trabajo en periodismo desde hace muchos años, desde que a los quince respondí a un aviso en el Buenos Aires Herald en el que pedían un cronista de deportes. Allí iba a interminables partidos de cricket y otras maravillas – de ahí me queda un gusto por las redacciones, los cables, las Olivetti. Al meterme en una carrera científica pude explotar esta veta de escribiente y redirigirla hacia la difusión de la ciencia, como colaborador de diversos medios y aprendiendo mucho de varios maestrazos.
QV: ¿Cómo compatibilizás la investigación con esta tarea?
DG: No es fácil, por varias razones. La primera es el tiempo: la investigación será de dedicación completa o no será nada… Pero encuentro huecos y noches en los que meter la cuchara de divulgador. En muchos sentidos es una gran ventaja: al ir a hacer una entrevista creo que es importante hablar el mismo idioma que el interlocutor y poder llevar la charla a terrenos interesantes y comprensibles.
QV: ¿A qué público te dirigís, en general? Es decir, ¿cómo imaginás a tu destinatario potencial?
DG: Sabrán disculpar una cita de Borges: “escribo para mí, para mis amigos y para mitigar el paso del tiempo”… Y así es: salvo que sea por un encargo específico (una revista para chicos – aclaro que en alguna época hice la página de ciencia de Anteojito -, algo más tecnológico, etc.), imagino a lectores y público con ganas de maravillarse, de hacerse preguntas, de querer saber. No siempre sale, pero la buena divulgación no tiene edad: a partir de una educación común, cualquiera puede subirse al tren.
QV: A partir de los ciclos de charlas y conferencias que has organizado, ¿tenés alguna percepción acerca del tipo de público que asiste, su formación y sus intereses?
DG: Es muy variado. Por un lado, cada actividad tiene un público específico que se acerca porque le interesa el tema particular que se trate. Hay también gente con interés en la ciencia en general, de cualquier edad (aunque noto muchos viejitos que se acercan con todas las ganas). Hay, y esto es de lo más interesante, muchos adolescentes que andan buscando su destino, y encuentran en este acercamiento a la ciencia un camino que a veces los seduce.
QV: ¿Cómo es la experiencia de la divulgación científica en la televisión?
DG: Maravillosa, sobre todo por la llegada a tanta gente. El programa “Científicos…” es muy popular; lo conoce todo el mundo, más allá del número de personas que lo miren (dato que en este momento no tengo). Eso tiene muchísimo que ver con Adrián Paenza, el conductor ideal de una iniciativa de este tipo. Confieso que, si bien ya había participado de otros programas de ciencia en la tele, tenía un cierto prejuicio acerca del medio, pero con Adrián y Claudio Martínez (el productor del ciclo) la verdad es que todo se ha hecho muy grato y sencillo. Por otro lado, la impresión que me da es que está todo por hacerse con la ciencia en la tele; no es necesario irse hasta el Discovery Channel o similares; tenemos mucho que decir por estos pagos también. En este momento estoy comenzando a planear nuevos proyectos de divulgación científica televisiva.
QV: ¿Hay algún feedback?
DG: ¡Muchísimo! Desde los 15 minutos de fama (gente que te para en la calle o –peor aun– llama a mi casa para hablar del programa o “darle un mensaje al profesor Paenza”) hasta la repercusión genuina de muchos espectadores que escriben o nos llaman con preguntas que les surgieron, necesidades de información y ganas de saber más.
QV: ¿Qué ventajas y desventajas ofrecen los diferentes canales de divulgación de la ciencia (medios gráficos, televisión, charlas ofrecidas por los mismos investigadores)?
DG: La televisión tiene la ventaja de la masividad y, si se basa en la actividad de los investigadores, puede tener una sustentación realmente importante. El problema es que es un medio con un alto nivel de comercialización y supongo que, a veces, habrá que hacer concesiones al respecto. Como escribiente, es obvio que los medios gráficos me atraen mucho, los medios serán diferentes, pero el fin no deja de ser perseguir la literatura. Con los diarios está el “problema” de que todo debe ser transformado en noticias para que pueda ser publicado, pero convengamos en que los medios locales están comenzado a ingeniárselas bastante bien. Siempre está el problema de la tergiversación de lo que diga un entrevistado (que ocurre más a menudo de lo que quisiéramos) pero creo que vamos por el buen camino a juzgar por la creciente preparación de los periodistas. Las charlas ofrecidas por los investigadores son un camino directo, sin intermediarios, y son irremplazables. Tal vez su único defecto sea que tenemos muy pocas de estas charlas (entre otras cosas porque no se consideran parte de la actividad científica y, entonces, no son suficientemente valoradas por los investigadores).
