por Enrique Pinti
Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar." Aquél era el machacón estribillo que usaban las abuelas de los que hoy pasamos los 60 para indicarnos básicamente el orden que debía imperar en nuestras habitaciones individuales y, con más razón, si eran compartidas con hermanos en la vida cotidiana o con primos y amigos en vacaciones. Mis pobres padres y abuelos encontraron en mí un hueso muy duro de roer: libros mezclados con historietas, revistas de cine, pantuflas y algunas migas de galletitas comidas furtivamente a despecho de las dietas para adelgazar que comenzaron a perseguirme desde muy temprana edad, formaban pilas heterogéneas que dificultaban el paso de mis mayores, que, al tropezar con cada cosa en cualquier lugar y cada lugar con cualquier cosa, pensaron más de una vez en discutir el tema del filicidio o al menos reflexionar bien antes de engendrar monstruos destructores.
Con el tiempo, este desordenado crónico aprendió a interpretar su propio caos y se encerró en su cuarto, territorio en el que todo podía y puede hallarse en alegre montón. Así, borradas las posibilidades de encontrar juguetes y triciclos, ahora, videos, DVD, casetes, compactos, televisor, equipos de música y demás reproductores electrónicos comparten la confusión con pantalones, pantuflas, zapatos, sobretodos y bufandas enredadas con libros de toda clase, diarios viejos y algún regalo de cumpleaños sin abrir. ¿A quién molesto? A mí mismo, que, con los problemas agregados por la edad y ciertas lagunas, a veces pierdo mucho tiempo buscando cosas que sé que "por ahí deberían andar".
Lo que sí aprendió este rey del desorden es que no puede ni debe trasladarlo a otras personas, imponerlo por prepotencia o pretender que, encima, lo aplaudan. Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. El orden no es sólo externo. Es principalmente interior, y cuando hay objetivos claros existen caminos para explicarlos y defenderlos.
El mundo no es nuestra habitación. Todo está bien si se hace donde y cuando se debe. Y no es conformismo ni domesticación. Hay circunstancias históricas en las que, si los pueblos no reaccionan rápido y vigorosamente, las consecuencias pueden ser fatales. Pero esto no implica el estado de "conflicto permanente", que no ayuda a resolver los problemas. Una "medida de emergencia", si se toma todos los días, deja de serlo para convertirse en rutina, y ya se sabe que a la rutina se la comenta como una calamidad más del diario vivir y se la archiva. Es urgente buscar espacios de protesta, polémica y discusión de ideas y soluciones con este mismo criterio: un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar.
¿Qué tiene de malo una hermosa mujer en biquini acompañada por un atractivo joven en boxer paseando a un perro labrador blanco? Nada… pero si ese encantador grupo elige el Teatro Colón en función de gala seguramente se convertirá en un insensato y absurdo atentado al buen gusto. La misma escena en una playa (con bolsita de residuos para el can, por supuesto) será, en cambio, un agradable momento al aire libre. Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. Desde la justa protesta pasando por la exhibición anatómica y la expansión fisiológica del mejor amigo del hombre. Mi abuela tenía razón.
La Nación Revista 5/8/2007.-
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1 comentarios:
Es así nomás como bien dice Pinti!!!
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