por Daniel Goldman
Rabino
Cuando leí la noticia, pensé escribir algo en el mismo sentido que José Pablo Feinmann, pero nunca con esa brillantez del entrañable filósofo, a quien respeto profundamente. Lo admiro porque le preocupan, entre otras cosas, el peronismo y Dios. O sea dos temas paralelos: algún tipo de pretensión por los intentos políticos de justicia social, por decirlo de alguna manera, y en este caso lo divino, o lo que quede del Dios hecho partículas. Y aunque Feinmann me lo vuelva a explicar, todavía no entendí para qué corno sirve esa máquina, que busca descubrir que el Génesis no tiene razón aunque juguemos con la diferencia semántica entre comienzo y origen. Las diferencias semánticas son simplemente palabras para justificarse, las cuales remiten a la razón o la fuerza. Sólo quisiera avisarle a Peter Higgs, el inventor de la máquina, o sea el padre de Dios, que las mayores verdades las podemos aprender de la ciencia ficción, como dice Burton Wisotzky, es decir que muchos de los que creemos tampoco creemos en la literalidad, de paso sea dicho, del mismo modo como tantas veces lo impone la ciencia.
A la literalidad hoy día se la llama integrismo o fundamentalismo. Y a los otros, o sea a nosotros, moderados. Palabra triste y acomodaticia si es que las hay. Ese es el problema de las definiciones. Nunca quedás bien parado. Tal vez para eso inventaron las definiciones: para que nunca quedes bien parado.
En mi caso me siento cómodo en la definición de que soy un “escéptico reverente”, es decir creyente pero no tanto, lo que quiere decir, que sin dicotomías no todo lo pongo en manos de algún Misterio o del hombre. Ahora, gastar tanta plata, como dice Feinmman, para demostrar que Dios exista o no lo único que me provoca no es creencia o descrédito. Lo que me provoca es depresión. La de pensar que hay tanta guita en el mundo tirada en tesis tan irrelevantes, cuando ahí sí, en manos del hombre hay tanto y tan mal repartido. En su momento abandoné mi doctorado por la misma razón. Tesis irrelevante.
Tanto y tan mal repartido. Ahora, ¿cuándo va a estar Dios para ayudar en el reparto justo?, es la pregunta que se hacen los profetas en la Biblia, hombres de palabras semánticamente reprobadas por los sacerdotes, y a los cuales no les preocupaba el origen (no de la plata sino del mundo).
A veces la ciencia, y no su método, es la religión más triste y depresiva, por más que Paenza se esfuerce en hacerla divertida y entretenida. Más triste que las propias religiones, cosa que no es poco decir. ¿Y qué es la religión? Según por donde la mires, algunos dicen “modo de liberación” y otros “método de control”. Por ahí puede ser que sea las dos. Depende quién defina. “Funcional a quién”, dicen en mi barrio. Ahora, hay otras definiciones que también resultan ampliamente rengas. Ejemplo: “No es culpa del chancho sino de quien le da de comer”. Definición de la maravillosa culpa, sólo que vista desde la perspectiva de los chanchos. Pero por otro lado se me ocurre otra breve conclusión: las definiciones las fija el que te da de comer. O sea el que puso la platita para el experimento. Por lo tanto, él define qué es la partícula de Dios. No la teología, la cual puede ser definida como la diversión metodológica para justificar la existencia de Dios. Lúdico. Un juego ilusorio, jamás altamente probado, en donde se trata de dilucidar una verdad secreta, cuando en verdad no existe verdad secreta sino otra que algunos se rehúsan a reconocer. Los que no ponen la platita para otras cosas, pero sí para que todo el tiempo haya bolonqui. Acá y en el mundo. A río revuelto... es otra definición.
Volviendo al principio, o sea a la Biblia, libro del cual Martín Buber decía que es el texto de la incursión en el mundo del hombre a través de una palabra que estimula, de los profetas más reprobados por los poderosos, se encuentra Miqueas. Según lo que dicen los que entienden, no los teólogos ni los filósofos ni los rabinos, sino los hombres comunes que lo escuchaban en su época, Miqueas se expresaba de manera simple. No sencilla. Simple. Sencillo es vacío. Simple significa definitoriamente algo altamente sofisticado. Es tan sofisticado que todos lo entienden. Como cuando habla el político cuando realmente quiere que lo comprendan. Como que una mesa es una mesa. ¿Qué decía el profeta? Procedé con justicia, amá la misericordia y caminá humildemente. Para proceder con justicia –dice un exégeta– uno debe honrar la diversidad de la Creación. Que el pobre no tenga hambre, que el enfermo pueda recibir su remedio y que el boliviano no se sienta fuera de su casa en la nuestra. Amar la misericordia es verse impelido por la compasión. La compasión nace de un sentido de sufrimiento compartido y no de una culpa al estilo del chancho. Caminar humildemente es vaciarnos de nuestro propio ego, dominando nuestra propia ambición. Creo que este tríptico conforma una partícula del hombre que todavía falta descubrir. Esta partícula está más a mano, aunque resulte más comprometida que la otra. Esta asusta más que la que la de hace millones de años.
La religión, la culpa y el chancho, podría ser motivo de otra investigación franco-suiza. Sólo que hay que buscar alguien que ponga la guita. O sea ¿en qué pavadas anda el primer mundo?
Diario Página12 7/5/2008
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