QV: ¿Cómo te parece que la sociedad ve a la ciencia en la actualidad?
DG: Como siempre: como una curiosidad en una vitrina, con gente simpática que se dedica a cosas relativamente inútiles, salvo cuando descubren algún bien de aplicación directa. También hay mucha conciencia de la brecha con otras sociedades que obtienen de la ciencia gran provecho.
QV: ¿Y a la ciencia argentina en particular?
DG: Como un ejemplo de martirología. Sin embargo, hay que admitir que la apertura de la mayoría de los científicos hacia la sociedad y el auge del periodismo científico están haciendo grandes progresos en este sentido.
QV: ¿Hay un consenso en la necesidad invertir en ciencia, o te parece que la gente ve al científico como algo decorativo que no influye para nada en el desarrollo del país?
DG: A juzgar por las encuestas de percepción pública de la ciencia y la tecnología, todo el mundo está de acuerdo en que hay que invertir en estas actividades. Sin embargo, sospecho que no queda muy claro de qué se trata.
QV: ¿Creés que la difusión de la investigación científica hacia el público en general puede contribuir a mejorar la situación actual de la ciencia en nuestro país?
DG: Por supuesto, pero no solamente por la difusión de los hallazgos en sí, sino por la “ciencia” como forma racional de mirar, comprender y actuar sobre el mundo.
QV: ¿Cómo ves la relación entre los investigadores científicos y la sociedad? ¿Creés que los investigadores deberían dedicar parte de su tiempo a difundir su tarea o es mejor que haya gente especializada en establecer el nexo?
Ambas cosas: estamos todos tan saturados de cosas y escasos de tiempos que se hace necesaria la figura del divulgador profesional que realmente entienda de qué se trata y trabaje en conjunto con los investigadores para difundir estas ideas. Eso no quita la enorme responsabilidad de los mismos investigadores en dedicar una parte de su cabeza y de su tiempo a participar de actividades de difusión.
QV : En la eterna discusión acerca de quiénes están mejor preparados para la divulgación, quienes tienen formación científica o los comunicadores, ¿cuál es tu posición?
DG: Sin duda tenemos que apuntar a un mutante híbrido. Creo que una persona con formación científica pero con genuino interés en la literatura y en la comunicación es el divulgador ideal. La formación científica (en esos términos de hacerse preguntas, pedir experimentos, ser un poco impertinente) es imprescindible para entender y para comunicar la ciencia. En muchos lugares se ofrecen estadías de periodistas en ámbitos de investigación como para que se empapen del asunto.
QV: ¿Te parece que la tarea del divulgador es apreciada y/o estimulada en el ambiente científico?
DG: Más o menos. Todo investigador tiene su ego y le gusta que le hagan una entrevista o salir en la tele (¡no le crean a quien diga lo contrario!). Pero a la hora de evaluar las actividades de divulgación el dictamen no es sólo que no tiene mucho valor sino que, por el contrario, son contraproducentes para la investigación.
QV : Qué opinión te merece la obligatoriedad de publicar en inglés que es demandada por los organismos académicos?
DG: Mucho más allá de cuestiones ideológicas que han llevado a que sea justamente el inglés, no cabe duda de que la ciencia necesita de una lingua franca para una comprensión más o menos universal. Estoy muy de acuerdo en que así sea.
QV: ¿Se debería defender el español como lengua de la ciencia, fomentando la creación de publicaciones de alto nivel y con impacto, que estén en español?
DG: No me parece necesario. El uso del inglés es un hecho que no va a ser cambiado muy fácilmente y creo que en este caso conviene seguir la corriente.
QV: ¿Tenés alguna posición tomada respecto de temas prioritarios de investigación en términos de demandas o necesidades sociales?
DG: Sí, que son necesarios. El problema es encontrar un buen balance entre el financiamiento a los llamados “temas libres” (en general de investigación básica), que es absolutamente necesaria, y a los relacionados con demandas sociales
Revista QuímicaVivaNúmero 2, año 4, septiembre 2005
Revista Electrónica del Depto. de Química Biológica, Fac. de Ciencias Exactas y Naturales, Univ. de Buenos Aires, Argentina.
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viernes, 28 de diciembre de 2007
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